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Y a presidio fue, porque era de justicia que fuese, porque bueno es hacer la vista gorda cuando dos hombres pelean en un café y se matan a las veinticuatro horas delante de testigos; pero no es posible hacerla con dos hombres que riñen a la puerta de una taberna, acto seguido de la injuria, frente a frente y con armas iguales. Aunque a primera vista no lo parezca, existe una diferencia enorme entre un hecho y otro.
Pedro fue a presidio, y con él se fueron todas las dichas de su hogar y todas alegrías de su alma. En el último rincón de la casa, humilde antes, miserable desde que Pedro la abandonó, se veía a la pobre vieja, sentada en una silla, con los cabellos siempre blancos, y los ojos, aquellos ojos tan alegres, tristes, muy tristes, enrojecidos por el llanto y enturbiados por la amargura. También se puso muy triste la novia del mozo cuando se pronunció la sentencia de este. Solo que a los dos años de pronunciada la sentencia, la novia se había casado con otro hombre y la madre seguía llorando. Así es la vida y así son las madres y las novias.
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Publicado el 2 de febrero de 2024 por Edu Robsy.
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