Qué no, nos intrigue el futuro, pues lo tenemos presente y lo sembramos día a día desde el pasado. No lo estropeemos.
Manel Martin’s
Prólogo
Antes de empezar a escribir me preguntaba ¿qué era en realidad la ciencia ficción? y llegué a la conclusión que eran historias fantásticas o fantasiosas sobre el futuro, o al menos es lo que hacen en su mayoría los escritores de tal ciencia.
Esta es la segunda vez que escribo ficción de futuro, (como yo la llamo) pero no mezclo a la ciencia pura y dura en mi texto, ni la fantasía desbordada, podría llamarlo perfectamente “Ficción Realista”.
En fin se llame como se llame he querido reflejar lo que creo, que podía ocurrir en un futuro inmediato o no muy lejano. Como es obvio todos los protagonistas son ficticios e inexistentes.
Todo empezó con una pregunta que me hizo mi nieto ¿qué ocurriría si tuviéramos una cápsula del tiempo y pudiéramos despertar mil años más tarde? Pensé inmediatamente, que podría ser tras una guerra nuclear, elevada a escala mundial, tal vez con la inestimable ayuda de explosiones volcánicas, producidas como consecuencia de las explosiones termonucleares. Pero mientras escribía pensé ¿Cómo serán los animales del futuro y cuales se salvarán del apocalipsis? ¿Se encontraran supervivientes o desaparecerá la raza humana? ¿Qué ocurriría?
Habían muchas más preguntas y para contestarlas centré el relato en sitios conocidos de la península Ibérica y animales autóctonos. ¡Mi mundo actual!
En este caso, siempre nos suelen gustar más las aventuras en países lejanos o exóticos, que dejan soñar nuestra imaginación como algo lejano que no nos incumbe, pero en este relato espero que acepten, que lo centre en lugares más cercanos y conocidos por mí, no tan exóticos pero si más reales. Tal vez no coincidamos en el resultado, pero al menos puede que les dé en que pensar, o en el futuro no tan lejano que posiblemente nos aguarde.
El autor.
El despertar
La oscuridad lo envuelve todo ¿duermo? no lo sé me cuesta pensar ¿dónde estoy? no puedo abrir los ojos, no puedo moverme, “debo estar soñando” mi cuerpo es inmensamente pesado, no siento dolor, no sé qué ocurre, pero creo que estoy despierto; abriré los ojos, lo intento, no puedo abrirlos, ¡no puedo! mi conciencia parece que empieza a despertar de un profundo sueño ¡debo despertar! No sé si estoy dormido o estoy soñando, mi cuerpo no responde, tengo sueño “me dejaré llevar”. Me hundo en la nada. ¿Parece que mi cuerpo flota? ¡No! se apoya en algo tal vez una cama de hospital.
No consigo dormir, mi cuerpo sigue siendo pesado, hago esfuerzos por abrir los ojos; no se escucha nada, debo estar soñando o no lo entiendo. ¡No! siento un cosquilleo en mi brazo izquierdo pero sigo sin poder moverme.
¡Dios mío! ¿Qué me ocurre…? parece que alguien ha encendido la luz, la noto a través de mis cerrados y pesados párpados, noto más claridad. Estoy abriendo mis ojos, los parpados pesan como una losa, parecen secos; puedo ver luz, parece roja, pero mi cuerpo sigue igual de pesado, no puedo moverlo ¿qué me ocurre…? ¿Me hablan?
—Escuche, escuche, escuche por favor, mueva los párpados si me escucha y detectaré el movimiento.
—Alguien me habla oigo la voz, muevo los pesados párpados… apenas puedo, me cuesta, pero me están hablando. Todo parece como un sueño o...
“La voz” eso significa que alguien me socorre. Suena otra vez, no sueño.
—Preste atención. Por favor preste atención. Se está despertando de un largo letargo, en su brazo izquierdo tiene una cánula, por ella le entra el liquido que le ayuda a despertar. Le será retirada en breves momentos; su cuerpo irá despertando lentamente, no tenga prisa todo está correcto, no podrá incorporarse antes de veinte minutos, escuchará un sonido y reconocible, a continuación intente sentarse sobre la camilla. No se levante, debe intentar caminar a la segunda llamada. Puede padecer mareos o náuseas le aconsejo que siga sentado si eso ocurre y se levante solo cuando se encuentre con fuerzas suficientes, tenga paciencia le ayudamos. Dentro de una hora vendrán a recogerlos. Fin de la comunicación.
—No sé donde me encuentro ni qué ha sucedido, pero sigo sin poder moverme, será mejor que sigua las instrucciones. Han dicho “recogerlos” deben haber más personas conmigo.
Sigo tumbado sin moverme algo se ha soltado de mi brazo y ahora lo aprisiona, no sé que es pero noto un cosquilleo por todo mi cuerpo. Abro nuevamente los ojos y miro al frente pero solo veo… parece un cristal curvado y sucio que me cubre. Veo luces rojas a través de él; me duele cuando cierro los ojos, mis dedos hierven y algunos espasmos recorren mi cuerpo.
La cúpula que me cubre, se abre, corre hacia un lado, me encuentro en una sala o eso parece. Me pregunto si será un hospital. ¿Qué me habrá sucedido? ¿Tal vez un accidente? No lo recuerdo. Me duele al mover el cuello. Estoy entumecido.
Parece que todo ha pasado y una inmensa paz me invade, estoy cansado, agotado, descansaré…
He escuchado el zumbido de un despertador, la voz decía que podía incorporarme, intento mover mi cuerpo y parece que lo consigo, mis débiles brazos me ayudan y me incorporo, saco mis pies de la cama y me quedo sentado. Tengo un apósito en mi brazo izquierdo. ¡Cómo me duele el cuello! ¡Estoy muy delgado y no tengo heridas! Miraré a los lados
Dios mío la sala es inmensa, como una gran galería, hay otras personas intentando incorporarse, estoy débil y vuelvo a tumbarme. Pasa el tiempo y me incorporo de nuevo, dejaré caer mis piernas y seguiré sentado. El apósito en el brazo ¿quién lo ha puesto? Un hombre se ha caído, yace en el suelo, tal vez querría andar; seguiré las instrucciones de... parece que puedo mover los dedos de los pies. Se escucha un zumbido y una voz.
—Escuchen por favor, no tengan prisa su cuerpo está despertando de un largo letargo, intenten mover los dedos de los pies y las manos, para que su cuerpo despierte por completo, a continuación el resto de articulaciones “sin prisa” pronto les diremos que intenten caminar y ayuden a quienes todavía no lo hagan.
—Sigo las instrucciones, ahora sé que no estoy en un hospital tengo curiosidad, pero debo seguir las instrucciones, comprendo que mi cuerpo despierta, noto el cosquilleo, mi sangre corre por mis venas ¿Pero de qué despierto? ¿Qué ha ocurrido?
El zumbido del despertador suena de nuevo, debo ponerme en pie. Siento un leve mareo pero mis piernas me sujetan. El mareo va pasando y sigo en pie, intentaré dar unos pasos ¡Sí puedo! Pero me cuesta horrores moverme, todo mi cuerpo está entumecido. Intento ayudar a otras personas, todos deambulamos de un lado al otro intentando despertar nuestros cuerpos por completo. Hay dos urnas o camas a mi derecha que no se han abierto. En estos momentos no puedo contar a las personas, mi mente todavía no ha despertado ¿o sí? no lo sé… pero son muchas. No puedo contar el tiempo. Una pared corre hacia un lado y una cosa extraña entra, si… parece un robot con ruedas ha entrado por ella. Su cara es redonda y tiene un solo ojo, sus orejas parecen altavoces y tiene una rejilla muy tupida como boca, en su pecho hay una pantalla y sus brazos articulados se mueven con destreza, parece ser femenino… noto que mi cerebro empieza a funcionar, he conocido cosas. ¡Habla!
—Saludos, saludos, todos los que puedan andar deben seguirme, los que no puedan que se esperen sentados, vendrán a ayudarlos.
—¿Dónde vamos? – preguntó un señor y el robot contestó.
—Comer, beber, síganme.
Seguimos al robot como autómatas con la cabeza gacha y arrastrando los pies, nos lleva a dos salas, no cabemos todos en una. Sobre la mesa hay vasos con batidos y dos cápsulas a su lado, nos sentamos y mientras bebemos se abre una pantalla a cada lado, en ella aparece un rostro que empieza a hablar.
—Bienvenidos al comedor beban a sorbos pequeños y no tengan prisa, su metabolismo debe adaptarse a los alimentos, en dos días los podrán tomar sólidos, sobre todo ingieran las cápsulas son alimento y analgésicos, se sentirán mejor. Ustedes no son prisioneros y los robots están solo a su servicio para ayudarles. Les ruego y aconsejo que permanezcan unos días en el interior del centro, mientras sus cuerpos y mentes llegan a la plenitud de su estado anterior. Mientras tanto les iremos dirigiendo o informando hasta su total recuperación y reinserción al mundo exterior. Se abre un servicio de barbería para los hombres. Los Robots les ayudarán pero solo pueden ser útiles en el corte con tijeras; disponen de bolsas de aseo en sus taquillas. Las señoras esperaran a que despierten por completo, las peluqueras.
Notarán al llegar a sus taquilla que hay monos de color mostaza, estos pertenecen a la policía.
Para cualquier duda pueden preguntar a los robots que tienen a su servicio, ellos están programados para atenderlos y contestar a todas sus preguntas. “También sirven la mesa y la retiran”.
En todos los pasillos hay mapas o planos de las instalaciones, para que no se pierdan, si lo hacen y no entienden el plano consulten un robot. En estos momentos la sala donde se encontraban, está siendo transformada en una enfermería para su atención en caso necesario, al terminar de comer les llevarán a otras dos salas, las hemos dividido entre hombres y mujeres por diferenciar la higiene. Aunque ustedes pueden cambiar las normas si lo desean en unos días. Junto a ellas encontrarán el baño y las letrinas, les aconsejo ducharse antes de cambiarse el mono que llevan puesto y recordar el número de identificación, en el armario hallarán ropa de repuesto. Ahora supongo que querrán descansar en sus respectivas camas, su nombre estudios o cargo figura al pie de cada una de ellas, así como su número de identificación, por favor sujeten la tarjeta que encontrarán en ella al bolsillo superior de la ropa, es para su identificación por parte de los asistentes o robots; ahora les llevaran al dormitorio y dentro de dos horas los recogerán para dar un paseo por el interior y al mismo tiempo, aprovecharan el paseo para conocer algunas instalaciones. Al terminar serviremos la próxima comida, donde seguiré en contacto con ustedes y les iré informando. Muchas gracias.
Como corderos seguimos al robot, hay dos estancias con muchas camas, nadie hace preguntas, entramos en una, solo miramos al pie de la cama para encontrar nuestros nombres. Muchos no los recuerdan y los robots muestran sus datos y fotografía, en la pantalla que llevan al pecho. Yo recuerdo un nombre David y me quedo al pie de una cama “pone David” el robot dice. David Cobos Iparraguirre. Ingeniero electrónico Nº 003 perteneciente a la junta rectora. Y sigue su camino informando a otras personas. Junto a la cama hay un armario con mi nombre tiene la llave en la cerradura, lo abro contiene ropa, toallas y una botella con algo que debe ser… para lavarse. Decido ir al aseo, mi cabello y mi barba ha crecido.
Quiero seguir todas las instrucciones, hay algo en mi interior que me impulsa a hacerlo, intuyo que es bueno para mí. Mi pulso tiembla al cortarme el pelo y afeitarme. Al regresar me tumbo sobre la cama y entonces veo el enorme reloj de pared que marca las cinco, empiezo a conocer las cosas conforme mi cerebro toma conciencia, creo que hace un rato me dormí y cuando despierto. Las señoras pasan por la puerta de la sala tras un robot, otro que acaba de entrar, dice escuetamente.
—Síganme por favor es hora de paseo.
Miro el reloj son las seis y media, como todos sigo al robot durante al menos media hora, en la que pasamos tres veces frente al comedor y a la cuarta entramos en él; nuevamente batidos y las cápsulas, pero en esta ocasión son diferentes, los sabores parecen volver a mí, noto un sabor a fresa… fresa la recuerdo.
Estoy comprendiendo que mi cuerpo despierta y empiezo a entender las cosas. Nuevamente la pantalla se enciende aparece la cara y empieza a hablar.
—Todos ustedes han despertado de un largo letargo de varios siglos. Deben ser cien personas “si no han habido bajas”. No había sitio para más y todos ustedes se presentaron voluntarios. Si me siguen escuchando les iré dirigiendo hasta que se despierten sus mentes y ustedes decidan por sí mismos.
—Tengo próximo un robot y le pregunto, si han habido bajas, escuetamente responde.
—Una baja y una recuperada.
—Pienso que somos noventa y nueve. Me doy cuenta que cada vez razono más, muestra palpable de mi recuperación. Atiendo a la pantalla.
—Ustedes se encuentran en una cueva mixta, quiero decir natural y artificial, ampliada por nosotros. En el año dos mil treinta y tres tras unas fuertes lluvias y un derrumbe, apareció una cueva cerca de la población de La Alberca, provincia de Salamanca, de la misma se hizo cargo Patrimonio Nacional, se exploró y se comprobó la gran cantidad de galerías que contenía, su ubicación está bajo la llamada Peña de Francia. La falta de rocas calcáreas en la zona, hizo que no se produjeran estalactitas ni estalagmitas en exceso o en sus casos insignificantes, no era una cueva bonita y por lo tanto no se abrió al público, tal vez por miedo a derrumbes cerrándola. En el año dos mil cuarenta y uno fue adquirida junto al territorio colindante por Marcos Ortega y Vicente Roig, con la intención de construir un centro de investigación ecológica, se le llamó Futurmax, (Máxima investigación para el futuro) posteriormente su nombre cambió a Profutur para terminar llamándose Protur que al fin y al cabo quiere decir Proyecto de futuro.
Por entonces los hielos de la parte norte se habían derretido casi por completo y el mar subía amenazante, las tormentas se sucedían y con ellas las catástrofes, las huelgas eran diarias y el malestar creciente, el ejército se había unido a la policía para intentar dominar la barbarie, los saqueos y el independentismo, que pregonaban los falsos “nuevos profetas” como único medio de solucionar los problemas y las necesidades del pueblo, en realidad conseguían el efecto contrario.
Ya nada tenía valor y sobraba de todo, las fábricas habían saturado el mercado; con la bajada de las ventas, estas mismas fábricas cerraban y las personas quedaban sin trabajo, el caos y la basura se extendía por el planeta, el robo, la rapiña y los crímenes imperaban. El mercado global había desaparecido y cada cual aplicaba sus aranceles intentando salvarse. México se dividió en condados de Maras, sin gobierno. La nación italiana se dividió en tres ligas, norte, centro y sur, más tarde se independizó Sicilia de la liga sur y Escocia e Irlanda del norte hicieron lo propio con Reino Unido, la libra había caído a los pocos años de separarse de Europa y siguió cayendo bajo mínimos. Otros países comprendieron que solo la unión hacía la fuerza, Portugal ya unida por la comunidad europea, se unió por completo a España, ambos países necesitaban la unión para defender sus intereses y ganar peso dentro de la unión europea. Así Portugal se convirtió en una comunidad más. Con el convenio entre los dos países ambos cambiaron el nombre, dejaron de llamarse España y Portugal, para llamarse República Ibérica. Pues la Reina española había entregado el poder al pueblo, aunque seguía viviendo en el palacio Real (como algo anecdótico). El bloque Alemania, Francia e Iberia se mantenía firme, como residuo europeo, apoyándose en unión con Austria y suiza (unida en el dos mil treinta y cuatro).
Los Hackers se introdujeron en todos los departamentos oficiales y como consecuencia cayeron todas las bolsas; a los gobiernos no les quedó más remedio que utilizar métodos antiguos, pero más seguros que los ordenadores para comunicarse.
En Berlín se reunió un consejo de sabios de todas las nacionalidades. Debían salvar la tierra si querían salvar la raza humana. Sobre los hombres no encontraban soluciones, al menos a corto plazo, primaban los intereses sobre las necesidades, por lo que decidieron salvar cuanto antes el planeta. Las ideas de quien habían llamado “El escritor loco” no eran tan descabelladas ysaltaron a la palestra. Deberían inundar las partes más profundas del planeta, empezando por el Sahara con ello conseguirían varias ventajas, como enfriar el desierto, mientras quitaban agua al océano y evitaban la creación de tormentas de arena y como consecuencia, la posibilidad de reducir los tornados en el Atlántico o al menos reducir su fuerza. Después le seguiría la depresión de Yellowstone, Turfan en china, el mar Muerto y seguirían buscando depresiones, según el resultado obtenido. La primera depresión y la más grande sería la primera en inundar, el Sahara. Esperaban que a sus alrededores crecieran las plantas con la aportación de humedad.
Mientras los sabios buscaban soluciones los dirigentes de las naciones más poderosas del “Pacto de Nevada” encabezadas por Estados Unidos, Canadá, Australia y últimamente Rusia, la cual tras la anexión de Ucrania y el fracaso ante Finlandia, con la muerte del dictador Putin y la llegada al poder de Aleixei Morevied mucho menos belicoso y conservador . Decidieron no intervenir en los demás países físicamente y dejar que la población mundial con sus guerras decreciera, eliminándose mutuamente, como ocurría en el centro y sur de América latina. Con algunos países árabes acordaron, que solo les servirían armas, “no nucleares” para menguar la población mientras se exterminaban entre ellos y así decidir un nuevo orden mundial. Estados Unidos estaba dominado por los Evangelistas, los cuales tenían el poder de poner o quitar a los presidentes con sus votos.
Así las cosas Europa intentaba sobrevivir reducida a siete países. Muchos habían abandonado la unión creyendo que era la solución y se habían hundido y dividido como Italia o Grecia. La tensión entre las dos coreas se había decidido en una guerra relámpago que había destruido las dos naciones en pocos días.
Japón y China se amenazaban mutuamente, culpándose de sus desdichas y del hundimiento de sus economías, los chinos seguían queriendo recuperar Taiwán, a la que protegía Japón, lo mismo ocurría con Israel e Irán, era cuestión de tiempo que se aniquilaran mutuamente, como ya había sucedido con las dos Coreas. Solo necesitaban que algún loco dictador o religioso apretara el botón nuclear.
Hasta aquí hemos llegado hoy – dice la voz. — El día ha sido intenso para ustedes y deben descansar.
La pantalla se apaga y me dirijo al robot.— Puedes mostrarme algo más.
—003 señor David, ¡sí! usted es del consejo dígame, aunque debería descansar, no está recuperado.
—Llévame donde estábamos esta mañana antes de despertar.
El robot empieza a moverse y yo lo sigo, mientras otros se van a la habitación, dos hombres nos siguen al robot y a mí. Al llegar dice — ponga su mano sobre la pantalla y se abrirá la puerta.
Sigo sus instrucciones y la puerta se abre, como había escuchado, la sala se ha convertido en un hospital con dos salas separadas y con dos quirófanos, a mi derecha veo una puerta y entro; hay unas diez camas y vuelvo a preguntar.— ¿El resto de la sala?
—Se está terminando, próxima sala de congresos.
—Quiero verla. Salimos de la estancia, pues ya no comunica con el resto, la gran sala ha sido dividida, seguimos por el pasillo y encuentro otra puerta, pongo la mano sobre la pantalla y se abre. Dos Robots recogen las urnas o camas y las apilan al fondo, Gritó ¡parad! Y los robots obedecen me dirijo a las urnas que siguen en su sitio las observo antes de que las retiren, así puedo ver los líquidos que nos inyectaban y los automatismos, mi mente quiere recordar y llegan fogonazos a ella, me fijo en los dos hombres que me han seguido. Hacen lo mismo que yo, uno de ellos pregunta escuetamente al robot.
—¿Laboratorio?
—Si síganme.
—No espera, queremos descansar pero antes ¿puedes llevar los frascos que te señale al laboratorio?
—Si 006 doctor Pol Wilmar Fernández
El otro hombre pregunta — ¿esta será la sala de congresos o reuniones?
—Sí de congresos, mucha gente, 024 Jefe de mecánicos, Simón de Marsán y Chou.
—Pregunto — ¿qué ha ocurrido con las urnas que no se han abierto?
—Señora recuperada, señor no.
—¿Qué han hecho con el señor?
—Reciclado, enterrado, vuelve con su madre…
—Vale, vale entiendo. Llévanos al dormitorio y vosotros seguid trabajando – digo a los otros robots. Entramos en las habitaciones y los hombres que me han acompañado se presentan.
—Me llamo Simón no sé nada más, pero tengo curiosidad por saber quién soy y qué hacemos aquí.
—Yo soy Pol y al ver los líquidos… creo que se algo de química aunque no estoy completamente seguro o despierto, mi cabeza tiene un leve mareo.
—Lo entiendo – contestó — me ocurre como a ustedes deseaba ver donde he estado todo el tiempo, no obstante creo que debemos seguir las normas y dejar que nuestro cuerpo y mente responda.
—Estoy de acuerdo descansemos — contesta Pol y los dos se van a sus camas. Encuentro un diario vacío en mi armario y empiezo a escribir, quiero acordarme de todo cuando me recupere ¡Oh! Estoy escribiendo.
Segundo día
No sé cuánto tiempo duermo; mi vejiga está llena y salgo a las letrinas, unas luces rojas en el suelo marcan el pasillo central. Otros dos hombres salen de ellas con pasos inseguros. Al terminar vuelvo a la cama; no tardo en escuchar el zumbido y una voz dice.
—Las ocho quien lo desee puede pasar al comedor. Yo cojo la toalla y me dirijo al aseo, cuando llego al comedor está más de medio ocupado, veo un hueco y me siento sin mirar quien está a mi alrededor, solo miro a la mesa, el batido ha sido sustituido por leche y hay unas barras de pan o bizcocho, no sé que es pero se deshace en la boca, unos robots pasan ofreciendo más, mientras otros retiran los recipientes consumidos. En ese momento caigo en el color de los mismos, estos son blancos, el que nos había atendido era verde y los que retiraban las urnas Azules. Hablo con un robot y le pregunto por los colores, así me informo que según el color tienen una función, los verdes son los que más información tienen y son los encargados de atendernos, levanto los ojos de la mesa y leo en la tarjeta que tengo enfrente — 001 – Directora, Ainoa Alfonso Márquez. Miro alrededor de la mesa y me percato que todas son señoras. Miro la que está a mi lado, creo conocerla pero…no… miro la que está a la izquierda de la directora —0021 – Programadora Carla Sastre Centelles. De momento a mi mente viene un fogonazo. Y me veo indicando a Carla donde debía incrustar la tarjeta de memoria en un robot. La imagen desaparece pero me da que pensar, ahora estoy seguro que algo tengo que ver con lo que ocurre y ello me aconseja, que debo seguir las instrucciones del programa y de los robots.
A partir de este momento dejo de leer los apellidos y me centro en los nombres y puestos de trabajo, por ellos debo reconocer a las personas.
Una voz nos comunica que podemos pasar a la sala de asambleas. La señora que está frente a mí, es ayudada por Carla a levantarse, inmediatamente me ofrezco a ayudar — ¿Qué le ocurre?
—Fue la última en despertar – contesta Carla escuetamente.
El robot espera en la puerta y le seguimos. Yo sujeto de un brazo a Ainoa y Carla del otro. La sala está terminada y llena de sillas plegables. Procuramos acercarnos a la pantalla, para no perder información. Al verme Pol y Simón se sientan junto a nosotros. Compruebo que todos nos mirábamos unos a otros como quien quiere reconocer al vecino.
La pantalla se ilumina y la cara vuelve a aparecer pero esta vez combinada con fotos y paisajes. Comienza a hablar:
Sus mentes todavía no deben estar despiertas por completo, hoy empezarán a sentir que conocen a alguien pero no sabrán por qué; es natural y les aseguro que todos se conocen y se han visto, esta fase se hará palpable Mañana, en muchos de ustedes y empezaran a recordar cada vez más.
—Ayer les explique cómo funcionaba el mundo, en el momento en que se decidió llevar a cabo el proyecto Protur, nombre que todos llevan impreso en la ropa. Con el tiempo recordarán todo cuanto les conté ayer. Seguiremos la narración.
Nuestros benefactores, viendo el futuro que podía esperar a nuestro planeta y con ello a la raza humana, decidieron llevar a cabo el proyecto “Protur” con la única intención de que no desapareciera la humanidad, ustedes fueron los elegidos. Durante seis años muchos de ustedes trabajaron en este centro y cuando explotó la bomba que produjo el cierre digital y todo tipo de ordenadores, tablet o móvil dejó de funcionar ustedes ocuparon sus puestos y se clausuró el centro, las puertas metálicas se cerraron y una explosión controlada tapó con rocas y tierra la entrada. Nuestros aparatos electrónicos no disponen de conexión al exterior y por lo tanto no pudieron ser destruidos. Todo nuestro sistema es independiente y de bajo consumo. Pilas de átomos producen antimateria, como nuestra principal fuente de energía, acumuladores de plasma y fusión con gel de magnetita son la reserva y por último disponemos de una corriente de agua subterránea que utilizamos con el sistema más antiguo para producir electricidad “la dinamo”. Era difícil que todos nuestros sistemas de producción energética se inutilizaran y no pudiésemos disponer del mínimo consumo para pasar varios siglos en nuestras urnas. Solo necesitábamos un mínimo de energía si fallaba algún sistema. En fin lo recordarán en breve y tendrán que revisarlo inmediatamente. Recuerden que lleva casi un milenio funcionando.
Entre ustedes eligieron una dirección de veinticinco personas, a las que ahora corresponderá dirigirles, la elección fue libre y democrática. Hoy son las personas que tienen los números del uno al veinticinco. A ellos corresponde reunirse en la sala de correspondiente y tomar decisiones, en dos días deberán hacerlo “si no fallan los cálculos” y decidirán el futuro inmediato. Ahora es conveniente que hablen entre ustedes y recuerden; pregúntense los unos a los otros y recorran la base sin tocar nada, deben reconocer el entorno y familiarizarse con él. Los robots verdes disponen de toda la información necesaria. Entre ustedes hay cocineros, panaderos, mecánicos, agricultores, médicos, abogados, ingenieros, etc. Los robots blancos son los indicados para ustedes. Hemos cultivado gran cantidad de hongos diversos, de donde sacamos harina, batidos y otros productos. En esta sala disponen de películas y reportajes; está claro que son de la época en que cerramos. Les ruego que no toquen nada hasta que su cerebro se recupere por completo, seguiremos informando gracias.
La emisión se cierra pero los asistentes empezamos a mirarnos unos a otros, muchos señalan a una persona. Es la misma que ha grabado los mensajes y cuyo rostro sale en la pantalla, pronto comprendemos que está con nosotros y no recuerda haberlos grabado, leí su tarjeta. 026 Periodista y locutor – Carles Ramón Aucejo. Inmediatamente dedujo que no pertenece a la dirección. Ayudo a levantarse a la directora y la acompaño dando unas vueltas para que camine e haga circular la sangre, no tardamos en escuchar el zumbido que anuncia la comida del mediodía. Sobre las mesas veo zumo y una sopa de champiñón con las correspondientes capsulas, algo parecido o con el mismo sabor, nos sirvieron para la cena.
Las personas se reparten y empiezan a saludar o preguntarse unos a otros, los robots verdes no dan abasto a contestar preguntas, los blancos ayudan, me doy cuenta que hay cinco de cada color y solo tres colores los azules solo trabajan. Yo por mi parte miro las caras y leo los nombres, en realidad no sé que busco, tal vez los veinticinco números que formaban el consejo. De momento leo 025 Ingeniero electrónico – Pilar Lozano Sacramento; levanto la vista yo también era Ingeniero igual que ella. Miro su rostro intentando recordar, pero nada viene a mi mente, ella también me mira fijamente, no sé qué hacer ,por fin digo — debemos conocernos soy David.
—Yo Pilar no puedo recordar.
Le ofrezco mi mano que ella estrecha mientras le digo.— No importa no tardaremos en recordar.
—Eso espero, gracias.
Parece que todos se alegran cuando hablan con alguien, mientras tanto yo noto que mis piernas se fortalecen y mi cuerpo responde a mis estímulos, ya no camino encogido, las mujeres y los hombres caminan juntos y se mezclan en el comedor solo al acostarse cada uno ocupa la cama adjudicada.
Tras cenar me dirijo a darme una refrescante ducha parece que me anima, apenas entró en el baño veo salir a un hombre, me quedo mirándolo, no va vestido y por lo tanto no lleva tarjeta; sin darme cuenta exclamó en voz baja “Rubén” el me mira y mueve la cabeza afirmativamente sorprendido, sonríe y se va, mi alegría es inmensa he reconocido a una persona sin identificación, mientras me ducho sigo pensando en el; recuerdo que era bioquímico discípulo de don Ricardo Ochoa Silvestre. Entonces caigo en la cuenta que no hay ningún hombre o mujer maduro, tampoco hay niños. No está don Ricardo.
Esta noche o lo que hemos tomado como noche, (pues no veo más que tenue luz artificial), la paso inquieto, a mi mente llegan fogonazos de mi vida, tan pronto me veo montando algunas partes electrónicas, como a continuación diseño planos o reviso el trabajo. Trabajo que no entiendo, muchos rostros pasan por mi mente, en uno de los fogonazos veo una señora de piel canela que me sonríe en el gimnasio, noto algo especial al mirarla; sigo durmiendo y recordando.
Nuevamente me levanto para ir al aseo y al cruzarme con otro hombre, esté me reconoce.
—¡Don David!
Miro su rostro achinado y pregunto — ¿Nico?
—Sí Nico el compañero de Leire – contesta.
—Si te recuerdo.
Mientras se va me doy cuenta, la chica que había visto en sueños en el gimnasio y me había sonreído era Leire mi novia o amante, policía y jefa de seguridad.
Tercer día
He decidido escribir todas las noches y escribir como me ha ido el día, al pensar como lo hago entiendo, lo hago en el presente inmediato y así lo reflejare.
Leire no se aparta de mi mente.
Llaman para el desayuno, al entrar en el comedor la buscaré, no encontrándola me siento a desayunar y sin llegar a tocar el vaso, la veo entrar por la puerta, me levanto y me pongo frente de ella, me mira y dice suavemente.
—Te conozco tú... eres tu…
No puede seguir nos abrazamos como si hubiéramos estado separados una eternidad y en realidad así es. Al fondo vemos una mesa desierta y allí nos dirigimos sin darnos cuenta que otras personas nos siguen. La mesa se llena y empezamos a reconocernos; todos éramos amigos y habíamos trabajado en el proyecto.
La pantalla se ilumina y el periodista empieza a hablar.
Buenos días, hoy es el tercer día despiertos, muchos habréis
empezado a recordar si los cálculos del doctor Jefferson Nº 010 son
correctos. Aunque no llegareis a la plenitud de ideas hasta dentro de
dos días mientras tanto seguiré dando explicaciones.
Habrán notado que sus edades oscilan entre los veinticinco y los treinta y siete años. Es altamente comprensible, pues no sabemos que podemos encontrar en el exterior y tal vez sean ustedes quienes tengan que repoblar el mundo. Si todo ha resultado como creemos, solo ustedes saben que existen y espero que las cámaras instaladas en el exterior puedan echar algo de luz sobre lo que ha ocurrido con el planeta, en nuestra ausencia. Siempre hay un antes y un después, creemos la nueva vida en nuestro mundo, empezará cuando ustedes habrán la puerta y retiren las piedras que de seguro la bloquean. Todo lo anterior será historia antigua los escritores o periodistas tendrán que escribir sus crónicas para nuestros descendientes y es mejor que empiecen por el día uno, aunque en realidad ustedes saldrán a la luz el dos de Abril. En la sala de mandos hay un calendario atómico que les informará del tiempo exacto que han estado aletargados. Ahora solo puedo aconsejarles que hablen entre ustedes y así será como recordarán con más rapidez.
Miro a mi alrededor, se ha creado un grupo, pero el número más bajo es el mío, aunque todos pertenecen al consejo menos el periodista.
Leire mira como yo y se decide a hablar.— Todos menos Carles, pertenecemos al consejo, sabemos que hay una baja de nuestro vicerrector 02, el 026 es el periodista que habla y nos informa por lo tanto debe estar bien informado ¿Qué os parece si ocupa su plaza? Como he dicho, lleva el número veintiséis y creo que le corresponde.
Nos miramos y aceptamos aunque solo somos ocho. Me dirigo a él.
—¿Sabes que más nos vas a contar?
—No, estoy como vosotros, voy recordando poco a poco.
Yo creo que deberíamos reunirnos la directiva y dialogar entre nosotros, tal vez así podamos recordar mejor – dice el 010.
—Tomo la palabra.— No sé a qué nivel estamos pero somos capaces de razonar, según ha dicho Carles tenemos grabaciones del exterior y tal vez deberíamos verlas, pero antes hay que reunir a toda la directiva.
Los asistentes aprueban la idea y pregunto a un robot donde se reúne la dirección y si allí se puede ver el resultado de las cámaras exteriores. Ante su respuesta afirmativa lo mando a buscar al resto de los directivos y que otro robot nos acompañe a la sala. No tarda en entrar otro robot y lo seguimos hasta una sala con una gran mesa ovalada, los números están grabados en la mesa y cada cual ocupa su lugar, otras personas siguen entrando en ella cuando veo entrar a la directora, parece restablecida y ocupa su lugar sin buscar, prueba fehaciente que lo ha recordado da la sensación que todos conocen su sitio, solo Carles duda y buscó el dos frente a mí. Ainoa lo mira, posiblemente encuentra algo anormal, Leire se apresura a decir.
Señora directora el señor Brayans no ha pasado la prueba y Carles ocupa su lugar.
Ainoa toma la palabra.— ¿Alguien sabe por qué nos reunimos?
Yo contesto — seguimos los consejos de la pantalla en este caso de Carles. Dice que debemos reunirnos y dialogar, algunos tenemos curiosidad por saber qué ha sucedido con nuestro planeta en estos siglos pasados y queremos ver las grabaciones obtenidas.
—En ese caso ¿Cómo las vemos? – pregunta Ainoa.
—El robot tiene la respuesta – contesto.
—Pues adelante.
No hace falta nada más, el robot pulsa un botón y el panel que tengo frente a mí se ilumina, tras unos segundos una luz verde parpadea y el robot la pulsa. Empiezan a salir sobre la mesa hologramas. Entiendo que solo tres o cuatro pertenecen a un día y pasan veloces, según lo que veo; salía el sol, llovía, habían tormentas, nevaba y volvía a salir el sol. Unos minutos más tarde (seguramente equivalentes más o menos a uno o dos años en tiempo real) una luz cegadora lo inunda todo (posiblemente una explosión nuclear) seguida de tormentas de arena, las nubes cubrían el cielo y paulatinamente bajaba la intensidad de la luz, cuando podían verse las nubes cambiaban de color desde el amarillo al rojo para poco a poco llegar al negro, parecía que se había hecho la oscuridad pasan unos largos minutos y poco a poco empieza a clarear, pero las nubes son de color mostaza y con poca visibilidad, la lluvia levantaba nubes o niebla, alguien comentó.— Lluvia ácida – y seguimos mirando, los objetivos de las cámaras cada vez debían estar más sucios o habían sido afectados por la lluvia ácida. Yo recuerdo como en una visión que las habíamos protegido y pienso que tal vez no había sido suficiente; de pronto parecía que se empezaba a ver algo era lluvia pero esta vez no levantaba niebla más bien limpiaba. Volvimos a ver niebla pero gris, no amarillenta y a ver nevar hasta cubrir la cámara, tras bajar la nieve vimos los primeros y tímidos rayos de sol. Pero las imágenes no eran limpias dimos por sentado que la lluvia ácida las había dañado en dos horas terminó la grabación, las cámaras apenas filmaban unas manchas negras. Comprendemos que faltan al menos doscientos o más años por filmar. Un señor llama la atención sobre las cantidades que salen en una pequeña pantalla. Miro su tarjeta, 015 Matemático Alexei Boroni. Y sigue diciendo.
—Miren esa pequeña pantalla, es un reloj y si no está equivocado hoy es veintinueve de Marzo del año tres mil, señores hemos dormido aletargados durante 950 años casi un milenio, y teniendo en cuenta que debemos salir al exterior el dos de Abril, serán 950 años más cinco días exactos en el interior de esta base.
Cuanto más se habla, a mi cabeza acuden más y más ideas y recuerdo la fecha del dos de abril como el día que tenemos que regresar al mundo. El doctor Jefferson dice.
—Recuerdo como en sueños, que el uno de marzo las máquinas debían empezar a cambiar los fluidos y así prepararnos para despertar. Me acaba de llegar a la mente, o sea han tardado veintisiete días en despertarnos por completo o en recuperar nuestros cuerpos.
La directora levanta la mano y todos callamos.
—Por lo visto y según reza en mi tarjeta soy la directora, pero llevo retraso respecto a algunos de ustedes, el vice… bien no está y el tres lo lleva usted, de momento… le cedo el mando.
—Perdone señora Ainoa – dijo Leire — yo la recuerdo usted es jueza y por lo tanto la encargada de dirigirnos para no volver a caer de nuevo en la barbarie, para ello dispone de la policía y de nuestro apoyo, pero yo en este momento creo que cada uno de nosotros debe empezar a familiarizarse con su trabajo y reagrupar a su equipo.
Yo tomo el relevo — con ello creo que avanzaremos en la recuperación de nuestras mentes, sobre todo cuando estemos en nuestro puesto de trabajo, que al fin debe ser nuestra primera meta.
La directora se mantiene unos segundos callada mira a los asistentes y por fin dice.— Quien esté de acuerdo que levante la mano.
La contestación es unánime y Cortese añade.
—Deberíamos reunirnos todas las tardes a la misma hora.
La idea es aceptada por unanimidad y termina la reunión.
Los robots se ocupan tras la comida de juntar los grupos y llevarlos a sus destinos, yo dispongo de cuatro ayudantes y una sala convertida en taller electrónico. En un costado ordenadores e impresoras para imprimir los circuitos; ordenado en un gran estante el repuesto prefabricado para simplemente cambiar módulos. Mi segundo de abordo era y es Pilar y en un cuarto contiguo están los electricistas, la siguiente puerta, los mecánicos, ellos se encargaban de todo lo que no fuera electrónico.
La tarde la pasamos cada uno en su departamento o lugar de trabajo.
Leire dispone de diez personas y la ayuda de los robots (en caso de necesidad). El puesto de guardia es el sitio más próximo a la puerta y ella solo depende de la directora. Su sorpresa es mayúscula cuando revisa el armamento. No hay pistolas ni otro tipo de armas de fuego, solo cuchillos de campaña y porras eléctricas. Extintores, botes de humo, botellas de oxígeno, hilo de pesca, macutos o bolsas, kits de botiquín y supervivencia cuerdas y aparejos de escalada etc.
Comprobamos que en todos los departamentos hay cosas inservibles u oxidadas. Los cocineros descubren que sólo comemos diferentes tipos de hongos y que una especie de ellos, tras secarlos los convierten en fina harina y más tarde en leche. También los doctores con Soraya al frente organizan su clínica y dialogan a lo largo de la tarde. Llega la hora de cenar y compruebo que las mesas se forman por equipos, me alegro sobremanera y lo asimilo como un gran triunfo.
La pantalla se ilumina y aparece nuevamente el rostro de Carles.
—Buenas noches mañana deberán reunirse los grupos de trabajo, hay que comprobar las cargas de energía y cargar o reparar lo que haga falta. Comprobar la excavadora que está en la entrada y engrasarla, para utilizarla al día siguiente. Según predijeron mañana empezarán a estar casi recuperados por completo. Espero que no fallen por mi bien y el de ustedes, la dirección debe reunirse y tomar las medidas pertinentes; el resto en la sala de congresos puede visualizar lo que ha ocurrido durante el letargo.
Pilar me dice. ¿Hemos pasado la grabación a la sala de congresos?
—Si ya lo he hecho y los robots tienen la orden de divulgarlo, Pilar debo decirte que ellos son creación nuestra.
Pilar miró al robot más cercano y me parece que lo mira con dulzura, como una madre a un hijo – sigo.
—También debo informarte de que la programación fue llevada a cabo por el equipo de Carla. Esta me escucha y su rostro cambia –sonríe — según ella empieza a recordar pequeños detalles.
En realidad hoy hemos adelantado al calendario fijado.
—Miro a Leire y nos levantamos de la mesa, Leire se viene conmigo, una atracción muy fuerte nos une. Paseamos por los pasillos y nos miramos sonriendo, nuestras manos se buscan. Su ropa es diferente a la mía pero le sienta bien. Hablamos sobre lo sucedido durante el día, antes de irnos cada uno a su dormitorio.
Abro la taquilla y escribo, me doy cuenta que empiezo a pensar en pasado y escribo en presente, pienso que es mejor así y sigo. De todas maneras no importa, escribo desde el primer día que abrí la taquilla.
Cuarto día
Cuando me dirijo al comedor en busca del desayuno, Carles me aborda.
—¿Vas al comedor?
—Sí debemos seguir las normas, necesitamos fortalecernos y recuperarnos por completo. ¿Qué ocurre?
—No sé cual es mi sitio ni lo que debo hacer aquí no tengo una emisora o un periódico.
—Espera volvamos. Lo llevo a mi taquilla y la abro, en ella se halla el diario que escribo y que posiblemente, lo dejara yo anteriormente envuelto y dentro de una caja.
—Toma aquí he escrito la crónica o mis vivencias desde que nos despertamos, creo que tú debes continuar, habla con un robot verde y dile que te prepare un lugar donde puedas escribir e informar por el altavoz, seguramente debes tener un ayudante aunque no lo sepas. Ahora volvamos al comedor.
David pasa el diario a Carles.
Soy Carles 026, David 003 me ha cedido su diario, yo seré quien escriba a partir de hoy.
Entramos en el comedor algunas personas ya han terminado y salen, al fondo vemos a Leire y Pilar con la directora, les acompañan Cortese 007 anteriormente fue Paracaidista, alpinista etc. y cambió a aventurero. Tania 008 era gimnasta y se inscribió al programa espacial para viajar a Marte, no llegó a ir pero no tiene miedo a nada. Nos sentamos con ellos.
—Buenos días; David se sienta frente a Leire y le sonríe (no hay sitio a su lado) Leire es la primera en Hablar.
—Ayer revisamos nuestro retén y no encontramos ni una sola arma de fuego con que defendernos, solo Cuchillos de campaña y porras eléctricas sin batería, no hay una sola batería ni tan solo para las linternas. Yo respondí.
—Por mi parte todavía no se si tengo una habitación disponible para mí, preguntaré a los robots.
Ainoa bajó la vista mientras decía.— recuerdo tener un libro con todas las preferencias. ¡Sí! y unas cámaras completamente herméticas.
—Sí es fácil entender – dijo David – si concebimos el proyecto debimos prevenir las necesidades que tendríamos, debemos tener soluciones para todo y la respuesta la tienen los robots verdes.
—No veo ninguno por aquí – contestó Pilar.
—Deben estar recargando baterías, también ellos necesitan energía. Vamos en busca de uno.
Salimos todos del comedor y no tardamos en encontrarnos con uno. La directora le dijo.
—Llévanos donde están las cámaras herméticas.
Seguimos al robot, un pasillo por el que no habíamos pasado estaba lleno de puertas.
—¿Esto como se abre? – preguntó Ainoa.
—Ponga su mano sobre la pantalla – contestó David añadiendo.— Todos los miembros de la directiva tienen licencia para abrir todas las puertas. El resto de las personas las que les corresponden por su trabajo o sitios comunes.
La puerta se abrió y le siguieron otras, en ellas encontramos materiales para fabricar pilas o acumuladores, tarros vacíos para guardar comida o… una biblioteca, Cámaras, radios antiguas de FM que no necesitaban satélites para funcionar, en fin había de todo. La Directora encontró su ordenador con la batería quitada y un bloc a su lado, por mi parte entendí que era todo lo que necesitaba de momento.
David y Cortese se quedaron mirando, no podían perder tiempo. Córtese se dirigió a Ainoa, miremos el diario, vamos a la sala de reuniones.
Así lo hicimos y Ainoa abrió sus apuntes, pronto nos comunicó que la preferencia era revisar las instalaciones. Pero sobre todo lo referente a la obtención de energía, no podíamos permitirnos un apagón. A continuación había anotada una larga lista de tareas antes de abordar la salida.
Un gran signo de interrogación custodiaba la palabra salida. En realidad nadie podía imaginarse lo que encontraríamos. David reaccionó.
—Hay muchas cosas guardadas en las cámaras y todas son necesarias para los correspondientes equipos. Muchos de ellos no sabrán qué hacer, hemos recuperado una gran cantidad de memoria. En realidad no tenemos prisa pero creo que debemos movernos sin pausa.
A continuación le pidió al robot que le mostrará la lista de supervivientes. Este se acercó a un interruptor y al accionarlo se iluminó una gran pantalla a continuación tecleó sobre el escritorio que tenía debajo y la lista apreció. Todos se quedaron mirando, con un simple movimiento de la mano la lista subía y bajaba.
—Sí, mirad 016 Albert él se encargaba de todo tipo de acumuladores, me cambió la pila de botón de mi reloj de pulsera en varias ocasiones. Debemos llamarlo, él y su equipo nos pueden proveer de todo tipo de pilas y acumuladores. Debe haber un sistema de altavoces en el centro.
El robot pulsó un interruptor y me ofreció un micro, sabía que yo era el encargado ¿o lo habría aprendido al verme en la pantalla? No lo sé... pero cogí el micro y fui llamando a todos los jefes de equipo. Conforme acudían les informábamos de su trabajo y equipo, cada uno empezó a reunir su equipo y se iban a cumplir con su tarea, por fin todos y cada uno eran conscientes de lo que se esperaba de ellos.
A los allí reunidos nos daba la sensación de que todos habían recuperado gran parte de su conciencia o memória. Cuando salimos después de intercambiar opiniones; realizaban sus tareas con ayuda de algunos robots.
