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Con las entradas en y salidas de este mundo de lágrimas, sucede como con las entradas y salidas de los dramas: las hay que están más o menos justificadas, y las hay que no están justificadas de ninguna manera.
El mutis, digámoslo así, de don Trinidad, ha sido, pues, inesperado e injustificado.
Don Trinidad era joven, era rico, tenía figura simpática, talento natural, mucha ilustración, estaba para casarse con una chica preciosa y, sobre todo, gozó de una salud perfecta, hasta el momento de morirse, que esto no le sucede a todo el mundo.
¿Hay alguien que en estas condiciones se muera? Yo creo que no.
Pues, sin embargo, don Trinidad de Aguirre ha muerto.
Hace dos años viajó por Alemania; allá se estuvo unos meses y volvió del viaje como se fué: tan joven, tan rico, tan simpático, tan alegre y tan sano.
Pero en el mes de Noviembre del 96 tuvo un pequeño ataque a la vista.
Poca cosa, casi nada, enfermedad que no lo era, y que no tenía de serio más que el nombre, que no sé cuál fuese.
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Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.
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