El alcornoque
Érase una vez, en un pueblecito de
Inglaterra de cuyo nombre quiero, pero no consigo acordarme, en una
taberna de cuyo nombre sí me acuerdo -La Posada de las Ánimas- entró un
estudiante de Salamanca que se encontraba en las tierras de Chaucer
gracias a una beca Sócrates. Bajó las escaleras y echó un vistazo a la
barra del bar; ahí se encontraba quien debía estar (a buen
entendedor...). Volvió la mirada a la derecha y se encontró con que
todas las mesas estaban vacías, menos una. Se acercó a esa mesa y pudo
ver que había sentados cinco señores de una edad ya avanzada; alredodor
de la mesa se agolpaba, aunque de forma extrañamente oordenada, un
montón de espectadores, tres filas formando tres círculos atendían a lo
que decía uno de los sentados. Parecía como si de la mesa surgieran los
rayos del sol. El estudiante se acerca a uno de los espectadores y
pregunta por el nombre del que está hablando. Le dice que es un tal
Gustavo. ¿Gustavo? Verde no es, así que queda descartado el que pueda
tratarse del reportero más dicharachero de Barrio Sésamo. Perilla no
lleva, por lo que tampoco puede tratarse de Gustavo Adolgo Bécquer.
Escucha. El tal Gustavo, que no había parado de hablar decía en ese
momento: "Comme l'on serait savant si l'on connaissait bien seullement
cinq à six livres"; es decir, qué sabios seríamos si sólo conociéramos
bien cinco o seis libros. Siguió escuchando un rato y después se acercó a
la barra del bar para pedir media pinta de cerveza roja (que se ha
descubierto que es buena para evitar o prevenir no sé qué cancer) y le
pregunta al tabernero por el orador. Éste le responde: Es francés, creo
que se llama Gustave Flaubert. Se toma la caña y se dirige con el poco
dinero que le queda a la Plaza Mayor, donde se encuentra el mercado que
está a punto de irse a cenar. ¡Vaya por dios! Los puestos de venta están
todos vacíos, menos uno. De nuevo se acerca. Era un vendedor de nabos
el que tenía a la gente espectante y entretenida. Escucha y oye al
vendedor, que decía iba a ser un gran novelista (defendía la novela a
capa y espada), y dice lo siguiente: "Las grandes novelas son grandes
cuentos de hadas", "todo escritor es un gran embaucador", "al leer,
debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos. Nada tienen de malo las
lunáticas sandeces de la generalización cuando se hacen después de
reunir con amor las soleadas insignificancias del libro", "en el estilo,
en las imágenes, en la estructura de la novela, [cuento], o poema es
donde reside la genialidad de un poeta o escritor", "para leer bien,
para ser lectores (que no leedores [de eso ya hablaba el poeta Pedro
Salinas]), no hay que enfrentarse al texto con ideas preconcebidas". Más
tarde me enteré de que el vendedor de nabos era ruso, que tenía
ascendentes aristocráticos y que, a parte de hablar un perfecto inglés,
también lo hacía en francés. De vuelta a Salamanca (tres días después)
supe que el vendedor se llamaba Vladimir Nabokov (curioso). Pero todavía
me encuentro en el mercado; bueno, no. Me dirigí a mi humilde
apartamento con unos nabos para cenar y, por el camino, cuando no
faltaban más de cien metros para llegar a mi casa (que por lo menos goza
de una espléndida panorámica del río), me topé, en una esquina, con un
vagabundo, no sé si ebrio (borracho) que me dijo, ¡qué extraño!:
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente.
Le pregunté de quién eran esos versos; dijo que eran suyos,
"de un servidor, un portugués inmortal; me llamo Fernando Pessoa".