Por mi parte recordé una pequeña habitación y me fui en su busca. ¡Sí! la había encontrado mi antigua habitación y emisora, allí disponía de una cama, la mesa o escritorio y todo lo necesario para emitir; aunque había falta de sitio mande a los robots que limpiaran y esa noche dormí en mi cama.
David había marcado en el diario, nuestro despertar por días yo decidí no marcar más que lo justo, éramos noventa y nueve personas y habría mucho que escribir, sin darme cuenta me había convertido en el cronista de la nueva historia. Aunque nadie se atrevía a hablar de futuro y sin decirse nada unos a otros, se intuía que no podían dejar de pensar en lo que encontrarían al abrir la puerta sus semblantes lo denotaban y algunos con los que hablé opinaban, que si tenían que vivir confinados en el interior hubiera sido mejor no despertar, antes que vivir en una prisión. Encontré a mi ayudante “Rufina” y ella me confirmó que no quería ser madre si sus hijos no podían salir al exterior. Todo el proyecto podría ser estéril e inútil o tal vez el mundo no hubiera desaparecido y nos tomaran por idiotas, realmente ¿qué encontraríamos? Tal vez era la pregunta que nos hacíamos todos.
Decidí salir y comprobar cómo iban los trabajos en la excavadora. Pronto pude comprobar, cómo sacaban aceite de los pistones. Pregunté y me dijeron que todo el motor estaba lleno de aceite sintetico, para su conservación, el cual debían vaciar para posteriormente, rellenar solo el del cigüeñal o aceite del cárter y la valvulina del cambio, cambiando el de los pistones hidráulicos, también debían engrasar las articulaciones o partes donde hacía falta. Me di cuenta que los bidones que había a su lado eran de combustible.
La sala de reuniones estaba cerca y decidí hacer una visita, en ella había dos grupos de trabajo, uno con la directora y otro con Cortese. Cuatro policías con Nico al frente como sargento, atendían las explicaciones de Ainoa, organizando el interior. Mientras Cortese, Leire, Tania, Soraya, Pol y Ronald formaban otro grupo. Ellos discutían sobre cómo afrontar la salida al exterior, si con un solo grupo o con varios. En realidad no sabía nadie que se encontraría, pero fuese lo que fuera Tanto Cortese como Tania querían formar grupos de exploradores.
Tania propuso que si se podía respirar sin miedo en el exterior se debían formar grupos de exploradores en varias direcciones, mientras Cortese aconsejaba un solo grupo formado por hombres y así no se perderían mujeres si había peligro.
Leire dijo – no me hice policía para escurrir el bulto a las primeras de cambio y no vamos a convertirnos en prostitutas somos libres para elegir, en ese momento entró David y directamente besó a Leire.
—Entiendo – dijo Cortese moviendo la cabeza suavemente.
—¿Por dónde vais? ¿De qué hablabais?
—De los grupos de personas que debemos mandar a explorar cuando abramos la puerta – contestó Leire.
—¿Y ya lo habéis decidido?
—No contestó el doctor Pol, pero yo tengo claro que el o los grupos no deben pasar de cuatro o cinco personas y que una de ellas debe ser una enfermera o médico.
—Si y yo digo que no todos están preparados para afrontar peligros algunos pueden ser un lastre – contestó Cortese.
—Nadie es superior a nadie físicamente en este momento y el grupo o los grupos deben cubrir las necesidades que puedan surgir – dijo Leire.
—Parad un momento muchachos – dije yo – David tú eres el segundo de abordo en este momento tras Ainoa y la falta de Brayan; danos tu opinión.
—Todos tenéis razón o parte de ella, pero cada uno quiere tomar sus decisiones. Seamos consecuentes de nada sirven las discusiones si no podemos salir y no se trata tanto de cuantos salimos, sino de que necesitamos. Mientras tanto he conseguido acumuladores para recargar pilas con un peso de un kilo, ya tenemos pilas para las linternas, aparatos de radio de largo alcance, creo que hasta cerca de mil kilómetros, también de corto unos cincuenta kilómetros hemos encontrado fusiles de pesca submarina a los que están cambiando o reconstruyendo las gomas, he recordado que junto a la entrada llenamos un armario de gafas de sol y máscaras. Creíamos que no teníamos nada y en realidad nos prevenimos con todo lo necesario, excepto armas de fuego porque votamos eliminarlas. Pero hay mecheros piezoeléctricos y fósforos y por último debemos contar con Ainoa y su libreta tal vez ella tenga algo anotado…
—De qué habláis.
Era la directora que había terminado con su grupo; yo tomé la palabra.
—Nos preguntamos si usted anotó en su cuaderno, lo que debíamos hacer para explorar el exterior, si el aire era respirable.
—¡A! era eso. Si lo había anotado, ya que nos encontramos prácticamente en medio de la península deberíamos salir cuatro patrullas en dirección a los cuatro puntos cardinales. Pero antes debemos abrir y eso lo haremos mañana. Necesitaremos contadores Geiger cuando abramos la puerta.
Ainoa construimos una veintena antes de cerrar – dijo David – y no solo detecta partículas y radiaciones ionizantes, también mide los rayos solares o luminosos, puede analizar el agua y la comida. Todo estaba previsto. Incluso los robots disponen de la misma tecnología. También disponemos de drones con cámaras para observar desde el aire con un alcance – más/menos de un kilómetro a la redonda lo que significan dos.
—Gracias David, no lo recordaba, me tranquilizas. Señores reunámonos con nuestros equipos y comprobemos de que disponemos, mañana será el gran día o el mayor desengaño.
Todos teníamos preocupaciones, entonces recordé que la música amansa a las fieras, Rufina y yo entramos en mi habitación y buscamos la música adecuada al momento y esta empezó a sonar por todo el recinto.
Abriendo las puertas
Como todos los días el zumbido marcó la hora del desayuno, todos estaban expectantes, el nerviosismo y la curiosidad se podían cortar en el ambiente. Se encendió la pantalla y vi mi rostro.
—Buenos días, hoy es el gran día todos debemos haber recuperado más del noventa por ciento de nuestro cuerpo e inteligencia y además vamos a abrir la puerta. Seamos inteligentes y no molestemos ni nos arriesguemos innecesariamente. Como saben hay una raya amarilla que nadie debe sobrepasar antes de que termine de trabajar la máquina y se lleven a cabo las mediciones del aire, todos pueden proveerse de gafas de sol, disponemos de ellas en cantidad hay para todos, aunque los encargados de analizar el aire y los mecánicos de la excavadora deberán llevar todo el equipo de protección. A las nueve se pulsará el botón, “Suerte”.
Un murmullo se extendió por la sala.
Antes de las nueve el equipo de policía repartía gafas para todos e intentaba que nadie sobrepasase la raya. De una habitación cercana salieron cuatro figuras cubiertas con trajes especiales y caretas. Dos de ellos se dirigieron a la excavadora y subieron a ella, las otras dos se quedaron a un lado cerca de la raya, eran David y el Doctor Pol, con unos aparatos no más grandes que el mando de un televisor, yo intuí que eran los contadores Geiger. Movieron la cabeza afirmativamente i Ainoa pulsó un interruptor rojo en la pared.
La gran puerta lanzó un fuerte crujido, que casi nos deja sordos y ruidosamente empezó a correr hacia ambos lados, algunas piedras, tierra y rocas caían al interior al no tener el apoyo de la fuerte y enorme puerta, acompañadas de su respectivo polvo. Por un momento la puerta había dejado de moverse pero el polvo la ocultaba. Poco a poco pudimos verla completamente abierta. A una señal de Ainoa la máquina se puso en marcha lanzando un chorro de humo negro que pronto pasó a blanco quedando finalmente en nada y empezó a sacar tierra y piedras dejándolas donde antes había estado ella. No se movía un alma y creo que si no hubiera sido por el ruido de la excavadora se hubiera escuchado la respiración de los asistentes.
Dos horas después al ir hacia atrás la máquina unas piedras rodaron y cayeron al suelo; entrando un rayo de luz cegador, un aplauso generalizado se escuchó envuelto en silbidos y gritos, muchos se abrazaban pero el trabajo no había terminado, Pol y David se acercaron al hueco y comprobaron el aire que entraba con los marcadores.
Al momento se quitó la máscara y gritó.
—¡Es bueno! Lo podemos respirar.
La algarabía que se había detenido se transformó primero en gritos y abrazos, más tarde en algunos lloros. La máquina siguió trabajando pero esta vez empujaba hacia fuera y veinte minutos más tarde se apartaba para que pudiéramos salir. Todavía le quedaba mucho trabajo para sacar todo lo que con anterioridad había entrado. A las seis de la tarde terminaba y se cerraban nuevamente las puertas pero esta vez sin chirridos ni fuertes ruidos.
Pero con anterioridad, habíamos salido todos a la “calle”, excepto los robots que solo podían rodar por superficies llanas.
No vi mucha vegetación y la que había parecía monte bajo. Tampoco se veían animales ni pájaros. El Sol era brillante y nos molestaba tanta luz, siempre recordaré esa fecha dos de Abril del año uno.
Pilar se acercó a un robot y le dijo – V— 36 y drom
El robot entró y unos minutos más tarde, salía V—36 un nuevo robot caminando a cuatro patas, su espalda parecía una mesa plana y sobre ella llevaba un pequeño drom, anduvieron unos pasos hasta alejarse unos cincuenta metros y salir a un lugar más plano y despejado. Carlo salía tras él y levantó una tapa en la trasera del robot, que en realidad era una pantalla.
David se había quitado la ropa y salía diciendo.
Pueden ver lo que capta el drom en el pecho de los robots o en la pantalla grande de la sala de asambleas.
Dicho esto se unió a Pilar y Carlo (experto en droms y campeón europeo de acrobacia). Carlo cogió el mando y lo elevó, su primera imagen fueron las ruinas de los edificios que había en la cumbre de La Peña de Francia. Carlo lo fue dirigiendo al frente sin encontrar más que algunas arboledas de las que no reconocíamos los árboles, lo movieron a derecha e izquierda descubriendo otras ruinas entre la vegetación, (seguramente La Alberca) seguida de zonas completamente peladas o de apariencia estéril, durante una hora siguieron estudiando el entorno para al final entrar y analizar lo que había grabado. La máquina excavadora, siguió hasta que eliminó, todas las rocas y tierra; un grupo de personas barrieron los restos de polvo y por fin, se pudieron cerrar las puertas.
Eran las seis de la tarde y por los altavoces se llamó a la directiva, aunque la mayoría ya se encontraba en la sala mirando las grabaciones. También en la gran sala de asambleas se podían ver las imágenes. Ainoa Había decidido que no debía haber secretos.
Entre algunas palabras puntuales o llamadas de atención sobre algunos puntos o zonas pasaron a la reunión. Ainoa dijo.
—Señores empieza nuestra nueva vida o el final de ella, pero debemos mirar el futuro con imaginación y respeto, no sabemos con qué podemos encontrarnos y está claro que antes de salir debemos explorar con grupos no muy numerosos. Cada vida cuenta.
Cortese se apresuró a levantar la mano.
—Si Cortese…
—Yo creo que es el momento de que salgamos un grupo y avancemos lo más posible en busca de mas supervivientes.
—¿Durante cuánto tiempo?— preguntó Pol.
—El que haga falta.
—¿Y si no encuentras nada? Te pierdes o coges una enfermedad. Creo que debemos salir pero con tranquilidad y planificando a cada paso.
Ainoa miró a Leire y a David, pero solo dijo “mas ideas”.
Tania dijo.— Está claro que no sabemos a qué nos enfrentamos, pero la filmación no demuestra que puedan haber peligros o comida, sabemos que existen áreas boscosas, pero no sabemos si hay frutales o si algunas plantas son comestibles. Hay que salir y cubrir un ancho territorio, antes de ir en busca de más supervivientes.
—Exacto Tania –contestó Ainoa – no podemos saber si hay más humanos vivos o somos los únicos sobre el planeta. Pero cabe la posibilidad de que seamos los únicos y debemos pensar en nosotros mismos ante todo.
Por lo tanto antes de embarcarnos en aventuras más o menos peligrosas, debemos solucionar las necesidades del grupo, también habrá personas insustituibles y por lo tanto no deseo que abandonen la base. Siempre debemos salvar a la mayoría; aunque no puedo impedir que cada cual actúe según su criterio.
Leire levantó la mano.
—Si Leire.
—David me dijo que necesitaba instalar una antena sobre el monte para que la radio pudiera mandar y recibir señales. Recordad que no contamos con satélites y eso nos obliga a trabajar con la tecnología de mediados del siglo veinte. No debemos salir antes de que la instale.
—Si Leire así es –contestó David — pero eso me llevará un día entero, entre subir instalar y bajar, podríamos aprovechar el día para mandar varios grupos de inspección y que estos volvieran al centro en el mismo día con novedades.
Ainoa miró y preguntó — ¿alguien no está de acuerdo con el plan de David?
Todos aceptaron incluido Cortese, el cual puntualizó.
—Sigo creyendo que en un día poco podemos explorar pero aceptaré la decisión.
—Ainoa contestó.— En ese caso señores, en sus manos dejó la formación de grupos y del equipo que subirá a la cumbre. Con estas palabras cerró la sesión y se fue, Tania y Cortese decidieron formar sus propios grupos por separado. Leire comandaría otro grupo, Ronald el ingeniero en agricultura intensiva, Carmen y Robert decidieron que irían en su grupo. Simón decidió crear su propio grupo, con personal variado, Jefferson, se ofreció a acompañarlo.
Primer reconocimiento
Durante el resto de la tarde/noche cada uno preparó su mochila con todo lo necesario.
A las nueve de la mañana se abría la gran puerta, a su lado sobre una gran mesa había comida, pastillas, agua, linternas, medidores de radiación, prismáticos, cuchillos y un set de supervivencia. Cada cual llenó su mochila con lo necesario. Todos tenían claro que debían volver antes de anochecer por lo tanto la perpendicularidad del Sol les indicaría el medio día y la hora de regresar.
El equipo de David debía dirigirse al norte y tomar lo que quedase de la carretera que llevaba a la cumbre. Leire decidió acompañarlo y rodear la montaña, hacia el Oeste. Durante quince minutos los dos equipos anduvieron juntos hasta separarse y el equipo de David empezó a ascender, les esperaba una largo y duro ascenso sus piernas poco habituadas a subir, se agotaron pronto, también David necesitaba descanso; así cuando Pilar se sentó en una piedra todos hicieron lo mismo. Lo que había sido carretera estaba llena de piedras en algunos sectores, las raices de algún pino y el monte bajo, la había dejado inservible para un vehículo. Tras hacer varias paradas obligatorias, era más de medio día cuando llegaron a la cumbre y vieron la parte superior de la torre de comunicaciones o repetidor en el suelo, cruzaron entre los dos edificios y vieron que la torre del reloj de Sol aunque más pequeña también había caído, pero la base del reloj y el mirador habían aguantado, las horas labradas sobre la piedra habían desaparecido tal vez debido a la lluvia ácida. Natán había visitado la cumbre en dos ocasiones y conocía los edificios gracias a un hermano “cura” de su madre. Se dirigió a David.
—David.
—Sí dime Natán…
—Creo que no nos dará tiempo a regresar, me gustaría echar un vistazo, puedo encontrar un lugar donde pasar la noche. No tendremos más remedio que utilizar lo que queda de la torre de comunicaciones para instalar la antena.
—Si tienes razón volvamos atrás y tu busca, mientras tanto nosotros podemos instalar la antena sin ti.
Parte de la iglesia donde estaban las campanas también había caído, pero la puerta seguía en pie, Natán la atravesó pero se encontró con que el suelo estaba cubierto por el tejado, junto al altar recordaba una puerta y se dirigió a ella, sobre los escombros. Apartando escombros con sus manos pudo acceder al interior de la sacristía, solo había dos agujeros en el techo. A sus lados se encontraban baúles y un gran armario. En su interior encontró casullas sotanas y todo tipo de ropa en aceptable buen estado, cogió todo lo que pudo y salió. Recordaba haber entrado en una gruta para ver la imagen de la virgen negra, pero no recordaba la entrada, durante más de media hora buscó por los edificios en ruinas hasta dar con ella, una reja metálica cerraba el paso, Natán cogiendo un tablón de madera hizo palanca y la reja cedió. Dejó la ropa que había requisado de la sacristía en la entrada y se fue con los compañeros. Les recordó que había un pozo del que podían coger agua si estaba en condiciones y más tarde les mostró la gruta donde seguía la imagen. Como habían previsto, era tarde para regresar y decidieron pasar la noche. El sol empezaba a colorear las nubes de rojo y el ambiente a refrescar, tapados con casullas y sotanas vieron como desaparecía el Sol en el horizonte. El espectáculo era maravilloso, nadie se refugiaba, contemplaron las estrellas en una noche con pocas nubes y la luna casi en cuarto creciente.
De pronto una silueta pasó por delante de la luna.
—He visto un pájaro – dijo Samuel.
—Creo que no era un pájaro – contestó Pilar gritando a continuación, míralo ha vuelto.
—Hay más fijaros – dijo nuevamente Samuel – son murciélagos y parecen de gran tamaño.
Algo cayó al suelo sonando suavemente como algún plástico, las linternas se encendieron y se dirigieron al lugar de donde procedía el ruido, una cucaracha voladora de unos siete centímetros había aterrizado. Samuel dijo.
—Ahora entiendo el tamaño de los murciélagos. Deben haber evolucionado siguiendo el tamaño de los insectos. Pero no hemos visto animales mientras subíamos.
—Tal vez estábamos demasiado ocupados en nosotros mismos –contestó Pilar, que no perdía de vista el insecto.
Samuel lanzó ropa sobre el insecto y tras cogerlo lo introdujo dentro de un tarro.
—Durmamos mañana tenemos el descenso y no hemos cenado demasiado — Aconsejó David – entre bromas entraron en la gruta y se durmieron.
Mientras tanto el equipo de Leire había regresado a tiempo,
siendo el primero en llegar. Ainoa Rufina y yo esperábamos impacientes
el regreso de los grupos y las noticias que pudieran aportar. Leire
comunicó que habían encontrado ruinas pertenecientes a pueblos o aldeas y
un riachuelo de aguas cristalinas al otro lado de la montaña, no habían
visto animales pero si habían escuchado ruidos al pasar por una zona
llena de vegetación, creen que los había. Aunque solo habían
identificado pinos piñoneros y algunas plantas parecidas a las acelgas,
de las que habían tomado muestras, también habían llenado una mochila
con piñas como muestra. Después habían seguido el plan acordado y
vuelto con el mediodía.
El equipo de Tania caminó hacia el sur y había llegado a una zona pantanosa, su equipo identificó, cerezos, almendros, acebuches y carrascas, con unas bellotas de seis centímetros mientras que las aceitunas eran diminutas como un hueso de cereza. También ellos habían recogido una mochila con frutos para llevarla al centro.
Simón y su equipo fue el siguiente en entrar ya anocheciendo, la expectativa tras escuchar a los otros grupos era total. En el grupo todos sonreían pero Robert llevaba una mano vendada. Ainoa se interesó inmediatamente.
—¿Qué ha ocurrido?
—Le mordió un animal, ahora iremos a la enfermería y le haremos unos análisis, también analizaremos los animales – contestó Gascón del equipo de medicina.
—¿Animales?
—Sí – se apresuró a decir Simón mientras introducía la mano en una bolsa y sacaba un animal parecido a una cobaya, siguió hablando — Creo que es un roedor parecido a un topo pero con buena vista y mayor tamaño. Pero la sorpresa va en mi mochila, mirad nunca vi una rata tan grande.
De su mochila sacó una rata del tamaño de una liebre, mientras decía.— Esta es la que mordió a Robert, cuando intentó cogerla, afortunadamente pudo golpearla con una piedra.
—Bien que analicen los animales, debemos saber si tienen alguna enfermedad, recuerdo que las ratas podían transmitir la rabia. Qué más puedes decirnos.
Cruzamos la arboleda que se ve a lo lejos y tras andar por una zona de maleza Robert se hundió en la tierra cayendo sobre la rata a una altura de metro y medio, entonces nos dimos cuenta de que el terreno estaba minado de madrigueras, más allá encontramos otra zona con árboles desconocidos, al menos para los que íbamos en el grupo, pero sin frutos comestibles. También hemos visto algunas ruinas, seguramente casas de campo esparcidas.
Leire esperaba con desespero la llegada de David dando vueltas alrededor de la puerta, entrando y saliendo.
Ainoa le dijo.— posiblemente no les haya dado tiempo de terminar y hayan decidido quedarse, tampoco ha regresado…
La entrada del equipo de Cortese interrumpió sus palabras
—Gracias a dios al menos estos han regresado.
Pronto se cercionó de que faltaba Cortese y preguntó.
—¿Qué os ha ocurrido?
—Nada contestó Jefferson, Cortese ha querido quedarse un día más, pese a insistirle en que volviera con nosotros; encontramos un riachuelo, lo seguimos y llegamos a una población, muchas de las casas con pocos arreglos, pueden ser habitadas o al menos servir de refugio. A las orillas crecían… ¡Habichuelas! mirad.— Rodolfo había sacado un puñado de su Mochila la cual iba llena.
—¿Personas o cadáveres? – preguntó Ainoa.
—No, ni rastro es como si hubieran desaparecido.
—Bien que las analicen y si son comestibles tal vez vayamos a por más.
—Leire se ha hecho de noche debemos cerrar la puerta.
—Si lo entiendo, con tristeza e incertidumbre se cerró la puerta.
—Mientras cenábamos informé por la pantalla de los hallazgos de los diferentes grupos, un murmullo de esperanza se expandió por el centro.
Al día siguiente se abrieron las puertas temprano y mucha gente
quiso explorar por su cuenta sin alejarse mucho del centro. Mientras
tanto el equipo de David se disponía a descender, más de la mitad de la
ladera estaba sin vegetación exceptuando alguna mata de tomillo o
romero, solo cuando llegaron a la falda les cubrió la arboleda y notaron
humedad en la orilla de la antigua carretera producida por el rocío, al
momento dijo Samuel.
—Mirad lo que cruza por el camino. Son más grandes que los que yo cogía de pequeño.
Una procesión de cangrejos de río, unos tras otros cruzaban en línea hasta alcanzar el otro lado donde había un pequeño riachuelo, producto del rocío.
Cojamos algunos creo que son comestibles – Gritó Samuel lanzándose a la caza, menos Pilar todos cogieron y los metieron en una mochila cerrando la cremallera.
Un poco más abajo David se paró, mirando un gran arbusto.— Mirad.
—Qué ocurre – dijo Pilar no veo nada.
—El árbol o arbusto, es un Almez, en el pueblo de mi padre le llamaban “llidoner” de sus varas se construían bastones y horcas.
—¿Y bien? – preguntó Cortés.
—No tenemos armas y no sabemos a qué podemos enfrentarnos, mirad sus ramas rectas, deberíamos recogerlas y fabricar Jabalinas, que a su vez pueden servir como bastón donde apoyarse para caminar. Tampoco tenemos vehículos y tendremos que caminar mucho si queremos saber qué ha ocurrido; tampoco podemos quedarnos todos en el centro.
—Ya lo entiendo; pero no comprendo ¿cómo no pensaron en las armas y en vehículos?
—Los sabios decidieron que si sobrevivíamos deberíamos crear “un mundo nuevo” empezando de la nada, sin armas ni coches que contaminen.
—Pues se equivocaron, tenemos de todo.
—No lo creas tenemos lo justo para empezar, has pensado en lo que podrás llevar a cuestas, cuando abandones el centro. Toda la tecnología nos las dan las fábricas, no sabemos ¡Si las hay o no! Nosotros somos simples montadores, o diseñadores no fabricamos
—Voy entendiendo, las existencias son limitadas y somos mucha gente, debemos valernos por nosotros mismos. Recojamos las mejores varas.
Sacaron el cuchillo y recogieron las más rectas y largas, más adelante encontraron otro arbusto más joven con ramas más finas y cortas, servirían como flechas de ballesta. Durante el camino cargaron con las que pudieron.
Mientras Leire paseaba nerviosa por la puerta y miraba la hora a cada momento. Ainoa no salía de su despacho y observaba por los cristales de vez en cuando. Rufina daba un rodeo por el interior preguntando y realizando una encuesta; Ainoa necesitaba saber que opinaban los compañeros sobrevivientes.
Sonó el zumbido que anunciaba la comida de medio día, me acerqué a Leire y le dije.— Es hora de comer vamos— no dije nada más me quedé mudo, el grupo de David entraba por la puerta cargado con palos, Leire se apresuró a cogerle la carga. Yo hice lo mismo con Cortés y Pilar, ella era la única mujer del grupo.
Ainoa llegaba ligera y Samuel sonriendo dijo.
—Llevo comida en la mochila – sacó un cangrejo y dejándolo en el suelo, este corrió hacia la pared.
—¡Dios mío! ¿Qué es eso? Parece una langosta.
—Y por el tamaño podría ser pero solo es un cangrejo de río y cómo ves puede vivir en tierra. Pero mira lo que llevo en el frasco – sacó la cucaracha diciendo – puede ser comestible es grande...
Pilar hizo una mueca de asco y Cortés dijo.
—Samuel tiene razón hemos comido invertebrados como saltamontes y grillos entre otros bichos, el cangrejo como la cucaracha son invertebrados y no podemos opinar sin antes…
—Venga déjalo ya ¿habéis instalado la antena?— preguntó Ainoa.
—Si esperemos que funcione.
Bien dejad los animales en el laboratorio y vamos a comer después hablaremos.
Tras dejar las mochilas y las varas acudieron al comedor siendo recibidos con un aplauso. Aún no habían terminado de comer cuando se presentó Cortese con una ristra de peces atravesados por una cuerda. Nuevamente se levantó la expectación y Ainoa mandó a un robot que llevará los peces a la cocina, invitando a Cortese a sentarse a la mesa. No tardó en comunicarnos que siguiendo el río había encontrado una presa y una población deshabitada, era un sitio ideal para fundar una colonia. Estaba en un valle entre montañas y árboles.
Ainoa se dirigió a mí.— Esta noche anunciarás que mañana después de comer habrá una asamblea general, mientras debo pensar y necesito tiempo — David le dijo.
—Desearía hablar con los otros grupos.
—Si, podéis hacerlo en la sala de reuniones yo también acudiré.
Anuncié por los altavoces la reunión que se efectuaría en media hora, de los grupos que habían salido, comprendí que las salidas se precipitarían, yo sabía a quien quería como pareja busqué con la mirada y me fui nervioso a la mesa de Alba, estaba sola con Alex pero ostensiblemente separados, las personas que estaban con ellos se habían levantado recientemente de la mesa. Creí que era mi momento, mis conversaciones con ella siempre habían sido cortas y a destiempo, había madurando la idea de pedirle que fuera mi compañera y decidí que era el momento de abordarla.
—Hola Alba. (Pensé que manera más tonta de presentarme) ¿Ya terminas? Quiero decir… (Pensé ya he vuelto a meter la pata) los nervios me traicionan.
—Siéntate no tengo prisa en terminar— dijo ella.
Alex se levantó y se fue.
—Me senté frente a ella como un autómata mientras ella seguía diciendo.
—He terminado con mi trabajo, aquí hay poco que hacer y el día se hace largo, hoy he dado un paseo por el exterior. ¿Y tú?
—Yo investigo lo que piensan los demás, e informo de las novedades a la “jefa”. Después informo al resto de lo que ella decide.
—Si ya te escucho por los altavoces.
Los dos sonreímos y ella se quedó mirándome, con una sonrisa deliciosa. Como me hubiera gustado besar sus labios carnosos y en lugar de ello dije.— Sabes me preparo para abandonar el centro, no quiero quedarme aquí lo que me quede de vida, suelo caminar por la mañana y por la tarde como entrenamiento, algún día deberemos irnos.— (Ella me seguía mirando).
—¿Por qué siempre me sonríes cuando nos cruzamos y no dices nada o solo “hola”? ¿Te das cuenta que es la primera que hablamos o tenemos una conversación? Si se le puede llamar así.
—Sí tienes razón, me explicaré, antes del experimento no me atrevía a hablar contigo, yo solo era un charlatán y tu una bióloga muy prometedora, pero me prometí que si todo salía bien y volvía a vivir, hablaría contigo, tú fuiste el motivo para que yo me presentase al experimento. (Me quedé mudo mientras la miraba y pensaba) ¡Ala ya lo he soltado!
—¿Yo el motivo?
—Si.
—¿Y ahora qué esperas de mi?
Mire su serenidad, ahora sí que estaba indeciso y nervioso, no esperaba la pregunta de ella y no sabía que decir; con lo que me había costado llegar hasta aquí pensé; es muy lista y quiere descolocarme iré directamente al grano y que sea lo que…
—Alba te quería antes y te quiero ahora. Sabes cual es el fin de este experimento y yo… yo… quiero ser tu pareja. Te quiero.
—Hombre haber empezado por ahí, de momento tenemos tiempo para decidir, pero no creas que soy una mujer fácil, tendrás que conquistarme.
Sonrió nuevamente y su cara se iluminó, la mía debía ser un poema pero seguí preguntando.
—¿Eso es un sí?
—Depende ¿sabes si Brad Pitt está en la base?
Sabía que Alba tenía buen humor y me lo estaba demostrando, contesté.— Afortunadamente hace casi mil años que desapareció, pero me tienes a mí y al menos yo te quiero.
—Si no hay más remedio me conformaré con un charlatán que dice que me quiere.
Nos habíamos quedado solos en el comedor y los robots recogían las mesas. Nos levantamos y salimos al exterior, mientras conversábamos de cómo sería la salida y que encontraríamos en el exterior, recordé la reunión, debí quedarme blanco pues Alba dijo.
—¿Qué ocurre?
—Me he olvidado de la reunión, lo siento debo irme.
Ella sonrió diciendo.— Vete, ya tendremos tiempo de hablar.
Al momento entraba en la sala de juntas, tomando asiento sin abrir la boca. Pilar tenía la palabra y estaba diciendo.
—Hace unos minutos antes de entrar he comprobado la radio y la antena puedo garantizar que funciona. La distancia efectiva estará alrededor de mil kilómetros, dependiendo del terreno y otros factores. Pero tenemos cubierta toda la península, desde el centro.
Necesito saber más – contestó Ainoa – David siguió hablando.
—Solo puedo decirte que disponemos de otras cinco, como esta, son desmontables y de carbono “no pesan” nosotros aprovechamos un viejo pararrayos para proteger, la que hemos instalado, pero no es definitivo ni hay garantías de que los rayos la respeten, por lo tanto pensábamos dejar otra de repuesto en el centro, con lo cual quedarían cuatro.
—Está claro – dijo Ainoa — eso nos limita el radio de acción.
No tanto si las instalamos alejadas repetirán las señales de las radios y llegaremos a toda la península, como he dicho. De todas maneras las de campaña también tienen mucho alcance – aclaró Pilar—
—Pilar en cierto modo sí – contestó David – pero debemos contar en la posibilidad de encontrar otros medios que puedan servir.
—Entiendo pero de momento pensemos en cuatro grupos…Contestó Ainoa.
—Cortese interrumpió.— No se pero de momento yo no necesito radio nunca la he llevado y para mí no es una prioridad lo mío es la supervivencia y después de lo visto no necesito nada para sobrevivir.
—Todos no son como tú – contestó Ainoa — aquí hay personas que no han salido de un laboratorio, o que apenas han dejado de estudiar para entrar en el centro, yo no había visto una vaca o una gallina hasta los once años en que fui a una granja escuela y terminé mi carrera con veintiocho años.
—La entiendo – contestó Cortese con la cabeza gacha.
—No obstante Cortese como siempre he dicho, sois libres y no tenéis la obligación de acatar las ideas de otra persona si no queréis. Pero recuerda lo que firmaste antes de entrar en la base.
—Si lo recuerdo y prestaré mi ayuda. Perdonad soy un poco impulsivo, pero nunca abandono a un amigo.
Pol preguntó— ¿para qué es la leña que habéis traído?
—No es leña, son varas largas y suficientemente rectas para construir lanzas y flechas –contestó Cortés.
—No estamos en la edad de piedra…
—Tienes razón — dijo Samuel –pero con qué armas cuentas si un animal te ataca, una lanza sirve tanto de apoyo al andar como de defensa, ya has visto el tamaño de las ratas. En estos momentos están construyendo unas ballestas y necesitamos flechas.
—Entiendo y perdona, no había pensado...
—Ainoa volvió a tomar el mando — hay que entender otra cosa, el centro no se puede abandonar por completo este será el refugio para los que decidan volver y por lo tanto no se puede desmantelar. Los que se vayan no podrán ir excesivamente cargados pues su medio de locomoción son sus piernas. Tenemos dispuestos unos cincuenta mapas de la península, cuantos más llevéis el mapa encima mejor, pueden haber bajas o perderse y… mejor no pensemos en bajas, pero debemos decidir sin prisa cada grupo, cuando debe salir y sus componentes, a expensas de que alguien quiera hacer o montar su grupo particular, deberíamos denominar los grupos por los puntos cardinales, en la sala de asambleas donde mañana tarde hablaré, hay un ordenador disponible, Carles anotará el nombre de los grupos y bajo ellos os apuntáis voluntariamente. Leire deberás buscar ayuda y preparar las mochilas con todo lo necesario. Ronald ahora iremos y abriremos la despensa de las plantas o más bien dicho de las semillas. Carmen, Helena, Fidias, abriremos el armario o cajón de sastre. Vosotros lo preparasteis y deberemos repartir… en fin creo que hay hasta navajas suizas.
—Sí y de Albacete o Toledo – añadió Helena
– Deben haber preparadas unas sesenta bolsas de aseo, o podéis llevaros la que ya tenéis. Ocupan poco espacio. En fin…
—Me alegro que algo esté previsto.
— Ronald ¿Las simientes?
Están en tarros, algunas deben estar congeladas. No debemos descongelarlas hasta que los grupos tengan que partir.
Organización de grupos
Durante el resto de la tarde revisamos todo el material y decidimos como lo repartiríamos en las mochilas, también había bolsas de costado y otras más pequeñas unidas a un cinturón militar, alguien me dijo que las utilizaban para guardar los cargadores de balas en el ejército.
Al día siguiente tras desayunar un grupo encabezado por Ronald (agricultura intensiva) y Aníbal (carpintero y experto en madera) salieron en busca de más madera y varas con las que hacer bastones o armas.
Por la tarde la expectación se observaba en las caras de los supervivientes, habían visto todo cuanto habían traído de las expediciones. La sala se llenó de inmediato y no tardó en entrar Ainoa. Tras colocarse en un lugar sobreelevado y sentarse a una mesa, su imagen grabada por Rufina apareció en la pantalla que estaba tras ella; saludó y empezó diciendo.
Compañeros hasta hoy he desempeñado el cargo para el que me elegisteis, seguiré desempeñándolo pero os recuerdo que sois libres para abandonar el centro o seguir en él. De momento habrá mochilas preparadas para todos los que deseen abandonarnos y arriesgarse en el exterior. No obstante la dirección cree que es mejor hacerlo en grupos pues es la mejor forma de ayudarse mutuamente unos a otros. De momento hemos hecho cuatro grupos, que hemos denominado como los puntos cardinales a los cuales se dirigirán, “recuerdo que hay libertad para realizar más grupos. Aquí podéis anotar vuestro nombre debajo de cada grupo si queréis uniros a él, pero hacedlo por parejas, recordad que no sabemos si estamos solos o si somos los encargados de repoblar el planeta.
Un murmullo recorrió el local. Y una voz dijo.
—¿De cuánto tiempo disponemos?
Cortese saltó junto a Ainoa y le pidió el micro diciendo.
Yo pienso salir en cinco días como mucho, en dirección Norte, solo me falta la compañera para anotar mi nombre. Dicho esto saltó nuevamente y dejó sola a Ainoa la cual siguió diciendo.
Por favor intentad repartiros según vuestro trabajo, para hacer más fuertes los grupos, aunque no es preciso que nadie de lecciones, ya somos mayorcitos.
También debo decir que un grupo debe quedarse aquí y yo seré de los que se queden. Aquí está instalada la antena con la que todos los grupos podrán conectarse; así sabremos sus logros o fracasos. Los animales y las plantas que trajeron los expedicionarios son comestibles incluido el insecto que no deja de ser un invertebrado, como puede serlo una gamba o una langosta y según me han dicho con un sabor similar.
Ainoa siguió dando explicaciones y contestando preguntas hasta hora de cenar, en qué cerraron la asamblea.
Por la noche le pidieron no cerrar la puerta hasta las doce y aceptó sin titubeos. Vi como David y Leire salían al exterior y pregunté a Alba si quería salir; aceptó y nos dirigimos al exterior, caminábamos tras ellos y escuchamos su conversación mientras Leire preguntaba.
—¿Qué has decidido?
—Nada que tu no quieras.
—Ya entiendo, iremos juntos donde sea, nosotros somos pareja, repito la pregunta ¿dónde te gustaría ir?
—Al este, yo soy de Sagunto la ciudad que quemó Aníbal. Allí nací y allí me crié, tengo curiosidad por saber… ¿Y tú, no eras francesa?
—Eso decía para darme importancia, la verdad es que vine con cinco años y desde entonces estuve en varios sitios, los últimos los pasé entre Madrid y la academia de Ávila. Iré donde tú quieras, no tengo preferencias.
Yo no había reparado en… pero al escuchar a Leire, pregunté a Alba.
—¿Si nos vamos donde te gustaría ir?
—No lo sé cualquier sitio será mejor que quedarse, mis padres eran de Almería pero yo nací en Madrid y estaba harta de la capital, me gustaría vivir en el campo rodeada de animales. ¡Qué no sé si hay! Bueno ratas sí, no tengo preferencias cualquier sitio contigo será bueno.
No pude reprimirme y besé a Alba con todas mis fuerzas, en ese momento me sentí el hombre más feliz del mundo. Vi a Leire y David como observaban la luna y cogiendo de la mano a Alba me acerqué a ellos, mientras escuchaba a Leire decir. Dentro de siete días tendremos luna llena, ahora entiendo a Cortese, quiere aprovechar los días con más luz de luna.
—He pareja — dije sonriendo – hay dos plazas libres para el Este. Los cuatro sonreímos y nos abrazamos. Hablamos durante un rato, pero empezó a refrescar y poco a poco todos entramos en el centro las puertas se cerraron y me pareció ver a Rufina hablando con Cortese.
Al día siguiente me confirmaría que Cortese le había pedido ser su pareja, yo le pregunte si se conocían y me respondió que sí, de una entrevista anterior a ingresar en el centro. Pensé que las cosas empezaban a salir bien y que tal vez los indecisos serían los que se quedarían en el centro.
No tarde en inscribir a Leire y David como grupo Este y bajo ellos Alba y yo.
Por consejo de Leire procurábamos caminar lo más posible y endurecer las piernas, al tiempo que llevábamos puesto el calzado con el que debíamos partir ya nada nos retenía sólo la formación del grupo. Ronald y Tania parecían congeniar; terminaron apuntándose en el grupo sur, Cortese y Rufina lo habían hecho en el grupo norte bajo sus nombres iban apareciendo otros, día a día engordaban las listas. El grupo oeste estaba limpio nadie se había apuntado y no salían más grupos, en total sólo habían diez parejas.
Me crucé con Jefferson y le pregunté si no tenía pareja o se apuntaba a un grupo. Sonrió y me dijo.
—Debo confesarte que yo me quedo, mi pareja tiene la obligación de quedarse.
Entonces comprendí, su pareja era Ainoa; me quedé sonriendo mientras él se alejaba.
Al día siguiente me quedé sorprendido, había lista del oeste se habían apuntado cuatro parejas encabezadas por Francesco y Carmen, pronto reconocí a todos los que se sentaban en la misma mesa, en la hora de la comida. El grupo norte disponía de cuatro parejas y el nuestro de cinco, el sur solo tres. Era como una carrera. Me crucé con Cortese y me dijo que anunciara por megafonía que su grupo partía en la madrugada del día nueve, no quería dilatar más la salida para él ya era una pérdida de tiempo estar en el centro. Solo tenían un día para decidir los indecisos si querían ir en su grupo. A medio día apareció otro grupo inscrito con el nombre de Sub norte, encabezado por Pilar Conesa y Rodolfo, bajo ellos nueve parejas más, en total veinte personas.
Directamente me fui a hablar con él. Y los pude entender. Ellos habían tenido tiempo de hablar y sopesar sus preferencias, querían acompañar a Cortese, pero solo hasta llegar a las ruinas y el río. Uno de ellos era perito agrícola y creía que disponiendo de agua tendrían cosechas durante el año, si podían reparar casas y pescar tenían cubiertas todas las necesidades. No tenían sed de aventuras podían formar una colonia en poco tiempo. Les informé de que había herramientas agrícolas, semillas e incluso aparejos de pesca, en fin todo lo que necesitaban. Algunas personas nos preguntaban a los inscritos, por lo que podíamos encontrar o cuales eran nuestras ideas, nosotros (los cuatro) siempre contestábamos que no teníamos planes y no sabíamos lo que podíamos encontrar.
Nos reunimos comiendo y les dije.
—Creo que los decididos ya están en grupos entre todos no llegan a cincuenta.
—Nosotros ¿cuántos somos?
—De momento, cinco parejas, diez personas.
—Creo que Cortese tiene razón en aprovechar la luz de la luna, no sabemos que podemos encontrar de noche – contestó Leire.
—¿Os parece bien que pongamos fecha para partir? – preguntó David y todos levantamos los hombros.
—En ese caso lo mismo da salir antes o después, anuncia el día diez, daremos un día más de tiempo que Cortese para que se decidan; posiblemente no se inscriba más gente.
Leire intervino — Nico se queda en el centro y con él Soraya.
Me alegro por Ainoa — dije yo — se quedará con un buen equipo. Celia y José Carlos también se quedan.
Apenas terminamos de comer anuncié la partida de nuestro grupo y a continuación como habíamos quedado con anterioridad, cargamos mochilas y caminamos por el exterior, Leire era nuestra guía y entrenadora, aunque para mí el líder era David. Tenía las mejores ideas por eso le habíamos votado como 003 en las votaciones a directivos.
Por la mañana no quise ir a mirar la lista y me pasé el día poniendo música y pensando en lo que debería llevarme, casi era hora de comer cuando salí, al pasar frente el despacho, vi a Ainoa y dos jóvenes, hablando con Leire y David. Cuando sonó el zumbido que anunciaba la comida, salieron juntos y se sentaron en la misma mesa, me senté con ellos y Alba no tardó en llegar, tras ella llego Jefferson y se completó la mesa.
Leire nos dijo – Daniela y Vicente vendrán con nosotros. Pero por la forma de decirlo parecía no gustarle. Me preguntaron por las listas y les confesé que no las había visto. Le dije a David.
—Ahora cuando terminemos de comer y antes de salir ¿puedes acompañarme a verlas?
—Si no hay problema.
No tardamos en abandonar la mesa y dirigirnos a ver las listas mientras yo aprovechaba para preguntar por Daniela y Vicente.
—No digas nada pero no tienen la edad que se requería, ella cumple veinte en Mayo y el tiene veintitrés. En parte nos los han colado, Ainoa confía más en nosotros. Ninguno de los dos ha terminado una carrera ella se llama Daniela Ortega y Peiró y el Vicente Castro Roig.
—Ya entiendo, como dices nos los han colado.
—Por favor no digas nada y llámalos simplemente por su nombre.
De acuerdo, miramos las listas y estas habían cambiado solo la norte seguía igual. A nosotros se nos habían unido tres parejas, con los jóvenes éramos dieciocho. David y yo nos miramos sonriendo y dije.
—Creo que ya podemos partir, tenemos grupo. Fuimos a recoger las mochilas y caminar con el grupo, Leire le estaba diciendo a Daniela.
— Ponte dos calcetines – y le ayudó a colgarse la mochila.
Prácticamente nuestro grupo estaba al completo aunque no había un número definido y durante tres horas caminamos por el exterior, aunque David tuvo que cargar con la mochila de Daniela que solo aguantó dos horas. Al entrar vimos al grupo Norte preparando el equipaje para partir al día siguiente.
Leire y David se quedaron ayudando y dando explicaciones sobre la emisora y los pormenores, yo me fui con Alba a ver las listas y por el camino Tania me dijo.
—Anuncia que mi grupo sale el mismo día que vosotros.
—Bien lo haré durante la cena.
Cuando vimos las listas, comprendí a Tania, su grupo había sumado cuatro parejas más lo que hacía un total de catorce, que a ella le parecía suficiente. También el grupo del oeste había sumado reuniendo a dieciséis. Eché rápidamente la cuenta y quedaban veintinueve personas en el centro.
Durante la cena anuncié la salida del grupo sur para el día diez. Y después anuncie que nuestro grupo caminaría por la mañana y descansaría por la tarde.
Apenas desayunamos el grupo del Norte y sub Norte recogieron su equipaje y salieron, entre el aplauso de todo el centro. A continuación nuestro grupo se acercó a cargar con las mochilas y yo vi como Vicente quitaba peso a la mochila de Daniela. Parecía que a todos los grupos les había entrado el gusanillo de entrenar y salimos todos de la base. Me fijé que a Robert le habían quitado la venda de la mano, él y Carolina pertenecían a nuestro grupo y habían sido los últimos en apuntarse.
El resto de la tarde fue de descanso y para completar el equipaje. Yo por mi parte hice la lista de las personas y sus oficios, quería saber con qué contábamos, disponíamos de un herrero o metalúrgico, una costurera especialista en pieles, un ebanista, una bióloga (Alba), Helios, escultor diplomado en bellas artes y su esposa Creta Veterinaria. José Antonio ingeniero aeronáutico, Carolina economista. Fonseca Mecánico y amigo de David con Helena enfermera. En fin un grupo de lo más variado incluyendo una policía y un ingeniero electronico.
