Orgullo y Nobleza

Manel Martin's


Novela



Al principio tuve dudas sobre la intención del autor, pero creo que ha conseguido plasmar sus ideas y hacernos entender, que muchas personas viven en un mundo irreal del que lo esperan todo, sin esfuerzo.

J.J. Salvador.

Prologo

La mente humana se divide entre los que viven la cruda realidad de la vida y por lo tanto razonan. Y los que viven en su mundo de fantasía o ficticio; en el que su mente desea creer. Posiblemente un mundo o principios creados por ellos mismos y alejados de la realidad a la que no quieren ver.

Me pregunto ¿qué será mejor? vivir la realidad con todos los problemas que ello conlleva, o vivir en un mundo irreal y que otros carguen con los costes.

Si miramos a nuestro alrededor comprenderemos que no es más ciego el que no ve el mundo que nos rodea, que la persona o personas que no quiere ver las exigencias que la vida conlleva. Los ejemplos los tenemos a nuestro alrededor. Basta una pequeña crisis para observar como unas personas siguen adelante con imaginación y trabajo, mientras otras piensan que son los demás quienes tienen que resolver sus problemas y por lo tanto, todos son culpables de su desgracia.

El problema se convierte en superlativo, en el caso de personas que han vivido en la opulencia y de la noche a la mañana se encuentran sin todo aquello que les mantenía un estatus y un nivel de vida. Algunos es posible que encuentren un pequeño remedio si tienen buenas amistades y recurren a ellas ¿Pero qué ocurre con quien ha sido un déspota o... y tiene pocos amigos? Posiblemente nadie lo ayudará y terminará en la más completa miseria. En este mundo todo tiene un principio y un final.

Solo intento realizar una reflexión no muy profunda y separar dos mundos; con ello deseo reflexionar sobre la sociedad que estamos creando. ¿Qué ocurrirá en el futuro con los “ninis” o con las “influencers” cuando cumplan los sesenta? (Por ejemplo). Es un tema que he discutido en diferentes ocasiones y siempre mis interlocutores han terminado la discusión con la misma respuesta. ¡Serán los próximos desechos de la sociedad! Yo quiero seguir creyendo que la imaginación humana y el instinto de supervivencia les ayudará. O tal vez peque de optimista y se conviertan en una carga para los demás.

Nos estamos olvidando de la nobleza un sector en vías de extinción, al que algunos desean o quieren aferrarse y otros se alegran de que desaparezca, sin darse cuenta que cambian los nombres pero siguen mandando los mismos con nombres diferentes. Políticos, terratenientes, militares de alta graduación, empresarios o directores de multinacionales ETC. Han ocupado su sitio, pero eso no lo vemos con los mismos ojos. Tal vez porque la mayoría de ellos no son los mismos o por que algunos han salido de la nada o posiblemente de nuestras propias casas. Pero no tener un título de nobleza les exime de no ser...

En fin un relato siempre da ideas, utilicen las suyas e intenten disfrutar con la lectura. Un libro siempre deja una gran parcela a su imaginación. ¡Utilícenla! para recapacitar sobre sus propios pensamientos.


El autor

Orgullo y nobleza

Gonzalo sacó la maleta de la casa y cargó con ella, los treinta metros que le separaban de la puerta del jardín, alojada en la verja que rodeaba la casa, la abrió con el mando a distancia y salió a la calle, donde le esperaba un automóvil. Antes de subir volvió la cabeza y miró hacía su casa; tan solo una jovencita de catorce años le saludaba tímidamente, agitando la mano desde el interior de la ventana en su habitación, devolvió el saludo con una sonrisa y cerró la puerta metálica, introduciendo posteriormente el mando a distancia en el buzón; dejó la maleta en el maletero y subió con ilusión, al vehículo que le llevaría en busca de su futuro inmediato.

“Su futuro” de momento este pasaba por acompañar como músico a un nuevo cantante en el lanzamiento de su primer disco en los Estados Unidos. Tres meses de gira que darían mucho de sí y el primer dinero que ganaría por sí mismo, del que no daría cuentas a nadie; su joven espíritu le daba una sensación mezcla de libertad, satisfacción, e incertidumbre. La gira empezaba y terminaba en Florida, pero Gonzalo pensaba que de momento tenía tres meses de plena libertad antes de volver a su país y tal vez a su casa “o no”.

Detrás dejaba las desavenencias con su padrastro – Fernando — al que respetaba pero no apreciaba lo suficiente para llamarlo padre (siempre lo llamó por su nombre de pila “Fernando”). No compartía su forma de ver la vida, ni de comportarse. Tanto su padrastro como su padre natural, disponían de una saneada economía pero Gonzalo opinaba que cada cual debía labrarse su futuro, (tal vez influenciado por las ideas de su padre Natural) incluso con derecho a equivocarse en sus decisiones. Su madre empeñada en comportarse como la “Baronesa” en que se había convertido, al separarse de su marido y casarse con el Barón Fernando de Castro, cuando Gonzalo solo contaba siete años de edad. Fernando era mucho más rico que su padre y por aquellos tiempos se codeaba con la alta sociedad de Madrileña. Su padre natural, un pobre tendero (como decía su madre) solo poseía una tienda de telas y ropa en la Castellana que daba lo justo para vivir decentemente; mientras el Barón tenia clase y dinero pero sobre todo un título nobiliario.

De su nuevo matrimonio vinieron al mundo, Fernando y cuatro años después María. Fernando engreído y envidioso desde su más temprana edad, seguía ciegamente los dictados de su madre, con el orgullo de su padre, nunca hizo buenas migas con su hermano mayor. Mientras María era todo lo contrario sencillez y dulzura, tanto ella como Gonzalo se adoraban mutuamente. Para ella fueron los últimos pensamientos de Gonzalo al salir de casa y en el aeropuerto antes de partir.

Durante el vuelo tuvo tiempo de pensar en su padre, empeñado en demostrar a su ex esposa que podía tener al menos tanto dinero como el Barón y luchó hasta conseguir tener mucha más solvencia que Fernando, pero nunca consiguió el título de Barón ni codearse con la nobleza, aunque el circulo en el que se movía y sus amistades dispusieran de más capital y más solvencia. Su padre había evolucionado y su tienda pronto se convirtió en referencia de diseño y buen gusto. Hasta que llegaron primero los americanos y más tarde los compradores orientales llenándole los bolsillos de dólares.

Gonzalo lejos de pedir trabajo a su padre, buscaba su lugar en el mundo, estaba seguro que el destino le tenía reservado un “rol especial” y que su vida no iba a ser monótona tras un mostrador. Su padrastro lo tachaba una y otra vez de rebelde, y le decía que con sus ideas revolucionarias no llegaría a nunca a ser nadie, moriría por la calle como un pordiosero.

Poco a poco le venció el sueño y cuando se despertó ya estaban en Miami

Tres meses de gira no fueron suficientes para Gonzalo, que ayudado por José (un cubano con nacionalidad estadounidense recién adquirida) consiguió trabajo en la orquesta de la famosa sala Paradís. El dueño del club a su vez era representante de orquestas y cantantes, utilizándolos en otras salas o en bodas, banquetes, o actos en que era necesaria su presencia. El trabajo no le faltaba y prácticamente todas las noches tenía trabajo.

Cerca de la sala Paradís había una pensión (La Estrella) donde se alojaban la mayoría de los músicos. Gonzalo compartía habitación con José, era la fórmula para pagar menos y poder ahorrar.

Al cabo de unos meses se unieron a la orquesta “Las chicas dulces” un trío de chicas con buena presencia en el escenario. En realidad eran tres bellezas; Canela era la ternura de color, con un rostro angelical y unas hermosas piernas caribeñas. Soraya morena de largos cabellos, ojos intensamente negros y curvas provocativas, era la tentación para los hombres y Katia de ascendencia polaca, rubia con ojos azules y belleza nórdica, nunca pasaba desapercibida. Era difícil no fijarse en ellas cuando actuaban. Cinco músicos solían acompañarlas en sus actuaciones, entre ellos Gonzalo y José eran prácticamente fijos, no era de extrañar que la amistad entre ellos creciera día a día entre actuaciones.

El tiempo pasaba veloz, dos años más tarde José se comprometía con Canela, El amor había crecido entre ellos y deseaban formar una familia como ellos habían tenido de pequeños, pero trabajando como músicos y teniendo las noches ocupadas, no veía porvenir y además se preguntaban ¿qué ocurriría si Canela quedaba embarazada?

A José se le reflejaba en el rostro su preocupación. Así las cosas un día después de trabajar se sentó con Gonzalo para tomar un refresco, como tenían por costumbre antes de ir a la pensión y le estuvo contando sus dudas; no tardaron en unirse a ellos las chicas, como era por costumbre. Gonzalo nunca había pensado en el porvenir al fin y al cabo le gustaba lo que hacía, tocar el teclado o la guitarra. Pero cuando se sentaron las chicas, José decidió preguntar y fue directo.

—Chicas ¿os habéis planteado, que vais a hacer en el futuro? o ¿Cuánto tiempo podéis seguir con el espectáculo?

Las chicas se miraron unas a otras, nunca se lo habían planteado, por fin Canela, que parecía la más afectada por el problema contestó.

—Si en breve no encontramos un apoderado, que nos consiga buenas canciones y buenos contratos, que nos ayuden a triunfar, se nos irá la juventud, con ella y los hijos la figura, yo pienso “como José”, quiero tener hijos y no cuando sea vieja. ¿Pero qué otra cosa podemos hacer? Necesitamos un triunfo que nos lance y nos de dinero.

Soraya por su parte les informó, que tenía un admirador abogado y que le gustaba, no sabía si al final se casaría con él, en cuyo caso estaba en el mismo dilema que Canela y José.

Katia por su parte no dijo nada, ella no se había planteado nunca dejar de cantar, por ese motivo se quedó seria y descolocada sin saber que decir, por otro lado cada día estaba más pendiente de Gonzalo; sin darse cuenta se estaba enamorando de él. La noche no daba para más, la preocupación se había instalado en sus mentes y no tardaron en retirarse a la pensión.


A Gonzalo le gustaba tomar un vaso de vino en las comidas o al menos en la cena, cosa que no había hecho desde que llegó a Florida. A partir de ese día observó, la baja calidad de algunos vinos que se servían en los salones y restaurantes, también la poca o nula existencia de vinos españoles; algo cruzó por su mente y a partir de ese día se interesó por hablar con los almacenistas que servían los vinos y haciéndose pasar por comerciante, investigar el coste y las ganancias de cada almacén de subministro. El amigo de Soraya era la persona indicada para ponerlo al corriente sobre los trámites a seguir sobre la importación e impuestos a pagar.

Con los datos en su ordenador; el siguiente paso fue ponerse en contacto con bodegas españolas de diferentes autonomías vía Internet, comprobando calidades y precios en origen, sobre cargas de contenedores completos y su precio por botella, se interesó por el precio de los contenedores para el transporte y el tiempo en recibirlos. Todo sin moverse de la pensión. Internet le abría las puertas con su ordenador. Pronto tuvo todos los datos y pudo sacar el coste y el precio de las posibles ventas. La importación no representaba una gran ganancia tal vez por eso no se importaba, pero se podía jugar con la calidad y la cantidad para que fuera rentable.

Al terminar la actuación en una boda, habló con el dueño de la sala y se interesó por el vino que habían servido. El dueño le dijo que daba a elegir entre varios vinos o cervezas dependiendo del precio que quisiera gastar el cliente. Gonzalo le preguntó ¿qué ocurriría si él le ofrecía un vino español, lo aceptaría? La respuesta fue, que quien decidía era el cliente y que por su parte no habría problema alguno en ofrecer su vino. La pregunta la realizó en otros locales y la respuesta fue similar. Gonzalo elaboró un plan para ofrecerlo a las chicas.

Una noche al terminar la actuación acudió con unos papeles en busca de José y las chicas, estas ya se habían sentado con José y se había unido al coloquio el abogado George (pareja ya reconocida se Soraya) Gonzalo no perdió el tiempo, pidió atención y expuso su plan, el cual se concretaba en llenar un contenedor de vino y venderlo en Florida, las ganancias no iban a ser muchas pero servirían para tantear el mercado y valorar los resultados, el había sacado números y poco podrían perder si la compra se realizaba con los ahorros de todos. Así se diversificaba el riesgo, todos ganarían poco o perderían poco. De momento todos callaron, nadie esperaba la propuesta de Gonzalo.

Al abogado (con poco trabajo) no le pareció una mala idea y dijo —¡Quien no arriesga no puede ganar! Pero antes me gustaría ver sus cuentas o estudios sobre el proyecto y dígame ¿qué estudios tiene usted? Debemos saber de quién proviene la idea.

—Soy economista, casi obligado por mi padrastro; lo de músico es una afición desde pequeño.

—En ese caso, puede cederme los papeles.

Gonzalo entregó a George los apuntes que llevaba encima y este les echó un vistazo mientras comentaban los pros y las contras para terminar diciendo.

—Bien Gonzalo me apunto al proyecto, poco puedo perder y quien no arriesga... — poco a poco todos se fueron convenciendo y se decantaron por formar la sociedad, así Gonzalo pudo poner en marcha su idea.

Tres semanas más tarde se recibía el primer contenedor. Gonzalo acompañado por Canela empezó a ofrecer el producto a salas de fiesta y proveedores, al cabo de un mes las chicas eran quienes conseguían clientes. Al primer contenedor le siguieron otros tres. Un año después no solo ofrecían vino. El abanico de productos había crecido, ahora también ofrecían; aceite de oliva, aceitunas enlatadas y así hasta una docena de productos no perecederos de origen español. En un solo año el mercado de Florida se había quedado corto, Carolina del norte y Carolina del sur habían sido invadidas por los productos de la compañía “Intermán” y seguían creciendo. Nueva york era el siguiente en la lista, la nueva compañía se había propuesto abarcar toda la costa este de los Estados Unidos.

Desde un principio se habían repartido el trabajo, Soraya se había casado con el abogado y ambos se encargaban de las ventas, José y Canela (que esperaba su primer hijo) de la logística o reparto y Gonzalo de las compras con la inestimable ayuda de Katia, que a su vez ayudada por otras tres personas llevaba la contabilidad. Como se puede entender la parte legal era cosa del abogado. La empresa iba creciendo y a los tres años tenían treinta y cinco trabajadores en plantilla y una flota de furgonetas de reparto.

Por fin Nueva York fue conquistada y como consecuencia, a los seis años de salir de su país Gonzalo tenía una empresa floreciente y una buena cuenta en el banco. Las chicas dulces seguían uniendo sus fuerzas cuando un empresario se resistía para convencerlo. Cada mes había una reunión y cada tres meses se evaluaba la marcha del negocio, ya nadie echaba de menos las actuaciones en las salas de fiesta. Gonzalo como buen español decidió que una vez al año se reunirían con los trabajadores alrededor de una barbacoa y que en la fiesta actuarían las chicas dulces y sus músicos.

José prácticamente estaba anclado en Florida, donde tenía su vivienda. Recibió un mensaje del club Paradís, el cual le comunicaba que tenía una carta para Gonzalo. José pasó a recogerla y lo comunicó a Gonzalo que estaba en Nueva York, este le dijo que la abriera, la escanease y se la pasase a su correo electrónico. José siguió las indicaciones de Gonzalo y esa misma tarde cuando regresó a su casa Gonzalo pudo leer la carta de su hermana, en ella le decía.


Querido hermano:

Esta es la tercera carta a la que no me contestas espero que te llegue; hace dos años que murió papá y por aquí las cosas no andan muy bien, mamá tiene problemas de liquidez aunque no dice nada, ha empeñado sus joyas, no le queda más que el anillo que le regaló papá cuando se casaron, ella cree que no nos damos cuenta, pero ya se han ido dos sirvientas por no cobrar y la que tenemos ahora una chica de Perú, no creo que cobre ni mucho menos estar asegurada, el otro día vi como cargaban la vajilla de la cartuja, el jarrón chino y la cubertería de plata, que tanto apreciaba, no sé qué será lo próximo.

Si quieres mándame un correo electrónico a —mariayo@gmail.com y me indicas una hora para poder hablar contigo por vídeo conferencia.

Deseo que te encuentres bien de salud. Besos de tu hermana que te añora.

María.


Gonzalo no tardó en contestarle y la citó para las nueve de la noche hora española. Al día siguiente cuando se conectó, María ya estaba esperando y Gonzalo pudo ver a su hermana seis años después.

—¡María estás guapísima! ¿Donde están las pecas?

—Gonzalo ya tengo veinte años y las pecas se quedaron en los dieciséis. A ti te veo igual parece que no haya pasado el tiempo.

—¿Qué me cuentas de la mamá? ¿Cómo está y Fernando?

—Vale, vale no corras, te cuento. Fernando... bueno no hace nada, desde que murió papá dejó los estudios, consentido por mama y se dedica a salir con los amigotes y dar quebraderos de cabeza. El otro día se unió a una manifestación de okupas y tuvimos que sacarlo de la comisaria.

En cuanto a mamá ella intenta mantener el estatus como suele decir, sigue ejerciendo de baronesa, pero aunque no dice nada está vendiendo todo lo que puede, tengo miedo de que hipoteque la casa y nos quedemos en la calle. “La veo irresponsable”, al menos nos podría hacer participes de sus problemas y no decir que “no pasa nada”.

—Bien dejemos a mamá, dime ¿tú qué haces?

—Estudio diseño de moda y diseño publicitario por si me falla uno, me queda el otro. En los estudios de moda me queda hasta junio, para los exámenes finales y después debo prepararme para presentar el desfile de fin de carrera, en cuanto al de publicidad aún me queda este año y el próximo para terminar. Pero volvamos a mamá ¿dime qué puedo hacer?

—Nada no creo que puedas hacer nada. Hablaré con mis socios y en cuanto encuentre vuelo estaré en “las Rozas” te llamaré para que me recojas en el aeropuerto; tengo ganas de volver a verte y abrazarte. Hasta pronto hermanita.


Cuando Gonzalo cerró, sintió una rara sensación entre la ilusión de volver a ver a los suyos y el deseo de quedarse en América. Hacía dos años que no tenía noticias de su padre natural a excepción de una tarjeta por navidad en la que decía que se encontraba bien. No padecía por él ya que disponía de una saneada economía y estaba acostumbrado a estar solo o en compañía de Federico.

Federico era el mejor amigo de su padre, desde que siendo un niño delgado y enclenque con tendencias manifiestas de afeminamiento se convirtió en el centro de las burlas de sus compañeros de colegio, al mismo tiempo que el padre de Gonzalo se convertía en su más fiel defensor y no permitía que nadie se burlase de él; Federico solo se sentía seguro junto a su defensor y amigo. La amistada adquirida desde la infancia les mantuvo unidos durante toda la vida. Aunque cada uno seguía sus tendencias sexuales por separado, Federico compro el piso continuo a Gonzalo (padre) para vivir cerca de él. Incluso cuando Gonzalo se hizo cargo de la tienda de su familia contrató a Federico como ayudante. El buen gusto de este contribuyó en el buen funcionamiento de la tienda. Por otra parte su madre “no odiaba” a Federico pero decía que era un metomentodo; Gonzalo recordaba su niñez con “el tito Fede” como muy divertida, era el único que lo llevaba al parque y a la feria y siempre estaba pendiente de él, tanto como de un hijo.


