Miguel-Ángel o el Hombre de Dos Cabezas

José Fernández Bremón


Cuento



Á mis cariñosos amigos
Pepe Cabanilles, Juan José Herranz y Santiago de Liniers


Si el protagonista de mi cuento tiene dos cabezas, saliéndose de la regla comun, ¿por qué esta dedicatoria ha de ser para un solo amigo, segun el uso general? Rompo, pues? ta costumbre, lo cual me proporciona el gusto de unir nombres queridos y hoy algo separados por las vicisitudes de la vida, en recuerdo de la época grata en que vivimos tan unidos.

Acaso hallen algunos exagerada la ficcion que les dedico: no calculan que al elegir mi asunto pude poner no dos, sino tres cabezas sobre los hombros de mi héroe, como los pueblos que en vez de colocar un rey, un general ó un plebeyo á su cabeza, elogian un triunvirato: y áun estuco á mi arbitrio multiplicar esas cabezas hasta el número de siete, y dar el poder á Miguel-Angel, para que constituyese por si solo un Ministerio homogéneo. Ello es que si hemos de creer á los historiadores, Miguel-Angel no es una creacion fantástica: han existido realmente hombres y mujeres de dos y más cabezas?; y si esto dice la historia sériamente, ¿puede rechazarse el cuento por absurdo, cuando atestiguan la posibilidad en los Museos de ciencias naturales tantos fetos bicipites que vivieron algunas horas, lo cual resuelve el hecho principal, el de la vida? No negaré, á pesar de ello, la extravagancia del asunto; antes al contrario, he creido así acomodarme al gusto general que exige à los autores, para ser leidos, lo anómalo y deforme» con preferencia á lo regular y acostumbrado.

I

Hacia las tres de la tarde, en un dia festivo, y no lejos del Suizo, un pobre autor dramático, cuya última comedia celebraban mucho sus amigos, pero que no atraia gente, miraba con envidia cómo se agolpaba la muchedumbre ante un despacho de billetes, codeándose para tomar vez con tal empeño, que el mismo autor, arrastrado por la multitud y sorprendido con la novedad del caso, se confundió entre el vulgo y compró su entrada como un simple mortal. Esto, ni más ni ménos, leian asombrados los transeúntes de la calle de Alcalá:


« Miguel-Ángel, ó el hombre de dos cabezas, cada una de las cuales discurre, mira, oye, habla, come y bebe aisladamente, se exhibe por primera vez y ofrece al público su habitacion en esta casa. Precio, 4 reales.»


Semejantes líneas, colocadas de improviso ante el público, le agolparon necesariamente á las puertas del edificio en que residia aquel monstruo nunca visto. Un hombre de dos cabezas era espectáculo enteramente nuevo para tantos individuos, que apénas se daban razon de tener una; así es que las gentes subian en tropel por la escalera que conducia á la habitacion de Miguel-Angel y se detenían asombradas al contemplarle á través de una verja, no atreviéndose á dar crédito á sus ojos. El monstruo en tanto se paseaba por la habitacion, alejándose ó aproximándose á la multitud, y cada vez que se acereaba, aquélla retrocedia lentamente por un impulso general é involuntario; los muchachos rompían á llorar, y los recien casados retiraban de la habitacion á sus señoras, temiendo acaso la influencia que se atribuye á la imaginacion de la mujer, en determinadas épocas, sobre el porvenir de la familia: temor muy natural miéntras no se hagan averiguaciones exactas acerca del asunto, pues la verdad es que la mayoría de los concurrentes, al examinar las dos cabezas de Miguel-Angel achacaban aquella deformidad á un antojo de su madre, si bien extrañaban que una de las cabezas no fuera de cabrito ó jabalí, tomada al vuelo por la imaginacion al pasar junto al escaparate de una fonda. Ello es que los antojos pueden dar resultados funestos: figurémonos que la idea de la fecundidad se fija en la mente de una señora encinta: ¿qué expectativa tan cruel la del esposo, si recuerda que autores graves y antiguos citan el caso de la célebre condesa de Holanda, que en una sola ocasion dió á luz 366 hembras y varones? Asombra cómo la buena señora tuvo caderas para sufrirlo, ni paciencia el Conde al verse tan multiplicado: sin duda en aquel apuro hubieron de habilitarse para nodrizas hasta el jefe de la guardia y el capellan del Castillo, y el Conde y la servidumbre caerían de rodillas pidiendo á Dios que cortase aquel escape de hijos que atribuirian á la gran imaginacion de la Con-desa.

Y no hemos de culpar exclusivamente á los antiguos por una preocupacion, si lo es en realidad, de que participan aún sabios modernos: todavía se respetan con escrúpulo los antojos de las damas: conozco á un marido que hubo de comprar una berlina á su señora, temiendo que ésta diera á luz un niño que, en vez de piernas y brazos, tuviese cuatro ruedas; y sé de otro que negó ciertas alhajas á su esposa, por ver si salia su hijo al mundo con un aderezo de brillantes. No es extraño que las gentes atribuyesen la deformidad de Miguel-Angel á un capricho de su madre y se preguntasen unas á otras en qué pensaria la buena mujer cuando produjo tal engendro.

Y eran injustas con el monstruo; pues si bien sus dos cabezas le daban cierta apariencia repulsiva, como á todo lo que se desvia de lo natural, y á alguna distancia hacían el efecto de una sola dividida en dos por un hachazo, y cuyas mitades se unían y separaban por movimientos propios, el cuerpo, considerado en su conjunto „era el de un atleta: sus hombros estaban en proporcion con su saliente pecho, y su ancha cintura era, en relacion con los hombros, muy estrecha: sus robustas piernas terminaban en gruesos piés, que separaba aún al andar, como los marinos, sin duda para mantener mejor el equilibrio de su cuerpo, modificado á cada instante por la movilidad de las cabezas, por un acto maquinal de contrapeso. Vestia un traje de punto semejante al que usan los volatineros, para que el público pudiese juzgar de su formidable musculatura, la cual era irreprochable. En cada una de sus cabezas llevaba un gorro de igual forma, pero de diverso color, lo cual indicaba que el sombrerero de Miguel-Angel tenia en él dos parroquianos.

Cuando cruzado de brazos contemplaba á la concurrencia, parecia la estatua de un dios egipcio ejecutada por un artista griego, ó una modificacion de Jano en traje de toda confianza. En su forma y tamaño ambas cabezas eran tan parecidas y simétricas como los dos brazos de un cuerpo; pero el color de sus ojos y cabellos, la expresion de sus miradas y el gesto peculiar á cada una, las hacian muy diferentes. La fisonomía de la que ocupaba la derecha era varonil, tenia ojos insolentes, bigote negro y retorcido; de su boca salian acentos vigorosos, frases vivas y lacónicas. La cara de la izquierda era más correcta y aniñada, sin bozo apénas sobre los labios, de azules ojos y cabello rubio, voz dulce y simpática; la primera indicaba valor y altanería; la segunda, meditacion y reposo; conjunto moral absurdo, unido solamente por lazos materiales.

Sordos murmullos revelaban la impacienciade de la parte de público que, por la plenitud de la sala, tardaba en ver á Miguel-Angel; un clamoreo extraordinario se elevaba cada vez que nuevas oleadas de gente venían á renovar la concurrencia. La cara derecha del monstruo unas veces sonreia y á veces daba evidentes muestras de disgusto; la otra permanecia distraida y marchaba como quien se deja llevar en brazos.

—¿Sabes, Angel, dijo al fin la primera, volviéndose hácia la cabeza izquierda, que algunos de los que nos miran liarían bieu en exhibirse? Quisiera que me explicase el Doctor Trigémino dónde acaban los monstruos y empiezan las personas regulares.

Una carcajada unánime celebró la irrespetuosa ocurrencia del monstruo, y los espectadores se examinaron unos á otros con curiosidad, sin darse por aludidos ni áun los ménos agraciados.

—Te aseguro, Miguel, que estaba preocupado en cosas muy distintas.

Una algazara descomunal acogió la contestacion de la segunda cabeza, no por lo que habia dicho, sino por el distinto timbre de la voz y la novedad de aquella conversacion sostenida por un solo individuo. Roto el silencio, se oyeron entre el público frases sueltas, diálogos, exclamaciones y chanzonetas más ó ménos ingeniosas.

—¿Lo ves? Tienen dos nombres: uno se llama Miguel y el otro Angel, decia una señora á su marido.

—Esa no es razon: yo me llamo Juan Antonio y soy un hombre sólo.

—Pero si tuvieras dos cabezas

—Me ahorraria secretario, cantaria duos, comeria á cuatro carrillos, y no nos haria falta tu primo para nuestra partida de tresillo.

En otro grupo exclamaba un diputado:

—Este elector, ¿tendrá dos votos?

—Si es ministerial, no hay duda, contestó un alcalde: siendo de oposicion, el caso es discutible.

—¡Eh, Sr. Miguel! ¿Quiere V. un polvo? decia un individuo presentando su tabaquera al monstruo.

—¡Papá! se expone V. á que le insulten, decia una señorita al de la tabaquera.

—Hija, déjame averiguar lo que hace la cabeza de la izquierda cuando estornuda la contraria.

—Eso no tiene qué averiguar: cuando una estornude, la otra dirá ¡Jesús!

Gracias á la amabilidad de Miguel, y acaso á los lindos ojos de la niña, se pudo hacer la prueba: Miguel estornudó dos ó tres veces, miéntras su compañero sufria una especie de hipo y le suplicaba que no tomase más tabaco.