La salida
Esa noche no pude conciliar un largo sueño, me despertaba a cada momento y mi cabeza no dejaba de pensar. A las siete salté de la cama y me fui al aseo, me consolé pensando que no era el único al ver los que entraban y salían. Me di una reconfortante ducha, pues no sabía cuándo podría disfrutar de otra; cuando salí me crucé con David cargado con la toalla y la bolsa de aseo; al regresar, asee mi habitación o despacho, cogiendo lo imprescindible en una bolsa a modo de bandolera y cerré la puerta. Mientras iba al comedor sonó el zumbido del avisador. El comedor no tardó en llenarse parecía que todos tenían prisa. Yo me fui al fondo y desde allí llamaba haciendo señas a los del grupo para sentarnos lo más próximos posible. (Las mesas más cercanas a la puerta eran las primeras que se llenaban).
Alba llegó sonriente y se sentó a mi lado, yo la recibí con un beso y mi mejor sonrisa. Mi corazón dio un vuelco pensando en que ella me acompañaba.
Sin apenas darnos cuenta devoramos el desayuno y empezamos a desfilar; la noche anterior los robots habían sacado mesas y habíamos dejado las mochilas sobre ellas preparadas con nuestros nombres, me percaté que habían tres grupos y comprendí que el grupo oeste también partía, en una mesa aparte estaban las lanzas y las ballestas con sus flechas, el equipo metalúrgico había hecho un buen trabajo y todas las puntas eran metálicas. Leire se acercó a la mesa y con ayuda de dos robots trajo cuatro ballestas y seis lanzas. Diciendo a continuación debemos repartirnos las armas cogió una lanza y se la ofreció a Vicente, este le dijo soy mejor con las flechas he practicado y le cambió el arma. David y yo cogimos lanza y el resto se repartió las armas, parecíamos un grupo de campistas o exploradores.
Nos acercamos a la puerta donde estaba Ainoa Jefferson, Nico y Soraya, nos abrazamos y nos despedimos, cruzamos la puerta entre los aplausos de los otros grupos, correspondiendo con los nuestros; ya en el en el llano a unos doscientos metros paramos y comprobamos que no faltaba nadie.
Leire solo llevaba como arma su porra y algunos botes de humo, miró a Robert y le dijo.
—Bien nos llevas donde cazasteis la rata.— Y Robert con Carolina a su lado emprendieron la marcha, todos le seguimos con esperanza y satisfacción. Cruzamos el monte bajo en pendiente y llegamos al bosque más cercano, nuevamente un llano con hierbas, el cual cruzamos para ir a otra zona boscosa. A las doce en una zona con rocas y alguna arboleda, se paró inmediatamente nos sentamos todos a la sombra. Algunos querían comer pero todos echamos mano a las cantimploras. Carolina que nunca decía nada levantó la mano mientras decía — “quiero hablar”
Nadie habló todos le bajamos o movimos la cabeza en señal de aceptación o movimos las manos, solo Leire dijo.
—Habla.
Yo no sé muy bien a qué atenerme, estoy acostumbrada a obedecer a un superior y que este me mande el trabajo, o me de órdenes me gustaría tener un líder que me orientara ¿podríamos botar?
Helios dijo – Yo creo que no hace falta yo me apunté en este grupo porque estaban David y Leire y les seguiré donde vayan.
Vicente y Daniela Levantaron la mano diciendo – Nosotros también.
Yo intervine, Alba y yo estamos con ellos. Y os diré que David es el que más peso lleva de todos nosotros. Carga con la radio y el acumulador.
Las voces fueron sonando y no hizo falta hablar más. Carolina siguió diciendo.
Yo nunca he salido más allá de la oficina y mi deporte ha sido el patinaje artístico o el baloncesto no entiendo nada de…
—Lo entiendo – contestó David.— No sé si soy la persona adecuada para liderar el equipo, Leire es policía y no sabéis las pruebas que hay que pasar para llegar a serlo, muchos se presentan pero pocos llegan a ejercer como tal. Creo que es muy válida como líder. No obstante y dando por sentado que ella es mi mujer, desde el momento en que salimos del centro. Os hablaré de mi. Yo soy ingeniero electrónico como todos sabéis, aparte de otros estudios, fui quien diseñó los robots y sus programas que fueron llevados cabo por el equipo de Carla. Pero en estos momentos mi carrera o estudios no sirven para nada, sin embargo hay otras cosas que nos pueden ayudar más que los estudios y en este caso es la experiencia personal, como haberse criado en un pueblo; yo me crié entre dos Pueblos de la comunidad valenciana, Sagunto y Segorbe, mi deporte ha sido el montañismo, pero no de escalada, me encantan las excursiones y pasar la noche en una tienda de campaña. Quiero decir que conozco el campo, pero hay otras cosas que debéis saber sobre lo que nos espera y quién mejor que Leire para darnos una pequeña charla sobre supervivencia.
Leire tomó la palabra – Gracias David, lo primero que hay que tener en cuenta es que en las cantimploras solo cabe litro y medio de agua, vamos hacia algo desconocido, por lo tanto no sabremos cuando la encontraremos, ni si estará en condiciones y podremos llenar; en segundo lugar solo llevamos comida para tres días y la que llevamos no se echa a perder, quiero decir que debemos guardarla y aprovechar todo lo que encontremos por el camino para comer. No tenemos prisa excepto si estamos en un lugar desértico o sin alimentos, prácticamente somos exploradores podemos parar y buscar. La meta trazada por David era llegar a Sagunto, dicho de otro modo llegar al Mediterráneo. Calculo que hemos andado menos de diez kilómetros, la maleza no nos deja avanzar, lo notareis en las piernas, no estamos suficientemente fuertes y según qué camino tomemos adelantaremos más o menos. En este momento y siempre que podamos, creo que nuestra preferencia es cazar para tener comida, si asamos la carne podremos guardarla un día o dos más aunque se endurezca. No tenemos pan solo las cinco tortas que llevamos de comida, ni sabemos cuándo lo tendremos, hemos de acostumbrarnos a comer sin él. Solo se trata de comer como sea y lo que sea, para mantenernos vivos y fuertes.
¿Es preciso llegar al mar? – preguntó Carlota (Carla).
—No contestó David, aquí todos somos libres para irnos o quedarnos, pero mientras estéis en el grupo debemos seguir las instrucciones, no sabemos lo que encontraremos, pero mientras sigamos unidos seremos fuertes y podremos ayudarnos mutuamente. Ahora comamos un poco e intentemos cazar.
Comimos y apenas terminamos un grupo compuesto por Robert, Vicente, Leire, David, Torres y Aníbal fueron de caza yo me quedé con las mujeres y les entregué unos relojes que se cargaban con luz solar.
—Tomad no habían suficientes para todos y solo tomé diez uno para cada pareja, David y yo ya los utilizábamos en el centro. También he confeccionado una lista de las personas que formamos el equipo o grupo, así sabréis a quien dirigiros en cada momento.
Cogí las cuartillas y las repartí con nombres y oficios
Leire – Policía.
David – Ingeniero electrónico.
Alba – Bióloga.
Carles – Periodista.
Creta – Veterinaria.
Helios – Bellas artes.
Carla – Programadora.
Torres — Metalúrgico.
Helena — enfermera.
Fonseca – Mecánico.
Reme – Costurera (experta en pieles y tejidos).
Aníbal – Ebanista.
Rosa – Paleontóloga.
José A. – Ingeniero aeronaval.
Carolina – Economista.
Robert – Cocinero y empresario.
Daniela – Estudiante de comercio.
Vicente – Estudiante de comercio.
Al leer le preguntaron a Daniela que estudios eran los suyos y su
edad. Ella contestó sin inmutarse lo que con anterioridad le dijo
Leire.
—Tenía veinticinco cuando me presenté al programa, mi familia fabricaba y vendía telas yo quería dedicarme a la moda pero mis padres me convencieron para que me presentara al proyecto. Ya sé que no represento mi edad pero no es mi culpa.
—¿Y qué sabes de Vicente?,
—Solo que su padre se dedicaba al comercio, tenía fábricas de embutidos. Es lo poco que hemos hablado, nos conocíamos con antelación pero poco. Creo que tiene un año más que yo.
La respuesta firme de Daniela en apariencia disipó las dudas. Dos horas más tarde llegaron los cazadores con una rata y varias cobayas o topos — David dijo.
—Habíamos pensado rodear la loma que tenemos delante creo que lo haremos en una o dos horas máximo. ¿Qué os parece? después buscaremos donde acampar y cenaremos a la luz de la luna.
Nadie respondió todos se levantaron y emprendieron la marcha. Al otro lado de la colina encontraron una antigua carretera, completamente destrozada por la vegetación, la cruzamos y nos encontramos con un riachuelo lo cruzamos saltando sobre piedras que nos íbamos pasando y añadiendo, no tardamos en encontrar un abrigo entre grandes troncos caídos y rocas. Robert buscó una losa y empezó a desollar los animales ayudado por Creta; mientras Aníbal y Fonseca procuraban leña y hacían unas parihuelas para ahumar carne. La hoguera estuvo pronto encendida y la primera carne fue utilizada para ahumar, cortada en finas lonchas, después asaron lo que necesitaban para comer ensartándola en unas varas a las que habían hecho punta.
Era nuestra primera cena campestre, cada pareja tenía su propia tienda iglú y montamos el campamento. Después de hablar durante un rato, nadie se acostaba parecía que nadie quería perderse la noche y entrar en la tienda; para la mayoría incluido yo era la primera noche con su pareja, en silencio miraban la luna Vicente estaba atizando el fuego y Daniela, apoyaba su espalda en el gran tronco. De momento Creta tocó a Helios y le hizo una indicación con el dedo, un gran lagarto estaba a punto de atacar a Daniela o era lo que creía. Creta de un salto se precipitó sobre el animal sujetándole la cabeza, mientras gritaba “tirad de la cola; tirad de la cola”, Helios y Vicente se cogieron a la cola tirando con fuerza, el lagarto utilizaba la cola como un látigo quería pegar a Creta, Leire sacó el machete y cortó la cabeza del animal sin dar tiempo a más.
Creta Jadeando la recriminó.— ¿Por qué no has utilizado la porra?
—Te hubiese dado la descarga a ti y a los que lo sujetaban de la cola. Daniela rompió a llorar y Leire se acercó a ella abrazándola, el susto había sido Mayúsculo.
—Robert dijo.— su carne es buena se parece al pollo.
Nadie quiso que lo descuartizara, David cogiéndolo de la cola lo arrastró hasta la losa, diciendo que no se podía desperdiciar la comida, él y Robert se quedaron limpiando el animal, todos entraron en las tiendas cerrando las cremalleras.
Empezaba a clarear yo salí de la tienda a descargar la vejiga, pronto comprendí que no era el único, todos nos alejábamos del campamento para desahogar; vi que Robert envolvía con papel de aluminio la carne ahumada que había estado toda la noche sobre la hoguera, y ponía en una gran tetera a calentar agua, saqué mi cantimplora y compartimos el agua. Le pregunté — ¿Y la leche?
—Lleváis cada uno la vuestra, extiende tu vaso plegable de la bolsa de supervivencia y mira en el interior de ella, ay sobres como los que se utilizaban en las cafeterías con el azúcar.
— Si los he visto – contesté.
—Pues solo tienes que usar el agua caliente y un sobre ya van azucarados. Empecé a fijarme en el set de supervivencia, el fondo de la cantimplora se convertía en cazuela, la cuchara tenedor y cuchillo, no ocupaban más sitio que el de una cuchara normal. Robert me dijo que había cocinado para el ejército y esos eran sus cubiertos de campaña. Cada vez había más gente alrededor y al vernos preguntaban y sacaban sus vasos y cubiertos de las mochilas. Robert dio una mini charla sobre las utilidades del set de supervivencia.
Miré a David tenía el mapa sobre un tronco y observaba la brújula mientras miraba el Sol naciente. Leire a su lado se recogía el cabello no tardaron en preguntar a todos si se habían tomado las pastillas. Para a continuación plegar su tienda y preparar el equipaje. Después ayudaron a Vicente con la suya. Yo me acerque a David.
—¿Qué ocurre?
—Debemos desviarnos dirección sur si no queremos atravesar parte de Gredos, debemos buscar el pico Almanzor o Plasencia, por allí podremos ir en dirección Toledo. ¿Si pudiésemos ir por carretera hacia Plasencia sería lo mejor? Pronto encontraremos un río o al menos eso creo. Otra cosa será buscar por donde lo cruzamos. Sacó los prismáticos y miró.
—¿Qué ves?
—Nada monte bajo a derecha, montes al frente y a la izquierda. Bordearemos los montes. Sacó el contador Geiger y midió diciendo para sí mismo “bien”.
Recogimos el campamento y nos pusimos en marcha. Media hora más tarde, Fonseca se acercó a David.
—¿Hemos cambiado de dirección?
—Sí y debemos de cambiar más si no queremos cruzar las montañas.
—¿Dónde quieres ir?
—A Plasencia y desde allí a Toledo.
Helena se había puesto al otro lado — ¿Y por qué hay una explicación?
—Si la contaminación radiactiva; si ha habido una guerra nuclear, no creo que Madrid se haya librado y en la provincia de Guadalajara se encuentra la central nuclear de Trillo y José Cabrera, esta última sin uso, pero aunque no funcionen disponen de barriles con material radiactivo y si ha caído alguna bomba... no sabemos... en fin huyó de las zonas peligrosas.
¿Entiendo pero no tenemos constancia de nada…?
—El camino a Madrid es más abrupto que este y no sabemos qué carreteras encontraremos.
—Solo era una pregunta – Contestó Fonseca con una sonrisa.
Daniela se acercó a Creta mientras caminaban.
—¿Crees que habrán más lagartos como ese?
—No lo puedo confirmar, pero no los había visto tan grandes en nuestro país, se parece mucho a los autóctonos, solo que mucho más grande, de la cabeza a la cola mediría más de un metro. Pueden haber mutado y haber crecido. He comprobado que apenas tienen dientes suelen aplastar la comida, como los antiguos lagartos nativos, no deben ser peligrosos si no nos metemos con ellos, pero disponen de un fuerte mordisco y no suelen soltar.
—¿Pero cómo han sobrevivido?
—Posiblemente se escondieron en las madrigueras también ellos las comparten si las encuentran vacías de conejos o roedores, aunque prefieren las rocas. Y está claro que es zona de roedores. No creo que encontremos muchos no son muy prolíficos.
Las palabras de Creta, tranquilizaron a Daniela.
Robert tras ellas dijo.
—Como ha dicho se parece a los lagartos de la península, era una especie protegida, apenas tiene dientes, estos son muy pequeños pero sujetos a un fuerte hueso o paladar y posiblemente coma insectos. No creo que quisiera atacar a Daniela y solo tuviera curiosidad, tampoco creo que tengan muchos depredadores.
— No lo sé todo es nuevo... algunos árboles no los conozco – contestó Creta.
—A las tres horas de viaje encontramos una fuente, todos paramos a
llenar las cantimploras, previo análisis por parte de Alba (que llevaba
un aparato al respecto. El agua caía de una pequeña loma, David
descargo y subió a la loma con los prismáticos.
Tras llenar mi cantimplora me acerqué.
—Hace horas que los montes están a la izquierda, no habremos dejado ya ...
—No faltan alrededor de sesenta o setenta Kilómetros, a la derecha hemos dejado dos pueblos o lo que quedaba de ellos, buscaremos la carretera que tenemos a la derecha y por donde no podamos pasar la sortearemos, siempre será mejor que ir campo a través, así no adelantamos.
David tocó palmas.— por favor escuchad falta algo menos de una hora para llegar a una carretera, ella nos llevará al cruce que debemos tomar. Podemos llegar a la carretera, descansar y comer.
Helios dijo.— Adelante – y los demás no abrieron la boca todos cargaron con las mochilas y seguimos el camino. Faltaban quince minutos para las trece horas cuando llegamos a la carretera y a un pueblo, buscamos sombra y encontramos una plaza con vegetación. Cada uno buscó su rincón, Robert sacó carne asada y la puso al Sol, fuimos cogiendo hasta que se terminó. Después de comer le pregunté si quedaba más y me dijo
—Solo dos cobayas y el lagarto. Voy a dar una vuelta por el pueblo.
Cogió su lanza y se fue solo, volviendo al poco tiempo con dos lagartos más, del tamaño de una iguana grande. Les había abierto la tripa y sacado las entrañas los había lavado y todavía chorreaba agua de ellos.
—Hay una fuente natural en medio del pueblo – dijo mientras los ataba para colgárselos del hombro.
Remedios dijo.— ¿Eso es lo que vamos a comer esta noche? Solo comemos bichos y…
¡Remedios! contestó Rosa.— debes hacerte cargo que el mundo que conocimos no existe, ha habido una extinción como antes la hubo con los dinosaurios. Te explicaré en cuatro palabras lo que ha ocurrido mientras nosotros dormíamos. Estalló una guerra nuclear, lo que no han matado las bombas, lo ha matado la naturaleza; el polvo y el humo acumulado ha creado nubes que han tapado la luz del Sol y se han convertido en toxicas, el azufre y el nitrógeno lanzado a la atmósfera producen el efecto invernadero y con él la lluvia ácida, parecida al salfumán y provocando grandes tormentas que vagan por el planeta, dejando caer su líquido mortal sobre las plantas y los animales. Los animales que pueden hacerlo se refugian en madrigueras cuevas etc. Pero los herbívoros no tienen hierba que comer y mueren, los roedores pueden cavar y encontrar raíces a los carnívoros se les terminan los cadáveres y se quedan sin comida, al mismo tiempo se envenenan con los metales descargados por la atmósfera y también mueren, en consecuencia se produce una extinción, sólo quienes pueden superarlo, sobreviven y entre los supervivientes, están una gran cantidad de insectos, ellos sobreviven y quienes viven de ellos progresan. En nuestro caso no sabemos las consecuencias totales pues dependemos en gran parte, de donde hayan estallado las bombas y también de dónde, ha afectado en mayor o menor cantidad la lluvia ácida. En los océanos y mares dependiendo de la cantidad también se puede producir una extinción. En cuanto a la radiactividad es mejor no acercarse a las centrales nucleares, pues si el hombre las abandona pueden explotar por sí mismas o tener escapes radiactivos. Tampoco sabemos el estado de los residuos radiactivos. Solo sabemos que duran muchos años.
—Gracias Rosa – dijo David interviniendo — has hecho una excelente y rápida explicación, quiero añadir algo. No siempre he sido ingeniero, mi padre era agricultor y conozco el campo. Las semillas se endurecen y se esparcen, algunas pueden caer en sitios protegidos de la lluvia ácida y crecer después de muchos años, solo necesitan humedad y un clima adecuado. Podemos encontrar futuro o en todo caso crearlo, no todo se ha perdido. Mirad junto a esos arbustos “es trigo” no un campo pero sí unas matas y granos están secos y no sabemos de dónde han venido, Esos mismos granos que hay en el suelo con el viento volaran y tal vez germinen. Nosotros también llevamos simiente de trigo y de otros alimentos solo necesitamos llegar a nuestro destino y sembrarlos, aunque no estaría de más recogerlo y así tras molerlo hacer pan. En cuanto a los animales creo que tendremos que cambiar nuestras preferencias y probar nuevos sabores.
Cuando estéis dispuestos creo que en no más de dos horas podremos alcanzar la carretera que nos llevará a Plasencia. Os aconsejo utilizar las gafas de sol y taparos la cabeza, estamos a veintinueve grados.
Se hicieron las cuatro de la tarde y decidimos salir. Como había dicho David llegamos a la carretera y esta no estaba en muy mal estado, el monte bajo la respetaba en gran parte. Buscamos donde acampar y nos desplazamos unos metros hasta unos árboles junto a unos carteles oxidados y con algún agujero, pero las letras estaban troqueladas y los pudimos leer, eran las indicaciones a Plasencia y otros pueblos. Cómo Béjar que estaba en dirección opuesta.
Fonseca; Vicente y yo fuimos en busca de leña, mientras Robert sacaba las cobayas ahumadas dispuesto a asarlas y un lagarto. Creta llamó a Daniela y le dijo que sujetase el lagarto, está tragó saliva y la ayudó a despellejarlos. Más tarde los pasaron con un palo y los abrieron con otro más corto en cruz. Nuevamente los pusieron a ahumar mientras las cobayas se calentaban sobre las brasas que sacaban al lado de la hoguera. Cenamos y después sentados alrededor de la lumbre (pues la temperatura había descendido a doce grados) empezamos a hablar. Helena preguntó a David.
—¿Y después de Plasencia?
—Después Talavera y directos a Toledo pasando por varios pueblos.
—¿Cuantos kilómetros crees que podemos hacer al día cargados como vamos?
David miró a los compañeros – hasta hoy hemos perdido mucho tiempo yendo campo a través; creo que no debemos andar más de tres horas por la mañana y otras dos o tres por la tarde, Como dije esto no es una competición y debemos cazar para comer. No obstante podríamos hacer unos veinte o treinta kilómetros al día o incluso superarlos; pero recordad que no tenemos prisa, ni estamos muy fuertes.
Alguien dijo, “murciélagos” y todos miramos al cielo viéndolos volar, a Reme le cayó una cuca sobre el pecho y se quedó de piedra con los ojos desorbitados y cara de espanto. Aníbal dio un manotazo al insecto que cayó de espaldas, Robert lo cogió y arrancándole las alas y la cabeza lo puso de espaldas sobre las ascuas.
—¿Qué vas a hacer?— Preguntó Carolina.
—En el centro dijeron que eran comestibles y yo he probado muchos sabores. Quiero saber a qué sabe – y le dio la vuelta.
Cuando comprendió que estaba asada, separó las patas del caparazón y sacó la carne rosada, quitando lo que parecía una vena azul como se hace con los cangrejos de río; cortó un pedazo pequeño y lo probó.
—¡Eureka! Si parece una galera de mar tiene el mismo sabor, lo juro.
—Os aseguro que es comestible – dijo Alba acercándose a por un pequeño trozo y cogiendo otro para mí.
Comí con asco la carne del insecto pero me dejó un buen sabor de boca. Fui a por mí bolsa de costado y la linterna y me acerque a la carretera donde veía a los murciélagos bajar. La enfoque y vi un gran número de insectos entre ellos “las cucas” una voz a mi espalda dijo arráncales la cabeza y las alas. Robert se había unido a mí, después vino Vicente, Torres, David y no recuerdo si faltaba alguien.
Sin alas ni cabeza tenían la imagen de un mejillón. Comimos algunas y guardamos otras en una malla que tenía Robert. Estábamos cansados y nos fuimos a dormir. Al día siguiente Alba me dejó su bolsa de costado, para poner los blocs que utilizaba a diario, pues la mía iba llena de cucas.
Escuché como David le decía a Leire – no estés pendiente de Daniela, Vicente pasa el día cuidando de ella.
—Ya lo he notado, lleva lo más pesado de ella en su mochila, él la cuida y me alegro de otra forma nos retrasaría.
—Vicente se ha adaptado inmediatamente, es una ayuda y de ella no tengo queja.
—Creo David que formamos un buen grupo y me alegro que Robert y Carolina se apuntaran con nosotros.
—Yo también.
En ruta
A partir de ahora seguiríamos las carreteras “si podíamos”. Antes de las nueve estábamos en marcha a la media hora un arroyo cruzaba la carretera por debajo. Con permiso de Alba llenamos las cantimploras y seguimos viaje, siempre buscábamos un sitio donde hubieran árboles para a comer o acampar huyendo del fuerte Sol del mediodía, así llegamos a un tramo de carretera desecha, la tierra la ocultaba, seguimos sobre ella caminando entre las piedras y nos encontramos con una granja sin techo y con algunas paredes en el suelo. En la poca sombra de la pared nos sentamos a comer y descansar. Los descansos de la comida solían ser de dos horas. Una paloma cruzó los cielos, todos nos quedamos mirando la paloma, después de algunos regates se introdujo entre los árboles que habían alejados de la granja, un barranco sin agua cruzaba frente a nosotros, pero no importaba habíamos visto aves y eso quería decir que podían haber más. No sabíamos cómo habían sobrevivido pero de momento no importaba.
Nos levantamos y seguimos el camino, llegando a las seis la carretera volvía ser visible; vimos una pequeña fuente que derramaba su agua a lo que habría sido un torrente. Carla dijo.
—¿Es un conejo? — Y todos miramos, si era un conejo, yo pensé que era un roedor como las cobayas o las ratas y si ellas se habían salvado...
—Seguid ya os alcanzaré — dijo Leire quedándose con la ballesta de Torres, Vicente y Robert se unieron a ella y se emboscaron con las ballestas, dejando el equipaje en la carretera. Nosotros seguimos andando hasta encontrar un lugar donde poder acampar y encender fuego. Una hora más tarde llegaron con tres conejos. Esa noche terminamos con las cucas y el lagarto que quedaba con sabor a pollo. Solo Daniela no había probado las cucas, pero no le hizo ascos al lagarto, después calentó agua y le añadió un sobre.
No había discusiones y todos arrimaban el hombro, tal vez el hecho de decir que cada uno se podía ir cuando quisiera, unía más el grupo. El tiempo refrescaba y las nubes ocultaban la luna cuando pasaban, de vez en cuando. Nos retiramos a las tiendas.
Por la mañana cuando salí, David ya estaba vestido y consultando el contador Geiger, a continuación se puso a buscar leña y hacer fuego, cuando me acerqué a él me dijo.
—¿No te has cambiado de ropa?
—No ¿y tú?
—Yo si esta mañana, no nos hemos duchado en cuatro días, solo tenemos dos monos y tres piezas de ropa interior. Espero llegar esta noche a Plasencia, creo que había un río y una fuente en medio de la plaza.
—Yo no confió en la fuente.
—¿Yo tampoco, pero qué opinas de quedarnos un día para descansar?
—Me parece bien.
—¿De qué habláis?— dijo Leire a nuestras espaldas.
—De quedarnos un día de descanso en Plasencia y lavar la ropa.
—Lo apruebo y lo estaba deseando.
Poco a poco corrimos la voz y la respuesta fue unánime. Tal vez el afán de llegar nos hizo acelerar la salida. A los pocos pasos el sol empezó a calentar, afortunadamente caminábamos sobre la antigua autopista y pese al deterioro de ésta siempre había un sitio por donde pasar con lo que adelantábamos, en poco tiempo empezamos a cubrirnos la cabeza. Sobre las doce treinta descubrimos unas rocas sobre elevadas que nos ofrecían sombra, Leire indicó.
—Vamos allí y comamos.
Nadie puso objeción y al llegar tras quitarnos las mochilas nos arrojamos al suelo sobre la suave hierba. No había pasado más de media hora y tras comer empezaba el periodo de descanso. Rosa dijo.
—Mirad esas matas altas se mueven.
—Todos miramos hacia las matas y pronto vimos aparecer una mantis religiosa del tamaño de un cordero, nos quedamos petrificados. Rosa sacó una pequeña cámara (en realidad un móvil que solo valía como cámara) y se acercó a fotografiarla, la mantis avanzó hacia ella, pero David rápidamente se interpuso en su trayectoria a escasos metros amenazándola con la lanza yo me lancé a ayudarlo, teníamos que coger la lanza del extremo trasero pues las patas delanteras eran casi más largas que ellas, afortunadamente no podía desplegarlas por completo Torres y José Antonio se unieron a nosotros; cuando el animal se levantaba nos superaba en altura. Empezó a desplegar las alas como si quisiera saltar cuando una flecha atravesó su cabeza y cayó al suelo, miramos la procedencia de la flecha y Vicente dijo sonriendo.
—Ya dije que era bueno con esto.
Sus enormes mandíbulas todavía se movían y nadie se atrevió a recuperar la flecha. Leire se acercó y le aplicó una descarga con la porra y tras temblar dejó de moverse, Vicente recuperó su flecha y Rosa hizo un sinfín de fotografías. Después sacó un metro y creo que midió todo el animal. Los demás la esperábamos cargados con las mochilas. José A. le dio la mano a David diciendo.
—Gracias, si tenía alguna duda sobre ti, la has disipado, gracias.
Después llamó a Rosa y le ayudó a cargar la mochila. No habíamos reposado tras la comida pero aunque no dijéramos nada todos queríamos salir de allí. Eso adelantó nuestra llegada a Plasencia, algunas palomas revoloteaban. Cómo en todos los sitios anteriores no encontramos a nadie solo vehículos desechos, en ocasiones el oxido estaba en tierra como si se hubieran derretido. Parecía que la raza humana se había extinguido por completo, llegamos bajo el acueducto y este seguía en pie. Rosa y Alba empezaron a mirar las piedras y hablar entre ellas.
—¿Qué ocurre? – pregunté acercándome a ellas.
—La lluvia ácida también ataca a las piedras y parece que aquí no ha caído mucha.
—¿Y por qué? – pregunté inocentemente, Alba me miró y dijo.
—Las nubes no reparten el agua por igual.
Me sentí avergonzado lo sabía y no había reparado en ello. Seguimos al grupo y entramos al interior de la muralla, nos dimos cuenta que algunas casas al norte de la muralla y pegadas a ella mantenían el tejado mientras que otras eran un montón de escombros. Leire propuso pasar allí la noche entre varias casas y nos repartimos. Con lo que quedaba en el interior de ellas confeccionamos escobas y limpiamos lo más justo para pasar la noche. En una casa entramos tres parejas las compuestas por Leire y David, Vicente y Daniela, Alba y yo. No tardó en salir David a la calle con el medidor de radiactividad y la lanza. Alba me dio un codazo y me dijo que fuera con él, Se fue hacia el sur e iba midiendo después se aproximó a la catedral — le Pregunté.
—¿Qué ocurre? Siempre estás con el medidor en la mano.
—Te explico, Cerca de aquí habían dos centrales nucleares. Almaraz 1 y Almaraz 2 la uno se cerró en el año 2030 pero la 2 pese a querer cerrarla en el 2040 la dejaron como reserva, no sé qué fue de ella. Cuando salimos del centro la contaminación por cesio 137 y yodo 131 era prácticamente nula la radiactividad era de 0’1 mili sieverts que es lo normal que soportamos desde que nacemos, en estos momentos estamos a 0’2 mili sieverts.
—¿Cuánto podemos soportar las personas?
— No solo depende de la cantidad también del tiempo de exposición. Una placa de rayos X, son 0’6 un escáner 25 y una resonancia puede llegar a 150. No soy un experto yo fabrico o diseño los aparatos sé lo que miden pero no soy un especialista en radiactividad.
—Yo creo que un poco más lo podríamos asimilar – dije inocentemente.
—El problema es que Navalmoral de la Mata está a cincuenta y ocho kilómetros y entre llegar y alejarnos debemos contar al menos con cuatro días, dos días durmiendo a plena radiación.
—Y no es posible rodear.
—Sí tendremos que hablar con todos y decidir; ahora ya que estamos aquí, me gustaría ver la catedral, como ha quedado. Nos acercamos y la puerta estaba cerrada. Derribarla era imposible yo le dije.
—Debe haber una llave en la casa del cura, busquemos en las casas colindantes.
Ambos empezamos a buscar yo a la derecha y el a la izquierda, algunas casas no tenían puerta y otras las podíamos abrir solo con empujar o estaban abiertas. Me encontré con un bajo donde todavía se veían restos de grano podrido y echo una masa dura habían jaulas de palomos rotas y una ventana con un agujero debido a que la madera estaba podrida, escuche el canto de los palomos sobre una escalera de caracol, en el suelo había mucho guano o excrementos de paloma, una rata cruzó casi sobre mis zapatos, pero esta tenía el tamaño normal, al salir de la casa vi la torre y me dije que ya sabía cómo habían sobrevivido las palomas; David venía con un manojo de llaves, nos acercamos a la puerta y probó con la más grande, ¡Eureka! Acertamos, empujamos los dos con todas nuestras fuerzas, nos costó horrores moverla y abrir lo suficiente para acceder al interior. La mayor parte del techo había caído pero los muros laterales habían aguantado. Al caminar sobre tablones movimos otras maderas y escombros. David llamó mi atención.
—Mira aquí sí que hay huesos humanos.
Posiblemente mucha gente se reuniera para rezar o para morir juntos. Lo que no entendimos era ¿por qué estaban cerrados por fuera? teníamos claro que fallecieron antes de que cayera el techo. Miramos alrededor y salimos.
Durante la cena no dijimos nada, al día siguiente lavaríamos la ropa y habría tiempo para inspeccionar bien la ciudad. Helena, alba y Creta habían visto una farmacia y pensaban inspeccionarla al día siguiente, aunque sabían de antemano que todo estaría caducado, también era una buena ocasión para ver hasta dónde podrían llegar a ser utilizables algunos productos. Ya habíamos comprobado que algunas telas seguían siendo útiles.
Era la primera vez que cada grupo cenaba en su casa, “valga la anécdota” por lo tanto no dialogamos mucho.
Los hombres teníamos prohibido bajar al río temprano respetando
la intimidad de las mujeres, ellas querían bañarse, cambiarse y lavar su
ropa, a las once vino a buscarnos Daniela.
—Ya podéis bajar al río – dijo sonriendo.
Los caballeros cogimos nuestras ropas y bajamos al río todas las mujeres habían lavado su cuerpo y su ropa con el jabón que llevábamos en la mochila y la habían tendido sobre los arbustos. Los hombres nos olvidamos del jabón solo Helios lo había cogido. Tuvimos que volver a por él, pues las mujeres nos negaron el suyo. Una hora más tarde llegábamos los hombres a las casas. En la calle que atravesaba frente a nosotros había sombra y decidimos comer allí, Preparamos los conejos y no nos faltó madera de la que había en las casas para asarlos. Robert Guardó el hígado y las entrañas en papel de aluminio también dijo que se terminaba la comida y había que cazar.
David al terminar explicó el caso de la central nuclear y de la necesidad de desviarnos si aumentaba la radiactividad. La discusión se produjo; unos querían seguir por la carretera otros decían que era un riesgo innecesario Alba dijo.
—Señores podemos seguir 0’2 es asumible e incluso 0’3 pero la exposición será durante al menos tres o cuatro días y hay que tener en cuenta que cuanto más nos acerquemos más subirá. Yo propongo que si sube a 0’3 cambiemos de rumbo y evitemos sorpresas.
—José A. dijo – como sabéis soy ingeniero aeroespacial y naval, se por tanto la radiación que reciben al año los pilotos comerciales, así como la radiación que soportan en un submarino atómico. Alba tiene razón no es tanto la radiación que recibimos en un momento, como la recibida durante largo tiempo, apoyó cambiar si llegamos a 0’3. Más vale perder un día o dos que tener problemas.
Me alegré de que por fin hablara José Antonio, pues consiguió poner a todos de acuerdo.
Robert dijo – pues si ya estamos de acuerdo me voy he visto una Ferretería y tengo curiosidad.
Vicente se levantó diciendo – yo te acompaño.
—No tú tienes trabajo – dijo Torres – tenemos que cazar.
—Hagamos dos grupos – dijo Fonseca — ¿vienes conmigo Aníbal?
—Sí te acompaño, los animales deben ir a beber al río solo es necesario buscar sus huellas.
Los cuatro hombres salieron en busca de presas. Era el momento de investigar en la farmacia y Daniela dijo a Leire si la acompañaba a una tienda de ropa, no buscaron en una sino en varias, algunos tejidos habían desaparecido otros se los habían comido los insectos pero encontraron cajas de ropa fabricada 100% poliéster que se mantenían en condiciones, sobre todo una gran cantidad de camisetas y vaqueros, chaquetas y algunas otras prendas. Daniela dijo.
—Y decían que el poliéster tardaba 500 años en degradarse. Y estas prendas, aunque bien embaladas habrán resistido radiaciones y…
—¿Entiendes de ropa?
—Si por desgracia. Era fabricante crecí entre muestrarios de telas y visité alguna que otra fábrica. Si encontramos una tienda de deportes seguramente habrán prendas que no necesiten lavarse, de las que repelen el agua.
—Vamos a dar una vuelta.
La tienda de deportes existía y allí me encontraron a mí, mirando las cañas de pescar de carbono y pensando que Helios y David habían ido de pesca sin caña aunque no era imprescindible. Los tejados en su mayoría habían caído y las tejas volado, en muchos casos el piso superior o los pisos, habían hecho de tejado dejando muchos rincones protegidos. Daniela encontró un arco de competición y comprobó que funcionaba e inmediatamente dijo a Leire.
—Vicente se alegrará fue campeón de tiro con arco.
Cuando lo supe, comprendí su puntería. Ellas cargaron con unas prendas de ropa y yo con un rollo de cuerda de nylon, cordel de pita, hilo de pesca y dos machetes al que los insectos habían dejado sin mangos. Por la noche se los regalé a Torres este se alegró y a los pocos días ya les había confeccionando un mango, que después envolvió con la cuerda de pita.
Ayudé a las mujeres con la ropa y después volvimos a por camisetas y vaqueros de diferentes tallas. Robert vino con recipientes de cristal achatados llenos de algo blanco, según él se podrían utilizar para guardar alimentos unas bolsas de red y un caldero de porcelana, como el que utilizaba mi madre para hacer migas o gachas. Pero su mayor éxito fue encontrar sal.
De la farmacia solo trajeron unas vendas y unos tarros vacios.
El Sol empezaba a ocultarse cuando llegaron David y Helios con casi una docena de carpas, de diferentes tamaños. No tardaron en aparecer los cazadores con cinco conejos.
David al ver la ropa y todo lo que mostramos, tocó palmas y todos lo miramos.
Recordad que lo que cojáis incrementará el peso y no vamos en coche, los monos que llevamos son buenos. Pensad bien las cosas, ahora tenemos alimentos frescos pero no sabemos hasta cuándo conseguiremos más y hay que cargar con todo, no siempre va a cargar Robert o Carles con la comida. Tampoco sé si encontraremos agua en buenas condiciones en fin vosotros decidís.
Daniela había escondido el arco dentro de la casa, entró y sacándolo se lo ofreció a Vicente. Este sonrió y le dio un beso a continuación tenso el arco y comprobó que se encontraba en buen uso, esa sería su arma a partir de entonces.
Yo había visto cantimploras en la tienda y cogiendo la linterna me fui en su busca aunque solo había tres y las lleve diciendo que quien quisiera que las cogiera reservándome una para mí.
Por primera vez David sacó la radio y se comunicó con la base. Todos queríamos hablar y contar como nos iba; todavía estábamos muy cerca y el sonido llegaba muy claro. Después de quince minutos cerró la conexión. Sacó cuatro radios de corto alcance de su mochila y tras ponerle las pilas los repartió quedándose un quinto que le dio a Leire – mientras decía.
—Si nos perdemos con estos nos podemos comunicar. Después explicó cómo se usaban.
Asamos los peces y un conejo el resto los ahumamos. Al terminar de cenar le dije a Robert que cogiera la linterna, la red y me siguiera; entramos en la casa de las palomas alumbrando al suelo y subimos la peligrosa escalera llena de excrementos. Los animales ni se movían a la luz de las linternas, cogimos nueve palomas, aunque habían muchas más contamos con media paloma para cada uno. Al regresar Robert se puso inmediatamente a prepararlas, les quitaba la piel junto con las plumas; Creta, torres, y Fonseca empezaron a ayudarle y él se dedicó a abrirlas y guardar los hígados en un tarro de cristal como había hecho con los conejos.
Alba ante el espectáculo, me dijo que de momento no habíamos pasado hambre y que cada día se encontraba más fuerte y dispuesta. La miré, me sonrió y no pude evitar besarla.
Robert buscó camisetas de manga larga y cortó las mangas. A continuación fue colocando dos palomos en cada manga y atándolas con la cuerda de pita, dejaba una distancia entre ellas de medio metro, entendí que era lo justo para colocarlas colgando sobre las mochilas.
Alba y Creta estaban sentadas cerca, la una de la otra, Daniela vino y se sentó en medio de las dos tenía ganas de conversación y les preguntó por la Mantis del día anterior. Alba le dijo.
La Mantis como otros animales que hemos visto ha sufrido Mutaciones. No podemos saber si hay un solo mutante o hay más, seguramente habrá más. Te daré un ejemplo para que lo entiendas ¿Cuándo crees que mide el hombre más alto del planeta?
—No se… pero mirando a los jugadores de baloncesto, creo que alguno podría llegar a dos metros treinta.
—Y si te dijera que esa altura la han superado varias personas; que se sepa el hombre más alto del mundo fue Robert Pershing, llegando a la altura de dos metros setenta y dos centímetros. En este caso una hipertrofia de la glándula Pituitaria le hizo crecer hasta su muerte.
Quiero decir con esto que no siempre la mutación es general. Pero si se puede transmitir entre varios animales de la misma especie. El ejemplo lo tienes en las cucas parece que todas han mutado, pero yo las he visto pequeñas con su tamaño natural, sin embargo no han mutado conejos y palomas. En Fukushima tras el desastre nuclear y el tsunami, cuando todo se normalizo y pudieron acudir a los criaderos de ostras, estas habían crecido, casi doblando su tamaño.
Daniela sonrió y dijo.— Me gustaría saber qué fue antes el huevo o la gallina.
Creta le contestó.— Las mutaciones si no son por fuerzas externas como enfermedades, “caso del hombre más alto del planeta” siempre se producen en el óvulo o huevo, “te explico”. Un día un dinosaurio puso cinco huevos y al nacer los descendientes, salió uno en que sus espinas se habían transformado en plumas, por una malformación, no era suficiente para volar, pero si se lanzaba de alguna altura las plumas le ayudaban a planear, con el tiempo a través de los siglos muchos de sus descendientes tuvieron plumas, con la misma naturalidad de las personas, que nacen con cabello rubio o rojo. En una nueva puesta de sus descendientes ya emplumados, salió uno que tenía más plumas que el resto de sus hermanos; como el hermano que nace con más bello en el cuerpo que el resto y así fueron poblando todo su cuerpo hasta llegar a convertirse en aves.
También los mamíferos tenemos óvulos. Donde se producen las mutaciones.
Entiendo – dijo Daniela — y en ese caso creo que las mutaciones humanas se desarrollarán en el Útero. ¿En la situación de una embarazada la radiación podría afectar al feto o…?
—Si la radiación puede afectar al feto, para bien o para mal. ¡Espera! ¿No estarás?...Embarazada.
—No, no pasa nada, estad tranquilas.
La noche mandaba un aire cada vez más fresco y nos retiramos.
Al levantarnos, las nubes anunciaban lluvia, votamos y decidimos que la lluvia no nos iba a parar, llevábamos chubasqueros que nos cubrían por completo, nos ayudamos unos a otros y emprendimos la marcha, como siempre sorteando algunos restos de vehículos deshechos. El primer día el medidor de radiactividad apenas se movió por la tarde después de un corto parón, vislumbramos a lo lejos un pueblo a la derecha. No sé si por la lluvia o porqué, pero el medidor no llegó más que 0’23 nos dirigimos a él pero conforme nos acercábamos al pueblo iba subiendo; un poco antes de llegar David nos paró y dijo.
—Deberíamos desviarnos por este camino a la izquierda según este mapa encontraremos el río Tiétar, si llegamos a Bazagona que debe ser ese pueblo que se ve a lo lejos, posiblemente nos metamos en la boca del lobo.
Te nombramos jefe porque confiábamos en ti – dijo José A. — tú decides.
No hablamos más, David cambió de dirección y eso nos costó dos días más para llegar a Talavera de la Reina bordeando la sierra de Gredos y de allí a Toledo.
Por el camino terminamos con la carne y aunque habían conejos, solo pudimos cazar dos debido al monte bajo que los ocultaba y eran muy poco para dieciocho personas. Gracias a Aníbal el carpintero y a su mujer Remedios, que conocía las plantas como la palma de su mano, podíamos recoger algunas y mezclarlas con los hígados que guardaba Robert para darles gusto, así comimos un par de días. Pero llegando a la capital solo nos quedaba Manzanilla recogida del monte y una ración de comida del centro.
Entramos en la ciudad a las once de la mañana procedentes de Torrijos, donde habíamos descansado esa noche. No esperábamos encontrar comida pues sabíamos que no la había, solo mirábamos por si habían personas vivas, empresa harto difícil. Lo que encontramos fue un sinfín de armas blancas que no nos hacían falta, aunque cambiamos alguna ballesta y recogimos Flechas de metal para ellas. Por primera vez vimos gatos, cosa que alegró sobremanera a Creta. Leire dijo.
No deberíamos perder tiempo hay que cazar y pescar ahí abajo está el Tajo. Esta vez el primero en apuntarse para cazar fue José A. e hicieron dos grupos.
Daniela se acercó a David diciendo.
Quiero ir a pescar con usted, Leire sonrió y se unió a ellos Robert y yo nos quedamos con las mujeres, al abrir una casa vimos ratas del tamaño de cobayas (no tan grandes como la que nos habíamos comido) le dije a Robert, que sabía hacer lazos mi abuelo me había enseñado y me contestó, que si les cortábamos el rabo y la cabeza creerían que eran conejos pequeños o cobayas. Fui en busca de hilo metálico por los talleres, o en todo caso hilo de pesca. Habían escombros por doquier por lo cual no tenía problema para colocarlos, llenamos toda una calle y llegamos a la catedral. Por las casas yo había visto muchos insectos, pero cuando abrí la puerta de la catedral lo que vi fueron gatos. Robert se fue y yo vi venir a Alba y Remedios.
—¿Dónde vais?
—Precisamente estábamos buscando la catedral.