Al día siguiente tenían reunión con sus socios y Gonzalo decidió que era el momento oportuno, para comunicarles su partida. Antes de llegar a la reunión, miró los vuelos que se dirigían a España y encontró un vuelo ese mismo día a la una de la noche e hizo la reserva inmediatamente, estaba decidido a regresar cuanto antes. No tardaron en llegar sus socios exceptuando a Canela que se encontraba en los últimos días de embarazo de su segundo hijo. Gonzalo puso inmediatamente las cartas sobre la mesa.

—Escuchadme por favor: todos sabéis que llevo más de seis años sin ver a mi familia, pues bien he recibido una carta en la cual me informan de estar pasando por grabes problemas. Como comprenderéis debo acudir en su ayuda, independientemente de las ganas que tengo de ver a mis padres y hermanos. Me he permitido sacar el pasaje para esta noche y no sé el tiempo que puedo pasar en mi país. Katia puede seguir sin mi ayuda y cada uno ya sabe cómo funciona la empresa. Por lo tanto no es imprescindible mi presencia.

Los socios se miraron por un momento ante la sorpresa anunciada por Gonzalo, pero Soraya no tardó en responder.

—Todos tenemos derecho a visitar a la familia, nosotros podemos visitarla cuando queremos, pero tu llevas muchos años dedicando tus esfuerzos a la empresa y en consecuencia a nosotros.

Por otro lado tal vez sería interesante que nuestros proveedores en la península le pusieran una imagen o una cara a la empresa. Podríamos aprovechar para visitarlos “in situ” incluso hacer cambios o buscar nuevos productos.

—Tiene razón Soraya— contestó José — incluso creo que sería conveniente que te acompañara Katia, cuatro ojos siempre ven más que dos, en cuanto a su trabajo lo podría hacer perfectamente George y si es necesario contrataríamos más personal.

—Sí José tiene razón – respondió George – solo necesito estar unos días con Katia para ponerme al corriente, las secretarias hacen casi todo el trabajo. Debemos tener en cuenta que llevamos cuatro años sin tomarnos unas merecidas vacaciones y deberíamos pensar en tomarlas. De que nos sirve ganar dinero si nos convertimos en sus esclavos. No sé si me he explicado bien.

—¡Sí! y tienes mucha razón— apuntó José, no podemos ser los esclavos de nuestra propia empresa.

Gonzalo volvió a tomar la palabra.

—Tenéis razón debemos conocer a nuestros proveedores y que ellos conozcan a algún representante de Intermán; dentro de una o dos semanas podría acompañarme Katia pero no antes de que yo resuelva los problemas familiares que me obligan a regresar.

No hicieron falta más palabras el acuerdo era total y Gonzalo pasó el resto de la tarde recopilando una lista de proveedores a los que visitar; esa misma noche cogió el vuelo a Madrid. A las ocho de la mañana llamó a María para que lo esperase en el aeropuerto.

Gonzalo salía del aeropuerto cuando vio una jovencita que agitaba el brazo y fue a su encuentro.

—¡Dios mío! María esta preciosa te has convertido en una mujer vellísima.

—Gonzalo, que ya tengo veinte años, ya no soy una niña adolescente.

—Pues me gustaría que lo fueras, ahora no sabré como tratarte.

—Trátame como siempre, quiero seguir siendo tu hermana pequeña.

Los abrazos y los besos siguieron a las palabras, cargaron las maletas y partieron hacia su casa, en la localidad de Las Rozas, más que una casa era un palacete o mansión rodeada de jardín, una de las casas más antiguas del pueblo cercana al casco y heredada de los abuelos. Muchos de los nuevos chalets la habían tomado como ejemplo. Gonzalo dijo a María mientras esta conducía.

—Bien María infórmame de todo antes de llegar a casa.

—Sí, será lo mejor, en primer lugar te diré que Fernando es completamente nulo, vive de noche y duerme de día, no aporta nada a la casa e incluso en ocasiones le pide dinero a mamá. Según palabras propias de él, trabaja como relaciones públicas de una sala de baile o discoteca. Yo no sé si eso es trabajo o diversión. En fin yo no me meto en su vida excepto cuando pide dinero.

Pero quien más me preocupa es mamá, yo le pregunto pero ella nunca dice nada; según ella todo va bien, pero poco a poco va a vender toda la casa, recuerdas la pequeña capilla junto a su habitación.

—Sí la recuerdo.

—Y los candelabros de plata, las copas y el pequeño arcón forrado de plata.

—Sí los recuerdo.

—Pues ya no queda nada, lo ha vendido o empeñado y esta tarde vienen a ver el Sorolla que tenemos en el comedor. No me gustaría que lo vendiese he crecido viendo ese cuadro, aunque si es necesario podría comprar una copia.

—No temas no lo venderá.

—¿Que quieres decir?

—Que es una copia, lo pone en la parte trasera, incluida la firma del falsificador.

—Pues vaya chasco que se va a llevar.

—Dime María ¿tenéis tarjeta de crédito?

—Sí los tres tenemos tarjeta, más que nada para echar gasolina, los tres tenemos coche, mamá usa el BMW que dejó papá, aunque lo saca solo los domingos para ir a misa. Yo solo necesito el Clio para ir a la universidad, es el más viejo de todos como podrás comprobar; el de Fernando solo tiene tres años lo compró viviendo papa. Por la tarde suelo hacer la compra que me anota mamá, cojo el carrito con la bolsa y me voy a pie para no gastar combustible.

Mientras hablaban llegaron a su casa, María activó el mando y abrió la puerta, pasó al interior del mal cuidado jardín y frente a la puerta de la casa torció a su izquierda, a pocos metros aparcó el vehículo bajo un techado de placas de onduladas. Gonzalo descargó el equipaje ayudado por María y entraron en su casa, su madre lo esperaba en el salón – biblioteca. Donde pasaban la mayor parte del día.

Doña Isabel estaba sentada con las agujas de la calceta entre las manos, como con quien no va la cosa. Pero al entrar Gonzalo sus manos temblaron y no pudo evitar ponerse en pié. Gonzalo corrió a los brazos de su madre, la estrechó sobre su pecho y la besó repetidamente, después la separó y la miró detenidamente, los seis años habían pasado factura en su rostro. Ya no veía una mujer madura ahora veía una mujer con señas de ancianidad tal vez por haber adelgazado, las arrugas habían hecho presa en su rostro.

—¿Cómo te encuentras Mamá?

—Abandonada por mi hijo mayor — fue la respuesta despectiva de una mujer altiva, con aires de superioridad.

Gonzalo conocía muy bien a su madre y no le dio importancia, contestando.

¿Para qué te hago falta? si tienes a Fernando y la dulzura de María. Además te encuentro muy bien de salud.

—Tu padre falleció hace dos años y tú no te has ocupado de nosotros.

—No creo que me necesites tienes a Fernando como hombre de la casa y en cuanto a mi padre no ha fallecido, quien lo ha hecho es tu marido y no me veo en la necesidad de ocuparme de sus asuntos para eso está su esposa y sus hijos.

—¿Quieres decir que no has venido a ayudarnos en ese caso a que has venido?

—¿Ayudaros? Tu marido “el Barón” debió dejarte rica.

Podríamos decir que he venido a visitar a mi madre y a mis hermanos, a los que hacía tiempo que no veía. Pero si mi presencia no te es agradable, puedo irme a un hotel.

—No, No, no quería decir...

—Ya lo sé mamá ahora estoy aquí y eso es lo importante — Gonzalo volvió a abrazar a su madre.

—¡Ala! besucón sube a tu habitación, la misma de siempre, María se ha ocupado de ella.

A doña Isabel Constancia García, Baronesa de Castro se le habían puesto los ojos rojos y llorosos. Gonzalo y María subieron las maletas a la habitación.

Gonzalo mientras subía las escaleras contemplo los dos retratos colgados de la pared, pintados al oleo de posiblemente antiguos Varones de la familia y que siempre había hallado horrorosos, incluso en alguna ocasión había tenido pesadillas por ellos los encontraba feísimos y con apariencia seria y feroz. En realidad la casa estaba llena de cuadros viejos y antiguos que demostraban la nobleza del apellido, para su madre.

No tardaron en bajar y reunirse nuevamente con ella. La baronesa no tardo en buscar la conversación para sonsacar a su hijo.

—Dime Gonzalo ¿te has casado?

—No, mamá no me he casado, ni tengo novia solo una buena amiga. Sin saber por qué la imagen de Katia invadió la mente de Gonzalo. Tal vez al sentirse ausente la echaba en falta. Su madre prosiguió.

—Al menos abras hecho fortuna; todos los que hacen las Américas regresan ricos, sobre todo los que están en Miami, dime, vives cerca de los artistas.

—Mamá no todos los que van a Estados Unidos regresan Ricos, la mayoría no tiene dinero para regresar y se quedan sin poder volver, solo ganan dinero los como dices tú “artistas” pero esos van y vienen igual que los de allí vienen aquí con contratos y se vuelven a su país.

—Pero llevas muchos años trabajando. Debes tener dinero.

—Sí, tengo dinero para vivir pero no poseo una gran fortuna como la de tu marido, el era noble y tenía dinero, yo no lo soy.

—No sé lo que ha pasado pero desde que falleció Fernando no tenemos liquidez, creo que alguien nos roba el dinero del banco. Pero tú puedes echarnos una mano, me puedes hacer un préstamo. Mientras descubres quien nos roba.

—Mamá te equivocas, yo tengo un pequeño negocio con cinco socios más, solo cobro un sueldo y no puedo coger dinero de la empresa, tengo que conformarme y arreglarme con mi sueldo, como cualquier trabajador español.

—¿Quieres decir que no tienes dinero?

—Quiero decirte que si te diera mis ahorros no se ¿Cuánto tiempo te durarían? ¿Unos meses, un año? Y ¿después qué ocurriría? ¿A pasar hambre?

—No me entiendes— (el orgullo volvió a aparecer en la baronesa) — no necesito tu limosna solo es un momentáneo y pasajero bache, pronto se arreglará todo.

—Si mamá mientras tengas algo que vender ¿Y después qué pasará?

—Nada tu padre nos dejó una gran fortuna solo tenemos que administrarla.

—Mamá ¿verdaderamente crees lo que dices? Donde está la fortuna?

—Déjala ya se ha enrocado, mira como levanta la cabeza — contestó María— salgamos al jardín.

Los dos salieron de la casa dejando que su madre se calmara. El estado del jardín era deplorable no invitaba a pasear, sin darse cuenta llegaron a la cocina por la parte trasera una señora sudamericana estaba en ella.

—¿Tenéis criada? — preguntó Gonzalo en voz baja.

Una alzada de cejas y unos labios apretados le indicaron que se callase, miraron la olla que estaba al fuego, sopa de fideos de sobre, el segundo plato estaba preparado para cocinarse cuando sirviera la sopa, pechuga de pollo. Gonzalo pensó que en vida con su padrastro Fernando, nunca se había comido tan económico. Salieron de la cocina y Gonzalo preguntó.

—¿Qué piensas hacer esta tarde?

—Pensaba estudiar, pero puedo tomarme la tarde libre, mañana no puedo fallar he de ir a la universidad.

—Lo entiendo, ¿quien lleva las cuentas de la familia?

—El año pasado llevé a mamá al despacho de don Alonso Ibáñez aunque yo me quedé fuera y no sé de que hablaron.

—Si es el mismo que llevaba los asuntos de tu padre; espero que llegue pronto el tasador del cuadro y podamos ir a su despacho, tal vez allí encontremos respuestas.

Pasaron al interior y comieron, Fernando seguía durmiendo había llegado a las ocho de la mañana. Al preguntar Gonzalo por él su madre dijo.

—El pobre trabaja de noche debe estar agotado.

—¿Puedo preguntar, cuánto dinero te da al mes?

—Es una pregunta de mal gusto, en realidad gana poco. Pero es cuestión de introducirse como él dice.

—Introducirse ¿donde mamá? Tu hijo no trabaja en nada, en realidad no hace más que divertirse y vivir del cuento.

—No hables así de tu hermano, no tienes derecho.

—Sí en eso tienes razón.

—Los señores tomarán café — la voz de la criada interrumpió lo que parecía ser un nuevo debate.

—Sí el señor tomará café y un poco de brandy— contestó Gonzalo.

—Lo siento señor no hay brandy.

—Desde que te fuiste nadie en esta casa toma brandy, eso es de borrachos.

—Ni vino mamá, cuando estaba tu marido no faltaba el me acostumbro a conocer el buen vino y el brandy en el café. Acaso él era un borracho.

—¿A qué has venido a echarme cosas en cara y a darme mal vivir?

—Todavía no lo sé, tal vez no debería haber venido ya que tu eres rica y no me necesitas.

Se hizo el silencio y la sirvienta sirvió el café. Después de tomarlo Gonzalo cogió un libro y se acomodó en un sillón para leerlo, no llevaría más de quince minutos cuando llamaron a la puerta. María se dirigió a ella, al momento entró con un señor regordete con traje negro y corbata del mismo color, sudando a chorros.

—Mamá, ya está aquí el tasador.

La baronesa se levantó solemne y le dijo ofreciéndole la mano – El señor Cabestayn.

El mismo señora, a sus pies, y realizó una reverencia que complació a la baronesa.

—Pase y admire mi Sorolla.

El señor miró y remiró el cuadro después se dirigió a Gonzalo.

—Por favor podría descolgarlo, está un poco alto para mí estatura.

Gonzalo descolgó el cuadro y lo puso sobre la mesa del comedor con todo el cuidado, el señor le dio la vuelta y después se dirigió a la baronesa, que esperaba impaciente.

—Bien señora ya puedo darle una oferta, teniendo en cuenta que el marco es antiguo y tiene su valor le puedo dar sesenta euros.

—¿Ha dicho usted sesenta euros?

—Si lo único que vale es el marco el lienzo es una falsificación, no vale nada, como mucho podría darle diez euros más, comprenda yo debo sacar una ganancia y no sacaré más de cien, como mucho.

La baronesa se echó el torso de la mano a la frente mientras decía. — Me lo han cambiado, me lo han robado. María cogió a su madre y se la llevó al salón donde la sentó en un sillón, mientras el tasador miraba la mesa y las sillas.

—Por favor señor le acompañaré a la puerta.— se ofreció Gonzalo.

—Si quiere vender la mesa y las sillas le puedo ofrecer una comisión —contestó el anticuario.

—No sé si la señora querrá venderla— respondió Gonzalo. De la forma en que hablaba Gonzalo el comprador dedujo que era un sirviente y le dijo.

—Si la convence se puede ganar cien euros, estos ricachones venidos a menos más pronto o más tarde, lo venden todo. Le hizo un guiño y le dio una tarjeta mientras Gonzalo le acompañaba a la salida.

Gonzalo la guardó en el bolsillo y se fue al salón, su madre seguía con su drama particular. Gonzalo tomó la delantera.

—Mamá podemos hablar como personas adultas o tendré que irme como he venido.

—Ya quieres irte y no has hecho más que llegar, está claro que no piensas en tu madre, no te importa mi dolor.

—Mamá los problemas no se resuelven con dramas, lloros o embustes. Si quieres que te ayude tendrás que ser clara conmigo. He pensado visitar esta tarde a don Alonso Ibáñez. ¿Puedes decirme alguna cosa que él no sepa?

—¡No! ves y habla con él, posiblemente sea uno de los culpables de lo que me ocurre. (Su madre seguía en sus trece) Gonzalo se dio cuenta que no veía las cosas claras y que poco podría contar con ella. Le hizo una seña a María y se fueron a visitar a don Alfonso. Llegados a su oficina llamaron al timbre y les abrieron la puerta, el viejo ascensor rodeado de forja estaba en frente. Subieron al segundo piso en la puerta apenas iluminada, un letrero decía “pase sin llamar” así lo hicieron; pasaron y se encontraron frente a una señora cincuentona, con más maquillaje que una vedete, que les dijo sin dejarles hablar.

—Buenas tardes, ¿desean hablar con don Alonso? ¿A quién debo anunciar?

—Somos los hijos de don Fernando de Castro.

—Perdonen que no les haya reconocido. María había estado el año anterior pero Gonzalo no había estado nunca, era difícil que los reconociera; pero posiblemente el nombre de su padre le recordase que eran clientes. La recepcionista habló por el interfono y escucharon como le decía don Alonso.

—Que pasen, que pasen.

—Una puerta a la izquierda se abrió y ambos pasaron mientras eran recibidos por don Alonso tendiéndoles la mano y ambos le devolvían el saludo. Don Alonso se dirigió a su silla tras el escritorio mientras con un ademán les indicaba las sillas que estaban ante él para sentarse.

—Bien ustedes dirán.

—Nos presentaremos, María mi hermana menor y yo soy Gonzalo el hijo mayor de doña Isabel García. En realidad nuestra visita se debe al interés por las cuentas de nuestra madre y desearíamos saber...

—Por favor no siga — interrumpió don Alonso.— Yo no llevo las cuentas de su madre desde el año pasado cuando me acusó de robarle y me mando literalmente al cuerno.

—Dios mío – exclamó María – yo estuve el año pasado aquí con ella, pero no sabía nada de lo ocurrido.

—El año pasado no hizo la declaración de Renta y si no ha contratado los servicios de otro gestor no creo que la haya hecho este año. —contestó Alonso.

—Eso demuestra lo que ya me temía, mi madre ha vivido en su fantasía y sigue viviendo en ella, sin darse cuenta de la realidad. María tendremos que tomar medidas y hacernos cargo de todo.

—¿Qué podemos hacer? — preguntó María.

—Don Alonso, ¿podría usted pedir el borrador de hacienda y ponernos al corriente de pagos o cobros?

—Si incluso si es necesario hablar con hacienda y explicar el caso, “no son unos ogros” y entienden ciertas situaciones.

—Y ahora puede decirme lo que sepa de la situación de mi madre.

—Sí, hasta donde yo se la culpa no es solo de su madre ella ha heredado la mala gestión de su padre. Me explicaré.

Hace años que su padre iba vendiendo parte de su fortuna, en primer lugar vendió las acciones que tenía en diferentes compañías, mas tarde fue vendiendo y comprando en otras partes por ejemplo, compró una nave en Gandía para almacén de cítricos y dudo que se haya empleado para tal fin. Para ello vendió los viñedos de La Guardia. En fin no puedo detallarles todo cuanto vendió, pero si les diré que tiene un préstamo avalado con la casa de Las Rozas. Según mis últimos informes antes de su defunción. Le quedaban los bajos repartidos en tres pequeñas empresas en la plaza real de Madrid, de los cuales cobra en total, mil doscientos euros al mes. Porque hizo contratos fijos a quince años, pero al descontar el préstamo de quinientos, solo le quedan setecientos euros para pasar el mes, mas la poca viudez de su madre; su padre pagó siempre el mínimo de autónomos y solo a partir de los años en que fue obligado. Abra que tener en cuenta que la finca de Gandía desde hace más de diez años empezó a decrecer y hace cinco años que no da producción, esa puede ser la causa de las penurias de su familia. Miren ustedes yo le he llevado muchos años las cuentas a su padre y esa finca fue la panacea durante muchos años era la que sustentaba a la familia a un buen nivel, seguramente su declive coincidiese con el declive de la fortuna de su padre.