Uno de los espectadores, animado por el ejemplo, presentó tambien su petaca que sólo contenia dos cigarros. Las dos cabezas saludaron, y cada una de las manos tomó un puro. El fumador, contrariado, dijo entre dientes, al ver que con un mismo fósforo encendian sus dos cigarros á la vez:

—Si todos los fumadores tuviéramos dos bocas, la renta duplicaria. Contando, añadió, con que los administradores tuvieran una sola.

—Me ha mirado el de la derecha, decia una muchacha á otra.

—Y á mí el de la izquierda, respondia su compañera.

—Pero dicen que sólo tiene un corazon.

—Y con un hombre así no puede haber secretos.

Las dos muchachas se alejaron riendo, y en tanto un niño de cinco á seis años preguntaba señalando á Miguel-Angel:

—Mamá, ¿cuál de las dos cabezas es la suya?

Una campanada anunció que las horas de exhibicion habian terminado. El público desalojó el local con pena, y sólo quedó el autor dramático, el cual, acercándose á Miguel-Angel, le rogó que le escuchase.

—Mañana tendré un lleno completo, decia poco despues el poeta bajando precipitadamente la escalera. Salió á la calle, y derribando transeúntes, llegó á la contaduría del teatro.

—Es preciso, dijo allí, poner esta nota con letra grande en los carteles:


EL HOMBRE DE DOS CABEZAS HONRARÁ CON SU PRESENCIA LA FUNCION.

II

Veintiseis años ántes de ocurrir la escena referida, la partera de un pueblo no lejano de la córte, vista la ineficacia de su ciencia para auxiliar en un trance difícil á una de sus favorecedoras, hizo llamar al cirujano, con harto sentimiento por proporcionar un triunfo a su rival. El profesor entró radiante en la alcoba de la enferma, sin dignarse mirar á la humillada comadre, de la cual hablaba siempre en rencoroso diminutivo, llamándola entre sus convecinos comadreja.

Una hora más tarde, agotados inútilmente los recursos de la obstetricia, el cirujano pidió el auxilio del médico con toda urgencia. La partera misma, gozosa con el fracaso de su rival, corrió en busca del facultativo, partidario del sistema expectante, por pereza natural ó por mala voluntad al boticario; el médico almorzó tranquilamente confiando en la naturaleza, leyó un artículo de La Postdata, y se encaminó muy despacio hácia la casa de la vecina, adonde llegó cinco minutos despues de su fallecimiento, quedando irresponsable de la catástrofe, que se atribuyeron mutuamente el cirujano y la comadre.

Hecha la operacion cesárea, los parientes y vecinos de la difunta se hicieron cruces al ver envuelta en un lienzo, y llorando en dos tonos, una criatura de dos cabezas, cuyo robusto cuerpo y extraordinario desarrollo rehabilitó á los desgraciados profesores. Inútilmente se buscó nodriza para el monstruo, pues ninguna se determinaba á ser absorbida por aquellas dos bocas, ni á criar una sola de las cabezas. En tal apuro, el médico consultaba con mucha calma sus autores favoritos, miéntras el cirujano, asegurando que no podia vivir aquel sér imperfecto, proponia sumergirle en espíritu de vino y enviarle al Museo de Madrid.

Los gritos de la criatura fueron tales, que determinaron al médico á tomar una resolucion. Habia leido en una obra de Frank, entónces muy en boga, que cuando es preciso criar á los niños con leche de animales, debe elegirse la de aquellos cuyas inclinaciones corrijan el temperamento y las condiciones de las criaturas, por lo que Ballexarde recomienda la leche de cabras á los pueblos del Norte, y á los italianos la de vacas. En vista de esto y la impaciencia con que pedia el monstruo su alimento, determinó el médico criarle con leche de burra, animal sosegado y cachazudo. Le hizo, sin embargo, desistir de su propósito una nota que encontró en el mismo volumen, en la cual se asegura que esta clase de lactancia influye en las costumbres futuras de los niños, citándose el caso de un señor muy juicioso criado por una cabra, el cual saltaba y brincaba cada vez que se hallaba solo. El facultativo mandó retirar la pollina que habia hecho traer para nodriza, temiendo que el niño cocease en la escuela á sus maestros, mereciese por su desaplicacion las tradicionales orejas de asno ó diese en comer los asientos de las sillas; y encargó á la comadre que alimentase al monstruo como pudiera, lo que equivalia á fiar su nutricion á la naturaleza.

Contra la prevision del cirujano, el niño prosperó rápidamente, y sólo fué tardío para andar y lento para correr, haciéndose respetar entre sus camaradas, gracias á sus poderosos puños, que de un golpe derribaban á un muchacho. La gente del pueblo, á quien su venida al mundo habia escandalizado, se acostumbró por fin á verle; el maestro de escuela le facilitó la primera educacion mediante dobles honorarios; el barbero sonreia cada vez que le encargaban cortarle el pelo, y sólo se consideraba perjudicado el zapatero, que hubiera preferido para su parroquiano cuatro piés á aquellas dos cabezas.

Miguel-Angel, horror del vecindario en un principio, ué luégo para el pueblo título de orgullo, pues no habiendo allí ningun edificio histórico, ni una iglesia notable, ni un monton de piedras grandes que atribuir á los celtas, para enseñar á los forasteros, Miguel-Angel era presentado como la curiosidad del pueblo, y por cierto que no hubieran producido mayor impresion en los recien llegados ni la gruta de Fingal ni las pirámides de Egipto. Esto daba á Miguel-Angel una importancia y superioridad que envidiaban los demas muchachos, muchos de los cuales hubieran dado cualquier cosa por ser monstruos.

Pronto hicieron los vecinos del pueblo distincion de los dos individuos que componían el monstruo, descomponiendo su nombre y llamando Miguel á la cabeza de la derecha, y Angel al muchacho representado por la izquierda, determinando con el nombre de Miguel-Angel al grupo formado por los dos. Contribuia á la distincion la semejanza de uno con la fisonomía de su padre y la del otro con el escribano del Juzgado, así como la diferencia de caractères. Miéntras Miguel, ó sea el que ocupaba la derecha, tenia gran iniciativa física y era el principal dueño del cuerpo, á quien su voluntad daba movimiento, Angel, perezoso é indolente, seguia mecánicamente sus impulsos. Con este sistema, fortalecido por la costumbre, la armonía era perfecta; alguna vez, muy de tarde en tarde, un suceso alteraba las buenas relaciones del grupo, y entónces solia empeñarse una lucha rápida, cruel y extraordinaria; ambas bocas se dirigian improperios; las manos golpeaban alternativamente los dos rostros, pero especialmente el de Angel; el cuerpo se tambaleaba y caia por el suelo, rompiendo en una convulsion, como si dos juegos de nervios ó dos fuerzas contrarias luchasen entre si en todos los músculos del cuerpo; el causando, agotadas las fuerzas, producia el sueño; tras el sueño venia la concordia.

Angel, aunque carecia de actividad, tenía, por decirlo así, la direccion moral del cuerpo, como más meditador y aplicado; reinaba, y Miguel era el poder ejecutivo; éste, á vivir aislado, no hubiera hecho gran progreso en sus estudios; pero tenia que aprenderse las lecciones para no ser gravoso al pobre Angel, porque el maestro no podia hacer distincion de individuos al aplicar ciertos castigos; más de una vez sucedió que sabiéndose Angel la leccion, tuvo que sufrir los azotes dirigidos á su hermano; es verdad que el maestro, para conciliario todo, recurrió al medio ingenioso de colocar una corona de laurel en la cabeza de Angel miéntras duraba la azotaina, pero los quejidos de éste demostraban que la honra de ser coronado no compensaba el dolor de los azotes.

A los quince años Miguel-Angel era el asombro de toda la comarca: disparaba á un tiempo dos pistolas introduciendo las dos balas en un mismo agujero; en las funciones de iglesia servia de tenor y de soprano; escribia á la vez dos cartas diferentes, y podia simultáneamente rezar un credo y resolver una charada. Su dualismo, reconocido por el público, le permitia sin sorpresa de nadie llevar un baston en cada mano, tomar dos velas en los entierros, hablar en voz alta consigo mismo, y hacer un favor y un disfavor á una persona, sonriendo con una cara y haciendo con la otra su mueca más burlona. Podia estar á un tiempo triste y alegre, hablador y callado, impertinente y comedido, y sucedió muchas veces que miéntras Miguel paseaba, Angel iba roncando por la calle.

Todas estas ventajas habian dado á Miguel-Angel gran idea de sí mismo, pero una conversacion que tuvo con su padre desvaneció sus ilusiones.

Roque Bieldo, traficante en granos, era el padre de la criatura: ántes de la muerte de su mujer pasaba en el pueblo la mayor parte del año. Al regresar de una de sus excursiones le anunciaron que habia quedado viudo, noticia que oyó con la mayor resignacion; pero cuando se acercó á la cuna de su hijo, de quien nadie se habia atrevido á hablarle, y vió dos cabecitas descansando sola almohada, lleno de júbilo alzó las sábanas para estrechar uno por uno á entrambos angelitos.

—¿Por qué han fajado juntos á estos niños? dijo lleno de sorpresa al encontrarse con un solo envoltorio.

—Porque no tienen nada más que un cuerpo, responpondió tímidamente la comadre.

—¿Qué dice usted?

—Que aunque parecen dos niños, son uno solo.