El techo ha caído pero podemos pasar por los lados parece que algunos trozos han aguantado. Tuve que apartar algunas traviesas para que pasaran, cerca del altar habían huesos de personas, seguramente estarían rezando o se habrían refugiado allí, después de media hora mirando por todos los rincones me encontré con una escalera que descendía a un sótano, afortunadamente llevaba la linterna baje y me encontré, con que un agujero en el techo seguramente de la acera dejaba entrar un rayo de luz, vi ojos y una escalera que seguía más abajo. Intuí que sería el cementerio de los curas y no quise bajar. Por lo que podría encontrar, llegué a pensar que los gatos habrían sobrevivido comiendo cadáveres de personas. Unos ojos me miraban sin inmutarse los ilumine y era una gata con tres gatitos, me acerque y me permitió tocarlos “no tenía miedo. Algo me tocaba las piernas y al enfocar la linterna vi mas gatos pequeños de mediana estatura. Entendí que los gatos se habrían refugiado allí, posiblemente también en el sótano más bajo y que seguramente no les faltó comida durante algún tiempo. Subí corriendo y llamé a Alba y Remedios. Bajaron con miedo y cuando vieron los gatitos inmediatamente los cogieron en brazos. Estábamos en una guardería de gatos y me costó que salieran de allí, revisamos la catedral y vimos una parte alta que estaba cubierta, Remedios dijo que sería un buen sitio para dormir. Regresaron y volvieron con más mujeres para limpiar. Vi venir a Robert había encontrado un horno muy cerca de allí, aunque la casa había caído el horno no presentaba daños, había apartado los escombros y ahora recogía madera para encenderlo, me dedique a ayudarlo y preparar sobre los escombros una mesa con una pieza rota de mármol, que se había salvado de la lluvia ácida al estar cubierta y a cubierto. Encendimos el horno y nos dedicamos a revisar los hilos, de momento recogimos tres ratas a las que matábamos con una estaca en la cabeza. Una hora más tarde teníamos diez, Robert había cogido unos escudos y tras limpiarlos los utilizó como bandejas.
No habíamos comido y a las siete llegaron los cazadores, con ocho conejos. Alba les dijo dónde estábamos. Mientras nosotros sacábamos la primera docena de ratas del horno, la presencia era fabulosa parecían cobayas, habíamos cortado los rabos y las cabezas y las habíamos arrojado tras los escombros de una casa, donde los gatos se iban reuniendo. Dejaron los conejos y Torres se fue en busca de algo… llevándose una rata recién salida del horno para el camino, cambiándosela de mano continuamente mientras soplaba. Helios y Fonseca se llevaron la bandeja con la promesa de que volverían a ayudar. Pronto vimos venir a José A. Rosa y Helena comiendo y dispuestas a ayudar, mientras se terminaba de hacer la otra bandeja. Robert escampó el fuego y sacó parte de él apenas dejo unas brasas. Pusimos los conejos limpios, en el interior donde estarían hasta la mañana siguiente y nos fuimos a comer o cenar.
Los pescadores traían una docena de peces, algunos gatos maullaban sin acercarse. Cuando terminamos de cenar, Robert dijo.
—Necesitamos recipientes para almacenar comida, ahora parece que es un buen momento para plantearse, que la comida es imprescindible no puede faltar. Podemos repartirla en tarros de cristal y cada uno que lleve la suya.
Torres dijo — yo he encontrado ruedas, creo que de motocicleta, por descontado sin gomas, pero podemos usarlas sin ellas para construir un carro de cuatro ruedas, podríamos descargar las mochilas y llevar agua de repuesto y comida — Leire intervino.
¿Tendrás lo suficiente para construirlo? No hay energía eléctrica ¿Y cuanto tiempo emplearías? Es posible que un día no se trata de hacer una obra de arte.
Yo he visto una ferretería y creo con algunas herramientas podría hacer una caja de madera para guardar la comida – dijo Aníbal. Leire contestó.
No importa un día o dos si nos benefician, adelante así podremos bañarnos, cambiarnos y nos sirve de descanso. Mañana los hombres no podéis bajar al río. Todos sonreímos.
José A. le dijo a Aníbal que le ayudaría. Fonseca se ofreció para ayudar a Torres. Yo sin la presencia de las mujeres quería recoger las ratas que cayeron por la noche. David quería dar una vuelta en busca de recipientes y ver que más encontraba, Vicente se ofreció a acompañarlo y Helios no decía nada. Empezaron a caer insectos y a zumbar mosquitos o…
Recogimos las mochilas, los peces y nos fuimos hacia la catedral, Robert limpio el pescado con ayuda de Creta y tras salarlo lo introdujo en el horno prácticamente apagado y lo cerró. Tiró las tripas y las cabezas cerca de unos gatos. Y tras lavarse las manos entraron en la catedral, las luces de las linternas les indicaron por donde subir. Esa noche dormimos todos agrupados.
Note algo a mi espalda y me levanté sin darme la vuelta, un gato
mediano se había acostado a mi lado, miré alrededor y pude ver a Reme
jugando con otro gatito. En total eran cuatro los que habían subido y
demostraron no tener miedo. Los hombres uno tras otro fuimos bajando y
volviendo a subir me crucé con Helios.
—Carles ¿usted sabe dónde está la iglesia de Santo Tomé?
—Creo que puedo encontrarla con facilidad, está cerca de la casa del Greco, estuve aquí anteriormente, pero en cuanto se vayan las mujeres tengo quince minutos de trabajo.
—No importa le ayudaré.
Las mujeres se fueron y yo empecé el recorrido. Eran catorce las ratas que habían caído pero tres de ellas se las habían comido los gatos, le llevé las ratas A Robert mientras dejaba los lazos nuevamente puestos. Helios solo dijo.
—¿Estas eran las cobayas de anoche?
—Nadie dijo que fueran cobayas son simples roedores.
—Helios nuestro modo de vida ha desaparecido, No sabemos qué otros animales encontraremos y yo desearía encontrar muchos y variados. Hacen falta millones de años para que muten y se diversifiquen, para bien o para mal.
—Si ya lo sé unos se diversifican y otros se extinguen. Llévame a la iglesia.
Cruzamos en dirección sur y nos introducimos en las callejas, algunas calles de bajada y tuve que buscar ante tantas ruinas, al fin la encontramos, la pared sur estaba destruida. Helios subió sobre los montones de escombros mientras preguntaba dónde estaba el altar, con el dedo le indique mientras lo seguía; unos tablones de madera carcomidos cubrían el fondo. Entonces comprendí que buscaba, me dijo que le ayudara a quitar los tablones y entre los dos empezamos a quitarlos. Una piedra de buen tamaño cayó sobre su brazo izquierdo y lanzó un fuerte grito.
—¿Qué ocurre? Pregunté instintivamente y me di cuenta que se cogía el brazo. La piedra le había roto la manga del mono provocándole una herida y sacándole el hombro del sitio, saqué un trapo que llevaba desde Plasencia en el bolsillo del mono para cubrir la cabeza y se lo até al brazo, no podía hacer nada más que ayudarle a colocar su dedo pulgar en el cinto, para que apoyara el brazo. El me miró y me pidió que siguiera; quité los dos tablones que quedaban huyendo de las piedras y a continuación escuché.
—Rompa el cristal.
Rompí el sucio cristal y apareció “El entierro del Conde Ordaz” el magnífico cuadro pintado por el Greco. Él se quedó hipnotizado mirando el cuadro tras unos segundos me dijo que quería llevárselo. Media hora me costó sacar el lienzo del bastidor, ayudándome Helios con su mano derecha y con todo su interés, enrollamos el enorme lienzo, que afortunadamente no había sufrido daños irreparables y nos fuimos en busca de ayuda. Apenas llegamos a Robert, este le puso una cuerda alrededor del cuello para que descansara mejor el brazo.
Las mujeres no tardarían en volver y yo decidí dar una vuelta recogiendo otras tres Ratas mientras quitaba los lazos y daba por finalizada la caza. David y Vicente venían con sendas cajas de plástico que habían soportado los años. Nos explicaron que estaban metidas en un gran frigorífico completamente estanco, debían contener verduras y las habían limpiado, quitando lo que había podrido y seco, una de las cajas la llevaba llena de tarros de cristal y la otra de aparatos electrónicos. Después de interesarse por Helios dijo.
—Si construyen el carro podremos llevar más peso de lo contrario no hubiera cargado.
Me fijé que llevaba también un soldador de estaño antiguo de los que se calientan en el fuego y estaño tanto en barra como en rollo. Pensé que con él podía empezar el progreso. Le dije.
—Yo he cargado con una pequeña grabadora y dos micros, los tenía en mi oficina, en la base funcionaban.
—Hay muchos molinos de energía eólica y todos no estarán averiados – dije — Eso le dio otra idea y se fue en busca de una dinamo. Mientras Robert y yo utilizamos toda el agua disponible para limpiar los tarros de cristal. Las señoras no tardaron en llegar y las llamé, Creta atendió inmediatamente a su marido y con la ayuda de Helena le colocaron el hombro. Helios no pudo por menos que lanzar un fuerte y desgarrador gemido, mientras lo colocaban, después le abrieron la manga y le curaron la herida, nuevamente fueron en busca de una farmacia; Alba les acompañó y fabricó un ungüento con lo que encontró, tras analizar algunos productos. Rosario les aconsejó lavar la herida con una infusión de “rabo de gato” (una planta que se cría en el monte o en el secano) como desinfectante y antiinflamatorio. Nosotros terminamos de llenar los tarros con peces horneados conejos troceados y “cobayas”.
Robert le dijo a Remedios si podía dejarla al mando del horno, ella aceptó en compañía de Daniela
Robert introdujo dos Conejos y las “cobayas” que había cazado por la mañana diciendo, el horno no está muy fuerte pero hay que sacar la carne en hora y media, podéis echar un vistazo dentro de una hora o en todo caso añadir madera.
—Vete que yo sé cómo funciona esto – dijo Reme. Los hombres disponibles cogimos la ropa y bajamos al río, esta vez no olvidamos el jabón.
Ya nos habíamos lavado cuando llegaron el resto vi a David coger algo parecido a un porro y tras olerlo y pelarlo lo mordió.
—¿Qué es eso? – pregunté.
—Es un ajo porro silvestre, cuando yo iba al campo con mi padre los cogíamos, los echábamos a la hoguera y tras pelarlos, nos los comíamos con el almuerzo.
Siguió más adelante i cogió unas hojas pequeñas las limpió en el río y las probó exclamando — ¡Son collejas! Y también son comestibles, ¿cómo no me di cuenta ayer?
—Seguramente por que ayer solo buscabas peces — contesté.
Todos sonreímos.
Terminamos de lavar y tender la ropa y nos dedicamos a recolectar. Afortunadamente habíamos bajado las cajas para lavarlas y pudimos llenarlas. Yo lavé a Helios y su ropa, cuando estaba terminando llegaron los cuatro que faltaban.
Después de comer David sacó la emisora y comunicamos con la base, así nos enteramos que el grupo del sur había informado, que un derrumbe había convertido al valle de Jerte en un pantano, las rocas habían tapado el cauce y las aguas habían subido de nivel, hasta poder saltar sobre las rocas – Ainoa siguió hablando.
Según dicen ya han comido Cerezas, de las variedades más tempranas. Del grupo sub norte sabemos por algunos que han regresado a por herramientas, que están reconstruyendo las casas y sembrando cerca del río, la radio se la llevó Cortese y no sabemos nada de su grupo de ocho personas. El grupo del oeste estuvo unos días en Ciudad Rodrigo, y ahora están en Viseu esperan llegar en unos días al Atlántico. Después de los preceptivos saludos nos despedimos.
Por la tarde Vicente, David y yo la pasamos pescando y cazando Robert con sus cosas embutiendo alimento en los tarros, mientras se inventaba un guiso para cenar, los porros salvajes los puso en salmuera así podrían durar más tiempo. Por primera vez pudimos cenar todo un guiso con plato y cuchara. Carne con collejas y porros. Todos lo encontramos delicioso y aplaudimos al cocinero. Después hablamos de cómo iba el trabajo del carro. Torres dijo que en un par de horas lo terminaba y que Aníbal ya le había entregado el cajón de madera.
A la mañana siguiente apenas despertaron se fueron a terminarlo. A las diez se presentaron con el carro, mediría unos dos metros de largo por uno de ancho era como una jaula atada con alambres y cuerdas, el cajón de madera de un metro por setenta, estaba incrustado en la parte delantera quedando el resto libre, las ruedas delanteras podían girar al compás del palo o lanza que servía para tirar de él, habían atado cuatro anillas de donde se podía tirar. El cajón lo llenamos de Tarros de comida. Las cajas que trajo David una la llenamos de tarros con agua. En otras cajas lo más pesado de las mochilas, como la emisora y las herramientas. Acordamos que cada hora tiraríamos cuatro hombres del carro. Los que tiraran dejarían las mochilas sobre él y lo mismo harían sus parejas. Leire sería quien marcaría el tiempo. Alba preguntó.
—¿Ahora dónde vamos?
David respondió – a Tarancón pasando por Ocaña, podemos hacer el trayecto en tres días, pero debéis tener en cuenta que nos adentraremos en la mancha y no se la comida que encontraremos. Los cuatro gatitos que habían dormido con nosotros, seguían a las señoras a todas partes, ellas los tomaron en brazos y se convirtieron en parte de la caravana.
Helios me dio el lienzo y lo atamos “con cuidado” a un lateral del carro, después dejamos su mochila sobre él y partimos; ya eran las diez treinta. No paramos hasta las catorce horas a comer y una hora más tarde estábamos nuevamente en marcha. Nuestras piernas se habían acostumbrado a caminar. El cálculo de David fue certero y en el atardecer del tercer día vimos Tarancón o sus ruinas. David llevaba a mano el medidor o contador de radiactividad y no pasaba día que no lo observase. Buscamos refugio en la ciudad pero aquí no quedaba nada en pie tras dar una vuelta vimos un prado o plaza y acampamos, apenas dejamos la mochila Robert se acercó.
—Necesitamos reponer.
Lo entendí inmediatamente y llamé a Vicente siempre dispuesto a ayudar, recorrimos parte del pueblo y pusimos lazos. También entre los árboles que rodeaban el riachuelo que pasaba por donde habíamos montado el campamento.
Por la noche tras cenar vi pasear a David pensativo me acerqué.
—¿Qué ocurre?
—No creo que encontremos agua hasta que lleguemos al pantano de Alarcón y más tarde al Júcar pero en dos días la comida escaseará y no sé que encontraremos somos muchos para comer, ahora me doy cuenta.
También somos muchos para cazar, hasta ahora no hemos necesitado nada y hemos comido.
—Nos vamos a meter en plena mancha y no espero milagros.
—No temas podemos parar cerca de los ríos y reponernos, aunque no comamos algún día tampoco pasa nada. Podríamos pasar un día aquí y…
—¡No! estamos a o’24 y la radiación procede de Madrid. Cuando antes nos vayamos mucho mejor.
Apenas clareó el día me levanté y con la red y el machete me fui a
recorrer los lazos, mi sorpresa fue cuando comprobé que el tamaño de
las ratas había vuelto a crecer. La que estaba atada se debatía
ferozmente Juro que llegué a tener miedo pero me decidí y le aseste un
machetazo que acabó con su vida le corté el rabo y la cabeza, lo mismo
hice con las otras tres, solo un conejo cayó en los lazos y un erizo tan
grande como las ratas. No podía con todo e hice dos viajes; Robert
apenas se despertó y me vio, acudió a prepararlas. Solo hizo un
comentario.
Son más grandes que los conejos y más gordas.
Les quitó la grasa y la puso en un tarro, en otro puso las vísceras comestibles, el erizo según Robert era un cerdo pequeño y juntó su grasa con la de las… Cuando se acercaron las señoras ya estaba todo troceado y puesto en una bandeja algunos despojos se los dimos a los gatos y entonces pensó en guardar un tarro para ellos. El agua estaba hirviendo con manzanilla recogida cuando pasamos por el monte. Resultó que Reme era la que más entendía de remedios con hierbas del monte y así habíamos recogido, poleo y manzanilla para infusiones más tomillo y romero para cocinar.
Nuevamente nos pusimos en camino, cuando llegamos a la autopista de Madrid —Valencia encontramos una gran cantidad de chatarra los automóviles se habían oxidado y parte de ellos había desaparecido, el espectáculo era lamentable por la gran cantidad de restos, pues aunque los habíamos visto con antelación, nunca en tan gran cantidad, en ocasiones apenas cabía el carro entre ellos.
Conforme nos íbamos alejando parecían haber menos; pronto vimos grandes extensiones de tierra con apenas vegetación sobre todo a nuestra derecha.
Rosario llamó la atención sobre una planta – Esto, esto ¿no es trigo?— Si era trigo pero no era un campo solo crecían algunas espigas junto al asfalto o la cuneta.
Nos dividimos en dos grupos y mientras caminábamos íbamos recogiendo las espigas que posiblemente fuesen del año anterior. Las señoras con gatos los sacaron de las bolsas de costado y los llevaban en brazos para aprovechar la bolsa; a las once cuarenta y cinco del tercer día, llegamos al desvío del pantano de Alarcón bajamos al río y a la sombra del antiguo puente decidimos descansar y comer repostamos agua tras analizarla y refrescamos. Un poco de asueto intentando pescar y conseguimos tres peces. Pero a las tres nos pusimos de nuevo en marcha, todos empujamos el carro para subir de nuevo, esta vez teníamos a mano la antigua carretera y parecía en buenas condiciones y con más sombra que la autopista. Cruzamos los túneles sobre la presa que estaba medio destruida y dejaba escapar gran cantidad de agua, las compuertas superiores habían desaparecido.
Anochecía cuando paramos junto a una pinada y encendimos fuego, Torres dijo.
En otros tiempos nos hubieran denunciado por encender fuego. Robert puso la grasa con un cazo en el fuego añadió un poco de agua y dejó que se derritiera a continuación preparó una caldereta para cenar, yo vi a David midiendo y la pregunté.
—¿Como estamos?
—A 0’16 bien, tendremos que acostumbrarnos.
Como siempre después de cenar dialogamos y Alba dijo — hace tiempo que no vemos animales como la mantis ni lagartos.
—Lagarto, lagarto — contestó Remedios.
Creta por su parte dijo.— Es fácil en el caso de la mantis que no encontremos muchas más pues tras copular la hembra se come al macho. Pero los lagartos deben tener más descendencia, aunque no sabemos cuánta ni en qué lugar. En cada sitio podemos encontrar animales diferentes.
—Tampoco hemos visto mas Palomas ni ratas grandes — dijo Daniela.
Yo me callé y no dije nada, Robert y helios sonrieron y Rosa aclaró.
—Los animales que se hayan salvado de la extinción, no pueden repoblar el planeta en uno o dos siglos. El caso de los roedores es diferente mientras tengan comida, pueden hacer varias camadas al año y pueden multiplicarse rápidamente. Sin depredadores incluso pueden crecer en tamaño y no solo ser una mutación, también convertirse en una plaga.
Callad — dijo Vicente y nos quedamos como estatuas unos suaves ruidos se escuchaban cercanos cogimos las linternas y nos acercamos por la carretera intentando no hacer ruido, había unos charcos que brillaban con la poca luz de la luna, encendimos las linternas y vimos un sinfín de insectos terrestres que corrían junto a los charcos. Torres lanzó su lanza y Aníbal hizo lo mismo ambos ensartaron casi a bocajarro a dos enormes lagartos, entre los insectos vimos alacranes como la palma de la mano, entre otros bichos. Yo había cogido el machete y les corte la cabeza a los lagartos que aún se movían y abrían la boca. Robert cuando los vio les abrió la tripa y tras vaciarlos los colgó a la serena, abiertos con cuatro palos. A la mañana siguiente Vicente salió sin zapatos de la tienda, la hierba era fresca y corta; a poco lanzó un grito desgarrador y todos salimos corriendo, David venía de recoger leña y acudió a tiempo de ver un escorpión de unos quince centímetros que se alejaba de él. Inmediatamente pisó al animal matándolo. Y cogiendo una cuerda que había sobre el carro hizo un torniquete por encima del tobillo, Helena con el botiquín pidió paso e inmediatamente hizo un corte sobre el tobillo donde le había picado e intentó sacar toda la sangre apretando de la pantorrilla hacia abajo. Le dijo a David que quitara el torniquete y dejó que fluyera la sangre, para después coser la herida y ponerle ceniza antes de vendarla.
Vicente dijo.—— Me “duele horrores” ¿no me da un contraveneno?
No tengo nada contra las picaduras de alacrán. Tampoco sé qué clase de veneno… podría ser contraproducente administrarte algo.
—¿Donde está Remedios? Preguntó Aníbal.
—La he visto correr por la carretera volvía hacia atrás — confirmó Carolina — tal vez buscaba esconderse por algún motivo.
Pero Remedios no tardó en volver corriendo y jadeando, con un manojo de hierbas que mostraban pequeños pinchos y flores azules.
—Rápido hervid estas plantas.
David apenas estaba encendiendo el fuego, pero inmediatamente puso la base de la cantimplora con agua e introdujo las hierbas. En diez minutos hirvió el agua y añadiendo un poco más de agua natural, para que no quemara se la hizo beber a Vicente. Cogió un tarro de cristal y guardó el resto del agua hervida, diciendo.
—Puedes beber cuando quieras o te apetezca. ¿Bien desayunamos?
—¿Qué le has dado? – preguntó Helena con la expectación de todos.
—Se llama “viborera” y suele hervirse con un vaso de vino blanco, pero no tenemos vino. Creo que hará el mismo efecto “es un contra veneno” ayer cuando venimos la vi al borde del camino.
—¿Crees que podrá caminar?
—En media hora lo sabremos dependerá de la herida.
Reme hablaba con mucha convicción mientras cogía su gato y lo acariciaba. Robert ya pensaba en los animales como unos más de la expedición; sacó unos pedazos de despojos que guardaba para ellos y se lo dio. El resto desmontamos las tiendas con precaución incluidas las de Helios y Vicente el cual seguía en el suelo con la cabeza sobre las piernas de Daniela. Ya estaba todo recogido cuando se levantó, se dirigió al tarro y volvió a beber. Preguntó.
—¿Puedo comer?
—No hasta medio día – contestó Remedios, indicando el tarro – ese es tu desayuno.
Leire le dijo — ¿Puedes andar? – y Vicente dando unos pasos contestó afirmativamente. Helios se cogió a la barra del carro con la mano derecha diciendo.
Me encuentro mejor y el brazo derecho no me duele será mejor que descanse Vicente.
Emprendimos nuevamente el paso, Helena preguntaba a Vicente de vez en cuando, como se encontraba y él siempre contestaba – bien.
No perdíamos la ocasión de recolectar alguna espiga mientras andábamos y así terminamos un nuevo día.
Por la mañana vi a David sacar el medidor e inmediatamente sacar el mapa. Leire se acercó.
—Qué ocurre te has perdido.
—No solo tenemos que seguir la carretera; no recordaba que habían remozado Cofrentes y puesto nuevamente en funcionamiento. Estamos en 0’21.
—Quieres decir que irá aumentando la radiación.
—Sí, no cabe duda. Deberé hablar con todos reúnelos mientras veo las alternativas.
Leire llamó la atención de todos y David recogió el mapa y nos habló.
—Creo que la central de Cofrentes interrumpe nuestro camino. Mirad a nuestra derecha es una gran llanura sin apenas vegetación, nada interrumpe la propagación de la radiactividad, los montes siempre la acortan. He comprobado que cuanto más nos acercamos por la carretera más sube. Tenemos dos opciones o volvemos por Cuenca o seguimos hasta Utiel y cruzamos a la carretera de Teruel. Eso significa subir la radiación posiblemente a 0’4 no es mortal pero en cuanto lleguemos al cruce deberemos alejarnos lo más rápidamente posible.
—¿Cuánto nos falta para llegar? – preguntó José Antonio.
—Calculo menos de tres horas tal vez dos.
—En ese caso yo boto por seguir, podríamos taparnos lo más posible incluyendo las manos, podrían servirnos las camisetas que cogimos en Plasencia y no comer si no es necesario.
—Apoyo a José A. – dijo Robert – podemos dejar unos tarros en la parte trasera y quien tenga hambre que coma sobre la marcha. ¿Qué opináis?
La votación fue unánime nadie quería volver atrás para seguir dando un rodeo posiblemente más largo. Rasgando las camisetas nos cubrimos manos y cabeza. Comprendíamos que nuestro enemigo era invisible. Creo que sin darnos cuenta aceleramos el paso en dos horas nos apartamos de la carretera, yo vi a David sacar el medidor y ocultarlo inmediatamente. Nadie decía nada todos teníamos una idea común “andar y alejarnos. Eran las ocho de la tarde entre montes y colinas, subidas y bajadas, nos cambiábamos frecuentemente tirando del carro otros empujaban desde atrás, Leire dio el alto el sitio era precioso entre árboles con una hilera de sillares a la orilla de la carretera, (si se le podía llamar así a la carretera, pues en ocasiones desaparecía cubierta por tierra y piedras) Todos nos sentamos sobre ellos. David sacó el medidor y dijo.
—Esto es asimilable, podemos hacer noche aquí, nos quedan unos treinta o tal vez menos kilómetros a Tuejar Allí hay un prado con un nacimiento de agua fabuloso donde podríamos descansar un día entero. Yo he estado allí y para quien quiera saberlo nos encontramos en la provincia de Valencia.
Pese al cansancio que se podía leer en sus caras todos nos alegramos y sonreímos. Apenas teníamos ganas de cenar y acostarnos; Helena curó las heridas de los accidentados mientras preparaban el fuego, los hombres también estaban agotados la subidas y bajadas del camino tirando del carro, pasaban factura. Habíamos atado dos cuerdas en la parte trasera para frenarlo en las bajadas.
Dejé de escribir el sueño me vencía.
Algo ronronea a mi espalda, el gato debe haber dormido entre
nosotros, no puedo aguantarme y salgo del iglú me pongo los zapatos y
busco un lugar. Estamos en alto desde la explanada se ve un paisaje
maravilloso. La naturaleza es sabia y ha sobrevivido.
Como tenemos por costumbre desayunamos sin prisas y desmontamos el campamento. Me alegro por Vicente, parece que no le ha ocurrido nada y ayer no sabíamos si el veneno… en fin ha recogido su tienda y ríe con Daniela, parece que la herida no le molesta.
Nuevamente en marcha. En apariencia nos hemos repuesto del maratón de ayer. Pero hablamos poco llevamos andando dos horas y David a parado en seco se divisa un cartel de carretera, nos paramos junto a él es un desvío. David mueve los brazos para que le escuchemos.
—Señores ayer debimos de hacer más de treinta y cinco kilómetros, antes de una hora estaremos en el pantano y de allí a Tuejar solo habrán dos o tres horas.
—Podríamos seguir y llegar cuanto antes – dijo Torres.
—No lo creo conveniente, podemos comer en el pantano y no dilatarlo mucho, el camino que nos queda es sinuoso y agreste.
El paraíso de Tuejar
Nuevamente emprendimos el camino y como dijo David encontramos el pantano, Estaba lleno Rosa y Alba pronto se fijaron en las piedras y el cemento llegando a la conclusión que no había caído gran cantidad de lluvia ácida sobre ellas. Su teoría de que las nubes descargan sin control a mi me pareció acertada, pues habíamos pasado por sitios donde había hecho estragos.
El rebosadero estaba descargando agua y el espectáculo era extraordinario. Todos mirábamos el agua y hablábamos. Leire tocó por primera vez el silbato diciendo.
—Comamos tiempo tendremos de ver el agua. Apenas eran las doce y el día alargaba, cada vez más.
Comimos y a las dos estábamos a punto. Partimos y a las cinco divisamos la población de Tuejar pero salimos de las ruinas y nos fuimos un kilómetro al poniente, David nuevamente tenía razón, junto a un nacimiento de agua cristalina y una piscina natural encontramos un prado con bancos y mesas de piedra. David dijo.
—Parece mentira que haya aguantado tanto tiempo.
Torres se quitó el mono quedando en ropa interior y sin pensarlo dos veces se lanzó al agua, no tardamos en seguirlo todos los hombres menos Helios, pero las mujeres no se quedaron atrás y también se lanzaron. La alegría nos desbordaba y yo pensaba que teníamos todo el día siguiente para disfrutar de tanta belleza.
Nadie tenía que madrugar y disponíamos de comida y agua. La charla después de la cena fue larga e intensa gastando todo tipo de bromas o historias. Así supimos que a Torres le gustaba la caza y el tiro de pichón (en fin era cazador). Creta había practicado natación sincronizada y una lesión en el hombro, la había alejado del equipo olímpico. Carla solo había corrido en el retiro. Aníbal era ebanista pero las nuevas tecnologías habían terminado con su oficio. La luna cada día era más grande y mirábamos como aparecía, por fin nos venció el sueño.
Teníamos todo el día para disfrutar, Torres y José A. decidieron cambiar dos ruedas, mas gastadas por las dos que llevaban de repuesto pero no tiraron las viejas.
Helios se había alejado y vino corriendo jadeando. Cuando pudo hablar dijo.
—Canguros e indicaba con el dedo la dirección.
—No puede ser – dijo Torres – solo hay canguros en Australia.
—Tampoco los lagartos deben ser de aquí – contestó Creta.
Dejó las ruedas y cogió la ballesta, Vicente cargó con el arco y David con la lanza. No tardaron en encontrar un rebaño de… y se acercaron ocultándose.
—No son canguros son liebres del tamaño de un cordero.
—¿Son roedores? – preguntó Vicente.
—Son de la familia de los conejos comen hierba y creo que no le hacen ascos a la carne, al menos eso he escuchado. Acerquémonos más e intentemos cazar una.
Los animales comían fina hierba y no se percataban o hacían caso de su presencia, Torres disparó primero y al moverse el animal Vicente le atravesó el corazón se tambaleó hasta caer al suelo definitivamente. David fue al campamento a por unas cuerdas y buscó la lanza más gruesa. Cuando volvió ataron las patas del animal y pasaron la lanza por en medio de ellas, con la lanza sobre el hombro la llevaron al campamento. Vicente le preguntó a Torres.
—¿Por qué las otras no escaparon y se quedaron comiendo por los alrededores?
—Tal vez algunos siglos sin depredadores, les hayan quitado el miedo a los extraños.
Robert vio el animal y dijo – debe pesar cuarenta kilos — lo tocó y decidió ir a las ruinas del pueblo, yo me fui con él.
—¿Qué vamos a buscar? –pregunté.
—Una carnicería.
—¿Para qué?
—Me gustaría hacer embutido y las antiguas máquinas de embutir eran de fundición creo que la podemos encontrar en buen estado y en este pueblo se debe haber hecho mucho y buen embutido. Lo que encontramos al otro lado del pueblo fueron limones pequeños y melocotones del mismo tamaño “como ciruelas”. Encontramos una panadería y buscando entre las ruinas, nos llevamos un recipiente grande de aluminio donde se amasaba el pan, yo lo conocía como “caldera” seguimos recorriendo las calles y por fin encontramos la carnicería. Durante media hora buscamos entre las ruinas apartando escombros y por fin dio con la maquinita, no era muy grande, siguió buscando y encontró unos canutos o embudos. Teníamos hilo que habíamos recogido en Toledo pero dijo.
—Quiero sal se está terminando y seguimos buscando hasta que la encontramos en paquetes desechos y endurecida.
—Es buena solo hay que golpearla para deshacerla – contestó a mi mirada.
Al llegar se fue directo a Leire.— Coged recipientes y a la otra parte del pueblo hay limones y Melocotones son pequeños pero buenos; traedme todos los limones. Tú no te vayas Creta necesito tu ayuda y la de Rosario.
Entendíamos el interés que Robert había puesto en los alimentos desde el primer día y nadie discutía sus ideas.
—¿Para qué somos buenas? – preguntó Rosario.
—Necesito hierbas aromáticas para hacer embutido y a ti Creta que me ayudes a cortar. Carles tendrás que aguantar el animal.
—De acuerdo — contesté pero antes de empezar cogió la máquina y la puso en el arroyo sobre las piedras cubierta de agua.
Empezaron a desangrar al animal y a poner la sangre en tarros. A continuación sobre una mesa de piedra lo desollamos y empezó a descuartizarlo.
Creta lavó con arena la caldera de aluminio y otra mesa. Robert sobre un escudo iba poniendo la carne magra pronto se cambiaron los papeles y él empezó a picar la carne con el cuchillo mientras Creta seguía despedazando el animal. Reme vino con las hierbas aromáticas, con las manos y un cuchillo las deshizo lo más pequeñas posible llenando dos tarros grandes, Reme sabía lo que hacía y colocando las tripas en la caldereta se fue al río.
Leire y Daniela no tardaron en llegar con los limones y los postres. Preguntó por la comida, hacedla vosotras hoy tenemos trabajo. Ella no puso impedimento y como tenían por costumbre sacó del carro la comida más antigua y encendió fuego.
Robert dejó carne picada sobre el escudo y puso la mitad en el recipiente de aluminio, añadiendo la sangre, parte de la hiervas aromáticas y sal. A continuación le escurrió varios limones. Con las manos lo mezcló todo y lo tapó con la tela de una camiseta. El escudo utilizado como bandeja también lo tapó y se fue al río con Reme.
Empezamos a acudir a la llamada de nuestros estómagos y nos repartimos entre tres mesas, algunos insectos revoloteaban y comprendí por qué había tapado la carne. Levanté la cabeza y vi como Robert y Reme volvían del río con las tripas en la caldereta.
Comimos y descansamos charlando, Daniela hizo una pregunta directa a David.
—¿Qué ocurrirá cuando lleguemos a nuestro destino?
David la miró con una leve sonrisa para contestar.
—Desde que salimos, hemos descubierto un mundo nuevo, nuevos animales y plantas, nada sabíamos antes de abandonar el centro, de aquello que podríamos encontrar. Me preguntas por el futuro y solo puedo contestarte que es incierto, no podemos fabricar ni un simple lápiz y mucho menos un bolígrafo, solo podemos volver a la pluma. Quiero decir que no hay fábricas de ropa tendremos que hacer telares pero ¿y el hilo? tal vez encontremos algo para hilar. Quiero que entiendas que allá donde paremos y nos instalemos tendremos que empezar de cero. Solo contamos con nuestra imaginación para sobrevivir lo más decentemente posible.
Alguien levantó el dedo y dijo “mirad”. Todos miramos al cielo y una bandada de aves pasaban con su típica formación en V. Rosa dijo.
—Tal vez no esté todo perdido, no sabemos qué ha sucedido en los polos.
Mientras David sacaba la radio y se comunicaba con la base, Robert, Reme y Creta se iban a hacer el embutido con las tripas y la carne del animal. Sacó la máquina del río y con un solo golpe aplicado con la palma de la mano a la manivela la desbloqueó. Le dio varias vueltas y la enjuago; la sujetaron a la mesa y empezaron a fabricar morcillas. Después sazonó el resto de la carne “sin sangre” y la embutieron. Al terminar llenaron el caldero de agua y escaldaron los embutidos.
Mientras tanto, Aníbal y Torres con unas ramas unidas al carro y otras uniéndolas entre ellas habían confeccionado unas barras o tenderete donde colgar y secar el embutido.
Aníbal había encontrado un alcornoque y pidió ayuda para sacar el corcho, una vez conseguido se dedicó a hacer tapones para los tarros, José A. y Vicente se encargaban de refinarlos y ajustarlos rascando sobre una áspera piedra.
Por la noche Carolina preguntó a Leire.
—¿Y ahora que, donde vamos?
—No lo sé preguntaremos a David.
David la escuchó y le dijo.
—¿Qué quieres preguntarme?
—Carolina quiere saber qué haremos mañana y dónde vamos.
— Nos quedan cuatro o cinco días para llegar a nuestro destino. Cuando dejé mi tierra era una hermosa y Fértil huerta, con un gran polígono industrial, debo reconocer que no sé qué encontraré. Tenemos dos o tres días hasta llegar a Segorbe y prácticamente una jornada a Sagunto.
¿Será mejor que esto?— preguntó helios.
—No, no creo que sea mejor, pero te aseguro que en pleno verano no es lo mismo, los insectos lo invaden todo. ¡Eh! Mirad.
Todos seguimos el dedo de David y vimos que un gato se había subido al carro e intentaba coger una morcilla. Robert dijo indignado.
—Cada una que cuide de su gato o va a la cazuela.
Remedios se levantó como un rayo y cogió a su gato. Esa noche todos los gatos durmieron dentro de las tiendas.
Y nuevamente emprendimos la marcha yo miré el carro y me sonreí.
Entre los cacharros y los embutidos colgando parecía que íbamos al
Rocío. Descansados, bien alimentados y con el día cada vez más largo, en
dos días llegamos a las inmediaciones de Segorbe anocheciendo, pese a
lo escabroso de la carretera. No entramos y acampamos a las afueras.
Creo que todos pensábamos que habíamos adelantado un día y que al día
siguiente llegaríamos a “la tierra prometida”. Sin darnos cuenta
nuestras caras cansadas por los dos días anteriores reflejaban
satisfacción.
El encuentro
Con ilusión estuvimos dispuestos apenas amaneció y emprendimos el camino dejando la población de Altura y saliendo en poco tiempo a la autopista de Teruel — Valencia, vimos Segorbe o sus ruinas, no paramos y mientras descendíamos hacia la costa nos cruzamos con Olivos, almendros viñas y otros árboles frutales que prometían un futuro halagüeño. Pasamos una tienda de ropa destruida; según indicó David era ropa de piel para moteros, pero no paramos, seguimos y como a uno o dos kilómetros vimos venir hacia nosotros un pato por la carretera, nos esparcimos por ella y después de varios porrazos lo cogimos. Rosario lo cogió de las alas diciendo.
— Si es hembra pondrá huevos.
Nos quedamos perplejos y mudos mirando como un hombre aparecía de un camino a nuestra izquierda llevaba un pequeño caballo y un carro que en realidad era la parte trasera de un coche, las llantas no tenían neumáticos, sobre él vimos una jaula con patos y gallinas. El hombre habló.
—El anec es meu.
No entendimos lo que decía, David cogió el pato y se lo dio al hombre mientras decía.
—Si el anec es seu, pot agafarlo.
Y le entregó el animal, no entendíamos nada, David se volvió y nos dijo.
—Habla valenciano y estoy emocionado ¡hay más personas! vivas por el mundo.
Entonces el hombre dijo.
—¿Hablan ustedes churro?
Yo me adelanté y pregunté — ¿nos entiende? ¿Hay más personas?
—Si somos muchos.
—¿Donde viven? ¿De dónde viene y donde va?
—No lo atosigues Carles déjale hablar – me dijo David. El hombre contestó.
—La Vall Uxó y voy a Navajas a llevar los animales.
—¿Hay gente en Sagunto? –preguntó David.
—No hay nadie más, solo en La Vall y en Navajas. Me da un trozo – dijo indicando con el dedo las morcillas, cortamos una y se la dimos. El hombre siguió su camino, se giró y gritando dijo.
—¡Estamos en el río de la cueva!
Todos miramos a David que dijo levantando los hombros y sonriendo.
—Creo que esto cambia los planes y me alegro vamos a la Vall Uxó.
Tomamos el desvío, solo paramos para comer un poco y seguimos parecía que la ilusión por encontrar otras personas nos daba alas y no notábamos el cansancio, a las cuatro llegamos al pueblo, cruzamos las primeras ruinas y tomamos una calle hacia el oeste. La calle era ancha y estaba despejada de escombros, había excrementos de oveja o cabra, empezamos a ver personas, aparecían y nos seguían. Llegamos y cruzamos el puente y nos juntamos con más personas que acudían al vernos, también los niños se acercaron y caminaron con nosotros entre risas y con miedo se decidieron a tocar los gatos. David sabía dónde iba, todos le seguíamos, encontramos unas naves protegidas por un techo de cristal con mucha pendiente, torcimos a la izquierda y muy cerca nos encontramos a la entrada de una cueva, de donde salía un río de agua. Cada vez había más personas a nuestro alrededor, yo me pregunté, si al vernos a todos con los monos, no nos habrían tomado por extraterrestres. David paró frente a la cueva y preguntó.
—¿Quién manda aquí? — ¿Ací qui mana?
Una mujer habló con un niño en voz baja y este entró corriendo en la cueva, mientras Rosario decía.
—Habéis visto el tejido tan tosco con el que se cubren, parece lana.
—Si pero todo son mujeres y niños ¿Dónde estarán los hombres?
Contestó Carolina en voz baja.
—Yo creo que todas son mas bajitas que nosotras. Apuntó Daniela.
—Las personas empezaron a alborotarse y repetían en voz baja. El Ama, El Ama. Mientras inclinaban la cabeza en señal de respeto.
Una mujer de unos cincuenta o más años acompañada de la mano de un joven (que no superaría los treinta) salió de la cueva. El joven le habló al oído y la señora dijo.
—Qui son vostés? I d'on venen?
—Li importa si parle churro, em cride David.
—No, no me importa; sabíamos que un día vendrían según la profecía
A mí me hizo gracia, pero miré la cara seria del resto y me callé.
—Señora mis compañeros y yo desearíamos acampar en el pequeño prado de aquí enfrente, si no es una molestia.
—No es una molestia ¿es usted el amo?
—Somos compañeros entre nosotros no hay servidumbre. No hay Amo.
—Servidumbre conozco esa palabra de los libros ya no puedo leer. Pero usted habla usted es “El Amo”.
David se giró y todos aprobamos con la cabeza y algunos con sonrisa oculta. Dijo.
—Señora yo dirijo soy…— Le costó una eternidad decir — ¡soy el amo! Y antes de que anochezca quisiera…
—Sí, sí pueden servirse y si necesitan comer dígaselo a mi hijo o a Patri. (Patri hizo una reverencia delante de nosotros, era su nuera) Pero me gustaría hablar con usted puede venir conmigo.
Volvió a girarse y todos le hacíamos señas con la mano para que se fuera con ella.
—Está bien montad las tiendas en ese prado. Leire me acompañas.
—No – contestó Leire — es cosa tuya, yo montaré la tienda.
David se fue tras la señora y nosotros ocupamos el prado, no tardaron en acudir hombres a curiosear junto a sus mujeres, los gatos habían desaparecido con los niños. Algunas mujeres nos pidieron embutidos y más tarde nos trajeron cecina y queso. Yo dije leche y un hombre se fue volviendo con un cubo de madera lleno de leche. Solo quedaban dos piezas de embutido y se las di. La leche fue nuestra merienda. Por primera vez merendamos. En cuanto al embutido apenas llegamos a probarlo.
Robert vio el momento ideal para hacer una caldereta y preparó la hoguera entre tres piedras, cuando bajó el fuego y había brasas puso la caldereta y fue añadiendo frascos y leña. Una señora se fue y volvió con una calabaza llena de aceite. Robert le regaló un tarro de cristal y se fue de lo más contenta.
Robert se acercó a mí diciendo.
—Saben prensar y hacer aceite, estamos salvados. Un hombre se quedó impresionado con el escudo, pero Robert le dijo que lo necesitaba para poner la carne, el hombre se fue y trajo dos bandejas de madera de olivo; inmediatamente le dio el escudo toledano.
David salió al fin acompañado por el joven. Este tocó el hombro de Patri y ella se fue, entrando en la cueva, seguramente para cuidar del Ama. David dijo.
Amigos este es el amo o el futuro amo. Algo así como el jefe de la tribu. Después nos fue presentando uno a uno con nuestros nombres y todos le dimos la mano; preguntó.
—¿Están bien, necesitan algo?
—No todo bien – dijo Leire sonriendo.
Mañana vendré a por amo, “bona nit”.
Y se fue haciendo una señal con el brazo para que nos dejasen tranquilos. Los gatos no los vimos esa noche y muy poco los días restantes.
Tras cenar todos esperábamos impacientes las palabras de David y este no se hizo esperar.
—Escuchadme puede que se hayan salvado más personas o no pero al menos según me han dicho deben haber unas doscientas personas en total. También ellos recorrieron los alrededores y hace tres generaciones unos cincuenta se trasladaron a Navajas donde hay un pantano o debe haber si no está destruido. Se encuentra al lado de Segorbe de donde hemos partido esta mañana. Disponen de caballos ya lo habéis visto y de ovejas, posiblemente cabras, gallinas, patos y algunos perros, he visto uno del ama y no es más grande que un gato. Por cierto aquí no conocen los gatos y a las ratas les llaman “cuquis” suelen ser de pequeño tamaño. Hay conejos en el monte y poco más he podido sacar. Le he pedido al ama que mañana nos deje acompañar a los pastores y nos enseñe las gallinas y el resto de animales. Creo que es un buen sitio para quedarnos y ayudar en lo que podamos, sabemos donde puede haber más gente y por el terreno recorrido... Todos asentimos con la cabeza.
Aníbal levantó la mano.
—Habla Aníbal.
—David desde que salimos te hemos respetado y te hemos seguido, quiero que sepas que para mi sigues siendo “El puto Amo” y te respetaré como hasta hoy. Dicho esto he visto las bandejas que le han traído a Robert, es un buen trabajo y me gustaría ayudar en lo que conozco “la carpintería”.
—Agradezco tus palabras y añado que tenemos permiso para investigar, ellos esperan mucho de nosotros; sobre todo Ama quiere que nos quedemos y yo no quisiera defraudarlos, también creo que a nosotros nos interesa, la ayuda puede ser mutua. De todas maneras como siempre he dicho, somos libres de decidir qué hacemos con nuestras vidas.
—Déjate de bobadas — interrumpió Torres – somos una familia, salimos juntos hemos padecido juntos y seguiremos juntos. Venga distribuye trabajo, seguro que ya lo has pensado.
Está bien creo que Creta y Helena se han convertido en doctoras por arte de magia. Reme conoce las plantas y puede ayudaros, pero la necesito junto a Daniela para investigar como hacen la ropa y ayudar en lo posible. Carla eres programadora y aquí no creo que te necesiten pero si podrías actuar como maestra junto a Helios. Carles te harás cargo de la radio y me ayudarás a montar la antena, tal vez necesitemos un director general que busque los puntos flacos. Torres como Aníbal debes ver las posibilidades de tu oficio, hierro debe haber por doquier entre las ruinas. Fonseca debe haber coches motores motocicletas, incluso restos de lavadoras… en fin ya sabes busca todo lo aprovechable. José Antonio necesitamos saber qué hacer con todo lo que encontremos, montar un taller de reciclaje. Tal vez un torno o…
—Entiendo no sigas.
—Robert, tu a lo tuyo ahora tendremos carne de sobra, según creo.