Gonzalo y María se miraron, la exposición de don Alonso había sido harto elocuente. Gonzalo le entregó una tarjeta con su teléfono y le dijo que se encargase de aclarar las cuentas en lo posible y que no se preocupase por la cuenta; esta pasaría a su cargo. Salieron del despacho y Gonzalo dijo a María que se dirigiese al banco una vez allí le hizo introducir la tarjeta y pidió un informe del saldo, quedaban doscientos cuarenta euros. Gonzalo le dijo a María que sacase los doscientos euros y que se los guardase para sus necesidades. Después pasaron por el supermercado e hicieron una gran compra antes de regresar a casa. Al llegar se fueron directamente a la cocina. Allí estaba Rosa la sirvienta friendo unas croquetas congeladas y cortando patatas.

Sin mediar palabra Gonzalo quitó la sartén del fuego y preguntó a Rosa.

—¿cuánto tiempo llevas aquí?

—Tres meses señor.

—¿Y te ha pagado la señora?

—Solo el primer mes, me ofreció ochocientos euros al mes y arreglarme los papeles.

Gonzalo miró a María, con cara de desaprobación. Antes de decir a Rosa.

—La señora no te hará nunca los papeles, no comprendes que si no te pide papel alguno es porque no piensa arreglar nada, la señora no dispone de dinero para pagarte.

—Pero ella dijo que...

—¡Rosa! no tiene dinero— interrumpió Gonzalo — si sigues aquí no cobraras, yo puedo darte dos mil dólares, es más o menos lo que te debe y te buscas una casa que te merezca o al menos que te pague.

María intervino.

—Mi hermano tiene razón debes coger su oferta.

Rosa no sabía qué hacer al fin frotándose las manos con nerviosismo dijo.

—Está bien como usted quiera.

Gonzalo subió a su habitación y cogió los dos mil dólares, cuando iba a bajar su hermano salía de la ducha envuelto en el albornoz, se quedó un momento mirándolo.

—¿Gonzalo? —Dijo con sorpresa – No sabía que habías vuelto.

—Si he llegado esta mañana estabas durmiendo y no quise molestarte – los dos hermanos se abrazaron, después Gonzalo miró a Fernando mientras decía— Estas hecho un hombre, ahora eres el hombre de la casa, bueno vístete y nos vemos abajo.

—Ahora mismo bajo.

Gonzalo dio el dinero a la sirvienta y esta se fue sin despedirse de nadie. Acto seguido Gonzalo se puso a pelar las patatas que había dejado Rosa, a medias. María había llenado el frigorífico y la despensa.

—¿Que sacamos para cenar?

—Me apetece cenar unas chuletas de cordero con patatas y ya que están hechas añadiremos unas croquetas. ¡A! Fernando se acaba de levantar, tendremos que contar con él para la cena.

Fernando no tardó en entrar y al ver a sus hermanos cocinando pregunto con extrañeza.

—¿Y la criada, que pasa que tenéis que cocinar vosotros?

—Las sirvientas que no cobran suelen irse – contestó María.

—No me digas que se ha ido y precisamente el día que llega Gonzalo.

—Yo no tengo sirvienta en Estados Unidos.

—¿Y cómo te las apañas?

—Igual que ahora pelando patatas y limpiando cuando tengo tiempo.

—¡A no! yo no pienso cocinar ni lavar “eso es cosa de mujeres” hermano.

No le dio tiempo a contestarle, salió de la cocina y se fue con su madre, con las buenas noches y un beso en la mejilla la tenía ganada. María que había salido tras él interrumpió.

—Mamá estamos elaborando la cena, patatas fritas con chuletas de cordero y croquetas de jamón. ¿Cuántas chuletas quieres?

—Dile a rosa que con dos tengo bastante —contestó altiva.

—Mamá Rosa se ha ido hace dos meses que no le pagas.

—Que poca vergüenza dejar una casa noble por cuatro duros.

—”Euros” mamá euros y no cuatro sino mil seiscientos, mucho más dinero del que dispones en el banco.

—¿Que sabes tú de cuanto dispongo en el banco? Preguntó con acritud.

En ese momento entraba Gonzalo.

—Si lo sabe ha ido a llenar el depósito del coche y no habían fondos. He tenido que pagar yo y también he llenado la nevera. Últimamente está muy poco utilizada. En fin la cena está terminando hay que poner la mesa. Y Gonzalo se retiró mientras María ponía la mesa; su madre no abrió la boca. Un poco más tarde Gonzalo salió con dos fuentes para cenar; daba la sensación que nadie quería hablar solo se escuchaban los cubiertos al cortar la carne, por fin Fernando dijo.

—Deliciosas hacía mucho tiempo que no cenaba tan bien. Dime hermano ¿qué piensas hacer? ¿Piensas quedarte?

—No, tengo negocios que atender y no podré estar mucho tiempo aquí, mañana tengo trabajo por Madrid, pensaba coger el coche de mamá si no hay inconveniente.

—No hay inconveniente— respondió su madre con seriedad.

—Lo más seguro es que no venga a comer la despensa está llena no tenéis problema.

—Hermano no creo que hayas venido a quitarnos el hambre, hasta hoy no nos has hecho falta hemos salido adelante sin tu dinero.

—Lo celebro porque no tengo suficiente dinero para estar pendiente de vosotros y pagaros las deudas.

—¡Nosotros no tenemos deudas! — dijo Fernando con indignación.

—Lo celebro hermano, pero por que no le preguntas a mamá de donde ha sacado el dinero hasta hoy, te has preguntado donde está la vajilla de la cartuja, la cubertería de plata y toda la plata de su capilla o sus joyas, todo lo que lleva son baratijas.

—No le hagas caso a Gonzalo, ¡sí! hemos pasado un bache pero ya se arreglará todo como tú dices, papá nos dejó ricos.

—¿Por qué no le dices que esta misma tarde has intentado vender el cuadro de Sorolla. No lo ha podido vender porque es falso de lo contrario no estaría colgado en la pared.

—Gonzalo no sigas así, estás faltando a nuestra madre.

—Pues pregúntale, porque esta casa tiene una hipoteca.

—No hagas caso, hay, hay...

La baronesa puso en marcha el torso de su mano sobre la frente dejándose caer sobre la silla. Fernando se levantó cogiendo un abanico y dando aire a su madre. Gonzalo y María salieron a tomar el fresco no querían ver la escena. Tantas veces repetida.

—¿Que podemos hacer Gonzalo?

—Tendremos que tomar medidas drásticas. Solo podremos ayudarles si ellos se convencen de la realidad y mamá tiene más culpa que Fernando, no le deja ver más allá de su imaginación. Mira María, Fernando puede ser engreído y estúpido pero nunca fue tonto, siempre ha sabido lo que le conviene o interesa. Hasta hoy a utilizado el dame pan y llámame tonto, pero pronto comprenderá que no puede seguir así; creo que solo necesita un escarmiento o algo que le haga ver la realidad, el peor impedimento es mama.

—¿Tienes algún plan?

—Si, en cuanto puedas vas al banco y te abres una cuenta a tu nombre y todos los meses cuando paguen los inquilinos, sacas el dinero con la tarjeta y lo metes en tu cuenta. Que no tengan dinero que gastar y procura hacer tu las compras. Yo por mi parte me ocuparé de los gastos.

Entraron en la casa en el momento en que salía Fernando, sin decir ni buenas noches subió a su coche y se fue.

A las siete de la mañana recibieron una llamada al teléfono de su madre, en la cual les informaban que su hermano estaba en la comisaría de Chamartín. No tardó en personarse Gonzalo en busca de su hermano. Después de informar al policía que estaba de turno le dieron la explicación de los echos.

—Ayer hubo una reyerta entre bandas, seguramente a causa de la droga y el reparto para venderla hay dos heridos y creemos que algunos huidos, cogimos a cinco, entre ellos a su hermano pero pronto nos dimos cuenta que la cosa no iba con él, estaba borracho en el lugar de la reyerta y lo subimos al furgón con los demás. Todavía está durmiendo la mona. No hay cargos contra él pero...

—Ya entiendo ¿me lo puedo llevar?

—Sí, si se despierta.

Pasaron al interior y Gonzalo como pudo cargó a su hermano en el coche y se fueron. Al llegar a su casa su madre los esperaba.

—Hay dios mío que te han hecho, ¿cómo estás? y que mal hueles.

Gonzalo no izo caso a su madre duchó a su hermano y lo acostó. Al bajar dijo a su madre.

—Lo he acostado y creo que tiene para rato te dejará tranquila, yo no vendré a comer.

Salió de la casa y se dirigió al banco, una vez en su interior pidió hablar con el director. Al cabo de un rato pudo entrar a su despacho. Se presentó y le ofreció una tarjeta con su nombre y número de teléfono.

—Bien usted dirá señor Gonzalo.

—Soy hijo de la Baronesa Isabel García. Este es su número de cuenta y este mi DNI. Podrá comprobar que mis hermanos tienen tarjeta en la cuenta de mi madre. Yo no la quiero ni me hace falta; tenía una libreta aquí hace seis años y solo quiero saber si todavía existe.

—Vamos por partes señor Gonzalo.— El director tecleó el ordenador y apareció en pantalla.— Si tiene usted ochenta y dos euros en su cuenta.

Bien a partir de este momento necesito su ayuda; le voy a hacer un traspaso de dinero procedente de América, lo que quiero es que todos los gastos que vengan a la cuenta de mi madre se abonen en la mía y también quisiera saber cuánto le queda por pagar del préstamo.

El director volvió a teclear el ordenador y le dijo.

—Faltan por pagar siete mil doscientos Euros.

—Bien, quiero cancelar la deuda, con su permiso voy a hacer una llamada para que le hagan el traspaso.

Gonzalo tecleó su móvil y pronto se escuchó la voz de Katia.

—Si dime Gonzalo, ¿donde éstas?

—Estoy en Madrid, necesito que me hagas un favor, si, si, ya... si si ya. Entiendo si si claro, pero escúchame, si. Pero necesito que me traspases treinta mil euros si ahora te dan la cuenta. Vale, vale...

Tome dígale usted el número o no terminaremos nunca.

Gonzalo cedió el teléfono al director y este pudo dar el número de la cuenta a Katia, después se lo devolvió a Gonzalo y tuvo que esperar a que Katia se desahogara con Gonzalo y le dijera todo lo que tenía que explicarle del negocio para que este pudiera colgar.

—A partir de ahora, necesitaré una tarjeta y que me avise cuando sea activa y pueda utilizarla.

—Pues bien señor Gonzalo le llamaré por teléfono en cuanto sea efectivo el traspaso y procuraré seguir sus instrucciones. Será activa inmediatamente con su antigua cantidad.

Con su nueva tarjeta y la cuenta en el banco Gonzalo se sentía respaldado y seguro.

Gonzalo miró su reloj faltaban diez minutos para la una del medio día y decidió ir a casa de su padre. Su vivienda estaba a quince minutos en plena castellana sobre su antigua tienda. Decidió dejar el coche en el aparcadero e ir a pié, mientras tanto iba recordando las antiguas tiendas y escaparates tantas veces visitados y escudriñados. La Castellana le traía muchos recuerdos de su niñez y sus inocentes travesuras. Sin darse apenas cuenta, llegó a una puerta conocida. La antigua tienda de su padre; sobre su puerta en madera labrada seguía el nombre “Tejidos Santa Clara “ a ambos lados de la puerta protegido por cristal de arriba abajo. “ Bodas y comuniones”. La puerta cerrada y repleta de papeles y suciedad, denotaba su abandono volvió la cabeza a su derecha por la acera, por ella se acercaba una silueta conocida con paso cansino, Gonzalo se colocó frente a él. El caballero levantó la vista mirándolo y en voz baja denotando su sorpresa balbuceó. ¡Gonzalo!.

—Si soy yo Federico.

Los dos se abrazaron fuertemente, Federico el mejor amigo de su padre y el hombre que más se había ocupado de él en su niñez. Federico era quien lo recogía y lo devolvía a casa de su madre; su padre no soportaba encontrarse con Fernando o Isabel y Federico era quien más disfrutaba con la presencia del niño, al que trataba como hijo propio.

—Ven sube tengo cocido para comer, como sabes suelo hacerlo para dos o tres días. Vengo de comprar pepinos y tomates para la ensalada.

A Gonzalo le encantaba la cocina de Federico, de la que había disfrutado en su niñez junto a su padre. Federico no le dio opción de preguntar nada, hablaba sin parar y preguntaba cosas sueltas como hubiera hecho una abuela con su nieto. Puso la mesa calentó la comida y la sirvió, mientras Gonzalo miraba los rincones y muebles de aquella casa tan visitada aunque todo lo encontraba más viejo como a su propietario. Después de comer ya más relajado Federico, Gonzalo pudo preguntar por su padre.

—Dime tito ¿dónde está mi padre? Por lo que deduzco no está en casa.

—¡A! tu padre se ha largado con la viuda.

—¿Que viuda y qué ha pasado con sus negocios?

—¡Ya! sus negocios; veo que no sabes nada— contestó Federico con tristeza.

—¿Que debo saber? Cuando me fui mi padre era el director general para todo el país de una multinacional dedicada a la confección y distribución de ropa, yo no le conocía aventura alguna con mujeres. También se que no tenía los mismos gustos sexuales que tu. ¡Pero yo te quiero tito Fede!

—Así es en eso éramos distintos, pero el siempre me respetó sin hacer nunca un mal comentario, posiblemente por eso lo tengo como más que un hermano.

—Tito Fede (nombre que le daba de pequeño Gonzalo y que gustaba a Federico) creo que tenemos tiempo y me gustaría que me informases de lo ocurrido en estos últimos años.

—No todo ocurrió en estos últimos años, tu padre ya tenía problemas antes de que tú te fueras, pero quien está enterado de todo es Cortés y tal vez Maribel, pero sobre todo Constantino Oñate, el abogado. Mejor te cuento lo que yo sé de él.

Como recordarás la antigua tienda “la de abajo” fue la que heredó tu padre de la familia, nunca quiso separarse de ella. Cuando se casó con tu madre nunca pensó en cambiar nada la tienda daba suficiente para vivir y así fue durante unos años, dos años más tarde se vendía este piso y pude comprarlo para vivir cerca de mi mejor amigo. Pero eso ya lo sabes. Cuando tu madre se fue tu padre cayó en una depresión no entendía nada, según decía tu padre, Isabel había cambiado la felicidad por la fantasía. Al cabo de unos meses llamó a mi puerta con unos planos en la mano, como recordarás la tienda no era muy ancha solo siete metros, pero si muy profunda hasta llegar a las ventanas del patio interior. Extendió los planos sobre la mesa y en un tono eufórico me dijo.

—¡Se acabó vender solo telas vamos a confeccionar. Mira la parte delantera será un escaparate profundo, al entrar en la tienda solo quiero que se vean maniquís vestidos, el mostrador lo desplazaremos hacia atrás, (No costará mucho todo es madera) en el interior otra sala con modelos y telas. Y al fondo el taller de confección. La marca Santa Clara vestirá lo mejor de Madrid. Le dije.

—Me estás diciendo que quieres fabricar, ¿te lo has pensado bien?

—Si necesito ganar dinero y demostrarle a Isabel que no soy un pobre tendero, ganaré más dinero que su barón. Mira Federico tú tienes gusto yo conozco el mundo de la costura incluso en ocasiones aconsejo a las mejores modistas, puedo permitirme sacrificar varias piezas de tela de la mejor calidad y...

—¡Espera no corras tanto! — le dije— Necesitarás maquinas y señoras que sepan cortar yo tengo gusto y puedo ayudarte, pero nunca he cogido unas tijeras.

—Doña consuelo y su hija Cristina, ya he pensado en ellas la madre necesita cotizar o no cobrará la vejez y su hija es muy joven pero aprende rápidamente y sabe mucho de moda.

—Tu padre estaba ilusionado y pusimos su plan en marcha, unos carteles anunciadores crearon la suficiente curiosidad en Madrid. Todas las casamenteras pasaban a ver los vestidos de novia a los dos años teníamos seis chicas fijas cosiendo dependiendo de la época cosíamos vestidos de comunión de fiesta trajes de caballero etc. Tu padre empezó a comprar camisas y ropa de otras empresas a precio más bajo de lo que le costaba coserlas y el local se quedó pequeño. Una marca de las que le servía camisas y ropa interior, se ofreció para abrir nuevas tiendas, las primeras galerías de Madrid fueron el lanzamiento de las dos marcas unidas después de una tienda vino otra y otra. Poco a poco tiendas prestigiosas de otras comunidades vendían sus modelos. Cuando tú tenías quince años prácticamente la red estaba extendida por las principales capitales. En ese momento apareció una multinacional dispuesta a invertir con los bolsillos llenos y unas grandes fábricas detrás. La nave que había adquirido tu padre para sacar las maquinas de coser de la tienda se convirtió en el almacén de la multinacional. Tu padre fue listo nunca vendió ni mezclo la tienda de Santa clara, ni vendió la nave. Cobró alquiler de la nave y vendió las demás tiendas su socio y él fueron absorbidos por Clinton & Amali.

Lo que ocurrió allí yo no lo sé, me quedé en la antigua tienda con Cristina y Ana, hasta hace dos años en que tu padre lo cerró todo y se fue con la viuda.

—Federico me has contado casi todo lo que ya sabía pero no me has dicho nada de la viuda.

—¡O! Perdona se me ha ido el santo al cielo. Como sabes tu padre dirigía la gran empresa pero siempre que podía pasaba por aquí, era como si el dinero no lo hiciera feliz y su felicidad estuviera en esta tienda. Todos los viernes pasaba por la mañana antes de cerrar a medio día y solía comer en mi casa, o nos íbamos juntos a comer hablábamos de todo lo referente a Santa Clara pero nada de Clinton & Amali . Ya me estoy yendo otra vez.

La cosa fue que cierto día tu padre entró en la tienda cuando una joven se probaba un precioso vestido de boda, le acompañaba su madre, tu padre estuvo en la prueba sin decir nada; pero al salir la chica vio un vestido sobre un maniquí y le dijo a su madre.

—Mira que vestido más bonito este deberías comprar y no el que tienes todo negro. Su madre contestó.

—Sabes que estoy de luto por la muerte de tu padre.

—Pero mamá seis años de luto, o te compras el vestido o no me caso, tome aquí se queda el vestido.