—Señora: estoy viendo dos cabezas...

Y Bieldo desenvolvió temblando los pañales: cuando se convenció de la triste realidad, dijo á la comadre consternado.

—Tape V., tape V. ese fenómeno y encárguese de él, para lo cual le remitiré lo necesario.

Desde aquel dia Roque vivió fuera del pueblo, al cual sólo visitaba dos ó tres veces al año, á horas en que estuviesen dormidos los vecinos; las gentes aseguraban que se escondia avergonzado de su obra. Durante algun tiempo abrigó la esperanza de que la naturaleza resolviese una de las cabezas, como se resuelve un lobanillo; pero al ver que esto no sucedia, y que el niño iba á ser hombre, se decidió á hablarle por primera vez y darle un buen consejo.

—Hijo mio, le dijo sin preámbulos; en este pueblo no tienes porvenir, y si vas á la córte tal como estás, corres el riesgo de ser apedreado. Para aspirar á una carrera, necesitas resignarte á una operacion indispensable. Elige la cabeza que conozcas que te sobra, y haré venir al operador más hábil para que la extirpe; y no tengas recelo, que hoy se abre el cuerpo humano sin dolor miéntras está dormido, se trasiega la sangre de un cuerpo á otro, y se sacan y vuelven á meter las entrañas como quien pone y quita lana en una funda.

Miéntras Roque hablaba así, temblaba todo el cuerpo de Miguel-Angel, y cada una de las cabezas temia ser segada de su hombro.

—Padre mío, dijo Angel tímidamente. Usted no repara que somos dos sus hijos, y que esa operacion produciria la muerte de uno de nosotros.

Miguel no quiso callarse, temiendo que el silencio le costase la cabeza.

—¿No seria más fácil, añadió, ó por lo ménos útil, que en vez de quitarnos la cabeza sobrante, nos añadieran el cuerpo que nos falta?

—Eso es imposible, respondió Roque suspirando: el arte de cortar ha adelantado mucho, pero en lo que toca á añadir, no hay quien sepa hacer crecer un solo dedo. No quiero molestaros, pues veo que discurrís bien y sois dos en efecto: os enviaré libros y periódicos para que sepáis lo que es el mundo.

Esta conversacion dió á Miguel-Angel la idea de su deformidad. Se retrajo del trato de las gentes, dedicándose á la lectura. El retraimiento, disminuyendo la familiaridad de los vecinos, aumentó su importancia de tal modo, que sabiendo aquellos su gran aplicacion, tuvieron la idea de nombrarle diputado á Córtes, calculando lo que podria brillar en el Congreso un diputado con dos lenguas.

Por desgracia, ambas cabezas no estaban conformes en política; Miguel era corresponsal de La Discusion, periódico republicano, y Angel se carteaba con D. Vicente La-Hoz, director de La Esperanza: para mayor desgracia áun, ya se habia Miguel-Angel declarado monstruo oficialmente cuando la alianza de republicanos y carlistas pudo haber asegurado su eleccion en el distrito. La causa de exhibirse fué debida al entusiasmo de un médico famoso y á la necesidad de recorrer el mundo sin causar escándalo y sin que se juzgase atrevimiento su entrada en la sociedad. Elegido diputado, acaso la indignacion pública le arrojaria de las Córtes, aunque las leyes no prohiben que el país esté representado por un monstruo. Introduciéndose en el mundo de una manera modesta, podia aspirar á todo, quizás al matrimonio, acaso á la presidencia del Congreso.

Roque Bieldo, buscando siempre remedios para la deformidad de su hijo, habia consultado al Dr. Trigémino, sabio especialista, cuyo gabinete de Teratología era el más rico en deformidades y anomalías que se conocia en toda Europa. Apénas supo el Doctor la existencia de aquel monstruo soberbio, tomó el camino del pueblo, y no pudo ménos de arrojarse en brazos de Miguel-Angel, besando con efusion ambas cabezas.

Cuatro dias duraron sus experimentos en aquel cuerpo, interrumpidos á cada instante con frases de admiracion.—¿Y á esto llaman un monstruo?—repetia auscultando su pecho ó comparando las proporciones de sus piernas y brazos.—¡Tiene la sensibilidad de una dama!—exclamaba al oir los gritos de dolor de Miguel-Angel cuando le picaba la piel con una aguja; y sonreia ante un descubrimiento ó apretaba convulsivamente el bisturí cada vez que se le ofrecia alguna duda, como queriendo aclararla acto continuo en el cadáver. Miguel-Angel temió más de una vez ser hecho pedazos para que quedasen en descubierto la tráquea ó los pulmones: por fin, el cruel Trigémino le dejó, aunque prometiendo continuar sus estudios y escribir un volúmen en su elogio.

—¿Y cuánto tiempo piensa V. dedicar á nuestro cráneo? le preguntó Miguel cuando se despedia.

—Mi vida no será bastante para concluirlo, contestó el sabio alejándose: pensaré, soñaré con V. y le estudiaré constantemente.

III

El gabinete teratológico del Dr. Trigémino era un extravagante y rico museo en que sólo se admitia lo irregular y lo deforme. Columnas vertebrales en forma de S; cráneos humanos de hechura de calabazas; fetos sin cabeza; cabezas nacidas sin cuerpo; tibias arqueadas; cráneos de animales que parecian arrancados del esqueleto de un filósofo, y ejemplares de todas las deformidades y anomalías á que la ciencia concede un nombre griego: por una extraña coincidencia, debida al uso, en aquel gabinete hasta las sillas eran cojas. Habia en las paredes huesos absurdos colocados á manera de panoplias, aves zancudas que tropezaban con el techo, y culebras extrañas enroscadas como los serpentones de las murgas. Frascos rotulados contenian, en alcohol, embriones de seres imperfectos, que parecian habitantes de otros mundos, llegados al nuestro por haberse equivocado de planeta, ó caprichos de Goya copiados al natural en carne y hueso. Era la exageracion de lo real coincidiendo con la exageracion de lo fantástico.

—Es indudable, decia el Dr. Trigémino, examinando las fotografías. Miguel-Angel es el tipo de una nueva especie. Los seres imperfectos que hay en mi coleccion no son productos inútiles de la naturaleza, sino ensayos que hace y tacha, intentando nuevas creaciones. Tienen razon los geólogos: hay en la formacion de las especies «un desarrollo gradual, una progresion de lo simple á lo compuesto, una serie ascendente de sistemas vivientes cada vez más complicados ó perfectos» Hubo un tiempo en que el rey de la creacion era el molusco; despues reinaron alternativamente todos los animales, y el hombre llegó al fin, despues del reinado frívolo del mono. Miguel-Angel es un nuevo peldaño en la escala geológica, el primer representante de la nueva dinastía; si no se ha adelantado á la época en que ésta debia aparecer sobre la tierra, es el Adan de su linaje; en cuyo caso, es de toda precision dar una Eva al patriarca de los hombres dobles: dichosa la madre de esas nobles criaturas que han de dominar nuestro planeta.

Y el docto naturalista cayó en una meditacion geológico-fantástica, en que vió la tierra poblada de hombres dobles, triples y áun múltiples, que lucian sobre sus hombros tupidos ramilletes de cabezas.

Cuando Trigémino volvió en sí, su hija Perfecta examinaba con atencion las dos fotografías, que eran los retratos separados de Miguel y de Angel. Los sabios amoldan con facilidad todo lo real á sus sistemas puramente imaginarios. Convencido de que Miguel-Angel era una criatura superior, habia concebido por cariño paternal el ambicioso proyecto de convertirle en yerno suyo. No pudiendo tener la honra que envidiaba á Roque Bieldo, de ser el padre de los hombres policéfalos, queria ser por lo ménos el abuelo. Pero no atreviéndose á aventurar de un golpe la realizacion de sus planes, mostrando de repente á Miguel-Angel, ideó una manera prudente ele presentársele á su hija por entregas, como hacen los editores de novelas monstruosas. De aquel modo, en vez de contemplar un grupo extraño, recibiria la impresion que lógicamente debían producir dos retratos tan interesantes en la imaginacion de una niña obligada á vivir entre monstruos.

—Le gusten los dos, decia para sí Trigémino, observando á su hija, y vacila en la eleccion. ¡Qué sorpresa la suya, si supiera que una niña regular puede ya tener dos novios sin escándalo!

—Guarda en tu álbum esas tarjetas; añadió en voz alta; ahí estarán mejor que en mis colecciones.

—¿Quién lo duda? respondió vivamente Perfecta; seria una ofensa colocarlos entre esas fealdades.

—Hija, nada es feo en absoluto. Los egipcios representaban á sus dioses en formas que hoy parecerian grotescas: solian poner á Osiris cabeza de Lobo: en el abdomen de Hericton nacia una serpiente: la Esfinge era un leon con cabeza de mujer. Yo veo en esa tendencia de los pueblos antiguos, de los cuentos y de los sueños á modificar la forma humana un presentimiento de que se ha de reformar, y han de nacer hombres y mujeres más perfectos; acaso con dos ó más cabezas

—¡Já, já!

—¿Te ries de mi idea?

—No, me rio del mucho tiempo que emplearian las mujeres en peinarse.

—Loca, loca; tienes poco juicio y esto me preocupa por la suerte futura de mi Museo; voy siendo viejo y no piensas en tomar estado

—¿Quiere V. que elija entre los sabios amigos de usted que sólo tienen algunos dias de vida?

