I
Julio era un precioso muchacho lleno de gracia y de talento.
Ambas cualidades se reciben como dones de inestimable precio por la naturaleza; pero se pierden al abandonar la virtud, esa hermosura del corazón, y el estudio, ese medio poderoso de robustecer la inteligencia.
Correr sin objeto más del tiempo debido, dedicar las horas de trabajo á la contemplación de los juguetes, olvidar las graves ideas recibidas en el aula por atender á los soldaditos de plomo ó á la pelota, son acciones que al cabo de algún tiempo conducen á un funesto resultado.
Todos estos pasatiempos hicieron de Julio un niño torpe é indiscreto. No hace mucho tiempo que vimos lo que le aconteció á este pobre niño, y pensamos que los niños que dedican algunos momentos al provechoso placer de la lectura, podrían referir el hecho á algún amiguito descuidado que se hallara en igual caso que nuestro Julio.
En la vida la amistad es el sentimiento que más nos acerca á nuestros semejantes, y por ella nos auxiliamos y protegemos mutuamente.
Nosotros, pensando prestar un servicio, intentamos referir este cuento á nuestros amiguitos.
II
¡Cuán desdichado es el hombre que se levanta todos los días sin tener que pensar en el trabajo!
El ingeniero abandona el lecho para calcular y dibujar sus planos; construye puentes, perfora montes, une los continentes apartados, inventa máquinas y aparatos de gran utilidad; el pintor prepara su caballete y su lienzo, vierte el color, copia preciosos paisajes y traza los grandes episodios históricos, alcanzando por este medio las primeras medallas en las exposiciones; el escritor estudia y dispone de la manera más bella sus escritos para instruir y moralizar y todos desenvuelven su provechosa y saludable actividad, mereciendo nombre y gloria, y contribuyendo al progreso de su patria.
El pobre obrero del campo, el de la ciudad, el del mar, ¿cuánto no sudan y trabajan? ¿qué utilidad tan inmediata no prestan á la sociedad?
Al aparecer el sol, anuncio de un nuevo día, se despiertan multitud de hombres á la vida del trabajo, emprenden la lucha contra los obstáculos, triunfan de mil modos y consiguen frutos provechosos.
Pero el holgazán, como el zángano de la colmena, nada produce, nada consigue; levántase del lecho y pasa, hasta que el sol se esconde, en la más vergonzosa pereza ó en placeres que solo son gratos cuando sirven de recompensa al trabajo.
Al número de los torpes holgazanes pertenecía Julio, que tenía en muy poco las facultades de inteligencia y memoria con que naciera dotado; y abandonaba el estudio por el juego, el libro por el trompo, y el aula por el jardín y los campos.
Naturalmente, acontecíale lo que acontecer suele á los holgazanes, hallábase muchas veces solo. Durante el tiempo que sus amigos pasaban en la escuela, se aburría y pasaba largas horas sin humor ni aun para jugar y sin pensar ni hacer cosa alguna.
Un día que se encontraba más que nunca triste y aburrido en su soledad, cansado de pasear por un hermoso jardín, vio una blanca y linda mariposa revolotear incesantemente sobre los cuadros de flores.
Esta sorpresa le animó, y dióse á correr tras la mariposilla, haciendo con nudos una especie de bolsa de su pañuelo é intentando encerrar en él al precioso insecto alado.
Bien sabéis cuan difícil es cazar mariposas, os agitáis en una larga y desigual carrera, mil veces os acercáis al insecto que, con las alas plegadas, posado sobre el cáliz de una flor, parece no advertir vuestra presencia, cuando lanzáis sobre él la manga de red, ó cuidadosamente queréis encerrarle en el sombrero ó en el pañuelo, vuela y desaparece, haciendo, si le descubrís, que emprendáis la misma carrera desigual, el mismo cuidado para tocar casi siempre con un resultado parecido que burla vuestros afanes.
Toda la tarde la pasó Julio persiguiendo mariposas, sin que lograra cazar alguna.
Volvíase desesperado á su casa, y en el camino encontró á un pobre niño de escaso talento, pero de mucha aplicación.
—¿De dónde vienes, Antonio? —le preguntó Julio.
—De la escuela.
—Yo no sé por qué vas á ella; no has de conseguir nada por mucho que estudies.
—Pues tú, y perdóname que te lo diga, tú que tienes un hermoso talento, no debieras dejar de ir… ¡si yo tuviera tu inteligencia!
