Este ebook gratuito del libro de Juan Valera «Un Poco de Crematística» en formato PDF se puede leer desde cualquier dispositivo: ordenadores, tablets y smartphones. PDF es el formato idóneo para leer desde el ordenador y para imprimir el texto en papel. Para leer en dispositivos con pantallas más pequeñas, se recomienda descargar el texto en alguno de los otros formatos disponibles.
Este texto está etiquetado como Ensayo.
Ensayo.
43 págs. / 1 hora, 16 minutos / 72 KB.
7 de abril de 2019.
Pues debió de tener juros reales,
cual descendiente de señores tales.
Bien se puede apostar que a nadie se le ocurriría, en nuestro siglo, disculpar a San José de haber sido carpintero, y suponer que tenía Treses o Billetes hipotecarios.
Ni por la nobleza de sangre se disculpaba la pobreza; antes el tener dinero ha sido en todos los siglos origen de hidalguía. Dineros son calidad, Más vale el din que el don, son refranes que corroboran mi aserto.
La profunda veneración que inspiran el dinero y quien le posee ha sido siempre idéntica. Lo que ha disminuido algo es el horror o el desprecio al pobre, y ciertas asechanzas de que el rico debía de verse, en lo antiguo, perpetuamente circundado. El hombre prudente y discreto tenía, no hace muchos años, en todas partes, y en el día tiene aún, en no pocas, que hacer, si puede, un gran misterio del estado de su hacienda, sobre todo si es o era muy rico o muy pobre: si es muy pobre, para que no le desprecien; y si es muy rico, para que no le roben o le maten. De aquí, de esta espantosa disyuntiva entre ser despreciado o amenazado de muerte, nació aquella sentencia de los moralistas, que hoy en los países cultos nos parece tan necia y tan absurda, de que lo que había que desear era una medianía de fortuna, a fin de vivir feliz y tranquilo, ni envidioso ni envidiado. Porque, a la verdad, si el dinero es un bien, mientras mayor sea el bien debe ser más apetecible, y no se concibe la aurea mediocritas, celebrada por Horacio y por todos los poetas de otros tiempos, sino recordando que el hombre acaudalado estaba de continuo expuesto a que le matasen o maltratasen para robarle, ya el emperador o el príncipe bajo cuyo imperio vivía, ya la plebe codiciosa. Y cuando a la riqueza no iba unido un alto grado de poder, era más constante el peligro, y casi imposible de conjurar. No creo yo que el odio profundo que tuvimos en la Edad Media a los judíos proviniese sólo de que eran el pueblo deicida, sino de que eran ricos. Las frecuentes matanzas de judíos que hubo en España acaso no hubieran llegado a realizarse, si los judíos hubieran tenido la prudencia de quedarse pobres. Algo parecido puede afirmarse de los frailes en estos últimos tiempos, luego que perdieron el poder y conservaron la riqueza, si bien el escándalo ha sido menor, porque la dulzura de las costumbres, la mayor abundancia de dinero y de bienestar, y el más concertado y político modo de vivir de los hombres, han disminuido el aborrecimiento de los que no tienen a los que tienen.