Viaje a la Isla de Mallorca en el Estío de 1845

Juan Cortada


Viajes


Dedicatoria
Introducción
Día 19 de Julio de 1845
Día 20 de Julio de 1845
Día 21 de Julio de 1845
Día 22 de Julio de 1845
Día 23 de Julio de 1845
Día 24 de Julio de 1845
Día 25 de Julio de 1845
Día 26 de Julio de 1845
Día 27 de Julio de 1845
Día 28 de Julio de 1845
Día 29 de Julio de 1845
Día 30 de Julio de 1845
Día 31 de Julio de 1845
Día 1 de Agosto de 1845
Día 2 de Agosto de 1845
Día 3 de Agosto de 1845
Día 4 de Agosto de 1845
Día 5 de Agosto de 1845
Día 6 de Agosto de 1845
Día 7 de Agosto de 1845
Día 8 de Agosto de 1845
Día 9 de Agosto de 1845
Día 10 de Agosto de 1845
Día 11 de Agosto de 1845
Día 12 de Agosto de 1845
Día 13 de Agosto de 1845
Día 14 de Agosto de 1845
Día 15 de Agosto de 1845
Día 16 de Agosto de 1845
Día 17 de Agosto de 1845
Día 18 de Agosto de 1845
Día 19 de Agosto de 1845
Día 20 de Agosto de 1845
Día 21 de Agosto de 1845
Día 22 de Agosto de 1845
Día 23 de Agosto de 1845
Día 24 de Agosto de 1845
Día 25 de Agosto de 1845
Día 26 de Agosto de 1845
Día 27 de Agosto de 1845
Día 28 de Agosto de 1845
Día 29 de Agosto de 1845
Día 30 de Agosto de 1845
Día 31 de Agosto de 1845
Día 1 de Septiembre de 1845
Día 2 de Septiembre de 1845
Día 3 de Septiembre de 1845
Día 4 de Septiembre de 1845
Día 5 de Septiembre de 1845
Día 6 de Septiembre de 1845
Día 7 de Septiembre de 1845
Día 8 de Septiembre de 1845
Día 9 de Septiembre de 1845
Día 10 de Septiembre de 1845
Día 11 de Septiembre de 1845
Notas
Alcudia
Á la ermita de Miramar

Dedicatoria

A vosotros, hijos de la deliciosa isla de Mallorca, con tanta propiedad llamada por un compatricio vuestro Satélite de España, dedico este libro. Asi os devuelvo lo que es vuestro, pues á la amabilidad y al obsequioso carácter de muchos de vosotros debo el haber visto lo mas precioso de esa tierra. Perdonadme si continúo algunos nombres : os estoy muy obligado, y seria una ingratitud no citar las personas á quienes he merecido notables favores. Si no soy imparcial al juzgaros, no lo achaquéis á malicia. Diferis tanto de los hijos del continente, que no le es fácil á uno de estos conoceros en poco tiempo. Sois ademas mucho mejores que ellos, y á todos nos duele reconocer en otros las prendas de que carecemos. Yo conservo de esa isla y de sus hijos una deliciosa memoria, y si no os hace otra visita al menos no os olvidará nunca

Cortada.

Introducción

De las aguas del Mediterráneo, y á 45 leguas al sur de Barcelona , se alza una hermosa y fértil isla de 18 leguas de longitud, 12 de anchura, rica en recuerdos, y cuya historia íntimamente enlazada con la de la corona de Aragón, es de un interés muy grande. Allí las tradiciones se han conservado puras; y pueden verse casi en el mismo estado que tenían seis siglos atrás los lugares en que nuestros cronistas fijan algun suceso memorable, porque las funestas revoluciones no han pasado por allí su fatal rasero, ni sonó todavía en esa tierra dichosa el inexorable grito de nuestro siglo : Nova sint omnia. El mar que la separa de la Península es una línea divisoria , no solo física sino moral, y por esto dicen que ahí subsisten costumbres de las cuales ha desaparecido entre nosotros hasta el recuerdo. Cuéntase que hay cosas que quizás tuvimos nosotros, pero que hoy ni siquiera recordamos: las oleadas políticas han llegado allí agonizantes para morir en la arena de sus playas ó estrellarse en las rocas de la costa , y las ráfagas del huracán revolucionario soplan allí como una brisa suave, y solo para dar á entender que han bramado en otra parte. Los hijos de Mallorca tienen, como todos los isleños, un amor intenso á su pais, y si en sus viages al continente ven los vicios y los trastornos de la Península, no los importan en su patria y solo conservan idea de lo que han visto, cual el viajero recuerda vuelto ya á su casa los monumentos que le pasmaron pero que dejó en donde tenían su asiento. Acaso algun continental ha llevado á la isla semillas de la revolución, y tal vez las ha derramado por el suelo y quizás han llegado á sacar un tallo; pero la tierra rechaza esa planta exótica que no pudiendo echar raices, vive un dia raquítica y miserable para quedar agostada al herirla el sol de la mañana siguiente. Esa isla la han visitado nacionales y estrangeros; unos nada nos han dicho de ella, otros la pintan con colores fríos; la opinion general la dice hermosa, pero estos y aquellos convienen en que es digna de llamar la atención de toda clase de personas. Salvemos pues el canal que la separa de nosotros, y vamos á verla,

Día 19 de Julio de 1845

Hay en la vida situaciones en que el hombre necesita salir de su marcha regular y hacer algo distinto de lo que hace, para ver si olvida lo que en esa situación le ha puesto. Con tal objeto he resuelto irme por una temporada á Mallorca, cuya importancia en nuestra historia, y el carácter y costumbres de cuyos habitantes bien merecen una visita. Me acompaña en el viaje mi muy querido Antonio Reniu, joven en todos sentidos estimable, y que se encuentra en aquella edad en que el hombre debe comenzar á ver mundo, y tiene el corazón y el ánimo dispuestos á recibir toda clase de impresiones. ¡Feliz el que las recibe buenas y sabe grabárselas profundamente!

A las tres de la tarde de este día, después de toda aquella zambra de despedida de amigos y de acompañamiento de parentela, hemos entrado con unos cuarenta pasageros mas en el vapor Mallorquín, que suele llevar á Palma carne humana y traer de allí carne cerduna. Es vapor de cortas dimensiones, de regular marcha, de pocas comodidades y de camas tan duras que son á propósito para hacer penitencia. El tiempo estaba calmoso y la mar tranquila, de modo que había justa razón para esperar un feliz viaje. Comenzó este como todos los que se hacen en vapor. Los pasageros sentados en el alcázar, reservados primero, accesibles muy pronto, y casi amigos á poco rato. La conversación primera ha sido la que debiera ser la última, á saber, si yo me mareo, si tú te mareas, si aquel se marea, y si todos nos mareamos. Yo tengo para mí que esto del mareo no es capaz de esplicarlo, no digo yo un médico, porque los tales, con su perdón sea dicho, esplican pocas cosas, sino nadie, porque ni es fijo marearse siempre, ni dejarse de marear aun cuando las circunstancias sean iguales. En los barcos de vela es grande llamativo del mareo el olor del alquitrán de que está el buque impregnado; mas en los de vapor el alquitrán está suplido con usura por el maldito hedor del carbon de piedra, de suerte que en toda clase de buques hay para ese martirio un ausiliar muy eficaz del movimiento. El tiempo ha sido bueno, y con todo apenas había una hora de la salida de Barcelona, cuando varios pasageros, incapaces ya de tenerse en pie, han ido á buscar un consuelo al sutil colchón puesto en esa especie de artesa, que por fuerza le representa á uno el sepulcro. El camarero Jaime presenta al paciente el chisme de debajo la cama, que es otro ausiliar para el vómito; de manera que no parece sino que tengan un empeño en que todos arrojen las asaduras. Marchábamos entre tanto rápidamente, y poco á poco iban humillándose hasta el nivel del mar la soberbia ciudad de los Berengueres, la sierra que defiende sus espaldas, y ese hipócrita Monjuich que hasta ahora se había fingido protector de la ciudad que tiene á sus pies, y que un dia rugiendo allá entre las nubes que coronan su frente arrojó á su protegida mil rayos de su airada locura. No mas engañarás á la ciudad que te creía sincero; tu desapiadada furia la amenaza de continuo, y cual si temieras que olvide tu traición bramas en ciertos dias del año ensayando tu voz y recordándole que existes y puedes anonadarla. También tú acabas de perderte ahora en el horizonte, confundido con los vapores de la tarde.

Sin embargo de haber hecho por mar y sin marearme viajes mas largos y con tiempo endemoniado, en este lo estaba ya á las dos horas, viniendo con el mareo el acostumbrado acompañamiento de calor, sudores fríos, náuseas y angustia. Sufrimiento diabólico, que se empeñan las gentes en que ahorra una enfermedad, sin advertir que valen mil veces mas tres dias de calentura que tres horas de tantos males juntos. Antonio nunca habia metido los pies en el agua, como suele decirse, y ha estado firme, salvo una hora de turbación de cabeza que se ha desvanecido á beneficio de un largo sueño de muchacho, contra el cual.no sirven las angustias, ni la estrechez de la cama , ni la sutileza de un colchón. ¡Diez y ocho años! edad hermosa y feliz en la cual queda todavía el sabor de las dulzuras de la infancia y no se presienten aun los pesares de la edad viril.

Vino la noche y con ella una luna clara, hermosa y de plenilunio. Me he levantado á pesar de mi mareo, y á las nueve y media he subido á cubierta para mirar la luna que formaba un río de plata desde la proa del buque hasta el horizonte, y que en la larga y agitada estela que el barco dejaba, confundía su blanca luz con la efosforecencia de las aguas y con la oscuridad de las olas que quedaban en sombra. ¡Cuántos ojos había quizás en aquel momento fijos en el mismo astro! Hermosa es la luna, mas yo creo que al llegar la noche desaparecen todas las bellezas del día, como las ilusiones de la vida huyen en la proximidad de la muerte. ¿Qué es pasar una noche de angustias, dentro de un sepulcro de madera y lanzado en mitad de las aguas de un mar? ¿Qué es de las ideas que asaltan á nuestra mente, de los pesares que afligen á nuestra alma, de los recuerdos, de los vaticinios, de los deseos, del bregar contra lo que sucede y que no puede de modo alguno evitarse? Eso es mas que medio morirse.

Día 20 de Julio de 1845

Ha amanecido. El tiempo estaba sereno y calmoso. A las cuatro hemos llegado delante de la Dragonera, islote árido, y centinela avanzado de Mallorca. En su mas alta cumbre hay una torrecilla antigua, desde la cual se hace una seña cuando llega el Vapor, seña que transmitiéndose de torre en torre llega á Palma en pocos minutos. Viven en esa torrecilla dos hombres; nadie mas y nada mas. ¿Qué hacen ahí esos dos hombres? Anuncian el Vapor que pasa una vez cada ocho dias. ¡Digna ocupación para dos seres intelectuales que tienen una alma inmortal! ¿Es esa la misión que Dios les ha confiado al darles la vida?

El buque, si hay buen tiempo, pasa entre la Dragonera á estribor, y á babor la costa de Mallorca, desnuda por ese lado, cortada perpendicularmente en inmensos torreones, eterna morada de palomas, y en uno de los cuales hay un claro y penetrante eco que responde á las voces del navegante que al pasarle llama. ¡Quien sabe en cuántos idiomas ha contestado ese eco, á cuántas gentes ha oido! El que hoy responde al hombre del siglo XIX , respondió en otro tiempo á los rodios, á los fenicios, á los cartagineses, á los romanos, á los árabes, y acaso contestó á la salutación de Berenguer III y á la de Jaime el Conquistador. Todos esos pueblos y esos hombres pasaron, y pasaron sus hechos, y el peñasco está allí, y su voz clara y fuerte contesta hace acaso cincuenta siglos á todo el que le habla sin haberse debilitado, ni siquiera enronquecido. Con la misma contestará dentro de cincuenta siglos. Antes de llegar á Palma asoman pocos palmos sobre el nivel del agua algunos islotes de viva peña que el mar poco á poco rompe con aquella perseverancia desapiadada que los irá convirtiendo en menuda arena y arrebatándolos entre la reventazón y las espumas. Dentro de algunos siglos no asomarán la cabeza, y entonces quizás se estrellará contra ellos alguna nave y perecerán los hombres que en ella vayan.

Palma está en el fondo de una grande ensenada , y para entrar en el puerto se dobla la punta llamada Cala Figuera, que es uno de los dos cabos que forman ese largo seno. El buque sigue la derrota teniendo á babor la costa que se hace amena al paso que se aproxima á la capital. Poco antes de llegar á esta está Porto-Pi, pequeña rada que se va llenando, defendida por dos torreones góticos, sobre uno de los cuales se ha levantado una obra moderna en que hay el faro. En este lugar desembarcó D. Pedro IV de Aragón llamado el Ceremonioso ó del Punyalet cuando en el año 1343 vino á desposeer del reino de Mallorca á Don Jaime IIL que perdió corona y vida en la batalla de Lluchmajor. Un poco mas adelante y sobre la cumbre descuella el castillo de Bellver, lugar de destierro en que gimió el ilustre Jovellanos y que visitaré otro día. Al pie del castillo hay una fortaleza moderna para defender la entrada del puerto propiamente dicho, que es pequeño y está abrigado de los vientos. Desde el buque se ve gran parte de la ciudad tendida en terreno algo desigual, y á un estremo de ella en lugar alto se elevaba magnífica catedral de color de rosa seca y que de lejos parece dominar la ciudad toda. Cerca de ese punto descuellan tres palmeras inmediatas á las ruinas del convento de Santo Domingo, demolido por el vandalismo de la revolución. Esta vista es muy linda y no sé si por la prevención con que uno viene ó por qué fantástica idea, me ha parecido que todo eso tenia un resabio árabe.

A las siete el buque ha echado el ancla y al momento lo ha invadido un enjambre de hombres y mugeres que para saludar dos minutos antes á los parientes y amigos, han obstruido la cámara y la cubierta, sin consideración al mareado viajero que desea pisar el suelo quieto, y que tenía que ganar el terreno á palmos, buscando entre aquella confusion y muchedumbre el equipage y el faquin que se lo llevara. Por fin hemos saltado en tierra y después del consabido registro en la puerta y de los consabidísimos reales, nos hemos venido á la fonda de las Tres Palomas y alojado en el cuarto número 11 .

Según mi costumbre es seguro que con mas ó menos latitud escribiré la relación de mi viaje á la isla en que acabo de poner los pies, y esta relación ya comenzada habría llevado al frente una historia de Mallorca, ó por lo menos un compendio de ella, si ya no estuviera escrita por otros, y entre ellos muy recientemente por mi amigo Don Pablo Piferrer, en su obra Recuerdos y bellezas de España. Este joven que en edad temprana ha sabido colocarse muy alto entre cuantos escriben para el público, puso en la obra mencionada un resumen de la historia de Mallorca, con aquel tino y pureza de lenguage que caracterizan sus escritos. Quizás (porque es difícil que asi no sea) entre en mi escrito algun retazo de historia , pero el relato no será histórico, sino mas bien un itinerario para recorrer la isla, una noticia de las costumbres distintas de las del continente, y una esposicion de las observaciones que naturalmente emanen de mi visita. Diré la verdad, y si acaso me ocurre después publicar lo que escribo lo haré sin retoques ni variaciones; porque entonces faltaría á mi libro aquel colorido que solo puede dar á las cosas la sensación del momento. Presupuestos estos principios é instalado como decia pocas líneas atrás en el cuarto número 11 de la fonda de Las tres Palomas, prosigo mi tarea.

La mayor parte de las penalidades de la vida se nos borran de la memoria luego de pasadas, y solo así podemos con tantas y tan atroces; pero ninguna se olvida tan pronto ni tan absolutamente como el mareo, porque tampoco hay ninguna cuyos efectos cesen tan presto. Instalados en el cuarto, arreglados los títeres, puesto todo en orden, lavados, vestidos y almorzados, hemos salido á la calle en compañía de nuestro paisano Rubió que está aqui y ha venido á buscarnos. Hemos presentado algunas de nuestras cartas de recomendación, y todas las personas á quienes iban dirigidas nos han hecho muchos y repetidos ofrecimientos. D. Cayetano Socías que era una de esas personas nos ha llevado á ver el Casino, entregándonos á poco rato dos targetas que nos dan entrada en él durante un mes. El Casino es una grande casa antigua en que se han hecho obras considerables para destinarla al objeto que tiene. Compónese de una sala de lectura, tres salas para mesas de juego, una con dos billares, otra de descanso, un cuarto de juntas que en las noches de baile sirve para tocador de las señoras, y un gran salon de baile, de gusto árabe, y por cuyos costados corren dos filas de canapés muy bajos cual corresponde al gusto del salón. Hay en él grandes espejos, arañas y un buen cortinage, todo lo cual lo mismo que la pintura, está bastante bien entendido, salvo sean dos pilares, que en mi concepto debieran ser columnas.

Hemos observado en varias casas que las escaleras que son de piedra tienen encima una capa de arena suelta, ignoramos con qué objeto, mas lo preguntaremos. Vueltos luego á la fonda porque era ya hora de comer, nos hemos encontrado con que aqui no está en uso la mesa redonda, de lo que me alegro porque recuerdo lo que sucede en las mesas redondas de Francia; y si bien aqui somos españoles, aun así prefiero ver en el comedor mesas de varias dimensiones, pues uno puede comer solo ó con los compañeros que le gusten, y á quienes guste.

Por lo poco que he visto , esta ciudad me parece muy triste por efecto de la soledad y del silencio que en ella reinan, bien que en este juicio pueden tener mucha parte el cogerle á uno todo de nuevo y la imposibilidad de no sentir muy vivamente la falta de lo que á uno interesa.

Al caer la tarde hemos ido á pasear por el Borne que es como un trozo de la Rambla de Barcelona y el punto de reunion en las tardes de los días festivos. Es cuanto se necesita para la ciudad, lo tienen bien cuidado, hay árboles frondosos, y para reemplazarlos han plantado naranjos dulces que dentro de pocos años bastarán para dar sombra, y entonces el paseo de Palma acaso será en España y quizás fuera de ella el que tenga arbolado mas lujoso.

Al anochecer he estado en el café de Oriente , mas conocido por Can Bartolo, en donde se sirven helados riquísimos y una especie de bizcochos llamados cuartos, que es lo mas delicioso que en este género puede comerse. A las ocho y media , el señor Socías nos ha llevado al teatro, en donde cantaban la ópera el Nabucodonosor. La compañía en su totalidad es muy regular , y hay algunos cantantes buenos; entre ellos la Brambilla que tiene poca voz pero buena escuela y gusto , y en orden á la figura y á la mímica se parece á su hermana Amalia como una gota de agua á otra. Las decoraciones, pintadas por Planella, son del gusto de las de Barcelona, los coros valen poco, los trages son mediocres, y la orquesta, que se compone de 30 músicos, ejecuta bastante bien. El teatro es chico, tiene cuatro órdenes de palcos, en el primero y segundo piso hay diez y siete , una gran parte del tercero está destinada á cazuela , y este es el único local que hay para el pueblo, y los palcos bajos no son mas que doce porque el postrer trozo del teatro que corresponde á nuestro patio, lo ocupa un grande y alto tablado que aquí se llama anfiteatro y tiene cuatro filas de lunetas. Lo restante del patio lo llenan doce bancos de 20 lunetas cada uno. Como no hay anfiteatro circular, la sala queda muy despejada. Toda la pintura de él es sumamente sencilla; su forma está lejos de ser la de una herradura, pues los costados están casi en línea recta. Es antiguo, y lo afean mucho dos grandes arcos que sostienen el techo, y cuyo arranque asoma delante de la barandilla del cuarto piso, y por consiguiente se ven los cuatro arcos en toda la altura de dicho cuarto piso, pues desde este para arriba los tapa el cielo raso. El quinqué es largo , de poco volumen y tiene veinte y cuatro luces. El palco del Ayuntamiento está en el centro. El telón de boca representa un cortinage de seda, y encima de él hay las armas del Hospital del que es propiedad el edificio, y que consisten en un escudo con estas tres letras: A. G. P. que significan Ave gratia plena.

Hemos averiguado que el poner arena suelta en las escaleras de las casas, es para que con el roce del calzado no se ensucien los escalones. En las casas ricas la arena se cambia ó se remueve al menos una ó mas veces al día según la ensucian los que suben y bajan. Este es un rasgo de la esquisita limpieza de los mallorquines.

Es cosa notable, que en este pais, cuando se saluda á una persona, si el que saluda es superior, solo le dice bona nit ó bon dia; y si es igual ó inferior, debe precisamente decirle bona nit tenga ó bon dia tenga. Sic volet usus.

Al salir del teatro , nos hemos encontrado con una fiesta de calle. Antiguamente habia aqui como en todos los pueblos de España, santos en las esquinas, y los vecinos celebraban la fiesta de su santo. Echadas abajo esas imágenes por el reinante prurito de echar abajo, ha quedado de la fiesta del santo que antes había en los respectivos barrios la parte puramente profana. Hoy la función consiste en colocar en las calles del barrio hileras de sillas, á una, dos y hasta cuatro de fondo, y en esas sillas están sentadas las mugeres del barrio y las convidadas, con tal cual mancebo que les hace la corte. Llenan el centro de la calle los hombres que se pasean dando avellanas á las mugeres conocidas, advirtiendo que en esta función toman parte todas las clases de la sociedad. Las calles están iluminadas por medio de quinqués de reverbero colgados en las paredes. En el centro del barrio y en el punto en que desembocan muchas calles, se levanta un tablado sostenido sobre cuatro grandes estacas, y encima de él se coloca una música. Para mayor ornato, se cuelgan en algunos puntos banderas, y por cierto he visto una española de cuatro palmos de longitud al lado de una inglesa que tenia á lo menos veinte y cinco. ¡Triste símbolo de nuestra actual miseria comparada con la prepotencia inglesa! Esta función comienza á las once de la noche y se acaba á la una ó las dos, y parece que es cosa de haber durante el verano muchas de estas fiestas en distinto barrio. Para ocurrir á los gastos de ellas, se hace durante todo el año una cuesta por el barrio. La víspera de la fiesta se compra un buey, se corre ó por mejor decir se pasea por las calles atado con dos cuerdas en las astas, y después de muerto se reparte entre todos los que han contribuido para los gastos de la fiesta. Al dia siguiente de ésta se nombran los sobreposats ó sea mayorales, que desde luego comienzan á recaudar los donativos para la función del año inmediato.

Han dado las doce de la noche, y hora es de que nos vayamos á la cama, mucho mas cuando podría creerse que ha salido ya el sol del dia 21, puesto que hace cuatro horas que hemos leído el diario de mañana. Es cosa notable y que al parecer indica que aquí se vive muy de prisa, y según noticias no hay nada menos cierto.

Día 21 de Julio de 1845

Al salir de casa he hecho una visita al desgraciado D. Antonio Furió, hombre asiduamente dedicado á las letras desde su mas tierna infancia y dedicado con provecho, puesto que ha escrito y dado á luz varias obras, entre las cuales ocupan el primer lugar algunas relativas á la historia de Mallorca y á la biografía de los hijos de ella que se han hecho famosos. A fuer de buen mallorquín ha consagrado sus principales trabajos á su patria , dando á conocer hechos suyos ya casi olvidados y poniendo en claro muchos dudosos. La Providencia ha querido probar la resignación de este hombre con uno de aquellos golpes contra los cuales no hay otro remedio que un grande caudal de cristiana filosofía. Hace cuatro años que se quedó ciego, desgracia la mas grande que puede sufrir un hombre de letras: no puede leer ni puede escribir. ¿Qué hace pues? Oye como le leen , dicta , piensa, sufre, y en medio de la noche en que vive, dirige á Dios los ojos de su alma ofreciéndole en holocausto su largo y perenne martirio. Años hace que estaba yo en correspondencia con Furió, mas nunca nos habíamos visto; uno y otro lo deseábamos ardientemente : júzguese pues cuál habrá sido su pesar al oir mi voz y al estrecharme en sus brazos, sin serle dado ver mi rostro. A pesar de esto me conoce en alma y cuerpo, pues ha leido todas mis obras que al fin son el alma del escritor, y ha pedido á varios amigos que le hiciesen la descripción de mi figura, de que tiene una exacta idea. Dos horas hemos estado hablando con gran gusto y ansia, y no serán por cierto las últimas.

Al ir á casa de Furió he pasado por la Rambla , y en el acto de entrar en ella, he reconocido la casa en que viví hace treinta y dos años , cuando se refugiaron en Mallorca muchos catalanes, huyendo de las tropas de Napoleón que invadían la España. Al lado de la casa hay una tienda en que vive y vivía ya entonces un sastre, del cual me acordaba yo perfectamente y él se acordaba de mí. Nos dejamos siendo de edad de siete años y volvemos á encontrarnos en el período de la vida que es el pórtico por lo menos de la vejez. En la vista de esta casa, en el reconocimiento del sastre y en el recuerdo de una espantosa caída que tuve en ese lugar, hay una dulzura y una tristeza que cualquiera comprende y nadie esplica. ¡Qué de desengaños desde entonces!, ¡qué de pesares! Entonces había ante mí un porvenir incomensurable y rebosando en delicias, amén de una esperanza sin fin y de un cúmulo inmenso de ilusiones. Todo eso se ha trocado en recuerdos.

Vueltos á casa hemos dejado el cuarto número 11 y trasladádonos al de número 9 , haciendo en ello una mejora en tercio y quinto. Nueva instalación , nuevo arreglo de ropa y de títeres, pero al cuarto de hora orden en la colocación del todo, circunstancia muy esencial para el que viaja y no quiere perder cosa alguna, ni andar buscando á cada paso lo que necesita.

A las nueve de la noche han sonado en la calle gritería y vivas, y todo ello eran siete ú ocho mozos con hachas de viento, puestos de pie encima de un carro que los lleva hácia el barrio en donde hubo ayer noche la fiesta de calle. Son los mayordomos de esa fiesta que con lo que sobró de lo recogido para ella van á hacer una merienda. Es cosa bien singular que casi todos los regocijos acaban en comilonas, y no es poco si no llevan por coletilla una borrachera.

Día 22 de Julio de 1845

La mayor parte de las casas de la clase alta estan cortadas por el mismo gusto, de manera que en el conjunto cuando se ha visto una, se tiene idea de todas. En las antesalas que preceden á las piezas de recibimiento, se ven colgados en las paredes grandes cuadros , muchos de ellos retratos de familia y de aquellos que como dice oportunamente Jorge Sand, son á propósito para hacer llorar á una nodriza, ladrar á los perros y descoyuntar de risa á un labriego. Los que hemos visto hasta ahora, no tienen notable mérito artístico pero son un documento que justifica la antigüedad de las familias y prueba el respeto de los descendientes hacia sus antepasados. En otros tiempos los hijos y los nietos conservaban las cosas mas insignificantes de sus padres, y hoy no parece sino que aguardan que el cadáver salga á la calle para echar tras él la casa entera , incluso los retratos de los que les dieron el ser , y que van de una en otra almoneda , hasta parar al público encante en mitad de la calle. En Palma hay mas respeto hacia los antepasados, y esto es un efecto de la morigeración de costumbres de los mallorquines, para quienes la faja de agua que los circuye ha sido una muralla contra las irrupciones sacrílegas que en la Península lo han revueto todo de alto á bajo. ¡En cuántas cosas se conoce que se han librado hasta ahora de esa terrible plaga! ¡Quiera el cielo que no invada este país privilegiado! ¡Ay entonces de los mallorquines, ay de sus costumbres, del reposo y de la seguridad que en la isla se disfruta! En el siglo actual se han hecho aqui muchas mejoras materiales que aumentan la dicha de los isleños, mas por fortuna sus cerebros no han padecido todavía ese febril desasosiego que arrebata á los pueblos cual un huracán , y que si no se calma , al fin los conducirá á la anarquía para sujetarlos después al yugo de un férreo despotismo. Nó , Mallorca no pasará por esos trámites horrorosos; y si el frenesí y las locuras de una revolución sostenida y contrariada por el egoísmo , traen á la Península un régimen que haga gemir á culpados y á inocentes, nuestros ojos se dirigirán á esta isla, y la veremos gozar una libertad racional y el reposo mismo que disfruta ahora. La sociedad económica de amigos del pais me ha hecho la honra de enviarme en este dia el título de miembro de la misma. Agradezco tanto mas esta distinción en cuanto la he recibido cuando apenas acabo de poner los pies en esta tierra.

Todos los mallorquines ponderan mucho la fertilidad y la belleza de toda la isla, en la cual dicen que hay sitios de delicia y encanto inesplicables. Dentro de pocos dias haré alguna escursion por el pais, á lo cual me mueve además de la curiosidad el deseo de librarme aunque no sea mas que temporalmente del calor de la capital, y de la indecible humedad mucho mas nociva aun y que ataca directamente mi malogrado sistema nervioso. Por lo que aseguran si no fuese este rigor del estío, Mallorca seria la verdadera tierra de promisión asi por el carácter pacífico y amable de sus habitantes como por la riqueza del suelo. Es circunstancia notable que en toda la isla no se encuentra un animal venenoso.

Día 23 de Julio de 1845

En el poco tiempo que estoy aquí he observado que no obstante de que los dias son muy calorosos y pesados, las noches son constantemente frescas y deliciosas, y ésta podrá ser una de las causas porque los mallorquines hacen durar hasta muy tarde las fiestas de calle y otras.

En esta ciudad las opiniones políticas han dividido á los habitantes en moderados y exaltados, y también ha habido aqui sus pronunciamientos corrientes; aunque siempre mucho mas tarde que en la Península. A veces la milicia y la tropa han estado cara á cara con las armas cargadas pero nada mas, y constantemente se ha terminado la cosa con resolver que se seguiría la suerte de la Península. El partido vencedor se da por contento con destituir á algunos empleados distribuyendo las vacantes entre sus adictos, de manera que en último análisis la cosa queda reducida á quién se ha de calzar con los destinos, que es la tecla de todo pronunciamiento. Aqui no se ven esos motines populares que amenazan disolver la sociedad, ni esos hombres estraños que en las ciudades de la Península recorren las calles en esos días funestos, y que cual los demonios de la revolución desaparecen en el acto de restablecerse el orden.

En Mallorca no hay nada de esto; ni aun en los pronunciamientos se desmiente la natural mansedumbre de los habitantes, de suerte que esas escenas comparadas con las nuestras no son mas que el débil é indistinto eco de la infernal gritería de nuestras sangrientas catástrofes. La tranquilidad está aqui tan arraigada que ni aun en el desorden desaparece. La tea y el puñal no amenazan a nadie y las cuestiones políticas no se convierten en la cuestión material de si lo tuyo ha de ser mío. Entre la moral y la política hay una línea divisoria que la honradez mallorquina no traspasa nunca.

Día 24 de Julio de 1845

A las seis de la tarde en compañía de algunos amigos hemos recorrido varias calles que conservan todavía un sabor de antigüedad que se conoce á la legua, y ademas hay en ellas una reminiscencia por lo menos del tiempo de los árabes. Entre algunas rectas y medianamente anchas á fuer de modernas, hay muchas tortuosas y angostas, cuyas casas son antiguas y tienen aleros tan salidos que llegan casi á tocarse los de uno y otro costado, de manera que solo se ve un palmo de cielo. Consérvanse muchas casas en que hay grandes ventanas de arquitectura gótica con sus columnitas delgadas y arcos ligeros que tan buena idea dan del gusto arquitectónico de la época en que se hicieron. A diferencia de lo que sucede en la mayor parte de las ciudades de España, subsisten aquí muchas casas vastas, con patios y zaguanes inmensos que atestiguan la grandeza de los que las mandaron construir. Hay en Palma zaguanes verdaderamente colosales, y en ellos se ven arcos anchísimos sostenidos por columnas muy bajas, barrigudas, de jaspes del país, y que en realidad no pertenecen á ningún orden de arquitectura. Al ver esos patios y esas, casas de dimensiones pasmosas habitadas por una sola familia y puestas muchas de ellas en calles casi desiertas se traslada uno á época remota y le parece ver esos palacios encantados que nos describen los antiguos romances. Mallorca en esta parte es una ciudad del siglo XVI.

En la reducida plaza de Atarazanas hay una fuente y encima de ella un monumento que consiste en una base de jaspe y encima de ella una estatua de piedra común en que hay alguna exageración y falta de nobleza, pero un marcado sello de genio en el artista de quien es obra. En una de las cuatro caras de la base se lee la elegante inscripción siguiente.


IACOB. FERRER
BALEAR. VIR. CLAR.
PRIM. INTER NAUTAS QUI VNDAS
SUR REGUL. SURCAVIT
CUIUS GLORIAM PER ORB. TERRARUM
FEREN FAMA SPARSIT.
TANTO FILIO PATRES CONSCRIPTI
HOC MONUM. MIRIFICE EREX.
ANNO D
MDCCCXLIII.

 

Y en otra hay una leyenda que esplica que la estatua fue colocada allí en 10 de diciembre de 1843 para solemnizar la declaración de la mayoría de Dª Isabel II. El Jaime Ferrer á quien la estatua representa es el mismo de quien se hace mérito en el mapa catalán publicado por Mr. Buchón y de que hablaré cuando vea el otro mapa que se conserva en la Biblioteca del Sr. conde de Montenegro.

A espaldas de la Lonja que no hemos podido ver en este día hay una pequeña iglesia del año 1600 y de bonita fachada, y que hoy sirve para escuela; y en un edificio de la misma época y pegado á ella está la sala del tribunal de Comercio que nada tiene notable á no ser el techo que es bastante bueno.

Por la noche hemos ido al teatro en donde echaban la ópera el Giuramento, la cual ha sido regularmente desempeñada atendidas las facultades de los cantores. Vueltos á casa, cenados, leido el diario de mañana y escrito éste, nos vamos á la cama á la una dada.

Ofrece un contraste bien raro que nosotros escribamos cuando ya es mañana el diario de hoy, y que en Palma salga á luz hoy el diario de mañana.

Día 25 de Julio de 1845

Recorriendo varias calles y viendo patios magníficos me he convencido mas y mas de que esta población conserva un sabor de antigüedad que es verdaderamente pasmoso. La mano del hombre apenas ha destruido aquí cosa alguna, y solo ha trabajado para echar abajo las obras de la antigüedad la paulatina pero incesante acción del tiempo.

He visto la catedral que es grande y escesivamente atrevida, pero no hay en su interior aquella profusion de adornos que se notan en todos los monumentos de este género. Es de un gótico tan sencillo que casi raya en pobre, pero esto mismo le da mas grandiosidad; y como sus columnas formadas de un solo cuerpo y no en haces, tienen una altura y delgadez verdaderamente prodigiosas y las paredes están de todo punto desnudas, presenta un carácter de inmensidad que sorprende. El altar mayor es de madera y tan feamente barroco que no puede mirarse. No sé por qué maldito capricho de sacrílego gusto se hizo ese altar sustituyéndole al antiguo, gótico y hermosísimo, que ha quedado detrás vuelto de espaldas. Bien valdria la pena de que echaran al fuego el moderno y restituyeran al otro los derechos que le corresponden. Parece imposible que la ceguedad de los hombres llegase en el siglo del mal gusto basta el punto de no ver cuan inarmónico es ese pesado castillo de madera, puesto en una catedral gótica y tan esbelta que seguramente tiene pocas rivales. Sin duda por efecto de esa suma esbelteza ausiliada tal vez por otras causas, toda la obra ha hecho movimiento muy sensible, de manera que la fachada principal está muy fuera del aplomo y las columnas de la iglesia se encorvan cual si la fachada las arrastrara hacia la inclinación que ella tiene. En varios puntos del templo se ven grandes grietas, y la cosa es tan seria que se han hecho ya algunos reconocimientos, y la opinion general y la de los inteligentes es que la ruina del templo ó á lo menos de una parte es segura. No es posible decir si esa desgracia está próxima ó remota, mas no parece que ahora pueda hacerse obra alguna capaz de contener la marcha que la totalidad del edificio ha tomado hacia su frente. Si con tiempo no se vaticina cuando esté el peligro cercano, podrá acontecer en Palma una de aquellas espantosas catástrofes que aterrorizan á los hombres y trastornan toda la existencia de un pueblo. Haremos á lo menos otra visita á este monumento de la piedad y grandeza de nuestros abuelos. Entre las muchas cosas que en él llaman la atención merece sin duda un lugar muy preferente la puerta lateral que da al mediodía, pero fuera en mí una audacia imperdonable describir esa puerta modelo, ni otra parte alguna del edificio, cuando lo han hecho el ilustre Jovellanos, nuestro esclarecido escritor D. Pablo Piferrer y el artista francés M. J . B. Laurens. No me seria posible otra cosa que repetir sus palabras, y en cuanto á la totalidad de la iglesia bien dan de su grandeza una idea aquellas líneas de mi amigo Piferrer: « Quien por primera vez sienta el pie en el umbral de esta iglesia parece sobrecogido de una impresión de temor, y la magestad inmensa de! interior anonada todo pensamiento terrestre, é hinche el alma de un ardor sublime. Digno es aquel lugar de ser casa de un Dios inmenso."

Convidados por el Sr. D. José de Zaforteza, á las cuatro y media hemos ido en su coche á la posesión que tiene á tres cuartos de hora de Palma y que es conocida con el nombre de Son Berga. Debo advertir que en dialecto mallorquín Son es cual si dijésemos manso, granja, quinta, predio, torre etc., puesto que las casas de campo en cada provincia y aun en cada territorio de España tienen distinto nombre. Casi tocando con la hacienda del señor Zaforteza está la parroquia de un pueblo llamado Establiments, que se compone de una porción de casas diseminadas en un distrito de cosa de media legua. El santo titular es Santiago, y por consiguiente hoy era la fiesta mayor de la parroquia.

A cosa de las seis de la tarde han ido acudiendo jóvenes de ambos sexos para dirigirse al baile. Hemos visto la llegada de una numerosa carabana compuesta de diez ó doce carros con un blanco toldo improvisado, dentro de los cuales iban hombres y mugeres, como se deja entender en trage de fiesta mayor y hacinados mas apretadamente de lo que hubiera convenido en tarde tan calurosa. Por entre los carros se interpolaban algunos animales montados por hombres, mugeres y chiquillos, y todo con aquella alegría y risas propias de una tarde de fiesta mayor. En una plazoleta que está en frente de la iglesia y á la sombra de dos copudos almeces se forma el salón de baile, cuyo recinto harto reducido está marcado por bancos. Dentro de ese cerco se hallaban el alcalde del pueblo, el mayordomo, ó sea director del baile empuñando una alta vara adornada con cintas y flores, y una especie de muñidor ó llámesele sotamayordomo, con otra vara de menos lujo, y uno de esos antiquísimos platos de latón que sirven para echar limosna en la iglesia y que dan dentera á todos los anticuarios.

Apoyados en el tronco de uno de los almeces estaban tres labradores con sus guitarras, amen de otro que era el cantor. Aunque el instrumento músico de estos bailes es siempre esa gaita llamada aqui cherimias acaso por su tono quejumbroso, el primer baile de esta tarde debían animarlo las guitarras, pues parece ser que la rapaza destinada á comenzar la danza estaba mas de acuerdo con la música guitarrera que con las cherimiadas. Empieza el baile anunciándose que va á venderse al mejor postor el derecho de hacer bailar sola, y la primera de todas, á su querida. Con esto pues, comienza á ofrecerse una cantidad por ese derecho, se puja, hay aquello de quién da mas, se pican los enamorados mancebos, interésase en ello el amor propio de las muchachas, y en fin vence en la lucha el que tiene mas dinero ó es menos recatado en gastarlo. Esta tarde se ha rematado sa primera mateixa (que así se llama la primera danza) en cincuenta pesetas. La segunda no vale ya tanto , y así progresivamente hasta llegar á cuatro reales y menos; y ese dinero sirve para el culto del patrón.

Rematada la primera danza no se crea que es el amante quien baila con su querida, sino que lo hace un amigo ó pariente, y el amador puesto de pie en cualquiera punto de la plaza guarda el abanico y el pañuelo, y asomándole la sonrisa en los labios contempla los bons aires ó sea las gracias que su querida despliega en la danza. Esta en rigor es una especie de jota algo exagerada y grotesca , sobre todo por parte de los hombres. El privilegio de bailar sola no es mas que de la primera muchacha , pues luego bailan cuatro y mas parejas acompañándose con las castañuelas y con la música de las cherimias y del tamboril, cuyos tocadores están de pie en mitad de la plaza. Tampoco en la segunda ni en las otras danzas baile el amante con la querida , sino que cada uno cede la suya al amigo ó pariente y él se limita á guardar el abanico y el pañuelo. El resultado es que las mozas que tienen amante bailan mucho y que los amantes que tienen querida no bailan ni con ella ni con otra muger alguna. Todo se les vuelve contemplar los bons aires de la hembra. Al acabarse cada danza los hombres se marchan dejando á las muchachas en mitad de la plaza, y entonces se llega á ellas el sotamayordomo que les indica el lugar en que pueden sentarse. Es de advertir que no entran en la plaza sino las mugeres que han de bailar, y aun entonces van por ellas sus queridos y las traen acompañadas de las cherimías y tamboril, cuyo ruido anuncia la llegada de nuevas Tersícores. Mientras bailaban se ha acercado á nosotros un joven labrador de la casa del señor Zaforteza á quien éste ha preguntado si tenia querida y si había pujado sa primera mateixa. Ha contestado que no á lo segundo porque le parecía una locura gastar tanto dinero; y en orden á querida ha dicho con una candidez que me ha pasmado que la tenía porque en el país era mal visto estar sin ella. Contestación por cierto muy singular, que caracteriza al país, y es un rasgo muy notable de las costumbres. También da una idea de la sencillez de estas gentes el tono de admiración con que este mismo joven nos ha hecho observar que había acudido á la fiesta un gran gentío, cuando en puridad no estábamos allí mas de trescientas personas.

A un lado de la parroquia se habia improvisado una especie de barraca cubierta de ramage en donde se vendían rosolí, aguardiente y agua, y fuera de ella tres ó cuatro mesas con peladillas, confites y azucarillos. En un campo de detrás de la parroquia, estaban esparramados los carros y animales que habían traido á la gente y debían volverla á sus domicilios.

Todo eso presentaba aquel conjunto encantador y sencillo que en otros tiempos se veía en nuestras fiestas de aldea, y cuyas huellas han desaparecido al pasar por encima el tropel revolucionario. Aquí no se blasfema, no se grita, no se riñe, no hay empujones, nadie incomoda á nadie, y solo piensan unos en ser actores de la diversión y otros espectadores. ¡Felices vosotros, sencillos isleños, que conserváis las venerandas costumbres de vuestros abuelos! No permitáis que la política invada vuestros campos , no toméis un periódico en la mano, ignorad siempre, esos apodos que dividen á los españoles en fracciones enemigas, abominad de esa cacareada libertad que se hace servir para esclavizar á todos y solapar el desenfreno de pocos, y conservad esa otra de que gozáis y en virtud de la cual corréis toda vuestra patria sin que nadie os pregunte quién sois ni á dónde vais, sin que nadie recele de vosotros, ni vosotros de nadie, por la noche no cerráis las puertas, tenéis vuestra propiedad segura á cualquiera parte que la llevéis, y estáis ciertos de que ni un gobernante déspota os lanzará de vuestras casas, ni un motín popular pedirá vuestra cabeza. Conservad vuestra sencillez y vuestras costumbres, dejad que pase el espantoso huracán que está tronchando la España, y día vendrá en que los españoles recobrando la sensatez que han perdido, vean en vuestra felicidad un modelo de la que al fin querrán procurarse, cuando las catástrofes y la miseria los convenzan de que la paz es la primera necesidad de los pueblos, y de que no hay sacrificio costoso para alcanzarla.

Ya nadie en la Península ignora cuál es el trage de los mallorquines, y por lo mismo es inútil describirlo; solo sí merece notarse que las mugeres llevan en el pecho y en el talle, que por cierto es tan alto que les quita mucha gracia, cadenas de oro de que cuelgan medallas y otros dijes, y en particular y con profusion cruces de Malta. Los hombres comienzan á bastardear en los pantalones su trage antiguo, el cual unido á las varias posturas que toman les da verdaderamente el aspecto de árabes. Todo esto irá desapareciendo muy lentamente y al mismo paso con que desaparecerán los monumentos y el corte de calles y casas que recuerdan tiempos muy remotos. Hoy cae una casa, mañana se pierde una costumbre, ese otro dia se ingiere una novedad, pero el cambio en el conjunto se va haciendo simultáneamente.

En la casa de campo del señor Zaforteza se ve la misma grandiosidad que en las casas de Palma: todo es ancho, desahogado, vasto , no se nota aquella esquisidad de algunas quintas que hay en varios puntos de la Península , pero se ve la fisonomía del país, de suerte que si esta quinta se pudiera trasportar á cualquier punto del continente, conocería que la han sacado de aquí , cualquiera que hubiese estado en Mallorca. Desde esta casa que está bastante elevada se descubren hacia todos lados bellísimos paisages y una frondosidad que sorprende, pero sobre todo es hermosa la vista del territorio que media entre la quinta y Palma, vista que tiene alguna semejanza con la que ofrece el campo y la ciudad de Barcelona, mirados desde San Gervasio. Sin embargo, ésta es mejor porque la infinidad de árboles que cuajan el territorio, sirven de descanso á los ojos y dan una ventajosísima idea de la fertilidad del suelo, circunstancia que le falta á ese paisage de Barcelona que por mas que se diga está muy lejos de ser un campo ameno, y propiamente hablando, no es mas que un crecidísimo número de casas , derramadas por un terreno seco y falto de riquezas naturales.

El señor Zaforteza nos ha obsequiado con una fina y bien entendida merienda, y á las ocho de la tarde nos ha vuelto á la ciudad en su coche en compañía de su hermano, de otros dos jóvenes de Palma y de nuestro compatricio El Gaité del Llobregat, cuya gaita me parece que no sonaría con menos dulzura á impulsos de las brisas de Son Berga que á los del aire que baja por los valles por donde se desliza el río de nuestra patria.

Algun quebranto ocurrido en la salud de no sé qué cantatriz es causa de que esta noche no haya ópera , lo cual unido al mucho calor que teníamos nos ha aconsejado quedarnos en casa para escribir el diario, y ocuparnos en alguna otra cosa. El diario escrito está , y la hora es á propósito para irnos á cenar y á la cama.

Día 26 de Julio de 1845

Hemos hecho algunas visitas, entre ellas la del señor conde de Montenegro, cuya galería de pinturas he visto muy de paso. Me ha indicado que podia ir á gozar de ella el día y hora que quisiese, y pienso pasar allí un buen rato.

Por la tarde he ido al puerto en cuyo astillero se están construyendo seis buques, tres de ellos de bastante porte. La navegación de esta isla ha adquirido importancia de pocos años acá, de manera que en 1832 ó 1834 no había mas que un buque que fuese á América , y ahora son de cuarenta á cincuenta , y simultáneamente con este aumento ha habido el de buques menores que hacen el comercio con la Península.

En el camino superior del puerto que no tiene mas anchura de diez palmos, y en las desiguales y amontonadas piedras que forman el ancho arrecife que está á su izquierda, había varios grupos de comerciantes sentados en el suelo, cosa que al parecer hacen diariamente. Es singular que hayan escogido este sitio para sus tratos y negocios, prefiriéndolo á la antigua y hermosísima Lonja que tienen perennemente cerrada y que solo sirve en carnaval para dar bailes de máscara. Es regular que si no la tuviesen se lamentarían de ello á voz en grito. ¡Fatal tendencia del hombre á menospreciar lo que posee y á desear aquello de que carece!

Desde la punta del muelle se ve la planta de la ciudad que forma un verdadero anfiteatro, en cuyos dos estremos descuellan dos puntos culminantes sobre uno de los cuales se eleva la magnífica catedral que reposa en el grande terraplén puesto casi á orillas del agua. A derecha é izquierda de la ciudad se presentan á bastante distancia uno de otro , una porción de molinos de viento, que parecen gigantescas centinelas que defienden las avenidas de la capital. Producen un efecto hermosísimo y prolongan el semicírculo que forman los edificios.

Por la noche he estado en el teatro que en verdad es poco concurrido, y como la función era corta he ido un rato al Casino á leer papeles aunque atrasados, como deben serlo el sábado en un pueblo adonde no llegan correos sino los domingos. Cosa es esta que en nuestros tiempos azarosos obliga á que esté uno con ansiedad durante ocho días; si bien para los naturales de la isla es una fortuna no tener en cada semana mas que un día de agitación periodística y noticiera.

Día 27 de Julio de 1845

Es domingo y se nota mas movimiento y ruido en las calles. Por la tarde hemos asistido á un espectáculo que tiene novedad y que en su género es bueno. La función se ha dado en un circo al cual llaman aqui plaza de toros. Está situado en un estremo de la población y entre la muralla antigua y la moderna , de manera que en rigor se halla intra muros y extra urbem. Es perfectamente redondo y forma tres pisos, no puestos á manera de talús cual sucede en todas las plazas de toros, sino perpendiculares. El que está al nivel de la plaza y el siguiente pueden llamarse galería corrida , mas nó asi el tercero que está dividido en treinta y seis palcos. No hay contrabarrera, ni es necesaria, pues toda la galería baja tiene en su parte anterior un enrejado de listones puestos horizontalmente, y es todo lo que se necesita para impedir que acontezcan desgracias. En la plaza caben unas mil quinientas personas. La función de hoy tenia dos partes, á saber, la lucha de toros con perros y la de perros entre sí. Esta segunda se ha verificado después de la del tercer toro , y como se han corrido seis la riña de perros ha sido un intermedio. Los toros son de buena facha y los hay bastante bravos, de manera que algunos serían buenos para toros de plaza. En un recinto que hay tocando con el circo se veian , bien aislados, bien en grupos de dos y tres , pero todos con collar y atados con una cadenilla , hasta cincuenta perros de presa de los dos sexos, de todos tamaños y de varios colores; pero todos ladrando de impaciencia porque conocian muy bien el objeto porque estaban allí. Sin oirlo es difícil formarse una idea de la diabólica é inarmónica algarabía que producían esos ladridos, entre los cuales dominaba el metal bajo y ronco de los perros mas robustos. Salido el toro á la plaza se le sueltan dos perros, y fácil es comprender la lucha que allí se traba, aunque es difícil calcular el ardimiento y la tenacidad con que los perros acometen á la fiera, y persisten en su empeño aun después de pisoteados, de haber dado por el aire mil vueltas, y de estar atravesados por una ó mas cornadas. Finalmente los dos logran hacer presa generalmente en las orejas ó en el hocico, y entonces cede de repente la fiereza del animal , que rendido ó mas bien acobardado, cesa de defenderse, y cuando mas corre cual desatinado, sacudiendo la cabeza y con ella los perros que no por esto le sueltan. Entonces acuden por detras siete ú ocho hombres destinados al efecto, los cuales cogen al toro por la cola y por una pierna, y los amos de los perros corren por otro, y agarrándolos por el rabo y por las piernas los levantan en el aire , y tirando á viva fuerza, á duras penas consiguen hacerles soltar la presa. Retirados los dos primeros perros salen otros dos, con los cuales sucede lo que con aquellos, y por fin otros dos, puesto que á cada toro se le arrojan por lo regular tres parejas.

Este espectáculo aunque parezca monótono presenta grande variedad de lances, que dependen de la ferocidad y destreza del toro y del valor y constancia de los perros. En esto sucede lo que en las verdaderas corridas en que el conjunto tiene grande unidad y las partes son muy varias. Seis toros se han corrido y entre ellos uno verdaderamente bravo y que ya tiene fama; mas es preciso advertir que así toros como perros salen á la plaza distintas veces aunque no en un mismo dia. El resultado sangriento de la corrida ha sido morir un perro y quedar heridos nueve.

La lucha entre los perros es mas feroz, y no se termina hasta que uno queda muerto ó se da por vencido retirándose del campo. Antes de comenzarse esta lucha suben al palco de la autoridad que preside dos hombres inteligentes que son los jueces del campo : los cuales prometen á la autoridad haberse bien y lealmente en su encargo de jueces de la lucha. La autoridad entonces nombra un tercero, perito también , que dirime la discordia si la hay entre los dos primeros. Estos bajan a la arena , describen en el suelo dos líneas que son los puntos desde donde deben soltarse los perros y luego se sientan en cuclillas en un punto cercano al de la lucha. Se presentan los dos perros conducidos por sus respectivos amos, que al estar en el punto fijado les quitan el collar y los sueltan. Esos dos perros que cinco minutos antes estaban en paz, conociendo ahora por instinto á qué los llevan allí se acometen como fieras y azuzados de continuo por sus amos que les andan cerca casi hasta tocarlos, se muerden, se derriban , se hacen presa , con un encarnizamiento y una tenacidad que parecen implacables. Una media hora ha durado la pelea, siempre con el mismo furor, hasta que al fin los dos campeones rendidos de cansancio, jadeando y brotándoles sangre por distintos puntos, parecían darse por hecho , cuando el uno, cuando el otro; mas últimamente el negro se ha retirado del campo. Dos veces los han colocado en el lugar del ataque para ver si el negro acometia al blanco, y aunque en la primera lo ha hecho, en la segunda se ha estado quieto y el blanco lo ha arremetido á él, con lo cual se ha declarado la victoria á favor de éste. El público lo ha aplaudido con entusiasmo, y vencido y vencedor han sido sacados de la plaza en brazos de sus amos y muy maltrechos. La apuesta de los amos era de dos onzas de oro, pero además de esto se cruzaban cantidades de consideración á favor del uno y del otro atleta. Es de notar que antes de comenzarse la lucha cada uno reconoce el perro enemigo, y lo toca y lo huele y hasta lo lame por la boca y por el pecho para conocer si trae alguna untura ú otra cosa cuyo olor ó sabor pueda repugnar á su enemigo. La esperiencia aumenta la cautela.

El pueblo de la clase trabajadora es el único que asiste á este espectáculo, á que tampoco acuden mugeres , y solo van allí de las clases alta y mediana un par de docenas de jóvenes de los que gracias á su buen humor no pierden ripio cuando se trata de cosas que diviertan , ó puedan dar esperanza de proporcionar un buen rato. A algunos de estos señores debo el haber tenido buen asiento en un palco inmediato al que ocupaba el presidente, á quien he merecido la fina atención de que me ofreciera una silla en el suyo.