—Nada de eso; quiero un hombre que tenga doble vida si es posible.

—Sólo vienen, ademas, á esta casa los clientes de usted, que cada uno tiene en su cuerpo una rareza. Ya es un hombre con diez dedos en cada mano

—Un polidáctylo, en efecto.

—Otro con el labio partido

—Que llamamos labio de liebre.

—Y otro con un bulto enorme en la cabeza

—Hernia cerebral ó encefalocelia.

—Y luégo únicamente visitamos el Museo de Historia Natural, el Botánico y los leones del Retiro; sólo estamos cumplidos con las fieras.

—Pues bien; hoy estoy contento, y mi cariño hácia tí se ha duplicado; irémos al teatro; ¿no hay anunciada alguna funcion monstruo?

Trigémino tomó el sombrero y salió á la calle muy alegre, y miéntras su hija repasaba las fotografías de aquellos jóvenes tan diferentes y tau bellos, el Doctor, continuando sus fantasías, llegaba de una en otra á un mundo ideal en que los maridos tenian alas y las mujeres raíces que las clavaban en el suelo de sus casas.

IV

El tetitro estaba lleno de gente, pero sólo atendian á la funcion el doctor Trigémino y su hija, que, por no perder el dinero gastado en el teatro, hacian esfuerzos le voluntad para que les gustase la comedia. Encima de su palco habia uno vacío, al cual se dirigian todas las miradas, y en el de enfrente, un caballero muy cumplido y servicial, contribuia cortesmente al aburrimiento de una dama.

—Tengo ganas de conocer al hombre doble; dijo ésta.

—¡Ay, Blanca! contestó aquél; al oir á V., lamento ser un hombre tan sencillo. Quisiera ser Eng ó Chang, es decir, uno de los hermanos siameses.

—¿Es verdad, Carrillo, que se casaron en Nueva-York con dos hermanas?

—No lo sé de cierto; pero ese matrimonio debió empezar por una separacion para no herir las conveniencias. No siempre han de ser criticables los matrimonios desunidos.

Un gran murmullo interrumpió en aquel instante la representacion; muchas personas se levantaron de su asiento, y sonó un aplauso estrepitoso al ver á Miguel-Angel de pié en su palco y saludando simétricamente al público con sus dos hermosísimas cabezas.

—¡Que salga! ¡Que salga! gritaban los espectadores que desde su localidad no podian ver al monstruo.

El autor de la comedia creyó que el numeroso público reunido aquella noche hacía ya justicia á su talento, y se presentó en el escenario haciendo cortesías.

—¡No es á V.! gritó una voz en las galerías.

—¡Fuera! ¡Fuera! repitió el pueblo con saña.

Aterrado y descompuesto retrocedió el poeta sin acertar con la salida.

—¡Que se mete V. por un espejo!

El autor encontró al fin una ventana, y se arrojó.

—¡Que salga Miguel-Angel! vociferó la multitud.

—¡Sí, que le veamos todos!

La confusion era espantosa.

—¡Es hermosísimo! decia Blanca entusiasmada. ¿Y cree V. que ese hombre ame á una mujer sola?

—No me parece lo probable, contestaba Carrillo: lo ménos que se le puede conceder es un amor distinto por cabeza.

Trigémino y Perfecta, que no sabian la causa de aquel horrible estruendo, hallaron la explicacion viendo á Miguel-Angel salir al escenario entre bravos y palmadas. El Doctor le saludó con entusiasmo, y la niña, al reconocer en aquel monstruo los dos rostros que habia admirado separadamente, quedó aturdida, como la mujer que tiene dos amantes y por primera vez los ve del brazo. Los examinó con espanto mezclado de alegría. Despues... se acostumbró.

El estruendo proseguia, y la curiosidad era tanta, que una parte del público saltó á las tablas, y el escenario se cubrió de gente en un instante. El vocerío era insufrible, y grandes las protestas de los que no podian ver á Miguel-Angel, que se encontraba oprimido y sofocado. Por fin hizo un esfuerzo, la muchedumbre retrocedió, y dejó desierto el escenario. En medio de él se erguia Miguel-Angel, sosteniendo en sus brazos á uno de los curiosos, á quien depositó suavemente en uno de los palcos inmediatos. Aquel alarde de fuerza fué acogido con exclamaciones entusiastas. Aplaudia hasta Perfecta.

—¡Que hable, que hable Miguel-Angel! gritaba sin cesar la concurrencia.

—Habla tú primero, dijo Miguel á su hermano en voz muy baja.

—Como quieras, respondió Angel; el público parece preparado en nuestro favor, y aplaudirá cuantos disparates le digamos.

Y adelantándose hácia la orquesta, reclamó la atencion del auditorio. Este enmudeció esperando un dúo de discursos. Miguel-Angel se habia captado el respeto del público; sólo faltaba obtener su simpatía. Angel dijo con su acento más suave:

—¡Oh, señores! ¿Cómo agradecer tal acogida? Creiamos ser recibidos con desden, y nos prodigais vuestros aplausos: temimos el aislamiento de quien se exhibe como una curiosidad, y nos convidais á vivir socialmente con vosotros. Nuestra doble naturaleza nos impone dobles sacrificios y deberes. Cedemos, pues, á los pobres las cantidades recaudadas al exhibirnos, lo que hicimos solamente para ejercer la caridad.

El público, que le habia escuchado con asombro é interes, aplaudió con frenesí.

—Acepten nuestro concurso las asociaciones caritativas. Renunciamos por un mes á la libertad, declarándonos esclavos de los pobres y propiedad de la Beneficencia.

Y los aplausos redoblaron: Miguel, electrizado tambien con la ovacion, reclamó su atencion con la mano derecha, y dijo con acento vigoroso:

—Mi hermano olvida que tambien nos debemos á la ciencia: vengan los sabios y estudien nuestra singular conformacion, para que contribuyamos al progreso. Soportarémos pruebas y dolores: renunciamos, ademas, para el dia de nuestra muerte al descanso del sepulcro, y cedemos nuestro esqueleto al Museo de Ciencias naturales.

La ovacion se multiplicó si era posible. Trigémino lloraba.

—Hoy que nacemos á la vida del ciudadano, nuestro júbilo es inmenso, añadió Angel: ¿cómo no, si tenemos dos cerebros que conciben doblemente la idea de la patria?

—Si España nos necesita, interrumpió Miguel, tendrá en nosotros dos voces para victorearla á un mismo tiempo; dos soldados en un solo uniforme, y saldrémos al campo con un fusil en cada mano.

La emocion del auditorio era inmensa, y Angel añadió:

—Solo sentimos no tener dos vidas para sacrificarlas.....

Miguel-Angel no pudo concluir. Mil voces ahogaron la suya, y el público se precipitó á la escena para abrazarle.

—¡Llevémosle en triunfo! ¡Viva Miguel-Angel! ¡Traigan antorchas! gritaba el pueblo enronquecido.

—¡Carrillo! ¡Carrillo! decia Blanca, quiero que mañana mismo presente V. en mi casa á Miguel-Angel, ántes de que se le dispute todo el mundo.

—Está bien; haga V. que añadan dos cubiertos.

—Ese hombre me hace falta, decia Trigémino á su hija.

—Sí, papá, respondia ésta con un entusiasmo científico que hasta entónces no habia demostrado: es preciso aumentar la coleccion.

La muchedumbre entre tanto acompañaba triunfalmente á su casa á Miguel-Angel, penetrando hasta su habitacion: el calor de la sala, la debilidad y la fatiga, produjeron el desmayo de Angel, cuya cabeza cayó pesadamente hácia delante, obligando á Miguel á volver la suya atras.

—¡Agua y aire! gritó éste con angustia: si no quedamos solos y no me dejan respirar á mis anchas, vamos á caer los dos al suelo.

Ante aquella intimacion las gentes se retiraron, si bien quedaron muchas observando por las rendijas de la puerta. Miguel abrió la vidriera ó hizo respirar á su hermano el aire frio de la noche.

—Ya me siento bien, dijo Angel respirando con deleite.

—Yo no, respondió Miguel estornudando.

—Pues retirémonos del balcon, porque no tengo gana de sudar tu resfriado.

—Todo puede conciliarse.

Los últimos curiosos contemplaban poco despues en el balcon á Miguel-Angel, con la cabeza izquierda descubierta y la otra envuelta en un tapabocas y cubierta con un gorro.

V

Al dia siguiente los periódicos hablaban con entusiasmo de Miguel-Angel: los de oposicion censuraban al Gobierno por no haberle colocado, aprovechando su aptitud para desempeñar dos destinos con un sueldo: los ministeriales celebraban la aparicion de aquel español notable, que hubiera permanecido en su aldea á no atraerle hácia la córte el bienestar que daba al país un Gobierno popular y tolerante. Desde muy temprano se llenó su casa de gente: Carrillo le comprometió á comer en casa de Blanca: se presentaron en seguida várias huérfanas y viudas, algunos artistas desgraciados, muchos padres de familia y un número considerable de cesantes recordando á Miguel-Angel sus ofrecimientos filantrópicos: al hacer la vigésima limosna, ambos hermanos suspiraron.

—Desengáñate, Angel, dijo Miguel: no se puede abusar ni áun de las virtudes.

—Ahora es cuando empiezan á ser caridad nuestras limosnas, pues nos cuesta trabajo hacerlas, respondió Angel.

—Me he convencido de que no tiene remedio el pauperismo, repuso Miguel: cada socorro, en vez de disminuir los pobres, creo que los multiplica.