Ya en casa, hice una especie de compota con la comida mediocre de
que disponía, cené y me dirigí al escritorio. La mesa tenía tres de sus
patas carcomidas por las termitas. En cualquier momento iba a
desplumarse sobre mis pies. La vela parecía la Torre de Pissa. Empecé a
cavilar mientras desempolvaba mi edición billingüe de los Canterbury
Tales de un tal Chaucer. Tenía que hacer un trabajo, analizar el estilo
del 'Miler's Tale' (o Cuento del Molinero). Pensé en lo oído en la
taberna, en el mercado y en la esquina de aquel oscuro callejón. Me
acordé de las palabras que antaño habían salido de la boca de un
profesor: "Chaucer no aburre, pero no es trivial"[es decir, no es
insustancial, no es baladí].
Me formulé las siguientes preguntas:
1.) ¿Es Chaucer un gran embaucador? Si no es así, según lo escuchado, no es un gran escritor.
2.) ¿Es Chaucer un fingidor? ¿Es Chaucer poeta?
*Los profesores decían que sí, incluso los críticos. Pero yo quería
controlarle por mí mismo. Ojeé la introducción al libro de Chaucer
(decidí dejarla para después de leer el cuento); sin embargo, me detuve
en las citas de los críticos literarios y me quedé con las dos
siguientes:
a.) Chaucer fue introductor de la literatura
inglesa de un nuevo estilo [subrayé 'estilo'] en cuanto se refiere al
uso de símbolos [subrayado]; fue capaz de incorporar a un tiempo la
claridad luminosa de la verdad y la siempre luz del día. V. K. KOLVE.
b.) El lenguaje que utiliza Chaucer para motivar a su
audiencia es coloquial y estimulante. Las sátiras de los poetas latinos
contribuyeron al desarrollo de la imaginación esencialmente poética de
Chaucer. B. HARBERT.
Muy bonito. Pero pogamos en duda lo
que dicen sobre el texto original e intentemos sacar nuestras propias
conclusiones (que pueden coincidir o no con la de los críticos) a partir
del texto virgen, es decir, el texto escrito en Middle English en
versos con rima final (pareados) y además pentámetros yámbicos. Debemos
recordar también que el texto fue escrito para ser leído oralmente, en
voz alta. Por tanto, habrá que tener en cuenta la importancia del
énfasis y de la entonación, sin olvidar la voz de falsete (o de Pilatos,
como se nos dice en el original) utilizada por el molinero borracho y
también por Nicolás El Espabilado (hende Nicolas) cuando canta. De todo
ello era muy consciente nuestro amigo Geoffrey; ello contribuiría a las
risas del público.
También hay que tener en cuenta que
Chaucer llegó a ser un poeta cortesano, lo que se refleja en el
vocabulario: abundancia de palabras de origen francés: cout, gentil,
noble, cuckold (cornudo)...
Hice una primera lectura, es
decir, una lectura más bien superficial para enterarme del argumento del
que ya hablaron mis compañeros de fatigas. De cualquier modo, fui
subrayando lo que me llamaba la atención y que creo que sirve para
ilustrar una parte del estilo de Chaucer. He aquí los recortes
descontextualizados que apunté en el embalaje de nabos:
- "el que no tiene esposa no puede ser cabrón"
- Catón: "un hombre debe casarse con alguien que se le parezca"
- Si ella hubiera sido un ratón y Absalón un gato, juro que se le hubiera arrojado encima inmediatamente.
- ¡Ayúdanos, Santa Frideswide! ¿Quién puede predecirnos lo que el destino nos depara?
- ¡Que el signo de la cruz te proteja de duendes y espíritus! (carpintero)
- Encantamiento:
Jesucristo, San Benito.
Los malos espíritus prohibid:
espíritus nocturnos, huid del Padrenuestro.
Hermana de San Pedro, no abandones a este siervo vuestro.
- Te aseguro que vas a remar tan alegremente como un pato blanco detrás de su pareja.
- Como muy bien dice Salomón: "No hagas nada sin consejo, y te alegrarás de ello."
- Refrán: La gente dice: "Envía a un sabio y ahorra tu aliento".
- ¡Qué poder tiene la fantasía! La gente es tan impresionable, que puede morir de imaginación.