Alba necesitaremos medicamentos, todos debemos ayudar a Alba en lo que necesite si cubrimos sus necesidades ella cubrirá las nuestras, Rosa creo que eres la más indicada para formar equipo con ella, al menos de momento.
—Carolina eres administrativa deberás llevar el control de todo lo que hagamos, “apáñatelas” y cuando alguien necesite algo saber a quién pedirlo. Administra.
—¿Y yo? – preguntó Vicente.
—Tú me ayudarás deberemos construir viviendas.
—Pero yo no soy albañil, estudiaba para arquitecto.
—Pues más motivo, ya es hora de que cojas una paleta. De momento, necesitaremos carros para el transporte.
Todos mirábamos a David, él se dio cuenta.
—Bueno ya es suficiente mañana he quedado con el ama y me enseñará su tesoro sagrado.
—¡Su tesoro! Para qué sirven ahora las joyas – pregunté.
—No creo que sea un tesoro al huso. Durmamos mañana será un gran día.
Nos acostamos el día había sido intenso y productivo; mi tienda estaba al lado de la de David y escuché como Leire le decía.
—A mí no me has dado trabajo.
—Te equivocas, tu trabajo es el más importante, debes relacionarte con “Ama” y ganarte su confianza sobre todo con la tal Patri y si el Ama sale de la cueva acompañarla. En ratos libres puedes ayudar a Robert si es necesario. Pero recuerda tiene preferencia para hacer buenas migas con la jefa. Debemos saberlo todo sobre ellos.
—Entiendo, relaciones públicas y espía.
—Has dado en el blanco
—David ¿aquí no hay riesgo de radiactividad?
—No, no la hay, Cofrentes queda lejos ya no nos afecta, las centrales de Tarragona fueron desmanteladas Vandellós I por vieja y Vandellós II por fallos; solo quedaba Ascot II muy al norte. Duerme tranquila.
Las voces se apagaron. Yo pensé que después de todo nos esperaba un futuro más seguro.
Empieza una nueva vida
Con la luz del día despertamos, yo había escrito por la noche:
Después de dieciocho días hemos llegado a la tierra prometida, salimos el diez de Abril del primer año y hemos llegado el veintiocho del mismo mes a la Vall Uxo aquí hemos decidido quedarnos con las primeras y únicas personas que hemos encontrado por el largo camino, parecen buenas, humildes y nos han recibido con los brazos abiertos.
— Desayunamos y no pasó mucho tiempo sin ver a los nativos (No sé
bien cómo llamarlos) nos trajeron mesas y sillas rusticas. Más tarde
leche, yogurt, queso tierno y frutos secos, nosotros no sabíamos sus
costumbres y les dábamos la mano.
Seguíamos sentados a la mesa cuando apareció por la puerta de la cueva, El ama con su hijo y Patri, David dijo a Leire que le acompañara y se acercó a ellos saludando.
—Buenos días.
—Buenos días – contestaron – ¿les han traído comida?
—Si han sido muy amables.
—Ustedes ¿no entienden nuestro idioma?
—Yo si lo entiendo – dijo David, contestando Ama.
—No todos hablamos churro entre nosotros, algunos lo van olvidando, quieren que les enseñe y yo no veo bien, ahora se encarga Patri. — ¿La señora? preguntó sobre Leire.
—Es mi señora – contestó David y le dio un beso.
—Ama puedo mirar sus ojos – preguntó Leire.
—¿Por qué?
—Creo que tiene usted una enfermedad que le provoca ceguera. Tenemos médicos si usted quiere podemos verla.
—Pasemos dentro – dijo como contestación – los vimos entrar en la cueva y nosotros poco a poco fuimos en busca de “no sabíamos muy bien qué” pero debíamos inspeccionar para saber como vivían y las posibilidades de convivencia.
Habíamos quedado a las trece horas para comer, una señora vino con verduras, otra con cerezas y algo parecido al melocotón. Pero sobre las once un señor descargó un cuarto de cordero enorme. Robert no perdió el tiempo y saludando al hombre, le pidió que se sentara con él y lo estuvo interrogando durante al menos una hora. A continuación con las verduras y alguna cosa de los tarros hizo una caldereta, mientras descuartizaba el cordero comprendió que era una oveja vieja. En fin asó una poca para después de la caldereta y el resto lo guardó para la noche. El resto nos fuimos de paseo a cumplir con las ordenes de David. Rosario paseó por el monte recogiendo muestras de hierbas. Al menos las que ya conocía y llegando la hora de comer fuimos apareciendo por el prado.
Queríamos esperar a Leire y David pero la comida se enfriaba y decidimos comer. Ya casi habíamos terminado cuando los vimos salir de la cueva. Se sentaron y comieron, nadie les interrumpió mientras lo hacían, pero cuando dejaron de comer cerezas, no hizo falta decir nada, Leire rompió el silencio.
—Bien amigos: La tal Patri es la esposa del Amo, el Amo no tiene nombre se hereda. Son recién casados, cuando alguien quiere casarse, se lo dice al Ama y ella sale a la puerta de la cueva y les une las manos en presencia de los padres. Si nadie protesta ya están casados sin más historias, no hay fiesta solo se van juntos los recién casados al lugar que ha preparado el hombre. Por otro lado la señora Ama tiene cataratas ¿podemos ayudarla?
—Yo no me atrevo soy veterinaria no oftalmóloga, es una operación delicada y una persona no es un animal. Además no disponemos del material ni los medicamentos adecuados – dijo Creta.
—Yo me atrevería si tuviera un láser – dijo Helena – ya sé que solo soy enfermera pero he estado siete años en quirófano, cuatro en trauma y tres en oftalmología. Pero como ha dicho Creta no tenemos herramienta adecuada ni un mísero laser.
Alba levantó la mano.
—Habla no interrumpes nada — Contestó Leire
—Solo quería decir que necesito un laboratorio.
Todos miraron a David.
—Un momento, necesitamos marcar preferencias, siempre se empieza desde abajo. Montar un laboratorio en estos momentos es imposible. Primero debemos aprovechar lo que ellos saben y desarrollarlo. He hablado con Amo y nos facilitará personas o ayudantes. Necesitamos albañiles pero sin cemento solo podemos construir como hacen ellos piedra sobre piedra, no es higiénico para nadie y deja huecos en las paredes.
—Vale, vale lo he entendido – contestó Alba.
—David siguió — debemos buscar piedra calcárea para hacer yeso. Yo os diré cómo hacerlo, pero cómo la conseguimos es otra historia. Ellos tienen caballos necesitamos carros para el transporte. En un milenio apenas han quitado escombros de dos calles. Y en las ruinas los justos para vivir ellos; debajo de las ruinas pueden quedar muchas cosas que pueden servir.
—¿Cómo han sobrevivido y que ha pasado en la cueva? – preguntó Helios.
—Si os lo diré: esta mañana mientras Leire se quedaba con las dos mujeres el hijo me condujo al Tesoro. Se trata de una habitación seca y con puerta en ella hay algunos libros muy bien conservados, forrados de piel y envueltos también con pieles, sobre un escritorio hay un ordenador fundido e inservible y un diario en una carpeta de anillas, donde se han ido añadiendo folios. ¡Ese es el verdadero tesoro! en él se cuenta cómo se salvaron. Intentaré recordar lo que he leído y como lo escribió, Dice así.
Me llamo Juan José López Garriga.— Fui elegido alcalde por el partido independiente “Tot per la Vall” durante mi mandato se terminaron de explorar las cuevas que habían aparecido tras las que ya conocíamos. Decidimos ampliarlas e incluso pensamos y proyectamos montar un restaurante en el interior, donde nace el río; habíamos escuchado que en otras cuevas incluso hacían espectáculos. La ampliación se llevó a cabo, pese a las protestas de mi amigo Alberto Cortés del partido ecologista. Pero perdí las siguientes elecciones y el proyecto se paró; mi amigo unió al resto de partidos a su causa y no pude hacer nada, más que ser un simple “concejal”.
Yo vi que las cosas entre Israel e Irán estaban a punto de estallar y estudie o me informé de las posibilidades de una guerra nuclear y sus consecuencias, hacía algunos años Rusia y Estados Unidos habían estado cerca por la invasión de Ucrania. Llevé un plan al ayuntamiento por si se precipitaban los acontecimientos y se rieron de mí, pusieron una puerta en la cueva y un candado. Los dos salones de banquetes que hay junto al río eran de mi propiedad así como algunas tierras, según había leído, debía prepararme para una gran luz que quemaba, fuerte onda expansiva, fuertes vientos y tormentas, para más tarde recibir lluvia de salfumán y radiactividad. Yo solo entendía de Campos y restaurantes. Llevaba nueve hombres a trabajar conmigo, los reuní y les explique lo que podía pasar, eran reacios pero les convencí diciendo, ayudadme a prepararnos y si no ocurre nada, habréis trabajado y cobrado, no perdéis nada con ello. Aceptaron a cobrar y no hablar, al menos conseguían una seguridad para la familia en caso de que ocurriera el desastre que yo vaticinaba.
Hicimos un esqueleto metálico por dentro de las naves y reforzamos las paredes, después pensé en la lluvia de salfumán y le di más pendiente al tejado con una cubierta de placas de cristal, pensé que así la lluvia resbalaría. Mi amigo el alcalde no decía nada, pues yo le dije que tenía permiso de obras con anterioridad y habiendo sido alcalde no lo puso en duda, se jactaba de que estaba loco, me quedaría sin dinero y en la miseria.
Trabajando de noche cavamos un túnel desde el primer salón a la cueva.
Mientras tanto, había sembrado Alfalfa, Maíz, trigo, etc. Acumulé arroz, aceite, recogí algarrobas en sacos de plástico para evitar bichos y todo aquello que yo creí necesario además del maíz, lentejas, garbanzos, habichuelas, harina, calabazas, tubérculos etc. Todo bien ensacado y protegido para durar.
Pasó un año y escuchamos en televisión que Irán había vendido misiles a los palestinos ubicados en Líbano días después Israel declaraba la guerra a Irán. Era cuestión de días u horas que empezará el desastre; pero al día siguiente la televisión informó que China había invadido la isla de Taiwán, entendí que la guerra mundial era inminente. En el pueblo lo veían como algo muy lejano, yo sabía “por lo que había leído” que si algún país no podía vencer al otro con armas convencionales, utilizarían las nucleares. Mis trabajadores se reunieron conmigo y por la noche rompimos el candado de la cueva y lo sustituimos por otro del que nosotros teníamos la llave, aunque podíamos entrar por el túnel decidimos comprar gallinas y corderos, llenar la cueva de paja y comida para ellos. Estábamos atentos a la radio un día escuchamos que un misil lanzado desde un submarino, había impactado en Nueva York. La transmisión se cortó y todos los aparatos dejaron de funcionar. Asustados mis trabajadores se encerraron en la cueva con los animales y toda la comida que tenían por casa. Hicimos recuento y cerramos la puerta. Contándome yo mi señora, mi hija y el yerno éramos veintitrés personas mayores y catorce niños de todas las edades, cincuenta y ocho gallinas, dos gallos, Cuarenta ovejas (cinco preñadas), tres yeguas y un caballo, cuatro perros pequeños y doce patos. Yo les previne de que debíamos estar al menos un año o dos sin salir y sin acercarnos a la entrada. El tiempo pasaba inexorable y el aburrimiento nos invadía repartimos trabajos, mi hija y yo nos encargamos de enseñar a los niños y las crecidas del agua, cuando llovía, las aprovechamos para sacar paja sucia y excrementos tirándolos al río. El olor en el interior era insoportable pero nos acostumbramos y llegamos a no notar nada.
Pasó más de un año y yo no dije nada, Marcelino se cansó y dijo que podríamos salir, que ya estaba harto de estar dentro, pero cuando llegamos a la entrada las nubes ocultaban el Sol. Llegamos a ver el prado y estaba amarillo y quemado. Volvimos al interior y así pasaron cinco años, de vez en cuando mirábamos sin salir. La hierba no crecía y a nosotros se nos había terminado el primer almacén y todo lo que había en la cueva, teníamos que salir al otro almacén. Yo no sabía muy bien lo que era radiactividad. Les dije que no se veía pero era letal, que se cubrieran bien debían de andar cien metros y después regresar, significaban unos doscientos metros a la intemperie decidimos que solo irían dos hombres cada vez alternándose.
En el primer viaje informaron que el pueblo estaba destruido, pero a ellos les entraron mareos, no sé por qué decidí que se metieran en el río a menudo y en unos días les pasó. Teníamos que hacer más viajes, los hicimos con mucha ropa mojada y metiéndonos en el río cuando llegábamos, pero así y todo habían hombres más propensos a los mareos que otros. A Cipriano se le ocurrió hacer un túnel de nave a nave no estaban tan lejos y su idea dio resultado, así pudimos alimentar a los animales con piensos apolillados y casi descompuestos. Nos comimos parte del ganado, de ese modo teníamos más alimento para los otros; cuando nacían los pollos nos comíamos a los machos lo mismo hacíamos con las ovejas, a los caballos les costaba más de procrear pero esperábamos tener a las hijas adultas, para matar a las madres. Cada amó de un perro debía compartir su comida con el animal, ellos no aportan nada y tenían que comer.
Hoy se me ha acabado la tinta. Espero poder abastecerme. Cuando salga ¡Si puedo!
—¿No escribió más? — Preguntó Daniela.
El escribió el último párrafo con una pluma de gallina después falleció, pero siguió escribiendo con una pluma de pato y otra hecha con una caña su hija la siguiente Ama, yo entiendo de donde les viene el nombre de Amo o Ama; era costumbre llamar así a quien daba trabajo y tenía posesiones. Os he resumido lo que escribió Juan José el primer Amo, lo mejor posible. Otro día intentaré saber el resto.
—Y bien ¿Que habéis visto? vosotros.
—Nosotros hemos visto grandes naves debían de ser fábricas, Mantienen la estructura de hierro e incluso hay un puente grúa — dijo Torres.
—Sí y posiblemente inservible, no hay electricidad – contestó Fonseca – aunque pensándolo bien, si la nave es tan grande reparando el tejado habría sitio para los dos.
—No lo dudes Fonseca – contestó Torres.
—Bien ya tenemos una preferencia – dije yo.
Vicente tomó la palabra y dijo — yo no sabía muy bien que buscar cogí una calle y me puse a andar, me encontré la calle cortada por las ruinas de la iglesia y tuve que irme a la izquierda, encontré una carretera y la seguí, hasta llegar a otra carretera que cruzaba, creo que comunica por la que vinimos, desde allí vi un polígono industrial con naves sin techos ni paredes, las que han quedado con medias paredes sirven para guardar ganado. Habrá más de doscientas ovejas y al menos treinta caballos.
—Doscientas dieciséis ovejas y cuatro corderos repartidos en dos ganados sin contar los corderitos — aclaró Robert — ¡ah! y cuarenta y dos caballos entre machos y hembras. Ves hay que preguntar, no se comen a nadie. Debemos darles confianza.
—Más confianza, ¡nos han quitado los gatos!
—Y qué más da Reme dentro de poco todo estará lleno de gatos y no te los han quitado, les has dado una alegría.
—Hombre viéndolo así…
—Hablemos de algo serio – dijo Leire – nos van a facilitar hombres para que nos ayuden y creo que no tardará en venir Amo con ellos.
—Nosotras hemos seguido a algunas mujeres – dijo Carla — y ellas recolectan con cubos directamente lo que encuentran, no trabajan la tierra. Las calabazas se pudren y sueltan las semillas y al año siguiente vuelven a crecer, hay conducciones de agua que no se usan algunas están rotas y el agua se pierde por el barranco. No sé mucho de agricultura pero algo vi por la tele.
—Sigo pensando que son bajitos dijo entre dientes Daniela.
—Es posible que exista un motivo — Creta tomó la palabra leí un artículo en el que decía, que el cuerpo humano cuando toma un alimento en demasía tiende a no aprovecharlo y eliminarlo, aquí el mayor alimento es la leche y el queso, tal vez su glándula pituitaria rechace tanto calcio y sus huesos con los años no hayan crecido lo suficiente. O sea una solución inversa.
—¿Una mutación? – dijo Daniela.
—Es posible pero solo es una teoría.
Aníbal interrumpió – vamos a lo que interesa, he encontrado al hombre que trabaja la madera solo dispone de un hacha y unas piedras para pulir, pero se han ofrecido a trabajar conmigo, no es viejo debe estar por los cuarenta, aprendió de su padre y su hijo trabaja con él, es muy joven de unos trece o catorce años
—Buena época para aprender – dijo Robert – a esa edad empecé yo. Mi padre no podía asegurarme, trabajaba escondido en la cocina después me alisté al ejército y bueno, cuando me ofrecí voluntario para esta aventura, tenía dos restaurantes.
—Necesitamos electricidad. Dije yo.
—Si ya lo sé mañana después de colocar la antena seguiré la línea de la luz. Ya veré que hago.
—David, yo he seguido buscando hierbas por ese camino que sigue, por ahí (indicó con el dedo Reme) y he visto algo más alejados molinos eléctricos en el suelo. Puedes subir por el sendero.
—Mañana lo haré. Pero los molinos son demasiado pesados para ponerlos en pie, aunque siempre podremos utilizar algo de ellos.
—Mira viene Amo con una treintena de hombres.
—Buenas tardes – el hombre hizo una mención de bajar la cabeza y siguió – hombres para trabajar, Amo tu mandas.
—En primer lugar, quiero preguntarte por las dos naves donde guardabas la comida o como las llames.
—Almacén, están vacías, los animales están…
—Si ya lo sabemos en el polígono ¿podemos utilizarlas?
—Si están abiertas. ¿Trabajo?
—Si hay otra nave destruida que queremos limpiar y poner techo. Para arreglar máquinas.
—¿Maquinas?
—Si carros para los caballos (señaló el que ellos habían traído), luz de noche.
—Luz ¿Sol de noche, luna?
—Si el Sol y la Luna dan luz.
—Carros no tenemos lo que da vueltas.
—Nosotros haremos las ruedas y los caballos tiraran de ellas.
—Amo tú sabrás que hacer, yo traigo hombres.
—Escucha yo me llamo David, tú eres el Amo no pueden haber dos Amos. A ver díme, David.
—David ¿no te llamo Amo? solo David.
—Eso es solo David, ¿Conocéis la piedra calcárea?
Los hombres se miraban unos a otros con cara de extrañeza, David dijo.
—Piedra blanca — y un señor dijo.
—Navajas.
—¿Sabéis donde hay Losas? piedra lisa y grande.
Otro dijo – “lloses” en la iglesia.
—Vicente decías que la iglesia estaba destruida en ese caso no hace falta hacer el horno más lejos ¡Un momento! Amo donde viven las personas ¿viven cerca de la iglesia?
Amo hizo una indicación por donde Vivían y Vicente dijo – yo sé donde viven han utilizado las plantas bajas de los edificios destruidos al norte junto a la otra carretera, han quitado los escombros que habían sobre ellos y viven en los bajos. Aun se ven algunos pilares rotos sobre ellos.
—Vicente después te explicaré que quiero – se dirigió a Amo abriendo la mano – mañana cinco hombres con Vicente. Amo los apartó.
—Aníbal ¿cuántos quieres?
—Solo tenemos un hacha y dos machetes cuatro para relevarnos aunque cuento con dos.
—Amo cuatro con Aníbal.
—José Antonio podrías coger un grupo y buscar herramientas entre los escombros miraremos los almacenes de Torres y Fonseca y las dejaremos allí. Amo seis con José.
Amo seguía apartando grupos.
—Y el resto de los hombres con Torres. Será el grupo más numeroso pero tendrá mucho que limpiar y necesitamos albañiles. Cuando limpien la nave que busquen ladrillo macizo, habrá que limpiarlos para volver a utilizarlos.
—De acuerdo – dijo Amo, estaban repartidos los grupos para el día siguiente.
—Gracias amo – agradeció David.
Como habían venido se fueron. Y nosotros fuimos a ver los almacenes, como dijo Amo la puerta estaba abierta. Había mucha paja por el suelo y poca luz las ventanas estaban tapiadas. Alguien dijo ¡Hay pulgas! Y salimos corriendo cerrando la puerta.
Fuimos a la otra y nos ocurrió lo mismo Robert dijo.— Quememos la paja que hay por el suelo con la puerta cerrada y las ventanas tapiadas, hay suficiente para asfixiarlas o quemarlas. Todos estuvimos de acuerdo, hicimos unas antorchas y las untamos con aceite de oliva; cuando estuvieron bien encendidas, abrimos la puerta y las arrojamos a varios puntos, repetimos la operación con el otro almacén. Los palos de las lanzas habían servido para hacer antorchas. Muchos nos lavamos con el agua que salía de la cueva. Después de cenar Reme le dijo a Robert si le ayudaría recolectar hierbas, añadió que una vez limpios los almacenes quería hervir hierbas y desinfectar las paredes. Robert no pudo negarse.
David había desaparecido y lo vimos venir con un trozo de yeso a falta de tiza y sobre la mesa dibujó y explicó a Vicente como debía hacer el horno para fabricar el Yeso.
Yo pensé – un ingeniero electrónico enseñando a un proyecto de arquitecto a construir un horno. ¿? Pero de David ya me lo creía todo, sin duda era el más listo de la clase y pensaba en todo.
Por la mañana los grupos de trabajo se fueron y el resto abrimos
las naves para que se ventilaran. En la parte trasera había una ventana
tapiada y subiendo por un tronco, con una piedra la abrí e
inmediatamente noté la corriente del aire. Repetí la operación en la
otra nave o almacén y me fui. No quedaban machetes solo los cuchillos de
campo, tomé el mío y me fui en Busca de plantas que me sirvieran para
hacer escobas. Algunas mujeres se habían quedado y me ayudaron. Una
señora nos vio barrer y al momento vino con un grupo. La ayuda no venía
nada mal, trajeron cubos de madera y palos largos con trapos y mientras
unas barrían otras detrás limpiaban las paredes, hasta una altura de
tres metros, más o menos.
No tardaron en descargar cordero y comida como el día anterior sobre la mesa.
Dos hombres venían con un carrito de supermercado cargado y me preguntaron donde debían descargarlo, para mí todo era chatarra y les dije que lo dejaran junto al almacén, descargaron y se fueron.
Ya eran las doce cuando aparecieron Robert y Reme. Se lavaron intensamente las manos y se fueron con los alimentos Una hora más tarde aparecían Helios (que decía sentirse bien), había ocupado mi puesto, para colocar la antena con David y Carolina. ¡Ya teníamos instalada la antena! Y esa noche hablaríamos con la base. Después de comer se hirvieron las hierbas en el gran caldero y mientras terminaban de limpiar la otra nave, con unas escobas pequeñas y dos cubos, rociaron toda la nave recién limpiada. Robert descubrió dos habitaciones (probablemente el almacén de bebidas y el guardarropa) también una gran cocina con frigorífico y horno. Nada podía funcionar sin gas ni electricidad, pero se alegró de verlo. Se fue a por un trozo de carbón y escribió en la pared de una habitación “reservado para Robert” Rosario le pidió el carbón e hizo lo propio con la otra habitación. Hirvieron más hierbas e hicieron lo mismo con la otra nave o almacén. En esta había tres habitaciones una barra de bar, un escenario, camerinos y la correspondiente cocina. A David le reservaron la primera y a mí la segunda. Ellos se encargaron de hacer todas las reservas. Aunque tardamos dos días en poder entrar por el mal olor de las hierbas. Mientras tanto yo con la ayuda de cuatro hombres, me dedique a destapar ventanas, tras hacer un par de escaleras atando troncos.
La tarde que comunicamos con la base, David puso el altavoz y el Ama pudo hablar con Ainoa.
Desde ese día las personas le cambiaron el nombre a David y le llamaban “El enviado”.
Así pasamos cinco días, Aníbal entregó dos ruedas a Torres, para que rodeara la circunferencia con una pletina de hierro. A los quince días disponíamos de un carro y un arado de hierro. El antiguo escenario se había convertido en la mesa de planos de José Antonio y empezaba a demostrar cuál era su carrera, si la primera nave era la carpintería en la segunda, junto a José A, David se había apropiado de la barra del bar, en ella desmontaba y montaba todo el material eléctrico que encontraban, etiquetaba y guardaba. Aníbal le entregó las Aspas que le había pedido y al día siguiente levantaron un Gran tronco con el alternador y las aspas sobre él. Con dos cuerdas podía buscar la dirección del viento. Las aspas empezaron a girar y moviendo otra cuerda la paró, los cables que colgaban los empalmó a la antigua instalación eléctrica de la nave, una bombilla de bajo consumo se encendió, acudió al interruptor y la apagó fue comprobando el resto de los interruptores hasta el antiguo cuadro. Comprobó el voltaje y solo era de 90 voltios, pero fue solo el primer paso. Tenía dos ayudantes del pueblo pegados a él. Debían tener entre dieciséis y dieciocho años. De vez en cuando les mandaba limpiar o sujetar alguna pieza mientras el desmontaba. Buscaron alternadores de vehículos, que desmontaron y repararon. En una semana más, ya giraban aspas sobre tres postes. De momento era un gran paso pero no suficiente.
Aníbal sacó el primer carro a la calle. Nos pareció una preciosidad. (Algo tosco pero fuerte).
Reme era más útil de lo que podíamos creer en un principio; se había criado en un pueblo de Murcia llamado Caravaca de la Cruz, a los dieciocho años se fue a Barcelona con una tía para estudiar costura y diseño, en una academia particular, sus padres eran agricultores.
Desde hacía unos días había recogido esparto y enseñado a una docena de mujeres a fabricar cuerda, espuertas, alforjas y albardas para los caballos y así no ir ellas cargadas. Ahora empezaba a sacar y secar, hilos de pita para hacer cuerdas.
Yo pensé que entre el carro y las espuertas el viaje a por piedra de yeso podría ser… No tardé en entrar y decírselo a David. Este se quedó quieto, salió y las vio sentadas sobre los mojones de la carretera, se acercó a preguntar.
—¿Para cuántos caballos tienes espuertas?
—De momento para cinco.
Se dirigió a las mujeres – Necesito cinco mujeres mañana con los caballos, coged comida y agua. Carles ve a Torres y pregúntale si tiene cadenas en cuyo caso hay que dejarlas sobre el carro y encárgate de que mañana esté dispuesto. Con comida y agua.
—¿Vamos a por piedra?
—No vamos a Sagunto.
Yo no entendía nada pero viniendo de David debía de llevar algo en la mente. Y al día siguiente estaba todo dispuesto.
Comienza la era industrial
Reme no quería perderse el viaje, así ella y cuatro mujeres estaban dispuestas. El señor que vimos con medio coche rodando sobre las llantas de hierro, aparejó su caballo al nuevo carro. Sonrió, pronto se dio cuenta que aquel carro era otra cosa. Fonseca se unió a la expedición y emprendimos la marcha, el carretero conocía el camino y a las doce entrábamos en la población. David se dirigió a la antigua carretera general y pronto se detuvo ante lo que había sido una ferretería importante en la población.
—Tendremos que quitar los escombros, todos nos pusimos manos a la obra, los pilares caídos los arrastrábamos con los caballos. Pronto nos dimos cuenta que nos encontrábamos ante un almacén de herramientas, cargamos todo tipo de ellas incluyendo lijas, botes de grasa o aceite, sierras, escarpias, martillos oxidados, bovinas de hilo de cobre, máquinas eléctricas (Aunque no disponíamos de suficiente corriente) etc. Los escombros habían protegido gran parte de las herramientas yo pude cargar varios paquetes de lápices de carpintero y metros de aluminio. Llenamos el carro, las espuertas y las alforjas. A las cinco de la tarde iniciamos el regreso llegando con la noche, no devolvimos los animales al corral, se quedaron pastando por el prado, frente a la cueva.
David les dijo a las mujeres y al carretero que al día siguiente volvieran.
Mientras cenábamos le dijo a Alba, Creta, Helena y Rosa que al día siguiente nos acompañarían temprano, Que preparasen comida. También Torres debería acompañarnos, Vicente tenía terminado el horno y también se ofreció. David dijo bien pero coged las mochilas vacías tal vez las necesitemos.
Salimos temprano todos juntos pero cuando vimos una población Llamada Faura, David dijo.
—Aquí nos separamos, Carles llévate el carro y dos caballos, Vicente tres caballos y las mujeres conmigo. Ya no nos veremos, vosotros tomáis las decisiones. Hasta la noche.
Nosotros seguimos con el trabajo del día anterior, hasta que llenamos el carro y las alforjas iniciando el regreso. Torres y Fonseca comentaban durante el camino, que era una lástima no tener electricidad ahora que había encontrado un yunque escuadras y otras herramientas de mano. Su conversación se volvió técnica y yo pensaba lo que habría hecho David y donde habría ido. Esa noche Alba me contó la aventura.
—Hemos ido al antiguo hospital de Sagunto. Lo encontramos como todo el puerto negro y carbonizado. Según dijo David que subió sobre unos escombros. Los enormes depósitos de gas natural que había en el puerto, habían desaparecido de lo que deducimos que habrían estallado y con ellos habría desaparecido la población.
Al llegar dimos un rodeo a las ruinas, muchos pilares seguían en pie pero las paredes habían desaparecido al llegar a la zona norte vimos una entrada casi tapada por las ruinas, David y Vicente se pusieron a quitar escombros con nuestra ayuda y pudimos entrar. Pronto nos dimos cuenta que era la antigua entrada de Urgencias. Por allí llegamos al laboratorio y sacamos material para hacer los análisis, éramos como una cadena nosotras buscábamos y pasábamos lo que encontrábamos de utilidad, también algunos medicamentos que tendré que analizar. Había un gran almacén bajo las ruinas, llegamos a las salas de quirófanos y (Alba sonrió iba a decirme algo importante) hemos conseguido una máquina para operar con laser. Solo nos falta que David nos dé suficiente electricidad.
—Si quieres puedes utilizar la habitación para instalar el laboratorio.
—No hace falta lo instalaré en la cocina, Robert solo usa la de la otra Nave, estas cocinas son grandes
A la mañana siguiente temprano se presentó Amo; había consultado a las mujeres y le habían dicho que salíamos con el Alba, se dirigió a David.
—Yo quiero acompañar y trabajar. Todos trabajan.
—Te entiendo si quieres puedes venir con nosotros tu eres Amo, Leire cuida de tu madre y de Patri. Ella tiene poder.
Salimos temprano, cuatro mujeres, el carretero, David, Amo y yo que llevaba el otro caballo. Sobre el carro cuerdas. Comimos apenas llegamos, el carretero nos presentó a Pepe su cuñado y le preguntamos por las piedras blancas él señaló una dirección y nos llevó hasta allí, en realidad nadie sabía si de las piedras saldría yeso o cal pero ambas cosas servirían para hacer argamasa o utilizarlo directamente. Nos ayudaron a romper algunos bloques y cargamos. Pero al llegar al pueblo y mirar el reloj nos dimos cuenta que se haría de noche eran las seis de la tarde y pese a haber salido con la primera luz y ser verano...
Amo dijo ¿nos quedamos?
—Si será lo mejor. Contestó David.
—Habló con el carretero y nos dieron un refugio comida y mantas. Entonces David se acordó del pantano y me dijo — vamos ellos que descarguen los animales. Seguramente Amo entendió que él también y vino con nosotros.
Nos dirigimos a la presa y no mostraba daños que no fueran algo de corrosión en las piedras.
David rompiendo la puerta, entró en todas las salas de la presa; buscaba la sala por donde salían los cables que distribuyen la electricidad por fin la encontró. Volvió a salir a la calle para ver qué línea se dirigía hacia Sagunto, seguramente sería la misma que… yo entré en otra sala llena de grandes interruptores con nombres y lo llamé, había acertado. Desconectó todas las líneas menos una y bajamos a la casilla que hay en medio de la presa, e inmediatamente empezó a buscar tal vez un interruptor, o como abrir la compuerta para que cayera el agua yo vi una rueda e intente ver qué pasaba, pero no podía moverla, David y Amo intentaron ayudarme no se movía y entonces me di cuenta de que un seguro lo impedía tras quitar el seguro tuvimos que moverla entre dos, el agua empezó a caer por la pendiente, pero no escuchábamos más que el ruido del agua al caer, seguimos abriendo, parecía que nada funcionaba hasta que la luz empezó a querer encenderse; nos quedamos quietos se encendía y apagaba hasta que por fin se quedó encendida, busque el interruptor la apague, varias veces y al fin la dejé encendida. David empezó a cerrar el agua hasta que la bombilla se apagó, nuevamente abrió y se encendió, estuvo regulando hasta controlar el caudal del agua, que necesitaba para funcionar, después puso el seguro; no quería desperdiciar ni una sola gota. Salimos al exterior y nos aprovisionamos de Cable, interruptores, bombillas y portalámparas arrancándolos de la pared. Salimos y nos indicó con el dedo, como el agua salía por el rebosadero ahora la aprovecharíamos toda. No sabíamos cierto si la corriente llegaría al pueblo pero al día siguiente cuando volvíamos David sé acercaba a cada pueblo rompiendo la puerta de los transformadores con el pico, entrando en ellos y bajando los interruptores y así llegamos a las siete de la tarde sin comer, cuando la caravana ya llevaba más de tres horas en el pueblo; pero siguió sin comer parecía tener solo una febril idea en la cabeza, cogió el comprobador y se fue al transformador. Tras comprobar cayó de rodillas y se puso a llorar.
Yo fui tras él y al verlo llorando arrodillado intente consolarlo, él levantó la cabeza y sonrió levantándose y abrazándome. Entonces comprendí que teníamos luz. Al salir nos dimos cuenta que en algunos sitios se veían chispazos, entró nuevamente y bajó el interruptor cortando la corriente.
Cuatro días después con las líneas imprescindibles y dirigidas solo a los sitios estratégicos, levantamos el interruptor y tuvimos electricidad.
Una cuadrilla de personas limpiaban los ladrillos macizos de la parte antigua con piquetas artesanas y los llevaban con el carro a la gran nave de Torres, el yeso era bueno y aunque no se suele mezclar con arcilla Vicente tras unas pruebas lo mezclaba añadiendo más agua y dejándolo reposar, pero cuando empezaba a fraguar había que darse prisa en usarlo.
Un nuevo carro añadió más transporte y se podían bajar más piedras. Los nativos (como los llamábamos nosotros) aprendían con rapidez.
Una noche David le dijo a Aníbal.— Se donde hay una sierra de cinta, o al menos espero que sigua en su sitio, era muy pesada.
—¿Y por qué no vamos a por ella?— respondió.
—No sé en qué estado estará, está cerca del puerto en una antigua carpintería y debe pesar mucho. Es la única serrería que conozco pero allí compró mi padre los muebles de cocina.
— No importa podemos ir varios y cargarla.
—Deberíamos ir con los dos carros y aprovechar el viaje. Tal vez encontremos algo más entre las ruinas.
Los carros estaban de viaje cargando piedras y al día siguiente volverían. Organizaron la expedición y dos días después partieron nuevamente hacia Sagunto. Al llegar a la rotonda cruzaron el puente que llevaba al puerto, al poco tiempo David dijo.
—¡Dios mío! Si no me acordaba de esto a su derecha se encontraba un polígono comercial con un enorme aparcamiento se adentraron en él hasta llegar a unos grandes almacenes de material de construcción, inmediatamente se dedicaron a buscar, encontraron grandes paquetes de planchas onduladas las superiores estaban dañadas pero no así el resto, madera en mal estado pero habían herramientas, tornillos y un la gran cantidad de cosas utilizables. Incluyendo sierras de mesa. También motosierras pero no disponían de Gasolina. No obstante las preparamos para al volver cargarlas en un carro. Dejamos un carro allí para no cansar al animal y nos fuimos con el otro en busca de la sierra; sacar la máquina de su sitio nos costó horrores pero nada comparado con cargarla yo creía que rompíamos el carro, pero aguantó, Aníbal había hecho un buen trabajo.
Por la noche le dije a Alba.
—Puedes fabricar combustible
—Puedo destilar alcohol ¿te vale?
—Es para una motosierra.
—No sé si el alcohol con un poco aceite de motor…
—Y cuando podríamos tener…
—Para, para la naturaleza requiere su tiempo, necesitaríamos los restos de la elaboración del vino o cáscaras de fruta, o patata y maíz. También zumo de cítricos, por ejemplo. Hay que hacer levadura para elaborar alcohol. Pero eso lleva tiempo también un alambique más grande que el que tengo de cristal, por ejemplo una olla a presión podría servir.
—Sé donde hay cítricos los he visto esta mañana y también donde pueden haber ollas de acero inoxidable puede que no estén muy deterioradas.
—Dime que ocurre. Confiesa quieres algo.
—Hemos encontrado motosierras, Fonseca dice que las dejará nuevas a Aníbal le vendrían muy bien para talar árboles.
—Está bien mañana nos vamos.
—Pedí un carro que acababa de volver, David dijo llevaros los dos y cargar planchas onduladas para los tejados.
Al final me llevé a toda la caravana, al salir de la población pasamos junto a los campos que se habían sembrado; muchas semillas habían brotado y se podían ver líneas verdes de plantas recién nacidas. Se habían cortado cañas y clavado en la tierra a modo de cabañas, las judías trepaban por ellas y ya tenían una altura media de un metro, pensé que pronto comeríamos judías verdes. Reme y David eran los directores del grupo agrícola. Los dos se habían criado en pueblos y habían vivido la agricultura de cerca. Las simientes que habíamos llevado con nosotros durante todo el viaje procedente del centro, se iban sembrando una tras otra, empezando por el trigo que era lo que más tardaba en cosecharse.
Alba me dijo mientras caminábamos — ¿Qué piensas?
—Muchas cosas, ¿te has dado cuenta que formamos una comunidad? esto sí es el comunismo auténtico o la sociedad ideal.
—Eso es porque no hay dinero ni avaricia, las personas trabajan por cubrir sus necesidades, sin prisas ni egoísmo, cada una asimila su trabajo para la comunidad están acostumbrados a repartir los alimentos. Nada es de nadie y todos tienen de todo. En ocasiones la sencillez es la mejor política.
—¿Crees que nuestra presencia los hará cambiar?
—¡No! si seguimos sus buenas costumbres y no reinventamos el dinero.
Seguimos el trayecto en silencio Alba lo rompió.
—Debemos hablar de otras cosas.
—¿Cómo por ejemplo?
—Creta y Helena necesitan un hospital y un quirófano habíamos pensado coger media nave incluidas nuestras habitaciones. Torres y Carla, Helena y Fonseca han hecho habitaciones en la nave donde trabajan y pronto se trasladaran a vivir allí. Nosotros de momento podríamos ocupar la suya mientras arreglamos una de las casitas que hay en la ladera, frente al puente.
—Quieres que nos vayamos a vivir solos.
—Sí lo hacemos otros nos seguirán y el resto del local servirá como escuela ya es hora de que salgan los niños de la cueva.
—Si creo que tienes razón, hablaré con David, ¿hay algo más?
—Si me gustaría disponer de mi casa cuanto antes, no quisiera que mi hijo naciera en la nave.
—Paré el caballo y abracé a Alba llenándola de besos.
Los otros miraban y yo grité. ¡Voy a ser padre! Torres (Que me acompañaba) se quedó de piedra y nos felicitó, los demás al verlo hicieron lo mismo.
Seguimos caminando.
—¿Cómo no me habías dicho nada?
—Quería estar segura, también creo que Leire está embarazada. Esta madrugada la he visto que salía a vomitar.
Llegamos a nuestro destino, Torres se dirigió al almacén y yo le dije a una señora que recogiera naranjas y limones, nosotros nos quedamos a la entrada con el carro y un caballo, empezamos a apartar escombros, al rato me di cuenta, estábamos buscando en las tiendas y todas tenían el almacena en la parte trasera, dimos la vuelta a la calle, habían partes que aguantaban el ligero techo apoyado en las cajas apiladas. Con poco trabajo conseguimos leer en algunas cajas carcomidas o desechas, otras estaban desaparecidas y se veía más el contenido que la caja o envoltorio, habíamos acertado. Cargamos ollas, ordenadores portátiles (no sabía si servirían pero David sabría qué hacer con ellos. Cazuelas de todos los tamaños, dos microondas, encontré soldadores eléctricos de estaño y rollos de hilo. En fin todo lo que creí conveniente y encontré en buen estado o recuperable.
Al lado descubrí una tienda de deportes, allí había cajas de ropa repelente al agua y estaba en perfecto estado. Pero descubrí bicicletas y eso culminó mi búsqueda cargué sin ton ni son y cuando nos íbamos recordé que habían ruedas macizas, media hora me costó encontrarlas cargue las que pude nos reunimos y regresamos.
Esa noche hablé con David y Leire, ella me confirmó su estado y decidimos que el grupo de albañiles arreglase dos viviendas. Así le quitamos algunos a Torres que fueron sustituidos inmediatamente.
Nos reunimos todos en la nave y anunciamos los dos embarazos a los que se unió Carolina.
Explicamos los planes de futuro que fueron aceptados por todos y David quedó en informar a Amo de las decisiones y también que en cuanto termináramos la obra podríamos devolver la vista a su madre.
Estábamos a primeros de junio y Reme vino con un manojo de judías diciendo.
—Señores nuestra primera cosecha.
Nuestra alegría fue inmensa y Amo (al que no nos quitábamos de encima) preguntó ¿qué era aquello? Reme cogió una la mordió, comiéndosela y tirando el pezón. Amo la probó y se la comió, cogió dos y se fue a la cueva.
David informó de que había hablado con la base y habían tenido noticias de Cortese, habían llegado a Asturias pero no encontraron nada, se habían quedado sin comida, y anduvieron tres días sin comer más que alguna hierba, tras llegar al mar seguían sin ver a nadie. Encontraron algo de comida y se dirigieron a Galicia, allí marisquearon en las rías. Actualmente se han quedado en un lugar seguro, donde disfrutan de la pesca en la ría.
—¿Qué sabes de los otros grupos?
—El grupo del sur Llegó a Ayamonte y tras una semana allí decidieron seguir la costa hacia el este. Su mayor alimento han sido las bellotas y la remolacha. Han encontrado espigas de arroz.
El grupo del oeste se instaló en Aveiro y allí sigue. Querían seguir hacia el sur por la costa, pero ya no se más.
Mañana pienso entrar en la cueva y seguir leyendo, tengo curiosidad por saber qué ocurrió después del primer Amo.
Así lo hizo y esa misma noche nos contó el relato como lo había leído.
Me llamo María Teresa, pero todos me llaman Ama. El motivo es que
mi padre era “el Amo” de las tierras que trabajaban. Mi padre es el
primer fallecido de las personas que habitamos la cueva, mi abuela
falleció cuando yo tenía diez años.
No sé qué hacer con el cuerpo; intento reponerme pero debo tomar una decisión ahora soy el Ama, mi marido dice que deberíamos pasar todo lo que quede en el segundo almacén, a la cueva por los túneles y enterrar en el último rincón a mi padre, pues otros le seguirán y debemos estar preparados. Comparto su idea como la única posible. ¡Lo decido! los hombres se ponen a trabajar y lo enterramos. Todos han entendido que ese es el destino de los que fallezcan y unos meses más tarde fallece la abuela “Granerera”. Era la más vieja de todos.
Apenas queda comida para los animales y lo que comen es basura, están flacos incluso la leche ha cambiado de gusto.
Cada día sacamos un perro desde que yo me hice cargo y los animales vuelven, desde hace un año hay brotes verdes en el prado. No tenemos más remedio que salir.
En asamblea decidimos que un hombre y una mujer deben salir en busca de alimentos, serán matrimonio y si les ocurre algo nos encargaremos de sus hijos. (En realidad no sé cómo, los alimentaremos si ellos mueren; “por las circunstancias”) se sortea y les toca a Dora y Nicolás.
Bien tapados salen de la cueva en busca de comida para los animales. Al volver nos cuentan que no hay hierba alta y que se han tenido que quitar ropa para llenarla de hierbas, dejamos pasar un día y decidimos salir todos con telas para envolver las hierbas, los hombres arrancan ramas con hojas y las llevan al interior, los arboles crecen . Todas las personas mayores hemos salido y hemos estado poco tiempo en el exterior, nadie se pone enfermo, solo Dora ha tenido fiebre. Con las ramas hacemos una hoguera cerca de la salida y asamos la carne. Llevamos años comiéndola cruda.
Vuelvo a escribir, las salidas ya son diarias y buscamos comida para nosotros, limpiamos todo lo que comemos con el agua del rio y la leche de los animales empieza a saber mejor.
Así hemos pasado dos años y empezamos a perder el miedo a salir. Todo está destrozado, los animales los hemos sacado a los almacenes vacios y tenemos más sitio para nosotros.
Han pasado quince años desde que entramos y las personas quieren abandonar la cueva algunos buscan donde cobijarse y empiezan a vivir por sí mismos fuera de la cueva. Pero muchos siguen en ella, los hijos se han hecho mayores y se unen en parejas. Aunque se van, seguimos siendo muchos, las gallinas afortunadamente siguen sacando pollos y poniendo huevos. Las sacamos al prado.
Cada uno hace lo que quiere. Han matado algunas gallinas. No está bien.
Hago una reunión general e impongo que nadie debe coger nada que pertenezca a todos, que todos tienen derecho a comer, pero todos debemos aportar, si alguien ve que un vecino se aprovecha debe decirlo y el culpable será expulsado, no se le dará nada.
No sabía cómo dar esperanzas pero me acordé de algunos cuentos de mi padre y dije.
—Mi padre me dijo que “Dentro de un tiempo vendrá un enviado y este nos traerá comida y bienestar”. Él será la luz del Sol y la niebla de la mañana. Y solo él resolverá nuestros problemas. Mientras tanto seguiremos las normas.