Insisto en que es difícil formarse una idea de la tenacidad de los perros que arrastrados por el suelo, mil veces pisoteados por el toro, estrujados contra la pared de la plaza, lanzados al aire en el cual dan mil volteretas, y acorneados y sacudidos por esa fuerza terrible que los hace saltar y voltear como una pelota, bañan la tierra con su sangre y apenas han caido al suelo cuando se alzan con furor nuevo, y ladrando de continuo arremeten al toro, le hacen presa y colgados de ella se dejan arrastrar por la plaza y solo á viva fuerza sueltan al animal que quisieran hacer pedazos. Para un par de veces es función digna de verse. En ella como en las plazas de toros ejerce el pueblo la verdadera soberanía, pues vocea á grito herido , pide perros, aplaude y reprueba, con todas las demás demostraciones que acreditan la omnímoda libertad del espectáculo.

Mas en esta soberanía sucede lo que en otras, y sobre todo en las que son ejercidas por muchos, á saber, que la obediencia no siempre es la que el soberano quisiera.

Día 28 de Julio de 1845

Hoy es la fiesta de la beata Catalina Tomasa, santa mallorquina, y por consiguiente día que se solemniza aquí de un modo muy notable. Aunque se ha celebrado la función de iglesia se dejan para el domingo siguiente los regocijos públicos ó fiesta de calle, los cuales parece ofrecen cosas algo raras. Los veremos y diré lo que me parezca.

La justicia exige que recomiende muy eficazmente la fonda de las Tres Palomas, pues es difícil hallar en ninguna parte tanta limpieza en todo y tanta amabilidad en los amos. Además el cocinero tiene el genio de la variedad y la sorpresa, grandes despertadoras del apetito. Estas circunstancias, la reputación que goza de ser la mejor fonda de la capital, y la calidad de muy razonable en el precio la hacen digna de mucho elogio. Ha sido posada de personas de alta clase, de sabios distinguidos y de famosos literatos, y es lástima que no haya en ella la costumbre de las fondas de otros paises, de hacer que los viajeros escriban por sí mismos su nombre y el de su patria en un libro. Si el señor Esteban lo hubiera hecho tendría á la hora de ésta un interesante Album de firmas.

Día 29 de Julio de 1845

La estrechez y tortuosidad de estas calles son un verdadero consuelo para el artista y el anticuario que ven en ellas la fisonomía de siglos pasados, y leen casi el carácter de los pueblos que levantaron las ciudades de este género. Las calles rectas y anchas de las ciudades modernas probarán si se quiere lujo y otras necesidades sociales: pero nada son para el artista ni para el anticuario, y su uniformidad no podrá nunca sugerir grandes inspiraciones.

Mas al recorrer las de Palma, á que casi forman techo los aleros de las casas, y que por lo mismo quedan frescas y sombrías; al verlas sumidas en silencio y soledad profundos; al observar solo en frente de tal cual puerta una vieja que está hilando ó una muchacha que hace dormir á un niño desnudo ó en camisa; al contemplar las tiendas pequeñas y desiertas en que no hay nadie que compre ni nadie que venda; a! notar estas casas inmensas, que de cuando en cuando interrumpen la uniformidad de los edificios humildes; al ver sus vastos y desmantelados patios, el coloide rosa seca de sus paredes esteriores, estas grandes ventanas en cuyo centro hay una elevada columna que mas que sostén es objeto de adorno y de armonía: al ver todo esto se despiertan dormidos recuerdos, acuden á la memoria añejas leyendas, y difícilmente se convence uno de que se halla en España y en mitad del siglo XIX. El europeo acostumbrado á esas ciudades comerciantes y fabriles en que todo es agitación y ruido, en donde giran en cada casa ruedas y tornillos de máquina, en que el espíritu de especulación lleva inquietos á los habitantes, en que se ve hormiguear la gente por la calle, en donde se confunde el ruido de las cajas de guerra con el rodar de carros, el correr de los apresurados ciudadanos, el precipitado y alto hablar de los que tratan negocios de tráfico, y ese indefinible rumor que producen los pasos y el agitarse de millares de personas; el europeo acostumbrado á todo eso se queda estático al transitar por las calles de este pueblo en muchas de las cuales no hay otro ruido que el de sus botas. Palma es una ciudad de Europa, pero no una ciudad europea de nuestro siglo. Es un pueblo sui generis, un pueblo que fue conquistado y del cual el conquistador arrojó á los vencidos, cuyo vacío aun no ha podido llenarse.

La población es de cuarenta mil almas, y para que hubiese un movimiento igual al de otras ciudades de su importancia debiera haber á lo menos ciento veinte mil, puesto que su área es tan grande como la de Barcelona. Sus largas, rápidas y tortuosas cuestas le dan un aire particular, sus templos puestos casi todos en los puntos mas elevados y solitarios le imprimen una fisonomía que en vano se busca en otra población alguna.

En la parte de la ciudad que media desde el Borne hasta la plaza de Cort y en las inmediaciones de ésta se nota un poco mas de vida , pero apenas se ha atravesado el Borne ó pasa uno al otro laclo de esa plaza, de repente se halla con esa soledad y con ese silencio que son un rasgo distintivo de este pueblo. Y al mismo tiempo esa soledad y ese silencio no son melancólicos, son imponentes; no espantan pero asombran, no sumergen al entendimiento en la apatía de la muerte, sino que aconsejan la contemplación y por fuerza obligan á recorrer con la mente una serie de siglos para hallar el día en que comenzaron esa soledad y ese silencio. La ciudad entera es un documento histórico, pero sus páginas terminan en el siglo XVI. Si nuestros abuelos volvieran al mundo casi en ninguna ciudad de Europa hallarían los sitios en que vivieron; mas si resucitaran los pundonorosos y valientes mallorquines del siglo XVI todos encontrarían su patria y su casa del mismo modo que la dejaron. No hay en ellas otra cosa moderna que los habitantes, y al ver el trage de algunos criados aun pudieran tomarlos por los mismos que les sirvieron.

Día 30 de Julio de 1845

No hay nadie que haya vivido en Barcelona durante el verano qne no se queje y con razón del calor de las noches, pues su atmósfera pesada y húmeda y su calma absoluta las hacen mas calurosas que el día. En Palma sucede todo lo contrario. Por lo común el día está pesado y húmedo con un calor pegajoso que da angustia; mas apenas se acaba la luz cuando se desvanece esa neblina, sopla el aire, y á las 9 de la noche ya el cielo está limpísimo y el ambiente fresco. No me canso todas las noches de contemplar este cielo brillante cual se ve en la Península cuando después de las lluvias sopla un cierzo violento. De cada vez se comprende mejor con cuánta razón los mallorquines durante el verano guardan para la noche las fiestas de casa y las de calle, y por qué son aficionados á retirarse muy tarde como se observa hasta en la clase trabajadora.

En honor de la verdad hay para esto de retirar tarde otro motivo que por cierto no es recomendable. En todas partes del mundo el que se acuesta tarde no se levanta temprano, y como los hombres que viven del trabajo tienen que madrugar se recogen presto, nó sin que en verano les duela meterse en un cuartito caluroso y abandonar el agradable fresco que entonces tanto se apetece. Pero la necesidad es imperiosa y el recuerdo de que al día siguiente hay que volver temprano á la tarea obliga á nuestros trabajadores á encerrarse en casa cuando muy gustosos recorrerían las calles como lo hacen los mallorquines, obsequiando con músicas á las muchachas y luciendo sus agudas voces en una especie de jota degenerada pero que tiene muy mucha gracia. Todo esto significa en buen romance que los mallorquines no son grandes trabajadores, y así es la verdad. Reflexionando imparcialmente no debe admirarnos, en primer lugar porque es achaque común de los hombres de todos los países muy fértiles, y en segundo por que las gentes sobre todo las del campo tienen poquísimas necesidades.

Nuestros trabajadores comen bien y en cantidad bastante; los de Mallorca comen mal y en cantidad corta, y para comer así no es menester gran trabajo. En último análisis es preciso convenir en que el hombre trabaja por fuerza, y por esto el que tiene con que subsistir trabaja poco ó nada. Partiendo de estos principios ciertos, en igualdad de circunstancias aquel hombre trabaja mas que necesita ganar mas para satisfacer sus necesidades, y aquel trabaja menos cuyas necesidades son menos. Se encomia y con razón la laboriosidad de nuestros paisanos; pero si nuestro país fuese tan fértil y nuestros trabajadores se contentaran con comer menos y manjares de peor calidad, y con vestir mas humildemente, no es una temeridad dar por seguro que no trabajarían tanto. Verdad es que ocurre la duda de si la poca laboriosidad de los mallorquines es efecto de su parsimonia, ó si ésta es un resultado forzoso de su poca laboriosidad; mas esta duda, atendidos el carácter, la honradez y las buenas costumbres de estas gentes, debe resolverse por el primer estremo. Por esto pues no me parece justo calificar de holgazanería como algunos lo han hecho esta falta de actividad, y el poco amor al trabajo que se nota en estos hombres, si se los compara con los catalanes, sino á la fertilidad del país y á las moderadísimas exigencias de la clase trabajadora.

Fue compañero nuestro de viage desde Barcelona acá y lo es de fonda un comandante graduado del ejército de ultramar y que ha venido á esta isla con carácter de capitán de bandera á fin de reclutar mozos para enviarlos á América. Es hombre de 30 años de edad, andaluz, sirve desde niño, ha hecho en España toda la guerra de sucesión, terminada ésta se fue á América, tiene muy buena hoja de servicios y es un verdadero oficial tipo. Le vemos y le oímos todos los días y su vista y sus palabras nos recuerdan los buenos tiempos del coronel Delmare, héroe de una de las novelas de Jorge Sand y que en su juventud habia sido en el ejército francés un oficial modelo. Nuestro capitán sabe de memoria las ordenanzas y la táctica, pero de tal manera que no hay niño de la escuela que decore mejor la tabla de multiplicar y el padre nuestro. A esto agrega las reales órdenes y cédulas relativas al ejército y todas las órdenes superiores que hablan con la tropa.

Día 31 de Julio de 1845

Hemos insinuado al señor Esteban (que asi se llama el buen fondista de las Tres Palomas) la costumbre que hay en algunas fondas del estrangero, especialmente en Bélgica y Holanda, de tener un libro donde todos los pasageros escriben por sí mismos su nombre y su patria, lo cual con el tiempo viene á formar un curioso Àlbum en donde entre muchos nombres oscuros descuellan algunos ilustres que hacen honor á la fonda y halagan el amor propio de los que van á hospedarse en ella. Estaba trabajando en el cuarto á media mañana cuando se me ha presentado el señor Esteban con un libro blanco en la mano pidiéndome que le hiciese el gusto de encabezarlo con mi nombre. A mucho honor he tenido colocarme in capite libri; mas si la continuación no es mejor que el exordio el álbum valdrá poca cosa.

Yo no sé si allá en su imaginación el señor Esteban ha gozado ya con la halagüeña esperanza de ver inscritos en su libro algunos ilustres apellidos de los que figuran en las aristocracias de la cuna, del dinero y del talento, esperanza que no sería una temeridad porque son muchas las personas de cuenta que visitan la isla; pero hay de cierto que bien sea la dicha esperanza, según me complazco en creerlo, ó bien otra causa cualquiera, el señor Esteban que es simultáneamente el amo de la fonda y el artista culinario, ha tenido hoy inspiraciones felices y nos ha dado una comida verdaderamente artística. Para que la olvidemos es preciso un nuevo y grande esfuerzo de ingenio que bien lo aguardamos de quien hoy nos ha ofrecido una convincente prueba de sus recursos.

Por la tarde he paseado con algunos caballeros por la muralla de tierra, lugar solitario, triste y destinado al parecer, como sucede en Barcelona, á gente madura y retirada del bullicio del mundo. La muralla es mucho mas alta que la de Barcelona , con ancho foso; pero el terraplén es angosto. Desde él se descubre una vasta campiña en que hay pocas casas de campo, pero que en compensación es fértilísima y está muy poblada de árboles. Veo á lo lejos una alta cordillera cuya cima estaba hoy cubierta de espesa niebla, y desde la cual venia un aire húmedo que es un fatal percance de esta isla, como lo son las aguas estancadas que hay en algunos puntos de ella en donde se sufren tenaces calenturas. Según noticias ahora se está formando una compañía con el objeto de secar uno de estos pantanosos terrenos.

Por la noche hemos estado á ver la ópera Saffo, pero el calor es tanto y el concurso tan poco que en realidad fatigan tres horas de teatro. La poca población de Palma y esta especie de inercia que se nota en todas partes causa una novedad muy grande y desagradable á los que estamos avezados á la espesedumbre de personas y á la actividad y agitación de una ciudad populosa, fabril y comerciante. Para la felicidad de la vida es indudablemente mejor esto, pero la costumbre que se convierte en nosotros en segunda naturaleza y en necesidad casi imprescindible hace esta mansión triste para el recién llegado. Esta igualdad que tienen entre sí los dias, este ver siempre los mismos rostros, este ir á los mismos puntos, esta falta absoluta de novedades, esta monotonía universal cansan, angustian, matan. Aquí no hay una riña por las calles, aquí no corren ni apedrean los muchachos, no hay un saltimbanco, no hay un ciego que con su destemplado violín y voz de carraspera reúna en torno suyo un corro de chicos, criadas y soldados, no hay un vendedor que grite por las calles, no hay carros que las atraviesen, los coches no hacen ruido, no se ve un bautizo, un casamiento, un viático ni un entierro, no hay un caballo que trote, no pasa tropa que vaya á hacer el ejercicio, no se oye la caja de guardias que se relevan, no hay un saboyano con organillo, no hay un francés que toque una arpa , ni que grite si quieren afilar cuchillos, componer paraguas ó limpiar chimeneas, no se oyen campanas sino es en un día de gran fiesta, no rueda un carretón, nadie grita si quieren componer sillas, barreños ó tinajas, ó vender trapos ó hierro viejo; los muchachos no juegan á soldados, con tantos naranjos y limoneros no hay uno que venda naranjas ni limones por las calles, no se oye un pobre que con su lastimero y sabido discurso interrumpa el silencio, los cocheros no hacen chasquear el látigo, y creo que el único ruido que hay en Palma es el que hacen tres cerrajeros que viven en frente de esta fonda y otros dos que viven cerca.

Este silencio y esta monotonía hacen percibir el paso del tiempo; en las ciudades populosas los días vuelan, aquí son duraderos; una semana es un mes, un mes es un año, y en igual tiempo los hombres viven aqui como diez veces nosotros. ¡Ay del que sufre en esta tierra en que cada minuto hace sentir su duración! Ya sé yo que esta novedad desaparecerá dentro de poco, y que sabré apreciar todo lo que valen este silencio y este sosiego; mas como me he propuesto pintar las cosas cual me van pareciendo, porque solo así se pinta la verdad, digo la sensación que ahora me causa esta quietud que tanto contrasta con el estruendo de Barcelona. Por una razón contraria el mallorquín que allá vaya debe en los primeros dias estar aturdido, atolondrado, agobiado por tanto movimiento y por tanto ruido. En un mes se acostumbrará á aquello, en un mes me acostumbraré yo á esto, y acaso antes, porque el silencio es mejor que el rumor y la gritería.

Día 1 de Agosto de 1845

He pasado media mañana en casa de D . Joaquín Maria Bover literato y anticuario de esta. Tiene algunas cosas buenas en objetos de antigüedades y de historia natural, ediciones raras y antiguas, manuscritos y otras mil curiosidades, pero lo mejor es su monetario romano compuesto de dos mil quinientas medallas, imperiales, familiares y municipios. Posee algunas muy raras, y muchas perfectamente conservadas, debiendo notarse que todas ellas han sido encontradas en la isla. Hasta hace pocos años el señor Bover era uno de los poquísimos aficionados á la arqueolojía, mas ahora el número es crecido, y de cada dia se hace mas difícil que cada uno de ellos aumente su colección respectiva. El señor Bover me ha regalado algunas cosas que estimo mucho y que harán su buen papel en mi museo.

Comenzamos á ocuparnos de nuestro viage por la isla, pues hay que combinar distancias, días, y fiestas mayores de algunos pueblos con el favor que me dispensan algunos de los finísimos y obsequiosos caballeros á quienes he venido recomendado y que desean hacerme ver sus casas de campo. De veras que es una combinación difícil y de la cual no sé cómo saldremos. Por fin en dos largas sesiones con uno y con dos mallorquines hemos arreglado el itinerario para una correría de trece dias, en la que veremos lo principal de la isla, y aun algo mas.

Notarán mis lectores, si es que llega á tenerlos este diario, que en los días que llevo en Palma apenas he visto cosa alguna de las que llaman la atención en ella, y el no haber ocupado mi atención en ello me ha hecho observar algunos rasgos de carácter y algunas costumbres de la capital que apuntaré según las he ido anotando, por lo cual no es de estrañar que en su esposición falte orden.

Antes de ahora he encomiado la sencillez y buena moral de este pueblo, y á cada paso hallo nuevos documentos con que justificarlas. En la isla no hay ladrones, y por esto un robo es cosa rara, y un asesinato rarísima; de manera que solo acontece de muchos en muchos años, y es un suceso que conmueve y horroriza á la isla entera. Todas las personas sensatas deploran con dolor el asesinato del general Aymerich , no solo por lástima hacia la víctima, sino porque lo consideran cual un borrón que la capital se echó encima y de que temen no se lavará nunca, sin embargo de que la opinión general da por sentado que los asesinos eran forasteros.

Pais es este donde trastornan á todo el mundo hasta las muertes ordenadas por la ley, de suerte que habiendo sido fusilado pocos meses atrás un carabinero por sentencia del tribunal competente, en el día de la ejecución salieron de !a ciudad un crecidísimo número de personas: no ya por no ver la muerte, sino por el recelo de oír los tiros que debían acabar con la vida de aquel desgraciado. Compárese esto al ansia con que la clase popular de muchas ciudades de la Peninsula acude á ver las ejecuciones de muerte, cual si fuera á un regocijo público y perjudicándose en los intereses puesto que pierden medio jornal; compárese digo lo uno con lo otro, y véase si no es cierto que aquello interesa y conmueve y esto entristece y desconsuela. Es tal la bondad de la gente de este país, que las personas sensatas dicen que los que vienen malos del continente aquí se curan o se mejoran al menos. Si esto es cierto, la isla podría apellidarse hospital moral y sería el mejor epíteto á que pudiera aspirar un pueblo.

El que en esta ciudad pierde cualquiera cosa, aunque sea dinero, basta que lo anuncie en el diario para que se le devuelva, y si él descuida hacerlo, lo verifica el que ha encontrado la cosa perdida. En el continente causa risa y lástima la simplicidad del que avisa en el diario que ha perdido dinero, y que dará una parte de él y una gratificación al que lo devuelva. Son allí muy pocos los que teniendo el todo lo ceden para que les regalen una parte. Aquí esto se llama robo, y aunque la conciencia de los continentales lo califica de lo mismo, los vicios gritan allí con voz tan recia que harto á menudo sofoca la de la conciencia.

Los comestibles son muy sustanciosos, buenos y mucho mas baratos que en Cataluña. Las bebidas frías de los cafés son baratísimas y escelentes, y lo mismo las pastas, particularmente las famosas ensaimadas, que literalmente significa mantecadas, de las cuales se hace aquí grandísimo uso y alguna esportacion á varios puntos de la Peninsula. El agua no es lo que la isla puede encarecer con mas fundamento, el vino que por lo general se vende para pasto, es espeso, porque le echan mucho yeso, y tiene un sabor poco agradable, por cuyo motivo se hace uso del de Mahón que es ligero, claro, limpio y de sabor bastante grato. A pesar de esto, hay aquí vinos muy buenos, y merecen mentarse el Albaflor, el Giró, el Mollar y el Pàmpol rosat, de mucha fuerza los cuatro, pero dignos de figurar en la bodega de cualquier mojón, aunque como se deja entender en calidad de vinos clásicos.

La aristocracia, que en esta capital es numerosa y muy antigua, conserva con religiosidad los escudos de armas y el rango, pero es sumamente franca y amable con las clases inferiores, y no hace sentir su superioridad ni aun á los criados que la tratan con un respeto hijo del amor, y no de la opresión ni del miedo. Hay familias cuyos criados sirven en la misma casa desde una larga serie de generaciones, de manera que pueden competir con los mismos amos en antigüedad de linage. Por lo común los criados nacen, viven y mueren en la misma casa, lo cual hace la apología de ellos y de sus amos. He oído repetir en la Península que la clase alta de Palma vivía entregada á los vicios, y esto es una falsedad inicua, pues indudablemente los vicios son aquí muchos menos que en las ciudades del continente que pertenecen al rango de Palma, y es muy de notar que las personas de alta clase generalmente tienen buena biblioteca, leen mucho, están al corriente de la marcha que siguen las letras en las primeras capitales de Europa, y aunque no se hayan dedicado á una carrera literaria tienen bastante instrucción. Con tales antecedentes no pueden ser muy viciosos.

Es una cosa si se quiere de poca importancia, pero que no deja de tener su novedad, que cuando un joven y una muchacha de la clase popular se quieren y salen á paseo hablando de sus amores, van cogidos por el dedo meñique de la mano derecha el uno y de la izquierda el otro; y detrás de los dos sigue sola con los brazos cruzados, á cuatro ó seis pasos de distancia, y á veces rezando el rosario, la madre de la muchacha. También suelen ir cogidos por los meñiques dos amigos de esa misma clase que vayan á paseo. Entre los amantes hay en esta costumbre mas pureza que en ir cogidos del brazo, y mas ternura que en ir enteramente separados.

Día 2 de Agosto de 1845

Esta tarde hemos ido á tomar un baño á uno de los cuatro establecimientos que de ellos hay en esta ciudad. Los tres son de agua dulce y el otro de agua del mar, construido este verano fuera de la puerta que da al muelle. Consiste en una larga barraca que contiene un corredor y á la derecha de él los cuartos de los baños. Todo ello es de madera y necesita mejorarse. Los baños en que hemos estado se hallan cerca de la catedral, no hay mas de ocho y se entra á ellos por un pórtico de orden dórico. Hay también un jardincito, todo el establecimiento es una cosa en miniatura pero muy lindo y limpio. Los cuartos están bien arreglados, las piscinas son de un jaspe del pais muy parecido al que en Tarragona llaman de Santa Tecla, y cada baño no cuesta mas que tres reales veinte mrs. y aun los hay de dos reales. Seguramente la mitad de estos baños son inútiles, puesto que aquí es general costumbre aun en el bello sexo bañarse en el mar, para lo cual hay sitios á propósito. No será estraño que esta costumbre se vaya abandonando para adoptar la de ir á las casas de baños que acaso no son tan eficaces para la salud pero indudablemente son mas cómodos.

A la hora en que escribimos que es á poca diferencia la de las diez de la noche, está dando las badajadas de costumbre la campana de la torre llamada den Figuera. La torre y la campana merecen dos líneas. La primera está hoy aislada, aunque inmediata á la casa llamada den Figuera en la bajada de Santo Domingo. Formaba parte de la Alcazaba, ó sea fortaleza interior, á que se da aquí el nombre de Almudaina. Es antiquísima y á principios del siglo XIV la vendieron á los jurados de la ciudad los frailes dominicos á cuyo convento estaba unida. La campana de que se trata es del siglo XIV. Antiguamente había en la torre un reloj diurno y nocturno separadamente, es decir, que marcaba por el número de las badajadas las horas que iban trascurridas desde la salida del sol, y comenzando nueva cuenta una hora después del ocaso iba señalando las que transcurrían de la noche. A las tres horas después de puesto el sol daba las campanadas que se llamaban de la Queda, esto es, de la quietud, silencio, reposo, á la manera del antiguo Couvre-feu de los franceses, y se llamaba también Seny del Lladre porque después de dar esas campanadas la justicia podía coger como sospechoso de ladrón á cualquiera que fuese por la calle. Servía antiguamente para tocar á fuego, para tocar alerta cuando había ladrones, y para convocar á los vocales del gran Consejo general de la isla, que tanto vale como Cortes de ella. Esto me recuerda la campana que todas las mañanas de los días de trabajo convocaba á los escolares á las aulas en la Universidad de Cervera, y que en otra época sirvió para un objeto análogo al último que he indicado. Cuando en el año 1821 se derribó en Palma el edificio de la Inquisición, el reloj que en él habia fue trasladado á la torre den Figuera en sustitución del anterior, y es el que hoy existe, advirtiendo que esa secularia campana es la que da los cuartos. Hoy se continúa tocando la Queda tres horas después del ocaso; pero ese toque solo sirve para recordar al anticuario la remota época en que se estableció, época en que los hombres ateniéndose mas estrictamente que ahora á la repartición natural del día juzgaban que era bastante estar dispiertos y andar por la calle tres horas después de haberles la naturaleza aconsejado el sileucio y el reposo con dejarlos á oscuras. Hoy sirven de poco ese consejo y esa oscuridad, porque en Palma acaso mas que en ninguna otra ciudad de su quilate son aficionados á las funciones nocturnas.

Convengo en que la campana den Figuera no sirva de señal de alarma contra los ladrones porque en Mallorca no los hay, y si los hubiera la campana les serviría de aviso para escaparse, y convendría en que no tocara la Queda porque nadie le hace caso y no sirve sino para acumular diariamente un desaire á los que ya tiene recibidos, pero me duele y muy de veras que se haya sustituido un reloj común y que no tiene mérito alguno al otro antiquísimo y original, que por su rareza, cuando mas razón no hubiera, merecía conservarse. Ese prurito de echar abajo todo lo antiguo me hace el mismo efecto que la bárbara costumbre que se conserva aun en la Malasia y en otros pueblos incultos de dar muerte á los ancianos. De la misma manera que se puede preguntar á los jóvenes de aquellos pueblos, ¿y qué? ¿algún dia no seréis vosotros viejos? Así podría decirse á los destructores de nuestros tiempos: ¿Y qué?, ¿no os irritaríais si vieseis que se arruinan las obras que os envanecéis de haber levantado?

Día 3 de Agosto de 1845

Guiados por el apreciable D. Jaime Conrado hemos ido á ver la casa de la ciudad, monumento edificado por los jurados del reino en el siglo XVII y cuya fachada es magnífica é imponente, y en ella llama la atención de un modo muy particular el alero que vuela mas de diez y seis palmos y no parece sino un dosel del edificio. Ese inmenso alero le sostienen once cariátides apoyadas en otras tantas ménsulas separadas por florones. Lo demás no tiene nada de particular, antes hay en la fachada notables desproporciones que poco pueden agradar á los artistas. Tiene el ayuntamiento dos salas en que reunirse, una para el invierno que es chica y como un cuarto cualquiera, y otra para el verano que es grandiosa , no mas que por el tamaño. En la primera hay un buen cuadro de Wan-Dych que representa el martirio de san Sebastián. Es pieza como suya, de dibujo correcto, y de aquel colorido en las carnes que hacen de ese célebre artista un hombre aparte. Algún otro cuadro hay que no es malo, y entre ellos el martirio de san Cabrit y san Bassa, que no tanto llama la atención por su mérito artístico, como por el hecho patriótico que recuerda á los mallorquines, y en el cual es creible que entre la parte histórica hay envuelta mucha fábula tradicional. Me ocuparé de ello. En la sala grande ó sea de verano están colgados de las paredes un crecido número de cuadros que son retratos de los varones ilustres en letras, armas y virtudes que ha tenido la isla, á cuyo frente está el retrato de cuerpo entero del Conquistador D. Jaime: idea por cierto piadosa, magnánima y que sirve de estímulo á los modernos, y es otra prueba de la veneración conque los mallorquines miran á sus antepasados.

Estos cuadros adornan en nuestros tiempos la fachada de las Casas consistoriales en los dias de gala; y hasta hace algunos años la adornaban en el día del aniversario de la conquista que se celebraba con la función pública llamada Colcada ó sea cabalgada, cuya función está minuciosamente descrita en mi libro Las revueltas de Cataluña ó el Bastardo de Enteriza, obrilla que ha tenido en Mallorca mas fama de la que merece, y bien sé yo el por qué.

En seguida hemos ido al antiguo Colegio de los Jesuítas llamado Montesión, edificio de pésimo gusto barroco, como todos los de su tiempo, y que acaso solo debe mentarse por la capilla en que está el sepulcro del jesuíta el beato Alfonso Rodríguez, construida toda ella de variados y hermosos jaspes del país, y que sería un monumento muy regular si la profusion de adornos propia del gusto de la época en que se hizo no echase á perder toda su grandiosidad y buen estilo. He dicho que acaso solo merecería mentarse por dicha capilla; pero ademas es digno este edificio de que se mencione porque hay en él una biblioteca. La base de ella es la que tenían los jesuítas; pero se han añadido libros de los conventos suprimidos que se salvaron sí nó de la rapacidad al menos del abandono y de la incuria de los que debieran ocuparse de recoger ese precioso tesoro en el momento de la supresión de los regulares. La biblioteca que era de los jesuítas está corriente y bien arreglada; pero los demás libros hacinados en corredores, revueltos en algunos cuartos, tirados por el suelo, rotos, llenos de polvo y convertidos en pasto de ratones causan lástima, si ya no dispiertan justo enojo. Sin embargo parece que hay bibliotecario , y si no puede culparse al actual, pues á lo que parece lo es desde poco tiempo, son dignos de grande vituperio sus antecesores, porque debieron haber arreglado eso ó dimitido el cargo. El abandono de esta multitud de libros no hace mas que añadir un guarismo á los infinitos abandonos de la misma clase que por desdicha se ven en España. Líbreme Dios de decir las cosas que al pensar en esto me ocurren.

En las dos salas del mismo edificio hay algunos cuadros de Fr. Joaquin Juncosa, traídos aquí desde la cartuja de Valdemossa, y que como nada han sufrido están bien conservados. Parece que el número de ellos era mayor hace diez años y se ha disminuido por via de encantamento.

Desde Montesión hemos ido á ver unos baños árabes que se conservan en una casa particular. Su estilo y forma general son los de los baños árabes que dos años hace tuve medio de ver en el convento de monjas Capuchinas de Gerona; mas aquellos son mas grandiosos é infinitamente mas elegantes, subsiste en el centro la piscina y están bien conservados. En estos no hay piscina pero se conoce el sitio que ocupaba. Tampoco hay en torno el banquillo de piedra que se ve en los de Gerona. Estos de Palma convertidos hoy día en cuarto de coladas, negros á causa del humo, y asquerosos, son simultáneamente un recuerdo de los tiempos pasados y un testimonio de la incuria de los presentes. Este monumento, único aquí en su clase, y de los poquísimos que quedan de su época, bien merecería una ojeada de compasión del dueño de la casa ó de sus habitantes. No es intento mío exigir que todo el mundo sienta por antiguallas esa veneración y amor propios solo de los arqueólogos y de los artistas, porque esto seria una locura; mas bien puede uno reclamar para ellas la compasión de los hombres. Por fortuna la mayor parte de estas cosas antiguas se bastan a sí mismas, pues por sí solas se conservan; y para que el artista y el anticuario puedan disfrutarlas basta que se las deje olvidadas. Pero los hombres no se contentan con esto sino que las destruyen, y si ocurre las profanan dedicándolas á objetos innobles y envileciéndolas sacrilegamente. Convertir estos baños en cuarto de coladas es lo mismo que vestirse un manto real y cuajarse los dedos de sortijas para fregar los platos. Cualquiera comprende que esto es una profanación, sin necesidad de ser anticuario ni artista; basta ser hombre.

Tenemos ya dispuesto todo lo necesario para el viaje, alquilados tres mulos que por una corrupción diabólica se llaman aqui bistis, y contratado también el mozo ó sea misatje, que por cierto es José Company, apodado Trinch, tenido por uno de los mas famosos Cicerones de la isla , y cuyas narices pudieran servir de modelo para la descripción de las de Tome Cecial si viviera Trinch en tiempo del buen Cervantes. La salida será á las cuatro de la madrugada de pasado mañana martes, que nó por ser día reputado aciago tememos que nos augure un mal viaje.

Dije el domingo pasado que sin embargo de ser aquel día de la santa mallorquina la Beata Catalina Tomasa solo se celebraba en él la fiesta de iglesia y que la de calle se guardaba para el día de hoy, ó por mejor decir para su noche. En efecto, á las diez de ella sale de enfrente de la iglesia de las Magdalenas un carro triunfal que discurre por varias calles hasta las altas horas de la noche, como suele decirse ahora , no sé con qué autoridad ni con que fundamento. El carro y su cortejo bien merecen cuatro líneas. Después de la acostumbrada vanguardia de muchachos viene tirado por un caballo un carro en que van dos hombres con hachas de viento, otro tocando el tamboril, y otro haciendo oir i soliti sospiri de las cherimías. Este carro contiene además gran cantidad de hachas de viento que sirven para proveer á los que detrás vienen y son de veinte y cinco á treinta entre hombres y muchachos, montados en caballos y en uno que otro asno, y con su correspondiente hacha de viento cada uno. El trage de los ginetes no pertenece á ninguna época á puro de pertenecer á todas; mas sin embargo los dominantes son un mal trage turco y otro no menos malo de principios del siglo XVII.

En medio de los raros caprichos que con esto se cruzan había un ginete medio vestido de indio, con el rostro y pecho pintados de negro, y con un huevo de gallina colgado de cada oreja. Detrás de esta olla podrida viene un grande carro triunfal cuya testera es muy alta y que va tirado por seis mulas. El jokey y el cochero llevan un trage indefinible y que no pertenece absolutísimamente á ningún siglo, pais, ni rango social; y de en medio de esa confusion solo se deslinda un parodiado sombrero chambergo con una pluma de gallo por adorno. Dentro del carro van cuatro muchachos vestidos de turcos y alumbrando con hachas de cera, diez ó doce con una especie de túnica blanca ó de color morado, banda de seda y corona de laurel, de los cuales unos tocan el violin y otros cantan, con voz chillona y con esa rara distracción é indiferencia con que suelen cantar los chicos, uno ó dos versos de villancico en cada una de las frecuentes paradas que hace el carro. En el penúltimo asiento de él van dos muchachos vestidos de ángeles, y en el postrero y mas elevado escalón que no está menos de catorce palmos sobre el nivel del suelo, va rigurosamente vestida de aldeana la niña que representa la Beata y cuya edad no pasa de ocho á nueve años. Siguen al carro dos ginetes con sombrero chambergo y cierra la marcha la bulliciosa muchachería jaspeada con tal cual mancebo que ya peina barbas. El conjunto es grotesco y nada bonito, á lo cual se añade que los ginetes van agrupados como les da la gana; el carro se para muy á menudo, corre luego como desesperado, y en todo se nota una absoluta falta de orden. Los mismos mallorquines convienen en que es una bogiganga, pero á título de popular se perpetúa y de cada año va haciendo un contraste mas chocante con las actuales costumbres.

En la entrada de la calle de San Jaime que conduce á la iglesia de las Magdalenas hay un grande tablado y en él una música militar que aumenta la diversion pública. En toda la calle hay en una y otra acera las correspondientes sillas ocupadas por hembras de todas clases, á la manera de lo que dije hablando de otra función de calle, y no faltan tampoco luces colgadas de las paredes, hombres que pasean y sus correspondientes mesas de avellanas, cebo por cierto muy poco suculento y que sin embargo es el que los mancebos regalan á las muchachas en tales fiestas. La de hoy parece que es la principal entre todas las de calle, y en verdad que se nota mas movimiento, y que el Borne que está inmediato á la calle de la festividad se ve esta noche mas favorecido de lo que suele estarlo.

La broma parece que durará hasta la una á lo menos, y aunque concibo muy bien que la gente del país puede divertirse tres ó cuatro horas, para un forastero con media basta, porque después de ella no ofrece eso novedad alguna. Paseen pues, ríanse, compren y coman avellanas, enamoren ellos y déjense querer ellas mientras que yo lo doy todo por sabido y visto.

Día 4 de Agosto de 1845

En la segunda visita hecha hoy á la catedral, he admirado mas y mas la pasmosa esbelteza de este edificio. Me han enseñado el esqueleto del rey de Mallorca D. Jaime II, el cual está mucho mejor conservado que el de su padre D. Jaime el Conquistador, que vi hace dos años en la capilla del Corpus Christi de la catedral de Tarragona. Ni uno ni otro tienen muela ni diente alguno, y esta falta no tanto se debe á los años que cuentan, como al afán de los anticuarios por conservar una prenda que haya pertenecido á personas memorables. El gusto de contemplar los restos de este monarca se ha menguado no poco al ver su andrajoso vestido, que desdora á Mallorca, no menos que la indecente caja de pino en que está encerrado dentro de la urna. El respeto que se debe á un cadáver y la consideración de que es digno un monarca de la isla hacen deplorar este abandono, que si no es criminal, bien merece por lo menos el dictado de vituperable. Juzgo que el hacerle un rico ataúd y un trage cual á su rango corresponde será cosa del real patrimonio, y si el gefe que este tiene en la isla lo hiciera presente á su augusta Reina no permitiría esta Señora que yaciese como un pordiosero un rey que pertenece á su familia. Duéleme decirlo, pero la vista de este cadáver en el estado en que le tienen da de nosotros una tristísima idea.

En vez de la grande araña que suele colgar en el crucero de las iglesias, hay en esta catedral un armatoste hecho con barras de hierro que tiene exactamente la figura de una nasa de pescador, y en el cual hay fijados por la parte esterior y por medio de aros de alambre, trescientos sesenta y cinco vasos de vidrio. Cuéntase que esta especie de araña estaba en la principal sinagoga que los judíos tenían en Palma. Aun es necesaria otra visita á esta iglesia para que me enseñen sus reliquias y alhajas.

Salido de la catedral me han acompañado á ver la Lonja, magnífico y hermoso edificio al cual bien puedo yo consagrar algunas líneas en este diario cuando ocupó largamente la atención del sabio Jovellanos, quien en 1807 escribió de él una carta histórico-artística. Esta obrita ha sido reimpresa en 1835 por orden de la junta de comercio de la isla, cuya corporación me ha hecho la honra de regalarme un ejemplar junto con las láminas que representan la fachada principal, la planta, el corte por largo del interior y la fachada que mira al norte; sacado y grabado todo ello por disposición de la misma junta. Este regalo, las palabras que el secretario ha escrito en la portada del libro, y el modo como me ha recibido el tribunal de comercio que casualmente estaba reunido, son tres obligaciones que aumentan en gran manera el peso de las que en Palma voy contrayendo.

Con la carta de Jovellanos en la mano, á poca costa puedo llenar la página que con justo título reclama la Lonja. El proyecto de edificarla fue contemporáneo de la conquista, puesto que D.Jaime I con privilegio espedido en Barcelona en 22 de agosto de 1246 concede en censo á Ferrer de Granada la plaza inmediata á la puerta del mar con el objeto de construir en ella una lonja y hospedería para uso de los mercaderes. El señor Jovellanos deduce de algunas palabras del mismo documento que el proyecto databa del año 1232 en que estuvo aquí D. Jaime. La obra sin embargo no se comenzó entonces , ni en los dos siglos siguientes, hasta que en 23 de marzo de 1409 los mercaderes sacaron privilegio del rey D. Martin de Aragón para formar colegio y percibir sobre las mercancías un derecho, parte del cual se destinó á levantar la fábrica.

No ha podido averiguarse cuándo ni quién le dio principio, pero en 11 de marzo de 1426 el colegio de mercaderes formalizó contrata con el célebre arquitecto Guillermo Sagrera, quien se obligó á continuar y concluir la Lonja, comprendida la parte ornamentaria, en el término de quince años y por el precio de veinte y dos mil libras de reales menudos de Mallorca. El tenor del documento da que sospechar si el mismo Sagrera hizo el plan y comenzó el edificio, mas no está la cosa tan clara que pueda establecerse como dato fijo. Lo cierto es que salvos pocos accesorios Sagrera remató la obra no sin que le costara disgustos, pues sostuvo contra el colegio de mercaderes un pleito quejándose de que había sufrido una lesión de mas de la mitad del justo precio; cosa muy creible si se compara la grandiosidad de la fábrica con el precio estipulado, aun cuando se tenga en cuenta el valor de la moneda en aquella época. Es la Lonja de Palma un magnífico rectángulo con la fachada á oriente y los dos lados mayores al norte y mediodía. Descuellan en sus ángulos cuatro torres octágonas coronadas por una linda cornisa con merloncitos.

La puerta es una arcada profunda en degradación y está dividida por un pilar con un nicho en que probablemente debió haber una estatua. A una y otra parte de la puerta hay una suntuosa ventana, y en cada uno de los dos lados dos grandes puertas ojivales, partidas por una delgadísima columna, encima de las cuales corresponden otras tantas ventanas. Arrimado á las torres de los ángulos sube un conjunto de molduras hasta un tercio de las torres, y encima descansa una repisa y sobre ella una estatua con su gracioso y calado doselete. El remate del edificio figura una serie de ventanas cuadradas y sobre ellas corre un almenage de merloncillos dentellados, por encima de los cuales asoman las torrecillas que separan las ventanas de cuatro en cuatro. Mas se encumbran todavía las almenadas cabezas de las torres angulares. Todo el edificio presenta un conjunto bello, delicado, gracioso y armónico, en términos que por muchas fábricas que por el mismo estilo se hayan visto no puede uno mirar esta sin esperimentar aquel indefinible sentimiento de dulzura y de admiración que dispiertan estos edificios, á los cuales añade una belleza mas el dorado y venerando barniz de los siglos.

En el interior de la Lonja comparado con la parte esterna sucede lo mismo que en la Catedral: profusión y armonía de adornos en ésta; desnudez y monotonía en aquélla; pero aun aquí se admira el saber de los artistas de una y otra, los cuales lo fiaron todo á la forma que ningún adorno necesita para ser bella y dejar admirado al que la contempla. Y es menester que lo sea mucho para que el ojo acostumbrado á los ornatos de afuera no se ofenda con la desnudez de dentro. Esto hace la apología de los esclarecidos arquitectos que poetizaban sus obras y las hacían sorprendentes, unas veces por los adornos, otras por los contrastes. El esterior de la Catedral y el de la Lonja son un idilio: el interior se remonta hasta el poema.

Dividen aquel vasto salón en tres naves por lo largo y en cuatro por lo ancho seis delgadas colunas sin base ni capitel y con grandes estrías, que suben en espiral desde el suelo en donde el diámetro es algo mayor hasta los numerosos boceles de los arcos. La gracia con que estos se encorvan á una y otra parte hacen que las columnas y ellos parezcan otras tantas palmeras cuyas palmas se derraman cual para cobijar el recto y atrevido tronco. ¡Quién sabe si la vista de las palmeras de la isla le sugirió á Sagrera esta felicísima y en estremo graciosa idea! El pavimento es de mármol negro , y en el labrado y ajuste de todas las piedras se ven aquella exactitud y aquel perfecto acabado tan general en las obras antiguas como raro en las modernas.

Este monumento pues es uno de los mas notables de España por su magestad, su esbelteza, su elegancia, y ese su gusto particular que le hace original y acaso único en su género. Lástima da y muy verdadera que esta preciosa fábrica esté abandonada todo el año menos en la época del carnaval; que sus hermosas puertas estén medio tabicadas y medio cerradas con travesaños de madera irregulares, rotos y puestos en distintas direcciones, amén de servir el hueco de dichas puertas de estercolero. El estar la Lonja en un estremo de la población y la grande decadencia del comercio son causas muy eficaces de ese abandono, que no puede sin embargo escusarse y que haría morir desesperado al buen Sagrera si resucitara y lo viese. Parece que los años pasados el comercio tomó algun impulso, y con este motivo se construyeron los buques de que hablé otro día; pero ese impulso ha cesado en gran parte por efecto de nuestras lamentables disensiones y esos buques tienen que ir á otros puertos á buscar en qué ocuparse. Si se compara esta decadencia actual con el floreciente comercio de la isla en la época en que se construyó la Lonja le vienen á uno ganas de echar de menos aquellos tiempos llamados por lo común de barbarie, y en los cuales no se cometían durante un siglo la quinta parte de las barbaridades que en menos de diez años han cometido en nuestra patria Tirios y Troyanos.

Por la tarde nos ha llevado á su casa de campo llamada Sa Taulera que está á media legua de Palma y en la cual nos ha presentado su correspondiente merienda el obsequioso joven D. Mariano Conrado. Es casa antigua, con muebles y cuadros antiguos, salvo sea un cuarto modernizado y en cuyas paredes hay un friso de gusto semietrusco que representa una caza de ciervos. Está pintado por el mismo D. Mariano, á escepción de un perro que es obra de un muy querido amigo mío el cual hace escelentísimos versos mas en orden á pintar puede reputarse casi por tan zote como yo, que es el último término del encarecimiento. Sin embargo el tal perro es un recuerdo muy grato al amo de la casa, y su vista ha dispertado en mí una tierna memoria del amigo ausente. Sa Taulera es un territorio algo silvestre, inmediato á montañas, en punto ya elevado, circuido de bosques y desde donde se disfrutan escelentes vistas, sobre todo la del puerto y de la ciudad de Palma cuyos edificios bañados con la ambigua y dorada tinta del sol poniente entre nubes presentaba un encantador paisage. Por el lado opuesto se ofrece la silvestre perspectiva de montañas y valles cubiertos de espesos árboles, lo cual da á la casa un aspecto de soledad que despierta aquella tierna melancolía, grato y delicioso afecto de nuestro pecho.

En esa quinta he visto colocados sobre tablas unos sacos de cuatro palmos de diámetro y de diez y seis á veinte de altura llenos de trigo, el cual parece que se conserva mejor en ellos que en los trojes. A doscientos pasos de distancia se ve un campo de olivos secularios, uno de los cuales tiene veinte y cinco pasos de circunferencia en el pie y dentro de cuyo tronco medio vacío pueden comer anchamente seis personas con una mesa en el centro. Al retirarnos á Palma ya de noche se confundía el sonido de los cencerros de una yeguada con la rústica flauta del pastor y el canto del aldeano que iba á buscar un reposo á sus fatigas. ¡Cuan hermosa era aquella soledad y cuan halagüeña aquella paz que hubiera parecido imperturbable á no recordamos que estábamos cerca de la guerra el antiguo Castillo de Bellver que se alza en la inmediata cumbre, y las setenta bocas de fuego del navío Soberano anclado en el puerto, y cuyos topes asomaban por encima de los árboles! Esa vista desvanecía todas las ilusiones.

Día 5 de Agosto de 1845

Sin embargo de que con el dueño de los mulos y con el guía quedamos ayer en que saldríamos á las cuatro, cansados de esperar hemos ido á buscarlos á las cinco, y no ha sido dable emprender la marcha hasta las seis. Primer renuncio, muy natural en esta gente apática y que nos costará dos horas mas de sol. Los mulos eran de alquiler con todas las mañas propias de los tales, amén de un trote cochinero, augurio cierto de gran movimiento de huesos.

Al salir de Palma hay un grande territorio de huerta, siguen luego tierras de pan llevar y después bosques, todo salpicado con tal cual palmera é higuera chumba que no dejan olvidar el país en que uno se encuentra. En esta tierra reina una soledad espantosa, no se ve un viviente en la carretera ni en los campos, y todo indica que hay grandísima falta de brazos y que la propiedad está muy poco dividida. A las diez hemos llegado á Algaida en cuyo término estaban trillando en muchísimas eras, operación que aquí se hace arrastrando las bestias un cilindro estriado, El labrador que las dirige no interrumpe nunca su canto que todo él se compone de suspiros y gemidos en tono tan quejumbroso que verdaderamente entristece. Mas de treinta voces se oian si bien hasta nosotros no llegaban mas que las notas altas y prolongadas. El sol achicharraba , el aire estaba muerto, el polvo cubría la vista y sofocaba el aliento; y en medio de esto se oía la incesante voz de las cigarras y ese lastimero canto de los trilladores. Era una tristeza que angustiaba el corazón.

En la posada había para almorzar lo que nosotros trajéramos; dulce y consolador recuerdo de las ventas de Aragón y de los cortijos de Andalucía. Veíanse sentadas dentro de la venta hasta cinco viejas atacadas de un marasmo general y en tan absoluto quietismo que de su situación á la muerte no habia casi nada. Al contemplarlas el amigo Rubió ha esclamado con una oportunidad felicísima: solo es capaz de menearlas la trompeta del juicio.

Almorzados con parte de nuestra repostería hemos seguido el camino, en cuyos lados hay infinidad de higueras comunes bajo las cuales gruñían crecidas piaras de esos puercos que engordan en Mallorca para que en invierno diviertan con su voz melosa y su olor sábeo á los pasageros que van en el vapor de aqui á Barcelona.

Una hora después hemos llegado á Montuiri, pueblo situado en la pendiente de una colina, y á derecha é izquierda flanqueado por algunos molinos de viento que vistos por la parte posterior parecen garitas construidas en las murallas del pueblo. Casi de golpe hemos pensado los tres en D. Quijote, y confundiendo aventuras me ha parecido que éramos los mercaderes de Segovia , que es la semejanza de mas alto quilate á que podíamos aspirar atendidas nuestras malas fachas. Hemos atravesado el pueblo de Villafranca y en todo ese territorio hasta Manacor el país sobre ser solitario está en parte inculto.

A las cuatro entrábamos en Manacor. ¡Gloria in excelsis Deo! ¿Quién es capaz de pintar el calor y el quebrantamiento de huesos, la sequedad y el curtimiento de cara y manos, y el cansancio y rompimiento de todo nuestro cuerpo? Hémonos hospedado en una que llaman fonda, única en el pueblo y en la cual hay dos cosas singulares. La primera es la falta de comestibles, y la segunda es la efigie del fondista que se llama Juan, y á quien se da el dictado de L'amo en Joan. Es hombre de unos cincuenta años, bajo y rechoncho: su trage consiste en un inmenso zapato del color natural del becerro, calzoncillos holgados y que no pasan de mitad de la pierna, camisa y sombrero de grandes alas que no se quita por nada ni por nadie. Como piezas superlluas suprime las calcetas, el chaleco, el corbatín y la chaqueta. Al ver á este hombre al frente de una fonda y destinado á poner en práctica los rígidos preceptos culinarios de Mr. Carem, de Mr. Brillant de Savary y de los Frères Provençaux, no puede uno menos de esclamar con dolor: ¡Oh profanación de las artes! ¡Oh usurpación de reputaciones artísticas! Nos ha guisado con arroz un pollo que traíamos y luego por efecto de un grande esfuerzo nos ha ofrecido de su propio repertorio una perdiz escabechada.

Manacor es pueblo de diez mil almas y en él nada hay notable si no son unos lindos palillos para hacer calceta. Después de comer me he metido en cama, y sin duda para no desairarme ha hecho otro tanto el amigo Rubió á la media hora, mas como uno ú otro habia de escribir este diario lo ha hecho Antonio, nó porque tuviera menos sueño y molimiento sino porque tenía menos años. He dictado y sigo dictando en medio de dolores de todos los huesos y con interrupciones de este y de aquel, de ayes y lamentos y grandes risotadas, pues cada uno de los tres se burla de los otros, y los tres en coro de la fonda y del fondista. Para acabar de sofocarnos las camas se han metido en un mismo cuarto muy angosto, en cuyas paredes no hay mas adorno que una estampa de nuestra señora del Pez sacada del cuadro de Rafael, pero tan infamemente que nunca Rafael la pintara si temiera verse copiado de este modo.

Patriótica es por cierto la manía de los mallorquines de encarecer todas las cosas de la isla y estimular al forastero á que la visite; pero yo me tomo la libertad de decirles que simultáneamente debieran tener la manía de abrir caminos, hacer posadas y procurar medios de transporte. Las tres cosas faltan en la isla: de suerte que para viajar por ella es preciso ignorar estas faltas ó tener una rabiosa hambre de visitarla.

Día 6 de Agosto de 1845

A las cuatro de la madrugada nos hemos despedido del señor fondista, de quien según la cuenta que nos ha presentado, decimos que vive honradamente con su hacienda y con la agena. Escamados con la cabalgata de ayer hemos resuelto comenzar á pie la jornada de hoy que solo debía ser de cuatro leguas, pero que como añadidura de las ocho del día anterior no debian reputarse por materia parva. El territorio desde Manacor hasta el pueblo de San Llorens es tierra de sembradura pero triste y solitario. San Llorens es pueblo corto, bien situado en un pais muy bello y que presenta un absoluto cambio de escena comparado con el anterior. Nos hemos metido luego en un bosque de encinas y pinos en el cual el aire producía aquel rumor solitario que solo en los bosques se nota, y que parece un remedo del que causan las olas del mar oídas desde punto lejano. El día estaba nublado y se notaba en ese trozo de camino un ambiente de paz y de felicidad que es una verdadera delicia para los que estamos avezados al atronador estruendo de las ciudades populosas. ¡Cuan dulce es salir de ellas y respirar esta atmósfera por algunas horas! Pero es triste después penetrar de nuevo en ese laberinto de calles angostas y tortuosas en que con dificultad circula el aire y se vuelve fétido y pesado.

Mas como en el mundo todo son alternativas, después de ese hermoso sitio va el camino por entre montañas desiertas, tristes, salvages, que ponen grima y dan del país malísima idea. Otra vez se ha cambiado luego la decoración presentándose un espesísimo bosque de pinos, sitio en otro país muy oportuno para una emboscada de salteadores; pero ya he dicho que en Mallorca no hay ladrones, y cuando en estos caminos encuentra el hombre á un semejante suyo está seguro de que es un amigo y de que al pasar por su lado le saludará como un hermano.

Tres cuartos de hora antes de llegar al pueblo de Artá se presenta una hermosa llanura cubierta de un frondosísimo arbolado con algunos huertos que indican la proximidad de un pueblo. Artá se halla situado al pie de dos colinas, le dominan la parroquia y mas arriba otra iglesia bajo la invocación de San Salvador que se alza en la cima de una de esas colinas cubiertas de viñedo. Es pueblo de unas seis mil almas, y está circuido de montañas que entre ellas y el lugar dejan una llanura fértil y de bellísimo aspecto. Aun cuando no supiéramos que hoy es la fiesta mayor lo hubiéramos conocido por el movimiento de la población y por el dominguero trage de sus habitantes. De paso hemos notado que las mugeres elegantes van muy escotadas, y si bien es verdad que á fuer de mallorquínas llevan el rebosillo que es exactamente una toca de monja, como la tela de él es una muselina sumamente clara, no satisface mas que á medias la decencia y trae á la memoria aquella hermosa octava del Tasso:


Come per acqua o per cristallo intero
Trappassa il raggio e nol divide o parte
, etc.
 