- (sacristán herido de amor) Mi boca me ha dolido todo el día: buen
augurio de que al menos la besaré. (Chaucer se ríe de la iglesia, hasta
un sacristán en supersticioso...)
- Desde el momento en que le besó el culo, se le curó la enfermedad.
- Al primer canto del gallo...(reminiscencia Biblia, San Pedro).
- Así acaba la historia, y que Dios nos proteja.
El estudiante vuelve a Salamanca algo descorazonado. Lee,
relee (tal como decía Nabokov), pero no encuentra lo que busca. Hay,
tiene que haber algo debajo de la superficie, aparte de lo analizado
hasta el momento. Falta, quizás, bueno, no, con toda seguridad lo más
importante, lo que hace original y pionero a Chaucer gracias a su nuevo
estilo: como os decía en una cita de la crítica, falta la lectura, la
interpretación de los símbolos de los que Chaucer se nutre y no sé si
crea.
Nauj Solrac, así es como se llama el estudiante, no
hace más que darle vueltas a lo mismo, rayando en la obsesión, pero no
se amilana, no se rinde, no se desanima. El desafío lo crece.
- Diiinnng!!! La bombilla se enciende. ¡Idea! Voy a ir a Extremadura,
que allí hay muchos alcornoques. Por fin llegué. ¡Vaya viajecito! En
busca de ¿una entelequia? ¡Amigos! Quizá haya en el mundo más magia,
menos casualidades y más causalidades de lo que creemos. Nuestro
universitario se parece cada vez más al Licenciado Vidriera de
Cervantes. ¿Me estoy volviendo loco? Aunque como dijo Pascal: "No estar
loco, ¿o es en realidad otra forma de locura? ¿No están más locos los
que dicen no estar locos ante esta caótica sociedad?"
El
hecho es que me encontraba en Extremadura y me dirigí al primer
alcornocal que encontré y empecé a quitarle la corteza, el corcho, lo
que flota, la superficie a 12 alcornoques. Cuano me encontraba en el
número 13 ¿qué loco dijo que el 13 es número de mal agüero? (Sí, el
cristianismo y la superstición popular, ¡vaya por dónde!, encontré una
señal, unos signos grabados al pie del tronco; rezaba así: Esopo. En ese
momento no caí en la cuenta, pero ya era tarde y debía atravesar un
campo de cerezos del Valle del Jerte antes de llegar a Plasencia. Por el
camino me topé con una gitana que me preguntó si quería que me leyese
lo que decían las estrellas acerca de mí. Le dije que no llevaba en el
bolsillo otra cosa que unos corchos que había encontrado por ahí. Ya a
las puertas de Plasencia, antes de cruzar el río, pude ver atravesar el
camino corriendo lo que, si no me falla la memoria, me pareció una
comadreja. ¿Casualidad? ¿Causalidad? A veces parece que el mundo gire
alrededor de nuestras preocupaciones. Tampoco caí en la cuenta de nada,
ni siquiera en la cuenta de la vieja, ni en el cuento de la lechera. Me
encontraba "acuchuflado"(no sé si me acabo de inventar una palabra, pero
seguro que todos me entendéis ¿verdad público?).
Me meto
en la cama y ¡ya no puedo dormir! Acabo de atar los cabos. Esopo... una
comadreja... En el Cuento del Molinero se nos compara a Alison (o
Eloísa) con una weasel, es decir, una comadreja. En las fábulas de Esopo
aparecen varias dedicadas a la comadreja (o nutria, aunque no es lo
mismo, pero así es como aparece traducido en la versión española de la
editorial Cátedra). Chaucer leyó fábulas, es más, en su estancia en
Francia como oficial de aduanas se le reconoce como un gran traductor de
libros de carácter simbólico, entre ellos The Parlament of the Foulys
(El parlamento de las aves).