Algunas personas preguntaban ¿Cuándo vendrá? Y yo siempre respondía “que un día” pero no sabía cuándo. El tiempo pasó, la hierba creció y mi pueblo seguía respetándome, yo me sentía como el alcalde que había sido mi padre, que debía poner reglas que todos respetasen y cuidar de todos; los mayores fallecieron y solo quedaban los hijos, yo enseñé a mi hijo Jaime a leer y escribir, fundé una escuela en el interior de la cueva con la luz del candil; hacemos las mechas con lana y la grasa del tuétano de los corderos. Pero yo solo enseñaba a leer y escribir en churro, como llaman al idioma español (como me enseñó mi padre). Mientras que entre ellos hablan Valenciano.
Poco a poco todos han salido de la cueva, el trabajo se reparte y cada uno sabe lo que tiene que hacer. El trabajo se hereda de padres a hijos.
Han pasado años; cuando empecé a escribir fue varios años o
veranos después de que abandonaran la cueva. Han pasado muchos y
contamos los años por veranos. Nuestras necesidades están cubiertas, y
en ocasiones los veo como autómatas, que solo buscan algo que llevarse a
la boca afortunadamente hay comida.
Yo Ama
Mi madre ha fallecido con setenta y un veranos (según creo) Yo
nací en la cueva y tengo cuarenta y cuatro. Mi nombre es Amo Jaime y
sigo viviendo en la cueva.
No sé qué más escribir, me ocupo de solucionar los pocos problemas, y seguir la tradición.
Todos me respetan y obedecen, el ganado crece y las personas también. Sigo enseñando churro. Es lo que se lee en los libros.
Amo Jaime.
No sé si debo escribir aquí mi padre Amo Jaime dijo que sí,
después de leerlo no encuentro nada extraordinario que aportar. Pero
debo conservarlo cuidaré la historia como mi vida. Como es tradición
seguiré enseñando a los niños. Este será mi tesoro.
Soy el Amo
—Vi un gran borrón de tinta y como si alguien quisiera escribir y pude leer más abajo.— Dijo David y prosiguió.
Soy Amo, durante muchos veranos mis antepasados han dejado de escribir pero creo que puedo hacerlo, ahora soy Amo.
Algunos matrimonios han pedido permiso para irse, no sabía qué hacer, he leído a mis antepasados antes de tomar una decisión y creo que debo permitirlo, no mando de sus vidas y solo les he prometido que si me dicen donde están les llevaremos algunas aves, cuando nos sobren, les entregó tantos animales como personas se van. Ellos los eligen, la mayoría son ovejas.
Han venido a decir donde están, los visito y apruebo sus decisiones. Les llevaremos más aves.
Yo Amo.
No habían más cuartillas que leer y David lo guardó como estaba
anteriormente, para abandonar la cueva cabizbajo, esa noche nos lo contó
todo. Nos aclaró que de los primeros escritos al último habían pasado
muchos siglos, Habría que tener en cuenta que la división de la colonia,
no llegaba a doscientos años, según sus cálculos.
Helios ha pedido un bastidor a Aníbal, para clavar el cuadro del greco y este se lo ha hecho.
También está imponiendo la semana de siete días, se ha inventado los sábados y los domingos. Esos días los niños no van a la escuela y todo el mundo deja de trabajar. Helios los aprovecha para dar largos paseos explorando los montes de los alrededores, junto a su esposa, José y Rosa.
Han encontrado un yacimiento de losas, perfectas para hacer otro horno a él le interesa, pues ha encontrado arcilla y en sus ratos libres se viste de alfarero. Aníbal le ha prometido un torno.
También está fabricando pinturas con diversos materiales aceite y yema de huevo. Alba ha prometido echarle una mano. Conforme se vacían los camerinos, él los ocupa cree que esa debe ser su casa, junto a la escuela y su estudio.
Razonamientos de Carles
Helios está fabricando papel ha hecho una pasta y la coloca sobre trozos grandes de cristal (recogido de entre los escombros) tres mujeres le ayudan, la extiende y aprieta con otro cristal, dejando una lámina fina que después seca al sol.
David ha reparado ordenadores, las pilas los habían dañado, podemos enchufarlos a la corriente, con un transformador casero.
Carla está en su ambiente creando programas para ellos. Y ayudando en la escuela a Helios; con Carolina han formado tres grupos por edades. Ya empieza a parecer una escuela.
Alba sigue fabricando alcohol con cítricos y levadura casera, las motosierras funcionan y Fonseca le ha puesto un motor a una bicicleta. El resto de las que traje las repartí entre los chicos, solo nos quedamos dos, que utiliza quien la necesita.
Aníbal ha hecho dos galeras son más grandes que los carros llevan cuatro ruedas, las de delante son giratorias y llevan una lanza en medio para enganchar dos caballos. Con ellas los animales no cargan peso, solo tiran.
Después de las judías, con solo una semana de retraso comimos tomates, no desperdiciamos ni una simiente todos los vecinos las recogen, les han llevado tomates y verduras a Navajas, ahora ellos recogen las piedras, para que subamos; dejamos una tira de Judías sin coger más, las últimas y más feas, así tendremos habichuelas para el invierno. Pero hemos plantado más que ya crecen.
Ahora se recoge hasta la simiente de calabaza. Los vecinos van comprendiendo que es mejor sembrar.
Entre David y Reme me han enseñado a injertar y podar yo me encargo de recoger árboles trasplantarlos podarlos e injertarlos (Bueno, yo solo no, con mi equipo). Aquí no tiene trabajo un periodista.
En agosto recolectamos el maíz y con él hemos hecho harina, con la que confeccionamos el primer pan.
Mañana, empieza septiembre y vamos a segar el trigo estamos todos expectantes, se puede decir que nos hemos adaptado a ellos o ellos a nosotros. Nos tratamos sin distinciones.
Daniela es la que dirige la producción de sacos telas, ropa, cuerda y aparejos. Disponemos de esparto pita y lana, está investigando con otras plantas. Todas las mujeres del grupo están embarazadas y ella no ha sido menos, la última ha sido Remedios. Hay que repoblar el planeta, eso dijeron) El humor ha vuelto y todos somos felices. Las mujeres con los embarazos tienen de que hablar y el “hospital” está en marcha.
Hace dos semanas que vivimos en nuestras casas y están preparando el hospital para operar al Ama.
Alba sigue fabricando potingues para el hospital y analizando las plantas curativas que trae Remedios.
La fabricación de yeso va viento en popa y cada vez aprendemos más sobre él. En el segundo horno, Vicente está haciendo pruebas con varios materiales mezclados, parece que ha conseguido una especie de cemento.
David ha ido esta mañana “por primera vez” a ver el generador de viento con su equipo, dice que tal vez algo nos sirva y no estaría mal tener un equipo de reserva.
Torres le ha hecho a Robert una cocina de hierro a leña, con horno incluido y este ha vuelto a hacer embutido. “Espero que sepa hacer tartas”.
Vicente los fines de semana, sigue cazando con su arco, no solo conejos también aquí hay liebres gigantes y un animal peludo un poco más pequeño, pero más grande que un conejo al que los nativos llaman “Esquirol”, no tiene tanta carne cuando lo pelas es delgado y con poca grasa. No hemos visto cerdos ni nada parecido, a los erizos grandes estamos intentando domesticarlos. Tampoco hemos visto abejas y creo que si no las hay será una gran pérdida para la humanidad. En realidad tampoco hay tantos insectos voladores.
Hemos visto pocas aves y de lejos, aquí mandan los roedores y los insectos; de vez en cuando nos visitan las “cucas” grandes (son nuestro marisco) a las pequeñas no les hacemos caso o las pisamos, “son molestas” y hay muchas.
Amo se ha convertido en uno más del equipo de David aunque en ocasiones dirige a los nativos y estos le obedecen. En realidad suma.
Ya hay personas especializadas en el transporte sea de escombros, piedras blancas, o cosecha. ¡Quién diría que hace tan solo cuatro meses que llegamos!
Debo ir a la nave han llamado de la base y David acaba de entrar.
—Base, base aquí equipo Este. ¿Me oyes?
—Perfectamente equipo Este.
—Jefferson eres tú.
—Si Ainoa está indispuesta creo que voy a ser padre.
—En hora buena, pero aquí todos estamos embarazados
Las risas se escucharon por el altavoz.
—Te he llamado por que he tenido noticias nuevas del equipo Sur.
—¿Qué les ha ocurrido?
Tuvieron la baja de Roberto el ex Guardia Civil. Le mordió un animal y quería llegar a su pueblo para ser enterrado allí. No sé muy bien lo que ocurrió, estaban ubicados en Málaga, pero decidieron llevarlo un grupo de seis por la costa a Almuñécar, “su pueblo”. La gran sorpresa fue que encontraron un grupo de unas cuarenta personas en Nerja. La sala irrumpió en aplausos y cuando pudo David siguió hablando.
—Casi puedo entender lo que pasó, he estado en las cuevas de Nerja. Al menos la humanidad hubiera seguido sin nosotros. Parece ser que no éramos tan importantes.
— Si y aunque parezca mentira me consuela. Pero ellos han retrocedido más de mil años y nosotros estamos frescos.
—Es verdad en eso tienes razón, pero si vieras lo que hemos conseguido en cuatro meses… En fin dales recuerdos a todos, e informales de nuestra alegría, informales de nuestra frecuencia y podrán comunicarse con nosotros, si han instalado la antena, tal vez podamos intercambiar ideas, corto.
Todos teníamos un extraño sabor de boca, poco a poco salimos. Levanté la vista y miré el cielo azulado con destellos rojizos en las pocas nubes. Tal vez estaba mirando al futuro o preocupándome, porque al día siguiente empezaba la cosecha del trigo. No lo sé pero de una cosa estaba seguro la vida sobre la tierra no se había extinguido pese a la idiotez de la raza humana.
El regreso
Hola, soy nuevamente Carles “el periodista” han pasado diez años en la colonia de La Vall Uxó, hemos progresado y todos estamos ocupados en nuestros trabajos; hace años que no escribo, tal vez no hacía falta o las cosechas me impedían hacerlo o mostrar interés. La colonia ha centrado sus esfuerzos en aumentar la camada de animales, disponemos de electricidad y herramientas. Aprovechamos todo lo que podemos de nuestra anterior cultura. Nos hemos industrializado los nativos han aprendido oficios y desarrollan el trabajo en comunidad. Nos hemos convertido en el sueño comunista. La comida no es de nadie y todos colaboramos en la manutención, solo hay una amenaza o castigo para quienes no cumplen con la comunidad y es la expulsión del asentamiento, tampoco tenemos religión ni más leyes, nuestro único interés es colaborar con la comunidad, nos hemos integrado con ellos o ellos en nosotros. El único bien “particular” de que disponemos es la casa de cada familia.
Hemos empezado a retirar escombros del pueblo y a llevarlos a una antigua pista de Karts, respetando las paredes que quedan en pié, con la intención de aprovecharlas en el futuro para nuestra descendencia, también se aprovechan los materiales reciclables. Para ello hemos reparado y habilitado una gran nave donde los vamos almacenando.
Los trabajos se han diversificado, los jóvenes que encontramos al llegar, hoy son hombres que ya conocen un oficio y ayudan a sus padres y a nosotros, hay tres escuelas, con diferentes niveles de enseñanza. Nuestra vida cotidiana tiene una base firme, donde cada persona conoce su sitio.
Hay granjeros, pastores, agricultores, carreteros (o transportistas), horneros, cocineros, albañiles, carpinteros, mecánicos, metalúrgicos, enfermeras, veterinarias, tejedoras, costureras, alfareros etc.
Rosa imparte clase como profesora, por las mañanas y por la tarde hace inventario de todos los bichos que encuentra, en ocasiones ayudada por sus alumnos. Ha identificado más de quinientos tipos de invertebrados, insectos, avispas, caracoles, escarabajos, mariposas, libélulas etc. La mayoría vive en zonas pantanosas de la desaparecida playa de Almenara. La cual se llena de aves migratorias procedentes del norte, cuando llega el buen tiempo, con ellas han llegado algunos pájaros. Esperamos que se queden los echó en falta. Las hormigas crean enormes estructuras y problemas, nos vemos obligados a controlarlas tienen pocos depredadores y corremos el peligro de que se conviertan en una plaga. Alba ha descubierto un producto que untándolo por donde pasan deja a la reina estéril. Poco a poco el hormiguero desaparece sin matarlas, simplemente no nacen más.
Encontrar abejas recientemente ha sido una suerte. Las abejas han creado un nuevo oficio, el de apicultor; la gran cantidad de alcornoques que hay por los alrededores, favorece la construcción de colmenas con su corcho. Solo tenemos un enjambre son pocas pero por algo se empieza.
Todas las parejas que venimos, hemos tenido descendencia en mi caso tengo un chico y dos hembras gemelas. David y Leire dos chicos el menor de solo tres años, es muy inquieto y moreno, creo que se parece a su madre.
Pero lo más importante ha sido la integración de nuestro grupo con los nativos. Solo les llamamos así cuando hablamos en general, pues ya los conocemos a cada uno por su nombre.
Cada semana conectamos por radio con el Centro David o yo, nos dan novedades de los otros grupos, sabemos que solo el grupo sur encontró supervivientes. También sabemos de los problemas del grupo norte, sobre todo de Cortese. Pero de lo que más hablamos es de los amigos que dejamos en el centro y de nosotros mismos.
Está tarde tenemos conexión, Amo con su mujer suelen unirse al coloquio. Parecen uno más de nosotros; desde que llegamos, Amo se ha unido como una lapa a David incluso trabaja con él y Patri (su señora) a Leire con la que tiene largas conversaciones.
La operación de cataratas que practicamos a la vieja Ama fue un éxito y hoy cuida de su nieta aunque no tenemos un óptico, sabemos que hay gafas en el centro, algún día traeremos. Patri está más libre y es muy lista, ella supervisa el ganado desde hace algún tiempo y aprende veterinaria con Creta, David le dijo que debíamos matar menos animales, ya que disponíamos de más comida y dejar que los animales se multiplicaran, le hizo entender que un día deberíamos dar animales a otros grupos de supervivientes y le explicó que solo aquí disfrutábamos de ellos.
Nosotros hemos seguido cazando y suministrando carne a los carniceros, por cierto Robert los ha dividido en dos grupos, carniceros-cocineros y molineros-panaderos. También tenemos granja de conejos empezamos con dos parejas que cazamos con trampas y hoy tenemos un bajo de unos cien metros cuadrados lleno. Las conejeras de Fonseca y Torres son una maravilla.
Habilitamos una nave del polígono como gallinero y hemos creado una incubadora donde nacen los pollos por docenas, los tenemos clasificados por fechas de incubación.
A los caballos les cuesta más pero hemos llegado a contar con setenta y dos, Creta ha hecho un gran trabajo como veterinaria, Inseminando a las yeguas.
Ya disponemos de algunos medicamentos aunque no tenemos píldoras y pocos inyectables, la mayoría los tomamos en polvo. Solo hay un depredador, las mantis gigantes pero desde que vivimos aquí solo hemos visto una; deben ser escasas y me alegro. Ignoramos si hay más depredadores.
En fin llaman para la conexión. ¡A me olvidaba! He sido reconvertido a agricultor, ahora dirijo la agricultura. Sabemos podar e injertar Gracias a David y Remedios. Muchas cosas han cambiado.
David está conectando y todo el mundo está pendiente.
—Centro me escucha centro. (Vuelve a llamar)
—Centro me escucha, ¿hay alguien ahí?
—Te escucho Grupo Este. Soy Soraya Ainoa está llegando.
—Gracias Soraya ¿Cómo estáis por el centro y Nico?
—Todos bien, espero mi segundo hijo y creo que es varón mi hija cumplió ayer seis años.
—En hora buena a los dos, a Nico no habrá quien lo aguante.
—Si tienes razón está como un niño desde que supo que era varón… Se pone Ainoa.
—Buenas tardes David, ¿hay novedades?
—No muchas como sabes aquí las cosas funcionan perfectamente y todos te escuchamos por el altavoz.
—Si lo sé y me alegro así puedo saludar a todos a la vez. Yo quería preguntarte si tienes suficientes animales para compartir, hay grupos que lo pasan mal o disponen de lo justo para sobrevivir.
—Sí, como hablamos hace años sobre transferir algunos animales hemos incrementado su número. Podemos repartir algunos.
—¿Crees que ha llegado el momento?
—Si por nuestra parte estamos dispuestos.
—En ese caso hablaremos mañana, a la misma hora, voy a llamar a los otros grupos.
—Ainoa, ¿hay algún motivo especial?
—Si, hoy estamos a uno de marzo y dentro de un mes hará diez años que despertamos, podríamos reunirnos una representación de cada grupo aquí en el centro y celebrarlo.
—Me parece una idea excelente.
Todos gritamos ¡bien, bien! por el altavoz se escuchó la algarabía al otro lado.
—Veo que os gusta la idea, en ese caso me despido hasta mañana he de conectar con los otros grupos y llegar a un acuerdo.
—Hasta mañana Ainoa cierro.
Creo que esa noche todos pensaron que podrían verse nuevamente con sus amistades en el centro.
Al día siguiente David hablaba con Leire sobre el puente, por como agitaban las manos o por sus rostros la conversación debía ser intensa y no muy agradable.
En cuanto tuve ocasión hablé con David y le pregunté si le ocurría alguna cosa, o tenía problemas con Leire.
No — me contestó – no es nada de pareja, el tema es, si nos vamos ¿Quién se va y quien se queda? Tenemos hijos y responsabilidades. Los niños no pueden venir, el camino es largo, cansino y posiblemente peligroso.
—Ya entiendo las caras largas, ella querría ir.
—No, no lo creas yo le ofrecí que fuera quedándome yo con los chicos. Pero ella no quiere dejarlos no quiere ir. Ha cambiado mucho desde que tenemos hijos, ellos son su preferencia, “lo primero en su vida” y la entiendo. Ha dicho que vaya yo y añade que tengo la obligación de ir.
—¿Y tú no deseas ir?
—Es una sensación muy rara que divide mi pensamiento, ahora tengo una familia, una casa y gente que me necesita, este es mi sitio, mi pueblo y he cumplido cuarenta y cuatro años, diez más que cuando salimos. Como verás ayer todos estábamos contentos. Pero no habíamos analizado la situación, todos tenemos hijos.
—Ya entiendo, tienes toda la razón ya veremos cuantos se apuntan. Me entristecí y comenté — casi desearía que no se celebrara la reunión.
—No, ¡hay que celebrarla Carles! Todos los grupos no son tan afortunados como nosotros, hemos estado diez años aumentando la camada de animales y fabricando carros para ellos, esperando que llegase este día.
—Si tienes razón, hablaré con Alba.
Todos atendimos nuestro trabajo y a las seis en punto no faltaba nadie, David encendió la radio y espero, tras un largo minuto escuchamos.
—Aquí grupo centro al habla con grupo este. ¿Grupo este me escuchas?
—Si, aquí grupo este al habla te escucho. ¿Hay novedades?
—Si las hay, acuerdo total con condiciones.
—¿Con condiciones? No lo entiendo ¿Qué condiciones?
—No vendrán todos cada grupo mandará algunos a recoger aquello que se les ofrezca.
¿Ofrezca? La cara de David se quedó Blanca — ¿con quién hablo?
—Soy Carmelo el fontanero.
—Perdona Carmelo, pero hacía tiempo que no hablaba contigo. ¿Qué le ocurre a Ainoa?
—Nada, está cerrando un trato en la otra emisora.
—¿Habéis tenido problemas con los otros grupos?
—No pero el camino es largo y muchos no quieren moverse, sobre todo los que tienen hijos.
David me miró con seriedad y yo moví la cabeza afirmativamente.
—David ya viene Ainoa – se escuchó — “Es David”
—Sí, David me escuchas, soy Ainoa.
—Si ya te he reconocido; dime ¿Que ocurre con los otros grupos?
—Se lo he explicado todo, que tu vendrías y traerías caballos, corderos y gallinas, pero ellos solo vendrán unos cuantos, todos tienen hijos y los niños no pueden andar tanto tiempo, además deberían cargar víveres para mucho más tiempo y más personas…
—No me digas más lo entiendo, nos ocurre lo mismo, en ese caso que hay decidido.
—El grupo norte se encuentra en la Ría de Arousa irán por mar hasta unirse al grupo de Aveiro, allí dejarán la barca y regresarán por tierra. Solo vendrán cuatro o cinco personas de cada grupo “de momento”. Lo mismo ocurre con el grupo oeste o portugués, en cuanto al grupo sur te esperaran o esperarás en Ocaña sobre el día veinte. Según dicen irán cargados de arroz y no vendrán al centro, para ellos el viaje es mucho más largo y pesado.
—Entiendo. En ese caso procuraremos estar a tiempo en el sitio. Pero desde allí tenemos como mínimo ocho o diez días para llegar al centro, tened paciencia si no llegamos a tiempo ¿Alguna noticia más?
—No y entiendo lo que dices, te esperaremos, venid por La Alberca hemos arreglado la carretera hasta el Centro.
El grupo sub-norte está a cuatro horas y nos visita a menudo, cultivan verduras y nos traen. Es una suerte para nosotros pues aquí no tenemos las huertas tan cerca, pero también las tenemos, el robot de cadenas y el de cuatro patas, se han convertido en nuestro transporte. Y la pala que abrió la puerta en el mejor tractor. Afortunadamente tenemos todo lo necesario. Siempre intercambiamos alguna cosa con el sub norte.
—Eso me recuerda que necesitamos pilas tened una buena carga apunto y a ser posible la pequeña máquina con que se prensan.
—Lo tendré en cuenta, tenemos varias máquinas incluso manuales ya sabes dónde.
—Y posiblemente necesitemos algunas cosas desechadas por vosotros como agujas, hipodérmicas, tubos de ensayo o vías para goteros. Podemos extraerlas de las antiguas urnas donde despertamos y desinfectarlas, en fin ya veremos. Llevaremos radios de onda corta, no podremos comunicarnos hasta que estemos a menos de cincuenta kilómetros. Avisa al grupo sur. Y que los cojan.
—Lo entiendo, en ese caso ¿estáis de acuerdo David?
—De acuerdo, que sabéis de animales dañinos.
—No hay muchos a los que no podamos dominar, hay unos lagartos gigantes como de un metro de cabeza a cola, son herbívoros e insectívoros. Las ratas hay que ir con cuidado por sus dientes, hay un tipo de cien pies con armadura de unos setenta centímetros, que pasa de nosotros come bichitos y cuando lo tocas se enrosca, sirve para limpiar.
—Creo que es un mil pies.
—Puede, tuvimos una plaga de Langostas de un color pardo, los animales casi arrasaron el maíz, medirían entre treinta y cinco o cuarenta centímetros, cazamos algunos con redes son comestibles y muy ricos, han sustituido al marisco, al fin y al cabo son invertebrados. Solo hay un animal con el que hemos tenido problemas ¡una mantis gigante! Cortese también fue atacado por una.
—¿Han visto serpientes u otros animales?
—No, ignoramos si existen, parece que los roedores y los insectos han tomado el relevo. En Fin nos veremos.
—No lo dudes, hasta la vista. Ainoa cierro, tiempo tendremos de hablar.
Preparativos para partir
David cerro la comunicación y todos se quedaron mirándose lo que creían una fiesta se había convertido en un problema. ¿Quién y cuántos iban a ir? Yo pensé quitarle un peso a David y toqué palmas llamando la atención, cuando me miraron dije en voz alta.
—Señores y señoras, las ovejas no corren hay que salir cuanto antes, decidan esta noche quién va y quien se queda. Mañana deberíamos saberlo con certeza.
David se dirigió a Amo.
—Amo necesito personas para llevar los carros y el ganado.
—Cuantos – respondió escuetamente amo.
—No lo sé pero preferiblemente que sean jóvenes y voluntarios, estaremos cerca de cuarenta días fuera, deberán llevar animales y ganado. Pero primero deben hablar conmigo
—Bien para mañana tarde.
Amo y Patri se fueron y David se dirigió a Robert. Este estaba junto a su mujer Carolina, jugando con su hijo lo vio venir con aspecto preocupado.
—Robert.
—Si dime David ¿Qué necesitas? Mucho embutido que podamos secar por el camino y queso, En fin comida para una veintena de personas y al menos treinta días.
—No temas tengo una cámara llena de quesos y otra con carne y embutidos. Mañana haré más tipo salchicha y chorizo, para que duren.
—Mata lo que necesites seremos muchos y muchos días.
—Iré con vosotros, Carolina me ha dado el visto bueno ¿pasaremos por Toledo?
—Si por obligación. Seguramente seguiremos la misma ruta que la vez anterior.
—Me gusta hay cosas que quiero llevarme. ¿Cuándo partiremos?
Si podemos pasado mañana, el ganado de ovejas no corre.
Estaré a punto y haré unos panes para que duren al menos una semana y tortas secas o de sal que duraran mucho más.
El resto seguía hablando sobre el tema, mientras los niños jugaban, David se acercó y les dijo.
—Indistintamente de quien venga o no, necesito urgentemente jaulas para las gallinas y cajones para los pollos, y que alguno de vosotros venga por si hay averías.
Aníbal dijo ¿Cuántas cajas?
—Digamos que una galera llena. No todas irán ocupadas por pollos hay que llevar quesos y comida, digamos que seis para gallinas y cuatro para pollos pequeños, recordad que crecen muy aprisa. Habrá que coger herramientas y… bueno pensad un poco en lo que podemos necesitar.
Torres dijo — tú haz cajones para pollos, nosotros haremos las jaulas, seis jaulas. Seguramente matareis algunas por el camino ¿Cuántos carros vas a llevarte?
—Son cinco grupos. Cinco carros y las dos galeras para nosotros, siete.
—Vaya caravana – exclamó Fonseca. En fin mañana tenemos trabajo. Si me necesitas iré pero preferiría quedarme.
Mañana a las seis hablamos y decidiremos cuantos y quien viene.
Cuando David se retiraba se acercaron Vicente y Daniela.
—David ¿debemos ir con usted?
—Al menos Vicente sí, es el único capaz de defendernos y cazar. Pese a que ahora disponemos de buenas y fiables ballestas, su puntería con el arco lo hace imprescindible.
—En ese caso que vaya, yo me quedo cuidando a los niños y al que viene en camino. Dijo Daniela.
—En Hora buena no lo sabía.
—Y yo tampoco me acabo de enterar –dijo Vicente.
Los tres rieron y yo me fui a hablar con Alba.
A la mañana siguiente, David estaba en su banco trabajando o
tomando notas cuando llegó Aníbal con Joaquín (Ximo) uno de los jóvenes
que trabajaba con él, (cuando llegamos tenía diecinueve años y empezó
talando árboles) Aníbal lo interrumpió.
—David Joaquín quiere acompañarte.
—Bien me alegro en ese caso ya tenemos carpintero, Aníbal puedes quedarte si quieres.
—Estoy de acuerdo, pero la que no se queda es mi mujer, anoche me dijo que nos íbamos todos incluido el niño si no quería quedarme. Yo creo que si ella se va debo quedarme, es mucho camino para los niños, pero eso no ha influido en la decisión de Joaquín, apenas ha llegado esta mañana ha insistido para que hablase contigo.
—Aníbal tienes una mujer que es un tesoro, en ese caso dile a Remedios que cuento con ella. Y a ti Joaquín me alegro que me acompañes.
Yo también informé a David que me quedaba, Alba quería ir, podía ser necesaria y había cosas que necesitaba del centro; alguien debía quedarse con los niños.
Al momento entró Creta y escuché como decía.
—Necesitarás una veterinaria, cuenta conmigo Helios se queda ya lo hemos decidido.
—Gracias Creta cuento contigo. Yo empecé a echar cuentas, ya eran tres mujeres y tres hombres. Creta, Alba y Remedios, los hombre eran el propio David, Vicente y Robert; entonces caí en la cuenta que el joven carpintero se había ofrecido. Ya eran siete.
Esa misma tarde Amo informó que él y su mujer Patri también irían, su madre se encargaría de su hija. Poco más tarde llegaron los pastores. Nicolás llevaba a toda la familia, su mujer, Filomena su hijo Nicolás de veintitrés años, al que llamábamos Nico y su hija Filo (la menor de unos dieciocho años).
No se necesitaban más pastores y ellos se encargaban de ordeñar las ovejas.
Pronto apareció otra familia. Paco se apuntaba como carretero con su mujer Amparo y su hijo Paquito de veinticinco y soltero.
Yo iba echando la cuenta ya eran catorce. Entonces vimos aparecer sobre un carro a Boro, Pascual y Pepe. El viejo Boro había ido el día anterior de buena mañana a navajas y había hablado con su cuñado, este inmediatamente había decidido acompañarlos.
Más personas se ofrecieron pero Amo dijo que ya eran bastantes. Mientras David le dijo a Boro que podía quedarse si quería, eran suficientes y también pensaba que tenían que comer todos. Boro debería tener diez años más que David. Pero contestó que ellos se encargarían de los caballos y el solo conduciría, Pascual era un experto en caballos y se encargaría de escogerlos.
Pensaron en coger cuatro yeguas y un macho por grupo los cuales llevarían el carro que les correspondiera, eran un total de veinte yeguas y cinco machos para repartir entre los grupos. Para nuestras galeras llevarían ocho, dos de enganche por galera y dos de descanso o repuesto mitad machos y hembras por si había alguna baja, en total treinta y tres, en cuanto a las ovejas Amo y Patri ya las había apartado, cinco ovejas para cada grupo y un cordero joven, para no tener problemas entre ellos durante el viaje, hacían un total de treinta y seis, más cinco por si acaso había alguna baja o para comer durante el camino. El ganado estaba a punto.
David debió pensar que al menos alguien pensaba, no sabía que la idea provenía de Patri.
Con las gallinas pensó hacer lo mismo, cinco gallinas por grupo y una docena de pollitos recién nacidos, para cada grupo en cajas. Algunos gallos saldrían de ellos.
Llamó a Vicente – Debemos cargar seis sacos de harina y simiente de trigo el resto ya te lo dirá Robert, agua para los animales y una galera de forraje; Carles ayúdale a recordar comida para las gallinas y...
—Espera David — dijo Remedios — deja la carga en nuestras manos, nosotras nos encargamos de todo, no tenemos otro trabajo, de momento haremos la lista. ¿Qué es lo que te preocupa, las ovejas que son más lentas? pues mañana puedes salir con ellas, deja que nosotras nos encarguemos del resto. Las jaulas no estarán hasta mañana o pasado y los cajones solo hay cuatro terminados, han tenido que cortar madera.
Podemos cargar un carro de momento y salir mañana una avanzadilla – dijo Nicolás.
—Yo puedo llevar el carro, mi mujer y mis hijos las ovejas, nos sobra tiempo para cargar y salir mañana.
—Lo ves David, los carros no importa si salen dentro de dos o tres días – dijo Remedios. Os alcanzaremos.
David se quedó de piedra y respiró hondo. Debió pensar que no era el único hombre capaz de pensar sobre la tierra, o que debía confiar en otras personas.
Se quedó pensando antes de decir.
—Está bien Nicolás, mañana salimos solo con las ovejas al clarear el día, Reme podéis facilitarles Mochilas y monos, seguramente ya no las usareis.
Así se habla – dijo Reme sonriendo — en un momento te las traemos y también las cantimploras de los que se quedan.
Las mujeres recogieron las mochilas y las llevaron a Robert diciéndole que necesitaban comida para tres o cuatro días. Después la familia de Nicolás se llevó cuatro, Amo y Patri las otras dos. David les explicó a Remedios y Alba que ellos saldrían al día siguiente en dirección Teruel y cogerían la carretera en dirección a Cuenca, le dijo a Alba que cogiera mi mapa.
Esa misma noche David debió preparar su mochila y conociéndolo sé que la revisaría cien veces. No sé si dormiría. Al día siguiente ya no lo vi había madrugado y partido.
Yo tomé parte de la responsabilidad e intenté ayudar y distribuir la carga entre los carros. José Antonio se unió a los que se iban. Con él eran dieciséis –me dijo.
—Me ha costado convencer a Rosa al fin, le dije que debía recoger algunas máquinas del centro, para el taller y que solo yo podría hacerlo. En fin me voy.
Alba había cogido todos los monos de los que habíamos venido y los repartió entre los Nativos que se iban, yo no sabía si David lo había Hecho. Leire me confirmó que sí.
No sé porqué pero todos pensábamos lo mismo o ¿sería el recuerdo del viaje anterior? Fuera como fuere había monos para todos.
Por la noche dejamos los carros cargados cerca de las cuadras y de madrugada sacamos los animales, los repartimos en las jaulas y los cargamos; aparejamos los caballos y los atamos unos tras otros. David con las ovejas nos llevaba dos días de ventaja. A poco más de las nueve la caravana partió casi todo el pueblo salió a despedirla y se quedó mirando hasta que los perdieron de vista.
Volví a echar la cuenta al ver que no sobraba ningún mono y conté dieciocho, el mismo número de los que habíamos venido. ¿Sería casualidad? Recordé a algunos nativos que se habían doblado las mangas y los pantalones y sonreí.
A partir de aquí solo he podido escribir, lo que me contó Alba a su regreso y como me lo contó en primera persona.
La partida
Soy Alba la nueva reportera, por obra y gracia de mi marido, intentaré describir el viaje lo mejor posible.
Salimos entre aplausos de nuestros vecinos, yo iba delante cuando salimos a la carretera y vi la caravana, algo me sobrecogió; a mi mente acudieron las imágenes de las películas del oeste, era impresionante.
Comimos en navajas y seguimos por la autopista Mudéjar. Llegando a Viver decidimos parar y dejar comer a los animales.
En tres días llegamos al cruce de Cuenca y descansamos, no había excesiva prisa.
Al día siguiente tras dos horas de marcha alcanzamos al rebaño. La reunión se transformó en una fiesta; son cosas inexplicables que se convierten en satisfacción o alegría. En fin la caravana ya estaba reunida.
David había calculado hacer una media de aproximadamente entre veinte y treinta kilómetros al día dependiendo, las ovejas debían de caminar cuatro horas por la mañana y otras tantas por la tarde, el intervalo para comer no sería superior a hora y media.
Decidieron que los carros irían delante y pararían esperando al rebaño. Los caballos los cambiarían entre tramo y tramo o cada hora y media. (Según vieran las dificultades del camino.
Al día siguiente Creta y Rosario decidieron ir con el ganado, David, Amo y Patri se unieron a los carros. Saliendo antes que el rebaño. Tras diez días de marcha desde que salimos, paramos a tan solo cinco kilómetros de Cuenca. Tres días después llegábamos a ocho kilómetros de Tarancón mas o menos. Siempre buscábamos un sitio donde los animales pudieran pastar. Quedaban dos días y medio para llegar a Ocaña. Según los cálculos de David el día dieciocho de marzo, comeríamos en Ocaña, así fue a las doce entraba la caravana en la plaza mayor y tras quitar algunos escombros, nos instalamos bajo los pilares que quedaban en pié. Hora y media más tarde, el rebaño pastaba en las afueras junto al arroyo de los Yesares. Preparamos el campamento con la intención de pasar dos o tres días de descanso, aunque en esta ocasión se podía descansar durante el camino, subiendo a un carro.
La cena se convirtió en una fiesta y Pascual tocó una antigua dulzaina, mientras Paco cantaba. Nunca había escuchado esa música, pero me gustó, pensé que era un momento “mágico” y me pregunté, cuánto tiempo llevaba sin escuchar Música, también pensé que estaba privando a mis hijos de ella. Debería hacer algo al respecto cuando volviera.
Aproveché la tarde para lavar los monos y no estuve sola, afortunadamente ahora teníamos más ropa para ponernos, porque la noche venía acompañada de frio. En el trayecto de Cuenca a Tarancón nos había llovido dos días seguidos, pero no ralentizamos la marcha y ahora recibíamos la recompensa con más tiempo para nosotras.
En la misma tienda, dormíamos Remedios Creta y yo, era la forma de taparnos con las mismas mantas y estar calientes.
Por la mañana dimos una vuelta por el destruido pueblo, no encontrando nada interesante.
Robert aprovechaba la ya poca verdura que quedaba para hacer un guiso en la caldera. Era una persona con muchos recursos. En el pueblo había ido a la playa y se había construido unas salinas, iba una vez al mes a recoger la sal.
El día diecinueve montamos un puesto de guardia junto a la carretera, por si llegaban los del sur; nosotras tres más Patri paseábamos por la autopista, hablando de nuestras cosas, cuando vinieron Ximo y Vicente a relevarnos, eran las seis y en una hora con la noche dejaríamos de vigilar pues la luna no acompañaba. No estaríamos más de media hora en el pueblo cuando llegó corriendo Ximo gritando. ¡Ya llegan! ¡Ya llegan!
Todos nos acercamos a recibirles, Tania iba en cabeza y tras ella reconocí a Francesco, Raúl, Isidora, Pedro López y Carmen Conde de la mano de una niña de ocho o nueve años. El resto debían ser nativos, eran ocho y llevaban once carros de supermercado, el último iba cargado con ruedas de repuesto.
Yo me abracé primero a Tania y después a Carmen. Entre Carmen y yo había una gran amistad; me presentó a su hija Roberta. Le había puesto el nombre de su difunto padre. Después uno a uno nos dimos la mano.
Les acompañamos al campamento y aunque había poca luz no pasaron desapercibidas algunas manchas blancas en la piel de los sureños, posiblemente falta de pigmentación. Me fijé todos los sureños presentaban los mismos síntomas en mayor o menor cantidad.
Robert había matado un cordero por la mañana y con la ayuda de Filomena y su hija había hecho tortas y pan para unos días.
Los sureños comieron a dos carrillos, en realidad nuestra cena era un manjar para ellos. Tras la carne partió un queso y lo cortó, también se terminó.
Tras unas largas charlas e intercambios de opiniones, prepararon sus tiendas y nos acostamos.
Robert y Vicente se levantaron temprano y empezaron a Cargar el
carro, con lo que debía llevarse el grupo sur, Francesco los vio y no
tardó en acompañarlos. Cargaron una jaula con las gallinas, un cajón con
una docena de pollos, un saco de maíz, un saco de harina, cinco kilos
de simiente de Trigo. Tres quesos, diez panes y Medio cordero para el
camino.
Pronto empezó a llegar gente, Nicolás apartó las ovejas y los corderos, Pascual hizo lo propio con los caballos. Y enseño a Pedro como debía aparejar al que tiraba del carro, también le dijo que los cambiara cada dos horas, tenía suficientes para ir cambiando. En fin no sé si entendió todos los consejos.
Por su, parte llevaban cajas hechas de palmera trenzada, algunas ramas de dátiles secos, bellotas gordas, dos carros de patatas, arroz en cuatro cajas, remolacha azucarera y garbanzos. Vi a Pedro López hablando con David y Robert y más tarde como Robert le entregaba una ballesta con sus correspondientes varillas de hierro.
Apenas desmontamos el campamento, nos despedimos y tomamos caminos diferentes, Carmen y su hija se quedaron con nosotros. Pero antes pidieron permiso.
Permiso que se les concedió sin titubeos.
Carmen fue una de las más jóvenes del centro y también un cerebro, terminó la carrera de Médico forense con veinticinco años y a los veintiséis ingresaba en el centro, como colaboradora de la policía. No puedo imaginarme la alegría de Leire cuando la vea.
Esta vez no entramos en Toledo, lo rodeamos en dirección a
Torrijos donde nos desviamos como la vez anterior, vi a David sacar el
medidor de radiactividad por primera vez. Habíamos tomado el camino más
largo como anteriormente, dos días después le pregunté por la
contaminación y me dijo que había bajado, por donde íbamos era
prácticamente nula.
Pese a que el rebaño salía antes de que cargásemos los carros, siempre los sobrepasamos. Pero en esta ocasión, a los pocos kilómetros nos habíamos quedado sin camino, solo quedaba un metro en pendiente al lado del monte, la intensa lluvia había desprendido parte de la ladera y con ella la carretera. Los carros no podían pasar, el ganado pasó por el estrecho pasillo de tierra y piedra.
José A. dijo que las mujeres se fueran con el ganado, le dijo a Ximo que cogiera la motosierra y cortara troncos no muy gruesos, de unos doce centímetros de diámetro, Rosario y yo nos quedamos y bajábamos los troncos con la ayuda de Nicolás (padre e hijo).
Clavaron varios troncos en el suelo y ataron otros en horizontal a ellos, a continuación acarreamos piedras tapando el hueco que quedaba entre los troncos y la ladera y por último, rellenamos con tierra y pusimos más troncos de través, nuevamente pusimos tierra sobre ellos para que no se movieran. Los carros pasaron sin problemas pero habíamos perdido tres horas. Pese a ser muchos trabajando.
Nuevamente iniciamos la marcha. Yo pensé que era la primera vez que veía a José A. tomar el mando con decisión y resolviendo un problema, me alegraba por él siempre eclipsado por David y al tiempo había visto a David trabajar a sus órdenes sin rechistar. Sonreí para mí misma, al ver la cara de satisfacción de David mirando a José A. y comprendí lo grande que era su espíritu.
El rebaño y los pastores habían comido y reanudado la marcha, Filo y Creta se habían quedado esperando nuestra llegada. Nos dijeron que hacía media hora que habían partido; comimos ligeros lo justo para que pastaran los caballos y cambiarlos; no tardamos en reemprender la marcha. Hasta encontrarlos en un pequeño prado en donde caía un chorro de agua del monte. Uno tras otro aprovechamos la fría agua para lavarnos y quitarnos el barro. Preparamos la cena ayudando a Robert y sentándonos alrededor de la hoguera. Hablábamos sobre las peripecias del día cuando escuchamos el relincho de los caballos y el balar de las ovejas.
Vicente corrió a por su arco y David hizo lo mismo con la ballesta, Robert cogió un machete y todos corrimos hacia el ganado enfocando las linternas, teníamos claro que algo ocurría, Nicolás y su hijo habían llegado antes y se dirigían con los garrotes, hacia una mantis que estaba atacando una oveja.
—¡Quietos! – gritó David y armó la ballesta, la oveja y la mantis se movían, era difícil apuntar, David disparó y su varilla metálica atravesó el abdomen de la mantis, pero esta no se inmutó, Vicente disparó su arco, la flecha dio en la coraza que tenía tras la cabeza y no se clavó, David corrió buscando el frente de la Mantis y disparó a la cabeza acertando y cavando la varilla entre los ojos y la boca. El animal perdió la fuerza y tras dar unos fuertes espasmos murió.
Robert se acercó y de un machetazo le cortó la cabeza que quedó sobre la oveja, tenía clavados sus colmillos en ella, también sus patas seguían sujetándola. Nos acercamos a observarla sus patas parecían una sierra, con dientes de siete centímetros de largo y sus colmillos de veinte o veinticinco centímetros daban miedo; más bien toda ella daba miedo. Era la segunda vez que nos encontrábamos con una y la tercera que habíamos visto.
Robert sacrificó la oveja y entré él y Nico la llevaron al campamento, Pascual y Paco se llevaron a la mantis y la despeñaron por el barranco cercano. Los demás nos acostamos, pero a partir de ese día hicimos guardias nocturnas.
Mientras caminábamos dije a Creta no me explico cómo las mantis han crecido tanto, hay animales o vegetales que han crecido, otros se han quedado igual y algunos han decrecido como las aceitunas. Pero el caso de la mantis es…
Es posible – dijo Creta – este animal es un depredador y posiblemente se habrá quedado sin depredadores, lo cual le confiere una ventaja, debemos pensar en que ha tenido un milenio para progresar y no sabemos en qué le perjudica o beneficia la contaminación radiológica. Posiblemente cambiase sus hábitos y comiera carne de mamífero, deberían haber muchos muertos. Es un animal que lo ataca todo, yo vi en un reportaje, como atacaba a una culebra cuatro veces más grande que ella, hay que saber que con anterioridad medía entre diez y doce centímetros. Esta debe medir más de un metro. También debéis saber que cuando copula la hembra se come al macho. Es un animal insaciable y tal vez eso explique su actual tamaño.
Roberta preguntó – se comería a una persona.
—Si estoy segura, pero no pienses en eso siempre tenemos a Vicente y David a nuestro lado.
La niña sonrió con la inocencia propia de su edad, seguramente para ella, los hombres que habían matado a la mantis, eran sus nuevos héroes.
Historia del grupo sur
Mientras íbamos camino del Centro, teníamos tiempo de charlar y así pregunté a Carmen.
—¿Cómo es que te has decidido a venir con nosotros?
Carmen hizo una mueca dijo a su hija – Roberta no te gustaría ir delante con David y Vicente, ellos pueden contarte cómo viven en su base, dicen que es muy grande y bonita.
—¿Si mama, me das permiso?
—Si ves y que te lo cuenten todo, ellos también tienen hijos y cuando regresemos podrás jugar con ellos.
—¿Sí, cuántos?
—Ve y pregúntales.
La niña salió corriendo alcanzándolos y cogió la mano de Vicente, este la cogió y la subió al carro. Nosotras vimos cómo empezaban a hablar. Carmen se decidió a contar su historia o lo que era lo mismo la historia del grupo Sur.
—Roberto y yo nos conocíamos, mucho antes de entrar en el centro, ya habíamos tenido relaciones pero debíamos fingir que no nos conocíamos para entrar, ambos habíamos decidido solicitar la admisión y dimitir si alguno no entraba, afortunadamente entramos los dos, pues ambos cumplíamos los parámetros o exigencia para hacerlo.
—Si eso les ocurrió a algunas parejas, otros se unieron dentro de la base mientras trabajábamos; sigue.
Yo quería ir en vuestro grupo, era el que más me gustaba, pero él quería llegar a su pueblo, donde tenía la familia y una casa, como sabes yo soy cordobesa y me llamaba ir al sur, en realidad no tenía muchas preferencias. No hubo discusiones, solo acepté su propuesta con ilusión, aunque sabía que no encontraríamos a su familia ni a ningún familiar. En realidad dudaba de que hubiera supervivientes.
Tania y Adrian se convirtieron en los guías, de la expedición, aunque Raúl e Isidora hubieran podido ejercer como tal perfectamente. Por cierto son los únicos que no tienen hijos, por ese motivo venían los dos.