Es cosa notable que las mismas mugeres que llevan el rebosillo muy blanco y aplanchado, vayan con las piernas y pies completamente desnudos: no tienen presente sino la mitad de lo que constituye el verdadero adorno de la muger. Como preservativo contra los hombres es escelente idea.

Nos ha hospedado en su casa el amabilísimo amigo D. José de Zaforteza que ha puesto comienzo á sus obsequios dándonos un buen almuerzo. Lavados en seguida y vestidos hemos oído misa en la iglesia del pueblo que por cierto es buena, pero la tienen muy descuidada. Se estaba concluyendo el oficio, y dos jóvenes mayorales de la fiesta distribuían á las mugeres ramos de albahaca de los cuales nos han hecho también partícipes aunque no se dan á los hombres. Al ver este obsequio he recordado que hallándome un día con varios compañeros en la iglesia de Valldorex inmediato á San Culgat del Valles, el cura que decía la misa bajó del altar mayor y recorrió la iglesia rociando con agua bendita á todos los asistentes; mas al llegar á nosotros nos miró de reojo, puso mal gesto y no nos bendijo. No le vendría mal á ese señor cura, si es que aun vive, una leccioncita de estos amables jóvenes.

Acabada la misa hemos ido á ver las corridas de hombres y de animales que es una de las diversiones con que la fiesta se celebra. En un campo recientemente segado la multitud ha descrito dos largas líneas paralelas dejando entre una y otra una ancha área. E n esa área se ha verificado la lucha de los corredores, lucha que por cierto está muy subdividida. Han corrido primero algunos muchachos, después niñas, al instante mancebos, en seguida hombres casados, inmediatamente burras, incontinenti asnos, á renglón seguido mulos y mulas, luego potros hasta de tres años y por fin caballos de todas edades.

Aquí se corre por amor á la gloria; así es que los premios son de un valor tan ínfimo que sin ese amor nadie se tomaría la molestia de pegar un escape. Esos premios que aquí se llaman joyas son un pañuelo de algodón , un cabestro, un morral de harpillera, un par de herraduras y otras cosas por ese estilo, pero que ninguna vale dos reales. Con nosotros ha venido desde Manacor un muchacho de hasta catorce años sin mas objeto que correr en un potro que ya de antemano tenía en este pueblo, y como al decirnos los premios que se daban á los vencedores le hayamos manifestado estrañar que por cosa tan tenue se viniera y volviese á pie, é hiciese una corrida, nos ha contestado que no corría por la joya sino para que se supiera que él había ganado. En prueba de esto mismo uno de los vencedores ha regalado el premio á un muchacho. El chico de quien hablamos ha corrido á caballo y muy bien, pero no ha ganado como nosotros deseábamos, porque ese amor á la gloria en edad tan temprana es indicio de grandeza de alma. Concluida la función nos hemos venido á casa del amigo Zaforteza con su hermano D. Mateo y D . Joaquin Gual caballero mallorquín amigo de ambos; y tirando el florete unos, leyendo otros y hablando todos esperamos la hora de comer.

Antes sin embargo hemos subido al Puig de San Salvador, hermoso montecillo desde donde se ve toda la llanura que circuye á Arta y que está cuajada de olivos. Rodea la cumbre de esta altura una muralla antigua con algunos torreones en mal estado, pero que bastan aun para la defensa del pueblo. Dentro de este recinto se alza la iglesia que es muy linda, forma una perfecta cruz latina y su arquitectura es de orden jónico. El frontis es malísimo y lo acaba de echar á perder el terradito que han hecho encima del pórtico. No está concluido todo el edificio, pero no lo dejan de mano, y atendido el punto en que se halla la obra, no puede durar mas allá de dos ó tres años.

En la plazoleta que hay delante de la iglesia se estaba vendiendo al mas beneficioso postor sa primera mateixa, de la cual hablé en el diario del dia 25 de julio, y al llegar nosotros la tenían en ocho sueldos. De golpe la hemos puesto á 20 y se ha rematado á favor nuestro en 30, que equivalen á un duro, y es de advertir que hemos ido subiendo de sueldo en sueldo, y que el sacristán, labrador de unos 60 años que era el subastador, á cada puja nos decía una cuarteta ó quintilla improvisadas, metiendo en ellas el número de los sueldos en que estaba la subasta. Las ha hecho muy ingeniosas, mas solo puedo recordar las siguientes:


Som com un cavall de batre
A qui fan girar pe's'cos:
Si vol fer qualque favo
Al Puig de san Salvado
La posaré á vint y quatre.


Disposi, Senyor, que fris
Lo viatje no es segú
Y no som trovat ningú
Que m'haja dit vintisis

 

Rematada á favor nuestro sa primera mateixa se la hemos regalado á un joven labrador, que admitiendo el obsequio con mucho gusto ha ido a buscar una muchacha y bailado (porque tal es la práctica inconcusa) en torno del brocal del pozo que hay en la plazoleta. Acabado el baile el mozo nos ha dado las gracias, añadiéndonos con una sencillez encantadora, que aquella joven comenzaba á ser su amada, y haciéndonos notar que era muy garrida. A las ocho nos hemos sentado á la mesa que ha sido cual correspondía á tan fino y obsequioso huésped como es Zaforteza, y á las diez hemos ido al baile de la plaza que nada singular ofrece y que se ha concluido á las cuatro.

Día 7 de Agosto de 1845

¡Oh dulce sueño restaurador de las humanas fuerzas físicas y morales, bendito seas! Tú que nos haces olvidar todos los pesares, tú que pones treguas á las desventuras del sano y á los dolores del enfermo, que acallas las pasiones todas; tú que eres el solo nivelador de todas las clases y fortunas; tú que todos los días nos das una lección de morir á fin de que vayamos aprendiendo una cosa que hemos de hacer; bendito seas. ¡Cuántos días al venir á posarte sobre mis párpados los sorprendiste húmedos de lágrimas y los enjugaste! ¡Cuántas veces has visto mi corazón lleno de martirios y has derramado en él tu bálsamo consolador! ¡Cuántas me creía el hombre mas infeliz de la tierra, y en seis horas me has persuadido de que no podía quejarme de la suerte! Tú me has curado mil males; tú millares de noches has tranquilizado mi alma y calmado las tempestades de mi corazón: ¡Oh! bendito seas, bendito seas.

Todas estas bendiciones al sueño hoy mas que nunca, son porque hoy mas que nunca ha sido benéfico conmigo: me acosté molido y quebrantado y me levanto rehecho y ágil. Todos los males físicos han pasado con el sueño, y me siento distinto de lo que era ayer noche. ¡Bendito sea pues el sueño, y ojalá se entre por mis párpados siempre que en mi corazón falte la calma! No importa la hora; todas son buenas para acabar los dolores.

Después de la misa mayor, ha habido hoy una corrida vaciada en el mismo molde que la de ayer.

Se ha comido á las dos, y en vez de siesta hemos ocupado el tiempo con un simulacro de asalto de armas y tirando al blanco con escopeta. A las cinco y media hemos salido para ir á la Borguña, punto que debe visitarse viniendo á Artá, y que los mallorquines no olvidan recomendar á los viajeros. Está á tres cuartos de hora del pueblo, con perdón sea dicho del amo en Geromi, mayordomo del señor de Zaforteza, quien midiendo por los suyos nuestros pulmones y nuestras piernas nos ha dicho que solo distaba un cuarto de hora. Costumbre que en todas partes tienen esta clase de gente, sin conocer que el cansancio con que uno no contaba quita la mitad del gusto de lo que va á verse. Es la Borguña un vallecito, ó mas propiamente una rambla convertida en huerta, por donde corre el agua, y cuyas laderas estan cuajadas de olivos, algarrobos, encinas y tal cual pino, todos mezclados y de vegetación robusta y lozana. Es sitio verdaderamente delicioso y que compensa la molestia del camino. No se presenta este lugar por sorpresa, pues antes de llegar á él, cristalinos arroyos, frondosos árboles y viciosas veredas anuncian que debe encontrarse al fin un lugar ameno. Es un placer grande al que preceden otros menores, y debe ser así porque el ánimo se prepara para gozar mucho. En el fondo del vallecito y velada por espeso ramage se ve la casita que por algunos años habitó un ingles, cuya cenobítica morada estaba en poca armonía con sus costumbres, según pregona la fama: mas como al lado de un vicio rara vez deja de hallarse una virtud , el inglés era caritativo, y al mentarse sus travesuras se recuerdan también sus limosnas. Dios ponderará en su balanza si pesan mas aquellas que estas, ó al contrario.

Al venirnos á Artá el señor conde de Ayamans nos ofreció su casa, y dio sus órdenes al capellán que en ella tiene para que nos alojase; mas como no era posible resistirse á la bondad del señor de Zaforteza nos quedamos acá, sin embargo de lo cual hemos ido á ver la casa del conde, que es grande, buena y distribuida con mucho discernimiento. Allí estaban ya hechas nuestras camas.

A las diez de la noche hemos ido al baile particular que se daba en la casa de uno de los principales caballeros de este pueblo. Los concurrentes eran unas cien personas, aunque estaban divididas en dos clases, señoras y labradoras, colocadas en la sala con separación absoluta. También la había en el baile, pues se tocaba una contradanza ó un rigodón para las señoras, y luego cambiándose los artistas y el género de la música salía á corro el fandango tocado por guitarra , bandurria y violín, y acompañado del correspondiente canto. Entonces bailaban las labradoras. Se ha servido un parco y modesto refresco, y también en él ha continuado la misma diferencia de clases, pues primero lo han tomado las señoras y después las payesas. Otra cosa muy singular había en el baile y eran siete capellanes, no actores sino espectadores, sin mas señal de sacerdote que la corona, pues en cuanto al trage iban con levitas y pantalones de lienzo con toda la apariencia de un secular inelegante. A las dos y media de la mañana hemos salido del baile, lo cual es un escelente preparativo para levantarse á las cinco, ó ir á visitar las cuevas y alguna otra cosa.

Día 8 de Agosto de 1845

Ya estamos en este día; y después de discutir minuciosamente el plan de las correrías de hoy, que debía modificarse en vista de la hora en que nos hemos retirado, después de manifestar cada uno su dictamen he dicho yo el mío reducido á que en vez de meternos en cama nos vayamos hacia las cuevas dentro de una hora. Aprobada la idea y dispuesto todo en poco rato vamos á montar á caballo

.En efecto hemos salido de Artá á las cuatro de la madrugada con dirección á las famosas cuevas que son una propiedad del señor Zaforteza. La distancia es de dos horas, y aunque en la primera se pasa por un país muy bello, el viaje de la segunda es por una inmensa rambla entre aridísimas montañas y en medio de una soledad que estremece porque es absoluta, pues ni hay hombres, ni animales, ni plantas. Al llegar á orillas del mar hemos dejado los animales con un mozo, y la demás comitiva compuesta de diez hombres hemos tomado el camino á pie hasta las cuevas, camino que es de media hora y que va subiendo por la ladera de una montaña escarpadísima y en la cual hay algunos pasos tremendos comparables tan solo á los que se hallan en las costas de Garraf en Cataluña. Por esos precipicios y contra el consejo de la gente del país pasó á caballo una señora que era ¡qué podia ser mas que una inglesa!

Venían con nosotros dos guías cargados con un grande serón de teas y una larga escala de cuerda cuyos cuarenta travesaños eran de palo. En la boca de la cueva se enciende alguna leña que se coloca luego dentro de un instrumento de hierro de la figura de una teja corta, cuyo instrumento va colgado de un palo de tres pies de largo que un guía lleva en la mano. Antes de emprender la marcha se tuvo una larga discusión acerca de si se bajaría ó no á la segunda cueva, y hasta hubo quien se negó abiertamente á meterse en la primera.

En la entrada de las cuevas y por las inmediatas peñas anidan muchísimas palomas y corren cabras silvestres de las trescientas que en libertad absoluta viven en aquella montaña. Se equivocará quien crea que la boca de la caverna es un angosto agujero obstruido por yerbas y dentro del cual no se ve mas que una negrura que da miedo. Lejos está de semejante cosa. Por sobre del precipicio y de las rocas aparece, cual si dijéramos el pórtico de ese inmenso templo de la naturaleza. Su bóveda es de figura angular y casi de arco apuntado, cuya clave está á una elevación asombrosa y que presenta una abertura por la cual entraría á la vez un pueblo entero. En medio de esa grande boca descuella una columna alta, gruesa y vasta, digno pilar céntrico de ese portal inmenso. Metido ya el viajero debajo de la bóveda se halla en el pórtico cuyo piso es llano y terroso y de cuyo techo cuelgan algunas estalactitas, cual una muestra de lo que hay dentro de aquel almacén interminable. Esa grande entrada se va estrechando, aunque conserva siempre dimensiones colosales; y dirigiendo los ojos hacia el interior se ve que el suelo y la bóveda van buzando, angostándose, y presentando un fondo tenebroso que retrae de poner los pies en esas profundas y misteriosas concavidades. Es en vano fijar la vista y aplicar el oído; nada se ve, ni nada se oye: todo es oscuridad y silencio, pero un silencio absoluto y que anonada, y una oscuridad que cual una tabla negra no permite al ojo atravesar ni un átomo mas adentro. No son el silencio y la oscuridad de una noche quieta y tenebrosa, sino el silencio y la oscuridad del corazón de la tierra que nunca aparecen en la superficie, y solo pueden hallarse metiéndose en sus entrañas. ¿Y qué es lo que hay allí dentro? No hay altar, ni divinidad alguna, ni se ofrecen holocaustos de ninguna clase, ni vive nadie: todo el ruido de dentro consiste en la caída de algunas gotas de agua, y en ese vacío hay dos vastos templos uno encima de otro, y la divinidad que ahí se adora, es Dios, cuya existencia se siente al ver que sin otros materiales que gotas de agua y sin mas operarios que esas mismas gotas su mano omnipotente ha construído esa obra portentosa de átomo en átomo, y con una lentitud que no puede el entendimiento humano concebir mejor de lo que concibe la eternidad. El destello que de su esencia ha comunicado Dios al hombre solo sirve para que se quede pasmado, mas nó para que comprenda esa obra comprendida solo por su artífice. La base sobre que descansa esa maravilla es el abismo, la corteza que la cubre es una montaña, la obra es la blanda y húmeda agua convertida en dura y seca peña. ¿Quién lo ha hecho? El que podía hacerlo, Dios.

Nadie ha penetrado en ese templo cuyas obras interiores unas se hacen de abajo arriba como las del hombre, y otras de arriba abajo cual muchas de las de Dios, sin sobrecogerse; y quien no se sobrecoja , debe tener el alma sumergida en un letargo. Aquellos á quienes mas ha sorprendido y que al mismo tiempo se creyeron con las necesarias fuerzas intelectuales lo han descrito según le es dado al hombre describir las obras de Dios; pero yo que también soy hombre, y que juzgo mis fuerzas intelectuales muy inferiores á las de ellos; ¿cómo osaria tomar la pluma á fin de pintar esa maravilla, que es acaso una de las mayores del mundo? Entre las descripciones hechas hasta ahora dignas son de colocarse en primera línea la de Don Isidoro de Antillon y la que ha puesto mi amigo D. Pablo Piferrer en el tomo consagrado á Mallorca en su obra Recuerdos y bellezas de España. Una descripción científica que no soy capaz de hacer enojaría á los profanos y la reputarían insuficiente los naturalistas: una descripción poética y artística á propósito para dispertar deseos de ver las cuevas en el hombre mas apático, cómodo é insensible, está hecha en el libro de Piferrer.

Con tales antecedentes y en circunstancias tales, me siento acobardado para bosquejar ese largo é intrincado laberinto en que la naturaleza está haciendo alarde de uno de sus mas pasmosos y variados laboratorios. Y no debe estrañarse que no me atreva á coger la pluma para hablar de esos portentos, porque ademas de la razón indicada, que es para mí de grave peso, aun todavía siento el ánimo lleno del pasmo que me ha causado la vista de esa oficina inmensa , y es necesaria mucha tranquilidad para decir una á una las obras acabadas y las que se están elaborando en ese taller á cuyo frente no puede haber mas artista que Dios. En confuso tropel veo todavía cuerpos regulares de arquitectura, esas columnas, esos arcos de todos los órdenes, esas cornisas, esos adornos de gusto gótico, esas estatuas, esos grupos de hombres y de animales, esos inmensos salones, esas altísimas bóvedas á donde no alcanza la vista y desde las cuales enormes masas, redondas, puntiagudas, de mil formas caprichosas amenazan la cabeza del hombre osado que profana ese remoto y escondido taller puesto sobre la mar, bajo una montaña inaccesible, tenebroso, lleno de precipicios y peligros, sin duda para que el mortal respetara su negro secreto y su terrible silencio. Aun todavía oigo ese leve ruido de las gotas que á largos intervalos se desprenden desde la elevada techumbre para convertirse en un menudísimo grano de piedra que aumente la altura de la columna que sube hacia la bóveda. Sin haberlas visto veo en mi imaginación esas otras gotas que alargan un átomo la columna inversa ó el puntiagudo festón que del artesonado estan colgando. ¿Cuándo llegarán á reunirse con la base que construyen en el suelo las gotas de agua que se deslizan antes de ser sorprendidas por el hielo de la cristalización?

Al estar uno en el fondo de esas cavernas, al contemplar esas inesplicables obras, al pisar los enormes fragmentos que desde la bóveda se han desprendido, ocúrrenle de repente dos ideas, espantosas ambas aunque de carácter muy distinto. La una nace de un sentimiento de terror, la otra es hija de un vuelo de la imaginación. Esos peñascos enormes se desgajaron de una altura inmensa, y apenas uno los ve cuando levanta los ojos para buscar la hendidura que en la bóveda dejaron y averiguar si acaso los hay á punto de desprenderse. Y sí que los hay, y allá en la oscuridad que apenas rompe la incierta y roja luz de las teas se ven bóvedas enteras que amenazan con una muerte horrorosa al profanador de aquellos misterios.

¡Cuan raquítica y miserable es si se compara con esto la invención de la espada de Démocles! Entonces la vista recorriendo toda la estensión de esas columnas gruesas y altas cual las de una catedral, interrumpidas con mil ramilletes, festoneadas, caladas, trabajadas de mil maneras y con millares de caprichos, se pregunta uno cuántos millones de millones de gotas de agua y cuántos siglos han sido necesarios para levantar esa masa. Vuela la imaginación hacia los primeros tiempos que fueron, se pierde entre el caos de las edades, quiere concebir la eternidad, buscar esa especie de principio que á la eternidad da el entendimiento humano porque no puede concebirla, y en esa incomprensible lejanía se confunden las ideas, se oscurece la razón, se anonada el hombre, y solo el alma inmortal atravesando con la velocidad del rayo esas tinieblas que nunca el hombre ha descrito, ve un punto de luz que no guía pero consuela, que no deja medir la distancia pero ofrece un principio, por mas que no se comprenda el camino desde ese principio hasta nosotros. Ese punto de luz es Dios. Dentro del corazón resuena entonces el grito de Dios, Dios. Si la eternidad fuera comprensible la comprendería quien pudiese formarse una idea clara de la manera y de la duración con que se ha construído esa obra; pero Dios ha dicho: solo yo puedo hacerla, solo yo la comprendo. Y el hombre no la comprende, y en tales momentos no puede hacer otra cosa que confesar su nada, levantar los ojos al Creador, y volver su entendimiento hacia algun objeto material si no quiere que su razón se estravíe en ese caos de cosas incomprensibles. ¡Cuán grande es Dios y cuán pequeño es el hombre!

En varios puntos de las cuevas y principalmente en su primer recinto se leen muchas fechas y nombres que vienen á ser un curioso archivo de las personas que han visitado ese terrible abismo. Varios nombres conocidos he visto, y en esto he esperimentado un placer indefinible. Hay nombres puestos antes de la mitad del siglo décimo séptimo. Allí continuamos también los nuestros, porque como dice Antillon: «No es vanidad necia, es complacencia inocente y estrema la que ocupa á quien escribiendo estos renglones reconoce ser día muy señalado de su vida el que destinó á registrar los senos ocultos do encierra la materia orgánica tantas maravillas.»

Tres horas ha durado el paseo por aquel mundo subterráneo del cual todos hemos salido tiznados de cara y manos, sucios de ropa y en un estado asqueroso. Como que esto se sabe, de antemano habíamos resuelto, así para lavarnos como para tomar un baño, nadar en la mar que suele estar allí muy tranquila; pero durante nuestra permanencia en la cueva había soplado el levante y ahora el tiempo estaba fresco y la mar borrascosa, y ha sido preciso renunciar á este proyecto.

Como objeto también de nuestra correría hemos ido á ver un monumento ciclópeo que está á la derecha del camino yendo desde la cueva á Artá. Es una masa circular de unos quince pies de diámetro, que remataba en bóveda, la cual hoy está hundida, bien que se conoce no podía ser muy elevada pues sin embargo de que las paredes no tienen mas allá de quince pies, en su parte interior se deja ya notar la inclinación que llevan para reunirse en el centro. Las piedras no están labradas ni unidas con argamasa alguna; son informes aunque el conjunto parece igual, y las hay así en la base como en el medio de un tamaño grandísimo, tamaño que ha sido causa de que se diera á esos monumentos la calificación de ciclópeos, y que el pueblo los llame Clapér dels gegants. La entrada que está al ras del suelo y se compone de dos jambas y un dintel todo grande y tosco, se halla en parte obstruida; mas esto no impide de modo alguno que se conozcan perfectamente sus dimensiones. Mucho han dado en que pensar y no poco que escribir estos monumentos, y otros que de sus dimensiones, traza y género hay en esta isla y en la de Menorca, y en otros puntos de España, y en otros de Europa.

No es lugar á propósito para discusiones de esta naturaleza el presente diario, pues el método y el objeto que en él me he propuesto no permiten largas digresiones científicas y menos conjeturales, que es el adjetivo aplicable á todas las que versan acerca de estos restos, como se ve en cuantas se han escrito hasta ahora. Que estos monumentos son antiquísimos es indudable, que no se sabe quién los levantó no lo es menos, y que hay indicios para atribuirlos á diferentes pueblos también es una verdad. Por el grande tamaño de las piedras que los componen han dado en llamarlos ciclópeos, cual para manifestar que solo los cíclopes ú hombres de la talla que á estos se les supone, eran capaces de colocar esas piedras y formar con ellas una fábrica; pero aun nadie ha osado decir que sus constructores fueran indudablemente estas ó las otras gentes. La casualidad ó causas que nos son desconocidas han contribuido a aumentar la confusion de nuestros arqueólogos, pues como se ha escavado en el interior de muchos de esos monumentos para ver si se hallaban objetos que dieran luz acerca de la época y del pueblo á que deben su origen, han aparecido esos objetos, pero en unos monumentos como en este que estoy viendo se han hallado ánforas y otros objetos romanos; en uno de Menorca se encontraron medallas y un bajo relieve, griegos este y aquellas; y en otro de esta isla de Mallorca aparecieron una espada céltica y otras cosas pertenecientes al mismo pueblo. Verdad es que esto no probará que los haya construido aquel pueblo del cual se encuentran restos en su recinto, pero siempre aumenta la confusión ú oscurece cuando menos las probabilidades.

Aunque en este instante no tengo en mi poder lo que en orden á tales monumentos se ha escrito, fácil me sería estender con lo que recuerdo una disertación que tuviese traza de erudita; pero no me gusta hacer el grajo de la fábula, ni es lugar este para lucirlo. Basta á mi objeto decirle al lector que existen este y otros monumentos de los llamados ciclópeos, que infunden respeto, que indudablemente se remontan á muy remota época, que representan ideas, carácter y gusto muy distintos de los nuestros, y que hasta ahora no puede decirse á punto fijo qué pueblo los ha levantado y cuándo.

Al pie de este monumento y en una área que parece hecha de intento para contemplarlo hemos almorzado sirviéndonos de mesa y sillas las piedras desprendidas del mismo y bebiendo agua de la que se filtra dentro de la cueva, y que habíamos recogido en las jarras llevadas al intento. Después de almorzar han comparecido allí tres cazadores que el señor de Zaforteza había mandado delante, y han traido un conejo, dos liebres y nueve perdices de las cuales la una ha sido muerta casi á nuestros pies. La comitiva presentaba en aquel momento un aspecto pintoresco. En el punto en que nosotros habíamos almorzado lo hacían entonces los criados sufriendo un sol que abrasaba. Los animales que nos habían llevado estaban en dispersión arrendados cual al tronco de un árbol, cual á una de las piedras trasladadas allí en remotos siglos para alzar otro monumento. Guarecidos nosotros bajo las ramas de una encina, teníamos á nuestros pies á los perros, tendidos y jadeando, mientras que los cazadores nos presentaban con alegre rostro el fruto de su fatiga, que no era poco para cogido en dos horas. Triunfaba allí de sus rivales y tenia pintado el triunfo en la cara l'amo en Joan, arrendador del amigo Zaforteza, hombre ya entrado en años, y que sin embargo de haber muerto él solo cinco perdices se lamentaba de que la edad no le permitía correr ni apuntar á la caza como en sus buenos tiempos. Si á esto se añade la notable diversidad en los trages de la comitiva se verá que ofrecía un cuadro sumamente variado y digno del pincel de Vander-Mulen,

Largo rato ha pasado antes que toda la comitiva pudiese ponerse en marcha; mas al fin hemos salido de allí con dirección á la torre llamada de Cañamiel que está á la izquierda del camino. Esa torre es un castillo de la edad media, en que no se conoce que haya habido foso ni puente levadizo, pero que aparte de esto tenía toda la defensa propia de las casas fuertes de la edad esa. Hay sus saeteros, su angostísima escalera de caracol, su céntrica torre de homenage, sus pedreros y su corona de almenas. Convertido hoy en casa de campo y en granero, caido ó echado abajo el terrado corrido, tapiados los saeteros , hundidos los techos, caída la escalera del segundo piso, transformado el piso bajo en cocina, cuadra y malos cuartuchos, hendido y lleno de grietas por mil partes ofrece desde fuera un aspecto hermosísimo á que no corresponde su interior que está amenazando ruina por cien puntos. Su amo que es hombre mucho mas rico que aficionado á antigüedades trata de echarle un remiendo de poco coste, y por consiguiente de poquísimo provecho, porque siendo el castillo grande y su menoscabo grandísimo, grande debe ser por lo menos el remedio.

El sol apretaba, el hambre se hacia sentir, el sueño era intolerable, la correría había sido fatigosa, y asi es que á las cuatro de la tarde llegamos á casa, lo que se llama medio muertos. La mesa estaba puesta, comimos bien , y nos acostamos á las seis de la tarde. El señor de Zaforteza y yo por puro capricho nos hemos levantado á las diez de la noche para tomar chocolate con su hermano y el amigo Gual: Rubió lo ha tomado en la cama y ha vuelto á dormirse: Antonio no ha llegado á despertarse, y yo á las once y media he vuelto á la cama y echado un sueño de cuatro horas,

Día 9 de Agosto de 1845

Levantados á las tres y media hemos salido para Alcudia no sin temor de mojarnos porque el cielo estaba encapotado y hacía un aire húmedo, indicio muy inmediato de la lluvia. En efecto ha comenzado á lloviznar, pero se ha presentado en el cielo la señal de la alianza entre Dios y los hombres, y la niebla se ha desvanecido si bien quedando el cielo cubierto. Mientras hemos caminado por el territorio de Artá el país ha sido bello y bien cultivado, como todos los alrededores de este pueblo; después ha venido bosque y luego grandes olivares en que había muchos algarrobos y algun pino ó encina, árboles rezagados del bosque anterior y como precursores del que seguía. En efecto ha venido bosque y han venido montes vírgenes todavía en que alternan los matorrales y las peñas, con una fisonomía que muestra no haberlos jamás tocado la mano del hombre. En todo el camino de hoy hasta Alcudia que es de ocho horas hay una soledad espantosa. En las sendas por donde íbamos no transitaban hombre ni animal alguno, no había casas, todo era silencio y calma, y los habitantes de los bosques estan tan acostumbrados á ellos que por cerca de nosotros han cruzado varias veces perdices y conejos. Uno que otro pájaro soltaba un tristísimo silbido, pero no se oía aire, ni brillaba el sol, ni habia objeto alguno que alegrase aquella tristeza. A las ocho hemos llegado al manso llamado Son Serra de marina, en donde hemos almorzado bien , porque el amigo Zaforteza no contento con obsequiarnos en su casa nos ha hecho colocar en las alforjas una repostería, incluso un escelente vino llamado Giró que de paso recomendamos á los beberrones en calidad de vino de pelo en pecho.

Verdaderamente podemos esclamar en este punto: Aquí comenzó Cristo á padecer. Dije á su tiempo que nuestro guía era José Company apodado Trinen, y que nos lo encarecieron como el mejor guía de la isla , alegando en abono suyo que había sido veredero una porción de años. Desde que va en nuestra compañía hemos tenido ocasión de tomarle el pulso; y por lo hecho hasta ahora, y principalmente por lo de hoy le calificamos del hombre mas necio, majadero, borrico y bonazo que hay en gran parte de lo descubierto de la tierra, y por el peor guía que come pan en la isla. Desde nuestra salida de Son Serra siempre ha ido á tientas, perdiéndose varias veces, obligándonos en una de ellas á retroceder un buen trecho, nos ha llevado por un camino por donde nunca hasta hoy habían ido animales, de modo que un pastor nos ha dicho que no podrían pasar los nuestros, sobre los cuales continuamente habíamos de tendernos para que no se nos quedara agarrada en alguna rama la cabeza, como ha sucedido con los sombreros, sin embargo de ser gachos y muy gachos. En tal aprieto me han ocurrido los dos versos que puso en su tienda un peluquero francés al pie de la muestra en que estaba pintado Absalón colgado de un árbol por los cabellos.


Voyez d'Absalon le malhereux sort,
S'il eút porté perruque il ne serait pas mort.

 

Ha continuado el guía perdiéndose y llevándonos por caminos diabólicos, no sin que en todo esto se mezclaran varios episodios de montar y echar pie á tierra, enfadarnos con él, amenazarle con ir á escape cuando hallásemos un buen camino, y á todo contestaba con su acostumbrada frase no tenga ansí, es decir no tenga V. cuidado. Se me antojaba el non mi ricordo del italiano que figura en el proceso de la princesa de Gales, y de cuyo nombre verdaderamente non mi ricordo. ¿Para cuándo querrá este hombre que guardemos el cuidado? Había que pasar una acequia y Trinch no ha sabido dar con el vado, de manera que ha sido necesario que anduviésemos hasta el mar en el punto en que la acequia se unía con este, y por allí hemos atravesado descalzándonos antes sin embargo de que estábamos sudando á mares y hacía un calor intolerable.

Si salimos bien de,estos pediluvios andando después como hemos andado entre lagunas y aguas fétidas, digo que nuestra salud puede resistirlo todo. Pasada la acequia hemos echado por un arenal muy inmediato al mar, arenal triste, absolutísimamente solitario, ardiente, y en donde se percibía un olor pestífero, causado por el agua corrompida y por otras porquerías que estaban hacinadas en la playa. Allí no había viviente alguno y eso era la imagen de la Arabia. El sol asomando de tiempo en tiempo entre las nubes lanzaba rayos abrasadores : en alta mar descargaba una tempestad y retumbaba el trueno, y la desierta playa sin una lancha, sin un viviente, sin nada que interrumpiera su tristeza, verdaderamente estremecía. Ese es el tristísimo camino de Alcudia y dura tres horas. ¡O tú lector, si acaso algun día te ocurriese ir á Alcudia, rechaza esta idea como una manifiesta tentación del demonio! En esa playa, y por ese camino se cogen las tercianas que son la enfermedad habitual de esa ciudad triste y desierta, sobre la cual cae en las madrugadas y en las últimas horas de la tarde una niebla pestilente que ataca la salud de todos los habitantes y mas la de los forasteros. Ese desierto dura tres horas que son eternas, intolerables; los animales se hunden hasta la rodilla, el aire es pesado, el calor sofoca, y en el invierno la mar por poco que esté agitada amenaza la vida del pasagero, y el viento transportando de un lugar á otro los montones de arena que hay á la izquierda le amenaza sepultarle bajo uno de ellos. Ese desierto es atroz, inspira ideas horribles, y su fetidez y soledad le hacen repugnante y espantable.

Al acabarse el desierto hemos atravesado la laguna que conduce á la Albufera por un larguísimo puente, parte de piedra y parte de tablas, de unos diez palmos de ancho, resquebrajado en mil puntos, sin pretil, y que no sube mas allá de dos palmos sobre el nivel del agua. Setenta y cinco toros se nos han presentado al salir del puente, y como no conocíamos su humor y por otra parte nuestro trage era nuevo para ellos, nos hemos retirado hacia un juncar con mucho riesgo de hundirnos en los lodazales que en él había. Y todo esto respirando el aire fétido que se nota en las inmediaciones de Alcudia cuajadas de pantanos y charcos. Al fin á la una hemos llegado á la población en cuya entrada está el cementerio que es como presentarle al viagero la horca antes que el lugar, y cual un aviso de que va á meterse en un hospital.

Es Alcudia ciudad antigua en donde viven unas mil y quinientas personas, que ó bien tienen tercianas ó las han tenido, y que en ambos casos volverán á tenerlas. Circuyen la ciudad un foso, una muralla de muy poca elevación que podrá tener unos dos siglos y en que hay seis fuertes salientes cuyos fuegos pueden cruzarse, otro foso y otra muralla antigua en que se conservan muchas almenas, saeteros y torres, todo lo cual va desmoronándose por el absoluto descuido en que se tiene. A la muralla esterior le falta el terraplén y por lo mismo está inservible, y el terraplén de la otra no tiene mas espesor que el necesario para que puedan ir por él dos hombres de frente. Con el secretario del ayuntamiento á quien estábamos recomendados hemos ido á dar la vuelta á la ciudad por la muralla vieja, vuelta que se verifica en menos de un cuarto de hora . Hay en la ciudad tres puertas, y en una de ellas no solo se conservan todas las señales de haber habido puente levadizo, sino que está enterita la robusta verja de madera que venía á formar la segunda puerta. Como objeto de antigüedad es fortificación muy interesante y da corage ver que el gobierno la descuida y que se va perdiendo, como que trabajan de consuno para ello las injurias del tiempo, los habitantes de Alcudia que se llevan las almenas para jambas de ventana, y los árboles que nacen entre piedra y piedra y cuyas raíces son los mas terribles contrarios de los monumentos antiguos.

Fuera de la ciudad se conserva un segmento de círculo en que se ve cortada en la peña viva una gradería que suponen haber sido parte de un antiguo anfiteatro. La traza apoya verdaderamente esta opinión, aunque si fue anfiteatro debió ser muy pequeño. En ese mismo sitio se ven escavados en la peña varios antiguos sepulcros, en orden á lo cual no puede quedar ninguna duda, pues su inspección es suficiente para convencer al mas incrédulo. De una á tres de la tarde hemos corrido todo esto achicharrándonos y sudando á mares. ¡Qué mañana tan atroz! Sin embargo la vista de estas murallas equivale por lo menos á la mitad del sufrimiento, y la otra mitad puede ir en cambio de los recuerdos del tiempo de los comuneros que al ver esta ciudad acuden á la memoria. Fuerza es acordarse de que aquella lucha fue el último estremecimiento de la antigua libertad de los pueblos que estaba agonizando. El movimiento fue mal dirigido: el pueblo irreflexivo siempre atacó á la nobleza que es su natural defensora contra las demasías de los reyes; y la nobleza atacada hubo de defenderse, y en tal lucha sucumbió el que era fuerza que sucumbiera. El pueblo aspiró á demasiado y no logró nada, cual suceder suele al que pretende mas de lo que puede lograr razonablemente. Casi todos los movimientos populares tienen el mismo carácter, y por esto casi todos sus triunfos son efímeros. Ofenderlo todo, atacarlo todo es hacérselo todo enemigo (1).

En la posada había una muger de 25 años que hace pocos meses tuvo tercianas, una jóven de 17 que convalece de ellas, y un muchacho de diez que estaba tendido en el suelo sobre una piel esperando la terciana de esta tarde. En ese hospital hemos comido con los restos de la repostería del amigo Zaforteza. A las 5 hemos marchado hacia Pollensa por un camino que sería bueno á no estar como casi todos los de la isla lleno de piedras. Estas piedras son las que se resbalan de las cercas que con piedras solas se hacen aquí en todas las posesiones; siendo tanta la manía que hay de esto que hasta cercan los bosques, bien que en todos hay una puerta siempre abierta para todo el mundo, en términos que el camino suele atravesar por ellos. Al paso que se va uno alejando de Alcudia mejora el país, y al llegar cerca de Pollensa toma un aspecto bellísimo, y en el campo y en todas partes se nota un movimiento que indica la proximidad de un pueblo grande y laborioso. Efectivamente es Pollensa pueblo de unas seis mil almas y su territorio hace su apología.

A las siete y media de la noche hemos llegado á él y hospedádonos en un mesón chico, feo, sucio, miserable y endemoniado, á cuya vista nos ha cogido una pasión de ánimo que nos preparaba muy malos ratos, cuando ha venido á sacarnos de esa covacha el señor D. Guillermo Ignacio Cifre de Colonia á quien la autoridad superior política de la isla nos había recomendado para que nos enseñara las cosas antiguas que aqui hubiese, como dicha autoridad lo ha hecho con el corresponsal de la Academia arqueológica matritense que hay en cada pueblo, en cuyo caso se halla el señor Cifre. Este caballero nos ha sacado del infierno y trasladádonos al cielo con traernos á su hermosa y vasta casa en donde escribo el diario de hoy. Hay en el pueblo otras posadas y una de ellas es bastante buena, pero nos ha cabido la desgracia de que preguntando por la mejor nos hayan indicado la llamada de Corrona, que es la malditísima de que hablamos.

Es el señor Cifre uno de esos hombres cuya franqueza y cuyo carácter fino y sinceramente obsequioso se descubren al primer golpe de vista. A él nos habia recomendado nuestro muy apreciable amigo D.Cayetano Socias, y á su carta debemos indudablemente este obsequio. Estas atenciones nos hacen olvidar los malos ralos del camino y encarecer otra vez el carácter hospitalario de estos isleños que hacen los favores de modo que no quieren dejarle á uno obligado. El señor Cifre será mañana nuestro director para ver lo que hay en el pueblo y sus inmediaciones, á cuyo fin debemos levantarnos á las siete, cosa que para quien está tan desvencijado y trasnochado es algo durita, sobre todo si se tiene en cuenta que es la una de la madrugada.

Día 10 de Agosto de 1845

Este día que recuerda uno de los grandes triunfos de las armas españolas, al cual se debe la erección del monasterio y palacio de san Lorenzo del Escorial, ha amanecido fresco y sereno. A la hora fijada nos ha dispertado el señor D. Guillermo, y después de desayunarnos, hemos emprendido á pie el camino del Puig, alta y aislada montaña que está casi tocando con el pueblo. La subida es larga y pesada, sin embargo de que el camino es mucho mejor de lo que uno puede prometerse al ver cuan escarpadas y perpendiculares están las peñas de que la montaña se forma

Al cabo de una hora hemos llegado á la cima en donde hay un santuario y un grandísimo edificio que fue convento de monjas. Venérase en dicho santuario la Virgen que se llama Ntra. Sra. del Puig. El origen de esta imagen es el acostumbrado de que en lo antiguo brillaba por las noches en ese sitio un resplandor estraordinario, que fue observado por dos doncellas del pueblo, y que dio lugar á que las tales encontrasen la imagen de que se trata: mas dejando á un lado esa tradición piadosa que no puede justificarse con documentos profanos, lo que hay históricamente autenticado es que en 1348 se edificó la capilla por disposición del obispo de Mallorca, quien dio permiso para que en ella se celebrara misa: que D. Pedro el Ceremonioso en abril de 1371 mandó construir el monasterio que hoy existe, aunque restaurado en tiempos mas modernos, con el objeto de que lo habitaran, como lo verificaron, algunas monjas sujetas á la regla de san Agustin. Que en 1564 y en virtud de las órdenes de la época para que se retiraran á las poblaciones las religiosas que vivían en monasterios fuera de poblado, el obispo de Mallorca Arnedo las hizo trasladar á Palma violentamente. Las monjas comenzaron un pleito contra el obispo y lo ganaron; mas como durante la estancia en la capital habían entrado en el convento varías señoras de ella, renunciaron las monjas á volver á esta soledad, y se quedaron allí en el convento de la Concepción en que vivían.

Desde esa época el monasterio quedó como una propiedad del pueblo, por el cual fue convertido en casa hospitalaria que aun es en nuestros días. En todas épocas del año se da hospedage en ella á cualquiera persona todo el tiempo que guste de estar en este sitio; y á escepcion de la carne y del pan se le suministra todo. Las gentes de este pueblo suben aquí en gran número en la tarde de los sábados, cenan y pasan la noche bailoteando al son de las guitarras, de que en todos los pueblos de la isla hay crecido número. La fiesta de la Virgen se celebra en el tercer día de la Pascua de Resurrección, y entonces acude gran multitud de personas, de manera que en este año pasaban de mil las que había. A todos se da comida y cama, con la diferencia de que si se presentan como pobres, la primera se compone de una sopa de arroz y un trozo de carne asada, y si son ricos se hace estensiva hasta tres ó cuatro guisados, á cuyo efecto se matan y asan carneros, lechones y hasta cerdos enteros. Para que en ese dia y en todos los demás del año nada falte á los que vienen á hospedarse, hay grande provisión de mantelería y ropa de cama, no menos que de sartenes, calderas, candiles, velones, vasos, fuentes, platos etc., tanto que de estos hemos contado hasta mil quinientos, y servilletas mas de seiscientas. El grande gasto que esto ocasiona, se cubre con las limosnas que los concurrentes dan á la Virgen y con la cuesta general que se hace en todo el pueblo. Es cosa muy singular, que dura desde siglos y que verdaderamente me ha admirado. El edificio es muy grande, hay un magnífico refectorio, una buena despensa, grandes algibes para agua, veinte y tantas camas corrientes, y recursos para arreglar muchas mas, y en una palabra, todo está montado para el objeto que hoy tiene el edificio. La iglesia es bastante buena, y hay en ella algunos trozos de retablo antiguo, no malos.

Desde este punto se disfrutan vistas hermosísimas y con razón se pondera el tal Puig como una escelente miranda. Una hora hemos estado en ese sitio, y no ha podido ser mas porque el tiempo urgía para ir á misa. Hemos bajado pues, y dirigídonos á la iglesia. Tiene esta una sola nave pero muy grande, es moderna y de buena arquitectura. La araña del centro es como la de la catedral de Palma y las de casi todos los pueblos. Acabada la misa nos han enseñado en la sacristía la custodia que es de plata filigranada de un trabajo rico, de mucho gusto, y que fue regalada por un cura del pueblo á principios del siglo pasado. Es una pieza muy linda, y toda su traza indica haber sido construída en Italia y tal vez en Genova.

Como era absolutamente imposible ir esta mañana á ver el Calvario que tanto nos recomendó el señor conde de Ayamans, y por otra parte nos apremiaban las repetidas y obsequiosas instancias del señor Cifre, hemos resuelto escatimar la mitad del día que queríamos pasar en Soller y consagrarlo á Pollensa que en buena fe lo merece. Asi pues hemos comido con calma, que bien era digna de ello la buena mesa del señor Cifre, y á las cuatro de la tarde hemos tomado en su compañía, y montados los cuatro, el camino del castillo del Rey que dista de Pollensa unas dos horas. Ya dije ayer que Pollensa es villa muy poblada, de escelente y bellísima campiña y que hay el movimiento propio de las poblaciones ricas. Su posición es hermosa pues está situada en un ancho y dilatado valle y guarecida de los vientos por las montañas que le forman, cual si dijéramos, dos pantallas. En nuestro viaje de esta tarde hemos comenzado por atravesar una buena parte de su fértil huerta en la que crecen juntos y lozanos todos los árboles frutales, incluso el limonero y el rico naranjo de Mallorca. En todos estos árboles se notan una fuerza de vegetación grandísima, y un verdor que indica cuan favorable es para ellos el territorio. Hemos seguido luego el largo y tortuoso valle que forman las montañas, unas veces subiendo y bajando por las vertientes y otras caminando por el fondo: pero siempre por medio de un frondoso bosque que llega hasta mitad de las alturas, las cuales de allí para arriba son de pura peña sin mas vegetación que yerbas muy escasas, mezquinas y desmirriadas que viven tristemente entre las grietas. Después de una hora de camino se presenta en el fondo del valle un frondoso y magnífico encinar en el que hay algunos árboles centenarios y de grandes dimensiones.

En este bosque se cría una variedad de martas de color ceniciento y atigradas, cuya piel aun después de curtida conserva un hedor intolerable. Para que nada falte á este magnífico paisage forman las fuentes nacidas en el monte un arroyo que corre por el fondo del valle, ya con dulce murmullo, ya saltando entre piedras, ya deteniéndose y presentando un cristalino espejo en los recodos mas anchos, ya haciendo mil juegos caprichosos, torciendo su curso, llevándolo después recto, y produciendo á cada paso un rumor distinto y de cada vez mas agradable. Al fin de ese encantador territorio se levanta á la izquierda un humilde cerro, en cuya cima y casi oculta entre el ramage aparece una ermita, cerca de la cual hay un grupo de cipreses y una palmera que levanta sus encorvadas ramas por encima de los árboles á fin de que el viajero la vea y no pueda olvidar que se halla cerca de Africa. Reina en ese país una soledad muy grande, pero dulce, y en todo él se respira el aromático aire propio de un bosque frondoso.

En esta isla casi siempre se pasa de sitios amenos á lugares áridos, y asi es que luego de acabado el bosque se han presentado á una y otra parte del camino montañas peladas. Solo hay verdor en el fondo del valle en el cual en vez del manso y juguetón arroyo, se veía el seco lecho de un torrente donde grandes peñascos desprendidos de los montes están aguardando que con el trabajo de siglos los vayan convirtiendo en cantos rodados las aguas que bajarán desde la altura de donde ellos se han desprendido. Allí la soledad era tristísima, y solo la interrumpían algunos carneros silvestres que van sueltos y tienen que cazarlos los hombres y perros en la época del esquileo. De tiempo en tiempo encontrábamos una barraca de carboneros; mas todo esto tenía un carácter de soledad y de tristeza que hubiera angustiado el ánimo á no andar mezclado con ellas el sentimiento de grandeza que inspiran la mucha altura de los montes y la enormidad de los peñascos perpendicularmente tajados. Al llegar al pie de la montaña en cuya cumbre se hallan las ruinas que íbamos á visitar, hemos bajado de los mulos y emprendido á pie la subida que es larga y fatigosa porque hay que abrir camino por entre las malezas y las piedras sueltas en las cuales el pie resbala á cada paso.

Las ruinas son magníficas. Las tres cuartas partes del castillo son obra de la naturaleza y las forma un enorme peñasco que parece haber sido sobrepuesto en la cima del monte. Los hombres aprovecharon ese peñasco para convertirlo en fortaleza; y llenando vacíos, haciendo una pared en donde faltaba un trozo de peña, y construyendo con mampostería cual si dijéramos una obra muerta al buque natural, fabricando una puerta en una abertura que la peña dejaba, y vaciando después una parte de esa masa hicieron un fuerte inespugnable. En la pared que la corona hay sus almenas y saeteras, dos puertas con un estrecho callejón abierto en la peña desde la primera á la segunda, hay pedreros por dentro y por fuera de la puerta, saeteras en mil puntos, algibes para agua, ruinas de varios aposentos, una poterna, y está bastante conservada una magnífica sala de armas de buena arquitectura gótica.

En el día hay paredes medio caídas ,techos hundidos, bóvedas que se han venido abajo, ventanas y saeteras obstruidas, y en una palabra, unas verdaderas y grandiosas ruinas que las injurias del tiempo van poco á poco desmoronando. Son rarísimas las personas que las visitan, y solo sirven de redil á las ovejas silvestres. El cuervo y el milano vuelan en torno de sus almenas y acaso hacen su nido en las resquebrajadas paredes, en donde mas que en otra parte estan al abrigo de la rapaz mano del hombre. El castillo se halla á una altura inmensa y estremece el mirar abajo desde sus almenas, porque á una profundidad espantosa se ve por unas partes el desierto valle, y por otras el mar cual si estuviera metido en un abismo. Por estelado sobre todo está el monte cortado perpendicularmente cual si lo hubieran hecho con una sierra.

Desde esa cumbre se gozan hermosísimas y variadas vistas según el punto donde uno se coloca. En un día sereno se descubren al otro lado del Mediterráneo las montañas de Cataluña y en medio de ellas la de Monserrate; mas como hoy había mucha cerrazón en el horizonte no ha sido posible columbrarlas cual deseábamos ansiosamente, porque al fin esa es la tierra de nuestra patria. Desde el punto mas culminante del castillo se ven una tras otra cinco cordilleras de montañas cuyas cimas son sumamente desiguales y presentan picos, hendiduras y mil caprichosos cortes. Esa ha sido la vista que mas efecto me ha causado, pues estas montañas puestas en oscuro, cuya altura iba subiendo por grados y perdiéndose en la lejanía , eran la imagen de un mundo que acababa de salir de las manos del Criador. Esa vista es grande, magnífica, inmensa é imponente hasta un punto indecible.

Registrado todo el castillo y héchonos cargo de las diferentes vistas que ofrece, hemos descendido la montaña con la misma fatiga y con el sudor mismo que á la subida. Dámoslo todo por muy bien empleado porque las ruinas valen la pena de tomarse esta molestia.

A la vuelta á Pollensa hemos tomado el mismo camino que á la ida, y en mitad de él se nos ha hecho de noche, á bien que ha suplido la falta del dia la luz de la luna que brillaba en mitad del despejado cielo. El dulce ambiente del encinar, la frescura de la noche, el silencio de los lugares, la luz que la luna derramaba y el rumor del arroyo producían una delicia inesplicable, pero de la cual todos hemos gozado de un modo muy sensible. Gastando en la vuelta mas tiempo que en la ida, porque en esta nos aguijoneaba el ansia de ver, hemos llegado al pueblo poco antes de las nueve.

Puesto que ahora me ocurre, diré que llaman la atención en toda la isla los ojos de las mugeres que son negrísimos y hermosos; y en Artá es cosa que salta á la vista de cualquiera el despejo de las mugeres muy superior al de los hombres. La frenología tiene mucho que estudiar allí, pues casi todos los hombres presentan la frente muy deprimida, al paso que la de las mugeres es ancha y despejada.

Día 11 de Agosto de 1845

Hemos dormido bien, y sin embargo nos levantamos quebrantados, y lo peor es que con el calor de la mañana hemos de ir á ver no sé qué cosas. Sudada mas ó menos no importa. A las diez hemos salido del pueblo acompañados del señor Cifre viendo de paso la iglesia que fue de jesuítas, que es bastante grande, toda ella de piedra de sillería y que por haber servido para cuartel y otros malos usos está malograda. En seguida al Calvario que está en una colina aislada y bastante alta. Hay una capilla moderna que nada particular ofrece sino un antiquísimo crucifijo á cuyos pies está una Virgen arrodillada, y el todo descansa en una piedra que tiene la forma de una arquilla, en la cual hay inscripciones góticas.

La delantera dice :


O mon fill car suplicvos pardoneu
A qualsevol qui venga per orar
En aquet loc eus vulle contemplar
Devotament clavat alt en la creu.

 

Y la de detrás dice :


Absit mihi gloriari
Nisi crucis ante lignum
In quo Cristus sacro mundum
Redemit suo sanguine.

 

Encima de la cruz está el rótulo de Jesús Nazarenus rex judeorum, con la advertencia de que el rex judeorum está escrito en hebreo. El todo es obra del año 1252, esto es, veinte y tres años después de la conquista. Su antigüedad que desde luego se conoce en la escultura le hace digno de llamar la atención.

En un punto muy inmediato al Calvario hay un admirable golpe de vista, pues se descubre un largo y deliciosísimo valle que por un estremo remata en el mar después de ensancharse muchísimo, y por el otro se estrecha hasta perderse en la angostura y tortuosidad que le obliga á formar la dirección de las montañas. Todo el valle es un verdadero bosque de olivos, algarrobos, higueras y otros árboles frutales, con un claro destinado á huerta y naranjos, pero hay una pasmosa riqueza de vegetación y un verdor que admira. Todo este bosque está cuajado de casas de campo que no se ven de pronto porque los árboles las visten por todos lados; pero mirando atentamente acá se ve una chiminea, asoma allá un ángulo de tejado, en otro punto se descubre una ventana, mas allá el lomo de una pared, mas lejos una puerta, y por fin acaba uno por convencerse de que allí hay derramada una población que vive entre la frescura y el ramage de este encantador laberinto. Este es indudablemente el paisage mas lindo que hasta ahora hemos visto, y su aspecto no tan pronto se borrará de nuestra memoria. El día estaba nublado y fresco, así es que ni el ardiente sol del estío, ni ese terrible sudor que nos agobiaba ayer han venido á rebajar el delicioso efecto de esta bella perspectiva. Este país es verdaderamente vicioso, y no sin sentimiento vamos á dejarlo dentro de dos horas llevando en nuestro recuerdo el cuadro que ofrece su hermoso territorio, y en nuestro corazón una sincera y profunda gratitud hacia el señor Cifre, cuyo magnífico hospedage, y cuya amabilidad y franqueza que esceden á todo encarecimiento serán siempre una de las mas gratas memorias que de esta isla llevaremos á nuestra patria.

En efecto hemos salido á las tres tomando el camino de Lluch que corre por el mismo valle de Pollensa y por entre un frondosísimo bosque de olivos centenarios cuyos caprichosos troncos ofrecen á cada paso algun nuevo objeto de curiosidad. Unos están torcidos é inclinados al suelo, otros con el tronco enteramente vacío solo conservan la corteza de aquel ceniciento color de leña resecada, á cuya vista apenas puede uno concebir que el árbol viva. En medio de los olivos ostentan su verdor algunos algarrobos, la atrevida hiedra se encarama por los troncos y ramas, y la delicada vid desconfiando de sus fuerzas forma espiral al rededor del tronco de una encina entre cuyas bellotas cuelgan los racimos de uvas. La frondosidad es tanta que el follage se cruza por sobre el camino, formando encima de él una verde bóveda que vence en hermosura las de nuestros jardines.

