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Era blanca, pálida; con esa palidez de pasión que caracteriza a las valencianas. Sus ojos verdes, tenían pérfidas transparencias de ola. Su pelo era azuloso; flores de granado sus labios; sus dientes pétalos de azahar: a azahares transcendía su aliento. El talle teníalo juncal; el seno alto; la cadera potente; áurea y calzada la nuca.
Hijo de los dos, el chicuelo de los seis años, alegraba el hogar con sus voces, el jardín con sus juegos, la acequia con el chapoteo de sus pies. Cuando reía, los pájaros asomaban por el ramaje sus cabezas curiosas y quedaban inmóviles, en planta de escuchar al chiquillo
El padre se llamaba Nelo; la madre Roseta; el chiquillo Tonet.
Además estaba el abuelo, el padre de Roseta. No habitaba con el matrimonio, pero casi todas las tardes iba al domicilio de su nieto, para recrearse con las diabluras de éste, echar un párrafo con Nelo a propósito de las campesinas labores y embobarse mirando a su hija, la moza más guapa que, según su decir, topaban los ojos desde Santa Pola a Alicante.
7 págs. / 12 minutos.
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Publicado el 21 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.
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