—Se exponen VV. á llevar muchos petardos, decia la presidenta de una sociedad benéfica: no hay más pobres que los nuestros: hombre habrá que les haya pedido cuatro ó cinco veces en trajes diferentes: conozco á un capitalista que por no tocar á sus millones sale de noche á pedir por esas calles.

Un taquígrafo se habia instalado en la casa para recoger todas las palabras de Miguel-Angel: dos ó tres veces tuvo éste que sufrir reconocimientos facultativos: un pollo elegante se empeñó en que montára sus caballos, y un domador de fieras quiso contratarle por un año. Se le presentaron cinco ó seis nuevos parientes: un diputado influyente le ofreció dos condecoraciones ó dos títulos, lo cual rehusaron, porque á Miguel se lo impedian sus ideas, y no era cosa de que una cabeza sola tuviera tratamiento.

El convite de Blanca tuvo desagradables consecuencias. ¿Habia concebido esta espiritual y hermosa dama, cansada de conseguir sus triunfos uno á uno, el atrevido proyecto de trastornar dos cabezas á la vez? Colocado Miguel-Angel á su derecha, Angel se hallaba á su lado, limitándose en su circunspeccion á disculparse de comer con la mano izquierda, porque su hermano monopolizaba la contraria: Miguel le envidiaba su position al lado de Blanca, y Angel le recordaba que habia sido postergado al darla el brazo, porque entónces el brazo y la cabeza derechos resultaban los más favorecidos. Fuese que Angel estuviera algo triste y Blanca tratase de animarle, ó por hacer alguna prueba, ello es que la señora le hacía servir con alguna preferencia vinos variados y exquisitos: Angel aceptaba el obsequio sin mejorar de humor, miéntras Miguel, limitándose á beber agua, sentia que su imaginacion se regocijaba irresistiblemente. Angel bebia el vino y Miguel se emborrachaba.

¿Tuvo motivos suficientes para estar celoso de Miguel un caballero que se creia con cualidades y derechos para no ser desairado por un monstruo? ¿Quiso Blanca infundirlos? Ello fué que D. Pedro Ferrugina interrumpió un animado diálogo de Blanca y Miguel, proponiendo á éste una partida de ecarté. Al rencor de los celos se unió muy pronto el disgusto de que Miguel-Angel ganaba siempre la partida. Don Pedro, irritado, entregaba su dinero, diciendo con forzada sonrisa:

—Está visto: no se les puede ver á VV. de balde. Angel palidecía; pero Miguel, completamente alegre, contestaba con bromas que irritaban más á su adversario.

—Tiene V. una suerte monstruosa, exclamaba éste.

Miguel reia á carcajadas, y el Sr de Ferrugina continuaba lanzando frases de mal gusto, entre las cuales hizo un equivoco alusivo á la doble vista de Miguel-Angel.

De pronto hubo un tumulto en el salon, y el señor de Carrillo llegó precipitadamente á la habitacion en que estaba Blanca.

—¿Qué ocurre? dijo ésta sobresaltada.

—Un conflicto horrible y una falta imperdonable: Ferrugina se ha vuelto loco: por un cambio de epigramas con Miguel, ha dado un bofeton a su adversario.

—Pero... ¿quién recibió el golpe, Miguel ó Angel? dijo Blanca con viveza.

—Angel. ¿Quién habia de recibir el bofeton sino la cabeza de la izquierda?

—Vaya V. allí, por Dios, amigo Carrillo, dijo Blanca más tranquila.

—Señora, iré: aunque nunca debe acercarse un Carrillo á donde reparten bofetones.

VI

Los padrinos concertaron el desafío en un instante: la única duda que tuvieron para que el honor quedase satisfecho, era si Miguel-Angel debia batirse una ó dos veces. Angel se habia opuesto al duelo por escrúpulo de conciencia, y sólo se resignó á salir al campo cuando Miguel le declaró que, de no hacerlo, se levantaria la tapa de los sesos.

—Tú tienes la culpa, decia Angel: si cuando sufrí el golpe no hubieras contenido mi accion, hubiera vengado la ofensa con el puño.

—La verdad es, contestaba Miguel, que vi á D. Pedro levantar la mano y oí sonar un bofeton; pero tan distante, que me pareció que lo habia recibido otra persona.

Miguel prefirió batirse á pistola, porque tirando al sable defendia muy mal la cabeza de su hermano, y Angel exigió que constase en un acta su oposicion al desafío. Los padrinos de Miguel, cuando estuvieron en el campo, preguntaron á Angel si queria que se cubriese su cabeza con un casco: los de D. Pedro advirtieron que, no batiéndose Angel, si la cabeza de éste resultase herida, no valdria el tiro, considerándose como si hiriesen á un curioso.

Cuando llegó el momento de tirar, el pulso de Miguel estaba tan alterado, que los padrinos se retiraron mucho, temiendo por sus vidas: se notaba que hacia temblar la mano de Miguel-Angel el miedo de dos hombres. Se oyeron, por fin, dos detonaciones al mismo tiempo que un grito desgarrador dado por el Dr. Trigémino, el cual, seguido de guardias, llegaba jadeante, diciendo á grandes voces:

—¡Alto á la justicia! ¡Todo el mundo quieto!

La delacion del buen Doctor sólo sirvió para que prendiesen infraganti á su protegido, cuya bala, rebotando en una piedra muy distante de su adversario, le acababa de matar por carambola.

En el corto espacio de un mes se habian vuelto locos dos fiscales al tratar de distinguir la participacion que Miguel y Angel habian tenido en el desafío. La ley no habia previsto el caso de la duplicidad de personas en un mismo cuerpo, y constando en un acta la oposicion de Angel, era posible que éste saliese absuelto y Miguel condenado, sentencias de imposible ejecucion en un mismo individuo. Si Angel era declarado coautor del delito, porque éste no se pudo verificar sin su concurso y con su mano propia se habia disparado la pistola, entónces la cuestion se complicaba. El tercer fiscal, calculando preferible la impunidad á que ingresasen por turno forzoso en Leganes todos sus compañeros, propuso el sobreseimiento, fundado en el silencio de la ley, y que se elevase una consulta al Gobierno acerca del grado de responsabilidad criminal que corresponde á los diversos individuos de un monstruo de dos ó más cabezas. El Gobierno nombró una Comision de notables jurisconsultos para que diera su dictámen: los comisionados pidieron informe á todas las corporaciones científicas de España; éstas hicieron consultas á las principales Academias de Europa; las Academias pidieron su opinion á los médicos y letrados más famosos, y de Academia en Academia y de sabio en sabio, el asunto se fué perdiendo de vista poco á poco.

Díjose que un filósofo aleman, despues de un éxtasis científico, habia resuelto el problema de un jeroglífico que nadie pudo descifrar: á fuerza de no usar para nada el lenguaje vulgar, aquel sabio se habia incomunicado de sus semejantes, y sólo se hacia entender de su cocinera cuando pedia por señas el almuerzo.

VII

El Dr. Trigémino habia hecho grandes esfuerzos diplomáticos para preparar el suceso fausto en que cifraba tantas ilusiones. Su conducta con Miguel-Angel era paternal, y sólo se traslucia el presunto suegro cuando se entregaba á sus experimentos: sabia ya que tenian un solo estómago y un corazon para los dos, pero que sus pulmones eran dobles, ó estaba aislado, por lo ménos, el que correspondia á cada laringe: habia prescrito, en consecuencia, un plan higiénico: Miguel debia comer los dias nones y Angel los dias pares, para que las dos bocas no cargasen el estómago: sólo podria enamorarse Angel, por ser el ménos vehemente, y así se evitaria al corazon el martilleo de dos pasiones simultáneas: en cambio les permitia cantar y hablar á todo pasto. No habia descuidado, para atraer á Miguel-Angel, hacer algunas alusiones al estado de sus negocios, si bien con la torpeza financiera propia de un sabio.

—Otros, solia decir, imponen sus fondos en papel que baja y sube: yo amontono un tesoro de ciencia en mi despacho y enriquezco mi inteligencia cada dia. Ustedes tienen una mina en su cuerpo, yo tengo un capital en huesos.

En cuanto á Perfecta, habia oido á su padre repetir tantas veces que Miguel-Angel era el mejor partido posible para una niña casadera, que al verle, su corazon tocaba á boda, y sus ojos y los de Angel formaban cuartetos misteriosos. La dificultad de la declaracion contrariaba al buen doctor, que estaba ú punto de aconsejar á su hija que se declarase ella misma, cuando Angel deslizó un dia una carta en las manos de Perfecta.

—Respóndele, dijo Trigémino á su hija haciendo extremos de júbilo apénas estuvieron solos, que le adoras y yo le doy mi bendicion.

No se le ocultaban al padre de Perfecta los inconvenientes canónicos que debia ofrecer aquel matrimonio si Angel pidiese la mano de la niña; pero el Doctor pensó hacer un viaje á Roma, arrojarse á los piés del Pontífice, regalándole, para tenerle propicio, una hermosa culebra de tres colas.

El amor de Angel y Perfecta tenia otro obstáculo en la oposicion de Miguel, que desairado por Blanca, no se avenia á ser testigo y confidente de otros amores. Angel, paro tenerle contento, accedió una noche al deseo que tenia Miguel de rondar misteriosamente la calle de la ingrata: el mismo Miguel desistió de la aventura, porque al llegar á la casa llevaba un séquito numeroso: miéntras Miguel-Angel paseaba, las gentes trasladaron tambien á aquella calle su paseo.