Al salir de la base bajamos por el valle del Jerte y nos encontramos con un pantano natural, había un desprendimiento de tierra y rocas, que retenía el caudal del río y tuvimos que caminar por las laderas de las montañas. Lo cual era muy cansino o pesado, encontramos cerezas, pero las bellotas fueron nuestro mayor alimento, seguida de los cangrejos de río y las cucas, más tarde cazamos ratas y conejos los había en cantidad. No encontramos animales como el de anoche, es la primera vez que lo veo. Llegamos a Ayamonte siguiendo el río Guadiana.
No habíamos encontrado restos de vida en todos los días de viaje, allí descansamos y pescamos durante al menos una semana, en una reunión nocturna tras la cena, decidimos seguir la costa si nos quedábamos allí nos perderíamos otras cosas y siempre podríamos regresar (aunque no sabíamos qué pasaría). Así empezamos a explorar y a encontrar cosas útiles, como los pocos carritos útiles de los supermercados, algunos habían permanecido ocultos y resguardados, los del exterior casi ni existían, fue un gran hallazgo los podíamos cargar con los alimentos que encontrábamos, las marismas estaban llenas de arroz y más de una vez fuimos a recolectar. Al llegar a Málaga encontramos un edificio que había sufrido pocos daños y no muy lejos huertas que podíamos aprovechar. Por mayoría decidimos quedarnos allí de una vez, en realidad estábamos artos de andar y no ver a nadie, ya habíamos dado por concluido que no encontraríamos a nadie vivo. Buscamos por todas partes, encontramos redes útiles y las utilizamos para pescar, nuestras necesidades quedaban cubiertas de momento, empezamos a trabajar la tierra y plantamos bellotas, nos habíamos acostumbrado a ellas y las convertíamos en harina para hornearlas. Solo llevábamos tres meses en Málaga cuando quedé embarazada. Dos meses más tarde a mi marido le mordió un lagarto de los grandes, en el antebrazo, queriendo cogerlo, con la mano derecha lo asió de la cola y al volverse el animal, le mordió en el antebrazo izquierdo; no había modo de que soltara el brazo, su mordisco era muy fuerte, lo levantaba en el aire y le pegaba con un tronco sin que se soltara, por fin se lanzó al suelo y puso el lagarto sobre las brasas. Así fue como lo soltó, Paco lo ensartó con la lanza y nos lo comimos, pero el mordisco con dientes casi imperceptibles le había obstruido el riego sanguíneo, no se veían heridas solo una gran marca y la carne del antebrazo aplastada, yo le di unos masajes en el antebrazo pero él se hizo el valiente sonriendo y diciendo que no pasaba nada. Como buen guardia Civil su valor rayaba la...idiotez.
A la mañana siguiente le dije que me mostrara el brazo y contestó que ya había pasado todo y que se encontraba bien. No debí hacerle caso, como se acostaba con la camiseta de manga larga no le vi el brazo por la noche pero me despertó de madrugada con sus gemidos, estaba sudando. Entonces vi que la mano izquierda estaba cambiando a color negro, “Necrosis” grité, le quité la camiseta y todo el brazo estaba negro, ¿posible gangrena?, no sé cómo había podido aguantar el día anterior y yo sin darme cuenta... Llamé a todo el mundo, yo había diseccionado cadáveres pero nunca había operado y ante la falta de medicinas o remedios, ahora debía cortarle el brazo a mi marido. Miré el botiquín de campaña no tenía herramientas para operar ni quirófano, tampoco anestesia. Creo que fui inexperta por salir del centro solo con ilusión; antes de salir debería haberme preparado un buen botiquín. Registré todo lo que tenía y solo disponía de lo más justo para coser una herida, gasas, alcohol, pinzas, tijeras pequeñas, vendas, esparadrapo, paracetamol y un antibiótico en capsulas.
Me eché a llorar Tania me cogió del hombro y me dijo.
—¿Que necesitas? – le contesté.
—De todo empezando por anestesia. En el botiquín de campaña solo hay lo justo para curar un rasguño.
—Yo llevo mi propio botiquín miremos.
—Encontré Valium 10 en pastillas e inyectable de treinta, no sabía que Tania sufría de fuertes migrañas desde que despertó en el centro, aunque con el paso de los días estas decrecían. Estaba claro que eran debidas a los años que pasamos hibernadas. Me armé de valor, pues o me arriesgaba o Roberto fallecía, puse agua a hervir, y pedí cuchillos o sierras, le inyecte dos ampollas de Valium 30 y abrí sobre el codo la necrosis era total terminé sacando todo el brazo del hombro y cortándolo. Era lo mejor que podía hacer y no estaba segura de que se salvara, le inyecté antibióticos, pero no mejoraba, pese a todos los cuidados que le dispensé, al amanecer del tercer día fallecía. Tania me ofreció Valium para mí, pero yo sabía que era malo para el feto y así se lo dije.
Tania me abrazó y se lo dijo a Fátima, entre las dos no me dejaron sola ni un momento, les informé de que él quería ser enterrado en su pueblo natal, Almuñécar y formamos un grupo, tras coger comida para varios días, partimos inmediatamente hacia su pueblo, todos querían que se cumpliera su deseo. Tras andar todo el día se nos hizo de noche y paramos, íbamos nosotras tres y cuatro hombres entre ellos Raúl y Francesco lo llevábamos en un carro de supermercado y habíamos salido temprano, estábamos agotados no recuerdo si cené, me caí rendida.
Apenas despertamos reanudamos el viaje, nadie hablaba, sobre las once nos acercábamos a Nerja en las inmediaciones de la cueva, vimos personas. Las sensaciones se enfrentaban entre la alegría por encontrar supervivientes y el dolor que sentía. Algunas de aquellas personas nos siguieron tal vez estaban tan sorprendidas de vernos como nosotros, pero no paramos; nos siguian y nos tocaban hasta que dejamos el pueblo.
Cuando llegamos el Sol amenazaba esconderse, no buscamos el cementerio vimos un lugar a la entrada con árboles y allí lo enterramos. En un antiguo parque que habíamos pasado, dormimos antes de regresar.
A las seis de la tarde llegamos nuevamente a Nerja. Parecía que nos esperaban, nos miraban y tocaban nuestros monos, estábamos rodeados de personas, sobre todo de mujeres y niños. Un grupo de seis hombres ocupaban el centro de la calle, no llevaban nada en las manos y eso nos tranquilizó.
Paramos frente a ellos, y los saludamos con un “buenas tardes” todos callaban, por fin el que parecía más viejo habló pero nadie lo entendió, Tania dijo.
—¿Qué idioma es este?— y yo contesté.
—Andaluz cerrado durante un milenio, recordé mi dejo cordobés y le dije que hablara más despacio y no tan deprisa. El anciano repitió despacio.
—¿Quienes son ustedes? ¿Han caído del Sol?
—Ahora si lo entendieron todos, Seguramente los monos amarillos les daban esa impresión.
Le contesté que éramos sobrevivientes como ellos, pero no entendieron la palabra “sobrevivientes”, nos invitaron a entrar en la cueva. El hedor era insoportable y decidimos salir. El viejo salió tras nosotros y me cogió del hombro, quería darnos comida en el interior y yo le dije que fuera de la cueva. Le di una bellota de las que llevábamos y mirándome como yo la pelaba se la comió. Afirmando con la cabeza, ellos sacaron pescado crudo y patatas, Raúl sacó un mechero y lo encendió, solo quería saber si tenían un lugar donde asar el pescado, fue una sorpresa para ellos, empezamos a buscar madera y encendimos una hoguera, el pescado era fresco y no olía. Lo asamos y les dimos de comer mientras se tostaban las papas sobre las brasas. Sacaron más y aquello se convirtió en una fiesta. No sé cuando perdieron el fuego pero debía hacer muchos años, según dijo Francesco (con guasa) cuando se terminaron los mecheros o las cerillas.
Al día siguiente una representación de tres mujeres y tres hombres nos acompañaron. Iban cargados con patatas que comían crudas, nosotros llevábamos pescado seco como los famosos “capellanes” y les dimos hicimos noche por el camino y llegamos terminando el día.
Isidora les preguntó cuántos eran y uno enseñó las manos y los pies otro hizo lo mismo, nadie más contestó. Por lo que Isidora dijo.
—Son cuarenta.
Cuando pudimos contarlos eran cuarenta y dos.
Por sus ropas y cómo actuaban entendimos que se encontraban en la edad de piedra pese a tener algún que otro viejo cuchillo o navajas muy usadas.
Decidimos que teníamos la obligación de ayudarlos. Pero la zona de Nerja era muy montañosa y había poca tierra para cultivar, mientras que nosotros teníamos un pequeño valle con agua corriente, y toda una ciudad para rebuscar entre los escombros. Habíamos encontrado barcas algunas estaban a cubierto y en buen uso, si bien no teníamos combustible, ni sabíamos si los motores funcionaban, las utilizábamos a remos y dentro del puerto para echar las redes. No íbamos a cambiarnos de residencia.
Al día siguiente les mostramos la huerta, el agua y les explique que allí podíamos plantar patatas o papas (como ellos decían) vieron el maíz a punto de cosechar, vieron como pescábamos, les expliqué que limpiando algunas ruinas tenían unas cuevas o casas y que podían vivir con nosotros.
Se fueron con dos remolachas, pescado fresco y se llevaron un carrito de supermercado.
Seis días después vinieron veintiocho.
Esa noche Romualdo quiso hacer una gracia y asó unas panojas tiernas para los niños. Al día siguiente casi no quedaban en la huerta.
Los reunimos y tuve que explicarles cuáles eran las reglas y que quien no las cumpliera se iría a Nerja, una pareja con un niño se fue, pero el resto se quedó y empezamos a enseñarles, un mes más tarde, se presentaron los hombres que quedaban en Nerja e intentaron llevárselos, pero los hombres que estaban con nosotros se opusieron y les explicaron que aquí estaban mejor. Entre ambos bandos hubo una fuerte discusión. El viejo puso la mano en una bolsa, tiró un polvo negruzco al suelo y se fue.
Pregunté qué significaba y me dijeron que era la muerte, el Maal de la cueva nos mataría. Yo cogí agua y quité el polvo, después cogí ceniza de la hoguera y la esparcí les dije que nuestro Maal era más fuerte que el de la cueva pues procedía del sol y no les pasaría nada.
Tres meses después volvieron a visitarnos y les ofrecimos unas mazorcas, el viejo mordió y no pudo sacar ni un grano. Cortamos una remolacha y se la dimos a pedazos.
Le dije que mi Maal era más fuerte que el suyo y que en vez de matar a sus amigos me había concedido un hijo. Mi barriga ya era prominente. Se fueron por donde habían venido. Mientras nosotros nos preparábamos para pasar el invierno, habíamos limpiado, casas y las usábamos como almacenes. Buscamos telas algunas habían aguantado, e hicimos vestidos para los sureños. Ellos tras unos meses, se habían adaptado a nuestra vida y Vivian felices, ya no había distinciones en el trato entre nosotros.
—Se han parado vamos a acampar, mañana seguiremos – dije a Carmen.
—Si mañana seguiremos.
Las guardias junto al rebaño la hacían por parejas no fiándose, aunque ya no tuvimos más contratiempos durante el camino.
El veintisiete llegamos a Plasencia, sobre las cuatro de la tarde, decidimos no seguir y descansar, me acordé de las camisetas y las encontramos, recogimos toda la ropa que se podía aprovechar y la dimos a los nativos. Robert por su parte, buscó maquinaria de carnicería y moldes de hornos, la dejó a cubierto para recogerla a la vuelta.
Las palomas seguían volando por los alrededores. Robert cogió un tarro, lo llenó del maíz roto de las gallinas y se fue hacia la iglesia.
Nos refrescamos y lavamos la ropa. Mientras cenábamos, David dijo.
— En dos jornadas podemos llegar a la base.
—Cuando regresemos quiero pasar una noche aquí – dijo Robert y parar en Toledo.
—No hay problema – contestó David, nadie nos apremia. Llegar antes o después todo es llegar.
Yo pregunté por las mediciones de radiactividad y me dijo.
—Es casi nula ha bajado mucho en diez años o tal vez ha sido la lluvia. No es normal que después de casi mil años hubiera más radiactividad que ahora. No puede haber descendido tanto en solo diez.
José A. dijo — tiene explicación, si lo que provoca la radiación está cubierto de una gruesa capa de agua. Es posible que podamos pasar al regreso. Ha llovido mucho en esta zona. Ya has visto la carretera como estaba.
—Si puede que tengas razón y si pasamos por Navalmoral adelantaríamos dos días, en realidad los que queremos parar. En fin ya lo veremos en el regreso.
Violencia
En los dos días que faltaban para llegar al Centro Carmen terminó de contarnos la historia.
—El invierno se presentó frío y lluvioso, tras una semana de
lluvias intermitentes y viento los sureños vinieron encabezados por el
viejo. Los que ya vivían con nosotros los acogieron en sus refugios o
cuevas, como llaman a sus casas, les dimos de comer, ropas y cobijo.
Entre los primeros que vinieron había un matrimonio al que todos respetaban, debía ser alguien en el grupo. Se llamaba Tombas y su mujer Medina los hijos llevan los dos nombres, así su hijo se llama Tombas Medina, si muere su padre pierde el nombre de su madre y se queda con Tombas a secas. “Es su costumbre”
En fin esta familia se hizo cargo del viejo, pero una semana más tarde, Rubén nos llamó a Tania y a mi vimos a lo lejos como el viejo se perdía de vista. Regresaba a su hogar. Fuimos en busca de Tombas y nos dijo que era mejor así y que entre los que se quedaban, Adunde no era de fiar, al menos de momento parecía tranquilo. Estaba claro que Tombas los conocía bien.
Sin embargo Adunde resultó ser de gran ayuda e incluso bajaba la cabeza cuando pasaba frente a Tombas.
Así pasó un año mi hija crecía y habíamos formado una gran familia ya no habían problemas entre los sureños y nosotros, aunque en realidad si querías algo era mejor decírselo a Tombas. Yo intuí que debía haber dos clanes y el de Tombas era el más numeroso. Los otros venidos más tarde debían acatar su mando o respetarlo.
Pasaron dos años un día decidimos ir en busca del viejo formamos un grupo con Tania, yo quise ir (mi hija de dos años se quedaba al cuidado de Isidora) y también,Francesco, Pedro y Tombas. Antes de salir Adunde se unió al grupo.
Buscamos al viejo pero no lo encontramos, la gruta había dejado de oler tan mal, al no tener habitantes. Decidimos explorarla y aunque llevábamos las linternas confeccionamos unas antorchas por no gastar pilas. Hasta aquí todo había ido bien, nos adentramos en la cueva, mirando por todos los rincones, pero hubo un lugar donde Adunde se interpuso y dijo.
—No más no.
Tombas dijo “hacer verdad” todos debemos saber que ocurrió, ellos también, son amigos.
—No, ellos no –contestó Adunde — y sacó una navaja lanzándose sobre Tombas, este se cubrió con el brazo y Adunde le hirió en el antebrazo izquierdo. Tombas sin inmutarse por la herida, sacó su navaja y nos dijo que nos apartáramos, Pedro se puso en medio y recibió un corte en el muslo, por parte de Adunde. Tombas se lanzó a por él, yo no había visto tanta violencia en mi vida. Tombas recibió un corte en el costado derecho, al tiempo que alcanzaba a Adunde en el pecho, a continuación le cortaba el cuello. Yo salí corriendo de la cueva y todos me siguieron, vi sangrar a Pedro y me repuse inmediatamente a atenderlo, saqué el botiquín y tras desinfectar la herida la cerré cosiéndola. A continuación hice lo mismo con Tombas, el cual estaba muy excitado. Tras media hora nos tranquilizamos y Pedro le preguntó.
¿Por qué os habéis peleado y porque le has cortado el cuello?
—Adunde malo y el viejo más malo, mejor muertos que vivos, ya nadie molesta, la madre de Adunde pariente del viejo. Ahora venid y mirad por qué.
Seguimos a Tombas y cruzamos el punto en que estaba Adunde muerto. Había un pasillo que conducía a una depresión o foso, allí paramos y lanzamos dos antorchas, enfocamos las linternas, había infinidad de cadáveres amontonados unos sobre otros, muchos de ellos con la cabeza abierta y con el cuerpo desmembrado, por su tamaño se adivinaba que había muchos niños, inmediatamente comprendí que habían practicado el canibalismo y posiblemente también fueran necrófagos.
Cuando volvimos empecé a ver los sureños de forma diferente. La mujer de Adunde no dijo nada, solo miró cogió a su hijo de unos cuatro años y se fue. Debía imaginarse lo que había ocurrido.
Dos días después, vio sola a Medina y le dio con una piedra en la cabeza e inmediatamente mordió su brazo arrancando un poco de carne. Crisman (otro sureño) la vio y le cortó el cuello, inmediatamente nos llamó, todavía tenía la carne en la boca.
Carmen paró un momento tomando aire, seguramente aún recordaba la escena. Le eché la mano sobre el hombro y prosiguió.
—Afortunadamente llegué a tiempo el golpe no había hundido el hueso solo le provocó un corte de siete centímetros que pude coser, el antebrazo tuvo que sanar lentamente sin coser.
Desde ese momento mi cabeza solo pensaba en mi hija y en cómo salir de allí, pese a que no hubo más asesinatos ni actos violentos. Puedo asegurar que hoy viven en paz, Tania es quien dirige y es respetada.
Tombas y su mujer se ocuparon del hijo de Adunde y lo han criado como a un hijo más. Aquello se ha convertido en una comuna donde todos trabajan y contribuyen a llenar el economato, que dirige Salguero y su mujer, con la ayuda de un sureño que perdió un pié aplastado por una piedra. Hemos creado una escuela donde enseñamos a padres e hijos, incluidos Tombas y su señora Medina. Todos acuden a la escuela dos horas al día.
—Carmen ¿y las manchas en la piel?
—Son hereditarias es falta de pigmentación, tal vez por los años ocultos en la cueva o… no se… pero nacen niños con auténticas manchas negras y en ocasiones con pelos, ¡es cáncer de piel! Un tercio de ellos fallecen entre los treinta o treinta y ocho, a consecuencia de ellas, muchos niños que nacen con ellas no llegan a los quince. No disponen de una vida larga y tal vez por ese motivo se unen con catorce o quince años. Suelen tener entre tres y seis hijos; pero como te he dicho su número aumenta lentamente. Últimamente he observado que nacen con menos manchas y lo achaco a la alimentación, en fin deseaba salir de allí.
Medina me contó que hace solo tres generaciones, cuando enfermaban los mataban de un golpe en la cabeza y se los comían, un sector comandado por el bisabuelo de Tombas se negó a que mataran a su hijo y se lo comieran. El chico murió sin llegar a las lluvias y lo quemaron. Si lo hubieran enterrado posiblemente…
—Te entiendo
— Desde entonces pese a vivir juntos, ha habido dos bandos. Unos seguían comiendo carne humana de su grupo y otros no. Hoy se ha erradicado, tienen comida de sobra y se queman todos los cadáveres.
Comprenderéis que vuestro acuerdo con el centro, me vino como anillo al dedo, no sabía lo que encontraría pero siempre había pensado en vuestro grupo. Y en caso que no me aceptarais regresaría al centro.
Mientras pasábamos la última noche antes de llegar al centro vi a Ximo como sacaba un pollo de la jaula y se lo ponía en la mano a Roberta, la niña y él jugaron un buen rato con el animal antes de devolverlo a la caja. Daba gusto ver la risa en el rostro de la niña.
En días sucesivos observé como Ximo miraba a Carmen pero solo jugaba con la niña.
En fin esa noche David intentó hablar con la base y lo consiguió, anunciando nuestra llegada al día siguiente, más bien tarde.
Nos levantamos temprano pero el rebaño ya había partido y David con él. Parecía que todos teníamos prisa sin darnos cuenta estábamos en marcha, la niña iba sobre un carro y el carretero era Ximo. Delante de todos iban José Antonio y Vicente, Remedios en ocasiones cogía las riendas de un carro, sustituyendo al carretero.
En una hora y media alcanzamos al rebaño y lo superamos y tres horas más tarde paramos. Nos habíamos dado una buena paliza el rebaño tardaría una hora en llegar. Pero mientras tanto ayudamos a Robert a hacer una caldereta de cordero, era como mejor se repartía la comida. Las ovejas apenas tuvieron una hora de descanso que aprovecharon con la fina hierba que había brotado tras las lluvias.
Nosotros recogimos, las alcanzamos y las dejamos atrás. En esta ocasión Roberta iba de la mano de su madre y Ximo la cogió de la otra mano sonriendo. Así anduvieron algunos kilómetros. No sé lo que hablaron pero él cogió a la niña en brazos y la subió a un carro.
La llegada al Centro
A las seis de la tarde vimos la entrada al centro y cuando nos acercamos, una multitud nos estaba esperando en la puerta, el grupo sub norte se había unido al centro, habían viajado todos con sus hijos. La sensación al ver tantos niños era indescriptible yo recordé a los míos y a mi marido, me lo imaginé cuidando de ellos. No pude evitar soltar unas lágrimas de alegría.
Aplaudían, todos aplaudían hasta los niños y nosotros los imitábamos contestando sus aplausos, vi a Jefferson y Ainoa a su lado, apenas llegué me abracé a ella, ahora lloraba a lágrima viva y lo mismo le ocurría a ella, Creta pidió paso y yo cambié a Ainoa por Jefferson, no se a cuanta gente abrace ni a cuántos niños besé, solo sé que era inmensamente feliz.
Los nativos miraban parados y expectantes. Robert pidió paso y todos se apartaron de la puerta dejando pasar los carros y los animales al interior.
Creta presentó a todos los nativos a Ainoa uno por uno, noté en sus caras la satisfacción que sentían al estrechar la mano de personas tan distinguidas, tal vez se sentían importantes. Una persona venía del fondo con Muletas y gritó ¡Alba!
Era mi gran amiga Aitana, corrí hacia ella y nos fundimos en un abrazo, inmediatamente me interesé por su cojera, preguntando.
—No ocurre nada – dijo – ayer me torcí el tobillo el médico dice que necesito reposo y no ponerlo en el suelo, simplemente me lo ha vendado, tengo un buen desrame, pero y tú ¿cómo te va por levante?
Rápidamente le hablé de mis hijos y mi marido. Carmen nos vio y se unió al grupo, antes de darme cuenta éramos más de diez, todas querían hablar a la vez y saber del resto.
Pude ver a Robert, José Antonio y Vicente multiplicándose, dando órdenes y colocando los carros. Los carreteros desataron a los animales y tras darles agua los sacaron a pastar.
Roberta le pidió un pollo a Ximo, él se lo dio y ella lo soltó, ningún niño había visto nunca un pollo. Los pollos habían salido con pocos días del asentamiento del este y ahora no cabían en la caja. Los hombres descargaron las jaulas de las gallinas y les dimos de comer y beber.
Los hombres del grupo sub norte miraban los caballos y los carros, Robert tomó el pañuelo que Cristóbal llevaba al cuello y lo ató en un carro diciendo.
—Este es para vuestro grupo. En realidad no importaba cual se llevaran, pero sintieron algo indescriptible, como cuando a un niño le compran un juguete lo miraron por todos los lados hablando entre ellos. Parecían niños y era hombres con carreras. Después preguntaron por los caballos. En este caso Vicente guiñándoles el ojo les dijo que lo siguieran, se acercaron a Pascual.
—Oye Pascual cuales son los animales para el grupo sub norte. Pascual no se inmutó y señaló cuatro yeguas y un potro. Afortunadamente todos eran castaño oscuro, yo no los distinguía y en realidad no sé que se llevaron. Los carreteros expertos los distinguían por pequeños detalles como las pocas manchas, negras o más claras que tenían, recuerdo una yegua a la que llamaban calcetines y un potrillo negro, el único de la manada. Nosotras seguimos alimentando a los animales, los niños nos ayudaban, Roberta era la reina y los niños la seguían.
Fueron casi dos horas muy felices, anochecía y vimos unas luces que se acercaban, eran las linternas de David y Amo.
Habían preparado unos reflectores en la puerta del centro y los encendieron. Los vimos llegar, con Amo, Patri y David al frente. Los aplausos volvieron a sonar, David se dirigió a Ainoa y Jefferson y les dijo sonriendo.
—Mi general, misión cumplida y se abrazaron, a continuación siguieron las presentaciones de Amo y Patri.
Los pastores habían parado un poco antes y dejaron pastar a las ovejas donde había hierba, un poco alejadas de la puerta. Después los siguieron David los presentó y yo hacía más de una hora que no veía a Robert, pregunté a su amigo Conrado que seguía en el centro y me dijo que estaba en la cocina, pensé. “Claro ¿Dónde podía estar?
A las nueve se escuchaba por megafonía que acudiéramos al comedor. Allí nos esperaban los robots para servirnos. Eso era nuevo para los niños del grupo sub norte y los nativos, decidimos repartirnos con ellos y dar todo tipo de explicaciones. En mi mesa estaba la familia de pastores, Carmen su hija y Ximo (que se había convertido en su sombra o al menos en el guardián de Roberta). Remedios y Creta hacían lo mismo con los carreteros.
Tras cenar, les mostramos los servicios y los dormitorios. Los acompañantes alucinaban y tuvimos que explicarles cómo funcionaban. Antes de retirarnos entramos los animales y cerramos las puertas.
Al día siguiente cuando salieron los animales, los robots se encargaron de limpiar. Y los animales volvieron a pastar.
Cada uno de nosotros “con permiso de Ainoa” fuimos en busca de lo que necesitábamos, las antiguas urnas donde estuvimos aletargados tenían mucho que reciclar limpiando y esterilizando. José A. consiguió lo que buscaba habíamos descargado las galeras, e íbamos cargando los bultos que nos teníamos que llevar en una de ellas. Todos teníamos algo que coger.
Por su parte Robert había reclamado la ayuda de Remedios y entre los dos mataron una oveja e hicieron embutidos para el regreso de varias formas o sabores. Solo nos quedaría una oveja y un cordero por matar, para la vuelta. Pero con la leche de la noche los pastores hicieron una buena cantidad de queso fresco, precisamente leche era lo único que teníamos de sobra. Durante el camino habían hecho yogurt, también enseñaron a ordeñar a los del grupo sub norte. Los nativos se habían convertido en maestros y durante el día contestaron a las preguntas que les hicieron sobre los animales.
Mientras tanto los robots limpiaron la primera habitación junto a la puerta para alojar a las gallinas. Los nativos ayudaron a colocar troncos y ponedores.
Un robot paro ante David y dijo.— David 003 ingeniero electrónico. Todos sonreímos hacía tiempo que nadie reparaba en el número ni en la carrera, mucho menos en la voz del robot, ahora nos parecían graciosos.
Hera cerca de la una y escuchamos por el altavoz.
—Ainoa ¿estás oyendo? Ainoa ¿Hay alguien me escuchas?
—Si te escucho.
—Estamos llegando Pilar dice que en quince minutos.
—Os esperamos para comer. Adelante –contestó Ainoa.
El grupo Norte y el oeste venían juntos desde la costa portuguesa.
Como habían dicho en cinco minutos los divisamos a lo lejos y en cuanto se acercaron les aplaudimos, nuevamente nos llenamos de abrazos y besos Pilar se abrazó a David y Rufina a mí, no tardó en preguntarme por Carles y los niños, pero en esta ocasión, Ainoa avisó por los altavoces que acudiéramos al comedor y la gente no tardó en sentarse mientras seguíamos hablando. Rufina y yo hablamos durante la comida y gran parte de la tarde, contándome todas las peripecias que habían pasado y lo que habían sufrido, más tarde ella y yo fuimos a lo que fue la habitación o estudio de Carles y recogimos, bolígrafos, lápices, dos paquetes de folios y algunas pertenencias que me había dicho Carles, como una vieja máquina de escribir, una impresora, cartuchos de tinta ”probablemente secos” y un ordenador. Tenía una caja completa de memorias USB. Rufina no disponía de electricidad en su grupo y por lo tanto nada de eso le interesaba.
Tras la comida el grupo sub norte había decidió regresar, antes
de que cayera la noche cargamos su carro y atamos los animales tras él.
Ellos solo habían aportado verduras y pescado de río, pero eran
autosuficientes y más lo serían ahora con los animales que les
entregábamos. La harina, trigo, remolacha, garbanzos etc. Todo lo
compartimos con los demás grupos. Por su parte el grupo portugués, trajo
pescado, pulpo seco en cantidad, y pimientos que repartimos con los
otros grupos. El grupo norte trajo unas cajas de madera, llenas de
cangrejos gigantes y recipientes con almejas y vieiras, que comimos esa
misma noche.
Rufina dijo que los cangrejos vivían fuera del agua o en agua dulce, eran más grandes que los bueyes de mar o tal vez eran bueyes de mar. Fuera como fuere los partimos con el grupo centro. Nosotros pensamos que podrían vivir en el agua que manaba de la gruta y decidimos llevarlos con nosotros, para lo cual cogimos recipientes grandes del centro con agua. Y les echamos pedazos muy pequeños de carne para que comieran.
Después de cenar me encerré en el cuarto de Carles y escribí el resto de la historia, del grupo que habíamos ido a la base, Rufina me había entregado un bloc del grupo norte, lo guardé junto al mío antes de que se me olvidara, me fui a la cama y caí rendida.
Por la mañana temprano había mucha agitación, los grupos se preparaban para partir apenas desayunaban, esta vez con la rica leche de las ovejas. Todo el mundo tenía prisa.
Antes de las nueve solo quedábamos nosotros y los del centro. David habló con Ainoa e hicimos una reunión en este caso fue David quien habló.
—Ainoa con tu permiso: en primer lugar quiero saber si habéis entendido cómo aprovechar todo lo que os darán los animales.
Ainoa miró a Cándido y este contestó:
Sin problemas, podéis ir tranquilos
David siguió – en ese caso y antes de que partamos creo que sería el momento de abrir las cápsulas del tiempo que no abrimos con anterioridad. Hay en ellas muchas cosas que necesitamos y no sé cuando volveremos.
Todos nos quedamos perplejos, ¿Qué eran las cápsulas del tiempo? Ainoa se quedó pensando antes de hablar.
—Si tienes razón de nada sirven cerradas, ya lo están diez años y como dices no sé cuándo nos volveremos a ver – levantó la cabeza dirigiéndose a todos – señores solo seis personas estamos autorizadas a abrir las cápsulas y uno de ellos falleció o no se despertó. Son cámaras herméticas y al vacío preparadas para que no se estropee lo que guardan, o contienen en su interior durante miles de años. Estoy de acuerdo en que es el momento de abrirlas y tomar aquello que necesitemos. Tal vez las deberíamos haber abierto antes cuando estábamos todos, no lo tuve en cuenta, en fin vamos.
Salimos de la sala y nos adentramos en la base, muy cerca de la sala de asambleas, al fondo del pasillo había dos puertas. David puso la mano sobre la pantalla de identificación y una puerta empezó a sorber aire por unas ranuras, después hizo lo mismo con la otra, con el mismo resultado. Durante diez minutos esperamos hasta que las puertas se abrieron solas, Ainoa dijo.
No corráis son amplias y hay sitio para todos, coged solo lo necesario, dejad algo por si vienen otros grupos o para el centro.
En una solo habían libros, todo lo necesario para imprimir y papel, cajas y cajas de folios sin usar, pensé que yo había recogido migajas del cuarto de Carles. Miré los libros habían manuales para todo y libros de estudio David y José A. tomaron varios libros técnicos y ordenaron a los robots que los llevaran a la galera. Remedios dijo.
—He encontrado una Biblia…
José A. no la dejó seguir, contestando.
—No por favor, ya han hecho bastante daño las religiones. Ni religión ni política, vivimos muy bien para estropearlo ahora.
Creo que la mayoría le dimos la razón, yo mandé a varios robots con manuales, cuatro cajas con blocs y otras tantas de folios, cogimos algunas impresoras y tinta para recargar los cartuchos, nuevos ordenadores portátiles. Pasamos a la otra nave y allí encontré todo lo necesario para mi laboratorio, Creta y yo alucinamos en realidad la dirección del centro había sido previsora. Llene una caja con productos que echaba en falta e incluso cogimos un equipo para realizar ecografías, Creta llenó otra con material quirúrgico, guantes, ropa, mascarillas etc. Carmen se había unido al grupo y hablábamos entre nosotras sobre lo que debíamos coger o dejar, cuando escuchamos.
Solo tenemos dos galeras nosotros y los animales necesitamos una. Entendimos la indirecta de Robert. Pero todos necesitábamos de todo.
Más tarde ya en el campamento después de comer vi que David había cogido una máquina para fabricar pilas y un manual, también plumas estilográficas, Entonces comprendí lo importantes que son algunas cosas o ideas pequeñas y la inteligencia al elegirlas. Los bolígrafos y lápices terminan con su tinta o mina, mientras que las estilográficas son recargables y pueden durar mucho más tiempo, la tinta podemos fabricarla pero como fabricar un simple bolígrafo.
En fin los carreteros intentaban acomodar todos los utensilios en una sola galera, empresa arto difícil pues todos necesitábamos sitio para lo que creíamos útil.
Vicente cargó hilo de nailon y cuerda fina, después lo vi con dos cajas, no sé que llevaban pero sobre ellas iban dos libros técnicos de construcción.
Salida e historia del oeste
Los carros estaban cargados y Robert reclamó la jaula de las gallinas vacía, los cangrejos iban en dos cajas de los pollos. Se habían hecho las diez y media, nos despedimos y partimos. En esta ocasión las ovejas no nos hacían perder tiempo, solo llevábamos una tras matar al cordero y esta iba atada tras la galera, en el primer descanso para comer, Nicolás hizo sitio en la galera de los animales y con ayuda de su hijo, la subió con una buena ración de hierba fresca.
En dos días llegamos a Plasencia a hora de cenar. El paso de las caballerías marcaban el ritmo. En cuanto se hizo de noche Robert llamó a Vicente y Ximo los tres se fueron y cuando nos levantamos, vimos una jaula llena de palomas. Rosario preguntó si las iba a matar y Robert le dijo que quería repoblar la zona del pueblo. Le gustaba ver aves surcando el cielo y en el pueblo solo se veían en el litoral, la respuesta nos gustó a todos.
David empezó a medir la radiactividad, en esta ocasión decidimos seguir por la vía principal , al llegar a Navalmoral de la Mata sobre las doce aceleramos no parando a comer; eso nos hizo adelantar dos días nuestra llegada a Toledo y nadie sufrió mareos ni cualquier otra molestia. Aunque David no soltó el medidor en todo el camino.
Decidimos pasar un día en Toledo, y Robert tenía tiempo de buscar lo que quería, ya Había cargado platos en Talavera y ahora cargó con platillos de regalo y la moderna puerta del horno que diez años antes había utilizado. Entonces comprendí cuando dijo que no cargáramos tanto, él tenía sus propias necesidades, con las palomas y la puerta del horno. Pero cargamos más cosas.
David dijo que no debíamos cargar más las galeras, pues el peso lo sufrían los animales y todos lo entendimos, incluidos los Nativos que también cargaban todo lo que les gustaba. Así algunos cargaron con sus mochilas que hasta ese momento solo llevaba la ropa e iban sobre los carros.
Durante la estancia en Toledo ayudamos a Robert a hacer pan con la harina que quedaba, antes de que arrancara la puerta de hierro fundido con medidor de temperatura y la dejara en la galera.
Ya no pararíamos más días enteros, hasta llegar a casa, Ximo se acercaba cada vez más a Carmen y en Toledo les entregó dos platos decorados para ella y Roberta. Remedios todo lo veía y le dijo.
—Carmen creo que tienes un pretendiente.
—No, no creo, lo hace por mi hija le ha caído bien.
—Si, si para conquistar a la madre debe conquistar antes a la hija y él ya ha dado unos pasos. No me digas que no te cae bien.
—No sé, parece muy joven.
—Tiene veintinueve y tú si no me equivoco treinta y seis. Si fuera al revés lo verías normal.
—Remedios por favor.
—No seas tonta es un buen chico y tu ya has pasado el luto. Piénsalo no tienes nada que perder.
Remedios – dijo Creta – pareces una casamentera.
—Si consigo alegrarle la vida a Carmen no me importa lo que me digas.
Yo pedí que dejaran el tema y que por el camino Creta que había hablado con Pilar nos contara la aventura del grupo oeste.
Íbamos las cuatro escuchando tras las galeras. Roberta se había hecho amigos que la cuidaban y siempre iba sobre una u otra galera, o a lomos de algún caballo. Cuando no la llevaba Ximo sobre sus hombros.
Creta empezó a contar:
—Según me dijo Pilar, el primer día de salida no pararon hasta llegar a Ciudad Rodrigo anocheciendo y parece ser, que los edificios en el interior de las murallas no estaban muy maltrechos o deteriorados, durmieron en el interior y al día siguiente inspeccionaron la ciudad, habían muchos utensilios en buen estado, pero no quisieron cargar con más peso, no encontrando comida en buen estado. Pasaron la noche siguiente y reemprendieron el camino llegando a Vilar Fornoso en territorio portugués. En realidad no sabían muy bien que buscaban y su intención era llegar a la costa, sabían que llegando a Aveiro, Oporto estaría al norte y Lisboa al sur, tal vez allí podrían pescar o encontrar, supervivientes.
Siguieron, y al día siguiente hicieron noche en Garda, allí vieron grandes roedores e intentaron utilizar las Ballestas, no era fácil cazar entre los pinos y solo consiguieron uno que repartieron para la cena. La comida se terminaba, había a quien no le quedaba, se habían comido la que llevaban del centro, su esperanza era llegar al mar y pescar. Pero cuando llegaron a Viseu la suerte cambió, encontraron armas de fuego en aparente buen estado, limpiaron los cañones y probaron las balas y los cartuchos. Las balas funcionaron perfectamente, pero los cartuchos, algunos fallaron estrepitosamente. Con cuatro armas salieron a cazar y consiguieron cuatro piezas, eso hizo que durante un tiempo se quedaran en Viseu cazando, pero las balas se terminaban y solo quedaban cartuchos y escopetas de caza, empezaron a probar las cajas de cartuchos y encontraron algunas con vainas de plástico que funcionaron, aunque muchos fallaron, así siguieron cazando hasta que Ricardo dijo,
—¿Que haremos cuando se terminen los cartuchos?
Todos se miraron y Francis contestó que él había pensado en cazar todo el día y partir con carne fresca para el camino, de todos modos las armas iban a quedar inutilizables sin munición. Todos aceptaron y el día siguiente sería el último en Viseu.
Ricardo era el único que aportaba hierbas para infusiones o para utilizar hervidas como verdura, ese día al disparar la escopeta le reventó, quemándole el rostro y causándole una herida en la mejilla, María (su pareja) lo atendió como pudo y por la tarde comunicaron con el centro recibiendo instrucciones, pero Ricardo no quiso que retrasaran la marcha por su culpa y a la mañana siguiente reemprendieron la marcha, solo llevaban un arma y cuatro balas. Donde encontraron las armas, encontraron cañas de pescar telescópicas de carbono y habían cargado con ellas y con todo lo necesario. Pese a llevar en la mochila el kit de pesca.
En dos días llegaron a Aveiro y se adentraron hasta el puerto, allí hicieron noche, por la mañana solo quedaban dos piezas de caza que guardaron para la noche, pasaron el día sin comer solo con unas infusiones y la cantimplora llena de agua, organizaron grupos de dos personas, o matrimonio y decidieron buscar cada uno por un lado, no regresando antes de las seis de la tarde era preciso encontrar alguna cosa para comer, Ricardo y María se quedarían al cuidado de la comida. En realidad Ricardo no estaba para muchos trotes, tenía fiebre a consecuencia de la herida.
Pero no se quedaron quietos, prepararon las cañas de pescar y utilizaron pequeños trozos de carne y tripas para intentar pescar, consiguiendo tres peces.
Por la tarde fueron llegando los expedicionarios, Francis había encontrado un trasmallo y llevaba cuatro peces pero el hilo estaba pasado y se deshacía poco a poco; también había encontrado redes de nylon y había pensado cambiar la red del trasmallo. Candela dijo que tenía barcas en buen estado y se encontraban a cubierto, las redes que se encontraban en buen estado se podrían utilizar para pescar con ellas. Pero Chelo y Fidias traían la mochila llena de cangrejos de Río, tanto ellos como Pilar y Francis habían estado en unas marismas y habían conseguido sal en charcas secas.
Parecía que habían encontrado la estabilidad, solo tenían que ponerse de acuerdo y lo hicieron. Los días que siguieron sacaron las barcas, arreglaron redes y buscaron un sitio cerca de las marismas para sembrar. A partir de ese momento nadie pensaba en cambiar de sitio, sus necesidades estaban cubiertas, de vez en cuando cazaban con las ballestas algún roedor y pusieron trampas. Le pregunté por animales peligrosos y dijo que no conocían ninguno.
Tres meses después un grupo de cuatro hombres decidió viajar
hasta Oporto por tierra, Manuel era el único que había manejado un bote a
motor y entendía un poco de navegación, aunque hasta entonces no
habían salido a remos, más allá de trescientos metros. Manuel se había
convertido en el remero oficial del grupo para echar las redes.
En Oporto encontraron un velero con los mástiles rotos y navegando a la deriva por la ría, estaba atado a un cabo, Manuel no lo pensó tiró del cabo y al ver que estaba anclado nado hasta el velero subiendo el ancla los otros tiraron y lo acercaron a la orilla, Máximo le dijo.
—Navegar en eso no será peligroso.
Y Manuel contestó si ha aguantado mil años tal vez aguante otros mil, repararon los mástiles aprovechando las herramientas que encontraron en los almacenes de vino que habían en cantidad en el muelle. Lo dejaron amarrado y se adentraron en la ciudad, cruzando el alto puente de hierro, la suerte les sonrió tras casi dos horas de búsqueda encontrando una tienda de telas con una gran cantidad de piezas o rollos, algunas comidas por los bichos pero solo por el exterior de la pieza, agujas e hilo. Hicieron varios viajes atravesando el puente, al tercer viaje estaban agotados y la noche se echó encima, les había llevado todo el día y descansaron. Al día siguiente repitieron aunque en esta ocasión aprovechando cuatro remos cruzaron al otro lado del la ría. Manuel no era un experto marinero con velas, pero si tenía un poco de idea, hicieron una gran vela y otra más pequeña delante.
No habiendo encontrado a nadie vivo en la ciudad, más que algunos restos de esqueletos en según qué partes; terminaron de cargar el velero con todo lo que creyeron utilizable y con una suave brisa del noroeste se hicieron a la mar llegando a Aveiro en solo cuatro horas. Aunque algunos aligeraron su estómago, tirando al mar todo lo que llevaban dentro debido a las olas.
Así pasaron dos años sin conflictos. Ricardo había recuperado su
salud y solo una cicatriz afeaba su mejilla, empezaba a mostrarse como
el líder o el que mejores ideas tenía. Pero Máximo se había enamorado de
María la pareja de Ricardo y no dejaba de importunarla. Le decía que
Ricardo era estéril por ese motivo no estaba embarazada, y además era
feo con esa cicatriz en la mejilla, no entendía como se acostaba con él;
muchos compañeros se dieron cuenta de lo que ocurría pero no decían
nada. Nerea (su mujer) era la más ignorante, pero llegó el día que
Máximo quiso tomar a María por la fuerza y rompió la ropa de esta,
aunque ella consiguió zafarse, huir y acercarse a otros compañeros, al
llegar junto a Ricardo, este le preguntó que ocurría con su ropa, ella
nerviosa y harta de aguantar a Máximo se echó a llorar y le confesó lo
ocurrido, añadiendo que ya estaba harta de él.
Ricardo era un hombre tranquilo y calculador le dijo a su mujer que no se apartara de él, no hablara e intentara disimular.
Esa noche cuando terminaron de cenar, sin levantar la cabeza Ricardo preguntó.
—¿Máximo que te ocurre con mi mujer?
Máximo contesto — ¿es que ocurre algo?
—¿Por qué le has roto la ropa y has intentado abusar de ella?
—¿Yo, abusar de ella?, ella se ha ofrecido, menuda puta tienes como mujer.
María se echó a llorar, pero Pilar salió en su defensa.
—Sabemos que la rondas desde hace meses, todos lo sabemos, no puedes mentir, Máximo es de dominio público, todos hemos visto como la acosas.
Nerea observaba con los ojos expectantes y desorbitados por fin explotó. ¿Me estas engañando, es verdad lo que dicen?
—No les creas, no ves que es una farsa.
—No hay farsa Máximo, tú lo sabes – contestó Ricardo — y aquí sobra uno tú o yo, no podemos consentir malestar en el grupo va en ello nuestra supervivencia. Por lo tanto todos debemos votar quien abandona el grupo. No hay otra salida más que aceptar la votación.
Máximo temblaba de rabia, la tranquilidad con que hablaba Ricardo lo exasperaba. Nerea se levantó llorando y se fue.
—Compañeros aunque nos duela, debemos votar quien abandona el grupo no hay otra solución, pues estos problemas mañana pueden repetirse y debemos cortarlos de raíz, por lo tanto quienes crean que yo debo abandonar el grupo que levanten la mano.
Nadie la levantó y siguió hablando.
En este caso quienes crean que Máximo debe abandonarnos que levante la mano.
Todos levantaron la mano. Eduardo levantó la cabeza “desafiante” miró fijamente a Máximo diciendo.
Al amanecer no debes estar aquí. Tu mujer es libre de elegir quedarse o irse contigo, coge comida y vete.
Máximo se levantó con rabia y se fue. Lo vieron llenando la mochila pero nadie le dijo nada.
A las cuatro de la mañana se escucharon disparos donde dormían Ricardo y María, todos acudieron corriendo y solo pudieron ver como una silueta se perdía corriendo entre la oscuridad y la bruma, corrieron las cortinas y encontraron a Ricardo abrazado a María llorando, ella daba sus últimos suspiros.
Los hombres indignados querían buscar a Máximo pero Ricardo los paró diciendo.
—¿Dónde lo vais a buscar? Vais a dispersaros en la bruma, no lo veréis y le queda una bala.