El caso fue que tu padre intervino y convenció a la viuda, esta se probó el vestido y le caía como un guante pero la niña se empeño en que lo cortásemos por debajo de la rodilla. Cristina estaba a punto de salir a comer y tu padre la retuvo.

La señora dijo no podemos quedarnos, debemos ir a Lérida donde se casa mi hija mañana y tenemos que coger el tren, lo siento pero no podemos esperar. Tu padre me miró y yo me puse a temblar, conocía esa mirada se volvió frente a las clientas y les dijo que Cristina y yo nos quedaríamos hasta terminar el vestido, mientras él las invitaba a comer, la señora intentó convencerlo de que no tenían tiempo, que el tren no esperaba y ¡el colmo de los colmos! ¡Tu padre no solo las invitó a comer también se ofreció a llevarlas a Lérida con su coche! Las señoras aceptaron y eso provocó que Cristina y yo tuviéramos que cortar el vestido en vez de irnos a comer. “Un crimen” fue un crimen el vestido era precioso.

—¿Y qué pasó después?

—Se fue con ellas y se quedó a la boda, a partir de ese día no había puente que no aprovechara para irse a ver a la viuda y allí está.

—¿Sabes por dónde se va?

Federico se levanto y sacó unos papeles de un cajón.

—Toma este es el plano que me hizo por si quería ir algún día. ¡Que ni lo sueñe! está en el campo, según me dijo, entre gallinas y conejos.

La conversación con Federico dejó intranquilo a Gonzalo ¿qué pasó con la gran empresa de la que su padre era el director? ¿Por qué había cerrado Santa Clara y había despedido a la gente? No era el estilo de su padre, al menos el padre que él conocía, luchador hasta las últimas consecuencias y sobre todo ¿porqué no había contado con él o le había informado de sus problemas?

Eran demasiadas preguntas incontestadas, decidió que al día siguiente iría en su busca; se marcho a su casa y preparó una maleta, informó a su madre y a su hermana de que al día siguiente partiría temprano.


Llegando a Lérida no tuvo problema para encontrar el antiguo caserón donde estaba su padre, era la típica casa de payes con su corral y un pequeño huerto a ambos lados una plantación de Manzanos y otra de perales, marcaban su territorio. Gonzalo vio un señor con un mono azul cambiando el aceite a un tractor, se acercó a preguntar cuando se dio cuenta que era su padre.

Padre e hijo se abrazaron seis años eran muchos años, sin verse ni hablar su padre se despojó del mono y se lavó las manos en una pila exterior, antes de entrar en la casa y llamar a Consuelo. Esta estaba en la cocina preparando la comida salió presurosa a la llamada de Gonzalo Manuel (al que todos llamaban Manuel ese fue el motivo de ponerle solo Gonzalo a su hijo). La señora era muy educada, de buen ver y muy dispuesta. Gonzalo entendió perfectamente por que su padre se había enamorado de la viuda; después de las presentaciones le dijo a Gonzalo.

—Puedes llamarme Consuelo como todo el mundo y me gustaría que te sintieras como en tu casa.

—Gracias Consuelo.

La señora se fue nuevamente a la cocina mientras Manuel le explicaba a su hijo el trabajo en la granja y le decía.— Parece mentira lo poco que se necesita para vivir en un sitio como este. Mira Gonzalo, tenemos gallinas y un gran corral, no nos terminamos los huevos y de vez en cuando vemos salir una nueva nidada de pollitos, en cuarenta días están para comer, se alimentan de las sobras de la huerta y los conejos no paran de tener camadas, prácticamente no vendemos pero en ocasiones vienen vecinos y les damos. También tenemos unas ovejas y un cerdo que matamos todos los años. Se puede decir que la comida es de nuestra propia cosecha. El cerdo lo compramos de lechón todos los años. Acostumbrado a la ciudad este es otro mundo donde no tiene tanta importancia el dinero. Tal vez porque no hace tanta falta, ¡Gonzalo aquí soy feliz!

Consuelo les llamó la comida estaba en la mesa. Mientras comían Gonzalo contó a su padre y a Consuelo sus años vividos en Estados Unidos; como había montado su negocio sin apenas capital y como había crecido en relativamente poco tiempo. En fin no podía quejarse de su suerte.

—No es suerte es trabajo— dijo su padre – creo que en este mundo cada cual tiene su lugar reservado, pero hay quien no lo busca y sin buscarlo es difícil encontrarlo.

—Papá, tal vez nosotros hemos tenido suerte en esta vida, pero hay mucha más gente que se acostumbra a un trabajo durante muchos años y cuando lo pierden y no encuentra su oficio, su vida se desmorona pues no saben hacer otra cosa. Creo que hay personas con más o menos suerte en la vida y también algunas que por su poco ímpetu o miedo dependen de otras para sobrevivir y hay que ayudarlas.

—Puede que tengas tu parte de razón. Pero sigo diciendo que todos tenemos la obligación de buscar nuestro sitio. Fíjate en Tito Fede, que hubiera sido de él si yo no me hubiera ocupado de él; nunca buscó su lugar en el mundo y sin embargo era muy bueno en su trabajo. Hay personas que en realidad no saben cuál es su sitio y lo peor es que no lo buscan. Consuelo les interrumpió.

En la parte delantera de la casa había dos grandes nogales, Consuelo les propuso tomar café a la sombra, Manuel se levantó y quitó la mesa mientras Consuelo fregaba los platos. Cogió el azúcar y una botella de brandy catalán y lo depositó en la pequeña mesa que había bajo un nogal. Padre e hijo se sentaron en las mecedoras a la sombra. Momento que aprovechó Gonzalo para decirle a su padre.

—Bien papá, ahora quiero que me expliques ¿qué pasó con la empresa y por qué cerraste Santa Clara.

—Es una larga historia.

—No temas, no tengo prisa, lo que más me interesa es saber que pasó para cerrarla. Cuando todo iba bien.

Consuelo salió con el café y una vez servido. Manuel empezó a contar.

—Tal vez nunca debieron mezclarse con los chinos, en fin como suelen decir nacemos, crecemos y desaparecemos eso nos ocurrió pero...

Mira Gonzalo cuando me fusioné con “Confecciones Adrián” empezamos a crecer a pasos agigantados, el me necesitaba a mí y yo a él, empezamos comprando unos locales después le siguieron otros; el negocio seguía creciendo y nosotros reinvertíamos las ganancias en el mismo negocio, pero vinieron los americanos con los bolsillos llenos. Necesitaban un negocio en expansión y a ser posible con una buena y consolidada red para distribuir su producto. A Adrián se le llenaron los ojos y me pidió vender era una gran cantidad y para él significaba que nunca más volvería a trabajar y podría dedicarse a la cría de Caballos (su gran afición) . Yo quería estar ocupado y pedí trabajo como director, por otro lado me quedé con la parte de la nave que correspondía a Adrián y la alquilé a la empresa nunca vendí Santa Clara y seguí trabajando en ella; Federico era el alma de la tienda y Cristina con dos nuevas chicas la que se ocupaba del taller, por su parte Carolina era la mejor vendedora, en fin entre ellas y Fede se apañaban y tiraban de la tienda (era como mi pequeño capricho). Durante unos años todo fue bien pero más o menos cuando tú te fuiste pasó algo que no estaba en el trato con Clinton & Amali; pero yo ya nada podía hacer solo era el presidente para la península. La compañía se unió con un socio chino y yo solo me quedé como encargado de los locales de Madrid “aunque con el mismo sueldo”, ¡afortunadamente! porque al poco tiempo aparecieron ocho cadáveres en un contenedor que venía repleto de ropa procedente de china. El encargado del almacén me llamó, no sabía qué hacer y yo le aconsejé que llamase a la policía. Se sucedieron los interrogatorios todos tuvimos que pasar por el juzgado. En fin parece ser que la compañía quedó exculpada, según dijo un directivo, nadie era culpable de que unos trabajadores se colasen en el contenedor. Perdimos el contenedor como resultado, algo insignificante para la empresa.

Meses más tarde, Juan el mecánico y encargado de las máquinas de coser, vino a mi despacho; treinta personas orientales habían llegado al almacén o fabrica. Y el encargado había despedido a todos los trabajadores españoles. Yo poco o nada podía hacer, a los tres meses llegaron más maquinas de coser y cinco personas más, Juan fue despedido; después le siguió Cortes mi mano derecha. Yo ya no pude aguantar más y antes de enfrentarme con ellos hablé con Constantino Oñate el abogado de la empresa que antes había sido mi abogado. Y decidimos visitar el almacén ante las reticencias del encargado y después de mostrarle una tarjeta de la empresa con mi nombre y cargo, pudimos verlo y pasar al taller de confección. Solo cinco personas trabajaban en él. El resto de las máquinas estaban paradas pero sucias y con pilas de ropa para coser. Hicimos el visto bueno al encargado, y le dimos la mano felicitándolo.

Ya en mi despacho hablé con Constantino. Le dije que tras una pila de cajas habían personas escondidas el olor las delataba y las maquinas apenas hacían unos segundos que habían sido utilizadas; yo las había tocado y estaban calientes, también estaban las pilas de ropa y la suciedad.

—Si yo también me he dado cuenta, es fácil entender que cinco personas no pueden coser en treinta máquinas. —contestó Oñate.

Nos sentamos cómodamente, ninguno de los dos sabía cómo afrontar el problema decidimos callar de momento y pensarlo bien antes de tener que lamentar nuestras decisiones. A los quince días teníamos reunión y en ella nadie hablo del tema, tal vez alguien esperaba que yo hablase pero no lo hice.

Pocos días más tarde comí con Oñate y este me dijo.

—Manuel he visto tu ficha y la semana que viene cumples sesenta.

—Si ¿qué quieres decir con eso?

—Podrías pedir la jubilación anticipada o el despido, dos años al paro y te jubilas o que te haga un arreglo la empresa, no creo que te falte el dinero.

—No, no me hace falta el dinero, pero donde quieres ir a parar.

—He hablado con un amigo policía y están investigando todas las empresas de importación de los polígonos eso debe incluir a la nuestra, en pocas palabras si desapareces mejor. Una vez estés fuera contaré al policía lo que se, sin involucrarte ni involucrarme.

—Tú sabes que siempre he padecido de ciática ocasionalmente. Fui a mi amigo Roberto y le pedí que me hiciera un informe médico de la columna, solo para la empresa. Lo hizo recetándome descanso por lesiones y desgaste en las vertebras. Yo mandé el informe a la dirección vía correo electrónico con una carta por la cual pedía un acuerdo para rescindir mi contrato con la empresa de la manera más ventajosa para los dos por motivos de salud.

La respuesta fue inmediata al día siguiente no funcionaba mi ordenador y mi secretaria había sido despedida conmigo. Ana la chica que había empezado como costurera y que tenía estudios de administrativa, la cual había sido mi confidente y secretaria desde el principio estaba despedida, un señor oriental no tardó en aparecer y nos lo comunicó personalmente pasamos a mi despacho y firmamos el acuerdo. En realidad era muy ventajoso para mí y también para Ana a la que se le abonó hasta el último céntimo. Tres meses después la policía entraba a saco al almacén los acontecimientos se sucedieron. Yo tomé miedo de que le ocurriese algo a la tienda y la cerré despidiendo y pagando a todo el mundo. Tito Fede no entendía que pasaba y se enfadó conmigo. Pero yo se que hice lo correcto.

Las tiendas fueron vendidas a otra compañía también asiática, con nombre español la nave continuaba precintada por la policía pero tres meses más tarde ardió misteriosamente. El seguro seguía estando a mi nombre, di parte a la compañía les dije que solo quería que la reparasen y no quería saber nada más, hace dos meses me llamó Oñate y me dijo que la nave estaba nueva. Solo Oñate y Federico saben mi teléfono y donde estoy.

Hijo aquí soy feliz Consuelo me quiere y es especial a su lado he encontrado la felicidad, no tengo obligaciones ni que aguantar a nadie. Trabajo lo que quiero y cuando quiero, nadie me manda ni padezco estrés. ¿Qué más puedo pedir?

—No me has preguntado por mi madre.

—No, sabes de sobra que fue mi obsesión, pero cuando murió Fernando fui al entierro y vi a tu madre, vi su falsedad y me di cuenta que ya no la quería y una sensación de rabia acudió a mi por haberla querido durante tantos años. No me acerqué a ella pero si, di mis condolencias a tus hermanos.

—¿Sabes porque he venido de América?

—¿No será por verme a mí? Aunque me gustaría creerlo.

—No papa aunque tenía ganas de volver y verte, el motivo fueron los problemas económicos por los que está atravesando mi madre. Fernando le dejó muy poca renta y alguna deuda y aunque tiene vienes no sabe cómo conservarlos. No dispone de liquidez y lo está malvendiendo todo, creo que su cabeza no sabe donde se encuentra.

—Yo tengo dinero y aunque no le debo nada, si hace falta sacarla de algún aprieto yo podría...

—No papa tiene dos hijos y ellos son quienes tienen que resolver sus problemas.

—¿Tu qué piensas hacer?

—Ayudarles; e intentar que ellos decidan lo mejor por sí mismos, deben recibir la herencia de su padre, pues mamá sigue dirigiendo la casa y tal vez pensándolo bien ha sido mejor así, no se Fernando que hubiera hecho en caso de heredar.

—¿Necesitas dinero?

—No papa tengo una saneada economía y negocios florecientes en Estados Unidos. Tengo una importadora de productos Españoles no perecederos, con otros cinco socios y no me va mal. Por cierto si conoces alguna bodega de Cava que tal vez quiera venderme su cosecha me serías de gran ayuda

—En muchas cosas te pareces a mí. El negocio es el negocio.

—Bien papa mañana me iré antes quiero pasar a visitar un buen proveedor y todavía no he pensado como convencer a mi hermanastro y a su madre de que así no pueden seguir.

—¿Y la pequeña?

—Está de mi parte hará lo que yo le aconseje, es la más cabal de todos, ella es quien me llamó. En cuanto a ti me alegro de que estés bien y en compañía. Papa te lo mereces y dime ¿no hechas en falta a Santa Clara?

—Mentiría si te dijese que no, ha sido mi vida y mi obsesión.

—¿Que opinarías si se volviera a abrir?

—Prefiero no opinar. Pero piensa que eres mi único heredero y que Santa clara es tuya lo mismo que la nave y mi vivienda, a mi cómo ves me sobra todo.

Si parecía que Manuel había encontrado la felicidad completa después de muchos años de lucha. Al día siguiente Gonzalo se despidió de su padre y aprovechó para visitar a dos bodegas antes de regresar a su casa. Dos días después regresaba.

A las cuatro de la tarde entraba en el aparcadero, cogió la maleta y se dirigió a la puerta, le extrañó ver a su hermano paseando por el jardín con un brazo en cabestrillo y ayudado por un bastón. Fernando se sentaba en el banco que había bajo el olmo, Gonzalo dejo la maleta en la puerta y se fue a interesarse por su hermano. Se sentó junto a él mientras le preguntaba.

—¿Que te ha ocurrido? ¿Has tenido un accidente?

Fernando miró a su hermano y no pudo articular palabra agachó la cabeza y lloró, por primera vez Gonzalo veía llorar a su hermano de forma sincera siempre lo había hecho en falso para conseguir los favores de su madre o algún capricho. Gonzalo se armó de paciencia y esperó a que Fernando pudiera hablar y cuando lo hizo fue para decir.

—¡Me matarán! Gonzalo me matarán.

—¿Quien quiere matarte y por qué? Nadie mata a nadie si no está loco.

—Víctor si me matará.

—¿Quien es Víctor y porqué quiere matarte?

Frenando volvió a esconder su cara mirando al suelo y dejando caer las lágrimas, después de unos largos segundos agitó la cabeza mientras limpiaba su rostro y se decidió a hablar.

Yo quería demostrarte que me las podía arreglar por mí mismo. Quise sacar dinero del banco y no había más de doce euros, le pedí dinero a mamá y solo pudo darme veinte euros. Los utilicé para poner gasolina, cogí el Omega de papa y lo empeñé para entrar en una timba. Víctor me dejó quinientos euros por el reloj, una hora más tarde lo había perdido todo seguí jugando con dinero de Víctor con la promesa de que al día siguiente se lo pagaría. Ayer por la tarde cuando salí me esperaban Víctor me reclamó su dinero al no poder dárselo me dieron una paliza, no tengo nada roto pero el brazo me lo forzaron y casi no puedo moverlo. En la pierna tengo un bocadillo y no me deja caminar sin ayuda, también tengo varios golpes por el cuerpo a consecuencia de las patadas.

—¿Cuánto le debes?

—Tres mil euros y cada día sube quinientos.

—¿Dónde has quedado con él?

—Está todas las tardes en el bar “Los Billares” se sienta en la última mesa desde la ventana lo ve todo.

—¿Tienes su teléfono y le firmaste algún pagaré?

—Sí, si tengo el teléfono y le firme un pagaré de dos mil quinientos euros.

—Llámale dile que a las siete mandaras a alguien a pagarle al bar.

Mientras Fernando llamaba, Gonzalo subió la maleta a su habitación se duchó y se cambió, cogió dinero y cuando bajaba la escalera su madre le salió al paso.

—Gonzalo, Gonzalo ¿ya has visto a Fernando?

—Si mamá dentro de un rato lo llevaré a que un amigo le haga una revisión, puedes contarme que le pasó.

—Había cobrado el mes y le asaltaron para quitarle el dinero, el se defendió y le dieron una paliza eran muchos sabes.

—Ya comprendo que él no pudiera hacer nada, no temas yo me ocupo de todo. En una semana estará bien.

—Sí pero nos quedamos sin dinero, lo poco que quedaba se lo dí para echar gasolina.

—No temas cuando vuelva te llenaré la nevera.

¿Y no podrías contratar una sirvienta?

—No tengo tanto dinero, en América no tengo sirvienta, ese dinero me lo ahorro. ¿Qué prefieres? comer o tener sirvienta.

—No lo sé, pero así no podemos seguir.

—Mamá podrías buscarte un trabajo y Fernando también.

—Gonzalo ¡cómo te atreves! Una señora como yo no trabaja y Fernando ya tiene trabajo.

—Dime ¿cuánto dinero te da para mantener la casa? Cuando alguien trabaja cobra y si no se va como tu sirvienta. Fernando no cobra solo se divierte.

—No hables así de tu hermano.

—Sabes he pensado marcharme cuando aclare algunas cosas; cuando yo me marche tendrás que hacer frente a la hipoteca que hay sobre esta casa y si no la pagas en menos de un año estarás en la calle, se que tienes en venta la finca de Gandía pero nadie la compra y con el alquiler de las plantas bajas no llegas a final de mes. Mamá un año después de que yo me baya estarás en la ruina y tú te lo abras buscado. Tendrás que pedir limosna.

—¿Cómo te atreves a hablarme así, una mujer de mi posición …

—No sigas mamá ¿qué posición tenias cuando te casaste con mi padre, no eras más que una pobre costurera sin nada que llevarte a la boca, mi padre te sacó de la miseria y tu se lo agradeciste casándote con un título nobiliario que no sirve para nada y no da de comer.

