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ensayo metaliterario.
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28 de septiembre de 2019.
El estudiante vuelve a Salamanca algo descorazonado. Lee,
relee (tal como decía Nabokov), pero no encuentra lo que busca. Hay,
tiene que haber algo debajo de la superficie, aparte de lo analizado
hasta el momento. Falta, quizás, bueno, no, con toda seguridad lo más
importante, lo que hace original y pionero a Chaucer gracias a su nuevo
estilo: como os decía en una cita de la crítica, falta la lectura, la
interpretación de los símbolos de los que Chaucer se nutre y no sé si
crea.
Nauj Solrac, así es como se llama el estudiante, no
hace más que darle vueltas a lo mismo, rayando en la obsesión, pero no
se amilana, no se rinde, no se desanima. El desafío lo crece.
- Diiinnng!!! La bombilla se enciende. ¡Idea! Voy a ir a Extremadura,
que allí hay muchos alcornoques. Por fin llegué. ¡Vaya viajecito! En
busca de ¿una entelequia? ¡Amigos! Quizá haya en el mundo más magia,
menos casualidades y más causalidades de lo que creemos. Nuestro
universitario se parece cada vez más al Licenciado Vidriera de
Cervantes. ¿Me estoy volviendo loco? Aunque como dijo Pascal: "No estar
loco, ¿o es en realidad otra forma de locura? ¿No están más locos los
que dicen no estar locos ante esta caótica sociedad?"
El
hecho es que me encontraba en Extremadura y me dirigí al primer
alcornocal que encontré y empecé a quitarle la corteza, el corcho, lo
que flota, la superficie a 12 alcornoques. Cuano me encontraba en el
número 13 ¿qué loco dijo que el 13 es número de mal agüero? (Sí, el
cristianismo y la superstición popular, ¡vaya por dónde!, encontré una
señal, unos signos grabados al pie del tronco; rezaba así: Esopo. En ese
momento no caí en la cuenta, pero ya era tarde y debía atravesar un
campo de cerezos del Valle del Jerte antes de llegar a Plasencia. Por el
camino me topé con una gitana que me preguntó si quería que me leyese
lo que decían las estrellas acerca de mí. Le dije que no llevaba en el
bolsillo otra cosa que unos corchos que había encontrado por ahí. Ya a
las puertas de Plasencia, antes de cruzar el río, pude ver atravesar el
camino corriendo lo que, si no me falla la memoria, me pareció una
comadreja. ¿Casualidad? ¿Causalidad? A veces parece que el mundo gire
alrededor de nuestras preocupaciones. Tampoco caí en la cuenta de nada,
ni siquiera en la cuenta de la vieja, ni en el cuento de la lechera. Me
encontraba "acuchuflado"(no sé si me acabo de inventar una palabra, pero
seguro que todos me entendéis ¿verdad público?).
Me meto
en la cama y ¡ya no puedo dormir! Acabo de atar los cabos. Esopo... una
comadreja... En el Cuento del Molinero se nos compara a Alison (o
Eloísa) con una weasel, es decir, una comadreja. En las fábulas de Esopo
aparecen varias dedicadas a la comadreja (o nutria, aunque no es lo
mismo, pero así es como aparece traducido en la versión española de la
editorial Cátedra). Chaucer leyó fábulas, es más, en su estancia en
Francia como oficial de aduanas se le reconoce como un gran traductor de
libros de carácter simbólico, entre ellos The Parlament of the Foulys
(El parlamento de las aves).
A primera hora de la mañana
nuestro antes encorajinado estudiante emprende rumbo a Salamanca. Pero
todavía le falta solucionar un enigma del que ya me olvidaba haceros
partícipes: de vuelta a Plasencia, después de encontrarse con la
adivinadora, se dio de narices, de bruces con un cartel informativo que
decía: A CHEVALIER (3 kilómetros). ¿Chevalier? Como no sea por José
Bonaparte, juraría que esto es francés... Mi francés macarrónico me
retrotrajo a Inglaterra, dónde había leído por primera vez el cuento de
Chaucer: The Knight's Tale (el cuento del caballero). Sin embargo,
Chevalier iba más allá de esto. No fue hasta que divisé la Catedral de
Salamanca y el Puente Romano que me vino a la memoria una conversación
con un compañero de fatigas del maravilloso Plan de Esturdio de 1993 (he
dicho esturdio, que no estudio. Esturdio. Somos filólogos ¿no?: Voz
acuñada por un servidor y que procede del verbo esturdir: atontar,
aturdir. Cerramos el KIT KAT y proseguimos). Pues bien, me comentó este
compañero que existe un magnífico Diccionario de Símbolos escrito por el
Doctor en Teología y profesor de filosofía Jean Chevalier, salido a la
luz en 1969 y editado al castellano por primera vez en 1986 por la
editorial HERDER (Barcelona). Fui a mi biblioteca particular. ¡Pero si
ya lo tenía! ¿En qué estaría pensando?