—Es preciso que Angel se explique, repetia Trigémino á su hija: debes escribirle que no estamos para perder tiempo.

El Doctor tuvo una idea luminosa para proporcionar una entrevista á los novios: en efecto, pocos dias despues decia en su despacho á Miguel-Angel, delante de Perfecta:

—Hoy vamos á hacer un experimento muy curioso por medio del cloroformo: trato de averiguar, aplicando ese anestésico á la cabeza de Miguel, si su influencia llega hasta el cerebro de su hermano: para que los gases no accionen directamente sobre Angel, he preparado un aparato de carton que mantenga las cabezas separadas.

Miguel no se opuso, porque deseaba experimentar la sensacion del cloroformo, y Angel aceptó con júbilo, comprendiendo que iba á poder hablar á solas con Perfecta. Miguel-Angel se tendió en un divan, abrieron la ventana, y colocado el carton que servia de tabique entre los dos hermanos, la niña se puso al lado de Angel, miéntras el Doctor vertia el cloroformo en un pañuelo, aplicándole al rostro de Miguel para que le aspirase.

—Es V. muy rebelde, decia Trigémino impaciente; han pasado siete minutos y no se duerme usted.

Y se puso á tararear un aire de zarzuela para ayudar al cloroformo.

—Siento pesadez cu el cuerpo, dijo Miguel.

—Yo lo mismo, repuso Angel en el otro lado mientras sus ojos hacian guiños cariñosos á Perfecta.

—Dale conversacion, hija mia, procura distraerle.

Siete minutos despues la cabeza de Miguel caia desplomada en el almohadon, y al poco rato la operacion estaba terminada.

—¿Me quieres? decia Angel en voz baja á Perfecta, que habia aproximado su cabeza. Dame la mano.

Pero Angel no pudo levantar la suya, que estaba como muerta. El Doctor interrumpió el coloquio diciendo con precipitación:

—Amigo mio, el tiempo es breve y no permite rodeos. ¿Quiere V. ser mi yerno?

Angel intentó hablar, pero su boca sólo respondió con un bostezo: el anestésico habia obrado tambien en la cabeza de Angel, y se oia un dúo de ronquidos.

—He debido emplear el éter en vez del cloroformo, decia contrariado el buen Doctor: su accion es tan fuerte ni tan rápida.

Angel, sin embargo, contestó al Doctor por escrito al dia siguiente aceptando con gratitud su oferta, pero rogándole que se lo ocultase á su hermano todavía y le procurase una conversacion reservada con Perfecta, que él mismo presenciaria desde léjos. A la semana siguiente Trigémino aplicaba el éter á Miguel en una especie de bolsa de tela, y con las precauciones usadas en el anterior experimento. La operacion fué larga y penosa, pero Miguel se durmió al fin.

—Pueden VV. hablar, dijo Trigémino, retirándose al otro extremo de la sala.

Angel y Perfecta sólo teñian una frase que decirse.

—¿Me amas?

—Te adoro.

¿Cuántas veces y con cuántas variantes lo repitieron? No puede calcularse. Perfecta dió de repente un grito y desapareció de la sala avergonzada. Tenia motivo para ello. Miguel habia dado unos golpecitos en el carton, diciendo con su voz más burlona:

—Lo estoy oyendo todo.

VIII

La prensa, las tertulias y toda clase de asociaciones se habian ocupado de Miguel-Angel con tal entusiasmo, y éste se habia dejado conducir á todas partes con tanta docilidad, que saciada la curiosidad de las gentes, al entusiasmo sucedió la indiferencia. Los convites disminuyeron y cesaron por completo. Las personas que le llamaban á sus casas ó solicitaron su amistad ántes de vulgarizarse, como Blanca y Carrillo, concluyeron por evitar sus saludos: se hizo de mal tono fijarse en él cuando paseaba por la calle, y ya sólo le miraban los paletos.

En aquel cambio general, Miguel-Angel, dueño de sí mismo, hubiera quedado libre á no hallarse en el caso del Ministro á quien preguntaban sus amigos:

—¿Cómo, siendo V. tan rico, y pudiendo vivir descansado é independiente, se deja esclavizar en el Ministerio por los negocios, los diputados y los pretendientes, que no le permiten un dia de reposo?

—Porque cuando éstos me dejan, decia en voz baja á sus amigos, quedo bajo la tiranía de mi ama de gobierno.

Libre Miguel-Angel de la presion de las gentes, habia caido bajo el yugo de Trigémino, pues la lealtad de aquel único y probado amigo hacía el vínculo indisoluble. Habia pasado nuestro héroe de la tiranía de los más á la tiranía de uno solo, formas de Gobierno que sólo tienen una variante para el individuo ó para los pueblos: la tiranía de los ménos.

El Doctor veia con disgusto la mala opinion que habia formado Miguel de las mujeres, herido por la indiferencia de Blanca, y oponia en cambio los ejemplos de las mujeres de la Biblia; Angel terciaba con suavidad en las polémicas, impidiendo que se agriasen, pero cualquier palabra, cualquier objeto volvia la conversacion hácia la mujer. En el mismo despacho brotó el asunte una vez, porque Trigémino dijo, revolviendo unos huesos:

—Hoy me han prometido una magnífica costilla.

La idea de la costilla trajo la idea de la mujer acto continuo.

—Me concederá V. al ménos, dijo el Doctor un dia para imponer silencio á Miguel, que mi hija Perfecta no se parece á esas mujeres de quienes tiene V. tan mala idea.

—Con mucho gusto lo concedo, respondió Miguel, porque Perfecta es muy niña y no me hace el efecto de mujer.

—No es tan niña... es una muchacha casadera.

Angel se ruborizó y Miguel pronunció un discurso contra la institucion del matrimonio.

IX

Si las dos cabezas no constituyesen para Trigémino la gala y la verdadera distincion de su presunto yerno, hubiera propuesto á Angel la amputacion de la cabeza de Miguel, que contrariaba sus planes con la mayor obstinacion.

—Si yo pudiera anular esa cabeza ó dormirla para siempre pensaba revolviendo en su imaginacion ideas atrevidas.

Feliz ó fatalmente Miguel no habia sospechado la complicidad de Trigémino en los amores de su hermano: fumó opio administrado por el Doctor, sufrió diversas inyecciones en la piel de la cabeza, y tuvo letargos tan prolongados, que Angel se alarmó un dia al ver que Miguel no despertaba.

—Dejémosle dormir, dijo un dia Trigémino con tristeza. ¡Oh! si pudiera prolongar su sueño diez ó doce años

—¿Diez años? ¿Con qué objeto? repuso Angel alarmado.

—Ha sucedido una desgracia.

—¿Está envenenado?

—He equivocado la dósis de mi inyeccion, y necesitarémos el tiempo que indiqué para justificar lo que ha ocurrido.

—¿Pero qué es, señor Trigémino?

—Una gran desgracia: le he dejado enteramente calvo. Es preciso que duerma, por lo ménos, hasta que se le haga una peluca.

X

El Doctor se habia apoderado de la cabeza de Miguel, en la cual cada vez tenia que resolver mayor número de problemas: parecia aquélla un globo terráqueo en manos de un aprendiz de Geografía: Angel participaba del malestar de su hermano, que seguia amodorrado: Trigémino, muy afligido, dudaba de su ciencia, y empezaba á sospechar que habia descompuesto la máquina humana más perfecta y complicada. Su conciencia le acusaba con gritería descomunal de haber ahogado en gérmen una raza, y se comparaba á una fiera que hubiese devorado á Adan ántes del nacimiento de sus hijos.

—¡Señor Miguel, señor Miguel! exclamaba el Doctor dándole golpecitos en la frente; pero el desdichado Miguel no respondía.

Por fin aquella extraña dolencia hizo crisis: Angel dormia tranquilamente, soñando que se habia separado de su hermano por justicia, habiéndole sido adjudicada la mejor parte del cuerpo, cuando le despertó un grito salvaje y se encontró de pié en medio de la calle dando saltos peligrosos y oyendo á Miguel que lanzaba voces subversivas.

Entónces, como siempre, habia en Madrid una conspiracion próxima á estallar: las autoridades, creyendo empezado el motin, se encerraron en sus oficinas, y los conspiradores echaron el cerrojo á sus puertas, diciendo alegremente:—Ya se están batiendo los amigos.—Miguel en tanto atravesó la solitaria villa dando gritos, sin hacer caso de las súplicas de su hermano, que no pudiendo contrarestar su fuerza nerviosa, duplicada por la locura ó el delirio, le decia suavemente:

—Pero dime siquiera á dónde vamos.

—¿Dónde hemos de ir? respondia Miguel: al viaducto.

XI

Miguel estaba loco y tenia la monomanía del suicidio. Angel mismo, despues de haberse librado con trabajo de aquella peligrosa expedicion, tuvo que pedir una camisa de fuerza, y su situacion se hizo tan intolerable como la del hombre á quien se condenase á vivir sujeto á un potro desbocado.

Trigémino habia enflaquecido tanto, que las personas que visitaban su Museo saludaban ántes que á él á algunos esqueletos.

Miguel-Angel estaba alojado en su misma casa, y el Doctor sólo pensaba en su curacion y en su asistencia.

