Afectos inesperados
Una mujer de una casa de compañía recibe habitualmente a un joven, al que le toma un sincero aprecio.
Afectos inesperados
Una mujer de una casa de compañía recibe habitualmente a un joven, al que le toma un sincero aprecio.
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Estos encuentros de Montes —poco más que un adolescente— con aquella mujer que se acercaba a los cuarenta años, les llenaban de asombro.
* * *
Hacía ya como dos años que Montes hacía estas visitas, en las que apenas hablaban a pesar de compartir cena y lecho.
Llegaba al anochecer y partía al despertar la mañana.
—No se pierda m’hijo —le decía ella al partir.
—Pierda cuidao —respondía él.
* * *
Esa mañana volvió. Hacía buen rato que había partido cuando ella le vio regresar.
—¿Qué pasa?
—Me olvidé —dijo él— , y le tendió la mano cerrada apretando dinero.
—Hágame el gusto —dijo ella—, váyase como vino... Así quedo más contenta
El obedeció. Taloneó. El caballo arrancó al galope.
Seguro él sospechó que ella seguía mirándole. Sin darse vuelta levantó el rebenque agitándolo en el aire y se estrelló en la luz saltada de golpe salvando los cerros.
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Publicado el 6 de abril de 2025 por Edu Robsy.
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