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De pronto el niño se detuvo; en medio del sendero había un papel casi totalmente blanco y muy bien encuadrado; acercóse, lo tomó, y vió que era un sobre cerrado; era una carta; leyó con gran dificultad el sobre:
«Al Sr. D. Plácido Marcial.» —¡Es para el Oso! —exclamó; entonces cayó en la cuenta de que la mujer que había pasado junto á él debía de ser la criada de D. Plácido; un señor que habitaba uno de los hotelitos más próximos al pueblo. La criada volvía de hacer su compra en este y de recoger el correo de su señor, que el peatón cartero solía dejar en el estanco: la pobre vieja había perdido una carta, por lo menos.
El chico entonces pensó dar alcance á la anciana; pero ya había desaparecido, había entrado en la casa…
El niño pareció meditar un momento, al cabo del cual se dijo:
—Me dará el Oso algunos cuartos —y echó á correr con la carta en dirección al hotel de D. Plácido, á quien todo el mundo llamaba el Oso, sin duda por el retraimiento en que vivía.
10 págs. / 18 minutos.
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Publicado el 17 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.
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