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Este texto forma parte del libro «Escenas Montañesas».
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Á pocos pasos, enfrente de nosotros, estaba la taberna; y en su portal, dos reses desolladas colgadas de una gruesa viga, eran el centro alrededor del cual giraba entonces el pueblo entero, en busca de un pedazo de carne, sabroso regalo con que se celebraba entre aquella gente la fiesta del patrono.
Mi tío se entretenía en contarme la vida y milagros de cada aldeano que pasaba por delante de nosotros, saludándonos humildísimamente; provisto ya de su miserable tajada, objeto de sus ahorros de un mes.
—¿Ves ese—me decía—que se tambalea sobre las piernas, y lleva la cara metida hasta las narices en un sombrero viejo, mal calzado y peor vestido? Pues es un hombre muy honrado; tiene siete hijos, y el mayor, con quien gastó la mitad de su pobreza para librarle de la cárcel en que le metieron por haber dado una paliza á su vecino, después de casado le puso pleito y le embargó la pobre choza que le quedaba, porque no le devolvió una corta suma el mismo día en que venció el plazo del préstamo…. Hoy se habría muerto de hambre y de pena si yo no le hubiera dado el dinero para salir de su apuro.—Ese otro jaquetón, tan planchado y que parece un señor, es un trapisondista capaz de pegársela al lucero del alba.—Repara bien en esa mujer que nos ha saludado con voz melosa y sin levantar los ojos del suelo; pues es una bribonaza, chismosa, enredadora y capaz de beberse á toda su casta: apostaría una oreja á que lleva la botella del aguardiente debajo del delantal.—¡Éste sí que es todo un hombre de bien y hacendoso! Sin tener un carro de tierra suyo, se arregla tan bien con la que lleva á renta, que nunca le falta media onza de repuesto al pico del arca: es el mejor de mis colonos.—Algo más que este otro perdido: tres años hace que no me paga un cuarto. Murmúrase si lo gasta con una vecina…; porque también por acá hay sus gatuperios, como en la ciudad…. ¡Mira!, la muy pingona ya se va detrás de él.—Éste es el señor alcalde, labrador acomodado; pero no me puede ver, aunque me saluda muy fino. ¡Como no le dejo pasar ciertas cosas en el ayuntamiento!… Siete pleitos he tenido con él, y le he ganado cinco.—Observa á ese que se arrima á la pared para no caerse; va hecho un cuero de vino: es vecino mío, y le da siempre en la borrachera por pegar fuego á mi casa. Cuatro veces le he cogido con el tizón en la mano; en una de ellas estaba ya ardiendo la leñera. No le he echado á presidio, porque me da lástima de su pobre familia.—Ahí tienes dos novios convidándose á castañas…. Buena pareja, ¿eh?: hoy va la tercera amonestación á misa mayor, y mañana se casan….—Mira el mastín de la cabaña, ¡gran perro!: media nalga arrancó á un muchacho que le quiso montar el otro día. Ahora va á la carnicería á ver si pesca algo que valga la pena; ¡como hay dos reses hoy!… Todos los domingos del año se mata una sola; pero en días señalados se consumen dos…. Si fuera aguardiente…. ¡Eso sí que tiene consumo en el lugar!…
11 págs. / 19 minutos.
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Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
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