Después de una hora se deja el valle y el camino va subiendo por la ladera izquierda de la montaña, pero tan escabroso y malo que mas que para hombres y animales de carga es á propósito para cabras. Sobre ser malo de suyo está en mil puntos interceptado por las masas desprendidas de la altísima cordillera en cuya cima no hay sino enormes pedriscos medio desgajados que amenazan venirse abajo. Esas empinadas y salvages cumbres son horrorosas é inaccesibles y de ellas puede decirse:


Ne gregge ne armenta.
Guida bifolco maí, guida pastore,
Ne v 'entra il pellegrin, ne anche smarrito,
Ma lungi passa e le dimostra a dito.

 

Después de una violenta subida de mas de una hora, varía el aspecto del pais y se presenta un encinar espeso, magnífico é imponente. Reina en este lugar una paz dulce é inesplicable, y es la morada de infinidad de ruiseñores que en las madrugadas le dan vida con sus cantos y que viven y mueren en él acaso desde mil generaciones, sin temor de que el hombre turbe sus amores ni les arrebate del nido los tiernos hijuelos. En la hora que nosotros pasamos solo interrumpían de tarde en tarde ese sagrado silencio los balidos de alguna oveja silvestre, que aqui como en muchos otros puntos de la isla viven por los montes en libertad absoluta sin costar nada á sus amos y sin sufrir mas cautividad que en los días del esquileo. Para que nada falte á este sitio maravilloso hay una fuente de fría y sabrosísima agua, y hacia la derecha del camino ostentan su orgullosa cabeza infinidad de picpuntas aisladas que parecen un cacho de nuestra montaña de Monserrate. El tronco de las encinas mas añosas está todo cubierto de musgo que las hace dignas de ser consideradas druídicas, y á cuya vista nuestra imaginación ha recordado la rica prosa de Chateaubriand, los dulces versos de Romani, la tierna y melancólica música de Bellini, y los penetrantes cantares de la sentimental Norma, que podrá ser en opinion de los científicos ópera poco artística pero que siempre hará palpitar el corazón de quien la escuche. Bastante separada del camino llama la atención la célebre encina de Mossa que cual Calipso sobresalía con toda la cabeza por encima de las ninfas que la rodeaban, así ella alza su verde copa por sobre todas las encinas que la circuyen. El tronco tiene 62 palmos de circunferencia, es la reina de los bosques de Mallorca, verdadero monstruo del reino vegetal, reputada por coetánea de D. Jaime el conquistador, hendida hoy y decrépita, pero con aquella decrepitud que todavía le promete siglos de vida. Su adolescencia fue de muchos lustros, su edad viril de siglos, y fuerza es que el fin corresponda á tales principios. Rivaliza con ella en fama aunque no en fecha otra encina distante de allí cuatro leguas, la cual en el año pasado produjo quince cuarteras de bellotas.

Desde el lugar en que hemos visto la encina de Mossa iban el mismo camino dos jóvenes con dos burros cargados de palmitos para hacer sombreros. Como el mal piso nos aconsejaba ir á pie nos hemos reunido con ellos y trabado varias conversaciones que al fin han ido á parar á la Virgen del Lluch, imagen célebre en la isla y de la cual es opinion entre la gente mas sencilla que tiene siete hermanas y que es madre de otra Virgen que se venera, no recuerdo en qué punto. He procurado convencer al mancebo que tal decía de que la Virgen no tiene hermanos y de que solo tuvo un hijo que fue nuestro señor Jesucristo, y aunque el mozo era un bárbaro, según él mismo ha dicho, á poca costa se ha doblegado á mi dictamen añadiendo que ya antes de ahora le habían parecido cosa estraña esas hermanas y esa hija.

A las 7 hemos llegado á Lluch, pueblo que no tiene doscientas almas, enclavado entre montañas, en estremo solitario y el mas frío de toda la isla. Nuestra posada ha sido el colegio que hay en él y que bajo diferentes puntos de vista llama la atención del hombre menos curioso. Con la diferencia de que en vez de dos doncellas fue un muchacho pastor, todo lo demás del hallazgo de la Virgen de Lluch es igual al de la Virgen del Puig de Pollensa, bien que el de Lluch fue en el año 1238. De pronto se erigió una capilla que muy desde sus principios estuvo en grande veneración en la isla y á la cual se atribuyen muchos milagros. Edificóse luego una casita para vivir un sacerdote, recogiéronse limosnas para construir una iglesia, los templarios y algunos particulares hicieron donativos, trasladóse acá el curato de S. Pedro de Escorça; el noble Tomas Tomas cedió un predio en 1456, y con esto se instituyó la congregación de sacerdotes á que en el mismo año dio Calixto III el nombre de Colegio, poniendo á su cabeza á un prior con el cargo de la cura de almas. Alguna variación aunque no sustancial hizo en estas cosas Alejandro VI en 1465, y finalmente en 1531 Clemente VII dispuso la nueva regla que debía seguir el colegio y que aun hoy se observa. Los clérigos son siete á tenor de lo prescrito en la bula últimamente citada; hay doce infantes ó monagos, á quienes enseñan música y gramáticas española y latina; y como la música es vocal é instrumental, hasta ahora toda la isla venía acá á surtirse de organistas. Cerrado hoy el camino de la carrera eclesiástica, los infantes al salir del colegio toman otras carreras, aunque la mas común es que continúen siendo músicos. Se los mantiene, viste y enseña, y para su admisión es indispensable que sean pobres é hijos de buenos padres.

Además de tan útil institución esta casa lo es de hospitalidad, y en ella se alojan cuantos quieren: si son pobres se los alimenta unos dos días, y no siéndolo se les suministran utensilios y camas muy regulares. Todo esto se costea con las rentas de la casa, con las limosnas que se recogen por toda la isla y con las que suelen dejar los hospedados. El edificio es muy grande con toda la traza de convento y tiene al frente un inmenso patio adornado con frondosos árboles.

A guisa de peregrinos hemos parado en esta casa, en la cual se contaba ya con nuestra visita, merced al aviso oficial dado en el Boletin por el Sr. Gefe Político, á quien por este y por otros obsequios somos deudores de gratitud muy grande. Al salir de Pollensa nos había dado el señor Cifre una carta recomendatoria para uno de los sacerdotes de esta casa; mas es justo decir que á nuestra llegada hemos sido bien recibidos por varios sirvientes y por un sacerdote que nada sabían ni del aviso oficial ni de la carta.

Llegado el prior le he pedido noticias acerca de la fundación del colegio: para satisfacerme ha sacado un pliego de papel manuscrito y ha pasado entre los dos un diálogo muy curioso, del cual nada he podido sacar en limpio para mi objeto, porque el Sr. prior recuerda poca cosa de la historia del colegio. Verdad es que me ha ofrecido un libro que lo reza todo y verdad que lo ha buscado, mas no podia dar con él, y la cosa estaba muy mal parada cuando ha venido el sacerdote para quien era la recomendación, el cual nos ha recibido perfectamente, dádonos cuantas esplicaciones hemos pedido, dejádonos el libro, y en union con el prior enseñádonos el colegio y la iglesia con todo lo que en ella es digno de verse. La iglesia es buena, aunque se resiente del gusto del siglo XVII en que se hizo, abunda en jaspes de este mismo país que son muy hermosos, y todos los adornos y altares de ella son churriguerescos. En una pieza inmediata á la sacristía hay algunos cuadros regulares, pero llaman particularmente la atención dos muy buenos, pintados en cobre, uno de los cuales es de escuela flamenca, y el otro de escuela italiana. Son dos piezas de gran mérito y estan bien conservados. La Virgen de Lluch y el niño son de piedra con el rostro negro y de ese pésimo gusto que se nota en muchísimas imágenes que de esa misma clase hay en monasterios y ermitas de España. Se conserva el vestido que según dicen llevaba la Virgen cuando su hallazgo, el cual es de damasco verdemar y que hoy está cerrado en una arquilla porque á impulsos de la piedad los peregrinos se lo iban llevando á pedazos. Hay en la sacristía un terno bastante rico y una custodia muy regular y de gusto gótico aunque ya un poco decaído.

A las nueve hemos bajado al refectorio que es espacioso, y en él y en la misma mesa de los sacerdotes nos han servido una humildísima cena los monagos que son los pages de mesa. Al acabar la cena el Sr. prior ha brindado á la salud nuestra, los demás sacerdotes han hecho lo mismo, y nosotros hemos agradecido su hospitalidad. Los sacerdotes que en la mesa había eran el Sr. prior, hombre bonazo y de rostro alegre y pacífico; el vicario que es maestro de latín, hombre joven con cara de muy buen humor aunque silencioso como un muerto; el maestro de música, hombre alegre, que lleva pintada en el rostro su afición á las armonías, y tiene todo aquel gesto y toda aquella inquietud propia de los músicos; y otro capellán de mediana edad, de buenas carnes, madrugador, cazador, reidor, gran destilador de rosoli, y que nada tiene que hacer, según nos ha dicho él mismo con una frescura envidiable. El sacerdote á quien íbamos recomendados ha cenado en su cuarto en gracia de su ancianidad. Dada una limosna para la Virgen y compradas unas cintas que marcan la estatura de la imagen nos hemos despedido de los sacerdotes con los mutuos ofrecimientos de estilo, y á las diez y media estábamos en nuestro cuarto que es espacioso y en el que hay muy buenas camas, una de las cuales es antiquísima, con altos pilares en espiral, una rica cabecera de gusto gótico y un dosel con su faldellín en torno. Es pieza de examen que compraría á buen precio un anticuario.

Mucho se han empeñado estos buenos sacerdotes en que nos quedáramos con ellos á lo menos un día, pero tenemos el tiempo tan medido que hubiera sido imposible aun cuando prescindiéramos de lo escamaditos que nos ha dejado la cenobítica cena. Hablando en plata á la hora de ésta estamos hambrientos, y en buena fe que ninguno de los tres es tragón. En una casa devota justo es hacer penitencia.

Día 12 de Agosto de 1845

Hemos salido á las cuatro de la madrugada sin llevar el mas mínimo resquicio de repostería, que es como decir en un estado fatal y sin ninguna esperanza, porque desde Lluch á Soller no hay pueblo ni casa que haga concebir ilusiones. Y cuidado que al acostarnos ya teníamos hambre.

Antes de ahora he dicho que es muy laudable la estraordinaria afición que los mallorquines tienen á su isla, y el empeño con que procuran que los forasteros la visiten; mas, con su perdón sea dicho, al lado y aun antes de este empeño deben tener otro, y es el de hacer caminos y establecer posadas; pues sin que comiencen por esto será difícil que salgan airosos en su tema. Solo una afición muy decidida puede dar el valor necesario para no volverse á Palma después de la primera jornada, porque en efecto, y está muy lejos de ser una exageración, no hay cristiano que pueda andar por las sendas, que no caminos, que conducen de uno á otro punto. Y cuando el viagero molido, quebrantado y cubierto de sudor llega por fin á un pueblo le aguarda una mala y asquerosa posada, y una cama á propósito no para dormir, sino para quitar el sueño al primer dormilón del mundo. Al llegar á esa posada es mucha fortuna si el viajero encuentra una silla en que sentarse, y en cuanto á mesa para escribir ó dejar títeres, á espejo por si quiere afeitarse, y á otras cosas muy sencillas, es ocioso que piense en ellas porque al señor hostalero no le ha ocurrido nunca que el viandante pueda necesitarlas. Ya no se habla de comida, porque si en cada punto de los vistos hasta ahora se encuentra una posada en que le guisen á uno lo que trae es lo sumo de la ventura. Nada de esto son exageraciones, sino la verdad pura, neta y aun rebajada, y quien no lo crea siga la ruta que nosotros hemos llevado, métase en las posadas públicas y quedará divertido.

¡O tú , lector que aciertas á ver este diario! si te diere la tentación de visitar la isla piénsalo bien antes de ejecutarlo, porque si te arrepientes de haber comenzado será muy á costa de tus huesos y de tu estómago. Por fortuna el carácter amabilísimo y en estremo obsequioso de los mallorquines ahorra el mal estar de las posadas, porque la mas sencilla carta de un amigo basta para que á uno le hospeden magníficamente en una casa particular; mas el camino no lo ahorra nadie, y á la vuelta de dos dias le tiemblan á uno las carnes cuando recuerda que á la mañana siguiente ha de continuar el viaje. Abrid caminos, mallorquines, abrid posadas; vuestra isla será entonces visitada, porque en verdad lo merece; y no olvidéis que en Francia, en Suiza, en Italia y en Bélgica la mucha concurrencia de estrangeros es una verdadera riqueza. Vuestro hermoso país, vuestra sencillez y vuestro carácter amable atraen muy eficazmente, pero vuestros caminos y vuestras posadas rechazan de un modo casi invencible. Procurad por lo menos que las fuerzas centrípeda y centrífuga estén equilibradas.

Desde Lluch hasta el Gorch blau que dista dos horas, el camino es un frondosísimo bosque de encinas, continuación del de ayer. A la mitad de ese trecho y en una encina que está á la derecha de la senda hay clavadas tres crucecitas que recuerdan la desgracia de tres hombres á quienes mató un rayo en la mañana del dia de San Lorenzo de 1833. Al fin de ese bosque y en parage ya bastante hondo las enormes montañas de peña viva y enteramente pelada que se levantan á los dos lados van acercándose basta formar una angostura que llega á tener solo seis palmos. Allí se encuentra uno cual metido en un callejón entre dos inmensas torres perpendiculares y de una magnitud espantosa. Desciende de la parte opuesta al camino que se lleva un arroyo que en ese sitio forma un largo, estrecho, tortuoso y profundo depósito de agua purísima, y que como recibe la luz perpendicular y encajonada toma un color azul vivo que es causa de que se le haya dado el nombre de Gorch blau ó sea charco azul. Se atraviesa el charco por un angosto puente, y es en verdad un punto de vista admirable y de que es muy difícil hallar una copia. Si estuviera en otro país que no fuese España, se habrían sacado de él mil vistas, y andaría en estampas de todos tamaños. Esa angostura es la puerta de un pais enteramente distinto, de suerte que no parece sino que la naturaleza la ha puesto allí para indicar al viagero que va á entrar en una tierra nueva. El cambio es repentino; basta un paso para encontrarse en otro teatro.

Sigue el camino por un ancho valle en que se coge mucho trigo, pero en el cual no hay árbol alguno ni tampoco en las montañas que se alzan á sus dos lados y son de peña seca, y tan blancas que rechazan los rayos del sol de un modo insufrible. En la actual época del año en que el valle no presenta mas que un seco rastrojo, ese camino es triste, tristísimo. Nada en él daba señal de vida, sino era en algunos puntos el ganado lanar, vacuno, caballar y de cerda que pacía reunido en esos solitarios y agostados campos. Desde nuestra salida de Pollensa hemos subido siempre, y así es que al acabar hoy este valle estábamos en un punto elevadísimo y era preciso bajar hasta la hondura en que se halla Sóller puesta al nivel del mar. En la imposibilidad de verificar ese descenso á caballo hemos echado pie á tierra, y comenzado esa bajada larguísima, cruel, atroz y maldita. No hay medio de poner el pie sobre seguro ni una vez sola; la estrecha senda, infame de suyo, está incesantemente obstruída por las piedras que ruedan desde la eminencia, á un lado enormes peñascos amenazan con su caida y al otro se presenta un continuo abismo. No es posible dar una idea de ese camino, á que por antonomasia se llama aquí el barranco, porque no hay en nuestro país cosa que se le parezca. Entre las peñas cuyo color indica que se desplomaron hace siglos las hay recientemente desprendidas, que se han parado sobre una base insegura y que se dijera van á echarse sobre el transeúnte. Parece que anda uno por el vaciadero de una mina, pero nó de mina de hombres sino de mina de titanes; y si osa uno levantar la cabeza hacia las empinadas cumbres ve moles inmensas que vuelan sobre el camino y son el giganteo alero de esas torres de colosos.

De esas peñas ha goteado agua en antiguos tiempos, como lo prueban las enormes estalactitas que cuelgan de varios puntos; mas hoy todo está seco, lleno de anchas y dilatadas grietas, y los puntos en que ha habido algun desprendimiento reciente presentan el color y la apariencia de la yesca. Hacia la mitad de esta eterna bajada la montaña forma un recodo semicircular y allí hay varios ecos que repiten toda entera y con la mayor claridad cualquiera palabra de dos y hasta de tres sílabas, y un poco mas abajo hay un eco del eco, de suerte que la misma palabra es repetida dos veces, con tal que el grito se dé en tono agudo, pues si se profiere en tono grave solo la repite una. Allí gritábamos los tres, y los dos ecos repetían las palabras de cada uno de nosotros, de manera que como hombres y ecos voceábamos á un tiempo parecía que hubiese allí un crecido número de personas. ¿Cómo no recordar entonces aquellos versos del amante de Eleonora:


E quasi par che boscareccio coro
Fra quegli antri si celi e in quelle fronde;
Si chiaramente replicar s'udia
Or il gran nome, di Cristo or di Maria?

 

En pasando de ese punto comienzan ya á presentarse olivos cuyo número se aumenta hasta formar un verdadero bosque. Aqui luce el trabajo del hombre que en esas empinadas alturas ha construído paredes de piedra para detener la tierra en que pueda el olivo agarrarse. Es un anfiteatro de gigantes. Al pie de esa bajada y dentro de una concha formada por montañas se presenta en medio de un bosque de verdura la villa de Sóller, cuyos tejados parecen desde aquella eminencia un campo arado.

A las doce llegábamos á este pueblo, famoso por sus naranjas, y que bien hubiera podido servir de modelo á Fenelón para describir una isla como la de Calipso. Los árboles que producen manzanas de oro y que tanto encomiaba el esclarecido autor del Telémaco son aqui tan abundantes, que Sóller está efectivamente colocado en medio de un inmenso naranjal. La villa es grande, bastante bien empedrada y hay en ella mas movimiento del que se ve en la mayor parte de los pueblos de la isla. Hemos parado en una posada que tiene fama de ser la mejor y de la cual por ahora no es posible formar concepto. Sin embargo han sido malos antecedentes el ver que á nuestra llegada la posadera ni siquiera nos ha saludado, el introducirnos en un cuarto cuyas camas ocupadas en la anterior noche por otras gentes aun estaban sin doblarse, y el ver colgado en el postigo de una ventana un asqueroso candil cuya luz alumbraría ayer a nuestros predecesores. Cierto que no siempre las cosas corresponden á sus antecedentes, pero cuando estos son malos no suele ser bueno lo que viene tras ellos. Henos aquí aguardando la comida que se ha guisado para nosotros, porque comida hecha es en estas posadas una gollería á que no puede aspirarse. La Maritornes interrumpe en este momento para poner la mesa. Aquí será ella.

Han constituido la comida los cosmopolitas platos de pollo con arroz, sesos fritos y tortilla, y aunque parece imposible hacer fiasco en cosa tan trillada, la tortilla era un compuesto de huevos, aceite, ajos, peregil, clavo, pimienta y canela que no había paladar capaz de resistir á tantos sabores juntos. Nada bueno ha habido en el banquete, sino es la amabilidad de María, doncella lista y despejada, agradable aunque no bonita, y que lleva los pies tan sucios como limpio el rebosillo.

A las cuatro hemos ido al puerto que dista una hora, y cuyo camino es una carretera llana y escelente que atraviesa frondosísimos y nunca interrumpidos naranjales. Este es el verdadero jardín de las Hespérides; y quien desembarque en el puerto de Sóller y se venga al pueblo formará del país una escelentísima idea, que por desgracia suya tendrá que rectificar muy pronto si le da la humorada de subir esa infernal cuesta que esta mañana hemos bajado. El puerto es una concha pequeña y de poco fondo pero está al abrigo de todos los vientos y parece un verdadero lago. La entrada, que la forman dos montecillos, está defendida por un castillo antiguo y un baluarte moderno, hay su muelle aunque corto, y encima del andén se alzan algunas casas en que vive una población de pescadores. El todo es muy parecido aunque en escala pequeña al puerto de Ciotat cercano á Marsella. Desde la segunda escalera del muelle partió para Cataluña San Ramon de Peñafort a bordo de la mitad de su capa y sirviéndole de vela la otra según tradición antigua. En la presente estación no bay en el puerto mas que algun barco carbonero, pero durante la cosecha de las naranjas es grandísimo el movimiento, ya para la conducción de ese fruto, ya para su embarque. Hemos subido á la ermita de Santa Catalina que está en una altura detrás del puerto y que nada tiene particular sino un balcón casi aéreo desde el cual se ve el mar debajo de los pies á una profundidad muy considerable. La tranquilidad del agua convidaba á embarcarse y buscábamos ya una lanchita para verificarlo, cuando el sargento de carabineros que ha oído nuestra demanda ha dispuesto que un súbdito suyo nos llevara en el bote de la Hacienda, fundándose particularmente en que los carabineros no tienen aqui nada que hacer sino estar tendidos. En el bote hemos dado una vuelta por la rada, y desembarcando en la parte opuesta del muelle nos hemos dirigido á ver una cosa digna de llamar la atención de todo forastero.

Antes de ahora me parece haber dicho que en esta isla tienen una manía por las cercas, de manera que las hay con una profusión admirable, y muchas de ellas son enteramente inútiles. No se crea sin embargo que estas cercas sean como cualesquiera otras, pues aquí se hacen con una perfección rara y hay hombres llamados marginers que se dedican esclusivamente á este trabajo. Entre todas las de la isla, que las hay muy buenas, han alcanzado grandísima fama y bien merecida las de la posesión de los Engelats inmediata á este pueblo. Dejando á un lado muchas otras de dicha hacienda que en cualquiera otra parte serían magníficas, hay una portentosa. Es muy larga, tiene veinte y cinco palmos de alta, y su espesor es tanto que muy holgadamente puede correr por encima de ella un carruage de las mayores dimensiones. Tiene un poco de inclinación á manera de talus, y en la parte superior lleva un borde de unos dos dedos metido hacia dentro. Está formada con piedras de todas dimensiones y de todas las figuras que pueden imaginarse, y de muchas que no se han imaginado nunca. La cara esterior y los lados de cada piedra están labrados con perfección tan rara que sin embargo de no haber una que tenga una forma regular se ajustan tan perfectamente que es imposible introducir una moneda entre dos de ellas. Su lisura y justeza es tal que toda la pared parece una sola pieza, y se deja entender que no hay argamasa, cal , betún, barro, yeso, ni otra ninguna cosa que las una. De trecho en trecho tiene dos escaleras que partiendo de distinto punto vienen á unirse al pie y forman con el trozo de pared que queda entre la una y la otra un triángulo equilátero. Estas graderías se componen de veinte y tres escalones, de mas de palmo cada uno. La tal cerca, que mas bien pudiera llamarse muralla, tiene magnificencia y hermosura, vale la pena de andar un buen trecho para verla y es cosa que ha costado una suma considerable. Como un remedo suyo hay muchas en las inmediaciones, pero al lado de esta nada valen.

Día 13 de Agosto de 1845

Hoy por primera vez se ha desmentido nuestra exactitud, pues queríamos marchar á las cuatro, y nos hemos levantado cerca de las cinco. El hostalero tiene facha de un solemne perillán, circunstancia que indico, no como defecto, sino cual una cualidad indispensable en hostalero. En vista de la cuenta lo reputo por mucho menos Caco que al soidisant fondista de Manacor, en términos que en mi concepto lo es exactamente como debe serlo un posadero. A las cinco y media hemos salido de Sóller cuyos alrededores son por el camino que llevábamos como lo eran los del camino del puerto que anduvimos ayer, un continuo y deliciosísimo naranjal que dura media hora. De paso hemos observado en toda la isla que los naranjos se plantan mucho mas juntos que en Cataluña, de suerte que ni un rayo de sol puede penetrar jamás hasta la tierra en que viven. Acabado el naranjal principia un verdadero bosque de olivos que coge desde la profundidad de los valles hasta las cumbres de los montes, salvo algunos picachos de peña viva y perpendicularmente tajada. Este olivar que comienza al salir de Sóller, dura sin la mas mínima interrupción y por todas partes á donde alcanza la vista hasta la ciudad de Palma, esto es, un trecho de siete horas muy cumplidas. Fácil es comprender hasta qué punto embellece el país este copiosísimo arbolado y cuántas deben ser las riquezas que le proporciona.

Las tres primeras horas de camino son una posdata del fatal barranco que me parece quedará grabado en nuestra memoria para siempre. Subidas, bajadas, piso infame, precipicios y todo lo malo que pueda temerse. Gracias á serlo tanto, en lo mas peligroso de él íbamos á pie en el momento en que uno de los mulos separándose un poco de la senda se ha caído en un campo que por fortuna solo estaba unos diez y seis palmos debajo del camino. Era precisamente el mulo de la repostería, mas nada se ha perdido ni malogrado. Sus apuros ha habido para sacarle de allí, y con este motivo se ha trabado entre nuestro mozo y una vieja regañona tal disputa que ha sido para nosotros grande divertimiento. A las siete hemos pasado por Llucalcari que tanto significa como Alquería de Lluch , y es una casa de campo grande é inmediata al mar. Debe advertirse que como Mallorca está poco poblada, del modo que en el continente decimos se pasa por el pueblo A , llegaremos al pueblo E , aquí hacen el oficio de pueblos las casas de campo y se dice ya estamos en Son Serra. de aqui á Son Real hay tantas leguas etc.

A las siete y media hemos llegado á Dea, pueblecito situado en parte en el fondo de un valle y en parte compuesto de casas diseminadas. El sitio es eminentemente pintoresco porque el valle está cuajado de naranjos y de otros árboles frutales , corre por él un arroyo y el todo tiene una amenidad indecible. Es sin duda uno de los mas hermosos sitios de la isla. Desde aquí el camino es carretero y va siempre subiendo por el lado de precipicios puestos sobre el mar. Al cabo de una hora hemos dejado la carretera para tomar á la izquierda una senda escarpadísima que conduce á una cumbre en que está la ermita de Miramar, llamada vulgarmente los Ermitans. Era una dependencia de la cartuja de Validemos», y fue fundada por el célebre Raimundo Lull, que vivió en ella. No es una ermita, sino un convento muy pequeñísimo en que vivían algunos ermitaños. Venía á ser un remedo de los ermitaños de Monserrate, con la diferencia de que aquellos vivían cada uno en su ermita y estos en comunidad. La iglesia es chica, el coro que comienza á los pies de ella corre pegado á las paredes y ocupa hasta cerca del presbiterio, aunque á la par del templo y de todo el edificio, es de dimensiones muy limitadas. En calidad de convento bien pudiera decirse de él lo que Gerardo Lobo, si mal no me acuerdo, decía de un pueblo :


Ahora el lugar te describo
Pues la ociosidad abunda;
Sobre un guijarro se funda,
Solo un candil le amanece,
Un tomillo le anochece ,
Y una gotera le inunda.
 

En cambio de tanto diminutivo hay una cosa superlativa que son unos rosarios, cuya longitud pasa de cuatro palmos y cuyas cuentas son como cerezas. Hoy los pocos ermitaños que quedan no visten sayal y no tienen mas medios de subsistencia que la limosna que recogen de los pueblos vecinos, y la que les dejan los poquísimos curiosos que van á visitarlos. Allí hemos bebido un vaso de agua escelente y firiísima cuya temperatura baja puesta en jarras dentro de una cueva en que sopla un aire helado que no se sabe de dónde viene y que es una cosa igual á los Bufadors de Olot. Este cenobio es el lugar en que hubo la primera imprenta de la isla (2).

A tres cuartos de hora bajando siempre están en un valle y enteramente circuídos de montañas, el pueblo y la cartuja de Valldemosa , fundada en 1399 por el rey de Aragón D. Martin el Humano. La realidad no corresponde ni con mucho á la fama de este monasterio que dista infinitamente de aquellas grandiosas cartujas que se alzan ó por mejor decir se alzaban en los bosques del continente. Esta para cartuja es pequeña y hasta mezquina, salvo sea la iglesia moderna que es grande, de buena arquitectura y está cuajada de frescos que son obra del célebre Juncosa. En el presbiterio llaman la atención la silla, el reclinatorio,y el frontal del altar mayor regalados por el ilustre Jovellanos, bien ejecutados, llenos de embutidos de hermosas y muy variadas maderas del país, y obras en fin de mucho mérito, cual no podian menos de serlo habiéndolas regalado un hombre que tenía tanto. En la hospedería del monasterio, mezquina también, se conserva el cuarto en que vivió durante algun tiempo, y que por cierto era pequeñísimo para una alma tan grande como la suya. Se conserva todavía la iglesia antigua y no tiene nada de particular sino la fecha. Dentro de poco será convertida en caballeriza, y antes de ocho días acabará de desaparecer el cementerio antiguo en el cual por las noches iba ocho años atrás Jorge Sand á hacer sus revertes, ó quizás á coordinar el argumento del Espiridion, ó á escribir las páginas del libro en que tan mal juzgó á la isla y á los mallorquines, sin haber visto á la una ni á los otros: libro que con razón tiene muy amostazados á los isleños.

El monasterio ha sido comprado por algunos caballeros de Palma que unen dos ó tres celdas y las convierten en casas de campo. Conservan y han restaurado la última torre que ha sido habitación de reyes, y también se ve íntegra la cárcel que servía de castigo á los monges, y en la cual debían por cierto pasarlo muy infelizmente. Nos lo han enseñado todo el presbítero D. Miguel Coll á quien íbamos recomendados, y los señores Vilallonga y Ripoll que sin conocernos han estado con nosotros sumamente amables. El valle en que se alzan el pueblecillo y el monasterio está lleno de árboles de todas clases, hay un poco de viñedo y en frente del monasterio se levantan algunas palmeras ya añejas, pero nó tan venerables como la altísima que hay en son Engelats la cual olvidé mencionar ayer y que quizás es la abuela de todas las palmeras de la isla.

Hemos almorzado en una celda de la cartuja con la repostería preparada por el Juan Palomeque de Sóller, y á las doce hemos montado otra vez para hacer la última cabalgata hasta Palma. El camino es una buena carretera que se está acabando y se pasa en dos horas y media, de suerte que á las tres estábamos en la fonda de las tres palomas cara á cara del señor Esteban, que tengo para mí que nos echaba de menos. Por fin henos aquí en el término de nuestra correría, esto es, de la correría larga , puesto que mañana emprendemos otra aunque cómoda y breve. Durante la comida ha venido el señor Socías, quien nos había recomendado á un su amigo en Sóller; mas una falta de inteligencia fue causa de que no nos hospedara. Otro rasgo mas del obsequioso carácter de estos caballeros.

Día 14 de Agosto de 1845

Á despecho de los pasados cansancios y atrasos de sueño hemos dormido mucho menos de lo que era de esperar y aun quizás de lo que convenia, pues de temer es que nos atrasemos de nuevo en la nueva correría que nos aguarda. En efecto á las cuatro de esta tarde hemos de salir para Alaró en donde mañana día de la Asuncion de María se celebra la fiesta mayor y en la cual nos obsequia con su casa el amigo Sr. Conrado. Lo que es molimiento de huesos no lo tememos porque nos libra de él la combinación hecha en Artá con el obsequiosísimo amigo Zaforteza. En efecto quedamos allí en que esta tarde nos esperaria en Ynca y que nosotros saldríamos de Palma en su coche para irle á alcanzar y desde allí seguir juntos hasta Alaró, ya que el buen Conrado para quitar todo efugio á nuestras escusas nos juró antes de nuestra partida que hoy no se cenaría en su casa de Alaró hasta que llegáramos. La cosa pues, está hecha, el cochero de Zaforteza ha venido á recibir órdenes y saldremos á las cuatro.

El paseo hecho hasta ahora me ha demostrado la grandísima importancia de la isla de Mallorca, tan frondosa y productiva toda ella, que no podrá concebirlo quien no la vea. Indudablemente lo que mas admira es el arbolado, el cual abunda de un modo tal que toda la isla es un bosque compuesto de todos los árboles; desde el naranjo propio de los climas ardientes hasta la encina y el pino abeto que viven en las regiones frías. Entre todos esos árboles los que mas llaman la atención por su abundancia y lozanía son las encinas y los olivos que ellos solos cubren una gran parte del territorio. En los puntos en que se cultiva especialmente el naranjo, como sucede en Soller, su abundancia y espesura son tales que mas merecen el nombre de bosques que de naranjales. En toda la isla tercian con esos árboles principales, el algarrobo, las higueras común y chumba, el almendro y todos los demás frutales de los países templados y calientes. La vid crece en todas partes, y como está mezclada con los árboles se encarama por ellos, y sus deliciosos racimos ora cuelgan de un ramo de olivo, ora se mezclan con las bellotas de la encina, ora compiten en negrura con la sazonada algarroba, ora se los ve metidos entre el almibarado fruto de la higuera. Sus anchos pámpanos visten muchas veces el seco tronco de la encina y del olivo, ocultando con esto la fealdad que naturalmente tienen, y enredándose allí con las ramas, con las hojas y con los troncos cubren con una verde bóveda los caminos y forman cuevas y tiendas de verdura que los rayos del sol no penetran nunca. Cuando se cruza por un valle jamás se ven mas allá de veinte pasos de camino, y si el compañero se adelanta un poco, fuerza es que se detenga á esperar al guia si no quiere estraviarse por ese delicioso y continuo laberinto. De tiempo en tiempo se presenta una llanura destinada á los cereales, pero siempre es un territorio corto puesto entre dos amenos y que sirve para dar mas valor á la hermosura y delicia de estos. En las inmediaciones de los pueblos hay una reducida huerta sombreada por el arbolado que no se interrumpe porque vivan allí hombres, y lo mas que hace es transformarse por un momento en manzano, peral, melocotonero, lo que eran olivos, encinas y algarrobos. Cual por favor ceden estos en cada aldea un corto trecho á fin de que el hombre pueda saborear la deliciosa fruta, mas no se crea que abandonan el campo: zelosos de la posesión en que están de toda la isla, aun en medio de las huertas asoman la cabeza por entre los frutales viendo á derecha é izquierda los árboles de su familia, y dominando los otros en señal de señorío, como en numeroso ejército hay entre uno y otro campamento una guardia de prevención, ó una guerrilla ó un centinela que bastan para que no quede el ejército interrumpido. Asoman por todas partes las robustas raíces, que ni aun por bajo tierra quieren esos señores de la isla abdicar el dominio que tienen en toda ella. Solo en los países montañosos hay algunos picachos de peña dura y pelada; mas aun allí crece entre las grietas una encina ó un olivo si el aire ó la mano del hombre han llevado á esas cumbres un puño de tierra. Se desprenden de allá arriba enormes peñascos que en su descenso arrastran alguna encina; mas esa destrucción es fatal para quien la causa, porque saltan las bellotas y producen entre esas rocas caídas un árbol nuevo, que con sus raices las ata, las aprieta y las obliga á servirle de asidero.

Por todas esas montañas, valles y arbolados discurren y triscan en libertad absoluta el potro juguetón, el gracioso buche, la alegre mula, el pacífico buey, la ligera cabra, el lanudo cordero y el cerdo gruñidor, que en amistosa compañía sestean á la sombra de una encina ó pasan la noche en una cueva, con la seguridad de que el lobo no turbará su sueño, porque asi como en Mallorca los hombres no roban, tampoco vive el rapaz y sanguinario lobo. De tiempo en tiempo se oye allá á lo lejos el rumor del cencerro y se ven cruzar por el camino las ovejas y los carneros, que participando de la general pacifiquez del país no huyen á la vista de una cabalgata sin embargo de que apenas ven hombres.

En el corto territorio de esta isla se encuentra todo lo que en otras partes está repartido en un territorio inmenso. Llanuras, valles, barrancos, colinas, lomas aisladas, montes inaccesibles, tierras de sembradura, bosques, huertos, prados, arroyos, aguas termales, y para que no le falte nada ahí están la Albufera y los pantanos de Alcudia, el tristísimo y largo arenal que se ha de pasar para ir desde ella á Artá, las asombrosas cuevas cercanas á este pueblo y las lagunas de Campos. En lo general de la isla el clima es templado; en Palma y sobre todo en Sóller el calor es mucho, y en Lluch y en su territorio hace un frío intenso. Hay puntos cuyos naturales nunca han visto nieve y otros en donde es abundantísima. Solo una cosa falta en la isla para que estuvieran reunidas todas, y es un río. La poca estensión del territorio no basta para alimentarlo.

La dilatada costa de esta isla presenta todas las estrañezas que pueden imaginarse. En unas partes una altísima montaña desciende en suave declive hasta meter los pies en el mar, en otra un cerro inmenso está perpendicularmente tajado desde una elevación prodigiosa hasta el agua; aquí hay calas redondas, triangulares, semicirculares y de mil caprichosas figuras; allá sale un cabo largo y que asoma apenas sobre el nivel del agua, allí es una angosta y prolongada lengua de tierra cubierta de verdura; en Alcudia hay una grande ensenada en donde pone límite á las olas una anchísima playa, cuyas arenas lleva el viento de un punto á otro: en Sóller se ve una segura rada resguardada de todos los vientos y tranquila y apacible como una balsa, y en Palma una rada inmensa en cuyo fondo se alza la capital conquistada por el gran Jaime. Con esta variedad inmensa en la periferia y en el centro bien se deja entender que por mar y tierra debe haber en la isla puntos de vista hermosísimos, variados hasta el infinito, inesperados siempre y cada vez mas pasmosos. Desde los altos cerros se ve como en su ocaso se sumerge el sol en el lejano horizonte del mar, desde otros puntos se descubren las Baleáricas menores, y hay cumbres desde las cuales en la primera hora del día se distinguen allá en lontananza las montañas de Cataluña y los caprichosos picachos de Monserrate.

En medio de todo esto es de lamentar la notoria falta de población en la isla, como lo demuestran sus pocos lugares y sus muchos terrenos incultos, en que hay bosques y matorrales espontáneamente nacidos. Son una de las causas de esta falta los terrenos pantanosos como los alrededores de Alcudia y algunos otros puntos, en donde las tercianas son una enfermedad perenne que sacrifica anualmente muchas víctimas. Este mal se dilata porque no bastando ya los pocos pobladores de Alcudia para cultivar su territorio, lo hacen los vecinos de los pueblos inmediatos á los cuales van insensiblemente llevando esa enfermedad fatal, que sobre disminuir la población hace degenerar la especie, pues los hijos de esos hombres siempre calenturientos nacen ya débiles y acaso llevan inoculada en la sangre la dolencia de sus padres. Como un ejemplo puede citarse Pollensa cuyos vecinos se dedican á cultivar las tierras de Alcudia y que con ser un pueblo de seis mil almas tiene en el día el exorbitante número de quinientas viudas, y mucha gente atacada de tercianas. Causa verdadeía lástima ver los habitantes de Alcudia con ese rostro pálido y triste propio de las tercianas, y esos cuerpos endebles; y mas lástima todavía contemplar la generación que ha de suceder á la presente y que apenas nace cuando está ya atacada por ese mal endémico. Ni es de mi objeto, ni lo permiten los límites de este diario, indicar los medios de que convendría echar mano para aumentar la población de la isla, pero desde luego sería en algunos puntos uno muy eficaz, y que por otra parte la humanidad lo reclama imperiosamente, secar esos pantanos y escogitar la manera de prevenir que esas tierras bajas sean víctimas de calamidad tan grande. Por desdicha creo que está lejos el día en que esto se verifique, porque esos grandes y costosos remedios no pueden aplicarlos los particulares sino un gobierno que gobierne, y desdichadamente hace ya un largo período de años que los gobiernos de España por lo común no tanto piensan en gobernar, como en ser gobierno.

Varias veces he dicho alguna cosa en orden á la sencillez y costumbres de estas gentes, sencillez que ahora he visto mas de cerca y que es general en toda la isla. En unos puntos es sencillez pura, en otros es en mucha parte hija de la ignorancia y del atraso, como sucede hacia el territorio de Lluch, en donde los moradores tanto como sencillos son ariscos por efecto de la soledad en que viven y de que apenas ven gente de fuera de esas montañas. Hay en ese país hombres para quienes el que viste y habla de un modo distinto es una cosa verdaderamente rara, y de aquí el ansia con que nos miraban, la curiosidad con que nos seguían y escuchaban, y el empeño con que querían saber de boca de nuestro guía qué casta de hombres éramos, basta haber llegado algunas personas de importancia á llamarle aparte y darle un vaso de vino para hacerle revelar este importante secreto. Esta sencillez, dígase lo que se quiera, es encantadora, y por mucho que se rebaje su mérito siempre se le hallará infinito mas valor que á la malicia de nuestras gentes del campo, que no menos ignorantes que estas, á todo le buscan el lado malo y no hay cosa que estrañen sin achacarla á intención dañina.

En los pueblos, cuando las gentes salen á trabajar á una ó mas horas de distancia dejan abierta la puerta de su casa ó á lo menos la llave en la cerraja, no solo porque están seguros de que nadie tocará cosa alguna, sino á fin de que pueda entrar en la casa el vecino que durante la ausencia del amo necesita algo de ella. Semejante rasgo caracteriza por sí solo á estas gentes. En los pueblos y en la misma ciudad de Palma he entrado en varias casas y recorrídolas enteras hallando todas las puertas abiertas de par en par, y esto es tan común como raro tener que llamar para introducirse en una casa. Esta seguridad absoluta que hay en las poblaciones se encuentra del mismo modo en los caminos. Muchos lugares hemos pasado absolutamente desiertos y cuya topografía y cuyos bosques son á propósito para ocultar á los malhechores y saltear al caminante. Mas no solo no debe tenerse este recelo, sino que á esas gentes les parecería muy estraño que alguno lo concibiese. El lugar, la hora y la comitiva son aquí de todo punto indiferentes para viajar con seguridad, y el hombre puede ir siempre con su fortuna en la mano.

Los mallorquines son en general muy piadosos, y de aquí los muchos actos de devoción que practican, los calvarios que hay en los pueblos, y las capillas y ermitas que coronan los mas altos cerros. A la par con la devoción va en este pais la virtud de la hospitalidad, y así es que muchos santuarios son al mismo tiempo hospicios en donde se acoge al natural y al estrangero, y no solo se le da abrigo por una noche, sino casa y utensilios durante todo el tiempo que quiera. Si esto fueran fundaciones bastaría que hubiesen sido hospitalarios tantos hombres cuantos son estos hospicios; mas no es así sino que la hospitalidad es una virtud general, puesto que los gastos que ocasiona se cubren con la cuesta que se hace en los pueblos. Uso es este verdaderamente patriarcal y que inspira una gratitud muy tierna.

Nótase en los mallorquines no solo poca actividad sino una apatía que les es característica. Todo tardan en hacerlo: le enseñan á uno el camino pero se lo dicen con una calma que desespera; para enganchar las mulas de un coche, para ensillar ó enalbardar un animal estan doble tiempo que uno de los hombres torpes de nuestro país; los artesanos se hacen de rogar de un modo intolerable, y todos en una palabra son cachazudos. De aquí procede que en muchísimas cosas se hallan con respecto á nosotros en un atraso inmenso, y en no pocas se encuentran aun en los días de su invención ó nacimiento. Mallorca está en borrador, esclamó hace pocos dias Antonio mientras por el camino discurríamos acerca de esto, y en verdad que para pintar en pocas palabras el estado actual de la isla es difícil decir cosa mas oportuna. Se deja entender que esta proposición no es absoluta, pero en verdad abarca muchas cosas, y viajando es como se conoce mejor. Aquí no hay carreteras porque á los mallorquines no les importa ir despacio, y por esta misma causa los carruages son muy pesados. Gentes de haberes viajan en un carro de dos ruedas con toldo blanco y lanza en que se uncen dos mulas; carruage pesado, pero dentro del cual ponen uno ó dos colchones y van tendidos con el mayor gusto del mundo. Montar en silla es cosa muy singular; el animal debe llevar albarda, un serón lleno de paja y tres ó cuatro pieles, y encima de ese promontorio se coloca el mallorquín muy á sus anchuras, sin importarle nada gastar en el viage doble tiempo del que gastaría si el animal fuese á la ligera.

En agricultura está el país adelantado por lo que toca á viñedo y árboles, porque estas son cosas que no necesitan actividad, ó si la han menester es de pocos días, mas en el ramo de huerta en que la ventaja consiste en la producción acelerada y que reclama un trabajo asiduo, se hallan muy atrás. Cuando uno recuerda aquella actividad de las posadas de Cataluña (por no hablar ahora de las del estrangero) en que apenas llega el viandante cuando todo está en movimiento y simultáneamente se descargan ó se desenganchan las bestias, le llevan á uno al cuarto, le preparan la comida, le arreglan la cama, le preguntan y le confortan; cuando uno recuerda todo eso, no puede menos de pasmarse a! entrar en las posadas de Mallorca donde se encuentran tres ó cuatro personas sentadas con la mayor calma del mundo, sin que ninguna diga una palabra mas que el acostumbrado y millonariamente repetido bon dia tenga; y no es esquivez ni falta de amabilidad; en resumidas cuentas es pereza. Las gentes del campo, los criados y los carreteros á todas las observaciones que uno les hace contestan con el manoseadísimo no tenga ansí, muchísimas veces sin que venga á pelo ni pueda uno dejar de estar ansioso; mas en ellos la primera necesidad es ver á todo el mundo tranquilo.

Este general quietismo debe atribuirse á tres causas principales: al clima que por lo común es muy caluroso, á la fertilidad del suelo que produce casi espontáneamente, y á las pocas necesidades de la gente del pueblo que casi no comen otra cosa que habas. En el país esto se adquiere á poca costa. De aquí procede que la falta de acción no debe achacarse á vicio sino á resultado natural de las causas dichas que producirían el mismo en cualquiera otra parte del mundo. Siempre me ha parecido una paradoja que los catalanes trasladados á otro país fuesen tan activos como en el suyo; lo serían mientras conservasen las necesidades que tienen ahora, y la nueva tierra exigiese mucha actividad para producir con que satisfacerlas; mas desprendiéndose de aquellas ó hallando una tierra fértil serían como son los naturales. Bien analizado el hombre solo trabaja por necesidad, y si no tuviese ninguna no trabajaría.

En medio de la sencillez de estas gentes y de sus virtudes públicas no faltan en Mallorca vicios privados, y sobre todo la pasión del amor parece ser aquí muy general y violenta. La decidida afición que la clase popular tiene al baile, y las infinitas músicas nocturnas, y las guitarras que en todas partes turban el sueño son indicios muy vehementes del mutuo apego de los dos sexos. Esto sin embargo debe rebajarse mucho en gracia de la sencillez general, porque mil cosas que en nuestro país serían criminales o cuando menos muy significativas, aquí son de todo punto inocentes.

Todas estas observaciones que he podido hacer durante el viage y que no he apuntado sin cerciorarme antes de que no me engañaban los ojos son únicamente un boceto muy ligero del cual me guardaré muy bien de formar un cuadro. Preciso seria para ello residir mucho tiempo en la isla y alternar íntimamente con todas las clases, cosas para mí igualmente imposibles. Escribo este diario porque lo hago siempre en mis viages y porque la esperiencia me ha enseñado que viajar llevando en la mano un libro que describa el país, las costumbres de sus habitantes, la ruta que puede seguirse, la manera como se viaja, los percances de las posadas, las distancias de un punto á otro, lo que hay que ver en cada pueblo y los chascos que se llevó nuestro predecesor, aunque lo haya escrito un zote, es libro gustoso para el que no puede viajar, agradable para los que han acompañado ó conocido al autor, y una alhaja inapreciable para quien desea recorrer el país que él ha recorrido. Bajo estos puntos de vista y nó mas puede el diario ser bueno, y quien en él eche menos el orden de materias sepa que las observaciones deben escribirse cuando se hacen, y asimismo las aplicará el que me siga. Ponerlas al principio del libro es quitarle todo el gusto de observar por sí mismo, colocárselas en medio es privarle de observarlas en adelante, y continuárselas al fin es decirle lo que ya ha visto. No estrañe pues el lector encontrar nuevas observaciones en los días sucesivos, porque allí las pondré donde las haga. Un diario de viage es un amigo que nos acompaña, nos da conversación, nos aconseja, nos ayuda á ver, y nos ahorra el trabajo de escribir lo que vemos.

A las cuatro en punto se ha presentado el coche del amigo Zaforteza y en él hemos emprendido inmediatamente la marcha hacia Alaró. Después del territorio de huerta que se encuentra en las inmediaciones de Palma , han venido los amenos campos cubiertos de arbolado y de viñedo, porque ese territorio pertenece ya á Benisalem, pueblo que tiene reputación por su escelente vino. Uno de los árboles que mas abundan en este país es el almendro, cuyo cultivo de cada día va generalizándose en la isla , y según parece dentro de breves años la almendra será uno de sus mas abundantes frutos. A las cinco hemos llegado á Santa María cuyo territorio está cultivado como el anterior y sigue de la misma manera hasta Consell en donde estábamos á las cinco y tres cuartos. Aunque habíamos quedado con Zaforteza en que nos encontraríamos en Ynca, este amigo cuya galantería es ilimitada ha querido evitarnos la molestia de un largo viage tomándosela él con venir de Ynca á Consell, desde cuyo punto se va á Alaró mas directa y por lo tanto mas brevemente que pasando por Ynca. En Consell pues ha entrado Zaforteza en el coche, y gracias á la rápida marcha de las cuatro mulas que lo arrastraban hemos hecho en dos horas el camino desde Palma á este pueblo que dista cerca de cuatro. El amigo Conrado nos aguardaba y nos ba recibido con aquella dulce amabilidad que es la esencia de su carácter y que se le trasluce en el habla, en el gesto y en las cosas mas indiferentes. En su casa todo estaba prevenido para recibirnos, ha enseñado á cada uno el cuarto que le tenía destinado, nos ha advertido que no había señoras, y para que la libertad que deseaba disfrutásemos no tuviese la mas mínima cortapisa nos ha dicho que debíamos reputar la casa por país conquistado. En buena fe que vamos llevando traza de hacerlo,

Después de beber hemos corrido un poco el pueblo, visto la procesión de la Virgen que han colocado en la cama preparada en la iglesia, entrado en esta, pasado un rato en cada una de las dos boticas que hay en el pueblo y de las cuales la una es moderna, y la otra representa el antiguo régimen de aquellos boticarios de bata de indiana y gorro de algodón blanco, cuyos pocos y únicos ejemplares están agonizando en los pueblos de corto vecindario. Por la calle hemos oído un pregón que aquí como en la mayor parte de los pueblos de la isla se anuncia con el tambor, hemos cenado bien y con alegría, y combinadas las correrías de mañana, que por cierto no son pocas y vienen con el fatal principio de levantarse á las cinco, nos hemos retirado cada uno á su cuarto.

Día 15 de Agosto de 1845

Aunque con general disgusto todos hemos echado pie á tierra á las cinco é ido á la misa del señor cura que la ha retardado un cuarto de hora por consideración á nuestro sueño. Los hombres entran aquí en la iglesia por distinta puerta que las mugeres; mas como la familia del amigo Conrado goza del privilegio de entrar por ésta, á título de huéspedes nos habernos colado por ella. Y lo noto porque esta costumbre y este privilegio son un rasgo característico. Arreglada la comitiva de nueve personas hemos emprendido la marcha á caballo hacia una altura en donde están las ruinas del castillo llamado de Alaró y además una ermita bajo la advocación de la Virgen del Refugio. El país está cubierto de olivos hasta mitad de la montaña que dista mas de una hora: después de ese punto hay un bosque de encinas, y mas arriba cesa en rigor la montaña y se presenta una enorme masa de peña viva, grande como una ciudad y alta como dos ciudades una encima de otra. Ese peñasco enorme es la corona de la montaña y está á una asombrosa elevación desde donde se descubre un paisage vastísimo y muy variado, en el cual por una parte se columbra en lontananza ese tristísimo desierto que pasamos yendo á Alcudia, se ve esta ciudad, brillan las aguas de su Albufera, y al fin aparece el mar que se pierde en el horizonte.

El castillo cuya mayor parte la forma la misma peña, ha sido muy vasto, pero queda de él poca cosa, y bajo ningún aspecto es comparable al llamado del Rey que vimos cerca de Pollensa. En esa misma cumbre está la ermita dicha, grande como tal, y chica como iglesia. Allí se hospeda á los viandantes y van las gentes del pueblo á divertirse, de manera que es un retrato en miniatura de la Virgen del Puig de Pollensa. En la sacristía se conservan en una cajita dos costillas humanas de S. Cabrit y S. Bassa de quienes hablaré otro día. Sin perjuicio de ello diré de paso que la opinion de algunos es que dichos Cabrit y Bassa sufrieron martirio en el castillo, por lo cual ese lugar fue siempre mirado con respeto, mas sin embargo no hubo en él iglesia ni objeto alguno de devoción hasta 1622. En ese año á causa de la gran secura que se padecía en el pueblo de Alaró, el cura y el ayuntamiento se dirigieron en procesión de rogativa hasta esa eminencia, fue bendecido el castillo y se dijeron misas en campo raso implorando la protección del cielo para que enviase aguas. Efectivamente llovió, y el pueblo y el cura agradecidos comenzaron desde luego á edificar la capilla, se puso una Virgen bajo la advocación del Refugio, y se colocaron las dos dichas costillas, sacándolas de los sepulcros de Cabrit y de Bassa conservados cerca del altar mayor de la catedral de Palma.

También se enseña la cueva en que fue hallada la Virgen, que ni es negra, ni de modo alguno pertenece á la época á que corresponden las del Puig de Pollensa, de Monserrate, de Ntra. Sra. del Vinyet cercana á Sitges y muchas otras. Asimismo hemos ido á ver una cueva que es una mínima y ridícula parodia de la antesala de la primera cueva de Artá; y muertos de cansancio, y sudados como unos pollos hemos vuelto á las 11 á la ermita y almorzado en ella después de disparar algunos tiros á fin de oir el maravilloso ruido de mil ecos cercanos y distantes que reproducían hasta lo infinito el estruendo del disparo.

