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J.—Es que Madrid ensancha, embelleciéndose.
V.—Podrá ser, pero ya no lo reconozco como mío. ¿Quién se acuerda de la iglesia de Santa María, donde Preciosa, la gitanilla de Cervantes, bailó al compás de las sonajas ante la imagen de santa Ana, patrona de la villa, ni quién se acuerda de ese patronazgo? Ni el parque de Monteleón ni el convento de Maravillas, con sus recuerdos del Dos de Mayo, merecieron compasión. ¿Quieren ustedes calles rectas y casas altas para subir cómodamente al cielo en ascensor? El campo es ancho, y aumenten la población hasta Toledo y será Madrid villa de pesca. No puedo vivir en casas sin gateras donde entre y salga mi morrongo, y sin buhardillas interiores donde y jubilar y no abandonar los trastos viejos, porque me considero uno de tantos. Detesto las chimeneas de leña que prenden el hollín escandaloso: ni me conformo con no hallar en las tiendas pomada del oso, obleas de goma, plumas de ave, cajas de pistones, tiradores de campanillas, botas de caña, rapé, chufletas ni pajuela. Jamás transigiré con una generación que ha perdido la verdadera receta de los bartolillos, magdalenas y paciencias.
3 págs. / 5 minutos.
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Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.
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