—Hay hay,— la baronesa ejerció nuevamente de madre agraviada, llevándose el torso de la mano a la frente; fingiendo nuevamente su ya típico mareo. Gonzalo por su parte la dejó con su mareo fingido se dirigió a la puerta y se fue; estaba convencido de que su madre debería reconocer la realidad ante sus hijos y así mismo de que en su interior debía saber que no le quedaba tiempo, para más tonterías.

Fernando seguía ejercitando la pierna con ayuda del bastón, Gonzalo le dijo.

—Tal vez el reposo y una bolsa de hielo te mejoren más, que lo que haces; vamos en busca de Víctor.

Fernando montó en el coche y le fue indicando el camino a Gonzalo, rodearon una pequeña plaza y pararon al otro lado desde allí se veía la ventana y una persona sentada a la mesa.

—¿Es ese Víctor?

—Sí ese es. Sus secuaces deben estar dentro no muy lejos de él; es un hombre peligroso.

—Bien si pagamos no pasa nada— contestó Gonzalo, de momento recordó haber visto a un chico jugar con un láser y una idea le vino a la cabeza, arrancó el coche y se fue en busca del chico, no lo encontró pero cerca había un Kiosco. Bajó del vehículo y entró a preguntar.

—¿Tiene usted láser?

—Sí tengo estos que solo son linternas para niños o estos de puntero para albañiles.

—Me vale el de puntero, ¿cinta aislante?

—No, no tengo eso en la ferretería.

—¿Esparadrapo o celo?

—Si celo sí.

Con el puntero y el celo salió a la calle, le pidió el bastón a su hermano y ató el puntero láser al bastón.

—A ver Fernando, apunta a la ¡O! Del Kiosco.

Fernando lo intentaba pero el punto del láser se movía demasiado. Entonces Gonzalo le dijo.

—Pasa a la parte trasera y abre media ventana, apoya el bastón y vuelve a intentarlo, empieza de abajo arriba o viceversa.

Esta vez Fernando dejó clavado el láser en el centro de la letra.

—¿Que te propones?

—Tú te quedarás en el coche, y serás mi seguro de vida, me sentaré frente a él y si en un momento dado levanto la mano izquierda abierta, intenta centrar el puntero en la palma de mi mano y en cuanto yo la cierre cortas. ¿Lo has entendido?

—Sí está muy claro.

Gonzalo condujo el coche y aparcó en el mismo sitio. Distribuyó el dinero en varios bolsillos dejando dos mil quinientos en el bolsillo trasero dentro de un sobre y quinientos en cada uno de los otros dos delanteros. Salió del vehículo y se dirigió al bar entró sin prisas y paró frente a la mesa.

—¿Es usted Víctor?

—Si ¿que se le ofrece?

—Vengo a pagar una deuda de un cliente.

—Pues pague y lárguese

Gonzalo dijo mientras se sentaba – antes quiero ver el motivo de la deuda, o sea el pagaré.

Sin mediar palabra Víctor sacó el pagaré del bolsillo y lo ofreció a Gonzalo.

—Bien aquí pone dos mil quinientos.

—Con los intereses son Tres mil— contestó Víctor.

—Menos una paliza dos mil quinientos, si quiere los tres mil tendrá que devolverme el reloj.

—Señor...

—Dígame Pepe —interrumpió Gonzalo.

—Pues señor Pepe, las palizas pueden ser gratuitas y nadie está exento, me entiende verdad.

—Si le entiendo pero tenga en cuenta que el dinero tiene dos direcciones, se puede usar para pagar o para cobrar y tres mil euros dan para mucho. ¿Me entiende usted?

—¿Se está marcando un farol? — contestó Víctor con un tono amenazante.

—No señor Víctor al igual que usted no suelo andarme por las ramas y defiendo a mis clientes y como usted dice todos podemos recibir un mensaje o tener un accidente.

Gonzalo levantó su mano izquierda y un láser que parecía procedente de un franco tirador se reflejó en su mano; cerró la mano y el láser desapareció. Gonzalo habló.

—Como ve yo también me aseguro no me gustan las sorpresas. El pagaré dos mil quinientos, sacó el sobre y lo puso sobre la mesa.

Víctor lo cogió y contó el dinero, Gonzalo sacó otros quinientos y sin soltarlos dijo.

—¿El reloj?

Víctor se quedó pensando un momento; se quitó el reloj de la muñeca y lo tiró sobre la mesa, Gonzalo le dio el dinero y levantándose cogió el reloj mientras decía.

Espero no hacer más negocios con usted, nuestra deuda está saldada adiós. Y salió por la puerta.

De regreso Fernando no abrió la boca, se fueron a un supermercado donde Gonzalo hizo una compra; al llegar a su casa se fue a la cocina mientras su hermano iba al salón.

Media hora más tarde entraba María dando un beso en la mejilla a Gonzalo.

—Buenas noches ¿Qué piensas hacer para cenar?

—Escalope de ternera y verduras salteadas.

—¡Humm que rico! —Exclamó María.

El teléfono de Gonzalo sonó era Katia. Gonzalo puso el altavoz mientras pelaba y troceaba las verduras así María escuchó todo cuanto hablaban.

—Gonzalo, Gonzalo.

—Si Katia soy Gonzalo, como estás.

—Muy bien, dentro de unos días tengo, vuelo para ir contigo.

—Me alegro, y de lo que te pedí.

—Bien todo bien. Oigo raros ruidos.

—Si estoy troceando verduras para la cena.

—A mi nunca invitas a cena. Ya he hablado con ¿Antique – anti – anticuario?

Tiene representante en Europa marcha mañana de París a Madrid. Mañana sale nueve de mañana. Tiene alojamiento en Madrid.

—Donde, donde tengo que recogerlo.

—No recogerlo, déjame hablar.

—Vale vale.

—Me oyes

—Si si, sigue.

—¡A! El irá a tu casa; hora cuatro treinta. Me han dicho. Tú no tienes que recoger.

—Gracias Katia hay más noticias.

—Sí Canela una niña, preciosa como ella. Santiago no se parece nada.

—¿Quien es Canela? — preguntó María.

—¿Quien habla? Es mujer, ¡para mí nunca cocinas!

—Es María mi hermana, ya os conoceréis, te va a gustar.

—Espero, pronto viajare Madrid, llamaré.

—Gracias Katia, nos veremos pronto adiós.

Gonzalo colgó – vaya parece que hoy está tranquila, de lo contrario el teléfono hubiese ardido.

—¿Que te llevas entre manos? Hermano.

—Verás; no me fio de los anticuarios de aquí y he decidido consultar a uno de Estados Unidos, allí las cosas que tienen autentico valor se cotizan. Los americanos son un pueblo joven con poca historia y valoran las antigüedades. El anticuario con el que yo he contactado tiene un hombre permanente en Europa y este es el que vendrá mañana. Quiero saber cuántas cosas hay de valor en la casa; se que el comedor vale mucho dinero, pero podríamos llevarnos alguna sorpresa con el resto.

—Gonzalo si haces eso es porque tienes alguna idea en mente.

—Sí, quiero que le preguntes a mamá por el testamento de Fernando ¡tu padre!, al fin y al cabo tienes derecho a saber como está redactado. Eres su hija y junto a Fernando debéis heredar; antes de que mama os deje sin herencia.

—¿Tu quieres saber que te ha dejado?— Contestó María intrigada.

—No, no creo que me deje nada y tampoco lo necesito. En todo caso renunciare a lo que me toque, pero pienso cobrar lo que invierta en vosotros. Bien la cena está terminando de hacerse ¿puedes poner la mesa?

María obedeció y cuando todo estaba en la mesa avisó a su madre y a Fernando.

La cena transcurría sin incidentes todos comían en silencio como si tuvieran miedo de hablar o decir algo que pudiera ir en su contra, al terminar Fernando pidió los antiinflamatorios a María.

—Dios mío esos ladrones, como te han dejado, murmuró su madre.

—Si tal vez si la hubiera recibido antes, abría entendido ciertas cosas y mi vida podría haber sido diferente. Contestó Fernando.

—¿Que quieres decir? — preguntó su madre.

—No nada mamá. Contestó Fernando.

María llegó con los antiinflamatorios, una cafetera y leche. —¿Quien quiere un café con leche o con brandy? Ya tenemos brandy en esta casa— dijo en un tono picarón, después se dirigió a su madre.

—Mamá desde que falleció papa tú has sido quien ha dirigido la casa, nosotros ya somos mayores de edad y creo que tenemos derecho a ver el testamento de papa.

—¿Quieres decir que no te fías de mi?

—¡No! solo digo que tengo derecho a saber como está redactado y cuál es la situación de la familia.

Isabel miró a Gonzalo con ojos indignados y este levantó los hombros como si la cosa no fuera con él.

—Sí mamá María tiene razón, ya somos mayores y tenemos derecho a defender nuestros intereses.— Por primera vez Fernando decía algo coherente y parecía aliarse con sus hermanos.

—Esto es cosa tuya – dijo Isabel mirando a Gonzalo.

—No mamá nadie se ha puesto de acuerdo —contestó Fernando – María Tiene razón y yo he abierto los ojos. Estos días me han servido para recapacitar; he buscado la vajilla, la cubertería etc. me he dado cuenta de que estas vendiendo la casa poco a poco y me pregunto que nos quedará si sigues así. Tenemos derecho a defender nuestros intereses.

—¿Y crees que yo no? Tu padre solo nos dejó deudas.

Por primera vez reconocía Isabel el mal estado de su economia.

—Pues incluso esas deudas tenemos derecho a conocerlas y administrarlas.

—Ha venido Gonzalo y os ha cambiado ya no queréis a vuestra madre.

Fernando se puso serio y mirando fijamente a su madre le dijo.

—Te juro delante de mis hermanos que nunca te abandonaré, donde yo esté estarás tu, pero para que podamos vivir, necesito saber cómo salir de esta situación.

—Está bien en el cajón derecho del escritorio están sus últimas voluntades.

Sacó una llave que llevaba colgada al cuello y la arrojó sobre la mesa. María la cogió y no tardó en aparecer con el testamento. Fernando le dijo que lo leyera. En el testamento constaban vienes que ya no tenían pues su padre los había vendido antes de fallecer. El testamento estaba hecho del uno para el otro y después estaba repartido para los hijos, por lo tanto la poseedora de la fortuna o las deudas era su madre. Con una condición por la cual no podía vender sin permiso de los hijos. Seguía especificando a cada hijo los bienes que le correspondían y una nota de su padre donde decía es mejor que yo reparta los bienes a que puedan haber pleitos entre vosotros.

Después de descontar todo lo vendido. A María le correspondían todos los bienes de Madrid, excepto la casa de las rozas que la tenía compartida con Fernando. En realidad se reducían a las plantas bajas en la plaza real de Madrid con un contrato de alquiler que pronto cumpliría no quedaba nada más. Por otra parte a Fernando le correspondían los bienes de Gandía reducidos a un pequeño piso, la nave (que nadie había visto) y la finca de naranjos con el correspondiente chalet. La finca en Gandía antaño prospera y base de la economía de la familia, de donde habían sacado cuantiosos beneficios hacia cinco años (coincidiendo con la última visita de su padre) que no aportaba beneficios, la falta de los cuales era el mayor culpable del deterioro de la economía familiar. Prácticamente nada sabían de ella excepto el teléfono del procurador de las tierras, llamado Vicente.

Solo una mención a Gonzalo en el testamento, decía.

El dinero que pueda quedar en el banco será repartido por igual para, Fernando, María y Gonzalo. Al terminar de leer el testamento, María miró a su madre diciendo.

—No es justo y tú lo sabías, no le dejáis nada a Gonzalo.

—¿Que tengo que saber del testamento, si lo hizo tu padre?

—Y no fuiste capaz de defender a tu hijo Gonzalo. Pues debes de saber que él se ha hecho cargo del préstamo hipotecario que tenia esta casa y que nos está dando de comer.

—Si mamá yo tampoco creo justo el testamento y más ahora que he conocido verdaderamente a mi hermano, puedo parecer estúpido pero no soy tonto ni desagradecido. Para tu conocimiento Gonzalo me ha pagado una deuda de juego de tres mil euros. Lo que me ocurrió no fue un robo fue una paliza para obligarme a pagar. Fernando dejó de hablar sus ojos se habían humedecido.

Gonzalo se levantó y colocándose tras él le acarició el hombro, Fernando correspondió colocando su mano sobre la de su hermano. Gonzalo decidió que era el momento.

Yo no necesito nada de la herencia tengo mi propio dinero y la fortuna de mi verdadero padre. Pero casi me alegro de que la familia por fin comprenda la situación. Siempre había oído decir que la pobreza une más que la riqueza y es verdad, ante las dificultades nos unimos y las afrontamos. Mama es el momento de dar a cada uno de tus hijos lo que le corresponde.

—Mamá si lo haces cada uno de mis hermanos puede intentar con su parte defender su hacienda e intentar hacerla rentable. ¿Dime que has conseguido en estos dos años? Solo has salido adelante vendiendo ¿qué les dejarás para el futuro? ¿ Y si lo pierdes todo de que piensas vivir?

—¿Qué dirán mis amigas? Si me ven en la miseria.

—Eso es lo que te preocupa— dijo María levantando la voz— siempre has pensado solo en ti ya es hora de que pienses en los demás. Tus amigas baya manada de urracas parlanchinas, ¿crees que no hablan de ti? Deberías oírlas cuando tú no estás, igual que hablan de las demás cuando no están hablan de ti y últimamente estás poco con ellas. Debería avergonzarte tener como amigas a esa manada de urracas parlanchinas.

—Por favor María ya es suficiente— interrumpió Gonzalo.

Fernando intervino, mamá si tenemos que irnos a Valencia nos vamos y tú te vendrás conmigo recuerdo Gandía cuando íbamos de veraneo y me gustaba. Recuerdo que teníamos mucha tierra, un piso y además papa compro un almacén o nave. Tenemos algo para empezar.

—Os habéis puesto los tres de acuerdo. Bien nada puedo contra los tres me dejareis en la ruina, pero será por vuestra culpa ¿qué debo hacer?

Las miradas de María y Fernando se dirigieron a Gonzalo, Fernando solo dijo.

—Tú eres el mayor aconséjanos. En realidad Fernando ponía su destino y el de su hermana en las manos que le parecían más seguras.

—Está bien mañana pediré ora en el notario para hacer los papeles. Creo que deberíamos vender esta casa y sus muebles tenéis donde ir y no os hace falta. Pero si la vendéis creo que conseguiréis un buen pellizco para poder empezar de nuevo y crearos un Futuro. Tu Fernando si te vas a Gandía tienes casa y bienes tú decidirás en que inviertes. De momento no pasarás estrecheces. Tu María tendrás una renta mientras estudias y según lo que decidas tal vez puedas comprar un apartamento, aunque no te hace falta pues puedes vivir en mi casa o sea en la vivienda de mi padre que está vacía y ahora es mía. En fin tenéis por dónde empezar.

Los hermanos se miraron y aceptaron.

—Debo añadir que me he permitido por mi cuenta pedir consejo a auténticos profesionales, mañana vendrá un anticuario que compra para los Estados Unidos Creo que pagan mejor que los de aquí y que esta casa tiene más cosas de valor de las que creemos. Solo valorará si lo aceptáis y comprará lo que vosotros creáis conveniente. La idea me surgió cuando el comprador del Sorolla me ofreció cien euros por el comedor, me ofrecía una comisión. Es bueno saber lo que tenemos; también deberíamos traer dos inmobiliarias para que valorasen la casa.

María y Fernando asintieron con la cabeza, mientras su madre salía del comedor sin decir nada.

María se fue a la cocina con los platos mientras Fernando aprovechaba para sincerarse con Gonzalo.

—Debo darte las gracias y pedirte perdón por no ver ni creer lo que era obvio, aunque creo que no quería verlo, he visto mi vida en peligro y...

—No sigas, la vida es dura y a veces hay que pagar un tributo para comprenderla, creo que tú ya lo has pagado, a partir de ahora veras las cosas como un adulto.

—Por favor Gonzalo ayúdame tras mi apariencia de prepotente soy muy inseguro por eso dejé los estudios no eran para mí.

—No temas cuando te haga falta estaré a tu lado, nunca os abandonaré ¡soy tu hermano! y te quiero. Cuando lo tengamos todo resuelto te acompañaré a Gandía antes de llevar a mamá, ¿si quieres llevártela? por el contrario podría quedarse con María.

—No ella no admitiría vivir en un piso de Madrid bajando de categoría, “la conozco” y mucho menos si ese piso es de tu padre. Por otro lado en Gandía nadie la conoce y puede ser una señora.

—Si tienes razón la conoces mucho mejor que yo.

—Tal vez porque soy quien más se parece a ella.


Al día siguiente Gonzalo llevó el testamento a la notaría y a las siete de la tarde del día siguiente, quedaba con el notario para firmar. Por la tarde llegó el anticuario su madre se puso en la sala y no quiso saber nada, Gonzalo presentó a sus hermanos y el anticuario les preguntó.

—¿Que quieren vender?

—Prácticamente todo lo que tenga valor y a su compañía le interese nuestra intención es vender la casa.

—¿Bien por donde empezamos?

Gonzalo seguido de María lo llevó al comedor el hombre sacó una cámara y fue fotografiando hasta los más mínimos detalles después, apuntaba en una pequeña libreta. Se quedó mirando el Sorolla. Gonzalo le dijo.

—Es una copia.

—Puedo descolgarlo.

—Si puede descolgar lo que quiera.

El señor con todo el cuidado descolgó el cuadro lo miró por detrás y lo volvió a colgar después anotó en la libreta. Gonzalo tenía curiosidad y preguntó.

—¿Qué valor a puesto al cuadro?

—Trescientos cincuenta, ¿Le parece poco?

—No me parece mucho por una copia.

—Debe de saber que hay falsificadores que firman sus copias en este caso el falsificador se cotiza y firma como Zortán o el Suizo. En una subasta entre conocidos coleccionistas podría llegar a los dos mil euros, no por ser un Sorolla si no por ser una copia de Zortán y el marco ayuda al precio.

El señor siguió, con su cámara y su libreta. Se entretuvo mucho en los dos cuadros que odiaba Gonzalo. Y por sus apuntes deberían tener valor, después le dijo que eran de un pintor conocido por la realeza, no hubo rincón de la casa que no inspeccionase. Después de una hora les dijo.

—Tengo que hacer unas comprobaciones y mañana le digo una cantidad fija,

Gonzalo estaba intrigado con el comedor.

—Podría adelantarme algunos precios por ejemplo el comedor.

—Si el comedor lo he valorado en doce mil, las incrustaciones son de nácar, con hilo de oro es una pieza única con más de doscientos años de antigüedad, solían ser un regalo entre altos dignatarios y se encuentra en muy buen estado. Mire señor si todo lo que he valorado es correcto tiene usted aquí unos ciento tres mil euros los dos cuadros de la escalera son auténticos de Claudio Coello no hay muchos cuadros de él y no sé muy bien qué valor alcanzaría en una subasta pero si se cuanto puedo sacar a ciertos coleccionistas. En unos días le puedo dar una cantidad exacta.

