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Este texto forma parte del libro «Adán y Eva en el Paraíso».
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Por haber nacido en aquella casa real, tenía la pasión, la religión de sus señores. Nadie lloró más sentidamente que ella la muerte de su rey, a la orilla del gran río. Pertenecía, además, a una raza que cree que la vida de la tierra se continúa en el cielo. De cierto que el rey, su amo, ya estaría ahora reinando en otro reino, más allá de las nubes, abundante también en mesnadas y ciudades. Su caballo de batalla, sus armas, sus soldados, sus pajes, habían subido con él a las alturas. También ella, por su turno, llegaría el día en que se remontase en un rayo de luz a habitar el palacio de su señor, y a hilar de nuevo el hilo de sus túnicas, y a encender otra vez el pebetero de sus perfumes: sería en el cielo como fuera en la tierra, y feliz en su servidumbre.
¡También ella temblaba por su principito! ¡Cuántas veces, teniéndole colgado del pecho, pensaba en su fragilidad, en su larga infancia, en los lentos años que correrían antes que fuese por lo menos del tamaño de una espada, y en aquel tío cruel, de rostro más oscuro que la noche y corazón más oscuro que la faz, hambriento del trono, y acechando por encima de su roquedo, entre los alfanjes de su horda! ¡Pobre principito de su alma! Mas si su hijo lloriqueaba al lado, hacia él era adonde corrían sus brazos con un ardor más feliz. Ese, en su indigencia, nada tenía que temer de la vida. Desgracias, asaltos de la mala suerte, nunca podrían dejarle más desnudo de las glorias y bienes del mundo de lo que ya lo estaba allí en su cuna, bajo el pedazo de lino blanco que resguardaba su desnudez. En verdad, la existencia era para él más preciosa y digna de ser conservada que la de su príncipe, porque ninguno de los duros cuidados con que ella ennegrece el alma de los señores, rozaría siquiera su alma libre y sencilla de esclavo. Y, como si le amase más por aquella dichosa humildad, cubría su gordo cuerpecito de besos largos y devoradores, besos que hacía ligeros sobre las manos de su príncipe.
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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
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