—Por eso no voy, porque cuando sea mayor aprenderé á poco que estudie —contestó con presunción Julio.
Y como le llamara la atención un precioso libro que llevaba Antonio en sus manos, no pudo resistir la curiosidad, y le preguntó que quién le había dado aquel libro.
—En premio á la aplicación, un lindo libro que he ganado. Trata de historia natural, y estoy muy contento porque es muy bonito estudio á que pienso dedicarme —contestó Antonio.
Despidiéronse los niños. Antonio muy contento con su libro y Julio muy triste de envidia.
Cólera, vanidad y envidia: hé aquí los ponzoñosos frutos de la pereza.
Pero Julio estaba dominado por esta pasión que, como la carcoma, roe y taladra el corazón, precipitándole en todos los vicios.
No prestaba oído á los prudentes consejos de sus padres y amigos.
Todos los días, persiguiendo mariposas, se abandonaba á este loco placer.
Había hallado un medio de hacer más soportables sus horas de soledad y de combatir el aburrimiento producido por su pereza.
Un día, exasperado, seguía con ardoroso afán uno de aquellos preciosos insectos; corre tras él, se interna en una quinta olvidando que no es dado penetrar sin permiso en posesión ajena, ve posado el objeto que deseaba sobre una planta, corre hacia él, pone encima del insecto su mano… y por fin le coge; más como había sido violenta su carrera, cae al suelo, estropeando al caer algunas plantas.
En su mano cerrada guardaba la mariposa; logra levantarse, abre los dedos y halla muerto al insecto y reducidas á polvo sus tenues alitas.
La presión que sobre la mariposa habían ejercido los dedos produjeron este efecto.
¡Hé aquí el término de las vanas dichas que muchas veces perseguimos poseídos de un ciego entusiasmo!
Pero no fué esto todo. ¡Pobre niño! Víctima del mayor desconsuelo, limpiando sus vestidos llenos de lodo y desgarrados, no había tenido tiempo de ver á un hombre que, irritado, se acercó á él, y cogiéndole de un brazo le dijo:
—¿Qué hacéis ahí, ladronzuelo? ¿venís á robar la fruta, eh? Si no puede menos; esta es la hora en que los aprendices están en sus talleres, los colegiales en su estudio, y tú no te hallas en ninguno de esos sitios, por consiguiente eres un ladrón…
El niño quedó aterrado al oir esto, lloró y protestó, pero todo fué en vano.
—Yo te enseñaré á estropear lo que tanto trabajo y tantos afanes me cuesta cultivar —dijo el hortelano.
Y tomando de la mano á Julio llevóle á un cuarto oscuro, donde le dejó encerrado, dándole un pedazo de pan negro y duro y un cántaro de agua, y lo que era más terrible aún, sumido en la más profunda oscuridad.
Cuatro días permaneció encerrado sin ver otra persona que á su cruel carcelero, y esto una vez solamente cuando por la noche entraba con el pan y el agua.
Excesiva crueldad, castigo dado por un labriego tosco que no tenía otra manera de comprender la educación de un niño.
Pero castigo tan conveniente, en cierto modo, le enseñaba al niño á lo que el hombre puede después exponerse llevando una vida ociosa.
Por fin fué puesto en libertad, y cuando llegó á su casa vio que su familia y algunos amigos le esperaban; lanzóse en brazos de todos y prometió enmendarse.
El jardinero había dado parte al padre de Julio de la aventura del jardín, y el padre aprobó el castigo queriendo dar una severa lección á su hijo.
Pero todo se olvidó y Julio halló á sus padres y amigos cariñosos y sonrientes.
Diéronle de comer y le prodigaron mil caricias.
Entre los amigos que le esperaban se hallaba Antonio que por distraer á Julio de su dolor, llamóle aparte y des cubriendo una preciosa cajita, Je mostró un número gran dioso de lepidópteros de todos tamaños y colores.
Julio se asombró.
—¿Cómo has cazado tantas?
—No las he cazado; me las han regalado como premio á mis conocimientos de historia natural; á todas las conozco, sé donde se crían y cuáles son sus costumbres.
Julio entonces comprendió más su error.
—¡Oh! ya sé —exclamó— cómo se alcanzan las cosas cómo verdaderamente se disfrutan, y cuál es el verdadero talento y la mejor manera de cazar mariposas.