Prosiando

Javier de Viana


Cuento


A Bernardo Maupeu.


Como cueva de peludo era el potrero. Serpeante senda, tan angosta que las zarzas castigaban ambos flancos del caballo, y tan bajamente techada por el entrecruzamiento de las ramazones que debía el jinete mantenerse todo el tiempo echado sobre las crines; larguísima y obscura senda, en parte cortada por canalizos, en sitios obstruida por troncos atravesados, conducía al playo liso, limpio y verde, donde los matreros reposaban en absoluta seguridad.

Afuera, en el campo libre debía estar sobrando luz todavía, porque aún no habían vuelto las palomas de su excursión a los rastrojos, ni cantado la calandria la oración de silencio; pero allí, en el potril diminuto, enmurallado por árboles de veinte metros de altura y con más ramas que hijos tiene un matrimonio pobre, amulatábase el cielo y podía darse por ido el día.

Al pie de un vivaró que se alzaba a manera de torrejón sobre la chusma montaraz, el viejo don Tiburcio y el imberbe Saturno cimarroneaban y proseaban a la espera de los compañeros que salieron al mediodía en busca de carne.

Las circunstancias, el sitio, la hora, todo era propicio a la meditación, a pasar revista al pretérito, desgajando, descascarando, poniendo al descubierto el "cerno" del palo, lo que resiste, lo que perdura, lo que deslinda y orienta.

Decía el viejo:

—Asina es j'el destino 'e los hombre... Pero yo siempre he creído qu'el destino no es un bicho ciego que sacude palo p'acá y p'allá, sin carcular ni eligir, voltiando lo mesmo al inocente y al indino... No; qué querés: no creo. El destino no marca asina no más, al puro ñudo, sino que cuando tira una lechiguana pa un lao y desparrama la yel pal otro, razón no le ha de faltar p'hacerlo.

—¡No pierda el paso, amigo don Tiburcio! replicó amargamente el mozo.—¿Tiene razón el destino p'aporriarme a mí, pongo por caso, o pa obligar a un hombre viejo y bueno como usted a disgraciarse y tener que ganar las baguales, mientras tanto desalmao vive feliz?... ¡No diga, don Tiburcio, no diga!... Que el destino es el destino y que uno no se libra d'él por más que haga, lo mesmo qu'el perro no se libra 'e las pulgas por más que se refriegue contra el suelo... estamos conformes; pero que sea justo...

Don Tiburcio interrumpió:

—¡Che, che! ¡no golopiés tan ligero, que al mejor parador se le atraca el estribo!... Yo dije razón y no dije justicia.

—Lo mesmo es negro que tiznao...

—Pa vos, que entuavía sos muy potrillo y confundís cicuta con "miomío"... Y cuasi tuitos confunden, creyendo qu'el destino es una cosa qu'está ajuera 'e nosotros, siempre al laíto, pa librarlo de un cayo a este y p'hacerle meter la pata en mi pozo a aquel... y no es asina, no; no es asina... El destino cada uno lo llevamos adentro, cada uno tenemos algo lisiao adentro y es de ahí que salen nuestras avestruzadas y nuestras penas... Unos más, otros menos, tuitos tenemos falla en el maquinismo que redepente empieza a ladiarse pa un lao; en ocasiones uno lo va sosteniendo y anque despacito, camina, camina, hasta que se empaca y no hay más remedio que apiarse y hacer noche en medio el' campo, pero si uno s'encapricha y hace juerza, y tuerce la manija... a veces lo endereza... y a veces se ruempe el pescuezo...

—Tuito eso lo hallo muy escuro—dijo Saturno; y el viejo, sin responderle, prosiguió:

—Fíjate en mí, que puedo servir pa ejemplo: me dio pu' el trago y le priendo al trago... Suele acontecer que me d'asco, y qu'en ocasiones al amanecer con el gañote reseco, las tripas recalentadas y la cabeza vacida como cañuto de órgano, me propongo darle güelta a la manija, aunque apeligre ponerme de poncho el pingo... Pero dispués me resuelvo a seguir la vida al tranco, que, de tuitas layas, con porrazo más o con porrazo menos, yendo a pie o en fierrocarril, naides pasa más allá del sitio ande ha 'e dejar la osamenta. Y eso sí qu'está escrito, che!... ¿Ande anda el porrón?

—Pu'acá lo vide.

—¡Alcánzamelo pa rezarle una Ave María!

Gaiardó silencio el viejo, y Saturno quedóse pensativo. Al rato dijo:

—Pudiera ser no más... Tal vez yo mesmo tuve la culpa 'e m'infortunio... No era mala Paula; pero tenía el corazón chiquito, yo le enllené 'e cariño y reventó!... Y después, pude largarla al campo y olvidarla, como se larga y se olvida un mancarrón asoliao... Debía haberlo hecho, y en vez, la cosí a puñaladas... ¡Bah! ¡Qu'esté adentro o qu'esté ajuera, el destino siempre arrempuja lo mesmo!... Déme un trago!...


Publicado el 31 de agosto de 2022 por Edu Robsy.
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