—¿Estaré equivocado, exclamaba viendo la dificultad de gobernarse un solo cuerpo por dos distintas voluntades, al considerar á Miguel-Angel un progreso en la escala de los seres? ¿Creará la naturaleza los monstruos con el único fin de que se exhiban en las ferias? Pero no, Miguel-Angel no es el primer tipo de su especie; la Historia registra el caso de otros policéfalos. Si éste se desgracia otros vendrán á reemplazarle.

La fuerza muscular de Miguel-Angel hacía muy peligrosa su manía: sujeto á las ligaduras, lograba á veces volcar la cama ó arrastrarla hácia el balcon: las voces de Angel avisaban el peligro, no siempre muy á tiempo, pues el sueño le rendia, y Miguel aprovechaba su descanso con la sagacidad propia de los locos.

Ni el Doctor ni Perfecta podian penetrar en la habitacion: Miguel, confundiendo á ésta con Blanca, se exasperaba al verla, y cada vez que aparecia Trigémino, gritaba con todo su vigor:

—¡Al asesino, al asesino!

Angel, cadavérico y abatido, envejecia por instantes, como si la vida física de aquel cuerpo se reconcentrase en el loco; parecía, al verlos, que ademas de la locura y la razon, habia entre ellos otro abismo: la diferencia de naturalezas y de edades.

El Doctor no llamaba en su auxilio á otros médicos, por saber que era inútil la consulta.

Una mañana se levantó muy temprano para encargar en el mercado de pájaros una jaula en que encerrar la cabeza de Miguel, cuando oyó gritos en la calle y el murmullo de mucha gente aglomerada.

Al asomarse Trigémino al balcon, sobre su frente calva se erizaron moralmente los cabellos.

Miguel, que habia sin duda logrado desatar sus ligaduras, colgado de los hierros del balcon inmediato, decia, suspendido en el aire y con voz ya casi sofocada:

—Vengan, señores, á ver la ejecucion de Miguel-Angel. Vengan á ver el ahorcado que se rie de sí mismo.

En efecto, el desdichado loco pudo darse en la cuerda el extravagante placer de sobrevivir algun tiempo al suicidio, porque habia tenido la no ménos extraña precaucion de ahorcarse con el pescuezo de su hermano.


(Ilustracion Española y Americana, 1878.)

Notas relativas á Miguel-Ángel

I

De los muchos monstruos dobles cuya existencia afirman las historias, el que, por ser relativamente moderno y por su mayor analogía con Miguel-Angel, me llamó la atencion, es el que cita Feijóo, por haberlo leído en un libro de Gaspar de los Reyes Franco, médico de la ciudad de Carmona. Hemos consultado dicha obra, Elisius jucundarum quœstionum campus, etc., impresa en Francfort, en 1677, y el párrafo á que se refiere Feijóo es el siguiente:


«En el año 1552 nació en Inglaterra, no léjos de Oxonia, segun refiere Riolano, hijo, en su libro De monstro Paris nato, cap VI, un monstruo de dos cabezas y cuatro manos, pero con un solo abdómen, y el cual no tenia duplicadas las demas partes inferiores.

»De estos gemelos, dice, miéntras uno estaba despierto, el otro dormia; miéntras uno mostraba su faz risueña, el otro aparecia triste y macilento. Vivieron quince dias, pero uno de ellos sobrevivió un dia al otro.

»Es memorable la historia que Héctor Boecio, en el libro II de su Historia de Escocia, y Jorge Buchan, en el libro III de la misma historia, refieren de un monstruo semejante, nacido en Nortumberland, el cual tenia dos cabezas y cuatro manos, siendo comunes las partes inferiores. El Rey hizo educar é instruir con esmero á este monstruo, especialmente en la música, en que hizo admirables adelantos, y hasta aprendió algunas lenguas. Era patente en él la discordia, que provenia de la diversidad de voluntades en los dos cuerpos, pues disputaban algunas veces cuando les agradaban objetos diferentes. Otras veces se consultaban uno al otro. Tambien era notable que cuando se les hacia daño en la parte inferior de las piernas, ambos cuerpos sentian el dolor; pero si se les pinchaba en la parte superior ó en otro sitio se les hacia daño, solamente á uno de ellos llegaba la sensacion del dolor. Esta diversidad se hizo evidente en la muerte; pues habiendo muerto uno de los cuerpos muchos dias ántes que el otro, el sobreviviente se fué descomponiendo despues simultánea y paulatinamente. Este monstruo vivió veintiocho años, y murió siendo ministro de Escocia Juan Prorego.

»Pablo el Diácono habla de otro semejante, que nació despues de la muerte del emperador Teodosio. Desde los miembros inferiores hasta el ombligo era un niño perfecto; desde esto punto hácia la parte superior se dividia en dos cuerpos, con dos pechos, dos cabezas, de las cuales so veia al uno comer y al otro ayunar, y mientras una cabeza estaba despierta so apoderaba el sueño de la otra, y con frecuencia disputaban, golpeándose mutuamente, con cuyo motivo, ya uno, ya ambos, lloraban.

»También Alberto Magno hace mencion de otros dos niños, asimismo monstruosos, que eran de complexion absolutamente distinta y de condiciones evidentemente opuestas; pues mientras uno en algun caso estaba furioso y colérico, el otro permanecia manso y pacífico.

»Enrique de Gandavo escribo sobre otros dos, que alternativa y mutuamente reñian; pues siendo el uno piadoso y devoto, el otro era vicioso; y miéntras el uno queria orar, el otro tenia afan de aventuras amorosas. Se observó, en cambio, todo lo contrario en aquella muchacha de que hace mencion Parœus de Licosthene, la cual fué notable por la belleza de todos sus miembros; hermosura sin otra excepcion que tener dos cabezas, las cuales experimentaban áun tiempo mismo el deseo de beber, comer, dormir, hablar, etc.

»Por lo demas, Aldobrando refiere muchas historias de monstruos semejantes, y remitimos á él al lector, como asimismo á Buchaman, lib. III de Reb. Scoticis; tambirn Felipe Carnerario reunió varios ejemplos de monstruos, tomados de Beda y otros, cent. II, cap LXVII.»


Podria añadir otros datos muy curiosos á los que proceden: los monstruos dobles nacen con frecuencia, y no hace muchos meses los periódicos citaban el nacimiento y muerte de uno de ellos. No tendria que acudir al famoso de siete cabezas que, segun Aldobrando, nació en Piamonte en 1587; ni al de tres que Zimmerman extrajo á la Condesa de Cherci: la teratología sólo admite los ejemplos recientes, bien comprobados, aunque no niega la posibilidad de ciertos fenómenos sospechosos que citan las historias. El que consigna Boecio contiene datos tan detallados, se conforma de tal modo con los conocimientos fisiológicos modernos, que cuesta trabajo dudar de su autenticidad.

II

He creido curioso insertar en esta nota los fragmentos del artículo que publicó el Dr. Trigémino en un periódico de Medicina, cuando empezó á circular el rumor de la existencia de un hombre tan singular como Miguel-Angel. Los lectores del cuento pueden prescindir, sin embargo, de este artículo, que sólo interesará á un público limitado: los experimentos á que se refiere son muy incompletos, y si el lenguaje del Doctor no corresponde á la idea que de su sabiduría so hayan forjado los lectores, acaso sea porque Trigémino quisiera prescindir de su ciencia para ponerlo más al alcance del público, lo cual no consiguió, sin embargo, por usar con exceso el tecnicismo fisiológico. A riesgo de quitar toda importancia al Dr. Trigémino, publico los fragmentos. Lástima grande que no haya llegado á mi poder la relacion detallada de la autopsia del monstruo, que seguramente haria el Dr. Trigémino.


Fragmentos de un artículo


Un gacetillero frívolo y descreido pone en duda la existencia del monstruo untositario y masculino, cuyo cuerpo, ofreciendo regulares proporciones anatómicas en sus regiones inferiores al tórax, presenta en la parte superior la anomalía de terminar en dos cabezas, ambas hermosas y bien formadas, y que tienen aisladas é íntegras sus facultades psicológicas.

He examinado con atencion á este singular individuo, y veo con placer que su familia, siguiendo mis consejos, tanto por su interes como por el de la ciencia, se determina á exhibirle en esta córte. Mi articulo, especie de fe de vida para el sér cuya existencia se niega, tendrá tambien por objeto hacer públicas las observaciones que su estudio me ha sugerido, para que talentos mejores las analicen y comprueben Me permitiré, pues, dirigir á los fisiólogos una pregunta, que condensa mis dudas y expresa claramente mis sospechas. El autositario de que vamos á ocuparnos ¿es un individuo deforme é incompleto, resultado de una confusion embrionaria, ó un progreso en la escala zoológica, intentado en diversos esfuerzos por la naturaleza en su marcha hácia la perfeccion, y tantas veces abortado? O de otro modo, ¿el nuevo sér es ménos ó más que un hombre? ¿Es un individuo imperfecto de nuestra especie, ó el principio de otra especie superior á la de los hombres? Los que hoy figuramos en primera línea ¿tendrémos el dia de mañana la jerarquía animal que hoy corresponde al mono?


Hácia el centro de las vértebras dorsales su columna se bifurca, y al separarse, las dos ramas forman dos curvas, que concluyen en las regiones cervicales, ya completamente rectas, y base sólida de ambos cráneos; el estudio de éstos no presenta ninguna irregularidad externa. En el espacio dorsal comprendido entre las vértebras dobles se notan al tacto cuerpos óseos articulados, que protegen la espalda por la abertura del ángulo, que sin este apéndice al armazon quedaria indefensa. Por delante, desde el esternon hasta los hombros, una larga y fortísima clavícula deja bastante espacio á los dos cuellos para funcionar aisladamente, y en la parto posterior la separacion de los omoplatos contribuye al mismo objeto. La anchura del tórax, las vigorosas vértebras lumbares que se apoyan en el sacro, los ámplios iliacos y la robusta musculatura de las extremidades, hacen verdaderamente atlética la contextura de su cuerpo.