Volvió a abrazar a su mujer llorando y vimos que Ricardo sangraba lo cogimos muy a su pesar y le cosimos la herida casi bajo el sobaco, posiblemente Máximo apuntó al corazón y al moverse Ricardo erró el disparo pasando por fuera de las costillas, de su parte izquierda, Al día siguiente Juan encontró el rifle, la cuarta bala se había encasquillado y a Máximo sin balas no le era útil.
Esa misma tarde ante el dolor de Ricardo enterramos a María.
Un mes más tarde, parecía que todo había pasado y el grupo vivía en paz Ricardo y Nerea (que no había querido acompañar a Máximo) hacían la vida por separado sin apenas hablarse más que lo justo y bajando los dos la cabeza cuando se cruzaban, pero la barriga de ella empezó a engordar. Siguieron pasando los meses y la paz seguía reinando en el grupo, los dos se hablaban con más fluidez, pero nada más.
Apunto de parir Nerea, Pilar visitó a Ricardo, corrió la cortina y la cerró.
—¿Que ocurre Pilar?
— No tienes corazón – contestó enojada.
—¿A qué viene eso?
—¿Vas a dejar que Nerea tenga sola a su hijo?
—No, estáis vosotras yo no entiendo de parturientas. Ni soy médico era abogado.
—Sabes muy bien lo que te digo, ella no tiene ninguna culpa de lo que ocurrió y a María no la vas a resucitar.
Ricardo la miró fijamente Respondiendo.— ¿Crees que no lo sé, aquella noche la recuerdo a diario, ahora mismo no sería capaz de acostarme con otra mujer por muy bonita que fuera, por otro lado no guardo rencor a Nerea soy yo quien no me veo capaz de… vete por favor Pilar vete.
Pilar se fue, pero dos días después Ricardo se presentó en el alberge de Nerea (no lo había visitado nunca con anterioridad), llamó desde fuera.
—Nerea ¿Puedo pasar?
—Adelante Ricardo – escuchó.
Ricardo pasó diciendo.— ¿Cómo te encuentras?
—Bien dentro de lo que cabe, me faltan pocos días.
—Nerea quiero que sepas que no te guardo rencor, respeto tu dolor, sensatez y… quisiera ayudarte, sola no estás bien, tu hijo necesitará un padre que lo cuide y tu protección, me gustaría que vinieras conmigo se acerca el invierno y mi casa está más protegida que la tuya ———— veras yo no puedo prometerte amor, todavía recuerdo a…perdona no sé lo que digo pero si puedes contar con mi respeto y sincera amistad. Para mí sería un honor que aceptaras vivir conmigo.
—¿Querías mucho a María?
—Si mucho la recuerdo día a día, no puedo evitarlo.
—Comprendo y creo que eres sincero, iré a tu casa.
—Bien me alegra tu decisión, ¿qué quieres que coja?
—No, nada mañana iré ya me ayudaran, cuando regreses estaré allí.
Nerea cumplió su palabra y cuando Ricardo llegó de pescar, Nerea estaba en su casa ambos sonrieron al verse. Cuatro días después nacía su hijo, Nerea quiso ponerle Juan como al padre de ella, pero cinco años más tarde dio a luz una niña a la que llamó Rebeca. Son felices y han formado una familia.
—¿Qué ocurrió con Máximo?
—Nunca supieron de él. Creen que según la dirección que tomó se fue hacia el sur.
Pilar me dijo que tenía una niña y que en total eran treinta y dos entre ellos, niños y niñas.
También habían creado dos escuelas, para no juntar a mayores y pequeños, Nerea es una de las profesoras.
Están bien organizados y han habilitado casas para vivir como nosotros cada cual desempeña un papel. Pilar se dedica a secar pescado con su marido y hacer salazones. Disponen de una casa a tal uso. En fin viven felices y progresan.
Dije — parece ser que todos sabemos organizarnos, me alegro.
Llegada al pueblo
Los días sucesivos nuestra mayor distracción fue ver como Ximo se acercaba cada vez más a Carmen, no volvimos a hacer más comentarios sobre el tema, pero era palpable que a Carmen no le era indiferente y tenían largas conversaciones. Parecía que a todas nos gustaba la pareja y ella podría ser feliz.
El dieciocho a las once y media, dejábamos a Pascual, Boro y Pepe en Navajas, pasamos la noche y seguimos hacia el pueblo. David había anunciado nuestra llegada desde Navajas y nos esperaban en la carretera.
Apenas aparecimos, se convirtió en una fiesta, todos nos tocaban, como si viniéramos de otro mundo. Nuestros hijos venían corriendo y los cogíamos en brazos, todo el pueblo derramaba alegría. Dejamos la carretera torciendo al oeste donde teníamos nuestras casas y las naves, muy cerca de la cueva. Al llegar al puente vimos a Leire Carles y la vieja Ama (Que estaría cerca de los sesenta) con los niños, no sé quién corrió más pero todos nos abrazamos.
Cuando pararon las galeras junto a las naves, no se veían, estaban rodeadas de gente. Los carreteros descargaban regalos cargados en Toledo para su familia, por fin desengancharon los caballos y los llevaron a las cuadras; yéndose cada viajante a su casa.
Robert con ayuda de Ximo, bajó la jaula de las palomas rodeado por la chiquillería, les hizo contar tres a coro y abrió la jaula, las palomas surcaron el aire y se posaron en los árboles cercanos, Ama preguntó por aquellas gallinas tan pequeñas y tuvo que explicarle que no eran gallinas y que se llamaban palomas.
Les ha llegado la hora a los cangrejos, con cuidado de sus pinzas, observamos como los echaban al agua que sale de la gruta. Los niños tienen miedo de tocarlos y Ximo les advierte del poder de las pinzas. Roberta no se separa de él y yo creo que es un plus para su madre.
Me giré y vi a Carmen abrazada a Leire como me suponía la llevó a su casa, Roberta se fue con los hijos de David y Leire tras Ximo a jugar con otros niños.
Mientras yo solo quería llegar a mi casa descansar y abrazar a mis hijos a y a Carles, cuando los vi corriendo entre la chiquillería, noté unos brazos que me tomaban por la cintura me volví y besé a Carles como nunca me imaginé que podría hacerlo. Nunca sabrán cuanto los eché en falta.
Nuevamente escribo yo Carles, le he cogido el blog a mi mujer.
Seguramente mañana tendrá mucho trabajo. He visto las galeras llenas
junto a las naves.
Mientras estaban fuera no perdimos el tiempo; habilitamos una
nueva nave, para la carpintería de Aníbal, Ximo estrenará edificio mucho
más grande. Ahora la cocina y la panadería disponen de casi media nave,
en realidad en la otra media hemos montado las escuelas. Un hospital,
con camas incluidas y dos quirófanos, en la otra nave, incluyendo un
laboratorio para Alba, espero que hayan encontrado todo lo que
necesitaban. Los camerinos y el escenario han desaparecido y todo el
sitio ha quedado a disposición de José Antonio, David seguirá donde
estaba pero en la pared de enfrente y con más sitio, aprovechando más el
local con dos grandes mesas y bancos de trabajo, sus alumnos nos han
ayudado. Robert me dijo que necesitaba más espacio y hemos trabajado en
su ausencia para complacerlo.
En fin todos están durmiendo, Alba parecía cansada y ha caído rendida “hasta mañana”.
Apenas he desayunado y alrededor de las galeras todo bulle,
parece una fiesta, las están descargando, tendré que ayudar. Cogeré a
los niños y los llevaré al prado.
Dios mío cuántas cajas de folios, ¡Mi vieja máquina!
—Alba te has acordado.
— Sí Carles ¿Y los niños?
—Míralos están en el prado. Ya han desayunado.
—Ayúdame con estas cajas y ten mucho cuidado, todo es frágil.
—Sígueme, encontrarás tu laboratorio un poco cambiado.
Alba me siguió con otra caja y en cuanto las depositamos sobre la mesa de mármol y miró alrededor me abrazó y me besó, yo echaba de menos esos besos…
Todo el mundo está contento con las reformas y Robert ya tiene prisa por construir un horno más grande con la puerta que ha traído de Toledo. Ahora dispone de dos salas separadas, una para la carne y la cocina, y otra para la panadería.
Todos se están reorganizando, da gusto ver con qué entusiasmo…
Vicente me llama.— ¿Qué deseas?
—¿Cuando se plantan las patatas?
—Madre mía, habéis traído patatas, y garbanzos, ¿remolachas?
—Si azucareras y esta es la simiente. Mira que bellotas.
—Hay que plantar ya, hablaré con el equipo de agricultura, no podemos perder tiempo.
—Carles, había pensado en plantar algunas bellotas alrededor del prado, darían sombra a los niños — dijo Vicente.
—Si es buena idea, deberían ayudarte y que ellos se encargasen de cuidarlos y verlos crecer.
—Yo lo haré con ellos, Carles he traído un regalo para ti, toma es un tratado de agricultura.
—Te lo agradezco así no tendré que preguntar a David o Remedios.
No tardé en abrir el libro e informarme de cómo se plantan las patatas, había que cortarlas en pedazos, para aprovechar las yemas o puntos de ellas.
Hablé con mi equipo, para que al día siguiente tuvieran preparado un campo y mientras yo me pasaba la tarde cortando patatas en trozos.
Después de comer, mientras las cortaba a la sombra, vi a Vicente rodeado de niños y cavando hoyos, cada siete pasos alrededor del prado.
La vida en el pueblo volvía a normalizarse. La vida continuaba y con ella la ilusión de lo nuevo y la fe en el futuro.
Grupo Norte
Habían pasado casi dos meses desde que regresaron el dieciocho de abril. Vicente vino acompañado de Ximo con dos liebres enormes.
Robert se quedó mirando o pensando habría luna llena y dijo.— corre la voz hoy cenamos en el prado, cada uno que traiga su silla y organice su grupo y mesa. El pueblo contando los niños disponía de doscientas sesenta y dos personas y Robert acababa de matar una oveja, mató otra por si la necesitaba. El equipo de carniceros convirtió los animales en chuletas para asar, los carpinteros, trajeron leña y bordearon con piedras un rectángulo de cinco metros por uno de ancho, donde hicieron una gran hoguera.
A las ocho de la tarde empezaron a asar sobre varillas cruzadas y soldadas, preparadas por Torres y Fonseca. La luna llena y la luz de las brasas acompañaban fue una tarde noche de fiesta improvisada.
Mientras charlaban tras la cena, Creta dijo.
—Alba ¿no tenías tú el bloc de Rufina?
—Si ya no me acordaba si queréis mañana entramos en la nave y lo leemos.
—Me parece bien solo nos falta saber, cómo le fue al grupo norte, quedamos a las cinco.
—Sí me parece bien, quien quiera informarse que venga.
A las cinco en punto creo que no faltaba nadie. David lo había
quitado todo de la gran mesa que utilizaba y nos sentamos alrededor, Amo
y Patri aparecieron por la puerta y les hicimos sitio.
Alba me pasó el bloc o cuaderno y yo conociendo la letra de Rufina, empecé a leer textualmente.
—Me llamo Rufina Martínez del Olmo; Carles me dio este cuaderno y
otros dos que guardo en mi bolsa, el me dijo que pensaba hacer la
crónica del grupo “Este”, empezando desde el primer momento en que
despertó y que podría marcar el futuro o la nueva historia de la
humanidad.
Seré breve en lo que respecta a mi estancia en el centro e intentaré centrarme más en la salida de mi grupo:
Como nos ocurrió a todos tardamos unos días en recuperar el sentido o la memoria por completo, hasta el tercer día no recordé quien era y mucho menos a que me dedicaba, una imagen en las pantallas me era familiar sin saber porqué, hasta que reconocí a Carles mi jefe inmediato o mi compañero en información.
A partir de ese momento mi vida cambió y recuperé mi memoria a pasos agigantados. Cuando abrieron la puerta creo que ya estaba completamente recuperada (al menos eso creia) y cuando Ainoa dijo que formáramos grupos y parejas, yo tenía claro a quien quería como compañero pero no sabía si él...
Admiraba a un aventurero de ascendencia italiana llamado Cortese, era mi príncipe azul, me gustaban los hombres decididos y los consideraba protectores. Debo reconocer que mi jefe también me gustaba, pero a Carles lo veía como a una persona fría y calculadora; tal vez demasiado calculador, mi afecto por él era como el que se tiene a un padre o hermano. Nunca tenía una mala palabra ni una insinuación, tampoco hacía nada al respecto. “Era casi perfecto” en cambio Cortese...
—Vaya Carles – dijo Alba – menos mal que Rufina no te conocía lo suficiente, de lo contrario ahora tendría tres hijos en vez de uno y me alegro, porque padre si lo eres y en esa asignatura sacas mención de honor.
Todos sonreímos y Carles prosiguió.
—Tal vez por ese motivo, intentaba que Cortese me viera a menudo y se fijara en mi. Un día me llamó diciendo.
—Oye creo que yo te conozco, pero no se dé que.
—Contesté — Le entrevisté cuando usted regresó de Etiopía se alojaba en el hotel Meliá.
—¡AH! Si ya recuerdo usted era la periodista de televisión.
—Exacto y debo estarle agradecida pues gracias a su amabilidad al concederme la entrevista, me tomaron más en serio y me gané un respeto dentro de la cadena.
—Me alegro que se encuentre en el centro me gustan las periodistas tan guapas y decididas como usted y espero que nos veamos más a menudo. Aunque aquí dentro creo que no tendremos más remedio.
No sabía qué contestar y solo dije – Yo también me alegro de que usted esté en el programa —. Cuando nos íbamos se giró y me invitó a comer en su mesa, como era natural acepté y desde ese momento deseaba que Carles no me propusiera ser su pareja, pues no quería desilusionarle.
Al día siguiente antes de formar los grupos, Cortese me dijo que pensaba apuntarse en el grupo norte, con o sin pareja y que solo se apuntaría con pareja si yo aceptaba ser la suya. Mi respuesta es conocida y mi nombre y el suyo encabezaron la lista. No era el momento de jugar o de las indecisiones.
Estuvimos un día entero solos, hablando del futuro inmediato y Cortese me dijo que solo me necesitaba a mí y a nadie más. Me sentí importante para él.
Después en la soledad de la cama, pensé que pese a sentirme alagada por él, no quería vagar sola por el mundo; me tranquilicé cuando vi que otras parejas se unían a nosotros. Así nuestro grupo lo formaron.
Claudia Inversora y Eduardo médico de familia
Sagrario Administrativa y Simón profesor de educación física.
Ana Abogada y Samuel Mecánico electrónico.
Cortese y yo.
Éramos solo ocho personas, pero Cortese decía que éramos las
justas, ni faltaban ni sobraban y añadía que en un grupo reducido era
más fácil sobrevivir con poca comida, que en un gran grupo con mucha
bocas que alimentar. Así que decidió salir cuanto antes aprovechando la
luz lunar.
Yo me cansé de repasar una y otra vez las mochilas y me alegre al ver a Eduardo con un maletín típico de médico. Tomamos dos ballestas y dos lanzas una de ellas la llevaba yo. Cortese llevaba su cuchillo de campaña, un machete y cargaba con la radio. Los hombres cargaban con las tiendas iglú sobre su mochila y las ballestas las llevaban, Simón y Samuel.
Partimos con el grupo sub norte pero cuando llegamos a Tamames ellos se quedaron. Nosotros nos quedamos lo justo para comer y cargar, judías verdes, algunas habichuelas, que recolectamos deprisa ante las protestas de Cortese y unas verduras.
Cortese parecía incansable, tomamos una carretera comarcal y muy estropeada, en un cartel pudimos leer. DSA 307 y según el mapa nos dirigíamos a Rodasviejas, tres horas más tarde, Sagrario se sentaba en un mojón de la carretera.
—No puedo más — dijo a Simón.
Samuel acudió en su auxilio diciendo – Creo que debemos descansar, podemos quedarnos aquí mismo.
—Yo había pensado llegar a Rodasviejas – contestó Cortese.
Nadie nos corre, ni tenemos prisa en llegar ¿A donde? esto no es una competición. ¿Qué más da llegar hoy o mañana a nuestro destino? Que en realidad no conocemos – contestó Eduardo.
Cortese calló y montamos el campamento.
Cenamos y hablamos, Samuel dijo.
—Cortese sabemos de tus aventuras y fortaleza física, pero en el grupo no estás solo, no tenemos una meta donde llegar, ni tan solo cuando llegar, se puede decir que somos exploradores no competidores y de eso yo entiendo un poco. Por lo que a mí respecta tú eres el guía pero eso conlleva responsabilidad, no solo debes cuidar de ti y de Rufina, también eres responsable del resto del grupo, quiero decir que no hay prisa, nadie nos espera y por lo tanto ¿porqué correr?
—Samuel he entendido la lección – contestó Cortese — pararemos tantas veces como lo pidáis, Sagrario y Simón irán delante y marcaran el paso al que avanzaremos.
A todos nos pareció bien la propuesta. Y nos retiramos a las tiendas.
A la mañana siguiente, a tan solo una hora de haber reemprendido la marcha dejamos atrás Rodasviejas y nos dirigimos a Ledesma ya no mirábamos el tiempo que tardamos en llegar, empezamos a buscar algo comestible y entre las ruinas de pueblos y ciudades no encontrábamos nada para comer, Eduardo conocía algunas plantas su madre y abuela habían tenido una herboristería (de ella procedía su afición a la medicina) y en cuanto pasábamos por algún sitio verde se ponía a buscar con la mirada.
Tras dos días pasamos Ledesma, no nos quedaba casi nada para comer, más que hierbas para infusiones, Cortese dijo.
—Mañana podemos llegar a Zamora y junto al rio recuerdo algunas explotaciones agrícolas, debe haber algo.
Sus palabras fueron música celestial y nos animó, sobre las seis de la tarde llegamos y nos dirigimos a las orillas del río donde debía haber alimentos, nos separamos formando una cuerda, buscando cualquier indicio de comida, encontramos dos remolachas junto al río, y algunos nabos de los que aprovechamos hasta las hojas (grelos) teníamos hambre. Y comimos las remolachas como cena. Eduardo dijo.
—Deberíamos quedarnos al menos un día e intentar pescar o cazar, algo debe haber. Deberíamos hacer varios grupos y que cada uno se encargará de una cosa.
Simón dijo – yo sé algo de caza mi padre la practicaba y tu Cortese sabes pescar, llevamos hilo y anzuelos.
Yo te puedo acompañar, tenemos dos ballestas – apuntó Samuel.
Si creo que tenéis razón – contestó Cortese – Rufina y yo intentaremos pescar, Eduardo y las mujeres pueden buscar, por las huertas o las márgenes del río, todo aquello que pueda ser comestible.
El acuerdo quedó sellado y al amanecer cada grupo inició su trabajo.
Cuando llegó la noche, solo teníamos dos peces, según Cortese el agua corría muy rápida; los cazadores trajeron un conejo y el otro grupo, otras dos remolachas y algunas verduras comestibles, como el diente de león y una bolsa llena de algarrobas, que debían ser del año anterior pues algunas tenían polilla. No vimos ni un solo árbol frutal, ni la gran huerta que pensábamos encontrar.
Sagrario dijo.— Tal vez deberíamos ir a Galicia allí debe haber marisco y…
Yo voy al norte – contestó Cortese – el norte es rico en pescado y muchas cosas más. Yo pensé en las conserveras, empresas metalúrgicas o minas de carbón. Pero no hable, el norte también era rico en ganadería, aunque según veía mientras caminábamos difícilmente encontraríamos animales o ganado vivos.
Nadie respondió, asamos los peces y el conejo y lo repartimos.
Algo se movía entre los hierbajos al lado del río eran cangrejos y sin pensarlo todos nos pusimos a coger llenando dos bolsas de costado, teníamos comida al menos para dos días, Cortese dijo que al día siguiente reemprendíamos la marcha nadie dijo nada y apenas nos levantamos tomamos la dirección a Benavente, donde llegamos en día y medio. Teníamos toda la tarde para buscar comida, pero en esta ocasión no encontramos ni una mala hierba. Todos debimos pensar que en León encontraríamos algo pues nadie dijo nada, solo nos quedaban unos sobres de leche azucarada calentamos agua y lo tomamos. A la mañana siguiente reemprendimos de nuevo la marcha; algunas vides secas nos mostraban pasas del año anterior, aprovechamos lo que pudimos, yo llené una cartuchera de ellas, al menos estaban dulces y entretenían.
Tras dos días llegamos a León. La comida se había terminado por completo. Acampamos junto al río esperando encontrar algún cangrejo pero no encontramos nada. El cansancio nos hizo acostarse sin cenar. Por la mañana Eduardo hirvió unas hierbas que nos calentaron el cuerpo. Habíamos visto una arboleda y Cortese dijo que él se iba de caza y que yo me quedase pescando, se llevó hilo de pescar para hacer lazos y Samuel le acompañó mientras el resto revisaban las orillas del río en busca de comestibles.
A medio día Samuel vino con dos conejos e inmediatamente los pelamos e hicimos fuego. Los estábamos asando cuando llegó Córtese con otros dos. Abrimos los ojos como no creyéndolo. Tras comer decidimos entrar en la ciudad y dormir en su interior. A la orilla del río allí encontramos plantas comestibles y muchas ratas, vimos donde escarbaban y encontramos pequeñas patatas, llenando dos bolsas de costado. Nuevamente se fueron a los árboles y volvieron con otro conejo.
Por la noche mientras cenábamos, Cortese dijo que al día siguiente antes de irnos volvería a los árboles pues había dejado trampas puestas.
Su decepción fue haber cazado solo un conejo durante la noche. En fin habíamos recogido y teníamos comida. Por el camino pensé en las palabras de mi compañero, cuando dijo que estábamos los justos, ¿Qué hubiera ocurrido con la comida de haber venido más gente? Teníamos comida para dos o tres días, si la administrábamos bien. Cortese había mirado el mapa e indicó el camino a Villamanin, según decía dos días para llegar y otros dos para llegar a Mieres y de allí otros dos a Gijón.
Gijón estaba a seis días de marcha. Sus palabras nos animaban y parecían darnos alas, como si Gijón fuera nuestra meta y la solución a nuestros problemas.
Esa noche nos llovieron cucas y las asamos, no las habíamos vuelto a ver desde el centro. Pero también tuvimos que comernos un conejo, y solo nos quedaban dos habíamos aprendido a economizar comida. Así al día siguiente comimos verduras y patatas, reservando un conejo para la cena, el otro y las dos remolachas para el camino.
Así pasamos Villamanin y esa noche hervimos una remolacha a tacos y las patatas que quedaban. Prácticamente no teníamos nada para comer mientras caminábamos nos fijábamos en todo lo que crecía alrededor pero solo encontramos hierba. Eduardo cogió un puñado y se lo comió, fue como una purga y vomitó — dijo.
—Tenía que probarlo.
Samuel llamó la atención de Cortese.
—Mira parecen cagarrutas.
—Si aunque algo pequeñas, si estás pensando lo mismo que yo podríamos poner lazos en aquellos árboles y hacer noche aquí nos quedan cuatro o cinco horas de sol podemos cazar dos veces, por otro lado ya estamos cerca de Mieres posiblemente a siete u ocho kilómetros y allí no se que encontraremos.
—Por mi perfecto.
Descargamos y montamos el campamento en un precioso y verde prado, la arboleda estaba como a doscientos metros. Hacia ella se encaminaron Samuel y Cortese. Pusieron los lazos o trampas y en tan solo treinta minutos, vimos salir a Samuel de entre los árboles, unos diez o doce pasos tras él lo hacía Cortese, mientras caminaban Sagrario vio salir un monstruo de la arboleda sin que ellos se dieran cuenta ella empezó a gritar y todos miramos al monstruoso animal, este abrió unas grandes alas y de un salto cayó sobre Cortese, creo que nadie pensó lo que hacía yo cogí una lanza y me fui hacia él, Eduardo y Simón, me adelantaron con las ballestas, vi al animal como parado sobre mi compañero, lo tenía sujeto con las patas Cortese se movía intentando sacar el cuchillo, pero el animal le clavó los dos colmillos en el hombro izquierdo lanzando un desgarrador grito de dolor. Al tiempo que su mano había llegado al puño del cuchillo, no sé cómo tuvo valor, pero con su mano derecha sacó el cuchillo y lo clavó en la garganta del animal. Al momento en que llegaban Simón y Samuel, ambos acribillaban al monstruo. Yo clavé mi lanza en un ojo con rabia. Al recibir la cuchillada había quitado los colmillos de él pero sus patas seguían sujetándolo, por el muslo derecho y la pantorrilla izquierda. Cortese sangraba por todas partes y perdió el conocimiento. Lo llevamos a mi tienda y lo desnudé, Ricardo vino con el maletín, Samuel me hizo salir diciendo que él ayudaría al doctor, tuvo que insistir pero comprendí que era entrenador y abría visto muchas lesiones, cuatro personas en una tienda como la mía eran una multitud y…
Yo estaba en un estado de nervios, no apto para prestar ayuda, mis manos temblaban, pero creo que todos habíamos sufrido lo nuestro, cuatro largas horas más tarde salían de la tienda me dirigí a Eduardo y no hizo falta que hablase, inmediatamente dijo, hemos limpiado y cosido todas las heridas, ahora duerme tiene heridas producidas por las patas, en el anca y muslo derecho, así como también bajo la rodilla izquierda, pero lo más grave es su hombro, he tenido que hacer injertos si salvamos el movimiento del brazo, será un milagro y espero que las heridas no se infecten o que la mantis no tenga veneno. Lo siento no puedo hacer más de momento, toma estas pastillas son antibióticos, espero que surtan efecto ahora duerme, será mejor que no lo molestes, dormirá durante toda la noche, puedes dormir con Claudia los hombres montaremos guardia por si aparece otro monstruo.
Con una manta pasé la noche junto al fuego para que no se apagase.
De madrugada Eduardo entró en la tienda y dijo, sigue durmiendo, en cuanto se levanten los hombres iremos a ver si hemos cazado algo. Después se acercó a ver el animal y mientras desayunábamos dijo.
—Es una Mantis religiosa, nunca hubiera esperado encontrar una de esas dimensiones debe sobrepasar el metro veinte de largo. Sus patas parecen una sierra con unos dientes que dan horror. No sé de donde habrá salido tan grande, no eran poco más grandes que un saltamontes.
Los hombres se levantaron y fueron al bosque armados y sin separarse, solo trajeron tres piezas, parecían topos o cobayas, no eran grandes y decidieron guardar uno para Cortese, los otros dos serían para las mujeres, pero nosotras los hervimos todos con unos dientes de león y tras apartar uno entero para él, guardamos una pata para cada hombre.
Solo podíamos contar con la caza de topos, pero la providencia vino en nuestra ayuda, en forma de caracoles y langostas, Ana maría vio unos animales que volaban y se dejaban caer en un prado no muy lejano lo indicó a los hombres y los acompañó.
Eran langostas gigantes de casi dos palmos de largo. Los hombres se acercaban a ellas mientras comían hierba y no se inmutaban, Simón llevaba el machete y empezó a cortar cabezas; hasta que una alzó el vuelo y todas le siguieron, consiguieron doce a las que cortaron las alas, las patas y las cabezas, Eduardo limpió una y aprovechó la parte trasera. Quedaba como una pieza se embutido grande, si era comestible podríamos partirlo para dos comidas.
Eduardo corto lonchas finas y pinchándolas con un palo las puso sobre las brasas, hizo cara de asco al dar un pequeño mordisco, pero inmediatamente dio otro mayor, se quedó mirándonos con seriedad y exclamó.
—¡Es marisco, sabe a marisco! ¡Cigalas de monte!
No tuvo tiempo de repetirlo todos comimos; los hombres tenían hambre y se comieron una entera, nosotras las compartimos.
Escuché una voz y entré en la tienda. Cortese despertaba, no le dejé moverse y le explique su situación sin esconderle nada, el doctor entró y le dijo.
Préstame mucha atención no es momento de ser un héroe, ante todo debes guardar reposo y no mover el brazo. Has perdido mucha sangre, debes comer y tomarte las cápsulas que le he dado a Rufina, esta noche antes de retirarnos te volveré a ver las heridas. Pero recuerda el brazo izquierdo ni moverlo al menos en veinte o treinta días, si se rompen los injertos que he tenido que hacerte, quedarás inútil para siempre. ¡No es broma! Lo siento he hecho cuanto he podido.
Cortese no abrió la boca, posiblemente se encontrase sin fuerzas; yo le entré la comida y le ayudé a comer, tras comerse el topo, le entre unas rodajas de Langosta de las que dio buena cuenta, media hora más tarde se dormía.
Los hombres seguían realizando viajes a la arboleda pero en dos días sólo cazaron cuatro, por la noche todos comimos media langosta, y echamos cuentas, quedaban los cuatro topos ahumados y un par de langostas. Decidieron que una langosta sería para Cortese y los topos uno por pareja.
Pero estos repartos no eran más que una comida al día o dos pequeñas, para no pasar hambre.
Sagrario dijo – cuando fuimos a por las langostas, vi caracoles del tamaño de los franceses deben haber cruzado los Pirineos. Podemos recoger y también llenar las cantimploras en el arroyo, a mi no me queda agua.
Simón – dijo Samuel ¿y si pusiéramos lazos junto al rio? Puede que algún animal vaya a beber.
Os acompañaré y haré luz, debemos llenar las cantimploras. Sagrario se unió al grupo con su bolsa de costado, media hora más tarde volvían con las cantimploras llenas y la bolsa de costado con caracoles.
—Mañana podremos coger más — dijo Sagrario.
Cortese había cenado y se había dormido. Eduardo dijo susurrando.
No lo molesto mañana miraré las heridas.
Apenas levantarse el primer trabajo de los hombres fue ir a la
arboleda, volvieron con solo dos topos y dejaron puestos lazos
nuevamente. Eduardo entró en mi tienda y me dijo. Es hora de mirar lo
que hicimos en la operación ¿Tendrás valor o espero a Samuel?
No, he tenido que ver o cubrir muchos accidentes, podré soportarlo. Tuvimos que incorporarlo y le quitamos las vendas del hombro todo parecía estar bien, volvió a vendarlo y a sujetarle el brazo, la nalga y el muslo estaban bien, solo en la pantorrilla había un rodal rojo. Eduardo se quedó pensando y me miró para decir.— Atiza el fuego. Al momento salió tras de mí.
Y colocó la punta del cuchillo sobre él mientras decía.
—Lo he dormido, no quiero correr riesgos he de desinfectar, los antibióticos no siempre son el remedio, el animal no sabemos qué habría tocado con las patas.
—Entiendo, no necesito explicaciones, tú eres el médico.
Cuando volvieron del río llevaban una rata gigante y dos bolsas de caracoles; nuevamente dejaron los lazos puestos. La parte baja de las cantimploras es de aluminio y se usa para cocinar, todos hervimos caracoles el único que comió carne fue Cortese. Por la noche cazamos dos ratas y ningún topo, llevábamos cuatro días allí y las expectativas no eran muy halagüeñas. Samuel preguntó a Eduardo.
—¿Cuándo crees que podrá caminar Cortese?
—Digamos que no está en condiciones, en situaciones normales estaría como mínimo un mes de baja.
—Esta no es una situación normal el animal que matamos apesta y aquí creo que hemos terminado con la fauna.
—Te comprendo, si estuviera en un hospital, le diríamos que andase por el pasillo. En su caso depende de sus fuerzas. Yo intervine.
—Dejadnos un día más después haremos lo imposible para seguiros.
—No se trata de seguirnos no hay prisa, se trata de buscar comida.
Samuel tenía razón, pero no podíamos hacer nada.
Como el día anterior se fueron al río mientras Eduardo y yo echábamos un vistazo a las heridas.
—Todas están bien y cicatrizan normalmente. Cortese dijo.
Doctor ayúdeme a levantarme y tu Rufina acompáñame a ese barbecho que tenemos detrás, tengo necesidades, doctor podría cortarme de una rama una muleta para apoyarla en el sobaco derecho.
—Si te entiendo voy a buscarla –contestó Eduardo.
Cuando regresaron, yo recogía mi tienda y tenía las mochilas preparadas. La alegría al verlo de pie fue inmensa, y tuve que pararlos para que no lo tocaran, no tardamos en recoger el campamento y Samuel (el más corpulento del grupo cogió su mochila. Cortese sonriendo dijo.
—Ahora yo marco el ritmo y nos pusimos en camino, los pasos de Cortese eran cortos y lentos, hora y media más tarde llegábamos a Mieres, la rodeamos y tras dejarla atrás buscamos un lugar donde cazar solo disponíamos de tres Ratas y una la partíamos para cuatro. Así tras comer solo quedaba una. Encontramos un pequeño prado junto a un barranco por donde corría agua eran las cuatro de la tarde, creo que Samuel miró a Cortese y dijo.
—Creo que es un buen sitio para acampar tal vez encontremos caza en el barranco.
Nuevamente el hilo de pescar fue utilizado para hacer lazos. Los lazos habían sido más seguros que las ballestas para cazar. Pero esa noche no cazamos nada.
Al día siguiente vimos una granja destruida y pensamos que podría haber comida en forma de vegetales, vimos huesos de vacas esparcidos por el prado Claudia y yo nos quedamos junto a mi compañero, el resto fueron en busca de comida, solo encontraron nabos, y carlotas. Pero era mejor que nada, pudimos llenar dos bolsas y seguimos adelante lentamente, parábamos en cualquier sitio donde pudiera haber comida, aprovechando para que Cortese descansase. La búsqueda de comida no solo era una necesidad se había convertido en una obsesión. Cuando llegamos a Gijón no teníamos ni una mala carlota que echarnos a la boca.
Una tormenta embravecía el mar y no sabíamos dónde buscar, no sé cómo ni por qué torcimos a la izquierda, pero solo encontramos hierro, hierro oxidado o retorcido, ferrocarriles, vagonetas que se deshacían, mucho oxido pero nada comestible que llevarse a la boca. Seguíamos andando como autómatas. Era el cuarto día con solo una comida, tres días sin probar bocado, con viento y lloviendo, las fuerzas nos abandonaban a todos, no solo a Cortese; yo no notaba el estómago y la lluvia nos empapaba, apenas nos daba tregua.
Ana María dijo. ¿Aquello no es una granja?
Eduardo sacó los prismáticos y dijo.
—Parece que tiene techo o al menos parte de él.
No esperamos más, la edificación parecía estar protegida por los montes que tenía tras ella, de donde salían grandes peñascos que casi caían sobre el tejado, dimos un golpe a la puerta y entramos faltaba un pedazo de techo pero esa fue nuestra salvación, sobre un montón de estiércol habían repollos, al verlos me puse a llorar. Los comimos crudos recién cogidos, hasta saciarnos, nos cobijamos donde había techo y nos dormimos todos agrupados y mojados. Yo protegía a mi marido de los posibles golpes
Al despertar con la luz de la mañana, todos miramos al mismo sitio, teníamos repollos para un par de días o más, no sabíamos si alimentaban pero quitaban el hambre, Eduardo se fijó en ellos y dijo.
Durante siglos estos repollos han ido creciendo floreciendo y dejando caer su semilla sobre sus propios desechos podridos y convertidos en estiércol, no sé cuántas veces habrán florecido sobre sí mismos. Es el mejor ejemplo de lo que puede hacer la naturaleza.
—Cortese hoy hace ocho días desde que curé tus heridas es el momento de ir quitando puntos de las piernas. Simón hay una arboleda tras la casa y posiblemente hongos. Puede que alguna castaña que no esté podrida. En fin Samuel podemos poner lazos este sitio es tan bueno como otro.
Todos se encontraban débiles pero Eduardo tenía razón.
Formaron grupos y partieron sobre el barro, mientras Eduardo y yo atendíamos a mi marido.
Al brazo no le quitó ni un punto solo lo vio y lo volvió a vendar, los puntos de las piernas los quitó todos. Cortese le preguntó por el hombro cuando terminó.
Eduardo le dijo — yo soy médico de familia nunca he realizado una operación como la tuya, quiero decir que no es lo mismo poner unos puntos en una herida, que empalmar unos tendones, lo siento pero no es lo mío. Solo sé que si intentas mover el brazo antes de que se unan bien, se pueden romper, la rehabilitación empezará en un mes como mínimo y sin forzar. El resto dependerá de ti y de la suerte.
—Entiendo y te estoy muy agradecido.
—Tendrás que agradecerlo a todos, ellos se han quitado parte de su comida para dártela a ti.
—Si lo sé, Rufina me lo ha contado todo.
El tiempo era variable, apenas caían unas gotas como parecía querer salir el Sol, el viento empezaba a amainar. Di una vuelta por los alrededores y junto a la pared de la casa crecían plantas, no las conocía pero me eran familiares, empecé a tirar de ellas, la tierra mojada no oponía resistencia y saqué patatas, miré alrededor y comprendí que había sido un establo o una pocilga. Fui a por el machete y saqué una gran cantidad.
Eduardo también había salido y me llamó.
—Rufina mira hay rábanos y remolacha roja. Cortese me pidió un trozo de remolacha se la pelé y se la di, mientras él decía sonriendo.
—Cómo es roja será buena para recuperar sangre.
Cuando llegó el resto del grupo se rieron al ver su cara manchada de rojo. Pero más se alegraron al ver todo lo que habíamos recolectado. Simón cogió el machete y se fue, más tarde apareció con dos varas largas de unos tres metros y otras más pequeñas sacó la cuerda de escalador que llevaba Cortese e hizo unas parihuelas, cortó cañas y las unió con hilo de pesca atándolas encima.
Nadie decía nada, ató una cuerda delante, donde pensaba cogerlas con las manos, para pasarla por el cuello y los brazos, dijo.
—Samuel lleva dos mochilas y la de Cortese pesa mucho, además aquí podremos cargar toda la comida, lo arrastraremos por la carretera.
Pasamos el día buscando pero no encontramos mucho más. Apenas encontraron hongos o setas, por la noche había caído un conejo. Hablamos tras cenar temprano a base de verduras.
—Ana María dijo.— No sé donde me encuentro,
Debemos estar cerca de Navia, como mucho a un día –contestó Samuel – tenemos comida pero no podemos quedarnos aquí hay que buscar algo que nos asegure la comida.
Sagrario empezó a hablar.
—Yo he vivido en Vilagarcía de Arousa y veía marisquear todos los días, también acompañe a mi padre a pescar y puede que queden plataformas de mejillones, también habían algas comestibles, recuerdo las huertas de padrón y… (Vio que todos la miraban) está bien no he dicho nada – dijo ella.
—Si has dicho – afirmó Simón – no debes avergonzarte, puede ser una solución. Si estamos cerca de Navia creo que debemos llegar hasta el puerto y ver lo que ha dejado el temporal puede que encontremos plateas y podamos comer mejillones.
—Apoyo a Simón —dijo Eduardo — y ya que disponemos de comida mientras no encontremos nada mejor, seguir hacia Vilagarcía de momento no hemos encontrado el paraíso.
—Todos apoyamos el proyecto y nos acostamos.
El día amaneció entre nubes y claros cargamos las mochilas y la comida en las parihuelas y salimos tirando de ellas.
Cerca de la una del mediodía vimos Navia, paramos a comer junto al río bajo unos árboles con la barriga llena descansamos hasta que alguien dijo que debíamos buscar cosas sobre todo un medio de transporte con ruedas, las parihuelas resultaban pesadas pese a relevarse.
Cortese dijo que quería ver el mar y buscar por los alrededores, formamos dos grupos uno buscaría en el pueblo y el otro en el puerto. Eduardo y Claudia se unieron a nosotros y nos dirigimos al puerto.
Llegamos hasta el mar, había restos de barcas en el hermoso puerto. Yo pensé que debería haberlo conocido antes de…
Eduardo nos llamó mirad bajo los escombros ¿no parece un carro de pescado?
—Sí dijo Claudia yo los vi en Vinaroz con ellos llevaban el pescado de las barcas a la lonja.
Cortese no dijo nada saltó sobre los escombros y con su mano derecha empezó a quitar escombros. Le seguimos y conseguimos sacar tres. Afortunadamente sus ruedas eran metálicas y seguían rodando. Los dejamos apartados y seguimos, habían unas cuerdas que llegaban al agua, probablemente serían los amarres de algunas barcas desaparecidas. Cortese nos dijo que tiráramos de una, no era muy larga y además no se que buscaba, tiramos de otras tres y en una de ellas salieron un puñado de mejillones pequeños y medianos. Cortese murmuró – tenemos comida.
—¿Qué quieres decir? – le pregunté.
—Mira la pared del muelle ¿ves las lapas pegadas a la piedra? y los mejillones que habían en la cuerda. Es una muestra palpable de que los moluscos siguen vivos o se están repoblando. Donde los había en cantidad deben de repoblarse más fácilmente, creo que la idea de ir a Villagarcía no era descabellada.
La idea en realidad era buscar un asentamiento. Si me hubieran dicho que Cortese renunciaba a la aventura al salir del centro, no me lo hubiera creído y sin embargo sus palabras eran el fin de un aventurero. Seguramente todo lo que habíamos vivido en los últimos días y su estado actual, le causaba impotencia y lo había hecho recapacitar sobre el futuro. Sus limitaciones le obligaban a recapacitar.
Llegamos al campamento con dos carros, algunas ruedas chirriaban y les costaba girar. Simón se fue y vino cargado con vinagre, mientras decía.
Había encontrado vino y estaba agrio, me desilusione pero creo que ahora servirá para quitar el óxido. De tanto en tanto echaba vinagre en las ruedas, y daba la vuelta a los carros. A la mañana siguiente arrojó agua sobre ellas; su aspecto había cambiado. Cogimos solo uno, el que menos chirriaba y reemprendimos la marcha con una idea fija, aunque no despreciábamos buscar por las ruinas de los pueblos, así encontramos una olla con la que podíamos hacer comida para todos. Poca comida más encontramos por el camino, excepto unos hermosos cangrejos que habían en cantidad y con los cuales, llenamos cajas y redes que encontramos.
Así llegamos a Villagarcía y buscamos cobijo, hasta tres veces cambiamos de sitio.
Hacía un mes del ataque del monstruo y Eduardo le quitó la venda diciéndole.
A partir de ahora Samuel te puede ayudar más que yo, ya hemos hablado él y yo pero no podrá forzar el brazo. Deberás moverlo solo hasta donde no te duela y tal vez dentro de tres o cuatro meses podrás forzar un poco, me gustaría que lo tuvieras claro, pues tu brazo podría quedar totalmente inútil. Cortese respondió que lo había entendido.
Hoy puedo decir que ha recuperado todo el movimiento de la mano y el codo, pero el hombro apenas lo mueve con un corto balanceo.
En cuanto a la comida, aquí tenemos pescado, pulpo y marisco, en días de mar calmada nos hemos atrevido a ir en barca a las plateas de mejillones están cargadas de ellos, hemos reparado tres barcas de diferentes tamaños y nos movemos a remos y con velas, Cortese es un buen marino a vela y nos enseña. También hemos sembrado y disponemos de harina de maíz, como se agradece tener pan.
Aquí dejo el relato, pues hemos conseguido la estabilidad alimentaria y con ella ha vuelto la alegría y hemos perdido el miedo a tener hijos.
Retomo el relato para comunicar, por sí un día podéis leerlo como
están las cosas en nuestro asentamiento cuatro años después. Yo he sido
la última en quedar embarazada, todos tienen niños, Eduardo y Claudia
van a por el tercero, Sagrario tiene una niña rubita igual que ella y me
acompaña en el embarazo en busca del niño; Simón desea un niño. Ana
María tuvo gemelas, según dijo Samuel era muy común en su familia, en
fin no se que tendré pero será bienvenido para los dos. Os recuerdo a
todos con afecto, sobre todo a mi jefe, es con el que más tiempo he
pasado.
Rufina.
—Y firma Rufina.
—Ahora sabemos que fue niño y que viven bien. Dijo Creta.
—Si me complace que me recuerde y siento lo que ha sufrido, dije con tristeza.
Rosario tan práctica como siempre dijo.— Señores nos eligieron para repoblar el planeta y es lo que hacemos, cumplimos un compromiso y además tenemos ayuda. Creo que debemos desterrar la tristeza y agradecer esta segunda oportunidad, que otros no han tenido.
La radio estaba sonando y nos acercamos a ella. Yo cogí el micro le di al interruptor y dije.
—Aquí grupo este.
—Soy Jefferson, tenemos una pregunta para David.
—De acuerdo le paso el micro, puedes hablar todos te escuchamos.
—¿Qué alcance tiene esta emisora?
— Depende de la frecuencia que emplees, podrías conectar con la otra parte del mundo, vuestra emisora es muy potente, mientras que las nuestras no van más allá de mil kilómetros. ¿Por qué lo preguntas?
— Sabes que me gusta experimentar en los ratos libres y tras hacer una foto, para saber donde estaban todos los controles antes de tocarlos, he empezado a… Bueno no quiero hacerlo largo, he conectado con una emisora argentina de la Patagonia, parece un programa de radio que se repite. Nico y yo la escuchamos, los dos hemos llorado de emoción. He anotado su frecuencia.
—Escucha Jefferson, solo vosotros podéis comunicar con ellos; Pero pasarán siglos antes de que podamos cruzar el Atlántico, mientras tanto hay que mantener la ilusión y mirar el presente sin olvidar el pasado.
—“Joder” David como siempre tienes razón y pareces un filósofo, dime ¿qué planes tenéis por la zona?
David nos miró con una sonrisa maliciosa y contestó.
—Pensamos cumplir la misión que se nos encomendó y la que más nos gusta. Pensamos repoblar el planeta.
Todos los presentes reímos a carcajadas, muestra palpable de lo poco que se necesita para vivir y ser feliz.
Por la noche con Luna Nueva vi a David junto a los niños tendido sobre la hierba, mirando las estrellas y mostrándoles las constelaciones; comprendí que la vida seguiría mientras hubiera hombres cabales, nuestra extinción probablemente no sería la última, pero quedaban todavía muchos siglos con la presencia de La humanidad.