A las once hemos salido con dirección á la heredad del señor Conrado llamada Sa Alcadena, que dista unas dos horas y está en situación hermosísima, desde la cual se disfruta una hermosa vista. Notarán mis lectores, que ya voy creyendo que los tendrá este diario, que en él hablo muchas veces de las buenas vistas que se presentan en ciertos puntos de la isla; mas no deben admirar que me ocupe de esto porque en Mallorca las vistas son un negocio importantísimo. Los mallorquines son verdaderamente maniáticos por esto, cosa fatalísima para los forasteros, puesto que para una vista no tienen el menor reparo en hacerle subir á uno ó bajar (cosas igualmente malas) una cuesta de un par de horas con todo el calor de un mediodía de agosto; y durante ese viage en que uno va echando los bofes y sudando á mares no cesan de enseñarle puntos de vista. Como no tenemos otra cosa, me decia hoy con su característica sinceridad el amigo Zaforteza, preciso es que enseñemos vistas. El mismo sin embargo confiesa que llevan esta manía demasiado lejos, y esto hace que no produzca el efecto que ellos desearian, porque cuando uno llega al punto fijado, el cansancio y el sudor le incomodan mas de lo que le llama la atención el paisage que tiene delante. Este prurito reconoce un origen laudable que es el inmenso amor que los mallorquines tienen á su patria, el cual en último análisis no deja de ser una virtud.

Decía que Sa Alcadena está en una situación bellísima. A un lado de la casa hay una barandilla rústica y un castillejo en miniatura que son obras de un amigo mío, hechas algunos años atrás, y que por ser suyas he visto con mucho gusto, tanto mas cuanto recuerdan el buen rato que tuve al leer la animada descripción que me envió de la fiesta celebrada en ese mismo sitio el dia 8 de setiembre del año 1839. En esta casa hemos tenido una comida buena como dada por el amigo Conrado. Después de comer hemos ido á visitar un monumento ciclópeo por el estilo del que describí en el diario del 7 de este mes. A las seis cogidas otra vez las caballerías nos hemos venido al pueblo en donde había ya la algazara de la fiesta mayor que se celebra mañana y no hoy como yo creí al principio. La gaita y el tamboril discurrían por el pueblo despertando la alegría de las gentes, y estimulando las piernas de los jóvenes de ambos sexos aficionados al baile, y al mismo tiempo llevaba alborotados por la calle á los muchachos el buey que atado por ambas astas corría según le dejaban un poco suelta la una ó la otra, espantaba con sus mugidos, y daba saltos y embestidas, sin saber que lo iban llevando al matadero, para que mañana figure subdividido y guisado de mil modos en todas las mesas del pueblo. En la iglesia se habían ya terminado las completas y todo se preparaba para el baile que iba á celebrarse en la plaza que está frente del templo.

En el centro de ella derramaba una luz roja, denso humo y no poco olor á resina un tedero puesto sobre alto palo, y cuya llama, humo y cenizas impelidos por un recio aire molestaban no poco á las gentes del lado opuesto. En uno de los costados de la plaza había varias mesas en que otras tantas mugeres vendían ensaimadas y dulces. Bullía la gente en la plaza formando diferentes grupos, y allí confundidas todas las edades y clases, la animación era grandísima. En torno del tedero se había formado un ancho círculo con bancos que ocupaban mugeres de todas clases. Había algunas señoras vestidas con gusto y elegancia dignas de una capital. Las labradoras lucían sus mejores trages á que da muchísima gracia la trenza que cuelga por debajo del rebosillo y que algunas tienen larguísima. Aunque no escaseaban las mugeres guapas, la reina del baile era sin duda una labradora muy joven, lindísima, delicada, vestida con mas gusto que lujo y que respiraba un aire de suavidad y dulzura muy notables. Encantada según costumbre sa primera mateixa á cosa de las ocho se ha dado principio al baile con la música de las cherimías y del tamboril, música que verdaderamente taladra los oídos. Después de la primera siguieron las demás que son bailadas aquí por una docena de parejas, las cuales una tras otra dan una porción de vueltas en torno del tedero y muy arrimadas al banco que forma el círculo. Tocaban dos cherimías y dos tamboriles, pero lo hacian en distinto tono y con distinto compás, de manera que ese ruido era intolerable. Cada cuadrilla después de bailar en la plaza, sale de ella precedida por algunas teas y por unas cherimias y un tamboril y va á dar la vuelta por varias calles, deteniéndose y bailando de cuando en cuando. También de tiempo en tiempo sale de la plaza un tamboril y una gaita con teas y jóvenes que van á buscar á las muchachas que no se han presentado en el baile. Estas escenas se repiten y suceden unas á otras, y la reunion de todas ellas constituye lo que se llama el baile de la plaza, el cual parece que durará hasta la una de la noche. En este pueblo lo mismo que en todos los de la isla, sucede en el baile lo que dije hablando de la fiesta mayor de Arta, á saber, que nunca el amante baila con su querida, sino que busca para ello un pariente ó amigo, y él se coloca en un punto de la plaza guardándole el pañuelo y el abanico, contemplando su gracia ó sos bons aires, según aqui se dice. En esta costumbre hay a un tiempo sencillez, malicia y generosidad.

A las once convencidos de que habíamos visto lo bastante hemos cenado, y hecho ya este diario, me voy á la cama con la grata idea de que mañana no será preciso madrugar.

Día 16 de Agosto de 1845

Desde muy temprano se oía andar la gaita por el lugar indicando la festividad del dia y poniendo en movimiento á las gentes. A las nueve y media hemos ido á la iglesia para asistir al oficio, y gracias á la importancia de nuestro huésped hemos estado en el órgano sentados en nuestras correspondientes sillas. El oficio nada particular ha tenido á no ser el baile llamado dels cociés. Figuran en él nueve personas; dos á las cuales se da el nombre de diablos, uno que se apellida dama y seis que son propiamente los cociés. Estos visten á poca diferencia como los que en Cataluña componen el baile dels bastons, y la danza que va acompañada de tambor y gaita también es análoga á la de aquellos. La dama es un hombre decentemente vestido de muger, pero cualquiera comprende que su rostro curtido por el sol y barbudo como un zamarro aparece horroroso con el trage femenino. Los diablos van con pantalón y chaqueta de lienzo crudo, cubierto de retazos viejos de todas telas y colores, llevan capucha, una careta diabólica, cola con un cencerro en ella, y en la mano una barra de cosa de diez y seis palmos de largo y del grosor correspondiente.

Desde el principio del oficio hasta el ofertorio estan los cociés en la puerta de la iglesia y acompañan hasta ella á las mugeres, saliendo á su encuentro cuando las ven acercarse. En el ofertorio después de haber ofrecido los hombres y mugeres, entran los cociés con toda la comitiva, y en la calle que en medio de la iglesia abre la gente bailan con la gaita y la dulzaina, y de uno en uno van hasta el presbiterio á presentar la ofrenda que hoy ha sido de una gallina por hombre. Concluido el ofertorio, el celebrante y los dos asistentes se sientan, el tamborilero se coloca tocando al altar mayor, pónense allí mismo los cociés y la dama, hay un bailoteo de media hora, y mientras tanto los diablos suben y triscan por el templo, se apuñetean, andan á la greña, se tumban por el suelo, corren uno tras otro, se caen, se levantan, pasan la enorme barra cual si fuese un rasero por sobre los concurrentes á fin de que estén sentados, y dan á las cabezas de los que están en pie tan terribles golpes que los oíamos desde el órgano. Esta escena que es una verdadera saturnal tan impropia del lugar como de infame gusto, dura media hora, y después de ella se marchan los cociés y con ellos la mayor parte de la gente que en la iglesia estaba y que había ido allí para solo verlos.

Antes del ofertorio ha habido su correspondiente sermón en mallorquín, el cual ha sido un breve y sencillo panegírico de san Roque, insuficiente para acreditar de orador al que lo ha pronunciado, pero que no le hará perder la reputación de tal si la tenía.

Tras el oficio han venido las corridas. Ya hablé de ellas en Artá, pero la de Alaró aunque cortada por la misma tijera ha sido infinitamente mas viva, bulliciosa y alegre. La multitud de carros que por el estilo de los de Artá han ido al sitio de la función describían un verdadero estadio, dentro del cual se ha verificado la lucha. También nosotros hemos acudido en un carro de dos mulas con su correspondiente toldo blanco, su colchón tendido y su sábana que lo cubría. Delante iban el conductor en el centro y una persona á cada lado con las piernas colgando, dentro cuatro personas sentadas de lado con las piernas tendidas, y detrás y con las piernas colgando, que son el lugar y la postura de preferencia, iba en el medio el amigo Zaforteza, á la derecha el Gaité del Llobregat y á la izquierda Nos el cronista. Llegados al sitio, y puesto el carro en el lugar que le correspondía, se va separando el toldo y las gentes se colocan de pie encima del colchón para ver la corrida. En los árboles inmediatos estaban encaramados hombres y muchachos: los carros que eran cosa de sesenta llenísimos de gente, muchos hombres montados en caballos, mulas y asnos, multitud de gente á pie, y en lontananza y sentados encima de una cerca crecido número de mugeres. Los coloreados trages de los concurrentes, la blanquísima toca de las mugeres, los inmensos calzones de los hombres, sus vastos sombreros negros y blancos, el bullicio, el movimiento y la alegría general daban al espectáculo un aire absolutamente nuevo, graciosísimo y muy mucho agradable. Allí los mallorquines muestran en media hora toda la actividad que economizan durante el año, todos hablan y se rebullen y se ríen, y gozan, y toman en la fiesta mucha mas parte de la que es preciso para ser meros espectadores. Las corridas son en verdad una cosa divertidísima y que anima y mueve al hombre mas apático.

Acabada la función hemos vuelto á casa aunque con la añadidura de dos muchachas que no han tenido ningún reparo en meterse en un carro en que había nueve hombres de distinta clase que ellas, cinco de los cuales por lo menos les eran de todo punto desconocidos. Su confianza es hija de la sencillez de estas gentes. El arrendador de Sa Alcadena que es regidor y por mas señas se llama Omar, nos ha llevado á la casa del obrero en donde después de la corrida va á refrescar el Ayuntamiento, si es que confites y licores son refresco, que por mí lo dudo. Nos han recibido bien; nos han hecho partícipes del obsequio, y en seguida hemos ido á comer porque á las tres y media tenían que marcharse á otro pueblo el Gaité del Llobregat con un amigo suyo mallorquín. Durante la comida han venido los cociés, ha habido bailoteo en el comedor, y uno de los dos diablos ha echado un sermón como suyo.

Después de comer en vez de dormir hemos dado cuatro saltos por la casa y hecho cuatro travesuras de muchacho: oporlet aliquando insanire. Esto ha durado poco porque era violento. Otra vez la gaita por el lugar á media tarde y otra vez baile en la plaza y sa primera mateixa, ruido y algazara. Esta parte de las fiestas populares es monótona y por lo mismo fatigosa, pero se ha de ver porque en ella siempre hay que observar algo. Hoy han llegado á reunirse en la plaza a un tiempo mismo cuatro gaitas, cuatro pitos y cuatro tamboriles, tocando todos en distinto tono y con diferente compás, cosa de todo punto intolerable. El lujo era mayor que ayer, el de las mugeres consiste principalmente en las cadenas de oro, cruces de Malta, cruces latinas, y los bolones del jubón; y el de los hombres en las telas de que se compone su trage. Sin mas diferencia que los colores casi todos los jóvenes elegantes llevan lo mismo, y habiendo tomado por tipo á uno de ellos su trage era el siguiente. Zapatos de seda de color de perla, media de seda de color de carne, calzón anchísimo de color de café, en vez de faja un pañuelo de seda rollado á manera de una madeja, camisa de lienzo fino con chorreras, chaleco de raso negro, chaqueta do tafetán negro, corbatín de seda de mil colores, pañuelo de seda en la cabeza y encima sombrero negro de alas muy anchas. El todo era elegante y hacía muy bien, y cuando el ojo se ha acostumbrado á estos inmensos calzones agradan mucho, é indudablemente visten mas que los de medidas regulares.

Otra cosa aunque no de baile me ocurre en este momento y voy á apuntarla. En todas las iglesias, la mitad superior está llena de bancos sin respaldo y en lo último hay uno que lo tiene. Este es el del ayuntamiento, y los otros son para sentarse los hombres; y en la mitad inferior de la iglesia se colocan esclusivamente las mugeres, las cuales se sientan en el suelo. En la misma catedral de Palma sucedía esto hasta hace muy pocos años, en que las señoras han introducido la costumbre de hacerse llevar una silla ó un taburete que se pliega; mas en los pueblos en donde los usos se conservan mas religiosa y largamente, no ha entrado todavía esta novedad que sin disputa es cómoda, decente y noble.

El baile comenzado á las seis de la tarde durará á lo menos hasta las dos de la madrugada, y en verdad que al ver su monotonía absoluta y su poca gracia parece imposïble que haya quien lo aguante mas de una hora. Cierto que no podrían con él nuestras damas de buen tono. Aquí no hay una iluminación que deslumbra y embellece, no hay espejos que reproducen cien veces una luz misma y sirven para estudiar en ellos una postura graciosa, y para mirar con achaque de componer una flor hasta qué punto la danza ha dado color al rostro; no hay la voluptuosa y sorda alfombra en donde los pies porque no hacen ruido parecen hollar el suelo con mas blandura; no hay una atmósfera embalsalmada con la multitud de esencias cuya combinación produce ese aroma de baile que solo en un baile se nota; no hay esos muelles canapés hechos mas bien para tenderse que sentarse; no se oye ese crujir de sedas que es por sí solo una delicia, no hay ese ambiente tibio que no acalora y estimula; no hay esa tinta fría y delicada que da blancura y morbidez al rostro pálido y modera el fuego del rostro encendido; no suenan esas orquestas que animan al baile y hacen recordar las delicias de los teatros; no hay esas atenciones esquisítas con que allí son tratadas las mugeres, ni ese contacto de los dos sexos, ni esa cercanía de los alientos que comunican el fuego y el entusiasmo entre las parejas, ni ese hablar solapado y fino que allá muy á lo lejos deja traslucir el intento del que habla y el efecto qué causa en el que escucha; no hay esas fatales miradas que á veces matan, dan la vida á veces y siempre taladran la carne hasta clavarse en el corazón; no se ve ninguno de esos hombres que desde un ángulo de sala, fijos cual una estatua y con los ojos vivos y clavados como los de un retrato, siguen los movimientos de una muger, y hasta oyen sus palabras y leen lo que pasa en su alma; no se nota á nadie que se sonría al hablarle otro, y que apenas éste ha vuelto el rostro cuando en el suyo aparecen pintados otra vez la desesperación y el corage, ó los zelos y la venganza, ó el desengaño y la ira, ó la sarcàstica alegría, ó la anhelante esperanza, o la martirizadora impaciencia. No, no, aquí no hay nada de todo eso, y sin embargo estas gentes se divierten, y se divierten mucho, y se divierten mas que las gentes de buen tono en uno de sus bailes.

Aquí la iluminación es la rojiza luz de cuatro teas que da á todas las caras la tinta de un cuadro de Rembrandt; las esencias son el humo de esas teas, la atmósfera es el húmedo relente de la noche, la alfombra es el piso de una plaza sin empedrar y llena de guijarros y de tierra movediza, los canapés un duro banco de madera, el espejo la comparación á que da lugar ver el encendido color de otro rostro, la orquesta un destemplado tamboril y algunas gaitas desacordadas y chillonas, la música una repetición de cuatro compases, que hace cinco siglos son los mismos y que en una hora se oyen muchos millares de veces, la seda no cruje porque no roza con otra seda, el trato con las mugeres es natural y hasta arisco, las parejas bailan separadas cuatro palmos, la solapa en el hablar si la hay es diáfana y deja ver todo lo que significan las palabras, las miradas son tan sencillas como las palabras, y el color de la luz las quita todo su brillo: el que quiere hablar habla, el que rabia, el que está zeloso, el que tiene motivos para sufrir en este baile no va: todo es natural, todo verdad. Los hombres tienen en el baile á sus queridas, y estas á sus amantes: hé aquí pues todas las delicias del baile; ni aun el bailar es aquí un placer, pues lo mismo que en toda la isla los mancebos no bailan nunca con sus amadas, sino que se las ceden á sus amigos y ellos les guardan el abanico y el pañuelo gozándose en la contemplación de las gracias que en el baile despliegan. Los hombres y las mugeres se adornan, pero el calvo no miente llevando peluca, ni el entrecano se tiñe el pelo, ni la muger se pone mudas en el rostro, ni se mete los pies en prensa para que aparezcan mas menudos, ni suple con cabellos postizos la falta de los propios, ni la apretura del corsé magulla sus carnes, ni las obliga á tomar una dirección forzada, ni creen que el vestido de baile deba ser menos púdico que otro cualquiera: no, aquí lo que figura existe, las cosas son lo que parecen ser, y nadie quiere engañar ni ha de temer ser engañado. No abandonéis esta sencillez, felices aldeanas; no conozcáis siquiera lo que es un baile de buen tono; con ese ambiente respiraríais un veneno fatal que mata el corazón; esas luces presentan hermoso lo que es feo, esa sala es un abismo; ahí se pierde la tranquilidad de espíritu, las pasiones se desenvuelven con un ímpetu horroroso y se gastan en pocas noches, y vienen luego al aburrimiento, el cansancio, ese atroz fastidio de la vida que es una verdadera muerte. Compadeced á los hijos de las ciudades que nos sumergimos desde nuestros primeros años en esa atmósfera envenenada; mirad nuestras cabezas y las veréis blancas ó desnudas en edad temprana , contempladnos siempre afanados buscando placeres nuevos que nunca satisfacen nuestros deseos, y si vosotras pudierais penetrar en nuestros pechos os pasmaría descubrir que en el corazón del hombre puedan agitarse tantas tempestades.

Al ver como estas gentes se divierten ocho horas dando vueltas en derredor de una tea y sin ninguna de las esquisidades nuestras, ¡cómo no nos compadeceremos de nosotros mismos que las necesitamos todas, no para divertirnos sino para probar si nos divertiremos! De este baile todos salen contentos, y de los nuestros ¡oh! de los nuestros: ¡cuántos corazones salen lacerados, cuántas paces domésticas turbadas! ¡Feliz el que puede divertirse, y feliz mas que todos el que se divierte con menos que todos!

A fuer de habitante de una ciudad populosa este baile me ha cansado luego y me he venido á casa á escribir lo del día.

Día 17 de Agosto de 1845

Después de oir misa hemos echado una ojeada general al interior de la iglesia que nada tiene de particular aunque es bastante grande. El altar mayor es de orden corintio y todo él de mármoles del país, de suerte que su construcción hubo de costar una cantidad muy considerable; pero el artista dejándose llevar del mal gusto reinante en su época maleó el pensamiento principal poniendo columnas sencillas, columnas estriadas, columnas salomónicas y otras que participan de todo, acabando de malograrlas con guirnaldas doradas, que suben por ellas en espiral, y cargando el altar entero de ornatos de malísimo gusto, en términos que el todo es hoy una cosa verdaderamente mala. Da lástima haber gastado tanto dinero para hacer una obra tan falta de gusto.

Antes del mediodía ha habido una corrida igual á la de ayer aunque menos favorecida por espectadores, y en ella se han caído un mulo y el ginete que lo montaba, el cual no se ha descalabrado pero se ha hecho algun daño. Esto sin embargo no ha aguado ni interrumpido la fiesta, después de la cual hemos ido á ver dos huertos de naranjos y llegádonos al pueblecito llamado Alaró de Munt distante cien pasos del verdadero Alaró y en el cual se enseña la plazoleta en donde según opinion de algunos , acabaron su vida Guillermo Cabrit ó Capell y Guillermo Bassa.

En el diario del 15 he dicho que en dictamen de algunos murieron esos dos varones en el castillo de Alaró, mas aunque seria mejor que este punto estuviese bien averiguado no es de tal importancia que merezca una disertación á propósito. Lo que mas interesa es saber la historia de esos dos mártires, la cual según los cronistas es del tenor siguiente. En el año 1287 cuando Alfonso II siguiendo las órdenes de su padre D. Pedro II, que acababa de morir, vino á conquistar la isla de Mallorca halló tenaz resistencia en varios castillos, entre ellos en el de Alaró, en donde mandaban ó cuando menos tenian algun cargo muy principal los dos referidos Cabrit y Bassa. El rey envió al castillo un parlamentario, y Cabrit y Bassa copiando la jactanciosa bravata con que el rey moro de Mallorca habia sesenta años antes contestado á los embajadores de Jaime el Conquistador, preguntaron quién era el rey Alfonso, y aprovechando el equívoco que en su lengua tenía el nombre del rey soltaron un chiste burlesco del que éste se ofendió mucho.

Tomado por asalto el castillo el monarca hizo quemar vivos á esos dos hombres, y desde entonces el pueblo los ha mirado con una veneración particular y el vulgo les da todavía el dictado de santos. En las lecciones de los antiguos breviarios del obispado de Mallorca se hace un relato de este suceso, añadiéndose que el pontífice escomulgó por ello al rey de Aragón, cuya escomunión levantó á ruegos del monarca, con tal que edificase un altar y erigiese una imagen á honra de Dios y alabanza de la Virgen, y en veneración y culto de todos los santos, entre los cuales fueron comprendidos Cabrit y Bassa. Mas adelante, esto es, en 1312 el rey D. Sancho de Mallorca fundó un beneficio en la catedral, por cuyo beneficio el patrimonio del rey pagaba diez y seis libras y cuatro sueldos anuales, y la fundación fue por las almas de dichos Cabrit y Bassa. De esta última circunstancia se deduce que nunca han sido verdaderamente reputados por mártires ni deben serlo, porque los mártires ninguna necesidad tienen de sufragios. Lo que hoy se conserva en la isla con respecto á esos dos personages, es respeto y veneración, mas no adoración ó culto, sin embargo de lo cual, hay en la dicha plazoleta de Alaró de Munt una capillita con un cuadro en que están pintados los dos orando delante de una Vírgen, que sin duda es la del Refugio que se venera en la capilla inmediata al castillo de Alaró de que hablé anteriormente; y en los domingos por la tarde los vecinos del pueblo acuden á esa plaza á rezar el rosario arrodillados delante de la capillita. Si fuese cierto que se llegó á rezar de esos dos hombres, me parece que sin escrúpulo de conciencia puede ese rezo calificarse de verdadera idolatría, pues lo mas á que pueden aspirar los tales es al título de buenos servidores de su rey, y de víctimas de la lealtad que le guardaban. Y digo que éste es el mas honroso dictado que puede dárseles, porque no tanto fueron víctimas de su lealtad como de la venganza de Alfonso por el insulto recibido de ellos.

Es Alaró un pueblo de cuatro mil almas, situado en el valle que forman las primeras montañas en que remata por este lado la llanura de Palma. Su posición es bonita, tiene detrás un anfiteatro de colinas, y por el boquete que hay en la entrada del valle se ve un dilatado llano hasta el mar. Reina en su territorio la misma humedad que en casi toda la isla, es muy fértil y el arbolado abundantísimo y frondoso cual en todas partes. Hay buena cosecha de vino, aceite y otros artículos, y es pueblo pacífico entre los pacíficos, de manera que según me decía ayer el alcalde primero, hace año y medio que no han tenido que instruirse diligencias por delito alguno. En las cuestiones que se promueven acerca de intereses las partes huyen de entablar pleitos, de suerte que por lo que me aseguró la misma autoridad es muy raro el negocio que no concluya por avenirse los litigantes al arbitramiento del alcalde. Mala tierra para curiales. En este pueblo no ha penetrado todavía la divergencia de opiniones políticas, asi es que las gentes abominan de los malditos títulos de moderados y exaltados, y desprecian todas esas cosas con que los partidos envenenan la felicidad de tantos pueblos. Y sin embargo no será estraño que haya necio presumido que califique á estos hombres de ignorantes ó de bárbaros, cuando han sabido vivir como hermanos en una época en que ni aun el ser hermanos ha bastado en la Península para sufocar el furor de las pasiones políticas y poner á cubierto los bienes y la vida.

Hay en este pueblo un hombre que bien merece cuatro líneas porque es un fenómeno. Llámase D. Mateo de Haro, tiene sesenta años, está sano y robusto, y sin embargo en el año 1830 se había bebido ya doce carretadas y ocho cuartanes de aguardiente, que componen la suma de 14,965 libras. Desde dicho año ha continuado bebiendo, pero no sé á cuántas carretadas se halla. Por supuesto que es una rareza en el país como lo sería en cualquiera otra parte del mundo.

Un deber de gratitud me obligaba á visitar al señor Ferrer, farmacéutico de Benisalem, quien endiferentes épocas me ha remitido medallas romanas. En el cumplimiento de este deber me han acompañado todos estos amigos, y á las tres y media hemos marchado hacia ese pueblo, en el mismo carro que ayer y hoy nos ha conducido á ver las corridas. Tiene Benisalem unos tres mil habitantes, mas están tan divididos en los dos partidos de moderados y progresistas, y estos y aquellos se ocupan tanto de la política, que indudablemente es el pueblo mas digno de lástima de toda la isla. Mas valiera que tuvieran las cuartanas de Alcudia que esta político-manía. ¡Desgraciados! se exasperan unos á otros, se odian de muerte, trabajan con ardor para alcanzar el mando, y olvidan mil cosas que no quiero citar y que en el pueblo hacen falta á los unos y á los otros. Disputad acaloradamente, leed periódicos, encarnizaos unos contra otros, pues por fortuna todas vuestras disputas, todo vuestro afán de política es igual á un cero para la suerte de España. La nación tiene noticia de vosotros porque vuestro pueblo está en el mapa: los bebedores os conocen por el sabroso zumo de vuestras uvas; las minas de carbón de piedra os darán alguna fama si se mejoran, pero la política jamas se ocupará de vosotros, ni sabrá que os ocupéis de ella , ni le importaria nada si lo supiera. Dejad esta bobería en la que no podéis influir ni aun remotamente; vivid como hermanos, conservad la reputación de vuestro vino, ved si lográis que vuestro carbón la tenga, y os saldrá mejor la cuenta y seréis mas felices. La política es un veneno, y en los pueblos cortos lo ataca todo.

Hay en Benisalem una iglesia tan grande y tan rica en mármoles del país y estrangeros que la mitad de ella es de mármol. ¡Pero qué lástima, emplear tan buena y costosa materia para una obra mala! Fue construída muy en los principios del siglo pasado y es de tan mal gusto y tan caprichosa que no hay medio de referirla á orden alguno. Es un grande y rico edificio construido como le ocurrió al arquitecto, y acaso acaso hecho como los cuadros del pintor de Úbeda. Dentro de ella nada hay particular sino es un san Sebastián de buena escultura, pero que atendidos su actitud, su rostro, su tamaño y su máxima seria mejor para un Apolo.

Hecha la visita, bebido un refresco de jarabes, que como ha dicho el mismo señor Ferrer, es refresco de boticario, y en cuya confección ha empleado los mas esquisitos materiales de su vasto y delicado repertorio, hemos subido otra vez al carro, y dando por el malísimo camino mil saltos capaces de descoyuntar los huesos y magullar las carnes, atravesando un territorio fértilísimo y poblado de viñedo, hemos llegado acá poco antes de comenzarse el baile que como siempre ha tenido principio con la gaita y el tamboril, y aristocratizándose luego se ha convertido en baile de valses y rigodones acompañado con violines y flauta, y alumbrado con dos tederos. A la una ha rematado la danza y con ella las diversiones de la fiesta mayor. Mañana todo será reposo, y vuelto el pueblo á su estado normal tomaremos el camino de Palma.

Día 18 de Agosto de 1845

Aunque nos hemos levantado á las siete para emprender la marcha hacia la capital en el mismo carro de ayer, una erótica travesura del carretero nos ha obligado á salir á las nueve y media condenándonos á soportar las cinco horas de sol mas ardiente. A poco trecho nos hemos separado del camino para meternos en una viña de la hacienda llamada Son Fiol, en donde quedan algunos restos de un antiguo mosaico. Hace doce años que arando el campo se descubrió muy somera una grande área cuadrilonga, empedrada de mosaico bastante menudo, de mármol blanco, negro, y jaspe de color de café, en cuyo centro estaban representados Adán y Eva y la venta de José hecha por sus hermanos. La guarnición de este cuadro era una hermosa greca. El campo era de los PP. Dominicos, de estos pasó á la amortización, y de esta á un particular, y aquellos, y esa y este lo han dejado en absoluto abandono permitiendo que cada uno se llevase lo que pudiera. En los dos costados del área se ven todavía seis bases de otras tantas columnas, de las cuales hasta poco tiempo ha, se ha conservado en aquel sitio un capitel corintio de mármol blanco. En uno de los lados menores del área está marcada todavía la entrada con los cimientos de las dos paredes que formaban el pasadizo que á ella conducía. Todas esas señales y los asuntos representados en el mosaico, inducen á creer que eso fue un templo cristiano. Cuando se descubrió el mosaico, sacaron de él un dibujo que se litografió y del cual poseo un ejemplar que me ha regalado el amigo Zaforteza. El mosaico, según puede colegirse por sus restos, era de mérito y valía la pena de conservarse, asi por esto como porque acaso es el único de su fecha que hay en la isla.

Cerca del mosaico hemos hecho un ligero almuerzo en que las uvas han suplido por el vino y el agua, y luego hemos continuado la marcha hacia la capital con un calor y un polvo que solo la costumbre puede hacer tolerables. A las tres estábamos en la fonda. Sin exageración podemos asegurar que los calores y los molimientos que hemos pasado en tres días son cosa muy seria y que reclaman de justicia una semana de reposo.

En las pasadas correrías, aunque no he pescado en materia de antigüedades todo lo que era de desear, no se ha perdido enteramente el tiempo, y por ahora están en mi poder algun libro rarísimo y de mérito, algunas medallas, un par de estribos antiguos, una grande, antiquísima é histórica adarga, una asta de lanza de correr cañas, regalo de Zaforteza , amén de un cargamento de esperanzas que en realidad no son nada pero que consuelan y alimentan. Diez años atrás á poca costa se hubiera podido hacer en esta isla una riquísima pesquera, pero el número de los arqueólogos ha crecido muchísimo, y como casi todos ellos son personas muy influyentes en el país y que tienen grandes, relaciones y notable prestigio en todas partes, le es al forastero sumamente difícil adquirir algo. No hago todavía punto final, pues huroneando por una parte y admitiendo por otra algunas generosas ofertas, confio irme con las manos mas llenas de lo que ahora las tengo.

Día 19 de Agosto de 1845

Nada ó poquísimo hay que diarizar ( y perdona lector mió este verbo) en el presente día, si ya no es decir dos palabras de una casa de baños que no había visto hasta ahora. Está en un callejón de la Rambla cerca del convento de Santa Teresa, y se le da el nombre de baños de Aguirre, porque sin duda se llama asi su dueño. Es un huerto bastante estendido aunque mal cultivado (porque en materia de horticultura son los mallorquines muy pocos hombres) , y en uno de sus costados hay un pequeño pórtico bastante malo y dentro de él siete cuartitos regulares. Las piscinas son de mármol del pais, de color de café claro, y en el cual como en casi todos los mármoles de Mallorca asoman pedazos de conchas, caracoles y otros mariscos petrificados. La piscina está en sus dos terceras partes hundida bajo el nivel del suelo, cosa muy desagradable porque al entrar uno en el baño parece que se meta en una tumba. En estas casas de baños hay la buena costumbre de tener en cada cuarto un batidor y un cepillo para la cabeza, tan pulcros que sin escrúpulo puede uno tocarse con ellos. Por punto general los baños son aquí muy baratos, de manera que este que es el mas caro, con ropa y todo cuesta tres reales y medio.

Mañana perderemos al Gaita del Llobregat que marcha á Barcelona en el vapor que sale á las dos de la tarde, y á las dos horas saldremos nosotros para el sitio llamado el Real á donde nos lleva el señor marqués de la Bastida con motivo de una fiesta popular que hay en ese sitio, la cual según parece es la mas famosa de toda la isla por el crecidísimo número de gentes que á ella acuden. Allá veremos.

La estancia en una fonda es cosa muy singular en todos conceptos y ofrece ocasión de hacer grande estudio de los hombres, porque en ellas suele haberlos de todas clases y caracteres, y la mayor parte se muestran allí mucho mas francos de lo que son en su pueblo y en su casa. Esta proporción de estudiar á los hombres es la única cosa buena que una fonda ofrece, ya que en todo lo demás es la permanencia en ella verdaderamente triste. Los hijos de Barcelona se empeñan en que la primera fonda que se ha conocido en el mundo ó á lo menos en España es la que hay en aquella ciudad conocida con el nombre de Fonda de Santa María. Se apoyan en que esa casa está honda, fonda en catalán, que al principio se llamó la casa fonda, que se omitió después el casa y se dejó solo el fonda, y que de aquí tomaron nombre todas las casas donde se hospedan forasteros llamándolas fondas. No sé á punto fijo lo que hay de positivo en esta etimología, ni si los barceloneses tienen derecho á reclamar la gloria de esa invención; mas sean ellos sean otros inventaron la cosa mas melancólica del mundo. Cierto que las fondas son una necesidad; pero necesidad muy mala. Llega el hijo de su madre á un pueblo, pregunta por la fonda, le llevan á ella, y se instala.

Pero ¿en dónde se instala? En un cuarto medio amueblado, con cortinas blancas medio limpias, que ocultan un balcón con cristales medio sucios. Hay en el cuarto una mesita con un espejo, cuyo vidrio está medio desazogado, y entre él y el marco se presentan dos ó tres targetas de visitas que el predecesor se dejó olvidadas. Revista la cama, y la encuentra compuesta de un jergón con dos ó tres colchas ó sacos de castañas, que tales suelen parecer los colchones, donde debe reposar su molido ó mareado cuerpo. Las almohadas siempre son bajas y se necesitan cuatro para poner la cabeza á la misma altura sobre el nivel del mar en que la tenía en su casa con una sola. En la alcoba hay una cortina de percal de colores, dividida en dos, que no cubre mas de dos tercios de la apertura, ni le falta menos de un palmo para llegar al suelo. En otra parte hay una cómoda que ni es nueva, ni puede reputarse por vieja; pero está deslucida, agrietada, y tiene oxidados los escuditos de la cerraja y las asas para tirar de los cajones. La tal cómoda suele estar cubierta con una telilla de la misma pieza de las cortinas y medianamente pringosa. Aquel cuarto, mudo é indiferente espectador de mil escenas distintas, de risotadas, de lloros, de arreglos y desarreglos de cofres y maletas, frío oyente de cien idiomas diversos, nada dice al corazón ni á la memoria del pasagero. Preséntase el fondista, que no necesita para ser conocido que le anuncie un criado. Está gordo, se viene riendo, con un trage particular y una gorrita de algodón blanco ó azul, formando el todo un uniforme y una facha que á tiro de cohete están diciendo: soy el fondista. Porque es preciso saber que todo fondista tiene una apostura y un continente particulares, como hay aposturas y continentes que revelan un general, un ministro, un poeta.

El fondista echa una mirada al recién llegado, y con aquel ojo escudriñador y perito que se introduce en el estómago y en el bolsillo, conoce si el huésped es tragón ó frugal, si tiene paladar francés, italiano ó español, y si trae dinero que esté en armonía con el paladar. Luego con una indirectilla fina y llena de atención averigua si la permanencia del que acaba de llegar será larga como el arreglo con Roma, ó corta, perecedera, deleznable y efímera como el destino de Gefe Político. Muy bonitamente indica luego la escala de precios, y por una anomalía bien singular, cuanto mas alto está el escalón que el huésped escoge, tanto mas él se baja al despedirse del huésped. Quédase este solo, tal vez llorando la ausencia de su esposa, tal vez la de su querida, que se llora con mas gana, tal vez la de las dos, que ausencias de esta clase harto á menudo se lloran á pares. Deshace el huésped la mala y saca piezas y piezas, abre el saco de noche en busca de las chanclas, se lava con agua y un chorro de vinagre ad usum hispanum, y se muda de pies á cabeza, dejando una pieza sucia en cada silla y todas las limpias revueltas en la mala. Se echa el huésped á la calle, saca las cartas recomendaticias, pasea la ciudad, y á la hora que tiene de costumbre da con su cuerpo en la fonda. Coge la llave colgada de un clavo en la cocina, abre su cuarto, y otra vez se halla en esa estancia solitaria, que ha visto pasar mil personas distintas, ninguna de las cuales ha tenido tiempo de cobrarle cariño, y mira esos cuadros del hijo pródigo, ó esas caricaturas francesas, que tantos ojos han mirado con la misma indiferencia con que él los mira.

En la sala inmediata comen cuatro militares, que á fuer de jóvenes meten un ruido terrible, y distribuyen la conversación entre mugeres y batallas, fastidiando á otros dos comensales cuyos cortos haberes no les permiten tener casa, ni comer solos en su cuarto, pues en las fondas es el comer solo una circunstancia cara. Al fin viene la comida del huésped que trae un mozo en seis ú ocho platos distintos, puestos el uno encima del otro, que los deja sobre la mesa, y corre para hacer lo mismo con otros tantos platos que son de distinta mesa. La comida no se parece á la de su casa, tiene trazas de mas rica y mas variada; pero en realidad es un solo manjar con muchos disfraces. Todos tienen un sabor particular que ni es el de la salsa ni es el de las tajadas, sino un sabor sui generis, que es el sabor de fonda. Si el huésped tiene apetito, bueno; sino le tiene, mejor; nadie le insta, y si lo hiciese sería para rogarle que no comiese. Al fin bien ó mal, poco ó mucho ya ha comido, y se echa á la calle fastidiado, y va á sus quehaceres, si es que viaja por negocios, y á la noche se vuelve á la fonda á cenar lo mismísimo que ha comido y á envainarse en esa fementida cama que entre lo mala y lo dura es un verdadero potro. Al dia siguiente y los otros días lo mismo, come ó no come lo mismo, ese mismo cuarto, esa misma indiferencia para con él, ese abandono mismo, esa soledad que mata y esa falta absoluta de todo lo que le es caro. Parece imposible que haya hombre que vaya á una fonda, y sin embargo entre meterse en ellas y no salir de casa no hay medio.

La parte moral de todo lo dicho hasta ahora, si el adjetivo moral es aquí tolerable, puede aplicarse á esta fonda de las tres palomas; mas nó así la parte física, porque todo está limpísimo, la cómoda es nueva y no tiene tapete, á la cortina de la alcoba le sobra por lo largo un palmo de muselina, el fondista no está pringoso ni lleva gorro, sabe halagar al apetito y desea que los huéspedes coman, con otras zarandajas que hacen de esta fonda una hermosa escepción de la regla, y me obligan á que la recomiende muy eficaz y concienzudamente á todos los forasteros.

Bien se deja entender que en esta como en todas las casas de su especie no faltan proporciones para conocer á los hombres y sacar partido de la diferencia que se nota entre sus caracteres é inclinaciones. A su tiempo hablé como de persona notable, y notable de un modo que le hace mucho honor, del capitán de bandera, tipo de militares y verdadero oficial modelo que en esta fonda habia, y que con mucho pesar nuestro se habia marchado de Mallorca cuando volvimos de nuestra correría. Mas como en las fondas hay una porción de plazas cuyos ocupantes varían casi diariamente, nos hemos encontrado con dos paisanos nuestros llegados pocos dias ha, que han venido á divertirse según dicen y para ello tratan de hacer un viage por la isla. Según las palabras que se les han ido escapando parecen ser hombres sumamente cómodos, de aquellos que no dan un paso sin saber en dónde y cómo han de almorzar, comer, merendar, cenar y dormir; que no salen de casa por mucho que madruguen sin haber tomado chocolate, que no pueden dormir sino en cama muy blanda, y que en verano no saben comer sin que tengan al lado el cubo lleno de agua del pozo, en la cual se está refrescando el vino, los tomates y los pimientos, que no saborean sin que les corra por la cara la gota tan gorda de puro gusto.

Creían estas buenas gentes que la isla estaba toda cruzada de carreteras, que no habia otra cosa de sobra que carruages, y que á cada paso iban á encontrarse con una fonda en que les estuvieran aguardando una buena mesa redonda ó cuadrada, y una cama como la de su casa. Sabiendo que nosotros veníamos de correr la isla nos han pedido informes, y al oír nuestra descripción era cosa de perecerse de risa escuchar los aspavientos y esclamaciones que se les han ocurrido. Su cabeza no puede formarse idea de una posada en que no haya que comer, de un camino en que pueda uno perderse, de un país desierto, y de un pueblo en que no haya correo ó traginero diario. Les tiemblan las carnes al pensar en las incomodidades que les esperan, y como no son naturalistas, anticuarios, ni poetas, reputan por verdaderos locos á los que viajan por este país sin una necesidad absoluta. Su objeto como he dicho ha sido venir á divertirse, y según lo amigos que son de comodidades, si llegan a montar en un mulo á cada instante darán al demonio la isla y los isleños. No saben ver un medio entre un país muy poblado y de continua comunicación como el llano de Barcelona, y una tierra en que nunca se haya estampado el pie del hombre; así es que según sus propias palabras nosotros debíamos representar en nuestra correría el papel de conquistadores de la isla. Sospecho que nos reputan por verdaderos orates. Por hoy no han resuelto nada porque quieren digerir mas las cosas; pero nuestras noticias se les han atragantado de manera que difícilmente harán de ellas una buena digestion. Si él único objeto de su viage es divertirse, lo mejor que pudieran hacer sería meterse en el vapor mañana por la tarde y dar la vuelta á Barcelona pelle stesse or me che al venir calcate furo. Con esto y con que pasen un mareo se habrán divertido hasta dejárselo de sobra.

Día 20 de Agosto de 1845

A las dos de la tarde ha salido en el Mallorquín para restituirse á su patria mi amigo D. Joaquin Rubió. Le he acompañado al buque que en medio de un calor intolerable, viento quieto y mar en calma se ha echado á surcar las aguas á impulsos de esa máquina con que el hombre se burla de los vientos y pone en contacto los pueblos que antes no tenían de sí mutua noticia sino por el relato de los pocos hombres que desafiando riesgos con tardía navegación los iban visitando. La nube de humo que de la alta chimenea salía ocultaba á mis ojos la base del castillo de Bellver, cuyas almenas parecían festones colgados de las agrupadas nubes que encapotaban con su manto blanco y ceniciento el horizonte de tierra. De la mar se alzaban por todas partes inmensos torreones de otras nubes escalonadas y fofas, que á una iban subiendo hacia el cénit, cual si quisieran envolver la ciudad entre el agua, el granizo y los rayos de que estaban cargadas.

¡Adiós poeta catalán, sucesor ilustre de aquellos famosos trovadores que enseñaron á los vates de Italia el dulce hablar de las pasiones divinizadas, adiós! Tus armonías han recordado á los catalanes los deliciosos cantares de una edad llamada bárbara, y en que sin embargo había mas dulzuras que en la nuestra. Coge otra vez el laúd, y ya que has recorrido los frondosos bosques y los amenos valles que decoran esta hermosa roca del Mediterráneo, deja por unos días de cantar las márgenes de nuestro veleidoso Llobregat, y canta las alturas de Pollensa, los pensiles de Soller, el delicioso valle de Dea, la solitaria ermita de Miramar, desde donde sin ningún obstáculo suben hasta el cielo las plegarias del hombre.

Olvida, amigo, por un momento la acostumbrada dulzura de tus cantares y dedica un robusto y áspero romance á los dos inmensos gigantes que bañan sus pies en el angosto Gorch blau, y al espantoso Barranco, cuyos suspendidos peñascos repiten cien veces la palabra que delante de ellos pronuncia el hombre. Canta esas soledades de Son Serra de marina, canta ese viejo bosque de Lluch, y compón una trova siquiera á esa venerable encina de Mossa, la reina de los árboles, el viviente mas antiguo de la isla. Cuando en una tarde de agosto corra el sudor por tu frente, te sientas casi desfallecido, y respires con angustia el pesado ambiente del estío, entrégate á la dejadez moral que ese abandono físico inspira, y dedica una elegía al arenal de Alcudia, y no olvides su sol, ni su aire fétido, ni su soledad espantosa, ni sus montañas de arena, ni el bramar del trueno que allá á lo lejos sonaba. Cuando el aura de la noche refresque tu rostro y despeje tu cargada cabeza, y tu corazón palpite alegre, y asome en tus labios la sonrisa, canta entonces, trovador querido, las bulliciosas corridas de Artá y de Alaró, y esos bailes populares en que la aldeana luce sus galas, y el sencillo mancebo contempla desde un rincón de la plaza las gracias que en la danza despliega su querida, y la mira embobado, y se ríe, y goza, y espera que callen la gaita y el tamboril para entregarle el abanico que cual gage de su vuelta conservaba.

Si alguna vez en mar tranquila te mecieres en una barca, canta entonces el redondo puerto de Soller, y la deliciosa playa de Pollensa, y el castillo de Bellver, que cual atalaya puesta en alta cumbre reconoce desde lejos al peregrino que á Mallorca viene. Canta, trovador, canta á Mallorca: canta la sencillez, la hospitalidad y la dulzura de sus habitantes, canta los negros ojos de sus mugeres, canta sus bellas noches, y sus valles, y sus fiestas, y su paz inalterable, y su amor inmenso al viagero que los visita: cántala, trovador, canta la isla; que no se ofenderá nuestro río de que le olvides un día para cantar este ramillete que asoma la cabeza en medio del jarro del Mediterráneo. Sea esta noche tranquila, y esté la mar en calma; pon mañana los pies en tu patria querida, y cuando hayas recibido el beso maternal y el abrazo de los amigos, templa entonces tu laúd, canta la isla.

Según lo convenido á las cinco de la tarde hemos tomado el coche del Sr. marqués de la Bastida en compañía de éste, de un hermano suyo, y del amigo Socias; y merced al acelerado paso de cuatro mulas á la media hora hemos estado en San Bernat, mas generalmente llamado El Real. En el año 1232 el rey D. Jaime concedió facultad al conde de Rosellon D. Ñuño Sanz, su tío, para fundar en Mallorca un monasterio de Bernardos que siete años mas tarde fue dotado con casas, campos y molinos. Vinieron á fundarlo algunos monges de Poblet que después de vivir cincuenta años en una granja cercana, en 1282 se trasladaron á este monasterio que acababa de edificarse. En este sitio acamparon los cristianos acaudillados por D. Jaime al presentarse por primera vez ante los muros de Palma, y de aquí procede el haberse dado siempre á este sitio y dársele todavía el nombre de El Real.

Aunque el origen de la fiesta que hoy se celebra procede de que había en él un monasterio de Bernardos, y este monasterio quedó estinguido en 1835, la fiesta continúa celebrándose. Por los restos que subsisten se conoce que el monasterio fue mezquino, y lo prueba la iglesia que es antigua, pero no corresponde al gusto que en la arquitectura de templos reinaba en el siglo en que se hizo. Es pequeña, nada tiene notable sino que en vez de estar cubierta por una bóveda de piedra tiene un sencillo techo de madera sin adorno de ninguna clase, cual algunos que he visto en antiguas iglesias de Flandes. Lo poco que queda del monasterio es propiedad de particulares, que lo mismo que Valldemosa lo transforman en casas de campo. Véndense hoy en este lugar (y valdría mas que no se vendieran) unos gozos escritos en mallorquín; pero tan malísimos en todos sentidos que lo mejor que pueden escitar es la risa. Son ridículos, impúdicos y heréticos, y es sensible que su espendición no haya llegado á noticia de quien tenga facultades para prohibirlos. Suelen los gozos de los santos, y sobre todo de santos de ermita, ser tan chocarreros, ó tan tontos, ó tan impuros que á todo mueven menos á la devoción. Es de lamentar este abandono.

La fiesta del Real es una de las mas populares y concurridas de la isla, con sus correspondientes gaitas, sa primera mateixa, bailes, tederos y algazara; pero como este lugar está tan próximo á la capital y á otros pueblos, es crecidísimo el número de gentes que á ella acuden. Gracias á la estación, aunque no hay casas en que alojarse van reuniéndose allí desde la tarde de ayer muchas personas, que duermen debajo de un árbol ó enteramente al raso, y durante todo el día se aumenta la concurrencia; pero la hora en que esto ofrece un espectáculo mas digno de verse es durante la segunda mitad de la tarde de hoy. En los dos campos de los costados de la carretera y que se alzan un poco sobre el nivel de ella están reunidos en grupos de seis, diez, y quince, diez ó doce mil almas, y años hay de veinte mil , interpolados con animales, coches, carros de toldo blanco, que son los mas, y carruages de todas clases. Bien que hay algunos que salpican los campos en que está la gente, la mayor parte forman un círculo regular en torno de todos los grupos que parecen estar ceñidos por una blanca faja, pues tal semejan los blancos toldos. Todos los grupos están en la hora dicha haciendo lo mismo, esto es, merendando, y aunque no todas las meriendas son iguales, no bay una siquiera en que falten los dos artículos predilectos de los mallorquines, á saber, la ensaimada y la sobrasada , que son en esta fiesta de rigurosa etiqueta. Labradores, artesanos, clase media y alta clase, todo se confunde en esos campos, todos estan sentados en el suelo, y todos comen ensaimada y sobrasada, de suerte que allí reina una igualdad perfecta. En ese dilatado campamento á donde todos acuden para divertirse reinan un bullicio y una alegría inesplicables, y todas las bocas estan abiertas para comer ó para reir. Los vestidos blancos de las señoras y menestralas, el albísimo rebosillo de las campesinas, la blanca camisa de los labradores y el nevado toldo de los carros dan á la totalidad de este cuadro una agradabilísima tinta fría que resalta mas sobre el oscuro del arado campo.

Aunque ofrece el aspecto de la quietud porque todo el mundo merienda, hay sin embargo un movimiento continuo en todas direcciones, de todas las maneras imaginables, acelerado, lento, regular, pausadísimo, y en todos los tiempos. Aquí corre uno á buscar agua, otro va á coger la mula que se ha desuncido del carro, aquel está en pié sacando la repostería del serón de un asno, otro persigue á un compañero que se lleva un melón, acá un hombre está en pie estendiendo los manteles en e! suelo, mas allá se van sentando los que quieren formar un corro, cerca de otros están en pie los criados para servir á los amos, y hacia todos lados cruzan despacio y aprisa por entre los grupos los curiosos que quieren ver el pormenor de aquella vasta escena. Hay bullicio y algazara, pero no gritería; hay chanzas, pero no insultos; chistes, pero nó injurias; palmadas, pero no golpes; cuestiones, pero no riñas; y las risotadas, los convites á los paseantes, los mutuos ofrecimientos, los regalos y los brindis forman un inarmónico bullicio que no ofende al oído por mas que entre él se hagan notar el tiple de la muger, el chillido del muchacho, el grito del hombre, el ladrido del perro, el rebuzno del asno, y el relincho del inquieto potro: y entre tanto suenan en tono mas agudo que todo eso la gaita y el pito que al pie del monasterio animan los pasos de los bailarines para quienes la danza tiene mas aliciente que la ensaimada, que es tener mucho aliciente tratándose de mallorquines. En medio de ese bullicio y en un trecho desocupado que entre los grupos quedaba han tendido los criados del obsequioso la Bastida el fino mantel, y sacando de las alforjas del asno repostero tres ó cuatro cestas, en un Jesús ha estado puesta la mesa con todo lo necesario en ella y cubierta con un rico jamón dulce, pastelillos, panes, frutas, y en el centro una redonda tabla sobre la cual gallardeaba orgullosa, cual en rica mesa y entre humildes pollos y codornices el altanero pavo, una titánica ensaimada, nó desnuda, cual ensaimadas suelen presentarse, sino con el atavío de sobrasada, y mechada con dulce seco, cosas ambas que constituyen el mas rico adorno que á las ensaimadas se permite. Sentados á la redonda y en buena compaña hemos dado un valiente ataque á esos manjares, volviendo de tiempo en tiempo el rostro para contemplar los grupos, y quizás alzando los ojos al cielo para saborear la tentadora malvasía de Bañalbufar digna émula de la famosa de Sitges.

Concedido á la merienda el rato que de justicia le tocaba, nos hemos sentado cerca de la carretera á fin de presenciar como los grupos iban levantándose, recogiendo las sobras de los banquetes, metiéndolas en serones y desfilando luego uno tras otro los mil carruages que en aquellos campos estaban diseminados. Hombres y mugeres de todas edades, apiñados y prensados de quince en quince y hasta de veinte en veinte en cada uno de los carros, cuyo toldo á la caida del sol había desaparecido, iban hacia la ciudad repitiendo en universal coro el grito de chuya que es el hurra peculiar de esta fiesta, y cuyo grito no me parece que tenga un origen de todo punto inofensivo. En algunos de esos carros iban varios hombres en pie, llevando en la mano hachas de viento para encenderlas a! entrar en la capital, por cuya rambla pasan todos repitiendo el mismo grito y alumbrando á las gentes que no han ido al campo, y acuden allí á ver la entrada de los que salieron. Por en medio de los carros vienen hacia Palma los que fueron montados que no son pocos, y por cierto que he visto un modo de ir á caballo peculiar de Mallorca y que no creo se use en ninguna parte del mundo. Sobre el ancho y mullido aparejo van sentados un hombre y una muger , pero no en grupa ó dando pecho con espalda, sino parejos, uno al lado del otro, colgándole á este las piernas por la derecha del cuello del animal y al otro por la izquierda. Es cosa verdaderamente rara y cierto que no sé esplicar el efecto que ha causado á mis ojos que nunca lo habían visto. Comprendo que debe ser cómoda , mas es preciso contar con mucha mansedumbre en el animal para que no sea arriesgada: A este modo de cabalgar se llama á la pollensina, porque quizás fue inventado en Pollensa,

Esa multitud alegre y vocinglera al paso que se interna en la ciudad cesa en sus gritos y se va esparramando por las calles; y á las diez de la noche la capital entera queda sumida en el mas profundo silencio. Acaba la fiesta de san Bernardo, es verdad, pero desde mañana todos los artesanos de Palma aficionados á ella comienzan á depositar cuartos en un fondo para satisfacer los gastos de la merienda que harán en igual dia del año 1846. ¡Dichoso el país en que con tanta certeza se sabe lo que se ejecutará dentro de un año! Los mallorquines estan bien seguros de que los azares de la revolución no estorbarán la fiesta del año que viene. ¡Cuán distantes están de comprender lo que esta seguridad vale!