—Me parece bien.

El anticuario se marchó y Gonzalo quedó maravillado de la valoración, miró la cara de María y a esta solo le faltaba gritar. Rápidamente se fueron al salón y se lo comunicaron a Fernando que quedó tan sorprendido como ellos. Su madre seguía en sus trece sin abrir la boca para ella era una afrenta que sus hijos reclamasen la herencia como si ella no fuera suficiente, para llevar la casa. Aceptaba a regañadientes sus deseos pero seguía sin comprender sus razones. Mientras sus hijos empezaban a ver resueltos sus problemas y se les abría un futuro lleno de posibilidades. Fernando con rostro sonriente debido a la valoración preguntó.

—¿Cuanto crees que nos darán por la casa?

—No lo sé— contestó Gonzalo— pero no creo que baje de doscientos y puede que trescientos mil, esta no es una casa corriente y precisamente eso puede ser beneficioso o perjudicial, según el comprador ¿si lo hay? Ahora preparémonos para ir al notario.


Dos días después como habían decidido, valoraron la casa según una inmobiliaria en doscientos setenta mil euros. Decidieron que consultarían a otra antes de comprometerse. Por su parte Fernando ya se encontraba mucho mejor y pidió a Gonzalo que lo acompañase a Valencia, quería ver de que disponía para organizar su vida. Gonzalo aceptó y al día siguiente partían hacia Gandía, durante el viaje sonó el teléfono Gonzalo puso el modo altavoz y dio su teléfono a Fernando, en la pantalla aparecía el nombre de Katia.

—Dime Katia.

—Una semana sin hablar conmigo — fueron sus primeras palabras.

—Pero si hablamos hace cuatro días.

—Mucho ruido ¿qué pasa?

—Voy conduciendo.

—Quedamos yo iría contigo a visitar clientes.

—Sí y vendrás, no voy a ver clientes; es cosa de mi hermano vamos a ver su casa. ¿Cómo está todo por América?

—¿qué dices?

—¿Que como va el negocio?

—Bien George ya dirige la empresa, yo libre, tengo pasaje dentro de tres días aviso hora de llegada.

—Te estaré esperando. Tengo ganas de verte.

—¿De verdad?

—Si de verdad te echo de menos.

—Tienes ganas de ver a Katia o a tu secretaria.

—A Katia, mi secretaria queda en Estados Unidos.

—Ya, ya, no creo, cuelgo llamaré.

—Adiós Katia.

—¿Quién es esa Katia?

—Katia es una dulzura de mujer la compañera ideal para cualquier hombre.

—Hay hay Hermano estás cogido.

—Si debo reconocerlo.

—Cuéntame que has hecho por América.

—Sí ahora tenemos tiempo; me fui con un conjunto y me pasé a una orquesta, al poco tiempo actuábamos con tres Bellezas “Las Chicas Dulces” hicimos amistad mi amigo José Santiago se enamoró locamente de Canela una mulata preciosa, han sido padres recientemente de su segundo hijo una niña. Soraya la morena de pelo ensortijado se enamoró de un abogado, de momento no tienen hijos ellos son quienes dirigirán la empresa en ausencia de Katia. Katia era la tercera de las chicas dulces, rubia de ojos azules toda una belleza nórdica, “tiene su genio” su madre era Polaca y su padre Finlandés ambos emigraron a Estados Unidos allí se conocieron y se casaron.

En fin entre los seis montamos la empresa “Intermán” y no nos va mal, ahora queremos visitar a los proveedores para que nos conozcan y poder hablar con ellos cara a cara. Somos una importadora de productos Españoles no perecederos, empezamos hace algo más de cuatro años en Florida y hoy servimos a toda la costa este del Atlántico.

—¡Jo! Hermano te ha cundido.

—Yo diría que he tenido buenos socios.

—Cuéntame que hay entre Katia y tú.

—Todo y nada creo que nos gustamos desde el principio, pero nunca nos comprometimos nuestra relación es de lo más natural ella es libre y yo también. Vivimos juntos cuando ella quiere y trabajamos codo con codo todos los días. Tengo que reconocer que hay días que no la entiendo.

—Hermano eres muy inteligente pero no entiendes nada de mujeres.

—¿Que quieres decir?

—Pero ¿es que no te das cuenta? Katia está enamorada de ti y se enfada porque tu no das el paso definitivo. Las mujeres quieren casarse y que tengamos constantemente atenciones con ellas; tener hijos y formar una familia. Contrariamente tú la ves como una secretaria. Dime ¿le has hecho algún regalo? Te has preguntado ¿si puedes perderla?

El teléfono sonó de nuevo, Fernando lo activó.

—Si, si señor Gonzalo.

—Sí soy Gonzalo con quien tengo el gusto.

—Soy Francisco el anticuario.

—Si dígame.

—No venda la casa ni los muebles, tengo un comprador para todo.

—De cuanto estamos hablando.

—No lo sé dígame usted.

—Bien pues basándonos en su valoración y el de una inmobiliaria, podemos hablar de quinientos treinta mil euros.

—¿Puedo visitar mañana su casa con un señor?

—Si está a su disposición aunque yo no estaré, si pasan más tarde de las cinco mi hermana estará allí.

—Bien pasaremos, me despido allí estaré mañana a las cinco, adiós.

—Adiós.

—Cuelga y llama a María.

—¿No le has pedido demasiado hermano? Era una buena ocasión con cuatrocientos mil la hubiera vendido.

—El problema es encontrar un comprador con ideas como la mamá, que quiera una casa con clase y todo lo que hay dentro. Si es así solo nos quitará el pico y quedará satisfecho. Por el contrario una persona medianamente joven, con dinero fresco verá un viejo caserón para restaurar con muebles viejos y no te dará ni la mitad. Antes de irnos he contratado un servicio de jardineros y a estas horas estarán limpiándolo; un jardín bonito y limpio aumenta el precio de la casa.


Eran casi las dos cuando llegaron a Gandía; Gonzalo paró en el primer restaurante que vio, allí comieron y después Fernando sacó el número de teléfono que tenía anotado de Vicente (el procurador) y llamó. Vicente después de preguntarles como estaban, les dijo que se quedaran en el restaurante que él pasaría a recogerlos. Los dos hermanos esperaban encontrarse ente un señor mayor y en su lugar apareció un joven de más o menos treinta y cinco. El joven se sentó con ellos a tomar café y les explicó que su padre hacía tres años que había padecido un ictus y que por lo tanto él se había hecho cargo de la hacienda. Al preguntarle cómo estaba la finca el joven visiblemente contrariado les dijo.

—¿No han hablado con su padre? Le mandé sendas cartas explicándole los problemas que teníamos.

—Nuestro padre falleció hace dos años— dijo Fernando.

—Pero me consta que mi padre ya habló con él hace más de cinco o seis años explicándole los problemas de la finca. Y ante la imposibilidad de hablar con él por teléfono yo personalmente le escribo todos los años – Vicente vio la cara de asombro de los hermanos y prosiguió— Creo que no sabéis nada de la finca ¿es así?

—Si así es, solo sabemos que no da producción y que está en venta —contestó Gonzalo.

—Bien será mejor que os enseñe la realidad. De momento os llevaré al hotel y después visitaremos la finca, mañana visitaremos el piso y el almacén.

Vicente los llevó a un hotel cerca de su casa donde dejaron las maletas y montándose en el todo-terreno (algo viejo de Vicente) se fueron a visitar la finca a siete kilómetros del casco urbano. La finca subía desde el llano a una ladera completamente vallada, en la parte alta se veía una casa o chalet, llegaron a la puerta metálica. En la parte superior formando un semicírculo se podía leer “Entre naranjos” el titulo de una novela de Blasco Ibáñez había dado nombre a la finca. Vicente no los llevó a la casa más bien los paseo por la finca mientras les explicaba cómo funcionaba el riego por goteo y como se llenaban las diferentes balsas de riego. Al mismo tiempo les mostraba los diferentes bancales de naranjos, casi dos horas más tarde llegaron a la casa, la finca era muy grande y había mucho terreno por recorrer.

Bajaron del coche y contemplaron la finca desde la terraza de la casa, parecía mentira que una plantación como esa no diera dividendos. Vicente sabía que no debería andarse por las ramas y les dijo que lo siguieran; abrió el chalet y los condujo a una habitación, Gonzalo la recordó de inmediato “era la habitación de los juegos”. Vicente empezó a hablarles.

—He elegido esta habitación desde hace tres años en que me hice cargo de la finca por la pizarra, en ella anoto todo cuanto me gasto en abonos o fungicidas, antes de pasarlo con sus respectivos recibos a los archivadores, como pueden ver en las estanterías donde antes habían juguetes ahora hay archivadores; en ellos pueden comprobar las cuentas desde hace tres años, mi padre lo hacía todo por el banco y por lo tanto si al final de año había dinero pues ben y si no lo había avisaba a vuestro padre.

Fernando tenía que mirar por sus intereses.

—Bien Vicente, tengo claro que la finca es nula o deficitaria, pero todo en esta vida es reversible. Lo he aprendido muy recientemente y sé que se puede hacer. Y además creo que tú tienes un plan “B” o como quieras llamarlo para que la finca vuelva a ser rentable. ¿Dime tú que arias?

—Voy a ser sincero pues yo necesito trabajar y esta finca puede dar mucho trabajo. Pero para eso necesito que ustedes se involucren yo solo no puedo hacer nada. Aquí hay que gastar dinero y los arboles no crecen en dos días.

—Vamos al grano eso lo sabemos— contestó Fernando.

—Bien yo teniendo en cuenta el bajo rendimiento de la naranja, dejaría solo la zona norte que se plantó hace diez años y está en plena producción, la zona que llamamos de poniente se plantó hace cinco fue lo último que mandó su padre, está empezando a dar producción (lo que equivale a la sexta parte de la finca) el resto lo arrancaría y plantaría otros tipos de frutales Kakis, nectarinas y otros tipos de naranjas para tener oferta todo el año. La parte llana la convertiría en sendos invernaderos para tener cosechas todo el año. Pero la base estaría en el almacén donde ofrecería el producto por Internet tanto a mayoristas como a minoristas. Cogeríamos la fruta solo para servirla y eliminaríamos intermediarios; la finca es lo suficientemente grande para abordar el proyecto.

Fernando miró a Gonzalo y este le dijo.

—Hay que trabajar al menos al principio sin Beneficios.

Fernando se dirigió a Vicente.

—Quiero que sepas que al morir mi padre yo soy el dueño de todo lo que hay en Gandía, no conozco nada de agricultura pero si soy un experto en Informática, por otro lado no me da miedo el trabajo aunque nunca he trabajado, creo que has sido sincero y yo también contigo lo que falta por concretar es si estás dispuesto a subir al barco conmigo y llevarlo a buen puerto. Creo que podre pasar algún tiempo sin beneficios.

—Señor Fernando no hace falta pasar tres años sin beneficio podemos comprar y vender mientras crecen los productos. En cuanto a subirme al barco lo estoy deseando, mi padre vivió toda la vida de esta finca y yo creo que puedo hacer lo mismo.

Gonzalo intervino.— Veo que aquí está todo claro, aún tenemos tiempo de ver el almacén ¿qué os parece si nos vamos? tiempo tendréis de ver la casa y decidir.

Mientras bajaban Vicente les explicó que el almacén lo compró su padre a un comerciante de naranja con problemas financieros. Pararon justo en la puerta, por ella podían entrar camiones, no era excesivamente grande pero suficiente para lo que pensaban hacer con sus seiscientos metros cuadrados. En una esquina había maquinaria. Fernando preguntó por la maquinaría y Vicente le informó que era para lavar la fruta y clasificarla. En una esquina una vieja bascula y una oficina, sobre ella debido a la altura de la Nave otra oficina. Parecía el sitio ideal para empezar un negocio.

Fernando miró por todos lados y al final comentó, con seriedad “aquí hay mucho trabajo” abra que empezar pronto. Por primera vez a Gonzalo le dio la impresión de que su hermano se sentía con ganas de empezar su nueva vida. Vicente les llevó a cenar a su casa con su padre y toda la familia, su padre no podía mover el brazo izquierdo, que seguía en rehabilitación. Pronto se fueron a dormir al hotel, el día había sido fructífero, quedaron en desayunar en un bar cercano al hotel de donde les recogería nuevamente Vicente para ir a ver el piso y al banco.

La visita al piso fue rápida después de varios años cerrado había que limpiar y pintar, en cuanto a los electrodomésticos estaban inservibles había que cambiarlos todos. Se fueron al banco y cambiaron de nombre la cuenta. Gonzalo hizo un traspaso a la cuenta para que Vicente pudiera asumir los gastos del piso y en breve estuviera habitable. Un poco más tarde Vicente les despidió asegurándoles que inmediatamente se pondría manos a la obra con la vivienda.


Los dos hermanos regresaron a Madrid durante el viaje de vuelta Fernando no hablaba parecía estar ausente, tal vez pensando en que su fortuna pasaba por las manos de un labriego con las ideas más claras que él. Pero en su interior se prometía una y mil veces que estaba dispuesto a trabajar hasta la extenuación si era preciso. Una y otra vez se imaginaba vendiendo fruta por Internet. Los pensamientos de Fernando nada tenían que ver con su comportamiento anterior. Mientras Gonzalo se preguntaba si sería capaz de llevar su nave a buen puerto. Al cabo de un buen rato Fernando se decidió a hablar.

—Gonzalo quiero que sepas, que te devolveré hasta el último céntimo de lo que gastas conmigo, no quiero ser una carga para ti.

—¿lo que dijiste de mamá, de llevártela contigo iba en Serio?

—Sí, muy en serio yo soy quien mejor la conoce sé cómo piensa y ahora después de ver el pueblo de Gandía creo que es el sitio ideal para ella para seguir siendo la baronesa hasta que se muera, aunque en un estatus mucho más humilde, allí será la señora de la finca. Por otro lado María con sus estudios no puede hacerse cargo de ella, además entre ellas nunca se han soportado siempre están a la greña. Solo te pido un último favor, dentro de una semana es la recolecta para el Cáncer, ella suele ir a una mesa con señoras de postín como ella; las mismas que— según me ha informado María— la critican y la tratan de baronesa pobretona y arruinada e incluso de costurera aprovechada, critican sus joyas y hasta la compra en el supermercado. Perdona Gonzalo yo vivía en una nube; fue María quien me puso al corriente después de la paliza. Quiero que comprendas que yo soy joven y puedo cambiar pero mamá no cambiará nunca y yo la quiero tanto como tú.

—No temas tendrá una despedida a su medida, en cuanto a ti me alegra que hayas cambiado tanto en tan poco tiempo. Te has percatado que en tres días me has pedido tres veces perdón. No quiero que vuelvas a hacerlo solo te pido que vivas la realidad y que cuando me necesites no lo dudes, llámame, no confíes en nadie que te ofrezca dinero fácil, pues no lo hay al menos en sea legal. Solo he visto sinceridad en Vicente y creo que al igual que su padre son hombres de ley.

Sonó el teléfono Fernando ya sabía cómo poner el altavoz del móvil. Era como un manos libres pero en este caso lo llevaba el copiloto.

—Si dígame ¿quién es?

—Soy Francisco “el anticuario” en dos días vendrá un señor de Manhattan, llegará en el vuelo nocturno por la mañana iré a recibirle y por la tarde visitaremos su casa, si acepta deberán abandonar la casa en un mes.

No hay problema allí estaremos.

—¡Ha! otra cosa el precio será de Cuatrocientos mil quinientos y de los quinientos Veinticinco mil son para mí, ya que no tengo opción de ganar nada y ya he realizado gastos.

—Si entiendo me parece justo

—Pues recuerde pasado mañana por la tarde.

—Tengo una duda este señor conoce mi país o está forrado.

—No, una compañía, quiere invertir en su país, los directivos suelen alquilar un hotel completo. Al nuevo director no le gusta estar con todos a su alrededor. De comprar su casa seria en principio vivienda del director y posteriormente oficinas o centro de negocios para invertir en Europa.

—Ya entiendo bien lo dejo en sus manos. Adiós.

—Hasta la vista.

Estaban llegando a Madrid en poco tiempo llegaban a su casa, cuando entraron por la puerta a Fernando le pareció que aquel no era su jardín, los jardineros todavía estaban repoblando algunas flores, se veía más espacio y era mucho más bonito. Gonzalo intuyó sus pensamientos.

—Fernando una imagen vale más que cien palabras. Si quieres vender debes de embellecer. Te confieso que Las chicas dulces han vendido más vino que yo entre mis clientes. Fernando se llevó otra sorpresa dos señoras limpiaban la casa y hacían la comida, Gonzalo le comunicó que junto a los jardineros había contratado dos señoras de limpieza.

Lo que no esperaban era que esa misma tarde el Anticuario se presentara con dos cuadros en su casa, les convenció para cambiarlos por los dos cuadros de la escalera, en realidad eran mucho más bonitos. A cambio el total de la venta sería toda para ellos el anticuario cobraría con los cuadros y en caso contrario les compraría todos los muebles por el precio convenido.

Los hermanos aceptaron la propuesta y el anticuario cambió los cuadros. Un poco más tarde Gonzalo visitó a Federico, quería ver como estaba el piso de su padre y llevarse un juego de llaves ya que todas las tenía Federico.

El piso estaba impecable se podía quedar allí sin molestarse en limpiar, Federico mantenía el piso limpio esperando que su amigó regresase en cualquier momento. Pero la idea de Gonzalo era alojar allí a Katia y que después lo utilizase María en su ausencia, aunque había sitio para todos, el piso era grande.

Katia llamó, había cogido el avión, por casualidad el mismo que el señor que esperaba el anticuario. Ambos se encontraron en el aeropuerto y recibieron a sus respectivos visitantes, después de las presentaciones cada uno se marchó por su parte.

Gonzalo llevó a Katia al piso de su padre y descargaron las maletas. Katia se extrañó de no ver la ropa de Gonzalo, este le explicó que para no estar solo vivía en casa de su madre y que esa misma tarde se trasladaría al piso. Eso contentó a Katia y sonrió a continuación se trasladaron a Las Rozas. Por el camino le fue informando de lo que se podía encontrar y que su hermana María llegaría a la hora de comer. Por primera vez encontró a su madre paseando por el jardín. Se acercaron a ella y Gonzalo izo las presentaciones. Parece ser que Katia (mucho más alta que ella) le cayó bien a la señora, se colgó de su brazo y la invitó a pasar le enseñó la planta baja, incluida la capilla y después la invitó a sentarse con ella en el salón; le dijo a Gonzalo ¿que si no tenía nada que hacer? Gonzalo entendió la indirecta y se fue a hacer el equipaje. Mientras su madre empezaba el interrogatorio; afortunadamente Katia estaba prevenida por Gonzalo.

—Dígame señorita ¿usted es la Novia de mi hijo?

—¿Que es novia?

—¿Que si se va a casar con Gonzalo?

