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Claro que á poder arreglarse las cosas á gusto de Carmela, Enrique la hubiera querido como Carmela le quería á él, con toda su alma; no la tratara con aquel desvío, con aquella superioridad desdeñosa.
Pero, ¡qué remedio!.., Bastante le daba... La deshonra, cuando se enamora, observa conducta de mendigo: toma lo que la ofrecen. Un pedazo de pan acompañado de un insulto, no deja de ser pan. Un beso, aunque vaya envuelto en una injuria, siempre es un beso. La miseria tiene hambre de pan, y sufre el insulto y come pan y vive. La deshonra tiene también hambre de amor, y soporta la injuria y devora el beso y sigue amando.
Eso hacía Carmela. No tenia derecho á ser exigente. Necesitando de Enrique, lo tomaba tal y como quería dársele, ó lo tomaba sin quejas, sin reconvenciones. Demás hacía con no tratarla á puntapiés.
Respecto de ella no se quejaba, Respecto de su hijo... respecto de su hijo estaba á punto de quejarse; á las veces encaramábasele por la garganta arriba un grito de reproche, una exclamación de protesta.
5 págs. / 9 minutos.
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Publicado el 4 de febrero de 2024 por Edu Robsy.
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