Día 21 de Agosto de 1845

Es cosa muy notable de la isla de Mallorca que no se ve en ella pobre alguno. No quiere decir esto que no haya fortunas mezquinas y familias que viven con estrechez suma; quizás aquí es esto mas común que en otras partes, porque la propiedad está poco dividida; mas ni en la capital ni en los pueblos ocupan las avenidas de las iglesias esa multitud de infelices llenos de andrajos, cuya suerte desdichada es un vivo testimonio de que los hombres aman poco á la humanidad. Entre el claro de las galas del rico se ve la penumbra del modesto trage del artesano y del labrador; mas no la sombra del haraposo y barbudo mendigo, cuyo aspecto incomoda al duro de corazón, turba la alegría del hombre sensible y lastima el alma del pensador. Entre las conversaciones y las risas de un paseo, no sobresale la lastimera cantinela del pordiosero que reclama un trozo de pan para acallar el hambre, ó una moneda con el fin de comprar un trapo que cubra su desnudez. No, este espectáculo repugnante á los ojos y al corazón, y que desacredita nuestra sociedad tan neciamente orgullosa de sí mismo, no se presenta en Palma ni en los pueblos subalternos. Sin embargo en la isla hay pobres, hay huérfanos, hay viudas desgraciadas, hay mudos, hay ciegos, hay miserables de todas clases, y hay desvalidos ancianos que no tienen hacienda, ni hijos que los sostengan, ni fuerza en los brazos, ni siquiera sudor que derramar de la frente para ganarse una miserable subsistencia. Pero todos estos seres desventurados que en otros paises divagan por las calles y caminos, contrayendo muchos de ellos el fatal vicio de la holgazanería, si ya no es este el origen de su miseria, están en Mallorca recogidos en las casas de Misericordia. Varios son los pueblos que las tienen, mas la de Palma que he visitado hoy, es digna de llamar la atención de todo viajero.

Está situada esta casa en un estremo de la ciudad cerca de la puerta de Jesús, en lugar alto y ventilado, desde donde se descubre por una parte la estensa llanura inmediata á la capital, y por otra la vista se pasea por la mar hasta perderse en el horizonte. Hace veinte años que el edificio era una casa pequeña , vieja , ruinosa y poco á propósito para su objeto. Entonces recogíanse en ella corto número de pobres, sus ramos de industria eran menguados y poco productivos, disfrutaba algunas rentas, tenía seguras buenas limosnas, pero carecía de arbitrios y era casi una temeridad concebir esperanzas de mejorarla.

En esa época apareció por fortuna de los pobres un varón de cuarenta años de edad, sacerdote piadoso, evangélico, y que bien penetrado de que la caridad es en nuestra religión la virtud primera, de amigo de los pobres se transformó en su padre. Convencido de que su ardiente amor á los desgraciados no era bastante para disminuir su desgracia, leyó, observó, preguntó y meditó mucho, y el hombre evangélico se hizo al mismo tiempo administrador, industrioso, especulador y fecundo buscador de arbitrios fijos y de recursos eventuales. Colocáronle al frente de la casa, y sin mas capital que una onza de oro anticipada de su peculio, comenzó la obra de un vasto edificio de piedra de sillería; transformándose en arquitecto dirigió los planes; como cantero buscó la mejor piedra; como conocedor de las necesidades de la casa, hizo la distribución de su local; comprendiendo que él debía ser el maestro de todos se fue á Barcelona , y se hizo tejedor y maquinista; teniendo presente que la religión es la base de toda enseñanza y de toda felicidad, levantó en la casa un templo y enseñó á los niños á dirigir su voz al Señor en sencillos cantares. Con una actividad y un tino paternales , ensanchó el campo de la industria, distribuyó los trabajos según la fuerza y la pericia, sacó partido de los ciegos, de los sordos, de los mudos y de los ancianos, y bien penetrado de los deberes que se imponía y á impulsos de su caridad ardiente obró una transformación absoluta.

Este varón que es D. Antonio Batlle, está al frente de la casa hace veinte años, los pobres le aman y le bendicen, los ricos le elogian, y para que nada falte á su gloria, los malos le murmuran. ¿Y cómo no han de murmurar de él los duros de corazón, si es caritativo; los que desprecian al pobre, si él le ama; los que obran mal, si él consagra su vida á las obras buenas? Para que todos le elogiasen sería preciso que él se volviese malo ó que los malos se volviesen buenos. Lo primero solo es posible faltándole la gracia de Dios, lo segundo solo de la gracia de Dios puede ser efecto. La grande obra que emprendió el señor Batlle no está concluida, pero sí muy adelantada y tiene esperanzas de terminarla en breve. En el día se abrigan en la casa mil personas de los dos sexos y de todas edades, sin embargo de que la renta fija no pasa de treinta mil reales, y aún de esta cantidad deben rebajarse las contribuciones que por una anomalía singular, y que es una crueldad , se le obliga á satisfacer cual á otra casa cualquiera. En los buenos tiempos de la Iglesia contaba con regulares limosnas del cabildo de la catedral y de algunas casas religiosas, mas hoy en que el clero está muy próximo á pedirla para sí, ese recurso ha cesado , y no ha venido á suplirlo la largueza de los particulares. A esto deben agregarse los productos de la industria que se dividen por mitad entre la casa y los que la ejercen, quienes atienden con esto á su vestido, que la casa suple cuando este medio no alcanza. Los ramos de industria son calceta, telas de algodón blancas y de colores tejidas en treinta telares, y todos los trabajos necesarios para que el algodón entre en rama y salga en piezas de tela para pantalones y otros usos, cintas de algodón y seda, encajes blancos y negros, horno y molino de yeso, y espartería en muy dilatada escala. Estas industrias han aumentado los réditos de la casa, de manera que en el día le dejan un beneficio de cuatro mil libras mallorquínas, cuando veinte años atrás este lucro llegaba apenas á cuatrocientas.

La casa además cuida de colocar de aprendices en casas particulares á los muchachos que desean tener oficio que allí no se enseña. Entre los pobres recogidos hay albañiles y carpinteros por cuya cuenta corren casi todos los trabajos del edificio, y además se fabrican en él los fideos, se amasa y cuece el pan, y se hacen algunos otros artículos de primera necesidad. El orden y economía que allí reinan en la administración son tan pasmosos, que con haber comunmente de nuevecientas á mil personas, el gasto anual de la casa inclusas las contribuciones, sostenimiento del edificio y lo que se da á los pobres que no ganan bastante para vestirse, es de doce á trece mil duros, que corresponden á unos doce duros por persona; esto es veinte y dos maravedises diarios. A diferencia de lo que se observa en la mayor parte de las casas de esta clase, los pobres recogidos en ella no visten uniforme, porque como dice muy bien el venerable prior, es echarles un sambenito que la sociedad injusta mira casi como una señal de infamia. En esto hay además una mira económica, porque los niños y sus madres ó parientes tienen relaciones de dependencia, ó digámoslo así, de caridad, con personas ricas, que de limosna les dan vestidos usados, los cuales de nada les servirían si el trage de todos debiese ser uno mismo.

Los pobres que en esta casa se recogen han de ser precisamente hijos de la capital ó de su término, pues, como he dicho, en otros pueblos de la isla hay establecimientos de la misma especie. Entre los infelices que hallan aquí asilo y consuelo hay algunos militares que han derramado su sangre en defensa de la patria, y la patria agradecida los dejaba agonizar de hambre, desnudez y enfermedades por las calles. Respetando su clase, su mala ventura y sus méritos se les da un cuartito separado en donde tienen cual si dijéramos casa propia , y cierta independencia que contribuye á que olviden el abandono en que tan ingratamente los tiene quien debiera alimentarlos.

Dirige esta casa una junta que se reúne mensualmente, y en mi concepto, y sin hacer agravio á sus miembros á quienes no conozco ni por el nombre, creo que una de las razones de que la casa vaya bien arreglada es la poca frecuencia con que la junta se reúne, puesto que la práctica tiene demostrado que en estas materias un hombre solo hace, y las juntas enredan, no por mala voluntad sino por falta de datos y de esperiencia. Está al frente del establecimiento en la parte orgánica y administrativa el respetable prior que vive en ella y disfruta por toda asignación cuatro mil reales al año, cantidad que con una candidez que enamora dice él mismo que basta para cubrir los gastos de un hombre que tiene pocas necesidades y ningún heredero. Están á sus órdenes dos mayordomos que cuidan de algunos pormenores. Los pobres están divididos en cuatro fracciones, dos de niños, y dos de adultos de uno y otro sexo; cada una de ellas ocupa distinta parte del edificio , y están bajo la inmediata inspección de personas de edad del respectivo sexo.

Cuando la obra esté concluida será mas marcada esta separación y se dará mayor ensanche á la enfermería , que hoy es en verdad reducida. Todo el edificio respira orden y esquisito aseo; y me parece que para dar de esta última circunstancia una clara idea, basta decir que á las nueve de la mañana en los dormitorios se notaba el olor del tinte de las mantas que en las camas había. La salud corporal de la casa es tan grande que en veinte años no han muerto mas niños entre los dos sexos que veinte y tres, y allí se desconocen de todo punto la sarna y las demás enfermedades cutáneas que suelen ser el martirio de los recogidos en tales casas. La salud espiritual ó sea las costumbres son purísimas, de suerte que sin embargo de haber en los dos sexos personas de todas edades y de que casi siempre están en comunicación , en el largo espacio de veinte años no ha habido que deplorar desgracia ni estravío de ninguna clase. Entre los pobres andan repartidos algunos mentecatos que denuncian las travesuras de sus compañeros de asilo sin que nadie se recele de ellos. Su candidez, me decía el prior, es una garantía de la verdad de su espionage, los otros no se recatan de ellos, y aun cuando supieran que me traen el cuento, su infeliz estado los pone al abrigo de toda venganza.

Este venerable sacerdote, cuya blanca cabeza inspira respeto y cuyo carácter humilde y rostro jovial se atraen al momento el amor ageno, es uno de aquellos pocos varones que honran á la humanidad y consuelan de la corrupción social en que realmente vivimos. A los pobres de Palma no se les puede desear un bien mas grande, sino que Dios prolongue la vida de ese padre suyo, que se olvida de sí para pensar en ellos, y que sabe dispertar la caridad agena en el pecho en que está mas aletargada. La conservación de la casa, los aumentos que ha hecho y la felicidad con que ha salido de sus apuros, todo lo atribuye el prior á Dios, y no quiere convenir en que él tenga una parte eficaz. «Mire V. esta parra y vea V. si no es esto obra de la Providencia » y me enseñaba una parra en que efectivamente había un prodigioso número de racimos , pero tantos, tan grandes y tan sanos que parecían colgados de propósito para sorprender al que la mirara. Tiene V. razón, le he dicho, Digitus Dei est hie. Sí señor, sí señor, ha contestado, no son los hombres los que hacen estas cosas, «todas ellas vienen de mas arriba.» Quiera Dios derramar sus bendiciones sobre la cabeza de este varón justo y de la casa que dirige.

Antes de retirarnos á la fonda he visitado el estudio del pintor D. Agustín Boada , hombre muy mallorquín en figura y habla. No es pintor histórico, sino retratista y copista, conoce los buenos autores, tiene dibujo correcto, bastante buen colorido , y copia bien; pero en mi concepto copiaría mejor si se concretara á cuadros de una sola escuela, ó de escuelas análogas. Es joven, tiene conocimientos y mucho amor al arte: si á esto reúne la aplicación, aun tiene tiempo de hacer grandes progresos.

Día 22 de Agosto de 1845

Acompañado por el amigo Conrado a las diez de esta mañana he ido a ver el hospital general que está en un estremo de la ciudad y cerca de la Misericordia. Desempeña la plaza de portero un oficial retirado que estaba haciendo calceta, costumbre antes muy general entre cocheros, hombres ancianos, porteros y otros de su estofa, y que hoy está espirando. Nos ha enseñado el edificio el prior del mismo, sacerdote ya entrado en años, muy naturalote, y de quien me dicen que es muy hombre de bien. Las salas del hospital están limpias y muy ventiladas, a lo cual contribuye una ventanilla que hay debajo de cada cama y que sale al aire libre. El número de enfermos en la casa es comunmente de unos doscientos, y la enfermedad mas general entre las personas que buscan en ella un asilo es esa funesta calentura, ordinaria precursora si no significativo síntoma de la terrible tisis. Así, las mugeres que estaban en la sala de medicina en su mayor parte eran de edad juvenil.

Hay en esta casa un cuarto, en el cual se recoge y cuida á las mugeres casadas que no tienen medios con que hacer frente a los gastos de un parto. También hay departamento de locos que quería enseñarme el prior, y que yo no he querido visitar de modo alguno, porque ver encerrados como fieras y tratados cruelmente, cual por lo común sucede, á semejantes mios sobre quienes ha caído desgracia tan grande, enciende mi ira sobre los que tal hacen, de modo que si dependiera de mí trocaría los papeles encerrándolos á ellos y poniéndolos a merced de los locos. Parece imposible que aun se crea que al infeliz que ha perdido el juicio se le ha de restituir a palos, a encerronas, a gritos, y a puro de malos tratamientos, capaces ellos solos de volver loco a quien tenga el juicio sano. La esperiencia propia les convencería de ello, si yo mandara, a los que tal hacen y aplauden. No sé hasta qué punto es malo el tratamiento que aquí se les da á los de esta clase, pero sé que se sigue la antigua rutina y que ésta por adulzorada que esté se resiente muy mucho de la barbarie. De paso nos ha dicho el prior que había un loco joven, sujeto con no sé cuántas ataduras.

En este hospital se recogen enfermos de toda la isla, y como las rentas no pasan de seis mil duros y los gastos ascienden a doce mil, el déficit se suple de los fondos de la Diputación provincial.

Yo creo que solo la costumbre puede hacer llevadero a los facultativos y á los sirvientes de los hospitales el aspecto de la humanidad tan diversamente afligida como se ve en estas salas de asilo donde gimen centenares de personas, cada una de ellas a impulsos de un dolor distinto. Para quien no está acostumbrado á ello es un espectáculo atroz que conmueve las entrañas y desgarra el corazón. Esos rostros pálidos y en que se ven los síntomas de una dolencia mortal, ese color de calentura en el que adivina uno el interno fuego que abrasa, y la inquietud y angustia que oprimen y sofocan; esos vendajes debajo de los cuales la imaginación ve la llaga sangrienta v dolorosa ,si ya nó el cáncer roedor que por ápices invisibles va limando los huesos y minando sorda y acerbamente la vida; esa dejadez y ese abandono con que yace otro enfermo postrado por el dolor y soñando quizás con los martirios de la amputación que le espera; ¡oh! esto no puede mirarse; solo el corazón de un médico y el de un enfermero lo soportan y ¡ay de nosotros si ellos no pudieran suportarlo! Cual si la opresión de mi pecho no fuera bastante, cual si el prior acostumbrado a escenas de agonía hubiera querido llenarme el alma de angustia, nos ha introducido en un cuartito inmediato a la puerta en donde yacían cuatro ó cinco enfermos. Uno de ellos era un anciano a quien poco antes habían dado la Unción y que estaba ya agonizando. Una pobre muger quizás esposa suya refrescaba con un abanico el sudor de su frente separando al mismo tiempo las moscas que revoloteaban entorno, notando ya el olor de cadáver. No sufria el enfermo, su muerte era tranquila, pero al fin era muerte y nosotros no aguardábamos presenciar semejante cosa. Es horrible hacer que vean todos los pormenores de la muerte los enfermos de la estancia en donde está el moribundo, tenerlo en medio de dos de aquellos, obligarlos a que escuchen las últimas palabras que el sacerdote le dirige, a que sean testigos de los postreros estremecimientos de la naturaleza que lucha con la muerte, a que oigan por fin ese gemido de la agonía que es una voz que ya pertenece a la eternidad y que nunca jamás se borra de la imaginación de quien lo ha oído una vez sola ¡oh! esto es horrible, es bárbaro, atrozmente bárbaro!

Aprisa hemos separado el rostro de esa escena, e íbamos a salir de la estancia, cuando el prior nos ha hecho fijar la atención en otro enfermo que estaba a dos pasos del moribundo. Era un anciano dolorido y que además del dolor padece una enagenacion mental. Dedicábase al cultivo de la tierra y su estraviada razón le ofrece a todas horas el espectáculo de una era en donde se está trillando y en la cual el trillador distrae la angustia del sol de mediodía lanzando de su pecho esas canciones, verdadero conjunto de lamentos y suspiros de que hablé en el diario del dia 4 ó 5. Esa faena y ese canto son el sueño de ese desgraciado que tal vez perdió la razón trillando en una era; y hoy se abusa inhumanamente de su desgracia pintándole la escena que él en confuso recuerda y haciéndole que cante lo que en ella cantaba. Esto es una especie de obsequio con el cual le fuerzan a que festeje al forastero que entra en la estancia. Y el infeliz ha cantado, y ha cantado lo mismo que cantaba cuando tenía cabal juicio, la misma cantinela, los mismos suspiros, la misma dejadez y el abandono mismo que están revelando una escena en que reina un calor intolerable. Quizás ese quejumbroso canto es la única cosa que conserva de los tiempos en que gozaba razón. ¡Pero hacer cantar a ese hombre!, ¡hacer cantar á un anciano enfermo y que ha perdido la razón!, ¡hacerle cantar en la estancia de un hospital rodeado de otros enfermos y al lado de un compañero que está agonizando! Tal vez este infeliz ha oído todavía el canto, y acaso esos suspiros de un loco han sido el último rumor de la tierra que han penetrado en su alma al volar al cielo. ¡Oh, esto es horrible! Y sin embargo no faltaba quien se riera al oírlo. No mas, no mas, le he dicho al prior al cabo de medio minuto, y me he lanzado fuera de la estancia. ¡Ojalá nunca entrara en ella!

Estábamos cerca de las Magdalenas y Conrado nos ha hecho ver su iglesia que es grande, buena y toda ella respira riqueza. Las paredes están vestidas de damasco carmesí, la bóveda entera está cubierta de lienzo pintado, las tribunas de las monjas tienen filetes de oro, y todos los capiteles están dorados. Hay dedicada a la beata Catalina Tomasa una bonita capilla de orden corintio, con rico artesonado y cuatro hermosas columnas estriadas y con capiteles dorados en que está clavada la verja de hierro que sube hasta el techo. A poco mas del centro de la capilla y sobre un grande basamento de jaspes del país se alza una magnífica urna de plata dorada y con grandes cristales, dentro de la cual reposa el mismo cuerpo de la santa, que se conserva perfectamente y todo entero, a escepción de las pantorríllas que le fueron cortadas años atrás para hacer de ellas un regalo al Pontífice. Yo no sé si esta mutilación es mas irreverente que piadosa.

Puesto que nos hallábamos inmediatos á la casa de espósitos, hemos ido á verla y por cierto que me pesara si no lo hiciera. Aunque fue fundada en virtud de real orden en julio de 1798 ha estado en sumo descuido hasta hace dos años, en cuya época se emprendió su restauración y se han hecho en ella muchas obras. Hoy presenta por defuera el aspecto de una hermosa casa particular, y el interior corresponde a esa perspectiva. Los espósitos de que cuida son siempre unos doscientos cincuenta, pero todos ellos se crían en el campo y las amas que cobran por la lactancia veinte y ocho reales todos los meses, están obligadas a tenerlos hasta que cumplen tres años, y pueden conservarlos un año mas, continuando en percibir la asignación misma. A la edad de cuatro años el ama es árbitra de quedárselos como hijos suyos, cual comunmente sucede, ó de devolverlos a la casa, la cual los conserva dos años para enseñarles doctrina cristiana y rudimentos de buena crianza; y al cumplir la edad de seis años los remite a la Misericordia. De pronto el número de doscientos cincuenta espósitos parece un dato de la relajación de costumbres de la isla, mas discurriendo en ello con algun detenimiento esto es una prueba de que las costumbres están muy lejos de haber llegado al punto de corrupción que en otras partes. Aquí hay pasiones y hay los deslices consiguientes á ellas, pero se ignoran todavía los infames medios de burlar los resultados de esos deslices, y si no se ignoran , falta perversidad para ponerlos en práctica. La joven que no sabe librarse de los lazos de la seducción es madre, y lleva su hijo a la casa de espósitos: el infanticidio es aquí un delito casi desconocido.

Desde que las criaturas son traídas á este asilo hasta que una ama se las lleva al campo, las crian en la casa otras amas, y como el número de infantes que á la vez se hallan en la ciudad nunca pasa de diez á veinte, los preparativos están hechos con arreglo á este número. Así pues hay únicamente diez y ocho cunas. Todo está tan hermoso, tan arreglado, tan limpio que puede apostárselas con la casa particular en que reine mas aseo. Si no lo dijese una inscripción inmediata á la puerta, nadie la creería casa de beneficencia. Siguiendo las paredes de una grande, despejada y blanquísima sala, hay una estufa para calentarla y diez y ocho hermosas cunas de nogal bruñido hechas con lujo y gusto, que se mecen sobre un eje que las sostiene a cuatro palmos del nivel del suelo, con camilla bien arreglada y con un mosquitero puesto en una barra que corre desde la cabecera hasta los pies y se apoya en dos pilarcitos de unos cuatro palmos. Es verdaderamente una cosa lindísima y que no puede apetecer mas una familia de comodidades. Hay otro cuarto con algunas camas bien dispuestas para los niños que vuelven de la lactancia, y un cuartito para lavarlos, peinarlos y vestirlos. Sobre la sala de las cunas se está construyendo otra que les servirá para jugar, correr y saltar a sus anchuras, y en todas esas piezas hay cuadros colgados de las paredes cual si fuesen las estancias de una casa. Está al frente del establecimiento una junta, y es su administrador y vive en ella D. Sebastián Gili, sacerdote joven, humilde aunque muy despejado, sumamente atento y que desempeña este cargo con gran gusto é inteligencia. Los gastos anuales de la casa que bajo todos puntos de vista es un verdadero modelo, ascienden á cuatro mil duros, de los cuales saca la mitad de rentas propias, y la otra la percibía de la décima beneficial. Desde que cesó ésta se la satisface el gobierno con las angustias y los atrasos con que satisface muchas de sus obligaciones cuando los acreedores no le hostigan moral ó físicamente. De la misma manera que ayer deseaba para los pobres de Palma que Dios prolongue la vida del prior de la Misericordia, también hoy le ruego que dilate la del sacerdote que en edad temprana se consagra al cuidado de esas infelices criaturas, nacidas sin padres, sin parientes y sin amigos, las cuales al abrir por primera vez los ojos, no ven en la tierra otro apoyo que Dios y la caridad, inmediata emanación de su amor divino.

Día 23 de Agosto de 1845

En la casa de Muntaner, sita en la calle de S. Jaime he visto perfectamente conservados unos antiguos techos de madera pintados y de oro, de gusto muy delicado y estrictamente árabe, de los cuales subsisten varios en algunas otras casas.

En la de Torrellas de la misma calle hay un retrato en tabla de D. Jaime el Conquistador, igual al que se conserva en la casa de la ciudad; y se dice que fue un regalo hecho por el mismo rey a un ascendiente de la familia , lo cual es muy probable porque dicho ascendiente concurrió á la conquista, y de la misma familia fue D. Bernardo de Torrellas, primer obispo de Mallorca después de la espulsión de los sarracenos.

En la casa de D. Pedro de Very he visto una colección de pinturas que forman un verdadero museo. Entre ellas son muy notables las siguientes. Un Adán y Eva del Ticiano; un Baco; el milagro de pan y peces, y la resurrección de Lázaro, los tres de Jordaens, y los dos últimos magníficos. Un retrato de cuerpo entero y un cuadrito de san José, la Virgen y el niño Jesús, obras de Murillo; un Cristo en el Calvario, de un concluido admirable, y que si no es de Rafael, es de un buen discípulo suyo; dos escelentes cuadros de escuela flamenca, en que hay infinidad de figuras de dos á seis pulgadas; un bien acabado cuadrito del mallorquin Mesquida, y algunos otros de buenos pintores, en escelente estado de conservación, y que lucirían mucho mas si estuviesen con mayor anchura y recibieran la luz por el techo de las salas. El de la segunda en que están los mejores cuadros es lindísimo y por el estilo de los de casa de Muntaner, aunque mas limpio y mejor conservado.

A propósito de la amabilidad con que las personas que tienen algunas preciosidades se las enseñan al forastero, no puedo menos de recordar los muchos rasgos de esa virtud que diariamente observo. En la ciudad de Palma basta traer una carta de recomendación para una persona notable, pues sirve de credencial á fin de que el forastero sea introducido en todas partes. La persona que ha recibido la carta, y las otras a quienes ella presenta el forastero rivalizan en obsequios y agasajos, con la circunstancia agradabilísima de que prodigan esos obsequios cual si no hicieran nada.

Día 24 de Agosto de 1845

Esta mañana he ido a visitar la escuela normal establecida en el edificio que fue convento de San Francisco y dirigida por D. Francisco Riotort, joven estudioso, muy aficionado a su profesión, y que ha viajado para instruirse mas y mas en la misma. La escuela normal está bastante bien montada; al cerrarse el curso anterior tenia 22 alumnos internos, y aunque por ser época de vacaciones no he podido ver la escuela en marcha, toda la apariencia es de que en ella hay arreglo y buena dirección. El Sr. Riotort ha hecho en orden al modo práctico de enseñar a escribir algunas modificaciones en mi concepto muy útiles y de aplicación facilísima. También parece que después de haber tenido por base de esta enseñanza el carácter inglés se ha decidido por el bastardo español, cosa que no solo la aplaudo sino que es de rigurosa justicia, pues siempre es vergonzoso mendigar al estrangero lo que tenemos en casa, y sobre todo cuando lo nuestro es mejor y mucho mas á propósito para el objeto, pues al fin lo que se escribe es para ser leído, y no hay en el mundo carácter de letra que con mas facilidad se lea que el nuestro. Enséñense en hora buena los estrangeros, pero abandonar el nuestro y posponerlo siquiera, es una miseria y una prueba de poca estimacion propia ó un vano alarde de estrangerizarse.

En el mismo edificio hay comenzado un museo de historia natural que hoy es provincial y que hasta 1843 fue propiedad particular del Sr. Riotort. Este joven agradecido sin duda a los beneficios que debía a la Diputación provincial que lo envió á la escuela central de Madrid y lo ha colocado después al frente de la escueta normal, regaló a dicho Cuerpo la colección que tenía. Está montándose en el día, y lo que mas abunda son mariscos, como es natural en una isla. Hay también bastantes minerales, pero la colección zoológica es por ahora la mas pobre. La Diputación ha señalado mil reales anuales para la conservación y aumento del museo, cantidad bien corta por cierto, absolutamente considerada, pero que quizás es cuanto la Diputación puede destinar para ello.

Ha sido también objeto de esta mañana una visita á la casa de la Sra. marquesa viuda de Ariany en que hay muchas salas tapizadas de cuadros. Entre ellos llaman particularmente la atención algunos de Ticiano, de Guido Reni, del Correggio, y casi casi mas que todos tres de la escuela de Rembrandt, sino del mismo. Es verdaderamente una lástima que las obras de esos grandes maestros estén mezcladas con otras de mucho menos mérito, muy mal colocadas para recibir la luz, y algunas en un estado que clama por un pronto y muy delicado restauro. Parece que algunas razones de familia son causa de que no se las cuide.

La sala de armas del casino que también he visto es una linda pieza en que sin haber nada notable brillan el orden y el gusto. No hay mas que cincuenta floretes, algunos guantes y caretas y varias estampas representando actitudes de esgrima, pero cuando en las cosas hay buena dirección y gusto la sencillez basta para hacerlas agradables.

El amigo Zaforteza tiene tres cuadros buenos y va recogiendo armas antiguas para arreglar una armería. En número es poco lo que tiene, pero hay algunas espadas buenas, un sable rarísimo, un lindo estoque árabe, una partesana notable, algunas lanzas, tres adargas y varias otras piezas, que juntas son una buena base de colección. Su gusto, su juventud y sus relaciones pueden hacerle concebir justa esperanza de poseer una armería rica. Así se lo deseo, pues si bien cuantos mas son los que recogen menos probabilidad tiene cada uno de recoger, tratándose de un amigo como Zaforteza se puede no adquirir para que él adquiera. Su casa es notable por los ricos tapices flamencos que visten las paredes, entre los cuales los hay muy buenos.

A las nueve de la noche he recibido una visita del amigo D. Antonio Furió, visita que agradezco infinitamente porque para un hombre ciego y casi impedido, a quien se le pasa un año sin salir de casa si no es para ir a misa a una iglesia muy inmediata, venir de un estremo a otro de la ciudad es un sacrificio muy costoso. ¡Cuan tierno era verle andar apoyado en los brazos de dos hijas, y oír como hacía por distraerle la inocente conversación y la bulliciosa alegría de otra que es una niña! Era un grupo interesante y que afectaba vivamente. ¡Válgame Dios! ¡A cuántas clases de sufrimientos está espuesta la pobre humanidad!

Día 25 de Agosto de 1845

Hoy por ser día de gala han estado colocados en el frontis de la Casa de la ciudad los retratos de los hijos de Mallorca que en algun concepto se han hecho famosos, y que todo el año adornan las paredes de la sala en que se reune el Ayuntamiento, como en su lugar he dicho. El balcón inferior de la misma casa de la ciudad estaba colgado con un antiguo terciopelo carmesí, y encima del antepecho había varios almohadones de la misma tela y antiguos también, que hoy solo eran un adorno, pero que en las funciones públicas sirven para que reposen en ellos sus brazos los concejales que las presencian desde aquel punto.

Vaya una singularidad por mas que esté aquí bastante despegada. En Mallorca es muy frecuente sangrarse, y hay personas que hacen de esto grandísimo abuso. En 1.° de setiembre de 1843 D. Pedro Benassar de edad de 60 años había recibido ya 4600 sangrías. Hoy vive, está muy robusto, y anda cerca de las cinco mil.

Día 26 de Agosto de 1845

A las seis de la mañana hemos salido en los coches de los SS. Zaforteza y Gual en compañía de los dos hijos de cada uno de estos caballeros y del amigo Mariano Conrado. El plan era almorzar en Canet, posesión del segundo, ver una cueva también suya, y comer en Son Berga, hacienda del primero y en la cual estuvimos en la tarde del día de Santiago. La carretera durante dos horas corre por la llanura de Palma, decorada en ambos costados por el espeso y frondoso arbolado de centenarios olivos y jóvenes almendros, con aquella abundancia que es general en toda esta isla. Al acabarse la llanura se ve a la derecha del camino una grande y profunda hoya llamada Evench den Corbera. Evench significa poco menos que abismo. Cuéntase que cuando D. Jaime vino a conquistar Mallorca los moros fueron por dentro de ese abismo á cortar el agua de la fuente que abastece la ciudad, y que con esto le privaron de ella en el Real, en donde según otro día dije tenía su campamento. Con tal motivo se contaban del subterráneo grandes maravillas, suponiendo que habia en él galerías, caminos, estancias, palacios, un anciano con larga barba y el correspondiente lituo, de suerte que nada faltaba para que fuese una caverna de encantamentos. Muchas personas han penetrado en ese lugar y han visto que si hubo encantamento se ha deshecho, puesto que no existe nada de lo que se refería. Que hubo desvío de aguas es cierto, y lo es que lo ejecutaron los moros de la montaña acaudillados por el arráez Infantilla, alarde que hubo de costarles caro, porque Ñuño Sanchez con trescientos de los buenos fue en su demanda, los venció, y dio cuenta de gran número de ellos cuyas cabezas fueron lanzadas a la ciudad con las máquinas de guerra.

En este punto comienza la montaña y el camino sigue por un valle frondoso y cuyas laderas estan igualmente cubiertas del valiente y nunca interrumpido arbolado que es la verdadera riqueza de la isla y motivo de pasmo para los estrangeros. A la hora se llega á Canet, magnífica casa de campo que descuella cual suntuoso palacio en medio de hermosísima verdura. Sin detenernos allí hemos seguido la marcha pasando por el pueblo de Esporlas, que está cual si dijéramos dividido en dos por el mismo valle. En la iglesia que hemos visto y que es tan buena y moderna como antiguo y churrigueresco el altar mayor, nada hay notable sino son un estandarte, una espada, una adarga y un casco, todo antiguo, colgados á bastante altura para que no pueda alcanzarlos la atrevida mano del anticuario, que no los ve sin esperimentar aquella científica y ambiciosa dentera (perdona lector la frase) que con tanta frecuencia le haría olvidar el séptimo mandamiento del decálogo.

Desde este punto el camino no permite coches, y por ello hemos seguido a pie y durante media hora el mismo valle que, merced al agua que por él discurre y á la profundidad que lo abriga de los vientos, es ameno y agradable. Al fin de ese trecho hemos llegado á una quinta llamada la Granja, propiedad de un caballero de Palma. Es casa notable por su grandiosidad, su buena distribución, el gusto que toda ella respira, la abundancia de agua, la indecible frondosidad que allí reina, y el tino y buena dirección con que el arte sacando partido de los accidentes del terreno ha sabido hacer acaso lo mejor de que en su género blasona la isla. En efecto, detrás de la quinta hay un montecillo que a beneficio de escalones, puentes de madera y angostas veredas, hecho todo en zigzag, ha sido transformado en laberinto verdaderamente deleitable. Estravíase el caminante por sus encrucijadas, se pierde la vista por sus tortuosas sendas, y por los boquetes que de vez en cuando deja la espesedumbre de los árboles y arbustos se descubren en lontananza las hondonadas del vecino monte y la oscura frondosidad de las encinas de que está cuajado.

Interrumpen el silencio que allí reinaría el aire que mece suavemente las copas del frondoso laurel, del verde álamo y de la atrevida haya; y el rumor del agua que después de derramar la vida por todo el cerro se precipita furiosa en una perpendicular abertura, da movimiento á un molino, salta otra vez á un arroyo, corre por entre árboles y cañas, y por fin discurre con suave murmullo por el valle que hemos pasado. En uno de los estremos de ese Edén hay una plazoleta cuyos rústicos asientos sombrean una vasta encina y una porción de laureles que atravesando por entre las ramas de aquella, asoman sus verdes cabezas por sobre la opaca cima del árbol que les disputa la posesión de aquel sitio. Allí la poesía y la historia pueden en amigable concierto tejer simultáneamente una corona al inspirado vate y al filósofo historiador, que sean dignos de la gloria en su siglo y de la inmortalidad en los venideros. La robustidad y el vigoroso color de la encina parecen advertir la madurez y la severidad con que la historia debe tratarse, y la alegre tinta del laurel y la audacia con que pasando por la encina se lanza hacia las nubes, son el emblema de la atrevida poesía, que vuela en alas de la inspiración aunque cante los hombres que han existido. El matrimonio de esos dos árboles representa un poema cuya base sea la historia. Eso es la imagen de la Jerusalen del Tasso.

En el otro estremo de ese bosquecillo hay un baño rústico muy bien colocado y en donde debe gozarse una verdadera delicia templando con la frescura del agua las calurosas horas del estío. Al pie del laberinto y muy inmediato a la casa, se ve un pequeño surtidor, de donde brota un raudal de agua que con furia se alza hasta sobrepujar los árboles que le circuyen, y cuando se le pone en la boca el mango de una regadera cuya parte superior tiene la forma de un semicírculo, sale el agua en pequeñísimos chorros formando un vasto abanico en el cual los rayos del sol pintan el arco iris con aquellos colores con que le es dado pintar á Dios solo. Este es un espectáculo que enamora. En la parte anterior de la casa hay una linda huerta, y al pie de ella un prolongadísimo estanque de forma muy irregular en que nadan y se zambullen alegres y mansos los patos y ánades que nacen, viven y mueren en el mismo. Todos han acudido en tropel en frente del punto en que estábamos, al cebo de algunas habas que les hemos arrojado y de la llamada de la muger que los cuida, llamada estraña, hecha en tono agudísimo, quejumbroso, indefinible y de aquel sabor melancólico que caracteriza el canto de las eras. La Granja es un lugar delicioso en que vivirían igualmente contentos y felices el romántico, el poeta y el filósofo. Esta casa habitaron los monges de Poblet que vinieron a fundar el monasterio de San Bernardo de El Real hasta que la fábrica de este se hubo concluido, esto es, hasta 1282.

A pie hemos vuelto á Canet en donde el finísimo y bien servido almuerzo que nos ha dado el señor Gual ha puesto en olvido las delicias de la Granja. Después de descansar un rato hemos ido a ver las cuevas cuya entrada es malísima y que retrae de hacer la visita. En puridad es un pozo en cuya boca se colocan tres pies derechos y en el centro de estos un aparejo del cual está colgado un capazo. En este capazo en que se ha puesto una piel de carnero se sientan uno por uno los curiosos, y agarrados del gancho del aparejo los van arriando a noventa palmos de profundidad e izándolos de la misma manera a la subida. Desgraciadamente para mí ya desde mucho rato me atormentaba un acerbo dolor de cabeza, y como es preciso tenerla muy sana para no correr un riesgo mortal en ese descenso, no me he atrevido a bajar a la cueva sino que he buscado un poco de consuelo en la cama. La cueva de Canet ha sido descrita por D. Joaquin María Bover en un cuadernito que tengo a la vista, y según su dictamen la formación de esta gruta se debe a un hundimiento. Es grande aunque de ninguna manera comparable con la de Artá, contiene varias estancias, subidas y descensos, un piso siempre desigual y resbaladizo, abundan en ella los estalactitas, y hay sus arcos, sus bóvedas, sus columnas y mil otros objetos curiosos que mas que naturales parecen producción del arte. Hay mil callejones y angosturas, series de columnas figurando un pórtico, festones que cuelgan del techo, mil especies de ornato por las paredes, altos y delgadísimos tabiques que parece van a caer sobre el viajero; y por fin allí dentro hay un cúmulo de maravillas capaces de dejar sobrecogido a quien no haya visto las cuevas de Arta. Esto es mas bonito, mas lindo, acaso mas gracioso; aquello es inmenso, inconcebible. La cueva de Canet es una muestra de la de Artá, los materiales son los mismos , uno mismo el artífice; y si Dios necesitara hacer pruebas como el hombre, diríamos que se ensayó en Canet y compuso su obra en Artá.

Vista la cueva por mis compañeros, a pesar del mal estado de mi cabeza puestos otra vez en los coches nos hemos dirigido a Son Berga. A poco rato ha sido necesario apearse para ver lo que se llaman fuentes de la ciudad, ó sea el punto en que brota el agua que la abastece. Es en sustancia un grande rectángulo de diez á doce palmos de profundidad formado por dos gruesas paredes, la esterior antigua , y moderna la otra. El agua que nace en verano es poca, el depósito está descubierto y tan descuidado y lleno de barro que solo la regularidad con que sale el agua, y el reposo en que está, pueden hacer que sea, como es, sumamente cristalina. Desde este punto sale por un portal y va hacia la ciudad por una acequia descubierta también, bastante angosta y hecha como otra cualquiera. La ciudad de Palma ha conocido por fin que el agua que beben sus vecinos merece ser mejor tratada, y están construyendo y acabando un acueducto subterráneo y abovedado digno del objeto que tiene.

A las cinco hemos llegado á Son Berga en donde el siempre finísimo Zaforteza nos tenia preparada una opípara comida, hermana legítima del almuerzo de los hermanos Gual. No me ha sido dable probar cosa alguna, y tendido en un canapé al lado de la mesa he asistido al banquete, sufriendo lo que puede adivinar el lector que padezca jaquecas.

Día 27 de Agosto de 1845

En este dia he visto la colección de medallas coloniales y municipales que tiene D. Joaquin Bover, colección que es bastante rica, y en que hay artículos muy raros. Posee el mismo algunos libros de los mas antiguamente impresos en Mallorca, y entre ellos uno en el año 1486 en Miramar, colegio ó cenobio inmediato a Valldemosa del cual hablé a su tiempo, y que como allí dije fue el punto de la isla en que hubo la primera imprenta. En este género tiene el señor Bover algunas otras cosas curiosas y de mérito.

Día 28 de Agosto de 1845

A pesar de las varias visitas hechas a D. Antonio Furió ninguna había sido en hora a propósito para ver su museo, y como yo ansiaba por reconocerlo y Furió por que lo reconociera, he ido a eso en la mañana de hoy. El estudio del señor Furió es un museo de historia natural y un museo de antigüedades, masnó revueltos sino colocados en dos distintas piezas. Sin pararme en el primero porque no es considerable y tampoco es cosa a que yo tenga afición, he reconocido el segundo y juntamente la biblioteca, puesto que aquel y ésta se hallan en una sala misma. La biblioteca es curiosa y contiene algunos manuscritos raros que ha podido reunir el señor Furió en 40 años de indagaciones y rebuscas esquisitas y no interrumpidas. En el ramo de antigüedades tiene algunas lápidas romanas y de la edad media, un precioso ídolo egipcio, otros objetos romanos, crecida copia de lámparas sepulcrales y lacrimatorios y finalmente el monetario. Las medallas son a corta diferencia en número de 1600 y abundan sobre todo las imperiales romanas, y entre ellas hay alguna muy rara y muchas en perfecto estado de conservación. También tiene un buen número de consulares casi a flor de cuño, como suelen estar la mayor parte de las de esta clase, y posee asimismo algunas colonias y municipios. Pocas son pero esquisitas las medallas griegas, y completan su monetario algunas piezas modernas, entre las cuales las hay de mérito.

En este monetario y en los otros que hay en la capital y aun en algun pueblo es digno de notarse que casi en su totalidad están compuestos de medallas encontradas en la isla, lo cual prueba la importancia de ésta y que no ha sufrido las horribles catástrofes que han trastornado de alto a bajo el continente. No parece que nunca se hayan hecho aquí escavaciones, sino que todo lo hallado ha sido accidental, de donde puede deducirse que si se escavara con buena dirección y en lugares de que se tengan noticias seguras, es regular que la cosecha fuese muy pingüe. De reciente se ha despertado en Palma el gusto por la arqueología, y como las personas que se muestran mas aficionadas, tienen deseos grandísimos de adquirir, y abundan en medios, no es de creer que confíen a la sola casualidad el enriquecimiento de sus museos. Si así lo hiciesen darían hincapié para juzgarlos menos amantes de lo que parecen, y no mostrarían en esta materia el amor patrio que en todas las demás sienten muy eficazmente. Sobre ser los museos ricos testimonios de las antiguas glorias de esta hermosa isla, ofrecerán un aliciente mas a todos los forasteros, ya que en nuestra época para ser anticuario es menester viajar, y para viajar es preciso ser ó cuando menos creerse anticuario.

Antes de ahora he hablado de la muchedumbre de árboles que hay en la isla, y particularmente de los olivos que se cuentan por millares. Había observado que así en 1os campos como en las montañas estaban a la par que los algarrobos sin orden alguno y con una irregularidad que desde luego parece estraña, pues unas veces se ven muchos casi tocándose, y otras estan separados por considerables distancias. Esto no podía yo esplicármelo satisfactoriamente, pero es muy natural desde luego que se sabe que así los olivos como los algarrobos no han sido plantados por el hombre sino que nacen espontáneamente y al llegar al tiempo oportuno los ingertan. Cuando se compara esto al esmero con que en nuestro país se plantan y se cuidan, es fuerza confesar que Dios ha derramado sobre esta tierra todas sus bendiciones. Yo creo que las Baleares son las verdaderas Hespérides, y si no lo son debieran haberlo sido, porque es imposible que en ninguno de los países a los que puede referirse lo que de las Hespérides nos cuentan antiguos escritores haya espontáneamente la riqueza y la frondosidad que en esta baleárica mayor, sin duda la primogénita de las tres hermanas. Aquí está la dulce miel en las plantas, aquí la fuente de leche, aquí los frondosos árboles que todo el año se ven cubiertos de manzanas de oro, aquí la paz y el vicioso clima que convida a los deleites.

Las mugeres de Mallorca tienen reputación de hermosas, y por mas que haya dicho Mr. Laurent está muy distante de ser tan difícil como él supone hallar entre el bello sexo personas que llamen la atención por su figura. Sin embargo las mugeres aquí difieren de las del continente, la generalidad de ellas son morenas pero todas tienen ojos negros, grandes y sumamente espresivos. Las de la clase popular y media suelen ser de estatura regular ó alta, y de bien proporcionado volumen; pero las de la clase mas alta son por lo común de poca talla y tienen muchísima gracia; en los dos primeros rangos hay mugeres hermosas, en el último mas que la belleza se encuentra el donaire hijo de su hermoso talle, de la espresion de sus rostros y del suelto y agraciado aire de todo el cuerpo. No es de admirar que se note esta diferencia, porque las clases no se mezclan por medio del matrimonio, puesto que las personas de cada una lo contraen con otras de la misma, pues aquí reina el proverbio: cada oveja con su pareja. Por esto la belleza y la gracia se perpetúan respectivamente en la misma.

Hay en Mallorca tantas cosas distintas del continente que los mallorquines solo se parecen a sí mismos, de modo que es cierto lo que dice un amigo mío mallorquín que el mundo se divide en seis partes, Europa, Asia, Africa, América, Oceanía y Mallorca. Esta proposición es cierta y dice mas de lo que podría hacerlo una esplicación detenida.

Es fama en este país que después del dia de San Bernardo suele llover todos los años, y por este la fama ha salido verdadera, porque hoy hemos tenido agua y el tiempo se ha refrescado mucho. Las lluvias en el rigor del estío que en otros países son pedidas con ansia como templadoras del calor aquí se consideran cual una calamidad, porque muy fácilmente producen tercianas en varios puntos. En verdad que las tercianas son una terrible plaga de esta tierra, en la cual las continuas humedades hacen que sean muchísimas las personas que padecen jaqueca y que sufren de la dentadura , que por lo general es mala en la realidad y en la apariencia. Este país debe ser fatal para los nerviosos, tanto mas cuanto está muy en moda el sistema de Broussais, según lo prueba entre algunos otros datos el que continué en mi diario del día 25 hablando de D. Pedro Benassar.

Día 29 de Agosto de 1845

Estas casas inmensas que llenan una manzana toda entera, y cual si tanto lugar no les bastase, rebosan por encima y lanzan sus techos hasta la mitad de la distancia que las separa de los edificios vecinos; estas casas, cuyos patios son verdaderas plazas con pórticos, y cuyo aspecto total es un símbolo del poder y de la grandeza; estas casas que recuerdan otros tiempos, otras ideas y otros hechos, no solo son notables por su magnitud, su antigüedad y su esterior armónico, sino también porque su interior corresponde siempre a la idea vaga que de ellas nos habíamos formado al mirarlas por afuera. Techos elevadísimos y sólidos, robustos artesonados, salas inmensas, vastas paredes en que hay retratos de familia ó pinturas de antiguos artistas, mesas recias y de intricadas labores, tapices flamencos que hacen revivir el recuerdo de nuestras pasadas glorias, arquillas preciosas que atestiguan el buen gusto y la rara habilidad de nuestros antiguos artífices, camas inmensas y de un trabajo que hoy parecería inacabable, todo contemporáneo, todo rico, todo grande, todo armónico. Cuando uno recorre estos edificios cuyas puertas franquean los señores mallorquines con sumo gusto y sin ningún resabio de esa tonta vanidad que cree dar importancia y tanto empequeñece al que la tiene, solo ve una cosa inarmónica que contrasta con todo, y es nuestro miserable y ridículo trage. De repente se encuentra uno en el siglo XVI rodeado de retratos y pinturas de esa época, y cuando la vista acostumbrada a esos holgados y ricos trages, a esas capas de seda, a esos hábitos de caballero, a esas telas compactas, bordadas y brillantes, a esas lamas de oro y plata, a esas cabezas peinadas con arte y adornadas con riqueza; cuando la vista, digo, acostumbrada a esa magnificencia se vuelve hacia nuestro angosto y misérrimo pantalón de hilo pintado, á nuestro frac estrecho y recortado hacia atrás cual si al hacerlo faltara tela, a la lisa cabeza de la señora que tiene la suma amabilidad de acompañarle a uno por la casa, á su vestido de muselina ó indiana que baja pegado al cuerpo, sutil, lacio, sin lustre, sin brillo y sin mas adorno que una flor pintada, yo no sé decir cuan triste es, y cuan repugnante este contraste.

Se avergüenza uno al verse tan pobre, tan mezquino, tan reducido. Estos sillones, estas camas, no se hicieron para nosotros; esos hombres necesitaban mas espacio para removerse, mas aire para respirar libremente, y por esto hacían grandes las salas y altos los techos, y ¿qué? ¿a esa grandeza en las cosas no correspondía acaso la grandeza en las ideas y en las obras? Obra son de esos hombres y de antepasados suyos todos los grandes edificios, todos los monumentos públicos; templos, palacios, arsenales, fortalezas, todo habla de esos tiempos; los nuestros dejan por testimonio de su existencia ruinas inmensas que también las haría un niño, edificios raquíticos y tan perecederos como quien los levanta. Comparad estos gruesos y bellos tapices con el sutil papel que cubre nuestras paredes, comparad las pintadas flores de éste con los bordados cuadros de aquel, y decid cuál de los dos es mas rico, mas artístico, mas magnífico, mas grandioso; ved esas vastas camas de nogal ó de ébano, macizas, perdurables, brillantes como el día en que salieron del taller del artífice, y cotejadlas con esas camas de hoy, de medidas limitadas en que se ha economizado la madera que tiene algun valor, si ya no son de pino vestido con una lámina de caoba, delgada como un papel, que a la vuelta de dos años se despega, se hiende, salta, y se pone opaca, porque también el barniz era ficticio. ¿Y no es cierto que todo esto es pobre al lado de aquello? Venid a estas casas de Palma, entrad en ellas, recorredlas, y por mas que seáis apologistas de lo moderno tributaréis un homenage de admiración y de respeto hacia esos hombres que valían mas que nosotros.

Muchas son las casas de Palma en donde se ve todo esto con mas ó menos profusion, con mayor ó menos riqueza, y no es cosa de citarlas ni esto haría al caso en mi escrito. He mentado ya los ricos tapices de casa de Zaforteza y los cuadros de algunas otras, y hoy he tenido el gusto de ver algo de esto y de aquello en casa de Vilallonga Mir. En ella llaman la atención tres cuadros de escuela española, de los cuales uno es de Ribera, y los otros dos de su escuela; un cuadro de escuela buena que no me atrevo á fijar pero que es notable por su buena máxima y estraño pero agradable colorido, y algunos otros de batallas. Son muy hermosos los tapices flamencos que visten las paredes de dos piezas, y aunque hay en ellos un poco de barroquismo, su rico colorido y su bella composición hacen perdonar el mal gusto de esa prevaricadora escuela.

Lo mas notable en esta casa son algunas arquillas y varias cajitas. Hay dos de las primeras bastante grandes, del gusto y formas comunes, con sus correspondientes cuadritos de concha y sus capillitas para un santo. Trasladadas al continente tendrían mucho valor atendidos la escasez de ellas y el afán con que se buscan; mas en Palma en donde tienen tantas compañeras son menos apreciadas, porque ya se sabe que aquello parece mejor que es mas escaso. La arquilla magnífica, rica y en todos conceptos preciosa es otra a la cual de ninguna manera le conviene ese diminutivo nombre que se da a tal clase de muebles. Tiene diez palmos de altura, seis de frente y dos de fondo; toda ella es de ébano, robustísima, sólida basta el esceso, y con tantos adornos y labores que es imposible dar de ellos ni aun remota idea. Tiene infinito número de secretos, estantes, pequeños armarios y puertas; crecida muchedumbre de incrustaciones de nácar de variados y hermosísimos dibujos, filetes y labores de otras maderas, Columnas, capillitas y cajones, los cuales hasta en la parte esterior é interior del fondo llevan sus correspondientes ornatos. Está perfectamente conservada, brillante como el día en que salió de las manos del artífice, y no le falta la menor pieza. Creo que por mucho que se apurara el ingenio de un ebanista no podría hacer cosa mas hermosa ni magnífica; y aunque cabe mas riqueza empleando metales, en su género es imposible superarla. Su gusto en el conjunto es churrigueresco, pero bien entendido y de lo poco que hay bueno en este género. Su dueña sabe apreciarla y lo merece, porque es mueble capaz de hacer la reputación de un constructor y de saciar las ansias de un anticuario. Está en una antesala, y a fe que es digna de ocupar un puesto en los cuartos interiores.

En uno que sirve de tocador hay encima de la mesa tres cajitas de diferentes formas, pero todas de mérito, aunque lo tiene mayor una en figura de baulito con delicadas incrustaciones de nácar. Todo esto sin embargo se olvida al ver una caja que está guardada dentro de otra de madera. Cuando se hizo se componía de dos ó tres cuerpos, mas hoy solo se conserva el inferior, y trozos del segunda y tercero. Es cuadrilonga, de cerca de un palmo de largo y medio de alto: toda ella es de ámbar, de un gusto delicadísimo y de un trabajo esquisito y concluido. El ámbar es amarillo y naranjado, lo cual da a las labores un claro oscuro muy bello y hace que las cuatro figuritas de los ángulos puedan tomarse por de marfil. Es un dije precioso, y da lástima que no haya quien sepa arreglar los otros dos cuerpos como lo desearía la señora que lo posee.

En esta misma casa hay una mesa toda de mármol ceniciento del país, de gusto pesado y muy parecida a esas grandes mesas que se ven en las antesalas de casas antiguas. Es capricho y forzosamente debió costar caro, porque en los pies hay mucho trabajo para hechos de piedra.

Día 30 de Agosto de 1845

La tarde era deliciosa; las recientes lluvias han calmado el ardor de los últimos dias, y la fresca virazón que venía empujando las olas para que se estrellen en las murallas de Palma convidaba a llevar á cabo la proyectada visita. Quien debía recibirla era el castillo de Bellver, edificio lleno de recuerdos históricos, que trae a la memoria los tiempos de la independencia mallorquína, la usurpación del ceremonioso D. Pedro, las lágrimas arrancadas por la venida de D. Juan I, la sangre vertida por los comuneros, la muerte de una reciente víctima de nuestros políticos disturbios, la prisión de un hombre ilustre, y los suspiros y los funestos dias de centenares de personas que han espiado allí sus crímenes, gemido por un desbarro político, o sido sacrificadas por un despótico mandato. A media legua de Palma hacia la parte de Este y en la cumbre del monte que se eleva á cuatrocientos pies sobre el nivel del mar descuella el redondo castillo de Bellver cuyo primitivo destino fue quizás una casa de recreo aunque con apariencia y humos de fortificación, cual lo demandaba la época aquella en que la guerra o los peligros de ella eran el estado normal de la isla.