El mismo sistema de bifurcacion que en la columna vertebral debe existir en el esófago, toda vez que las dos bocas ejercen simultáneamente las funciones de nutricion, estando probado que el individuo sólo tiene un estómago. Ahora bien: siendo dos los órganos del gusto que satisfacer, y dos bocas las que envian alimentos á un solo estómago, éste debe tener mayor capacidad que los estómagos ordinarios, propiedades que le hagan más apto para la rapidez y seguridad de las digestiones; yen efecto, hay una razon fisiológica que lo explica claramente: los nervios pneumo-gástricos que parten del cráneo en cada individuo determinan los movimientos mecánicos del estómago, á cuyo favor se distribuyen en la masa alimenticia los jugos digestivos; como los cráneos son dos, forzosamente serán dobles los pares de los nervios craneales, y por consiguiente, el décimo paró pneumo-gástrico; en cuyo caso, siendo dobles las fuerzas que contribuyen á la movilidad del estómago, los jugos gástricos se repartirán rápidamente, y aquella víscera acelerará notablemente sus funciones.

La respiracion se efectúa regular y acompasadamente por las dos vías bucales, en virtud de los movimientos automáticos del diafragma. Pero ocurre una duda: ¿los dos tubos respiratorios comunican entre sí por una division en la parte superior de la tráquea, ó son independientes y terminan cada cual en uno de los bronquios? Mis observaciones me inclinan á esta última opinion por varios motivos: 1.° Haciendo absorber á una dejas bocas el humo de un cigarro, el aire que despide la otra en el acto de la espiracion no contiene mezcla sensible de aquel cuerpo, miéntras por el conducto en donde se efectuó la inspiracion su salida es inmediata; acaso no sea concluyente este fenómeno, puesto que la ligereza del humo puede mantenerle en la cavidad de la laringe y en la parte de la tráquea superior á la division, miéntras el aire más pesado se precipita en los pulmones; sin embargo, es extraño que la corriente inspiradora no arrastre en si cierta cantidad de esos gases volátiles que impresionan las membranas olfatorias, los cuales, al escaparse, se distribuirán por ambos conductos igualmente. 2.° Obstruyendo la respiracion en una de las dos cabezas, no experimenta el individuo síntomas de asfixia, sino un ligero malestar, común á todo el sistema y perceptible por ambos cerebros en igual grado; pero el pulmon correspondiente al lado obstruido no funciona. 3.° La cantidad de aire que entra por la boca derecha en cada inspiracion normal del monstruo da un término medio de 360 centímetros cúbico, miéntras la que se introduce por la inspiracion del lado opuesto sólo llega á 240, lo cual puedo provenir de una diferencia de diámetro en los distintos conductos; pero se acomoda matemáticamente á la cavidad proporcional de ambos pulmones, cuya relacion es de 1 á 2/3, y se comprueba produciendo una fuerte inspiracion por ambas vías respiratorias, y obstruyendo en la espiracion la del lado derecho ó el izquierdo alternativamente.

Estos experimentos so hallan en armonía y se comprueban por los fenómenos que acompañan á la fonacion en las dos laringes. Cuando la izquierda, por ejemplo, produce los sonidos más agudos, que son los que exigen la mayor tension de las cuerdas inferiores y reducen ¿su menor expresion la abertura de la glótis, claro es que la corriente de aire espirado, en vez de buscar su salida por el conducto izquierdo, casi obstruido por la contraccion de los músculos, tenderia á encontrar salida más fácil por el conducto opuesto, enteramente abierto, causando en el lado izquierdo la afonía, lo cual no sucede, pues ambas laringes funcionan á la vez sin interrumpirse, pudiendo las dos cabezas entablar diálogos muy animados.

La temperatura del monstruo es la ordinaria, y normal el número de sus pulsaciones del gran simpático. Todo induce á creer que á la duplicidad de los nervios craneales corresponda un doble sistema nervioso en toda la longitud del eje cerebro-raquídeo, y un doble juego de filetes y ganglios en la red que preside á los fenómenos de la vida orgánica, los cuales se corresponderán por frecuentes anastomosis. Esta suposicion tiene ciertas probabilidades, toda vez que la sensibilidad táctil de 1 region dorsal del monstruo distingue las dos puntas del compas á distancia de 25 milímetros, cuando se necesita una distancia de 50 en la mayor parte de los hombres; para mejor demostracion, la sensibilidad de los pulpejos de los dedos, que es algo inferior á la de la punta de la lengua en el hombre, es de milímetros 0,6 en el monstruo, mientras la de las puntas de cada una de sus lenguas es de un milímetro, como en los individuos ordinarios; por consiguiente, la sensibilidad de ambas cabezas es la natural en un hombro, porque depende de un solo sistema de nervios craneales, y la sensibilidad de las extremidades y del tronco es doble que la de los demas hombres, y debo corresponder á mayor número de nervios. Las ilusiones del tacto producen resultados áun más concluyentes. Todos sabemos que alterando la relacion normal de dos superficies sensibles, acostumbradas á completar entre sí las impresiones del tacto, so produce una ilusion si se las pone en contacto con un cuerpo esférico; de manera, que si ponemos el índice debajo del dedo medio, é introducimos entre ambos una pequeña bola de cera, nos figuramos tener entro ambos dedos dos bolas en vez de una: corriendo hácia la derecha el labio superior, y el inferior hácia la izquierda, si se introduce entre ambos labios la misma bola, creemos tener dos bolas entre los labios. Pues bien, hecho el exporimeuto en cada una de las bocas del monstruo, la ilusion táctil produce la impresion de dos bolas; introducida la bola entre los dedos cruzados del autositario, éste cree tener cuatro bolas en sus dedos

Las observaciones más curiosas son las que se refieren á la sensibilidad nerviosa de ambas cabezas entre si. Estimulando la accion de los nervios independientes de cada cráneo, aquélla no produce en el otro cerebro más impresion que una especie de ligero cosquilleo. Un ruido inmediato en el órgano externo del oido, una viva impresion de luz en el órgano de la vista, ó un ligero pinchazo en las mejillas de la cabeza izquierda, que ocasionan en el cerebro de ésta fuertes sensaciones de ruido, de claridad y de dolor, no son percibidas en el sensorio de la cabeza opuesta sino como rápidas y agradables vibraciones nerviosas, que llegan á él por accion refleja, sin que pueda distinguir unas de otras. De manera, que los cuatro sentidos, de la vision, del gusto, del oido y del olfato, son independientes en el interior de cada cráneo, y el del tacto aparece tambien aislado en las partes de ambas cabezas, que sólo reciben nervios craneales, confundiéndose en las demas, sujetas á la accion del sistema doble, si bien mis experimentos no han podido precisar el ljmite de esta separacion, tan difícil de fijar por las relaciones que unen al gran simpático con ciertos nervios craneales, y las que la observacion áun no ha determinado en la red general de los demas nervios.

Esta duplicidad de sentidos hacen al individuo de que me ocupo más apto para recibir las impresiones exteriores, pues siendo necesaria la atencion para percibirlas, tiene dobles medios de ejercerla. Dispone igualmente de doble fuerza contráctil para poner en juego los músculos y auxiliar el trabajo de nutricion de los órganos internos. Su sensibilidad es extremada naturalmente en las partes del tronco cuyos nervios coinciden en el mismo eje común de la médula, siendo menor en las partes cuyas raíces nerviosas entran ó salen por los conductos cerebro-espinales separados por la bifurcacion de la columna.

La ablacion de una de las cabezas, ó decapitacion parcial del monstruo, ¿producirá la muerte de éste? Yo creo que puede verificarse dicha operacion sin extinguir repentinamente la vida del individuo, si bien producirá grandes y mortales perturbaciones en el organismo. En efecto, privado de una de sus cabezas, el monstruo seguirá respirando, su corazon continuará latiendo, el estómago recibirá nuevos alimentos, no interrumpiéndose los fenómenos principales de la vida y quedando íntegra la columna vertebral en el lado opuesto; sin embargo, la seccion de la columna vertebral en una de sus ramas conmoverá forzosamente toda la economía, si bien no tendrá nunca la gravedad de las lesiones de ese centro nervioso en los individuos cuyo eje cerebro-espinal forma un conducto único, y las cuales distan del cerebro, nervios y músculos importantes, interrumpiendo la continuidad en las células de la sustancia gris ó en los cordones hay en ese cuerpo plétora de vida. La capacidad vital de sus pulmones, que llenan una ancha caja torácica y absorben grandes cantidades de oxigeno para purificar la sangre venosa; la fuerza notable del tubo digestivo, que renueva con rapidez la sangre, y la doble accion de los nervios sobre todas las funciones orgánicas y anímicas, dan á este nuevo sér condiciones fisiológicas superiores á las del hombre en su estado natural, y dobles fuerzas psíquicas, que le hacen superior á los demas hombres, que sólo tienen una voluntad y sólo pueden percibir una impresion, miéntras percibe dos el individuo á quien con repugnancia llamo monstruo.


Dr. Trigémino


Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.
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