A primera hora de la mañana
nuestro antes encorajinado estudiante emprende rumbo a Salamanca. Pero
todavía le falta solucionar un enigma del que ya me olvidaba haceros
partícipes: de vuelta a Plasencia, después de encontrarse con la
adivinadora, se dio de narices, de bruces con un cartel informativo que
decía: A CHEVALIER (3 kilómetros). ¿Chevalier? Como no sea por José
Bonaparte, juraría que esto es francés... Mi francés macarrónico me
retrotrajo a Inglaterra, dónde había leído por primera vez el cuento de
Chaucer: The Knight's Tale (el cuento del caballero). Sin embargo,
Chevalier iba más allá de esto. No fue hasta que divisé la Catedral de
Salamanca y el Puente Romano que me vino a la memoria una conversación
con un compañero de fatigas del maravilloso Plan de Esturdio de 1993 (he
dicho esturdio, que no estudio. Esturdio. Somos filólogos ¿no?: Voz
acuñada por un servidor y que procede del verbo esturdir: atontar,
aturdir. Cerramos el KIT KAT y proseguimos). Pues bien, me comentó este
compañero que existe un magnífico Diccionario de Símbolos escrito por el
Doctor en Teología y profesor de filosofía Jean Chevalier, salido a la
luz en 1969 y editado al castellano por primera vez en 1986 por la
editorial HERDER (Barcelona). Fui a mi biblioteca particular. ¡Pero si
ya lo tenía! ¿En qué estaría pensando?
Una nueva
relectura me llevó a la conlusión tan acertada por ese crítico del que
ya os he leído la cita: el cuento del molinero está plagado de símbolos.
Mi compañera S... os destapó el otro día alguno de ellos (debo confesar
que no estaban mal elegidos; os refresco la memoria: piel como monedas
de oro (simbología del oro), la cabritilla, el canto de la golondrina
posada en el granero, boca dulce como la miel o como una manzana
colocada sobre el heno, potrillo, alta como un mástil, tiesa como una
flecha.
Pero hay más, mucho más. No hay nada fortuito en
las palabras que usa Chaucer, ni siquiera en el nombre de los
personajes, al menos en los centrales. Posiblemente nos llevaría mucho
tiempo desbrozar toda la paja del grano y desgraciadamente el reloj de
arena sólo se para para que le dén la vuelta.
Voy a hacer
una enumeración y si me da tiempo voy a dar la explicación de algunos
de estos símbolos, algunos asombrosamente evidentes y que estaban allí,
desde el principio, como las setas bajo los pinos, pero a veces las
prisas son traicioneras. Repito, si no queda tiempo, ya os he dado las
claves que están el el jardín, en los senderos a seguir que, sin
embargo, como en el relato de Borges, casi siempre se bifurcan.
Ahí va la lista, atrofiada por todas partes:
- En las descripciones, en las que se nos da todo lujo de
detalles, estos detalles, o muchos de ellos, son simbólicos y nos dicen
de forma soterrada mucho o todo lo que va a suceder, o cuanto menos
como va a comportarse o es tal o cual personaje.
[...]
Chaucer nos describe a la mujer como muy guapa, en la superficie. Pero
sus palabras son un arma de doble filo, porque entrañan ironía y un
significado simbólico que se contrapone radicalmente a lo que en
apariencia dice. Las apariencias engañan y así, las apariencias de las
palabras también engañan. Hablando de engaño, ¿os acordáis de las citas
del principio? Todo gran escritror es un gran embaucador, el poeta es un
fingidor. Embaucar, fingir, aparentar, engañar son sinónimos o casi
sinónimos.
Conclusión : Chaucer es un gran poeta y un gran
escritor. Chaucer es, sin lugar a diudas, (aquí lo hemos intentado
demostrar) un genio, y me atrevo a afirmar -no soy el primero que lo
hace, ni el último- una de las tres mayores figuras de la literatura
inglesa.
Y para que este cuento sea perfecto, vamos a cerrar el círculo copiando al molinero:
Así acaba la historia, y que Dios os proteja.
Aunque quizás fuera más correcto utilizar una fórmula tradicional, pero posiblemente desconocida por muchos. Ahí va:
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.