Enviar a Kindle «Capítulos que se le Olvidaron a Cervantes», de Juan Montalvo

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  Novela.
453 págs. / 13 horas, 12 minutos / 627 KB.
8 de mayo de 2023.


Fragmento de Capítulos que se le Olvidaron a Cervantes

La espada de Cervantes fue la risa: ved si la menea con vigor en el palenque adonde acude alto y garboso. Esa espada no es la de Bernardo: pincha y corta, deja en la herida un filtro mágico que la vuelve incurable, y se entra en su vaina de oro. La risa fue el arma predilecta del autor del Quijote, mas no la única: esta fábula inmortal tiene pasajes elevados que en ninguna manera desdicen de la índole de la composición, y refutan antes de propuesto el juicio que después había de formular un analizador, benemérito sin duda; es a saber, que en obras de ese género todo debe ir encaminando a la ironía burlesca y a la risa. Walter Scott, cuya autoridad en lo tocante a las letras humanas tiene fuerza de sanción, afirma, por el contrario, que si las obras de carácter serio rechazan por instinto la sátira graciosa y no dan cabida a la chispa maleante y placentera, las de costumbres, las en cierto modo familiares, admiten de buen modo lugares profundos y aun sublimes. Hay una persona ridícula en Homero; mas siendo perversa a un mismo tiempo, no punza el ánimo del lector con ese alfiler encantado que hace brotar la risa: ni los dioses ni los hombres perciben sal en la ridiculez del cojo Tersites, malo y feo. La ambición de los Atridas, el furor de Aquiles, los alaridos de Áyax desesperado; guerreros del cielo y de la tierra cruzando las espadas en batallas estupendas, hacen temblar montes y mares, no son cosas de reír. Todo serio, todo grande en Sófocles: la enseñanza de la tragedia es lúgubre: Electra es devota de la estatua de Niobe, porque nunca deja de llorar este sensible, apasionado mármol. A Fedra le está devorando el corazón un monstruo de mil formas: amor ilícito, incesto enfurecido, negra venganza, son tempestades en el pecho: los que las abrigan, maldicen, rugen y mueren, no están para reír. ¿Y cómo ha de reír Macbeth, cuando quisiera huir de sus propias manos que chorrean sangre? Banco no se ríe, porque las sombras nunca están alegres; Otelo no se ríe, porque abriga un demonio en las entrañas; Edipo no se ríe, porque sabe ya que ha matado a su padre, y se ha arrancado los ojos. La risa, pues, divinidad sutil que se cuela en todas partes, huye del cementerio, tiene miedo a los muertos; y ora en figura de amor, ora de celos, ora de venganza, las pasiones la acoquinan y le imponen silencio.


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