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Edición física «La Doncella y la Señora»
Las últimas palabras que pronunció, las dijo muy lentamente, y fueron: «Mira en… el… Mira en…» Y se murió.
… No, no, señora, yo no puedo decir que me diese cuenta. Quizás algunas chicas, sí. Pero, ya ve, sí, yo no tengo a nadie como no sea a mi señora. Mi madre murió tísica cuando yo tenía cuatro años, y yo viví con mi abuelo que tenía una peluquería. Me pasaba el día debajo de una mesa peinando a mi muñeca, supongo que copiaba lo que hacían los peluqueros. Siempre fueron muy simpáticos conmigo. Me preparaban pequeñas pelucas, de todos colores, y a la última moda. Y allí me sentaba todo el día, más quieta que un muerto, las dientas nunca se enteraban. Sólo de vez en cuando me atrevía a mirar por debajo del mantel.
… Pero un buen día me hice con una tijera y, créalo o no, señora, me corté el pelo; me lo corté a trocitos, quedé pelada como un mono. ¡Mi abuelo se puso furioso! Agarró las tenacillas, parece que le esté viendo ahora, me cogió una mano y me pellizcó los dedos con ellas. «¡Así aprenderás!», dijo. Me hizo una buena quemada. Todavía se me nota.
7 págs. / 12 minutos.
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Publicado el 8 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.
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