—No es preciso, en mi país podemos vivir juntos toda la vida, se casan y después mucho lio con la separación.

—¿Pero los hijos?

—No problema, hijos de los dos.

La señora no sabía cómo entrarle a una persona que todo lo veía bien.

—¿Es usted Católica?

—No, no religión todas falsas y mentirosas. No cumplir lo que pregonan.

No le sentó bien la respuesta a la señora, tratar a la iglesia de mentirosa no estaba dentro de su concepto.

—En pocas palabras no pensáis casaros.

—Casarnos puede, ir al juzgado y ya está, por ahora Katia socia y secretaria.

—Ya entiendo – dijo entre dientes – socia y secretaria a todo uso.

—¿Cómo dice?

La señora cambió el tema a sus intereses.

—Y dígame Katia ¿mi hijo tiene mucho dinero?

Katia no entendió muy bien la pregunta y contestó— treinta mil dólares — que era lo que le había traspasado al banco.

Doña Isabel no sabemos lo que entendió pero dijo en voz baja— tantos años en América y apenas tiene para comer.— Esto si lo captó Katia.

—No señora, Gonzalo es presidente de Intermán, empresa importadora de productos españoles. Empresa ya importante; Gonzalo y Katia visitarán proveedores y aran nuevos contratos, Gonzalo si tiene dinero.

La cara de Isabel cambió por completo, si su hijo no se casaba al menos tenía dinero y era presidente de una gran empresa; eso daba una cierta importancia.

El interrogatorio cesó en el momento en que Fernando y Gonzalo aparecieron por la puerta. Un poco más tarde llegó María y las presentaciones volvieron a ser obligatorias. Más tarde en privado María ensalzó la belleza de Katia y previno a Gonzalo de la necesidad de comprometerse o la posibilidad de perderla, mas tarde era Fernando quien le decía medio en broma, que no se explicaba como lo aguantaba Katia, si podía tener todos los hombres que desease. Las palabras de sus hermanos, hizo recapacitar a Gonzalo, que miraba intensamente a Katia durante la comida. Katia se dio cuenta y le sonrió con beneplácito mientras desviaba la vista al plato.

Por la tarde, el anticuario acudió con el comprador, la casa reunía las condiciones exigidas y solo quedó el regateo; el trato se llevó a cabo por cuatrocientos veinticinco mil euros incluido el mobiliario. Y al día siguiente se certificó la venta ante notario. A partir de ese día solo disponían de un mes para abandonar la casa, era viernes y en nueve días su madre tenía que estar en la mesa de recogida contra el cáncer. Fernando y Gonzalo explicaron a su madre el plan trazado antes de abandonar la casa. Gonzalo preguntó.

—Mamá ¿cuánto dinero soléis poner las señoras que presidís la mesa?

—La última vez pusimos veinte euros.

—Bien, pues esta vez he conseguido un billete de doscientos y es el que vas a poner delante de todas y procura que te vean bien cuando lo deposites. Les dirás que el médico te ha recomendado cambiar de aires y que te vas a vivir a tus posesiones en Valencia, después las invitarás a una merienda de despedida en tu casa, antes de irte y no temas que no faltará de nada. Te iras de Madrid a lo grande dejándolas con un palmo de narices.

Su madre respiró profundamente era lo primero que le ofrecían sus hijos y que le satisfacía enormemente ¿cómo se iban a quedar sus amigas, ellas que cuchicheaban a su espalda. De pronto su semblante cambió y mirando a sus hijos preguntó.

—¿Y después qué, que haré en un pueblo?

—Mamá puede que tengamos que bajar el nivel de vida, pero en un pueblo nadie se da cuenta porque no hay el nivel de la capital pronto tendrás nuevas amigas, seguirás siendo una señora respetada, solo te pido que me ayudes mientras ponemos el negocio en marcha y empezamos a ganar dinero. Nos espera otra vida y tal vez con menos exigencias y más tranquilidad “al menos para ti”.

Isabel parecía resignada y acató los deseos de sus hijos. En los días siguientes llevaron a cabo el plan que habían diseñado, después de dejar a sus amigas boquiabiertas en la recolecta, las invitó a su merienda de despedida. No faltó un detalle las dos señoras que habían estado limpiando sirvieron la mesa ataviadas con sendos delantales blancos con encajes, incluidas hermosas cofias sobre la cabeza. Se podían escuchar mientras cuchicheaban los reproches de unas a otras.

—¿No decías que estaba arruinada? Preguntaba la señora del general Cortés.

—Debe ser cosa de su hijo mayor; según creo ha hecho una gran fortuna en América.— contestaba doña Leonor Sanz de Hinojosa, grande de España.

—A saber cómo lo habrá conseguido—. Decía por su lado doña Genoveva de Villalta. Casada con un constructor forrado, el cual pasaba más noches fuera de viaje, o de reunión de negocio, que en su propia casa. (Claro siempre debido al trabajo).

Fuera como fuese, he ignorando lo que de ella se decía, doña Isabel quedó satisfecha.

Al día siguiente llegó una furgoneta a recoger sus pertenencias, ya embaladas en cajas, Fernando dejó el BMW para Gonzalo y se despidió de sus hermanos; subiendo a su madre en su megane, partieron hacia Valencia en busca de una nueva vida.

María hizo lo propio con sus pertenencias y en dos viajes lo llevaron todo al piso de Gonzalo, como era natural Federico se sentía feliz y ayudaba en todo.

Gonzalo y María hablaron sobre la necesidad de darse a conocer a los inquilinos de las plantas bajas y llegar a un acuerdo, para subir los alquileres; era manifiesto que el enclave en que se encontraban y el precio que pagaban no estaba equilibrado. Pero tiempo tendrían para eso.

Segunda parte. Vuelta a empezar

Gonzalo preguntó a Federico por las llaves de la nave, imaginándose que prácticamente Federico era el depositario de todas las llaves, en ausencia de su padre.

—¿Recuerdas donde está la nave? — preguntó Federico.

—Si vagamente pasando el aeropuerto por la carretera de Guadalajara.

—Si de todas formas te escribiré la dirección.— Contestó Federico.

Comieron en casa con el cocido que había hecho Federico y del que no tenía escapatoria Gonzalo, debido a que era un excelente cocinero. Después de comer Gonzalo preguntó a Katia si quería acompañarle a visitar unas naves. Idea que no gustaba mucho a Katia. María intervino creo que Katia estará mejor conmigo esta tarde nos vamos de compras. La oferta de María era más seductora y Katia no dudó en elegirla.

—Bien no sé lo que tardaré, pero esta noche nos vamos de cena.

—Gonzalo no solo cogió las llaves de la nave también cogió las de Santa Clara e invito a las chicas a acompañarle a la tienda, ambas aceptaron por curiosidad y bajaron a la calle, la cerradura de la persiana le costó un poco de abrir. Por fin pudo levantar la persiana y abrir la puerta, los papeles de propaganda se amontonaban en el suelo, durante mucho tiempo los habían introducido por debajo de la puerta; arrastrándolos con el pié los introdujo en el interior y encendió la luz, la tienda no había cambiado, aún quedaban muchas piezas de tela, los maniquíes se amontonaban algunos conservaban los vestidos, apartaron las pesadas cortinas que daban acceso al interior, siguieron penetrando y abrieron la última puerta tres maquinas de coser mostraban algunas telarañas, un gran muestrario de bobinas de hilo colgaba de la pared. Ni María ni Katia conocían el local, Katia no se explicaba que una tienda como esa en pleno centro de Madrid, podía estar cerrada. Gonzalo por su parte sentía una rara sensación entre tristeza y nostalgia. Cuantas veces había corrido por las salas ante la atenta mirada de Federico o cuando quiso convertirse en dependiente sin apenas llegar al mostrador, entre las risas de los asistentes.

Salieron del local y lo cerró, Katia y María viendo la cara de Gonzalo en la que se reflejaba la tristeza o la nostalgia, no hicieron comentario alguno; no tardó Gonzalo en ir en busca del coche y dirigirse a visitar la nave, según le había dicho su padre estaba reconstruida, pero en realidad no sabía que se encontraría. Siguiendo las indicaciones de Federico la encontró “Calle de los mineros 44” la nave estaba completamente nueva solo la parte de las oficinas se había salvado parcialmente, en esa zona solo se había cambiado el techo sobre ellas. Gonzalo se acercó a la gran puerta de carga (corrediza) que contenía otra más pequeña. La abrió y pasó al interior la parte superior de la pared con grandes paneles transparentes alumbraba la nave durante el día, caminó por ella, aún quedaban restos dejados por los albañiles que la habían reconstruido, miró alrededor no sabía muy bien lo que buscaba, sus ojos miraron al fondo, las oficinas, se acercó a ellas y abrió la parte inferior, estaba repleta de máquinas de coser, muebles rotos y ordenadores quemados; prácticamente no se podía pasar allí es donde habían depositado todo lo que se había salvado o que posiblemente tuviera algún valor. Gonzalo subió las escaleras metálicas que conducían a las oficinas superiores allí no quedaba nada estaba completamente vacía y le habían cambiado los cristales y el suelo, se diría que solo había quedado en pie la parte inferior de la oficina. Volvió a la parte inferior y tuvo que sacar a la nave unas sillas y mesas a medio quemar para abrirse paso hasta la puerta trasera que daba al exterior, en realidad la puerta principal por donde pasaban los trabajadores, la puerta era blindada y a prueba contra incendios; había aguantado pero Gonzalo no pudo abrirla no disponía de las llaves. A un lado se podía leer el letrero de “vestuarios” y a su lado dos siluetas indicaban los aseos de hombres y mujeres. Regresó a la nave y después de echar la última mirada se fue.

Por la noche como había prometido invitó a sus chicas a una excelente cena y al final de esta, les dijo.

—He cenado con las dos chicas que más quiero en el mundo y desearía que ninguna de las dos me olvidara, se que nos separaremos y que la vida es imprevisible pero... < Gonzalo sacó dos estuches del bolsillo y ofreciéndole uno a cada una prosiguió> sirva esta muestra de cariño para que me recordéis siempre.

Abrieron el estuche y dentro había dos pulseras idénticas. Gonzalo se ganó los besos de las dos mujeres.

El domingo lo utilizó llevando a Katia al museo del Prado y al Palacio Real, pasearon por el retiro y de regreso a casa prepararon el equipaje para salir temprano con una gran lista de proveedores para visitar, había llegado el momento de pensar en sus intereses.

Salieron temprano Rumbo a la ciudad de Toro a pocos kilómetros de Zamora donde un señor, que se hacía fotografiar con gorra y así ponía las etiquetas en sus vinos le había ofrecido parte de su cosecha. A las once llegaron a Toro el señor les esperaba en la plaza pronto lo reconocieron y les acompañó a visitar la bodega; no tenía una excesiva producción pero si muy selecta; el señor les explicó que antiguamente el vino de la Ciudad de Toro era muy áspero y que con la selección de uvas y las mezclas apropiadas habían conseguido unos excelentes caldos con denominación de origen. El señor les invitó a comer en un restaurante de la plaza y mientras tomaban el café cerraron el trato. No era una gran cantidad de vino pero si muy selecto y con un sabor diferente a otras zonas.

La siguiente parada era Peñafiel en el centro mediático de la Ribera del Duero. Tomaron habitación en un hotel y el resto de la tarde la emplearon paseando por la ciudad y visitando el castillo.

Al día siguiente no desaprovecharon el tiempo y su primera visita fue a la fábrica de quesos, les enseñaron las instalaciones durante toda la mañana; comieron con los trabajadores en la misma fábrica y después de comer pasaron a la oficina. Gonzalo conocía el producto pues era el queso que se comía en su casa, pero nunca había tenido tratos con ellos solo un correo anunciándoles su visita y el motivo de la misma. Gonzalo explico a las personas presentes que se trataba de introducir un producto nuevo en Estados Unidos y que por lo tanto necesitaba ayuda de la propia empresa, sobre todo en el embasado y no correr su empresa con todo el riesgo, así mismo les comunicó su ya relación con una bodega cercana con la que trabajaba tres años. Ellos podían ser sus mejores valedores.

La empresa le contestó que debían consultar con todos los directivos por la mañana y que se volverían a reunir al día siguiente a las cuatro.

Gonzalo aprovecho para llamar a la bodega y decirle que los visitaría al día siguiente por la mañana. El resto de la tarde lo aprovechó para visitar algunos pueblos de los alrededores. Katia parecía estar de turismo con su cámara en ristre intentaba inmortalizar cada paisaje o cada monumento. El castillo de Peñafiel tiene la forma de un barco, lo encontró bonito tanto por dentro como por fuera y atendió todas las explicaciones de la guía. Desde lo más alto del castillo se divisaba la fábrica de quesos y las enormes extensiones de viñedos de la comarca. Viñedos que visitaría al día siguiente junto con la bodega de la que ya eran clientes, las relaciones se fortalecieron y los contratos aparecieron como consecuencia, les invitaron a comer una excelente barbacoa de cordero típica de la zona regada con vino de la casa. Katia se estaba acostumbrando a la comida Española a la que encontraba deliciosa y variada. Tuvieron que cortar la sobremesa pues a las cuatro tenían que estar en la fábrica de quesos.

La dirección de la fabrica acordó con “Intermán” hacer un precio especial de introducción y correr con los posibles riesgos al cincuenta por cien. El acuerdo fue firmado y rubricado. Ambas partes consideraban que podía ser muy ventajoso en el futuro.

La siguiente parada fue en Calahorra en donde tenían otra bodega que les servía el vino con denominación de origen Rioja “Don Daros” y Campo Alto.

El vino Don Daros era excelente pero su nombre no parecía acompañarlo y Gonzalo les pidió cambiar la etiqueta y el nombre, la dirección de la empresa estuvo de acuerdo y entre varios nombres se decidieron por Marques del Olmo, con una etiqueta sobria y elegante reflejando un castillo. Las relaciones se fortificaron entre las dos empresas y nacieron nuevos acuerdos.

Los pasos les llevaron a Valencia y Murcia donde tenían relación con conserveras. En la Ciudad del Turia se alojaron en el hotel Renasa a la entrada de la ciudad por la V—21 visitaron La Ciudad de las Ciencias. El casco antiguo y el puerto, comieron una excelente paella en los restaurantes de la Malvarrosa. Desde el hotel fueron visitando a sus diferentes proveedores y una semana más tarde salieron por la carretera de Madrid para visitar las bodegas en Requena y Utiel que ya les servían vino desde la fundación de Intermán. Nuevos vinos y nuevos acuerdos con las bodegas visitadas cerraron la visita a Valencia, al día siguiente llegaban a Jerez. De allí les interesaba “la manzanilla” visitaron varias bodegas en varios días, hasta que decidieron cerrar el acuerdo con una de ellas, solo les faltaba visitar las cooperativas de aceite. Aprovechando la visita Gonzalo decidió tomarse unos días de vacaciones y mostrar a Katia las Bellezas de Andalucía.

Esa misma tarde Gonzalo salió un momento con la escusa de pasear para centrar sus ideas, mientras Katia ojeaba los contratos y se preparaba para salir a cenar. Aún estaba en la ducha Katia cuando regresó Gonzalo. Media hora más tarde salían a la plaza, el sol se ocultaba y la noche se iba adueñando de Jerez, mientras la plaza se iba llenando de vida, las mesas se ocupaban una tras otra de matrimonios y grupos de amigos, la plaza era el centro de atracción al llegar la noche; una suave brisa invadía el ambiente aunque algunas señoras de edad avanzada mostraban sus abanicos como si compitieran con su belleza, los habían de todo tipo, de encaje, de tul, pintados con hermosos dibujos y colores, para Katia todo aquello era nuevo, Gonzalo le explicó que en algún tiempo había, una cantidad de señales que utilizaban las mujeres con los abanicos para comunicarse con sus pretendientes o amantes. Se sentaron en una mesa y no tardó el camarero en acudir después de una retahíla de tapas, sin que Katia se enterase de nada Gonzalo sonrió y pidió varios platos la cena a base de degustación, las tapas fue del agrado de Katia y ampliaba su conocimiento de la cocina española.

El sitio tal vez por la gran cantidad de gente alrededor no parecía el más apropiado pero Gonzalo miró a Katia de forma tierna y especial, Katia conocía esa mirada y quedó mirando fijamente a Gonzalo.

Gonzalo sacó una pequeña caja del bolsillo diciendo.

—Katia sabes que no soy un hombre romántico, más bien tosco y de pocas palabras, también se que no soy de palabra fácil, romántica o amable, mi comportamiento en ocasiones es brusco. Sé que no soy el mejor amante del mundo, pero soy sincero y quiero darte las gracias por todo lo que me has dado, tu compañía, tu amor y tu comprensión, solo pretendo que si me quieres solo un poco, este anillo nos una nuestras vidas para siempre. Gonzalo sacó el anillo de la caja y lo puso en el dedo de Katia, miró su rostro y vio como rodaban las lágrimas por sus sonrosadas mejillas. En realidad era lo más bonito que le había dicho nunca. Pero lo mejor para Katia no eran las palabras, por fin Katia veía su relación reconocida y se sentía unida a Gonzalo, su deseo desde el día que lo conoció quedaba satisfecho, ahora sabía que Gonzalo también la amaba y que su amor era sincero.


Los días siguientes se los tomaron como unas vacaciones mientras visitaban las cooperativas de aceite, aprovechaban para ver los monumentos más emblemáticos de Andalucía. Visitaron la costa del Sol, Sevilla, Ronda, Granada y tomando nuevamente la carretera de Jaén se dirigieron a Baeza y Úbeda donde habían quedado para reunirse con una cooperativa. Pronto se reunieron con el presidente, el señor Juan les mostró las instalaciones y la calidad del aceite, pero había muchas más cosas que tratar; el presidente les invitó al día siguiente a visitar los campos y comer en su casa, Gonzalo y Katia aceptaron y al día siguiente montaron en el todo terreno de Juan y visitaron los olivos de los afiliados a la cooperativa que lindaban con la sierra de Cazorla. Los subió a lo alto de un monte desde el cual se divisaba una gran cantidad de olivos y al fondo la reserva o parque natural de Cazorla.

—Miren este es nuestro poder— dijo don Juan — el mismo que podemos perder en breve. Pues muchos de nuestros socios están dispuestos a vender a una empresa extranjera. El problema de estas empresas es que al principio te lo pintan todo muy bonito, pero poco a poco con escusas cada vez te pagan menos y te conviertes en su esclavo; nosotros tenemos un aceite de calidad contrastada y una bajada excesiva en el precio incidiría en la producción y la calidad. Gonzalo miró a Katia y esta pareció darle la palabra, miró al presidente (don Juan) y le dijo.

—Bien volvamos a la cooperativa.

Durante el camino hablaron poco sobre los campos y una vez en la cooperativa, comprobaron la calidad del aceite. Después Gonzalo se dirigió a Katia.

—Katia ¿llevas el contrato con la cooperativa de Sevilla?

—Si aquí lo tengo.