La malísima carretera que a ese alcázar conduce va describiendo cien curvas por entre el pinar que cuaja el monte todo, y en muchos puntos de él queda tan metida entre árboles que no se descubre la cima coronada por el castillo. Un mezquino puente levadizo echado sobre un foso poco profundo lleva á la puerta de entrada, que por cierto es menos grandiosa de lo que corresponde á un real sitio. El edificio tiene forma circular y salen por sobre de sus murallas tres grandes albacaras, redondas también, y en donde correspondería la cuarta estriba la cabeza de un puente. Entre una y otra de las albacaras resalta al nivel de la plataforma un garitón sostenido por un cono truncado, el cual descansa en el collarino de un pilar que sube unido al muro. Hacia la parte del norte álzase elegante y atrevida la torre, del homenage á la cual se pasa por el mencionado puente de piedra, angostísimo, ligero, que mirado desde abajo parece una obra aérea y sin robustez ninguna. Forman el piso de este puente trozos de tabla viejísimos, algunos de ellos sueltos, y todos tan mal unidos que por el claro que entre uno y otro dejan se ve allá bajo el profundísimo foso, de suerte que espontáneamente se agarra uno al pretil temiendo que ha de faltarle e! suelo y hundirse hasta el abismo cuya vista le estremece. Está la torre coronada de grandes modillones en que se apoyaba siglos atrás la ladronera corrida, y en el centro de su cúspide álzase el asta en que ondea la bandera de España y en donde tremoló en dias muy pasados el estandarte de los Jaimes y de los Sanchos. La base de esta torre desde el nivel de la esplanada forma un anchísimo talús cuya robustez pasma de pronto y estremece después cuando sabe uno que ese sólido pie es la pared de un calabozo llamado la Hoya, estancia horrenda donde no penetra aire ni luz, y en cuyo techo hay una abertura redonda cubierta en otro tiempo con una tapadera de hierro que solo se levantaba para descolgar al infeliz condenado a vivir en esa tumba. Hoy la tapadera es de piedra, está fija y hay en ella un agujero de medio palmo de circunferencia por el cual se ven las tinieblas de ese abismo.

El interior del muro lo constituyen dos círculos concéntricos formado el uno por las habitaciones que hay entre él y la muralla, y el otro por las arcadas de la galería que salen a un patio céntrico. La arquitectura es gótica y las arcadas semicirculares de la galena que son veinte y cinco en el piso inferior se convierten en el segundo en otras tantas ojivas, cada una de las cuales tiene en su centro un pilar que la divide en dos ojivas menores. El patio céntrico es grande y la galería que lo circuye le da un aspecto bellísimo. Construyóse este edificio a principios del siglo XIV. Fue llamado según algunos Pulchro vissus, nombre convertido después en Bellver ó sea Bella vista. El nombre es oportuno porque en efecto al oriente se ve toda entera la ciudad, a cuyas espaldas se estiende la llanura, y allá en lontananza descuellan las altas montañas que rematan por aquella parte el horizonte. Hacia el mediodía osténtase el grandísimo seno en cuyo fondo está Palma, y allá a lo lejos se destacan del azul del cielo los montes de Cabrera. A poniente y norte tiéndese la vista por un dilatado llano cubierto de árboles, y entre sus cimas los ojos distinguen la blancura de algunas casas de campo y de tal cual pueblo sobre cuyos tejados descuella el larguísimo de una iglesia coronado por la torre de las campanas.

Hermosa es la vista de Bellver; su aspecto interesa al anticuario, y su color inspira respeto a cualquiera. Al hallarse uno en su centro desde donde no se ven la obra esterior moderna ni algunos cañones de bronce que son allí un intolerable anacronismo, recuerda uno aquella época del valor y de la galantería, en la cual las salas de este castillo acaso profusamente iluminadas fueron testigos de alegres festines y de bulliciosas danzas. Por el aromático ambiente que entonces las llenaba resonaron los cantares del dulce trovador que sin mas armas que un sencillo laúd y un mas sencillo romance sujetó a la fuerza de su encantamento a las doncellas que a la corte acudían, y enterneció el corazón de los guerreros para quienes era gustoso esparcimiento domeñar indómito corcel y romper una lanza con alárabe atrevido. Allí, entre el alborozo de la fiesta y el resplandor de mil luces, ante los ancianos caballeros, los paladines osados, y las hermosas damas, recibía D. Jaime II a los que en el campo habian sostenido el honor de las armas mallorquinas y ornaba acaso su cuello con recia cadena de oro ó con pintada banda. Por desgracia tan apacibles regocijos mas de una vez se trocaron en sangrientas escenas. La bandera que por tantos años tremoló orgullosa sobre la torre del Homenage se vino abajo cuando la traición y la cobardía secundaron los intentos de D. Pedro el Ceremonioso. Otra vez fue la torre testigo de tristes sucesos al venir acá el rey D. Juan I en los últimos días del siglo XIV, y finalmente corrió por sus galerías y fosos abundante sangre cuando en la civil contienda de 1521 una muchedumbre que había roto el freno de la moral y de la obediencia, asaltadas las murallas cometió en su recinto toda clase de horrores.

Desde ese tiempo cual si aquella sangrienta catástrofe hubiera sido una señal de que en adelante el castillo estaba destinado a no oír mas que lamentos y a ver lágrimas tan solo, desde entonces ha sido constantemente una cárcel en que se ha derramado abundante lloro. Las estancias que sirvieron para habitaciones de criados, cuadras, despensas y cocinas de que se proveía la real mesa han sido transformadas en calabozos: las salas donde se celebraran regios festines y en donde damas y caballeros hicieron ostentación de sus gracias y de sus galas son asimismo calabozos, y las estancias de la torre del Homenage, calabozos son también y por cierto muy terribles. Sucias hoy y asquerosas las interiores paredes del castillo, tapiadas muchas de sus lindas ventanas, convertido en suelo de desiguales y menudas piedras el que debió ser rico pavimento de variados mármoles, fétida e intolerable la atmósfera donde se respiraron orientales aromas, es el castillo una morada triste que angustia el corazón y comprime el alma. En sus paredes se leen inscripciones que revelan los dolores allí sufridos y las congojas que han trabajado el pecho de los tristes encarcelados. Allí está, el mezquino y oscuro cuarto en que vivió el ilustre Jovellanos. Su alma grande se hubiera angustiado en ese mísero recinto si las almas como la suya no supieran atravesar las murallas y burlando a los tiranos espaciarse por el mundo entero, cuando estos juzgan haberlas aherrojado dentro de una cárcel. Metido en ese rincón probó Jovellanos, acaso sin pensar en ello, que desde allí veía el mundo físico y el mundo moral, como si los dominara a entrambos desde la region de las nubes. En prueba de lo primero delineó en la pared un mapa, y en demostración de lo segundo escribió acerca del castillo una memoria dirigida á Cean Bermúdez en la cual se ve que su mente recorria los pasados y los presentes tiempos, su entendimiento filosofaba acerca de los unos y de los otros, y su imaginación trasladó al papel con aquellos colores brillantes y tan suyos, las escenas que su memoria recordaba ó supuso su fecunda inventiva.

En ese mismo cuarto gimió por algunos días el desgraciado general Lacy, quien según es fama, escribió de su puño estas palabras: Sentado en este sitio, Lacy pidió pan al centinela, desfallecido de necesidad. En la misma pared he leído estas dos líneas que si son autógrafas son terribles: En este momento acaban de leerme mi sentencia: tú, cualquiera que seas, si amas la patria acuérdate del pobre Lacy. Este infeliz general fue fusilado dentro del castillo y a treinta pasos de su cuarto a las cuatro y cincuenta minutos de la mañana de! día 5 de julio de 1817.

Entre estas víctimas ilustres, la historia ingrata no recuerda los nombres de muchísimas otras, que no por tener menos fama sufrieron dolores menos agudos; mas ellas previendo este olvido, escribieron sus nombres en las paredes asociando por tal medio su desgracia á la fama y a la desgracia de esos varones a quienes era seguro que la historia consagrada una página.

O tú, viajero curioso, que al descubrir desde la mar el castillo que corona el monte vecino a Palma sientas deseos de verlo de cerca , sube en hora buena a esta altura y contempla desde la parte de afuera el robusto edificio cuyo aspecto te ha halagado, pero no atravieses el angosto puente levadizo. Mirándolo desde afuera , tu memoria correrá hacia los felices días en que fue morada de una brillante corte y teatro de fiestas y alegría; gózate en esta idea y en el aspecto de sus pardas murallas y de su ligera t o r r e , pero no entres: hoy todo es sucio, asqueroso, fétido; no hay cuartos, no hay salas, todo son calabozos; en las paredes no verás mas que palabras escritas por el dolor, una lápida te atestiguará la ejecución de muerte de un desgraciado, y en todas partes y bajo todos aspectos no verás sino miseria, tristeza, dolor y víctimas. Los tiempos en que se celebraron allí festines se llaman siglos de barbarie, los tiempos en que han gemido víctimas se llaman siglos de ilustración.

Día 31 de Agosto de 1845

Hay en la calle de Almudayna un monumento árabe, que no por su mérito arquitectónico sino por su fecha y por sus recuerdos históricos debe a todo trance conservarse. Bien ha habido veces que con varios pretestos se han levantado el pico y la maza que debían echarlo abajo; mas en cada uno de esos períodos de riesgo no han faltado mallorquines celosos de conservar los pocos testimonios que quedan de la dominación árabe que han podido detener la mano alzada para descargar el golpe. Este monumento es el arco que da su nombre á la calle en que está, y era uno de los portillos por donde se entraba a la Almudaina , y en la época de la conquista se le conocía con el nombre de puerta de las Cadenas. Este arco presenció una cruenta escena, pues como en el día del asalto los moros fugitivos acudiesen en confuso tropel a buscar un asilo en la Almudaina, los que dentro estaban midiendo por la prisa de sus amigos el riesgo propio juzgaron que los contrarios estaban allí ó que acaso entrarían revueltos con los suyos, y cerraron la puerta dejando afuera a sus hermanos en quienes hicieron rigurosa carnicería los soldados de Don Jaime. ¡Ay! quién sabe cuántas y cuan diversas cosas habrá visto este arco! ¡Ojalá no ocurra a ningún ayuntamiento de esta ciudad la sacrílega idea de arruinar esta fábrica que puesta en un calle muy poco concurrida para nada estorba, y allí sabrán hallarlo los que le aprecian en algo.

Dos son en Palma los colegios de educación para señoritas. La Crianza se llama el uno, y La Pureza el otro. Éste he visto hoy, ó por mejor decir he visto las obras de bordado, flores y pintura de las niñas que en él se educan. Los bordados que hacen las maestras copiando estampas son una cosa delicadísima y ejecutada con una perfección suma y muy rara en esta clase de labores, en donde casi siempre se ven las puntadas, ó se nota el tránsito del claro al oscuro. Aquí hay una degradación de colores pasmosa, es un verdadero cuadro. Trabájanlos las señoritas en el mismo género y cual á discípulas conviene; pero discípulas de tales maestras, por maestras pasarían en otra parte. Se deja entender que estos bordados se hacen con seda y encima de una tela también de seda. Asimismo se trabaja sobre cañamazo, y en este género se bordan paños para tapetes de mesas. Bien ejecutados están dos grandes floreros de mariscos, y entre las flores mas hermosas llaman muy singularmente la atención las de la pasionaria. Al verlas admira uno que en la mar se encuentren diseminados todos los colores y todas las partes que entran en esta complicadísima flor. También las maestras pintan al óleo y pintan las señoritas, y aunque estaban trabajando dos grandes cuadros históricos , lo cual supone mucho saber en el arte, recelo que el suyo no llega ni con mucho a los buenos deseos y a la confianza en sí mismas.

Entre las personas que en esta ciudad se dedican de algunos años á esta parte a formar museos de antigüedades, monetarios y gabinetes de historia natural, se cuenta el señor conde de santa María de Formiguera, que a la circunstancia de conocedor en esos tres ramos, reúne la de saber manejar la pluma;para describir en buen lenguage y florido estilo, hazañas y aventuras de pasados siglos. Nadie ignora que las colecciones de que se trata reclaman muchos años de asiduas rebuscas y una perseverancia que es peculiar de naturalistas y anticuarios. Aunque Formiguera tiene esta última virtud, hace pocos años que la ejercita, y por lo mismo sus colecciones no son copiosas porque no pueden serlo, pero hay en ellas, particularmente en la de medallas, algunos artículos muy preciosos, y casi todas ellas tienen la circunstancia, por desgracia poco común, de hallarse en escelente estado de conservación.

En mariscos posee también objetos muy raros, y en el ramo de minerales no tardará en reunir un número crecido. Es digno de llamar la atención un herbario muy útil para quien se dedique a estudiar este ramo de las ciencias naturales. El buen orden y la pulcritud que reina en todo hacen mucho mas agradable la visita, y prueban el aprecio en que tiene estos objetos su dueño, y el gusto con que dedica las horas á su arreglo y estudio. La base queconstituye hoy sus colecciones es sólida, hermosa y digna de sostener un grande edificio.

Día 1 de Septiembre de 1845

Así como los pueblos conservan con una tenacidad que pasma sus tradiciones, sus costumbres y sus trages, se aferran también en sus preocupaciones de un modo lastimoso y que no puede combatirse de frente sino con mucha lentitud y con dulzura suma. Si los conquistadores respetaran esas tradiciones, esas costumbres y esas preocupaciones, sin duda las conquistas no costarían tanta sangre, porque eso que se llama amor patrio, al fin es el amor a esas tradiciones, y a esas costumbres que constituyen el modo de vivir de cada pueblo. Esto es lo que defienden los hombres cuando invadida su tierra por gente estraña, preven que la irrupción de esa gente ha de traer costumbres nuevas que sufoquen las que sus abuelos les legaron. Por esto hombres que de seguro nada perderían en una conquista estrangera empuñan las armas y derraman su sangre para defender una cosa que en realidad no es nada pero que está pegada al corazón, que representa los tiempos y las glorias pasadas, que ha sido testigo de ellas y que ha de presenciarlas que vengan mas adelante.

Lo que de las costumbres y de las tradiciones se dice debe decirse de las preocupaciones, pues estas tradiciones son, ó en una tradición se fundan. Estas preocupaciones en tanto están mas arraigadas y se perpetúan en cuanto los pueblos que las tienen viven mas aislados. Mirad sino las grandes capitales, y solo en la clase popular hallaréis esas preocupaciones tradicionales, mas aun allí están tan amortiguadas que de un solo golpe quedarían estinguidas si el estinguirlas importase alguna cosa. Volved luego los ojos a los pueblos cortos, escondidos en algun rincón de montaña, en donde no hay roce con gentes de otros países, y allí veréis esas preocupaciones son vivas, tenaces, y tan sólidas como lo estaban hace algunos siglos. Solo en los pueblos cortos hay brujas y apariciones, y si queréis un duende fuerza es buscarlo lejos de las capitales en amigable consorcio con esas brujas y fantasmas. De todo hubo en abundancia hace cuatrocientos años en la Europa entera; mas hoy retrayéndose poco a poco hacia las montañas, solo allí son conocidas, mientras los habitantes de los pueblos grandes ignoran hasta el primitivo significado de esas palabras. ¿Y cuál es la consecuencia de esto? Que tales preocupaciones a fuer de enemigas de la ilustración huyen de donde ésta toma medros, y se refugian en los sitios en que ésta vive cual vergonzante, y ganando terreno de dia en dia para lanzarlas de allí cuando ya domine. Aquel pueblo, pues, en donde subsisten preocupaciones demuestra poca ilustración.

Todo esto en rigor solo es aplicable a las preocupaciones relativas a cosas; mas como las hay también contra personas, en este caso los principios sentados deben acaso modificarse, porque bien pueden las personas contra quienes hay preocupaciones, que en este caso se llaman odio, haber dado motivo a ellas. En Mallorca existe una preocupación de esta clase, la cual reconoce un origen remoto y una causa positiva. Ni los límites de este diario ni algunas circunstancias peculiares me permiten analizar les motivos porque esa preocupación se ha perpetuado y hoy día está viva; mas aconsejo a los unos que depongan el odio y a los otros que con su conducta no den hincapié para que se les tenga. Todos sois hermanos, e hijos de un mismo padre que está en el cielo, ha dicho Jesucristo; perdonad a vuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen , ha dicho asimismo. Si los que son objeto de ese odio están inocentes, merecen lástima , y si son culpables aun la merecen mas. Todos somos hermanos e hijos de un mismo padre que está en el cielo.

Aunque sabía que el monetario del señor conde de Ayamans era digno de ser visitado , cuando hoy lo he visto con la detención de un aficionado, he conocido que la voz del público estaba muy lejos de dar una idea de la riqueza de esta colección. Dejando a un lado mas de quinientas medallas que dicho conde tiene sin colocar, el monetario que está arreglado no solo es el mejor de Palma, sino que debe calificarse de primer orden. Compónese de dos mil trescientas piezas, y a escepcion de un reducido número todas están tan perfectamente conservadas que no se atreverá a desear tanto el mas ambicioso numismático. Sería larga la descripción de este tesoro, y sobre larga difícil, y sobre difícil pesada para el profano, e insuficiente para el iniciado que rabiaría por no poderlo manosear en el acto. Dividiendo el señor conde las medallas en módulo máximo, en módulo mediano, en módulo mínimo, y en plata , ha venido a formar cuatro monetarios, puesto que en cada una de estas series hay medallas de todos los emperadores y emperatrices desde Augusto hasta Juan Zemisces. Solo le falta uno, y no es por cierto Othon, pues lo tiene en plata y en cobre verdadero y magnífico. Estas cuatro series están ademas encabezadas con su respectiva medalla de Julio César, de quien tiene una de oro en la colección de este metal que es bastante copiosa. Lo mas admirable es la profusión de algunas medallas, pues hay de un mismo emperador treinta, cuarenta, cincuenta, cada una de distinto reverso; y de Trajano tiene setenta y cinco de plata, y otras tantas de cobre, todas de distinto cuño. Cierto que Trajano es uno de los emperadores cuyas medallas mas abundan, pero el número de ciento cincuenta es pasmoso. La colección de colonias y municipios es buena, pero la aventaja en mucho la de consulares que es riquísima y cuenta algunos ejemplares muy raros.

Es una esquisidad que da grande realce á este monetario una medalla- amuleto de bronce y en gran módulo con el busto de Jesucristo, igual en todo á la que poseía el difunto D. José Simons de Tarragona. Esta medalla contemporánea del Redentor ha sido el tipo de donde se han sacado todas las efigies en metales, en marfil, en madera y en lienzo que representan el Salvador de los hombres: en ella se ven aquellos rasgos y aquellas líneas características que jamás se han confundido con los de otro rostro alguno, y que reproducidos bien y mal, de cualquier modo, por mano diestra ó por imperita, siempre conservan cuanto es necesario para que cualquiera reconozca al. hijo de Dios. No hay cristiano alguno que vea esta medalla, cuya leyenda es hebrea y por lo mismo inteligible para rarísimas personas, que instantáneamente no esclame; Jesucristo.

Posee el Sr. Conde un número bastante crecido de reyes godos, en oro, y a fuer de buen mallorquín tiene muy adelantada la colección de los reyes peculiares de Mallorca y de los de Aragón que rigieron también esta isla. Se deja entender que en un monetario de este calibre, además de las dichas series completas ó muy adelantadas hay medallas griegas, algunas antiguas y modernas en diferentes metales, proclamaciones de nuestros reyes, alguna medalla egipcia, algunas romanas entre las cuales es rarísima y de un precio inestimable una del emperador Pertínax, y varias otras piezas raras, entre las cuales no pueden verse sin un verdadero sentimiento de pasmo cinco monedas fenicias, de módulo máximo y mediano, de un espesor inmenso y muy desigual , con bustos de dibujo rarísimo y malo, y con un carácter total que ni puede definirse ni compararse con moneda de ninguna clase. Al ver estas medallas la imaginación vuela de repente hacia esos enormes pedruscos que constituyen la antiquísima base de las murallas de algunas ciudades, y hacia los monumentos ciclópicos que en varios puntos se conservan y a los cuales nadie ha sabido fijar una procedencia cierta, por mas que todo el mundo está de acuerdo en que aquellas y estas son obra de una antigüedad remotísima que se pierde entre la niebla de los siglos. Podrán esos monumentos ser pelasgos ó bien célticos y no fenicios, pero esas bases de murallas, como por ejemplo las que miran al mar en Tarragona, estos monumentos ciclópicos, y estas medallas fenicias tienen un mismo carácter e idéntica fisonomía. El pueblo que colocó aquellos peñascos si tuvo monedas hubieron de ser como estas, y el pueblo que acuñó ó vació estas monedas, debió echar á sus monumentos una base como aquellas.

Juzgan la mayor parte de las gentes que el estudio de la numismática y la afición a tener medallas es mera vanidad ó capricho, que á nada conduce y que cuando mas solo sirve para satisfacer la curiosidad de ver los retratos de hombres que murieron hace siglos. Si los tales se tomaran la molestia de pensar un poco mientras por mero pasatiempo reconocen un monetario, acaso serían mas indulgentes con los que se aficionan á esta clase de estudios, y huronean para hallar un trozo de metal á que los no aficionados suelen dar por burla el nombre de ochavo viejo. Y sin embargo no hay medalla que no revele el carácter del pueblo que la acuñó, no diga el estado en que se hallaban las artes cuando fue acuñada, que no presente un fie! modelo del trage de la época, que no dé algun indicio de las ideas reinantes y que no refiera muchas veces un hecho histórico. ¿Por qué al ver hoy estas medallas fenicias me he trasladado a Tarragona con aquella rapidez propia sola del pensamiento; y dejando cual suspendidas en el aire la muralla romana y la mas moderna que está encima, he visto únicamente esos informes y giganteos pedruscos que a las dos sirven de base? Mirad una medalla griega, y decid si no es cierto que su grandiosidad y la corrección de su dibujo son las mismas que descuellan en los monumentos de ese pueblo. Su grandeza es la de los versos de Homero, la del templo de Efeso, la de esos espectáculos públicos en donde todos los pueblos de la Grecia se congregaban en circo inmenso para coronar al que sobresaliera en las artes ó al que sujetara a su adversario con la atlètica fuerza que estaba en armonía con la grandiosidad de esos monumentos.

Echad una ojeada a las medallas del imperio romano, ved las de Augusto, de Trajano, de Hadriano, de Antonino Pío, de Alejandro Severo, y sabréis cuál estaban en esas épocas las artes. Descended al bajo imperio y veréis esas medallas pequeñas, delgadas, raquíticas, miserables, mal dibujadas, peor acuñadas y sin un reverso que indique magnanimidad y grandeza. ¿Y qué? ¿no revela eso la miseria del imperio, su division, su decadencia, sus guerras, las irrupciones de los bárbaros y la muerte de las artes? Si queréis saber cuáles son los monumentos romanos que pueden rivalizar con los griegos mirad las medallas: si estas son buenas, buenos serán los monumentos contemporáneos suyos; buscad los del bajo imperio y los conoceréis llevando en la mano las medallas de cuatro emperadores de esa época desdichada. El hombre mas ignorante del mundo, el que ni siquiera haya oído hablar de los romanos conocerá si las ve juntas que una medalla de Heraclio y la columna de Trajano no pueden ser contemporáneas.

Una medalla árabe nos dice que la religión de ese pueblo no permite las efigies, y la leyenda que en ella veis revela que entre esas gentes la política, la guerra, las costumbres y las creencias, todo está refundido en el dogma.

Reconoced un monetario godo, y veréis una época en que todo sale de un caos. En medio de la espantosa guerra que trajo la irrupción de los bárbaros todo quedó destruído; y al mismo tiempo que renace la legislación en los concilios de Toledo asoma en las medallas el renacimiento de las artes; renacimiento bastardo, renacimiento que no es mas que una chispa de luz. Entre muchas leyes bárbaras una que otra descubre un espíritu filosófico y alguna idea social aventajada; ved la medalla de esa época misma, y entre líneas mal trazadas y dibujo basto decuella un símbolo significativo. Hasta el carácter de letra es confuso como las ideas y sucesos de esos siglos.

Paso a paso pudieran seguirse todas las eras y las naciones todas; y con una serie de medallas en la mano podrían indudablemente fijarse el estado de ilustración, la índole, las costumbres y el genio de la religion de un pueblo. Desde que la nación española cayó del alto puesto que ocupaba, ¿qué reinado se cuenta en la historia como el mas feliz que ha tenido en los modernos siglos? El del gran Carlos III. Sus medallas nos lo dicen. Todas son grandiosas, en ellas se ven los progresos de las artes, y sus reversos son una; historia de las muchas mejoras de ese reinado. En esta fonda no tengo a mano medalla alguna, pero en mi colección las poseo de ese monarca, acuñadas con motivo de la erección de varios monumentos, de la instalación de sociedades económicas, de la creación de montes píos etc. ¿Son de esta clase las del tiempo de Carlos IV? Mirad las raquíticas y malísimamente acuñadas de la época de Fernando VII: si hay una buena para premiar los adelantos en artes se hizo en Inglaterra. Examinad las contemporáneas de esa nación, y os dirán su poder y su riqueza; ved las que se hacen en Francia, y aunque no sepáis leer comprenderéis la prepotencia de la nación que las acuña. ¿Cuál es el pueblo que en España está mas adelantado en la industria y en las artes, el que en igualdad de circunstancias es mas emprendedor y mas rico? Este pueblo es Barcelona. Por causas que no son para tratadas aquí no puede hacer alarde de su moneda; pero ved las medallas acuñadas a Da. María Cristina de Borbón, al general D. Laureano Sanz, y la que mandó acuñar para mí la inmortal Gerona, y conoceréis que si no pueden competir con las de Grecia y Roma son las mejores que en nuestro siglo han salido de los troqueles de España. ¿Y por qué? Porque la España está ahora en el verdadero camino de los adelantos; lucha todavía, es verdad, sufre embates y de vez en cuando desbarra, pero ha cogido el camino, ha andado una parte de él y ve el término hacia el cual debe dirigirse.

No es decir esto que todo el mundo haya de dedicarse al estudio de la numismática y tener monetario; mi objeto solo es reclamar la indulgencia del lector que quizás verá con digusto que ocupo dos páginas hablando de una colección de medallas y que la califico de colección preciosa. Quiero decirle que en esto hay algo mas que vanidad y capricho; quiero decirle que un monetario completo sería una historia de todo el mundo; quiero decirle que la forma y el dibujo revelan el estado de las artes, que el tamaño dice la riqueza y el carácter, que los reversos manifiestan el estado político y muchas veces la situación accidental de un pueblo. El Judea capta que se lee en algunos reversos de medallas de Vespasiano, el Fides exercituum de las de Vítelio, el Pax augusta en las de Trajano, el Concordia en las de Nerva, el Aelermitas en las de Tito, el Justitia augusta en las de Alejandro Severo, el Jesuschristus basileus basileon en las de Juan Zemisces, y otras y otras, ¿nada significan? ¿No son una página de historia, página escrita en bronce y que no puede trastornar el copista ni echar a perder el tipógrafo?

Una sola medalla os dice a veces la forma de gobierno de un pueblo. Cuando en las romanas veis al lado del nombre del emperador el Tribunitia potestate, y el Senatus consultus, ¿no declara esto que la constitución del imperio romano no era cual nosotros concebimos un imperio? Os dice que había emperador pero que al mismo tiempo había un senado y había tribunos que tenian y ejercían un poder; he aquí esplicada toda una forma de gobierno; he aquí un imperio estraño, un gobierno misto, un imperio que en el moderno lenguage diplomático llamaríamos imperio constitucional. Entre los títulos de ese mismo emperador halláis el de Pontífex maximus. He aquí el sacerdocio incorporado al imperio; he aquí el poder material y el poder espiritual en manos de una sola persona. He aquí un rasgo de la constitución mahometana: el emperador romano era en este concepto igual al califa de los musulmanes. ¡Cuánta fuerza no debia añadir esto a la que el emperador tenía como gefe del imperio!

Volved esas medallas, y en ellas el artista y el literato ven los atributos de la paz, de la justicia, de la felicidad, de la salud, de la piedad, del honor, de la virtud , de la eternidad, de la abundancia, del valor, de la concordia, de la fidelidad, de la esperanza, de la victoria, de la equidad , de la templanza, de la fortuna, de la seguridad, de la providencia , de la fortaleza, de la liberalidad, de la munificencia, de la indulgencia, de la fecundidad, de la libertad, de la alegría, de la juventud, de la nobleza , del pudor, de todas las virtudes y de todas las dotes cuya representación pueda ofrecerse al pincel ó a la pluma. Las medallas nos revelan los trages de la época, la costumbre de llevar el cabello y la barba de este ó del otro modo; allí vemos las armas, ahí están los muebles, los carros, los buques, utensilios de todas clases, aperos de labranza, útiles para las artes; y como no hay cosa que no se vea en esos espejos eternos, también en ellos aparecen las modas, y mas de cuatro mugeres se presentan hoy con un peinado que juzgan de invención moderna y cuyo modelo está en las cabezas de las elegantes Faustinas, Julias, Sabinas, Faustas y Etruscilas. Estoy mucho mas quisiera decirles a los que califican de locura ó de manía cuando menos la afición á la numismática; pero hora es ya de dejarlo, y no ha de faltar todavía quien diga que hablo de sobra y quien piense que no ha sido poca fortuna que yo no tenga a la vista un monetario, no fuese que lo recorriera de alto a bajo para describirlo pieza por pieza. Perdona este desahog, lector mío, y desahógate contra mí si tanto hablarte es enojoso.

Día 2 de Septiembre de 1845

Cualquiera que visite la isla de Mallorca hallará en sus naturales algunos resabios de los árabes. En la clase labradora ahí está el trage que si no es puramente árabe tiene de tal todo lo que no tiene de griego. El modo de montar a caballo árabe es también, y lo son muy particularmente las posturas que toman para sentarse, posturas que no se ven en la gente de su clase de los demás puntos de España, si ya no es en el reino de Valencia. El rebosillo de las mugeres, circunscrito hoy a la clase popular y que antes era común a las señoras , es un remedo de la toca con que las mugeres árabes llevan adornado el rostro por bajo el velo que lo cubre; por mas que hay quien suponga introducida aquí esta costumbre desde la predicación de san Vicente Ferrer.

Antiguamente las señoras no se sentaban en sillas sino sobre dos cojines, y como resabio de este uso se conservaba no hace muchos años el de que se sentasen en un cojín en las visitas de duelo.

Es indudablemente un recuerdo árabe el retiro en que viven aquí las señoras, pues de día apenas se ve una por las calles, y cuando la noche todo lo cubre con sus sombras salen a disfrutar del fresco en un paseo, a tomar parte en las fiestas de calle ó a ver las representaciones del teatro. Para mas aislarlas hay aquí la costumbre de que los hombres ocupen en la casa los entresuelos. Allí tienen el estudio ó escritorio, la librería, los gabinetes y museos, allí duermen, pasan el día, reciben visitas, y allí viven enteramente separados de las mugeres con las cuales de ordinario no se reúnen sino en las comidas. Si en la casa hay tantos varones que no quepan en el cuarto bajo, los mas jóvenes ocupan el segundo piso, y asimismo están de todo punto segregados de las mugeres, a las cuales se destina esclusivamente el piso principal. Para ver a las señoras es preciso ir muy de propósito, y no hay la esperanza de que visitando a los hombres una casualidad las haga a ellas visibles. Esto debe por fuerza contribuir á la conservación de las buenas costumbres, pues aunque haya aquí como en todas partes sus pasiones y sus intrigas, esa segregación absoluta dificulta, compromete y ofrece riesgos. De esta manera los hombres tienen en su casa libertad completa y están en posición de celar sin ser vistos lo que pasa en los demás cuartos. Esta costumbre como se supone no es general porque no puede serlo, ya que esto exige habitar una casa entera y grande, y no todos tienen medios para hacerlo. En verdad no se necesitan muchos, pues en una población cuya área estan grande como la de Barcelona y que no tiene mas de cuarenta mil habitantes fácil es comprender que el local vale poco y que las casas ganan un corto inquilinato.

La lengua mallorquina es puramente la catalana con una pronunciación mas dulce y una música muy graciosa por mas que en los primeros dias desagrada. Algunas variaciones se notan entre el mallorquín y el catalán, mas son de poco momento aunque a veces hacen difícil la inteligencia de aquel, sobre todo cuando se oye hablar a alguna persona del pueblo.

Han admitido los mallorquines algunas palabras cuyo origen no es fácil investigar, y las tienen también puramente italianas importadas sin duda en la época en que los buques de la isla viajaban por levante y en que venían a ella los de Italia. Al echar una ojeada a esos tiempos y al volver después los ojos a la época actual en que el comercio está en grandísima decadencia y en que la navegación es nada parangonándola con la de entonces, bien valdría la pena de pararse a investigar las causas que han producido tan triste resultado.

Los fueros que el conquistador de la isla concedió a sus pobladores apenas hubo sentado los pies en Mallorca dicen de un modo claro que quiso convertirla en un pueblo mercantil y navegante. Las otorgadas franquezas hicieron que desde luego tomase mucha importancia en toda la isla y singularmente en Palma la profesión del comercio, cuyos individuos formaron parte del gobierno municipal y entraron en el grande y general consejo desde el punto de su establecimiento. En adelante los caballeros y los próceres del reino pertenecían con gusto a ella y no recelaban que su escudo de armas se empañase con el olor de las especias de levante hacinadas en sus almacenes. En esa época floreciente y en las mas famosas todavía que le sucedieron, el comercio de Mallorca adquirió una estension pasmosa y la isla logró enriquecerse hasta el punto de hacer en la aurora del siglo XV enormes gastos para el armamento de la poderosa escuadra con que reforzó la armada santa, y de los buques que montados por sus célebres marinos concurrieron y ganaron mucha prez en las guerras de Sicilia y de Cerdeña.

La primera mitad de ese siglo fue la época del apogeo para el comercio de la isla; mas con su último tercio vino el primer síntoma de su decadencia , y al acabarse ese siglo recibió los postreros golpes que debían matarlo.

Hasta entonces Mallorca habia concurrido a Egipto y Siria para traer de allí las ricas mercaderías de Oriente, y era además una escala general de arribada y descenso para los buques que iban a aquellas partes. Mas apenas los portugueses abrieron para ese comercio una nueva derrota por el Atlántico, cuando Mallorca sufrió un terrible descalabro; y aun no había podido alzar la cabeza agobiada con ese imprevisto golpe, cuando Colón, Pizarro y Cortés (como dice el ilustre Jovellanos cuya carta histórico- artísüca sobre la Lonja de Mallorca tengo a la vista) descubriendo y conquistando en los estremos del Océano otra India mas rica y dilatada, llamaron hacia Occidente todas las especulaciones mercantiles; y cuando Sevilla y Cádiz se hicieron sucesivamente los emporios del comercio español, el de Mallorca recibió la herida mortal y cayó en el último desaliento. Desde entonces este desaliento ha ido aumentando de cada día, Mallorca ha esperimentado los efectos de la decadencia general de España, y aunque el gran Carlos III abrió el nuevo mundo a todas las provincias españolas, y las naves mallorquínas han podido atravesar el estrecho en busca de las riquezas y de la gloria que antes habían encontrado en los otros puntos del globo, por desgracia no han venido a realizarse los consoladores vaticinios de Jovellanos. Hoy las pocas naves mallorquínas que van a la tierra descubierta por Colón no traen sus ricos frutos a la patria sino a las ciudades del continente cuya posición les ha permitido sustituir con el comercio del nuevo mundo el que hicieron otro tiempo con el antiguo. Menos feliz Mallorca, ve su comercio circunscrito a la esportación de los frutos que le sobran, ricos y abundantes para lo que es la isla, pero insuficientes para dar vida al comercio y promover la navegación. De la pasada y grande gloria que adquirió en estos dos ramos de la pública riqueza no le quedan mas que los recuerdos y la Lonja de Palma, famoso documento de piedra que atestigua esa gloria, y al mismo tiempo es una bellísima página de la historia arquitectónica de España.

Digna tarea sería de un buen economista y de un hombre de estado escogitar los medios de abrir otra vez esta cegada fuente de la antigua riqueza de la isla. Yo no tengo ninguno de los conocimientos que son indispensables para discurrir en ello con provecho, y aun cuando los tuviera no me parecería lugar a propósito para indicar mi opinion un diario de viage, en donde mas bien cumple decir lo bueno y lo malo que hay, que escudriñar las causas de donde lo uno y lo otro proceden. Cosas son estas para tratadas muy de propósito y con grande detenimiento.

Aunque nada particular he visto en este día, no lo doy sin embargo por perdido puesto que se han arreglado con varios amigos dos espediciones. La primera para pasado mañana en que visitaremos el rico museo y las antigüedades que en Raxa posee el señor conde de Montenegro, y además algunas cosas notables que hay en la quinta de Alfabia cercana a Raxa. La otra espedicion será para el sábado y consiste en embarcarnos en Palma, desembarcar en Santa Ponsa en el mismo lugar en que lo hizo D. Jaime cuando vino a conquistar la isla, seguir después el mismísimo camino que este monarca, detenernos comoél se detuvo en el Coll del Rey, en el pino de los Moncadas, en la fuente de la Ermita, en Bendinat, en el Real, de que otras veces he hablado, y finalmente entrar en la ciudad por la misma puerta que sirvió de paso al conquistador ilustre. Este viage quizás será enojoso materialmente, pero es bien cierto que la vista de esos célebres lugares, y el recuerdo de lo que aconteció en ellos recompensarán con usura la fatiga. No quiero quitarles a mis amigos y compañeros mallorquines la esperanza que tienen de gozar mas que yo, porque al fin de cosas suyas se trata; pero si bien es cierto que deben disfrutar mucho al acordarse de que los progenitores de algunos de ellos concurrieron a tan alta empresa, yo recordaré que era un rey de Cataluña el que la dirigía, y que el primer hombre que penetró en la ciudad sitiada fue un barcelonés que antes que todos subió al asalto. Ellos y yo gozaremos, y ya es grande el gusto que me ha causado la esperanza de hacer esta espedicion, esperanza que alimento desde los primeros días de mi llegada , y que por mil estorbos no ha podido aun verificarse. Esos estorbos han hecho que no me acompañara como tenia resuelto hacerlo el amigo Rubió, cuyo estro se hubiera sin duda inflamado al pisar el sitio en que reposaron los cadáveres de nuestros compatricios los Moncadas.

Día 3 de Septiembre de 1845

Otros días he dicho que mis observaciones en orden a costumbres tendrían entre otros defectos el de presentarse salteadas, porque salteadas se hacen. Verdad es que sería muy fácil irlas sacando de los lugares en que se hallan y reunirías todas en un artículo ó en un día, mas en esto habría falta de verdad, ó al menos la prueba de un estudio que en mi concepto no debe hacerse escribiendo un viaje. Si este es la relación de lo que se ve y se observa, justo es poner cada cosa en el día en que se ha visto y observado: y como haciendo apuntaciones con prisa es fácil que se olvide algo, entonces debe llenarse el vacío, cuando uno recuerda la cosa olvidada. Largo parecerá sin duda este preámbulo para el objeto que tiene, el cual no es otro que continuar una observación que he hecho cien veces y que todos los dias se me pasa por alto. Hela aqui.

Basta echar una ojeada a la capital y a los pueblos de la isla para ver que este es el país de las columnas y de los arcos. De estos y de aquellas hay un número prodigioso, y no solo en los monumentos públicos, cual sucede en todos los países, y en las casas de los magnates, según acontece en muchos, sino en las casas de la humilde clase media y hasta en las del sencillo y pobre labriego. Dejando pues a un lado los inmensos patios de las casas de la nobleza, de los cuales en otras partes recuerdo haber hablado, en los pueblos cortos y hasta en las casas de campo habitadas únicamente por labradores, se ve una notable riqueza en pilares y arcos de bellísimos y variados jaspes. La regla general es que el zaguán de dichas casas esté dividido a poca diferencia en dos mitades por un grande arco, a que casi siempre corresponde otro en la sala de! primer piso que da sobre el zaguán, pero lo que nunca falta es un grande gancho de hierro fijo en la clave del arco inferior. Sirve este gancho para pesar varios frutos de la tierra, el cerdo por Navidad, cerdo que no falta aquí en ninguna casa , y desollar en la Pascua de Resurrección el cordero que falta en muy pocas. Reputo por un verdadero ennoblecimiento el haber hecho como hicimos, servir el garfio que hay en el arco de la casa que el señor Conrado tiene en Alaró para colgar de él una cuerda a fin de hacer egercicios gimnásticos; y sin embargo los labradores que nos miraban lo tuvieron acaso por una profanación.

La industria en Mallorca está bastante atrasada; mas no obstante hay algunos artículos que se trabajan en menos cantidad pero con mas perfección que en Cataluña, tales son las sortijas y otras piezas pequeñas de oro y plata y las telas de hilos para pantalones. Las manufacturas de seda distan mucho de las que se elaboran en la capital del Principado, pero en cambio se fabrican aquí muy hermosas alfombras que se venden baratas y de las cuales se esportan muchas para Barcelona, en donde indudablemente se venden como estrangeras no pocas de las fabricadas en Palma y en la plaza de San Nicolauet. No importa que los que gustan de las manufacturas estrangeras mas que de las nacionales paguen como venidas del Pirineo allende las alfombras tejidas en la capital de la isla; pues esto es un justo castigo de su poco españolismo. También aventajan aquí a los catalanes en algunos ramos de ebanistería que desde remotos siglos ha tenido fama, y en el calzado que es aquí mucho mejor así en los materiales como en hechuras, y tiene con respecto al precio una ventaja muy notable.

Día 4 de Septiembre de 1845

A las siete y media en el coche del amable Zaforteza y en compañía de su hermano y del apreciabilísimo D. Joaquín Gual hemos salido de Palma y dejando a la izquierda la heredad de Buñola y la quinta de Raxa a las diez hemos llegado a Alfabia. Tiene este nombre una grande casa de campo situada sobre una humilde colina que circuyen altas montañas pobladas de olivos y de otros árboles cual lo están las montañas todas de esta isla encantadora. Era Alfabia en la época de la conquista una casa de recreo del rico moro Ben Abed , el cual tuvo grande acierto en la elección de sitio para levantar un edificio en donde disfrutase todas las delicias del campo. Súbese a la casa por una larga y suave cuesta en cuyos lados se alzan espesos y frondosísimos álamos que la cubren toda entera con su sombra. Remata la cuesta en una plazoleta y en ella está el edificio, en elogio de cuyo gusto arquitectónico esterior no puede decirse cosa alguna. Se deja entender que esta casa no es la que ocupó el moro sino otra modernamente levantada, y cuya distribución de seguro es muy distinta de la que tuvo la primitiva. Queda sin embargo un resto de ésta, y es el techo que cubre el primer tercio del zaguán. Es altísimo, rigurosamente árabe, ejecutado en madera, de muchísimo gusto y de delicadas pinturas, las cuales se conservan bien en su mayor parte y solo en algunos puntos han sufrido deterioro por efecto de recientes ó antiguas goteras según la apariencia lo indica. En el arquitrave hay una leyenda árabe que según una traducción que he visto dice lo siguiente :


El precepto es de Dios.
La fuerza es de Dios.
La misericordia es de Dios.
Dios es grandísimo.
No hay Dios sino él.
La riqueza consiste en Dios.
 

En el centro de dos de sus lados se ve un escudo con un león, armas que se observan en varias partes de la casa, y en el centro de los otros dos lados hay otro escudo con las barras de Aragón de plata en fondo encarnado. El león quizás era las armas de Ben Abed, y acaso el escudo de Aragón fue puesto allí por el hijo del moro a quien parece que el rey conquistador dio el nombre de Juan y tuvo particular afecto por haber su padre sido uno de los potentados que antes de rendirse Palma se pusieron de parte del monarca cristiano. Las puertas de esta casa son antiguas, están forradas de bronce y profusamente atestadas de gran dos clavos de este metal. Estas puertas lo fueron del edificio que en lo antiguo perteneció á la casa de Burguez-Zaforteza descendiente del dicho Juan que tomó el apellido de Ben-Nassar. De aquel edificio arrancó su dueño las puertas al tiempo de venderlo para cárcel y las trajo a esta quinta.

Sitio es este de frondosidad muy grande debida en su mayor parte a la abundancia de agua, la cual da al territorio aquel aspecto animado, risueño y fresco que solo se nota en los lugares fertilizados por algun arroyo. Desde uno de los costados la vista después de disfrutar el espectáculo de la hondura que está al pie de la casa, pasa encajonada por entre dos altos picachos, y derramándose luego por los olivares que hasta la ciudad tapizan el llano descubre en lontananza las torres de Palma y la grandiosa catedral que de cualquiera parte que la ciudad se mire descuella siempre toda entera por encima de sus edificios. Indudablemente es éste uno de los mas hermosos puntos de vista de la isla, porque el ojo recorre uno tras otro y sin cansancio todos los accidentes y colores del territorio que alcanza. Los paisages desde una elevada cumbre pasman , pero no satisfacen: a vista de pájaro se abarca todo y no se ve nada, porque los montes se nivelan con la llanura, los árboles se confunden con la yerba y al fin no se distingue sino un vasto lienzo de variados colores ó el plano espectáculo de un mapa. Aquí el terreno se va escalonando, las montañas, la llanura cubierta de olivares, el verdor de los algarrobos que la matizan, la verde alfombra de la huerta, las desiguales líneas de las casas de Palma, la rojiza catedral que la domina , y en último término el oscuro monte que se confunde con el cielo; todo se ve y se nota, una cosa tras de otra, y se contempla cada una de por sí, y se deslinda el contraste que ofrecen, y se abarca por fin su armónico conjunto. Casualmente el cielo se había nublado, y el sol derramaba una tinta monótona por todo el campo; mas allá a lo lejos uno de sus rayos agujereando la nube iluminaba el alto templo para que entre la cerrazón de la lejanía pudiese el ojo distinguir claramente aquel faro que marcaba el último punto notable de tan bella perspectiva. Las habitaciones del hombre estaban en oscuro, la luz brillaba en la casa de Dios. ¡Ah! allí volaba el alma que cuando sabe concentrarse en sí misma después de revolotear por la tierra al fin se encumbra hasta el cielo que es su patria.

En uno de los cuartos de Alfabia, cual mueble viejo y que se respeta solo por sus años, se ve una silla poltrona, toda de madera, cuya fecha debe remontarse a principios del siglo XIV, si bien hay quien la supone mas antigua. Aunque es robusta y fue muy sólida está hoy carcomida y desvencijada. Los roedores gusanos, el tiempo mas roedor que ellos, y el abandono que aun todavía roe mas que este y que los otros, le han hecho sufrir los efectos de su inexorable y perseverante diente , mas en medio de esto conserva lo mas precioso que son los relieves ejecutados en la misma madera y de que está cuajada. En la parte inferior tiene esculpidos por todas partes árboles, venados, perros y otros animales. En la parte anterior del respaldo se ven un caballero y una dama de mas de un palmo de altos, con trages del siglo XIV y de dibujo bastante amanerado , que estan jugando al ajedrez. Mucha mas gracia, esbelteza y corrección de dibujo tienen los objetos que hay en la parte posterior del respaldo que es sin duda el principal cuadro. En el centro descuella una encina y entre las ramas, y puesta de medio lado una cabeza de hombre con corona y recientemente cortada. A un lado de la encina está en pie un halconero con un halcón posado en el índice de la mano derecha, y en frente de este personage una reina que al parecer le indica con la mano un sepulcro ó mas bien un ataúd cuadrado en donde se ve una cabeza igual a la del árbol. Difícil es por cierto comprender el significado de ese cuadro que sin duda estará en combinación con el otro, y aunque me han ocurrido varios sucesos, especialmente uno de la historia de los reyes moros de Granada que puede estar simbolizado de esta manera , no le encuentro la identidad que sería de desear para que la conjetura sea bien fundada. La silla tiene varios remiendos pero ningún restauro, y a fe que los necesita y los merece porque es singular en su género. El vulgo le da en el país el nombre de silla del rey moro, mas este nombre está mal aplicado porque en ella todo indica que fue construida mucho después que la isla estaba en poder de los cristianos.

Hay en esta quinta una larga calle cubierta de emparrado, y al fin de ella una plazoleta con un surtidor y varios juegos de agua. A los dos lados de dicha calle hay una infinidad de pequeños surtidores sumamente disimulados que se sueltan de improviso, y estan de manera que por mucho que uno vaya alerta es de todo punto imposible que no le alcance el agua. Es cosa ingeniosa y de mucha novedad.

A las once deshaciendo cerca de una legua del camino antes andado, hemos ido á Raxa, espaciosa y bella quinta que pertenece al Sr. conde de Montenegro. Aunque el edificio no tiene la fachada ni la distribución que pensaba darle el cardenal Despuig hijo de esta ilustre casa y cuyo intento era convertirlo en una verdadera Villa, es grande y en él pueden habitar cómodamente muchas personas. El frondoso jardín de naranjos, los costosos y bien entendidos trabajos hechos para transformar en deleitable laberinto la colina que está á espaldas del edificio , la hermosa vista que desde este punto se disfruta , los varios estanques que hay en la posesión son helios y merecerían describirse si no hubiese otro objeto que llama casi esclusivamente la atención y que lleva a esa quinta á cuantos forasteros visitan la isla. Este objeto es el museo de estatuas y bustos antiguos y modernos que está en dos salas bajas del edificio. El Sr. cardenal Despuig varón de aventajado talento y de notable gusto por las artes mandó a fines del siglo pasado hacer muchas escavaciones en Italia en el punto en que estuvo la antigua Arriería inmediata a Albano, en donde ya de antes se había infructuosamente escavado. Los trabajos del Sr. Despuig tuvieron un feliz éxito, y a fuer de amante de su país hizo trasladar á Mallorca y a esta alquería de su familia cuantos objetos pudo estraer de entre la tierra y las ruinas. Describir minuciosamente todos los que forman esta colección preciosa sería tarea difícil, larga ó inútil, porque se han impreso varias memorias de la misma, y además cual todas las descripciones de esta clase ó no satisfaria al aficionado ó parecería enojosa a aquellos a quienes en el lenguage científico se llama profanos. Daré pues una noticia sucinta porque no es justo defraudar de ella al lector, ni seria perdonable callar esto después de haber dicho cosas que quizás no pocos calificarán de inútiles e impertinentes.

Dentro del pórtico que hay al entrar en Raxa se ven clavadas en la pared cincuenta y cuatro lápidas la mayor parte romanas y algunas griegas. En el peristilo que conduce a la escalera principal hay seis colosales estatuas romanas de mármol, dos bustos y otras tantas lápidas también romanas. Debajo de la escalera y puestos con un. abandono muy bien entendido hay tres grupos de fragmentos, entre los cuales se distinguen algunos objetos de gran mérito. Todo esto que satisfaría la ambición de no pocas personas solo puede reputarse por indicios ó cual una muestra de lo que bay dentro.

El verdadero museo está en una sala baja rectangular de ciento y tres pies de largo que se baila á la izquierda de la puerta principal. Los objetos que lo componen están divididos en dos órdenes y colocados los del primero sobre pedestales de mármoles del pais, y los del segundo sobre ménsulas fijas en la pared, y trabajadas éstas y aquellos por los italianos que envió de Roma el esclarecido cardenal para este fin y con el de que restauraran las estatuas mutiladas. Los objetos del primer orden son veinte y dos estatuas, diez y siete bustos, una columna de alabastro oriental, de catorce palmos de alta y cinco de circunferencia, cinco grandes vasos modernos, y una urna cineraria antigua. Compónese el segundo orden de doce estatuas, cuatro bustos, veinte y tres cabezas antiguas, cinco modernas y una pantera, y además hay clavados en la pared doce bajos relieves antiguos y dos modernos. En los dos costados de la puerta están sobre pedestales de mármol antiguo dos bustos que representan al Sr. conde de Montenegro D. Juan y al ilustre cardenal , bien que la cabeza de éste está poco mas que en bosquejo. Las estatuas que son de muy diferentes tamaños y no de igual mérito representan una Venus , un Júpiter, un Apolino, un cónsul romano, una joven, otro Júpiter, un Hermafrodita, un Sileno, un Apolo, una Thalia, una diosa de la abundancia, el emperador Hadriano, una Clio, un Raco, un joven, un Hércules en edad temprana, un Vertumno dios de los jardines, una Palas, un Hércules en edad viril y una Flora. Respetando el parecer de los que antes que yo han hablado de este museo no puedo avenirme con que la estatua de número 29 represente el emperador Hadriano. Dúdase todavía si la de número 20 es un Hipólito ó una Diana cazadora, lo cual en gran parte debiera deducirse de la cabeza, mas como esta es moderna porque la estatua se halló mutilada, no es fácil salir de la duda. De todos modos el resto de la estatua me parece indicar que con ella quiso representarse un hombre y no una muger. Entre todas estas obras son de mérito singular la Palas, los dos Hércules, Clio, la que pasa por Hipólito, la del viejo Sileno y la griega que representa á Apolo.

Los bustos que forman parte de este primer orden son los dos ya dichos, un cónsul romano, el emperador Hadriano, un filósofo antiguo, una Cibeles, las emperatrices Sabina, Faustina, Plotina y Agrippina, Lucio Vero, Mario, Alcibíades, Nerón y Augusto. Indudablemente este último es una de las mejores piezas del museo. Con la misma protesta que he hecho al hablar de las estatuas, diré que el Alcibíades sin embargo de ser de un mérito esquisito no corresponde en belleza á lo que de él pregona la fama, y por lo que respecta al busto de Nerón no se parece absolutamente en nada a los retratos de este emperador que se ven en sus medallas contemporáneas, las cuales guardan entre sí una semejanza perfecta, por mas que sean diferentes el módulo y el metal en que están acuñadas.

