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—Usté perdone la pregunta. ¿Habrá en este pueblo trabajo pa un hombre que no se asusta de los barrenos, de la piqueta y del arsénico?
—Pa esos hombres siempre hay trabajo aquí.
—Entonces ponga otro vaso de lo mismo y dígame a quién tengo que encaminarme pa escomenzar pronto la faena. No es que me apure. Aun traigo alguna plata —e hizo sonar en su bolsillo un puñado de duros—; pero vaya, que uno se entiende, y a la cuenta el trabajo quita otros trabajos que la cabeza por sus adrentos se pué traer que traer.
—Jefe de cuadrilla necesitao de un obrero pa la suya lo tiés: Bastián. Ayer un «chino» entortilló los sesos al más fornío de sus hombres.
—Aquí hay otro pa rellenar el hueco.
—¿No te asusta el peligro?
—He pasao la edá de los sustos.
—¿Eres del oficio?
—Pa mover un pico solo hacen falta brazos y voluntá. Voluntá la tengo. Brazos... Me paece a mí que estos sirven pa tó, amigo.
Y el desconocido, enderezando el cuerpo, tendió al aire sus dos brazos de atleta.
37 págs. / 1 hora, 6 minutos.
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Publicado el 7 de abril de 2019 por Edu Robsy.
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