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—Pero hay frío, señor Calderón.
—Bien dice Lope. Procuremos orientarnos. Es decir, oriente ahora no se puede buscar, pero según lo que yo pude colegir cuando caímos, ya cerca de este globo, a la luz del Sol y antes de penetrar en las nubes de nieve, dentro de España estamos, y sobre altísimas montañas, y del mar no muy lejos; de modo que éstos deben de ser los Pirineos, y acaso los de mi tierra, porque yo, señores míos, siento un no sé qué de bienestar de que no me hablan vuestras mercedes.
—Natural me parece, insigne Jovellanos, que seáis vos, de tiempos de mejor brújula que los nuestros, quien nos deje barruntar en dónde estamos. Pero yo daría mi Buscón por una buscona que me hiciese topar ahora, no con la madre Venus, sino con su digno esposo Vulcano, para que me fabricase una cama donde dormir, menos fría que este suelo.
—Señores, yo vuelvo a mi Aristóteles, y digo...
—Teólogo, tenéis razón; seamos peripatéticos, discurramos con los pies, y a ver si a fuerza de discurrir probamos algo... algo caliente.
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Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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