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Teatro, Drama.
8 págs. / 15 minutos / 162 KB.
30 de octubre de 2020.
Don Tristán, D. Ramón y Zulema. Doña Brianda entre bastidores
atisbando lo que pasa y asomando de vez en cuando la cabeza.
D. Ramón.
Solos ya, satisface mi deseo:
desembózate.
D. Tristán.
¡Mira!
D. Ramón.
¡Ay, Dios! ¡qué veo!
Don Tristán eres tú, mi amigo caro.
¿Por qué caso tan raro
te encontré solo en la tremenda lid,
más valiente que el Cid,
entre fieros paganos?
D. Tristán.
Yo me volvía a tierra de cristianos
después de estar en la imperial Granada,
de donde traigo a esta mujer robada.
Es mi dicha suprema,
es mi esposa, es mi bien,
es la hermosa Zulema,
hija mayor del rey Muley Hacen.
Contempla su hermosura.
(Don Tristán se dirige a Zulema, le quita el negro capuz y ella aparece
deslumbradora, con rico traje oriental, todo cuajado de oro y de piedras
preciosas.)
D. Ramón.
(Mirando a Zulema y como en éxtasis.)
¡Un sol en el zenit se me figura!
¿qué vas a hacer con tan sin par doncella?
D. Tristán.
Me casaré con ella
cuando esté en mi lugar y busque al cura,
que de antemano le dará el bautismo:
Ya una esclava católica
le enseñó el catecismo.
Ella está melancólica
porque deja a su padre y a su grey
en la maldita ley
del Profeta Mahoma,
que sin fallar los llevará al infierno.
D. Ramón.
Harto pesada broma
das tú entretanto al rey
con hacerte su yerno.
D. Tristán.
Déjate de discursos y razones.
D. Ramón.
Me callo, pues. Di tú lo que dispones.
D. Tristán.
Aquí pernoctar quiero
hasta que raye el matinal lucero.
Entonces prosiguiendo en mi camino
me volveré al castillo de D. Suero,
mi padre muy amado,
conduciendo a mi dueño idolatrado
sobre las ancas de mi fiel rocino.
Zulema.
¡Ah! sí, vámonos pronto, D. Tristán.
Temo que aún nos ocurra algún desmán.
D. Ramón.
No tema Vuestra Alteza,
que está segura en esta fortaleza.
Venid, pues, al mejor de mis salones
a descansar del hórrido combate,
y a lavaros también.
Después os servirán el chocolate,
con bollos de manteca, mojicones,
buñuelos y otras frutas de sartén. (Vanse.)