Componen el segundo orden siete estatuas antiguas y tres modernas, diez bustos antiguos y tres modernos. Entre estos es notable el que representa al amor, por ser el retrato de una labradora de la villa de Buñola. Entre los antiguos hay uno griego; de pocos puede decirse a quién representan y los hay de singular mérito. En las paredes de este museo hay colocados varios relieves, entre los cuales llama la atención uno etrusco, dos ó tres de Jano, uno de ellos muy bien ejecutado, y es también notable un fragmento de un pie colosal a que correspondería una estatua de veinte y seis pies de estatura.

Visitada la sala de que he hablado hasta ahora se pasa a un cuartito en que hay varios estantes, donde se hallan colocados sobre ciento veinte y una peanas, otros tantos idolillos de bronce de diferentes tamaños, aunque ninguno llega a medio palmo y que representan muy distintos objetos. Hay también algunas cabezas de animales, tres medallones, una lámpara sepulcral, trozos de armas y el hierro de algunos aperos de labranza. Hay asimismo varios objetos de mármol y otras cosas que sin embargo de su importancia es difícil que interesen mucho después de haber visto la principal sala del museo.

Reputo por uno de los mejores ratos que en Mallorca he tenido, el pasado en el museo de Raxa , al cual entra uno con aquel impaciente afán con que desea ver estas cosas el aficionado a ellas, y de donde sale con paso tardío volviendo la cabeza atrás para despedirse de los objetos de que va mas enamorado. Muchos son los museos públicos y particulares que he visto en buena parte del mediodía y del norte de Europa , y es bien seguro que el de Raxa puede figurar en primera línea entre los de la segunda clase. Su elección bastaría para esclarecer el nombre del señor cardenal Despuig si ya por otros títulos no fuese ilustre; él solo recompensa el viage de cualquier anticuario a la isla; indudablemente es una de las glorías de que puede blasonar Mallorca, y por fortuna pertenece a una familia que tiene harto acreditado su entrañable amor a la patria para que pueda recelarse que ninguno de sus objetos pase a manos estrangeras, cual en no pocas partes de España, para vergüenza nuestra ha sucedido. Es imposible ver este museo sin que espontáneamente se dispierte la noble codicia de poseer alguno de esos objetos; mas cuando la memoria recuerda a quién pertenecen, esa codicia se duerme y queda el anticuario tan contento como si él los poseyera todos. Ver preciosidades de esta clase en manos de quien sabe estimarlas satisface completamente, al paso que enciende la ira hallarlas en poder del que las desconoce ó las desprecia.

Satisfecha el ansia que de ver el museo tenía, hemos salido de Raxa e ido a la heredad de Buñola propia del señor Zaforteza y que dista un cuarto de hora, en donde otra vez nos ha dado el dueño de la casa una prueba de que lo mismo que en todo lo demás tiene esquisito gusto y un don especial para obsequiar en la mesa a los que distingue como amigos. Dada una vuelta por la hacienda de cuya era se descubre una inmensa llanura con un verdadero bosque de olivos que desde aqui con igual espesor y frondosidad corre sin interrumpirse hasta la villa de Pollensa, hemos tomado el coche y vuelto a la capital. Entre los cuarenta y seis días que llevo de estar en la isla, siempre contaré el de hoy como uno de los ocupados con mas gusto y mas provecho. Además de loque muy por encima he relatado han ocurrido mil incidentes que lo han hecho mas agradable; el cielo estaba medio cubierto y la atmósfera poco calurosa , y como el humor de todos los compañeros era escelente, la conversación ha sido amena y la correría omnímodamente divertida. El mejor y mas natural término de un día empleado de esta manera, es el reposo y un tranquilo sueño. Vamos a buscar ambas cosas a las doce muy dadas de la noche. Dios nos las conceda y tendremos nuevo motivo de darle gracias.

Día 5 de Septiembre de 1845

Era imposible que el gusto de un varón tan ilustrado y tan amigo de las artes como el cardenal Despuig se concretara a reunir un museo de obras de escultura por mas que éste bastaba para dejar justificados su ilustración y su gusto. No lo juzgó así el eminentísimo prelado, y a impulsos de su afán de poseer bellezas artísticas y de fundar en su patria un museo general, durante su permanencia en Roma adquirió y envió á Palma un crecido número de cuadros, que cubren hoy las paredes de tres salones en la casa del señor conde de Montenegro, y aun parece que eran muchos mas los que tenía destinados al mismo objeto y que desaparecieron cuando acaeció su muerte. Dije otro día que yendo a visitar al señor conde habia visto de paso esta colección que me reservaba ir a examinar muy de propósito, y éste ha sido uno de los objetos con que he pensado ocupar la mañana de hoy. Cerca de doscientas obras forman este rico museo, y aunque en rigor todas tienen mérito hay grande desigualdad entre ellas cual sucede en todas las galerías de pinturas. D. Pablo Piferrer en uno de los apéndices de su obra que ya otras veces he citado, da una noticia de los cuadros que forman esta colección, y lo que yo pudiera continuar aqui seria al fin una copia de aquella. La omitiré, pues, limitándome a decir que hay unos cuarenta cuadros de mérito superior y que entre ellos descuellan un san Gerónimo del Spagnoletto, tres cuadros de Wan-Dych , uno de los cuales es su propio retrato, un retrato de muger obra de Rubens, un cuadro místico de Juan de Juanes, el retrato de Rubens por Wan-Dych que es magnífico, una Virgen niña que se atribuye a Zurbarán, un macerado y dolorosísimo san Francisco de Asís obra de Murillo, una sacra familia magistralmente pintada por Andrea del Sarto, dos sacras familias de composición distinta, las cuales se atribuyen a Rafael, y que sin embargo de que no todos se atreven a asegurar que lo sean, esta duda hace de la una y de la otra el mas grande elogio que puede apetecerse. Son muy dignas de llamar la atención dos tablas de Gerónimo Bosch, ocupadas casi en su totalidad por el infierno, pero son tantas las figuras, tantos los monstruos, tan ridículos y asquerosos los ademanes de los demonios, tan originales y espantables los mil caprichos que en ellas están derramados, que sin duda seria ardua empresa encontrar pinturas que se les pareciesen, si ya no se les hallaba semejanza con algunos de los cuadros que representan el juicio final y los martirios de los condenados. En mérito artístico no pueden esas dos tablas rivalizar ni a mucha distancia con las escelentes obras antes mencionadas, pero en originalidad y en riqueza de imaginación vencen a todas ellas.

Son escelentes piezas de esta galería una Virgen ejecutada en finísimo mosaico de piedras de colores, cuya degradación es verdaderamente pasmosa, y dos grandes tapices que representan a san Pedro y san Pablo, y que según se dice son los primeros que se fabricaron en París en 1711 y fueron regalados al soberano Pontífice Pío VI. Al pie del uno y del otro se leen las palabras siguientes: Gio Simonet da Parigi 1711.

Algunos de los cuadros de esta galería fueron con mucho acierto restaurados por mi amigo D. José Arrau que con este objeto pasó en uno de estos últimos años la mayor parte del verano en la isla, dejando muy buena memoria en la casa del señor conde y en varias otras en donde quedaron algunas obras suyas.

Satisfechos los ojos con la vista de esta galería pero no saciados de contemplarla , han debido fijarse en la magnífica biblioteca compuesta de cerca de once mil volúmenes, entre los cuales hay obras de gran mérito, rarísimas, de soberbias ediciones, algunos manuscritos interesantes para la historia de Mallorca y varias otras preciosidades dignas del saber y del conocido gusto del alto personage que supo trasladar a su patria tantas bellezas. Hay en esta biblioteca un códice del siglo XV que es un libro del oficio de la Virgen, cuyas páginas de fina vitela llevan un marco de arabescos con riquísima iluminación. Hay muchas viñetas con paisages y figuras, todo armonioso y con aquel gusto y variedad infinita que prueban hasta dónde llegaba el poder de inventiva de los artistas que brillaron en esa época. Es el libro objeto precioso, y aunque no son raros los de su clase, con todo tiene este mucho mérito para que no se haga de él distinguido aprecio. Es de pensar que fue escrito por algún francés ó con destino a persona francesa, pues en las primeras páginas tiene el calendario en esta lengua, y sin duda debió servir a una dama, puesto que en una oración del final se leen estas palabras: Et in novissimis diebus meis ostende michi famule tue benignissimam faciem tuam. (Y en mi hora última muéstrame a mí que soy tu sierva, tu benignísimo rostro.)

En la misma biblioteca se conserva una carta geográfica de cinco palmos de longitud y cuatro de anchura. Los nombres de los países y las curiosas esplicaciones que hay, están en catalán y lo hizo Gabriel Valsequa según allí mismo está escrito de esta manera: Gabriell de Valsequa la feta en malorcha l'any MCCCCXXXVIIII. En el respaldo tiene escritas estas palabras: Questa ampia pesse di Giografia fu pagata da Americo Vespuci CXXX ducati d'oro di marco. El cardenal la adquirió en Florencia, y al verla los abates Andres y Lampillas calificaron de autógrafa de Vespucio esta inscripción. Contiene todo el mundo conocido y marca cada potencia con sus respectivas armas y se ven además figuras que representan algunos hechos famosos. Como el pergamino está rollado y no puesto en un marco cual convendría, hay que estenderlo y colocar algún peso en las puntas a fin de que esté sujeto mientras algun curioso lo examina; cosa que indudablemente lo va malogrando y cada vez lo espone a una desgracia semejante a la que le aconteció en el año 1838. En efecto habiéndolo estendido sobre una mesa para enseñárselo a Mad. Sand, pusieron encima un t i n t e r o; mas como el peso no era bastante, rollóse el pergamino llevándose el tintero, cuya tinta se derramó en el lugar en donde está la primera de las dos leyendas copiadas. Cierto que al punto le echaron agua, mas hubo quien frotó un poco a fin de quitar la tinta, y de paso se llevó una parte de dicha leyenda y los nombres de algunos pueblos. No fue una desgracia mayor, pero sí muy sensible y suficiente para advertir que se precaviera otra colocando el pergamino en un marco, lo cual sentiría que no se verificase.

Los escritores mallorquines hacen mención de otro mapa que existió en la cartuja de Val de Christi junto a Segorbe, y que probablemente se refería al descubrimiento del río del oro. En él estaban delineadas las costas de Africa y los confines de Asia y muy exactamente las costas de España, y se veían también al occidente las islas Canarias y las de cabo Verde. Había bustos de reyes, armas de las naciones, noticias históricas y constelaciones celestes. Cerca de las islas de cabo Verde se veía el desembocadero del río del oro ó Gambia; y delante, pintado un buque con dos timones a cuyo pie se leían estas palabras:

isqué lo uxar den Jacques Ferrer per anar al riu del or al jiorn de S. Lorens qui es a X agost é fo l'any MCCCXXXXVI.

Las diversas vicisitudes que este mapa ha sufrido seria muy difícil averiguarlas; mas lo cierto es que desde muchos años a esta parte se halla en Paris en donde habría permanecido ignorado del mundo a no ser el gusto y la laboriosidad de M. Buchón que unos ocho años atrás lo mandó copiar, litografiar y estampar, acompañándole un tomo en que transcribió todas sus leyendas catalanas que tradujo al francés. Al mapa acompaña otro que contiene un sistema planetario muy completo, y dos mas cuyo asunto no recuerdo ahora, pero todo lo tuve a la vista al escribir la historia de España, en la cual hago mérito de ello para manifestar desde cuan antiguo son los catalanes célebres marinos , y además puse en una de las láminas del segundo tomo dos barcos catalanes sacados ambos de aquel mapa, y uno de ellos es el uxar den Jacques Ferrer. Si hubo una mano capaz de arrebatar de España este monumento de la gloria catalana, no ha faltado un francés que lo publicara, restituyéndonos la fama que se nos disputaba en varias partes, y sobre todo en Amalfi de haber sido autores de la primera carta geográfica que se conoce.

Hay en la misma biblioteca del señor conde de Montenegro un monetario antiguo, mas como está sin colocar y recogido en saquillos no es posible formarse de él una idea. Las muchas medallas que andan por las mesas de la biblioteca, sueltas, envueltas en papeles y hacinadas en saquillos, todas las cuales son sobras del monetario, dan lugar a creer que éste es copiosísimo, y no puede menos de serlo habiéndolo remitido el cardenal, cuyo saber y gusto se ven en esta casa de tan diversos modos acreditados.

La visita al museo de pinturas y a la biblioteca ha llenado muy agradablemente la mañana de hoy hasta las tres, a cuya hora he tenido el gusto de participar de la delicada mesa del amigo Socías en compañía de toda su amabilísima familia. Hanse presentado entre los platos de postres dos humildes fruteros que tienen el mérito de haber sido del ilustre Jovellanos, de quien Socías conserva religiosamente la escribanía y la poltrona que usó en su prisión de Bellver y que regaló al Dr. D. Ignacio Bas su confesor y hermano de la madre de Socías. Este amigo tiene el testamento original de Jovellanos de cuyo documento remitió en el año pasado una copia a la real Academia de la Historia, bien que le avino aquello de :

Hos ego versículos feci, tulit alter honores.

El señor Socías sabe el valor de estas prendas y las conserva y trata como merecen. ¡Quién acertara a sacar de este tintero lo que sacó y hubiera sacado su primer dueño!

Dije en el diario del día 2, que tenía proyectado y dispuesto verificar el viaje que el rey D. Jaime hizo a su venida a Mallorca. Ya entonces empecé a gozar pensando en los gratos momentos que esta espedición me procuraría, porque me trasladé a los sitios en que pasaron todas las escenas que hubo hasta la entrada en Palma. Con un anhelo de que es difícil formarse idea esperaba el día de mañana, mas eso fue un sueño que se ha desvanecido al cruzarse hoy tantos inconvenientes que hacen la espedición imposible. Ya otra vez estuvo todo preparado para la misma, cuando una indisposición de mi compañero de viage no permitió llevarla a cabo. Escrito estaba que no se hiciera, diría un mahometano; y a fe que sin ser fatalista estoy por creer que estos impensados estorbos significan alguna cosa.

Quería yo hallarme en el punto desde donde vieron los infieles la mar cubierta con bajeles que acaudillaba Don Jaime; el sitio en que echó pie a tierra a fin de internarse en el país que debían conquistar sus armas; el campo en donde los ilustres Moncadas después de haber cortado centenares de cabezas sucumbieron a su mala suerte. Pero no veré esos lugares ni aquel en donde reposaron y fueron visitados por el monarca los restos de esos dos varones, ni el camino que siguió el fúnebre cortejo que los condujo al pie de un pino llamado desde entonces y aun hoy pino de los Moncadas. No podrá mi imaginación trasladarse al siglo en que todos esos lances acontecieron, ni ver los hechos de armas, ni entrar en la tienda de Térmens que partió su frugal comida con el conquistador, ni venir en pos de este a la ciudad asaltada, ni recorrer todas sus calles hasta el arco de la Almudayna, último refugio de los vencidos que perdieron la patria dentro de su patria misma. Es preciso renunciar a este gran gusto, mas nunca recordaré sin dolor el desvanecimiento de esta ilusión que he mantenido desde los primeros días de mi llegada a la isla.

Día 6 de Septiembre de 1845

Dije á su tiempo que la catedral reclamaba otra visita, y se la he hecho esta mañana. En la iglesia nada mas he visto digno de notarse si no es una tabla que representa la predicación de san Vicente Ferrer en este templo, pintura antigua y buena pero puesta en malísimo lugar para ser examinada y siquiera vista. Aunque me pesa, es fuerza decir para vergüenza de quien lo dispuso que se ha blanqueado toda una capilla y pintado otra. ¡Pintar y blanquear estas capillas, estas columnas, estas bóvedas! Perdonárase en buen hora en una iglesia de monjas por la invencible afición que las mugeres tienen a blanquearlo todo, y porque el blanqueo de tales iglesias no suele defraudar a la vista de ningún artístico tesoro; pero blanquear parte de la catedral de Palma Insigne profanación que bien valdría la pena de que la purificasen el cabildo ó el ayuntamiento, y de que contra ella alzaran el grito al cielo los mallorquines todos. Esto y el tener tan escondido el altar mayor antiguo, y de manifiesto el moderno, verdadero modelo del mas infame gusto, son dos manchas que nota en esta hermosa iglesia el ojo menos conocedor y delicado.

He visto una por una las alhajas, que tal era el objeto de la visita. La que llama mas la atención son dos grandes candelabros de plata, obra de principios del siglo pasado, cuajados de ángeles, de guirnaldas y de ornatos, en los cuales a pesar.de la profusion hay algún buen gusto sobre todo en las arandelas de los catorce mecheros que cada uno tiene. Los hizo en Barcelona el platero Juan Matons; fueron comenzados en 9 de febrero de 1704 y se concluyeron en 4 de febrero de 1718, habiendo trabajado de continuo en ellos durante ese período cuatro operarios. Tienen de altura once palmos y medio, y de ancho desde un estremo a otro de las arandelas ocho palmos y medio. Pesan ocho mil ciento veinte y ocho onzas, ocho adarmes, y costaron veinte y una mil nuevecientas cuarenta y dos libras, quince sueldos, once dineros de moneda mallorquina. Para su pago hubo un ruidoso pleito entre el cabildo y el platero, quien al fin cobró su importe. E n tiempo de la guerra de Napoleón se echó mano de ellos para las urgencias del Estado, pero los canónigos los rescataron por once mil duros y algunos años después hicieron otro tanto cuando el gobierno se los quería llevar también para con su venta socorrer a los pobres atacados de la epidemia que asoló la isla en esa época. Ahora, me decía el eclesiástico que me los enseñaba, no podría el cabildo rescatarlos si el rescate debía costar once reales.

Hay en la sacristía un frontal de terciopelo bordado en oro con mucha riqueza y gusto churrigueresco pero bueno en su género. Hay también un rico paño de terciopelo encarnado bordado en oro, de altísimo relieve y del mismo gusto que el frontal. Hacen juego con esta pieza otros cuatro paños en que están bordados en bajo relieve los cuatro evangelistas, y junto con el paño anterior adornan el presbiterio en el día del Corpus. La custodia que sirve para esta festividad tiene once palmos de altura , es en parte de plata y en parte de bronce, y está toda dorada. Al verla se queda uno perplejo acerca de la época a que pertenece, porque hay en ella diversos gustos que indican diversos tiempos. En efecto, el zócalo es modernísimo y de buen gusto, el pedestal barroco y de gusto infame, la mitad inferior de la custodia gótica pura, y la mitad superior churrigueresca. Antiguamente fue toda ella de gusto gótico, pero habiéndose caído se hizo pedazos y hubo de renovarse. El artista que se encargó de hacerlo sobre ser hombre de gusto pésimo aprovechó para la parte ornamentaria algunos trozos que en la caída quedaron enteros. También es obra suya el pedestal, y el artista que ha construido después el zócalo lo ha hecho siguiendo las líneas del trozo antiguo, de manera que si entre esas dos piezas no hubiese el pedestal por lo menos sería buena la parte inferior; mas ahora hay en el todo una falta de armonía y una interrupción de líneas que hacen un efecto detestable.

Custódianse en un armario de la sacristía varias alhajas y entre ellas el relicario que es una cruz y que contiene algunos fragmentos de la cruz verdadera. Es obra de mal gusto, pero riquísima en perlas, tiene también algunos topacios, rubíes y otras piedras preciosas. Hay dos relicarios mas, de gusto gótico y muy lindos. Entre los varios ternos de valor hay uno muy rico, moderno y de buen gusto imitando el de la restauración. La casulla fue bordada por las monjas magdalenas de esta ciudad, y las demás piezas en Barcelona según el dibujo de la casulla.

Una de las mejores alhajas de esta sacristía es un crucifijo de marfil de tres palmos y medio de alto y de una sola pieza, esceptuando por supuesto los brazos. Es obra maestra y con indicios de francesa, puesto que el Redentor está fijado en la cruz con cuatro clavos. La cabeza en particular, la barba y la boca son de un trabajo esquisito, las espaldas están perfectamente modeladas, y hay un sorprendente carácter de verdad en la tirantez de los tendones de los brazos y en los pies, en donde interrumpida por el agujero hecho por los clavos la continuidad de la piel se arremanga y parece estar medio seca. Lo demás del cuerpo no es tan perfecto pero tiene muchas bellezas.

Es imposible entrar en este templo sin que el ojo menos esperto note el desnivel en que están varias de sus partes. Algunas columnas hay conocidamente inclinadas hacia el centro un poco mas abajo del punto en que estriba la bóveda de la nave lateral. La razón de esto es que, al empuje que estos arcos dan hacia dentro no corresponde en la nave céntrica otro empuje hacia fuera, porque la bóveda de esta nave está mucho mas alta y por lo mismo mas altos los estribos de sus arcos. En la nave lateral de la izquierda se han puesto ya en dos columnas dos barras de hierro que las llaman hacia afuera y neutralizan el empuje de los arcos; pero es de temer que este recurso no baste y que temprano ó tarde haya de deplorarse la ruina de este antiguo y grandioso monumento.

He visto otra vez la pieza que hay antes de entrar en la sala capitular, y en el medio de ella se alza el sepulcro de D. Gil Muñoz a quien el concilio celebrado en Tarragona en 1429 nombró obispo de Mallorca para darle una compensación de la tiara que habían puesto en su cabeza los dos cardenales que le quedaron a Benedicto c uando el término del cisma de Occidente. El concilio de Constanza escomulgó a Benedicto en 1417 y le declaró decaído del Pontificado, y entre los pocos que siguieron la suerte del desacordado Luna estuvo Gil Muñoz entonces canónigo de Barcelona. La vista de su sepulcro recuerda aquella borrascosa época de la Iglesia.

Día 7 de Septiembre de 1845

Los viajes por de poca duración y corta distancia que sean tienen una parte muy enojosa que son los preparativos. Resuelve uno marcharse y antes comienza a redondear los negocios que lo permiten y á poner los otros en estado en que puedan suspenderse ó en que sea capaz de hacerlos marchar otra persona: escribir a los amigos para decirles que han de enviar las cartas a otro punto; despedirse, que es de lo peor que tiene el negocio, y hacer el catálogo de los encargos con que a uno le honran y que siempre hay temor de no desempeñar satisfactoriamente. Crúzanse luego mil quehaceres que uno no había previsto, y negocios en que no pensaba, y el resultado es rebullirse el hombre hasta cinco minutos antes de la partida; y cansado en alma y cuerpo se mete en un coche para dar saltos, ó se entra en un vapor donde le mecen hasta que arroja las asaduras. Henos aqui en este período del viaje, porque dentro de tres dias pensamos ocupar una de esas durísimas camas del Mallorquín, que ha llegado sin novedad esta mañana. Comiencen pues las visitas de despedida, tómense notas de encargos, y cuéntese con que en estos días veremos muchas personas y pocas cosas, que es como decir que habrá escasa materia para el diario.

Día 8 de Septiembre de 1845

Hoy han seguido las visitas de despedida aunque con ellas se ha mezclado un rato tan gustoso como las tales y de mas provecho para el diario. En efecto, en la casa del señor vizconde de Conserans he visto los cuadros y los objetos de antigüedades que posee, puesto que se dedica a formar una galería de los primeros y una colección de los segundos. Entre unos cuarenta ó cincuenta cuadros que ninguno hay que no sea a lo menos regular, se cuentan de doce a quince muy buenos, a la cabeza de los cuales figuran un escelente Murillo, un buen Jordaens, y uno de género, del pincel de Gerardo delle notti. Si no compiten con estos hacen muy buen papel a su lado seis de escuela flamenca, dos de los cuales son superiores. Algun otro hay allí de la misma escuela, y también de la escuela italiana que no están desairados cerca de tan temibles rivales. Entre algunos modernos llama la atención un retrato de Pío VII, de dibujo correcto y cuyo rostro debió indudablemente parecerse al original.

Tiene comenzado el señor vizconde un monetario que es en verdad poco numeroso, pero en el cual hay algunas medallas selectas y rarísimas. Los emperadores romanos forman la mayor parte, pero hay también algunas coloniales y consulares, dos Suintilas y tal cual medalla moderna que servirá de base a la colección que de ellas se propone hacer este caballero. Posee igualmente dos grandes ídolos romanos de bronce, uno de los cuales representa un Priapo; una águila romana que figuró en el asta de una enseña; algunas lámparas sepulcrales, algun vaso lacrimatorio y varios camafeos, todo romano. Tiene asimismo una espada y una daga al parecer del siglo XVII, pero notables las dos por su bellísimo y bien conservado guarda-manos. Tanto como estas antigüedades y quizás mas que ellas por su rareza si no por su hermosura llaman la atención dos segures celtas y de bronce y una espada celta también y del metal mismo. Las tres piezas fueron halladas en uno de esos monumentos ciclópicos llamados aqui clapers dels gegants, de que tantos se conservan en la isla. Este hallazgo puede dar muchísima luz para fijar si nó la época de esos monumentos a lo menos el pueblo que los ha levantado. Es tal la diversidad de pareceres que hay en esta materia y la fuerza de las razones en que cada uno se apoya, que sería temeridad decidirse por ahora a favor de uno; pero si se escavara en lo interior de esos monumentos, muchos de los cuales no parece que hayan sufrido sino en la parte esterna, es probable que se hicieran hallazgos capaces de aclarar bastante las dudas.

Si algun punto hay a propósito para esto es la isla de Mallorca, ya por la baratura de los jornales, ya porque se goza aquí aquella absoluta seguridad que estimula para todas las empresas y da aliento para perseverar en ellas, ya porque proporcionalmente hablando es difícil hallar un pueblo donde esté tan derramada la afición a las antigüedades como la ciudad de Palma. Hasta pocos años ha eran escasos sus buscadores, pero hoy el número ha crecido prodigiosamente, y por fortuna las personas que se han inscrito en el gremio tienen por lo general los medios necesarios para satisfacer esa ansia de adquirir que devora a todo anticuario desde que se decide a serlo. Esta isla además ha sido respetada hasta ahora por las revoluciones, y en ella no hay señales de devastación impresas por el pueblo. Aqui el pueblo nada destruye, y difícil será atendidos su pacifiquez y su amor a las tradiciones que destruya nunca: todas las ruinas son obra de los gobiernos que neciamente han creído algunas veces que para cambiar las ideas y poner fin a instituciones era indispensable echar abajo bóvedas y paredes. La afición pues que Mallorca tiene a las antigüedades ofrece una probabilidad muy grande de que dentro de pocos años habrá ricos museos y monetarios, como hay muchos y buenos cuadros en crecido número de casas.

En gracia de ser hoy el último día festivo que debíamos pasar en Palma hemos empleado una hora de la tarde viendo en la plaza de toros la lucha de estos animales con perros de presa, y una pelea de dos de estos entre sí. Los toros han sido buenos y según el lenguage de los aficionados han sido malos, es decir, que no han muerto ningún perro, y lo mas lo mas herido ligeramente a poquísimos. Los dos perros lidiadores han estado bravos y tenaces, mas al fin el uno de ellos herido en cien puntos, vertiendo sangre por ellos y no pudiendo ya tenerse en pie de puro cansancio, ha cedido el campo al otro á quien la lucha le ha costado un ojo y no menor fatiga que á su adversario. Los espectadores han dado una terrible grita al perro vencido, a quien su amo ha sacado de la plaza en brazos, y a fuer de rendido sin acompañamiento alguno y sin que nadie se ocupara de su suerte. ¡Ve metis! El perro vencedor llevado de la plaza también en brazos de su amo, se ha visto al momento circuido de muchísima gente que admiraban su valor y aplaudían su victoria, y con un cortejo de treinta a cuarenta personas ha atravesado gran parte de la ciudad hasta la calle del Sol en donde con no poco vino y muchísima algazara se ha solemnizado su triunfo. Otro día quizás saldrá de la plaza solo y escarnecido, y el que hoy ha sucumbido será objeto de aplausos. Lección famosa para los hombres, para quienes es sin embargo tan perdida como para los perros.

Hoy se celebraba en la casa de Misericordia la fiesta de su patrona, y al salir de la plaza de toros hemos entrado para despedirnos del respetable sacerdote, verdadero padre de los infelices que encuentran allí un refugio. Todas las puertas de la casa estaban abiertas de par en par, bullía en el patio la multitud de curiosos revueltos con las gentes de la casa ataviadas con sencillez, limpieza y gusto; había corrillos, honesta bulla, se refrescaba con el agua de la cisterna, iban y salian centenares de personas, y en un ángulo del patio estaba con un caballero el evangélico prior gozándose en la general alegría , y según él mismo me ha dicho guardando con la vista lo que debia guardarse, y disponiéndose para recoger la grey que andaba dispersa sin que la dejara de ojo el vigilante pastor. Es un varón a quien no es dable elogiar cual merece, porque su gloria no puede describirse con rasgos poéticos, ni ofrece escenas brillantes; la siente el corazón mas no pueden esplicarla los labios. Su rostro risueño y su conversación amena y sencilla pero en la cual se trasluce un gran fondo de los conocimientos que le son necesarios, revelan, no un hombre filantrópico sino una alma en que arde el espíritu de caridad sobre que reposa la doctrina de Jesucristo. Me he despedido de él con pesar y con ternura, y al estrecharnos mutuamente la mano los dos hemos conocido que ya somos amigos, cual pueden serlo dos hombres, el uno de los cuales solo puede inspirar afecto, cuando el otro despierta afecto, veneración y respeto.

En este instante que son las diez y media de la noche suena en la torre den Figuera la campana de la queda, que recuerda siglos pasados y dispierta añejas ideas; y su voz de silencio y de reposo es interrumpida por la música de una retreta y por el bullicio de las gentes que la siguen. He aquí en un mismo punto el rumor de dos épocas distintas, la representación de ideas muy diferentes, la reunión de siglos entre sí muy diversos, y sin embargo las dos cosas son una señal de que ha llegado la hora de reposo :pero la primera lo ordenaba a todo el mundo, la segunda lo manda solo a los soldados: aquella era ciega y voluntariamente obedecida, ésta lo es a la fuerza: la primera estaba de acuerdo con la naturaleza, la segunda guarda armonía con nuestra sociedad bulliciosa, y que casi distingue la calidad de las personas por el trastorno que hacen de las horas del día. En otro tiempo la noche estaba destinada al reposo para todos; y hoy crecido número de personas la ocupan.., ¿quién es capaz de decir en qué la ocupan?

Día 9 de Septiembre de 1845

A las nueve de la mañana el cañón ha anunciado la llegada en este puerto del bergantín Manzanares mandado por S. A. el infante D. Enrique. A las once la plaza ha contestado al saludo, y a las doce las autoridades han ido a bordo a felicitarle por su arribo. S. A. ha desembarcado a las seis de la tarde, con cuyo motivo han acudido al muelle muchos coches particulares y multitud de gentes que con repetidos vivas acompañaban a D. Enrique por el borne y por la rambla. Hoy el pueblo de esta capital ha salido de su calma e indiferencia, pues corría y gritaba. Además de que siempre es notable la presencia de un príncipe, lo es mas en Palma en donde no han visto ninguna persona de la familia real de España desde el siglo XVI en que vino acá el emperador Carlos V. El infante ha estado en el teatro cuya concurrencia ha sido muchísima y brillante. Sale de este puerto a las cuatro de la inmediata madrugada.

A las ocho de esta noche he ido a despedirme del amigo D. Antonio Furió, y como era de temer esta última visita ha sido tierna y dolorosa. Nos hemos abrazado afectuosamente y acaso acaso para no vernos mas en la tierra, como él mismo ha dicho. Dios le dé toda la resignación que ha menester para suportar las desgracias físicas y morales que ha querido enviarle. Désela Dios tan grande como yo deseo, y ojalá algun día sea mas feliz de lo que era en los momentos de nuestra despedida. Esta ha sido nuestra última visita, porque hemos dado ya el á Dios a todos los amigos y a las demás personas de quienes vamos obligados; mas este a Dios solo es de boca porque nuestro corazón siente demasiada gratitud para que pueda despedirse de tan obsequiosos huéspedes. Su memoria viene y quedará con nosotros, y ya que sea preciso vivir separados por un canal alimentaremos nuestra amistad por medio de la correspondencia, y probaremos nuestro agradecimiento haciendo en servicio de los mallorquines cuanto alcancen nuestras débiles fuerzas.

Día 10 de Septiembre de 1845

Nos despedimos de Mallorca. El día amanece calurosísimo, lo cual es indicio de calma en la mar. En momentos tan próximos á emprender el viaje no puede pensarse en otra cosa que en el arreglo de los títeres, que por cierto no son pocos. Esta mañana mas que nunca han colmado los amigos de Palma la medida de la gratitud que les debo, pues todos han venido á despedirme, y á las dos me han acompañado algunos de ellos hasta el vapor. Solo el dulcís amor patrice hace llevadero el disgusto de dejar la isla en donde tantos ratos buenos he tenido y de la que salgo tan deudor que es de todo punto imposible desquitarme.

A Dios isla por tantos títulos famosa en la antigua corona de Aragón, tierra de frondosidad y de riqueza, verdadero jardín de nuestra España, en donde crecen juntos la africana palmera de los dulces dátiles, la musgosa encina de sabroso fruto, el verde algarrobo, la azucarada higuera, el retorcido olivo, la vid atrevida que esconde sus apretados racimos entre las hojas de los árboles; tierra cuyas cumbres corona el alto y derecho pino que mece sus puntiagudas hebras entre las nubes. Nunca el rayo hiera los altos picachos de Puigmajor y del Puig de Lluch, donde reposan las nieblas que rocían los campos en las noches y aislan las mas empinadas rocas durante el día.

A Dios bosques de Lluch donde las reses de todos los ganados viven en libertad absoluta y en amigable compañía, sin necesidad de que el pastor las resguarde del diente del lobo, ni de la mano del hombre mas rapaz todavía que ese animal de las selvas.

A Dios cuevas de Arta, obra maestra de Dios; ameno valle de Pollensa que nunca mas te borras de la memoria de quien una vez te ha visto.

A Dios naranjales de Soller, Edén verdadero donde Dios derrama incesantes bendiciones y cuyo delicioso fruto lleva tu fama á remotas tierras. Yo no os olvidaré nunca.

Y vosotros, hijos de esta isla encantadora, salud. Sed lo que sois, que en esto consiste la felicidad vuestra. Bendecid esas oleadas que se estrellan locamente en vuestras costas y las van royendo; no las despedazarán, no temáis; y esas aguas que no mas os arrebatan átomos de vuestra patria, os libran de las tempestades de la revolución que en un día trastornarían vuestra tierra de alto á bajo. Tiempo vendrá en que calmado el hervor de las pasiones políticas, mi patria recobre aquella su sensatez que había pasado en proverbio, y entonces también llegarán hasta vosotros los bienes de la civilización tranquila y bien entendida, resultado forzoso del desengaño que traen las locuras nuestras. Sed lo que sois, sed como ahora morigerados y sencillos, y como ahora seréis siempre felices. La paz es la primera necesidad de los pueblos, y vosotros tenéis paz; no la turbéis, amaos como hermanos, bendecid en coro á Dios que os ha hecho nacer en esta tierra venturosa, y dirigid una mirada de compasivo amor á vuestros hermanos del continente que se agitan y bregan en busca de la felicidad que con su antigua sencillez perdieron. Hijos de Mallorca, la paz sea con vosotros, como con vosotros está la memoria mía.

El buque ha zarpado; giran las ruedas y en la punta del muelle agitan los amigos el sombrero dándonos el último á Dios. La quilla hiende las tranquilas aguas y la distancia va envolviendo cual aire caliginoso los muros y las torres de la ciudad gloriosa. Doblamos el cabo de Cala Figuera, y Palma acaba de desaparecer de nuestra vista. A Dios.

El tiempo se ha presentado bonísimo y lo ha sido hasta las diez de la noche. Al dar la vuelta á gran parte de la isla hasta la Dragonera he visto otra vez las mismas costas que contemplé á la venida y que son la parte mas árida de la isla, cual si á propósito estuviese dispuesto así para que el viajero no forme idea de su fertilidad y hermosura hasta que por dentro la recorra. El eco que repitió nuestras palabras hace dos meses, callaba hoy porque nadie ha provocado sus gritos. ¿Por qué este silencio? A la venida el mallorquín se alegra por estar ya en su patria, y á la vuelta se entristece por separarse de ella.

Entre los pocos viajeros había dos italianos y u n francés que han trabado discusión acerca de las bellezas y de los defectos de los varios pueblos de Europa. Uno de los italianos que ha estado en Mallorca algun tiempo sin ver mas que las calles de Palma ha dicho que no había viajado la isla porque nada puede haber en ella que llame la atención del que ha visto la Italia. Veduta Italia, veduto tutto; decía con grande énfasis, sin calcular que no todas las bellezas están en esa península. ¿Acaso Dios vertió todos sus dones en un solo punto de la tierra? ¿Qué hahria dejado entonces para los otros ? ¿Caben acaso en Italia las bendiciones que el Hacedor Supremo quiso derramar sobre el globo? Así corren el mundo muchas gentes, y luego dicen que han viajado, y hablan de cualquiera país, y no pocos escriben. ¿Qué contará de Mallorca este hombre? Dirá que no hay nada, debiendo decir: yo no he ido á ver nada. ¡Cuántos usan la primera por la segunda de estas dos frases!

Ha continuado la discusión acerca de otras naciones, y habiendo ido á recaer en el punto de la galantería, el francés ha dicho que sus compatricios son mas galantes que los españoles. Es difícil proferir otra heregía semejante. ¡Los franceses galantes, y mas que nosotros! Quien tal dice, no conoce la Francia ni la España. Basta ver en esta y en aquella una mesa redonda ó viajar un dia en diligencia en que vayan señoras y la cuestión si pudiese haberla quedaria decidida. He replicado al francés y lo he hecho con calor; y cual si mis razones no bastaran para resolver la disputa á favor mío, el buen hombre que por otra parte no era lerdo se ha levantado del asiento que ocupaba para tomar otro, dando la espalda á una señorita que terciaba en la conversación. Dos minutos antes habia yo variado de lugar á fin de que esa señorita no hubiese de volverse de medio lado para dirigirme la palabra, y al ver el movimiento del francés he manifestado la diferencia entre lo que él hacía y lo que yo habia hecho. El hombre se ha avergonzado, todos los presentes se han reido á su costa , y la causa ha quedado fallada á mi favor. ¿Y cómo podía no ser asi, tratándose de galantería entre un francés y un español y habiendo señorita de por medio? En esta parte no pueden aspirar sino á ser discípulos nuestros.

Habíamos salido de Palma con tiempo sereno y bonanza, y si bien había un poco de cerrazón hacia el Sur, el horizonte se mostraba despejado por la parte de Cataluña que era nuestro rumbo. Allá á lo lejos y en el mismo confín de ese horizonte se descubría una nube de esas que forman como un cuerpo de nubéculas blancas, fofas y escalonadas, nube á que yo no daba ninguna importancia hasta que el capitán del buque me ha dicho que al llegar al punto en que estaba tendríamos relámpagos. Probablemente se ha callado lo demás, pero ello es cierto que hallándonos en esa altura á las diez de la noche ha estallado una tempestad con sus rayos, sus truenos, su chubasco y su agitación en la mar por espacio de cinco ó seis horas. Es grandioso y terrible al mismo tiempo este espectáculo. Veinte hombres lanzados en mitad del agua sobre una frágil nave y entre los rayos que Dios lanza y los truenos que retumban, y la lluvia que azota la nave, y las oleadas que en masas enormes vienen rugiendo á herirla de través y separarla de su derrota, los crujidos de la madera que parece resquebrajarse en cada uno de los vaivenes. ¡Cuán miserable y débil es el hombre en medio de esta grande naturaleza, y cuán nulos sus recursos para librarse de tantos peligros como le amenazan! Ocho horas antes estábamos seguros y sin temor alguno sobre la tierra, y ahora henos aquí en mitad del canal á merced de este traidor elemento que amenaza tragarnos; y los rayos cruzan y serpentean por los aires; y el carro de Dios rueda con estrépito por sobre las nubes que se desgajan á su omnipotente impulso, y el horroroso estruendo de su choque mil veces se repite por este inmenso desierto donde la tabla que nos sostiene es el único objeto en que pueden cebarse la ira del cielo y el furor de las encrespadas olas. Su ímpetu allanaría una ciudad si contra ella se lanzasen con la rabia que ahora las agita. En este abismo de agua quedarían sumergidas esas castas ciudades, modernas Nínives ó Babilonias, en donde se rebullen millones de hombres y se fraguan las tempestades políticas que conmueven á la humanidad toda y derraman el esterminio en la tierra. Y quedarían sumergidas en un instante sin que el agua de este abismo subiera un cabello mas arriba del nivel en que se encuentra. ¿Qué son pues esas ciudades y esos hombres comparados con esta grandeza que no puede medirse ni sujetarse á cálculo ? Ni la profundidad de este abismo ha podido el hombre medir siquiera. ¿De qué sirven aqui el talento, la fuerza , las riquezas, el valor, el poder, el ingenio, el orgullo humano? De nada, pues nada es capaz de sacarnos del estado en que nos encontramos. Es preciso correr veinte leguas para llegar á la tierra mas cercana , y entre tanto hay tiempo para que el agua se nos trague millones de veces.

El capitán del buque centenares de viajes ha pasado lo que ahora, ha visto la naturaleza infinitamente mas irritada, conoce toda la inminencia del riesgo, y sin embargo se lanza de nuevo á él, y hay quien se lanza para ir á cometer un crimen, y nos hemos lanzado nosotros sin otro objeto que satisfacer una curiosidad que no nos hará ni mas buenos ni mas felices. En medio de este trastorno, Dios permite que el buque, merced á la humana industria, siga su curso, con mas lentitud acaso, pero sin perder el rumbo y rehaciéndose en cada vaivén y preparándose para recibir otro

Día 11 de Septiembre de 1845

À las dos de la madrugada calma la tormenta, y la mar aunque agitada se va poco á poco apaciguando. Redens spectacula mane.

El sol ha venido á iluminar una atmósfera serena cuando el fresco aire de la mañana rizaba blandamente las olas que con medido compás van á estrellarse contra la vecina playa de Cataluña. Al frente de nosotros se álza la cordillera que sirve de anfiteatro á Barcelona, estiéndense por los dos lados las deliciosas costas de poniente y de levante, y hacia nuestra izquierda y en el último término asoma sus caprichosas puntas el encumbrado Monserrat. Descúbrense los pueblos del llano y por entre el verdor de los campos aparece la blancura de las quintas que se alzan á espaldas de la ciudad, emporio de la española industria.

Mírala esa antigua y gloriosa Barcelona, la de los insignes Condes cuya bandera tremolaba en tres mundos cuando la moderna reina de los mares no era nada; mírala tendida cual una inmensa estatua bajo los monumentales cerros que la abrigan del frió norte y del ábrego furioso; contempla las ligeras torres que la coronan; cuenta las mil bocas de su industria que hinchen la atmósfera de humo, verdadera nube de su apoteosis; mira cual baña sus pies en la mar donde se mecen los buques de cien naciones que le traen los frutos del universo todo. ¿Ves esas dos torres redondas y parejas que se levantan en medio de ella, y esas otras dos ligeras que sobre el mar parecen sentadas? Aquellas son de la catedral, bajo cuyas bóvedas descansa el cadáver de uno de sus primitivos reyes, y las otras son de santa María, atrevido monumento de arquitectura, levantado sobre las cenizas de otro por el sabio y atrevido Pedro III. De ese edificio que está á la izquierda y que construyó aquel monarca mismo salían las galeras que hicieron ondear el pabellón de Cataluña en los mas remotos mares. Esa bandera que á la derecha tremola señala la torre del inespugnable fuerte que recuerda días funestos y tiempos cuya memoria por desgracia no se ha estinguido. Ese mástil semejante al de un buque está sobre la torre que corona á Monjuich, gigante que había prometido defender la ciudad contra adversario estraño y que en época reciente se transformó en su mortal enemigo y probó á convertirla en cenizas. Ese edificio de que asoma no mas el dilatado techo á inmediaciones de la Catedral es el palacio, antigua morada de nuestros reyes, cuando nuestros reyes no lo eran los de Castilla. Esa fábrica que parece casi metida en el agua es la Lonja en cuyo salón de esbeltos arcos se hablan todas las lenguas, se combinan todas las especulaciones mercantiles y se cierran y se cumplen todos los contratos sin mas garantía ni juramento que una palabra dada sin testigos. Ese salón que ve durante todo el año la formalidad y la sensatez de los varones del comercio, presencia en las noches del invierno las locuras del carnaval, y en su bóveda ennegrecida por el humo de mil hachas van á perderse los gritos y las risotadas de tres mil máscaras y los ecos de la música que guía los pasos de la gente moza. En la plaza sobre la cual tiene su asiento ese edificio redactaron los hombres de mar de Barcelona el primer código de derecho marítimo que en occidente se ha conocido; y para esa obra les sirvieron de base su práctica no mas, su buena fe y las tradiciones de sus mayores. Ese blanco y vasto edificio que remeda uno de los palacios de la misteriosa Venecia es la Aduana en donde ¿qué ruido es éste? Han soltado la cadena, y el áncora acaba de hincar su agudo diente en el fondo del agua. Estamos en Barcelona.

Notas

Con gran gusto continúo en este viaje las dos composiciones poéticas, dedicadas a la ciudad de Alcudia la una, y la otra á la ermita de Miramar, escritas ambas por mi amigo D. Joaquin Rubió, durante el viaje que juntos hemos hecho por el interior de la isla. Le agradezco muchísimo el regalo que servirá de adorno á este libro, el cual bien necesita tales añadiduras para valer alguna cosa.

La composición dedicada á la ciudad de Alcudia dice de esta manera

Alcudia

... parece que en la arena
Su pueblo aguarda desde el alba ausente.

VÍCTOR HUGO. — Baladas

¿Qué quieren esos hombres de tez ennegrecida
De faz siniestra y dura , de intrépido mirar
Que cercan, cual manada de lobos la guarida
De tímidas ovejas, tu muro secular?

¿Por qué al viento despliegan pendones de colores
Distintos de la enseña que azota en ti aquilón?
¿Por qué de las montañas los ecos tembladores
Despiertan noche y día los truenos del cañón?

Los fuegos que de noche inflaman tu horizonte
Cual de un rojizo velo cubriéndolo do quier,
Detrás del cual asoma su adusta frente el monte,
Cual quien vino el conjuro de un mago á sorprender,

Hogueras son de fiesta que en tus torcidas playas
Enciende la familia del viejo arrendador,
¿O son las que pusieron tal vez los atalayas
Que guardan las banderas del campo sitiador?

¿Qué quieren esos hombres? ¿ Tu sangre? la vertieras
Para evitar un año de guerra y mortandad;
Mas quieren la nobleza á quien asilo dieras
Y «antes morir, dijiste, que dar en tal maldad!»

Llamaron á tus puertas, mas fue no cual viajeros
Que poco á poco llaman con su leal bastón:
Llamaron á tus puertas, mas fue como guerreros
Con flechas disparadas, blandiendo su lanzón.

Llamaron y quisieron entrar á viva fuerza
Y enrojecer tus calles con sangre de héroes cien;
Mas fiel juraste serles, y no hay poder que tuerza
De un noble el juramento, y Alcudia lo es también.

Contaron con tus muros, tu honor y tu hidalguía,
Echáronse en tus brazos pidiéndote favor,
Y lejos de venderlos con torpe cobardía
Por ellos te inmolaste con santo y noble ardor..

Obraste como noble, pues noble es quien amparo
Con riesgo de sus días al débil dispensó :
Obraste como noble, por eso es mas preclaro
Tu escudo des que abrigo al perseguido dio.

Qué lema el comunero seguía no miraste;
Fue voz para ti vana la voz de libertad:
Tan solo en tus empeños, solo en tu honor pensaste,
Y así fue tu divisa NOBLEZA Y LEALTAD.

Rompieron en su saña de muros tu armadura,
Rasgaron con sus flechas tu lienzo vencedor;
Mas cuanto mas herida mayor fue tu hermosura:
La brecha que en ti abrieron te dio mas prez y honor,

Fue grande tu denuedo, fue insigne tu hidalguía;
Vengaste los ultrages del noble Balear:
La fiebre que te roe podrá acabarte un día
Mas nada de tu gloria el sol podrá eclipsar.

Podrá el tiempo tus muros derribar piedra á piedra,
El contagio tus hijos podrá alejar de ti;
Mas aun sepultada so el musgo y so la yedra
Para cantar tus hechos vendrá el artista aquí

Vendrá, sí, y recorriendo con paso tardo y triste
Tus restos que los vientos del mar royendo van,
Al par que piense el alma, Alcudia, en lo que fuiste,
Sus labios á tu patria de ingrata acusarán.

De ingrata, sí, pues morir
No merecía, por Dios,
La que en favor de tus nobles,
Mallorca, tanto sufrió.

De ingrata, sí, pues la ves
Muriendo de consunción,
Cual veterano que herido
De la refriega salió
Y que como una arma inútil
Se consume en un rincón,
Sin que consolar procures
Su larga agonía atroz.

Si al menos los que arrancara
Del Comunero al furor
Grabado hubieran en ella
Los timbres de su blasón,
Como un recuerdo indeleble
De su aprecio y tu valor,

Cual el devoto palmero
En el bogar del varón
Deja una santa reliquia
En señal de que pasó,
Ora al menos al mirarlos
Distrajera su dolor,
Como el soldado lo olvida
Viendo el lauro que ganó,
Y creyera ver aun
Detrás de cada merlón
Al noble que por guardarlo
Con su sangre lo bañó.

Triste es, Alcudia, tu suerte
Y enojo da y compasión
Verte tendida en la arena,
Cual nave que allí varó
Y que dejó abandonada
Su hambrienta tripulación
Por no morir so el azote
Del contagio asolador.

Nombre de ciudad te dieron;
Mas ay! ¿qué vale este honor
Para quien de puro débil
Está agonizando al sol
Y cuyo brazo no puede
Con el peso de un pendón?
¿Qué valió que te ciñesen
De muros otro cordón,
Si ya tu antigua armadura
De torres te era, ¡oh dolor!
Ancha como su coraza
Al cadáver de un varón?

Alcudia, es sobrado débil
La voz de aqueste cantor
Que un día pisó tus muros
Y tu dolor compartió
Para que puedan sus rimas
Consolarte en tu aflicción.
Nada por ti puede hacer
Mas que ofrecerte una flor
En sus trobas, que aunque humilde
Será, cual éstas lo son,
Será una flor de consuelo
Por ser flor del corazón;
Pero sabe que á inflamarle
Del genio el sagrado ardor
Fuera, Alcudia, para ti
Su mas bella creación:

Mas sabe que á ser él hijo
De los que tu honor salvó
En tus murallas grabara
De su familia el blasón;
Mas sabe que á ser potente
En tu mas alto torreón
Escribiera en letras de oro
Tu hidalguía, y tu valor,
Y los nombres de los nobles
Que en su desnudez atroz
En cada hijo tuyo hallaron
Un héroe por defensor,
Y un escudo en tus murallas
Y una sombra en tu pendón,
Rica perla de Mallorca
A la que un emperador
Para que en valor creciera
En oro puro engastó,
Alcudia la musulmana
Que, bajo el mas puro sol,
Te agostas so un viento fétido
Cual en la arena una flor.
 

Agosto de 1845

Á la ermita de Miramar

Oh! be n'haje qui t'parí,
Soledat ditxosa en tot,
Defensa no coneguda,
Segur y regalat port.

Dr. Vicens Garcia.


Deport segur dels qui del mon las penas
Han vist filtrà en son cor de gota en gota;
Platxa hon descansan los qui ab velas plenas
Vers lo camí del cel fan llur derrota;
Sagrat dels qui romperen las cadenas
Ab que l'mon á son carro ns'agarrota,
Segona volta aqui en ton portal rústich
Vinch á aixugar mon front pel suhor mústich.

Benehit qui t'fundà en eixa montanya
Per dar alberch al home que aqui aporta
Y colrada la pell que l'suhor banya
Y de pols, blancas las sandalias porta;
Oh! ben'haje qui t'fiu de Dèu cabanya
Per dar al trist qui ve á trucar ta porta
A sos membres repòs, á son front ombra
Y al cor llagat de un sant altar la sombra

Vosaltres los qui lluny de aqueixa roca
Las tempestats correu á tota vela,
Plens de desmay y ab esperansa poca,
Puig no brilla en lo cel ninguna estela;
Los qui gastau ab alegria loca
En los festins del viurer la candela
Sens pensar que desprès de consumida
Podeu trobar de dol una altre vida.

Vosaltres qu'en lo front ab ruga llarga
Escrit portau quant pesa una diadema,
Y sabeu de la vida que es amarga
Y del ceptre sabeu que la ma crema;
Los qui rompéreu l'elm y forta adarga
Per defensar de orgull lo neci emblema
Y ni os queda una tenda hont reposarvos
Ni un resto de bandera ab que abrigarvos.

Los qui teniu de plors la cara plena,
Los del cor esqueixat per fletxa dura;
Los qui arrastrau de esclaus la vil cadena
O ais qui l'cap fa rodar s'alta estatura,
Los qui enrogireu combatent la arena
O Is'qui cobarts Ilensareu l'armadura,
Veniu; en eix alberch per cada llaga
Lo balsam trobareu ab que s'apaga.

Veniu; aqui hy ha d'aygua la cisterna
Hont apagar podreu la set que os mata;
L'arbre aqui hy ha de fullaraca eterna
Hont no se sent del sol la flama ingrata;
Aqui tenda l'soldat, aqui llanterna
Troba l'marí y l'pobre una llar grata,
Puig aqui lo mortal ab Deu habita
Y ó canta ó parla ab ell, resa ó medita.

Senyor, Senyor! so encara massa jove
Per fugir sens combatrer de la terra;
Sé que al qui mes amau voleu que probe
Ans que l'repos los rischs de dura guerra;
Sé que som com l'aucell que avans que trobe
Son niu un colp de vent lluny lo desterra;
Mes ay! si un jorn un niu deu abrigarme
Vulla Dèu l'alé vostre en eix llansarme.

Llansaume en aqueix niu bon vingué un dia
Ramon á celebrar vostras grandesas,
Cisne de una altre edat que ab sa armonía
L'estranya veu del bosch deixa sospesa;
Llansaume en aqueix port, hont, si podia
Salvarme del naufragi, en ma vellesa
Ma gayta al mon diria ab rimas novas
Vostres Cent noms que Lull canta en sas trobas.


Publicado el 2 de marzo de 2018 por Edu Robsy.
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