Katia abrió su bolso, era parte de su oficina llevaba de todo. Cogió el contrato y se lo ofreció a Gonzalo. Este se lo dejó a Don Juan diciéndole.

Si estos precios son buenos para los sevillanos creo que también lo pueden ser para usted. Como podrá comprobar los precios son por contenedor presentado en el puerto y un contenedor puede llevar trescientas mil botellas de litro distribuidas en cajas de a doce eso significa, más de medio millón de litros en dos contenedores. Si los precios son asequibles podríamos hablar de los dos contenedores. Pero abra que realizar algunas modificaciones en las etiquetas.

—El precio es justo e interesante, creo que podemos hablar— contestó don Juan.

—En primer lugar solo me interesan dos calidades de aceite; en Estados Unidos el fuerte no se vende y solo lo utiliza una minoría de españoles; no es rentable eso nos reduce al virgen extra y al suave. Hay que modificar las etiquetas la vista vende; quiero unas etiquetas llamativas y españolas como una foto de la feria de abril y... abra que elegir otra. Katia intervino.

—Yo he visto viniendo, cartel de toros “Bonito”.

—Decidido póngale alguna representación de la bandera y la etiqueta con la procedencia de origen o sea el nombre de la cooperativa, a un aceite le llamaremos Úbeda y al otro Baeza. Y con estas señas solo nos venderá a nosotros, con el resto puede hacer lo que quiera. No volveré a pedirle hasta que no lo venda.

—Si lo entiendo y es natural – contesto don Juan — Estamos de acuerdo y veo que ustedes tienen las cosas muy claras; el trato me complace y me hace pensar que esto no ha hecho más que empezar, con este pedido no tenemos necesidad de momento de vender. Espero que ustedes vendan mucho y sigan comprándonos.

Katia preparó los contratos y pidió un escáner para mandarlos por correo electrónico a las oficinas centrales donde se encontraban George y Soraya. No tardó en recibir la confirmación con una nota ¡necesitamos el aceite cuanto antes!

De la cooperativa sevillana ya habían mandado un contenedor por lo que Gonzalo le dijo a don Juan.

—En cuanto los tenga apunto mande los dos contenedores es posible que le pida más. Mire don Juan no se trata de que a mí personalmente me guste o no un producto se trata de que le guste a un consumidor exigente y muy numeroso acostumbrado a otros aceites, si conseguimos introducirlo en el mercado americano no dispondrá usted de suficiente aceite, por el contrario si no conseguimos introducirlo... en fin. Tendremos aceite para rato.

—Le entiendo —contestó don Juan— pero creo que la calidad y su conocimiento del mercado, pueden labrar un futuro esperanzador. En cuanto a la cantidad no habrá ningún problema tenemos lazos con otras cooperativas y les haríamos un favor.

—Espero que así sea.

Don Juan los invitó a comer y después con el contrato resuelto Gonzalo y Katia volvieron al hotel “Ciudad de Úbeda” por la tarde pasearon por la monumental ciudad y al día siguiente Salieron en dirección Albacete. Durante el camino Gonzalo, parecía ensimismado; Katia le abordó.

—¿Que te ocurre, en que piensas?

—En mi padre y en sus negocios.

—¿Está mal tu Padre?

—No está muy bien, tal vez demasiado bien.

—En ese caso ¿qué problema... ?

—No sé, pienso en Santa Clara ¡la tienda!

—Si entiendo ¿y?

—Santa Clara es parte de mi vida y me duele su estado.

—Mañana vamos y limpiamos, todo resuelto.

—No es eso, Santa Clara vivía, era un símbolo y parte de mi vida, de la de Federico y tanta gente que vivía o ha vivido de ella.

—Tú hablas de tu padre pero recuerdas mucho a Federico.

—El es parte de mi vida. Mi madre no quería ver a mi padre y quien me recogía y me llevaba era Federico o “tito Fede” como le decía. Nunca tuve problemas para visitar o estar con mi padre y creo que siempre me ha querido más que mi madre. En cuanto a mi padrastro, solo se ocupó de mis estudios pero nunca vi cariño en él. No le reprocho nada era natural que quisiera mas a sus propios hijos, al fin y al cabo yo no lo era.

—Entiendo, tú echas de menos tu infancia Gonzalo, Santa Clara solo es un bajo comercial.

—No Katia, es mucho mas es una forma de vida para muchas personas.

—¿Quieres abrir la tienda? — dijo Katia con ternura, como queriendo consolar la nostalgia que se reflejaba en el semblante de Gonzalo.

—No, no lo he pensado pero añoro mi niñez y siento que mi padre no esté al frente de una tienda, siempre pensaba que un día sería yo quien vendiese la ropa y muchas noches soñé que estaba detrás del mostrador.

—Puedes decirlo de diferentes formas, pero tu añoras tu niñez y sobre todo la tienda. ¿Cuando regresamos a Estados Unidos?

—Cuando tú quieras el trabajo está hecho. Me gustaría presentarte a mi padre y que nos visite cuando quiera.

—¿Podemos ir a su casa?

—Si podríamos pasar a visitar a mi madre, ver como se ha adaptado a su nueva situación y despedirnos haríamos noche allí, mañana es domingo, no tenemos prisa y podríamos aprovechar para que conozcas la finca de mi hermano.

A las cinco de la tarde estaban frente el piso de Fernando llamaron a la puerta y su madre los recibió luciendo un delantal. Gonzalo no recordaba a su madre con semejante prenda pero ante la ausencia de criada... Se lo quitó rápidamente y les hizo multitud de preguntas; donde habían estado, que habían hecho, de donde venían y donde iban. Gonzalo le dijo que en breve regresarían a los Estados Unidos tenían la obligación de velar por su empresa. La señora no perdió de vista las manos de Katia y preguntó por el anillo que lucía antes no lo había visto. Katia ya la conocía y le respondió que se habían casado ante la estupefacción de Gonzalo el cual no la desmintió; esa noche su madre no puso impedimentos a que compartieran la habitación.

Más tarde vino Fernando completamente extenuado. Los saludó y pasó directamente a la ducha, media hora más tarde salió diciendo.

—Una buena ducha hace milagros. Oye Gonzalo el pueblo está en fiestas y he quedado con Vicente y familia para cenar en el casino (un antiguo bar de antes de la guerra,) según dice allí se come bien y después hacen fiesta al aire, una especie de variedades.

—Sí pero antes hacen la procesión— contestó su madre— yo voy con unas amigas.

—Vaya mamá me alegro de que tengas amistades y amigas tan pronto.

—Si aquí hay muy buenas personas, pero no me esperéis para cenar, cenare en casa y me acostaré, que mañana tengo que ir a misa de ocho.

A las siete y media en punto doña Isabel salía de su cuarto vestida con su mejor atuendo negro y la mantilla en la mano, se despidió y salió presurosa. Sus hijos no tardaron en seguir sus pasos y dirigirse a la iglesia para ver salir la procesión. Por el camino unas ancianas llevaban un catre colgando del brazo. Las siguieron y poco antes de llegar a la iglesia lo abrieron y se sentaron en la acera. Por la calle alguien gritaba ¡ya salen! ¡Ya sale la procesión! Gonzalo Fernando y Katia se pararon tras las señoras del catrecillo, mientras Fernando decía.

—Aquí estamos bien, seguro que estas señoras saben elegir el mejor sitio.

No tardó en pasar la cruz custodiada por dos farolillos, por delante el típico tabal y dulzaina anunciaban el comienzo de la procesión y abrían paso a las dos hileras de chiquillería. Entre los más mayores Fernando descubrió al hijo de Vicente con los que debían de ser sus amigos, todos ellos de alrededor de doce años. Pronto empezaron a llegar las mujeres; al cabo de un rato Fernando llamó la atención de Gonzalo y Katia mirad a mamá.

Isabel llamaba la atención con su vestido negro, un camafeo en el pecho y sobre todo porque era la única que llevaba mantilla. Las señoras que estaban en los catres, pronto se dieron cuenta.

—Mirad a la Baronesa, lleva mantilla.

—Si según tengo entendido es costumbre en Madrid— dijo otra dándoselas de entendida.

—Se le nota la clase, si que le habrá sabido mal tener que venir a Gandía por motivos de salud ¡lo que habrá dejado en Madrid!

—En Madrid pierden una Baronesa y nosotras la ganamos – dijo otra — seguro que deposita buenas donaciones en el cepillo de la parroquia.

—Al menos, cuida de su hacienda que la tenía perdida y da jornales – dijo otra.

—No cabe duda de que es una buena cristiana. El cura estará contento con haber ganado a tan distinguida señora.

Las señoras cambiaron de conversación criticando algunos vestidos que según ellas no eran apropiados; sin saber que sus hijos lo habían escuchado todo. Más tarde refiriéndose a ellas Gonzalo dijo a Fernando.

—Al menos parece haber encajado bien en el pueblo.

—Sí creo que será feliz, solo necesita que la respeten y la adulen de vez en cuando; ¿qué os parece si nos vamos a cenar?

Las calles estaban abarrotadas de personas entre los que habían terminado de la procesión y los que habían ido a verla, la banda de música que había pasado tras la procesión cada vez se escuchaba más lejos, dando la vuelta por otras calles de regreso a la iglesia, el trío se alejó en dirección al casino a paso lento mientras charlaban del viaje realizado y le comunicaban a Fernando su inminente regreso a los Estados Unidos. El estruendo de los fuegos artificiales les hizo volver la cabeza, era la señal de que la imagen entraba en la Iglesia.

Llegaron al casino, Vicente y su señora hablaban con unos amigos en la puerta, tras las preceptivas presentaciones pasaron al interior, la mesa estaba reservada. Vicente tenía que estar pendiente de su hijo (el cual tenía prisa por irse) y de la pequeña de cuatro años a la que su madre no quitaba ojo. Durante la cena la conversación giró en torno a la finca. La cual habían partido en siete parcelas seis para frutales diversos y la parte baja y llana para dos invernaderos. Se notaba la ilusión en Vicente y Fernando al hablar del proyecto. Gonzalo no sabía cómo se había producido el milagro pero su hermano era un ser desconocido para él y quería pensar que, el verse responsable de su futuro era la causa de su cordura.

La cena se alargó y Vicente escuchó el cohete de aviso que anunciaba el comienzo del espectáculo. Se levantaron precipitadamente y se fueron a verlo. Una hora más tarde el trío decidió que era hora de acostarse a la mañana siguiente pensaban enseñarle la finca a Katia y Gonzalo vería las mejoras realizadas. Pasaron por el lado del escenario y en la parte trasera de este un vestuario de lona servía para cambiarse las bailarinas un grupo de adolescentes, miraban por una rendija turnándose, quien dejaba la rendija se reía mientras agitaba los brazos con alegría inusual y se volvía a poner en la cola; entre ellos vieron a Vicentin el hijo de Vicente que hacia el signo de la victoria con las dos manos mientras saltaba tras mirar por la rendija. Nadie le dijo nada pero los tres sonrieron.

Por la mañana el ruido de su madre los despertó cuando salieron al salón-comedor ya se iba a misa. Al menos ella parecía feliz.

Visitaron la finca y Fernando les dio todo tipo de explicaciones y por la tarde los llevó a la playa de Gandía; una de las mejores playas del país; a Katia le encantó Gandía pero sobre todo la gran cantidad de naranjos alineados, al igual que en Andalucía lo eran los olivos y en otras partes los viñedos le encantaban las largas hileras que formaban los campos.

Esa misma noche se despidieron sin saber cuándo volverían a verse, sus intereses estaban muy alejados los unos de los otros.


Al día siguiente partieron hacia Cataluña, para visitar y despedirse de su padre en Lérida, donde llegaron casi a hora de comer. Consuelo salió a la puerta y al ver quien era llamó inmediatamente a Manuel, ambos salieron de la casa.

Gonzalo presentó a Katia como socia y pareja. Su padre quedó maravillado por la Belleza de Katia y más tarde por la sencillez de la misma. Consuelo después de entrar en casa les dijo.

—Estoy preparando una sopa de fideos, nos la partiremos y después comeremos pan con tomate y Jamón.

—Lo que usted quiera Consuelo, me hubiera gustado conocer a su hija.

—Y a mí que os hubierais conocido, pero ella vive en Barcelona y solo viene algunos fines de semana, ayer estuvo aquí con la niña tiene tres años y está para comérsela.

—Su padre cogió una cesta e invitó a Katia a seguirlo, la llevó al gallinero y recogieron unos huevos, pero en realidad lo que quería era información sobre los negocios de su hijo. De todo le dio cumplida respuesta Katia y el hombre quedó satisfecho. Durante la comida Katia preguntó.

—¿Por qué está cerrada Santa Clara? — Manuel recogió el testigo.

—Katia a todos nos llega la edad de retirarnos y a mí también; Gonzalo no estaba y no tengo más hijos.

—¿Y la hija de Consuelo? No podría...

—No— dijo Consuelo— su marido lleva un bufete de abogados en Barcelona y le es imposible.

—Pues es una lástima; es una cosa que aunque no se gane dinero debería seguir por tradición.

—Si Katia tienes razón— dijo Manuel – pero aquí tenemos un refrán que dice “las tradiciones están para romperlas”

—Si debe ser cruel, yo he visto la cara de Gonzalo al visitar la tienda y vi tristeza. O eso otro “nostalgia”.

—¿Tanto se me notó? — contesto Gonzalo – debo reconocer que no me gustó verla abandonada. Pero no puedo desvestir a un santo para vestir a otro.

—¿Que quieres decir? — Preguntó Katia.

—Que no puede estar en dos sitios a la vez – se apresuró a contestar Consuelo – si ya tiene un trabajo no puede atender otro.

—Ya entiendo— Katia se calló.

El resto del día lo pasaron en la granja, Consuelo y Katia hicieron buenas migas y no se separaron en toda la tarde, Para Katia todo era nuevo. Mientras Gonzalo hablaba con su padre del proyecto de Fernando.

—Mira hijo, le puede salir bien o no depende de cómo lo enfoque, quiero decir que si vende calidad, esta tiene un precio y no todos pueden pagarlo deberá de elegir bien a quien ofrece el producto y más siendo un producto que tiene abastecido el mercado. Creo que le costará hacerse con una buena clientela pero si lo consigue triunfará.

—Si tienes razón pero cuenta con la inestimable ayuda de Vicente y el si sabe a dónde va. Si Fernando triunfa el triunfa, por el contrario si Fernando fracasa el se queda sin trabajo.

—Cambiemos de conversación y hablemos de ti. Como te dije mis bienes en Madrid son tuyos, por lo tanto Santa Clara te pertenece, puedes hacer con ella lo que te apetezca incluso montar allí unas oficinas para tu negocio utilizando la nave como almacén.

—Ya que hablamos de la nave; no encontré las llaves de la puerta de personal y Federico no las tiene.

—Puede que las tenga Juan el mecánico de máquinas o su cuñado, Paco el de Mantenimiento. Después te entregaré una agenda con todos los números de los trabajadores por si necesitas alguno siempre será mejor emplear a los de casa en caso que decidas… En fin es tu vida.


Al día siguiente se despidieron y regresaron a Madrid por la tarde Katia se interesó por los vuelos y sacó los pasajes para regresar dos días después en vuelo directo. Le daba tiempo a Gonzalo para llamar a Paco y a Juan interesándose por las llaves. Así se enteró de que Paco las había perdido en el incendio. Llamó a Ana y tampoco sabía nada, por fin llamó a Cortés y este le dijo que si no habían cambiado la cerradura él tenía llaves. Gonzalo volvió a llamar a Paco para hacerle saber que había encontrado las llaves y que había quedado al día siguiente con Cortes en la nave.

Katia quiso acompañarlo, Gonzalo no vio ningún coche junto a la puerta, aparcó y dando la vuelta al edificio abrió la puerta de carga. Entraron y Katia miró la nave Gonzalo le explicó donde estaban las oficinas el cuarto para cambiarse de ropa y los aseos se dirigían a ellas cuando una voz les llamó,

—¡Gonzalo!

—Gonzalo se volvió, un hombre entrado en años le llamaba al acercarse lo reconoció ¡Cortes! Se abrazaron y le presentó a Katia. Cortes les propuso salir e intentar abrir por fuera, aceptaron y dieron nuevamente la vuelta al edificio, Cortes introdujo la llave y la puerta se abrió, pero no podían desplazarla por la gran cantidad de máquinas sillas y mesas apiladas en su interior. Cerraron y Cortes le dio las llaves a Gonzalo, volvieron a dar la vuelta con el ánimo de liberar la puerta dos personas les esperaban en la puerta de carga, eran Juan y Paco su Cuñado. Se saludaron y siguieron las presentaciones. Juan le preguntó.

—¿Piensas abrir de nuevo?

—No creo que pueda mis negocios en Estados Unidos, no me lo permiten no puedo compaginar dos negocios en países tan distantes. Pero debo pensar.

—Bueno, si necesitas ayuda para cualquier cosa cuenta con nosotros, hay mucha gente que apreciaba a tu padre y que le gustaría ayudarte.

—Cortés Preguntó ¿Cuando te vas?

—Tengo los pasajes para pasado mañana.

—Si puedes me gustaría venir mañana y con la ayuda de Paco y Juan vaciar la oficina de abajo e intentar buscar mi antiguo ordenador, aquí se perderá.

—Si lo entiendo y no estaría mal echar lo que no sirva. Os parece que quedemos en el bar del polígono para tomar un tentempié a las nueve y media y celebramos el habernos encontrado.

Todos aceptaron y al día siguiente se volvieron a reunir en el bar, Katia se quedó en casa preparando el equipaje y lavando la ropa. En realidad era lo que quería Cortes que miraba de vez en cuando su reloj, a las diez dijo con nerviosismo.

—Vámonos se me hace tarde.

Todos lo siguieron sin inmutarse, Gonzalo abrió la puerta y se dirigió a la oficina, pero Cortés les paró.

—Esperar un momento falta alguien.

Se miraron unos a otros, estaban los mismos del día anterior, se escuchó parar un automóvil. Cortes se acercó a la puerta dos señores bajaron del coche y saludaron a Cortes. Nadie los conocía.

—Ahora sí que estamos todos— dijo Cortes – os presento a don Julián el notario y creo que a su ¿secretario?

—Si así es me llamo José Manuel.

—Don Julián le parece bien que saquemos mesas y sillas y nos sentemos.

—Me parece bien.

Afortunadamente Gonzalo se había provisto de trapos y un espray para el polvo, sacaron una mesa, algunas sillas y se sentaron intrigados a su alrededor, nadie sabía lo que se proponía Cortes. Una vez todos ubicados prosiguió.

—Señor notario puede tomar nota.

El secretario sacó una grabadora y le dijo.

—Continué.

—La noche en que se quemó el almacén la policía y los bomberos saben que tanto Juan como un servidor estuvimos aquí y que intentamos salvar los ordenadores de la oficina superior o al menos es lo que creen. La realidad es muy distinta desde que me despidieron regularmente solía venir a dar una vuelta por el polígono; aprovechando que revisaba las cuentas del taller de automóviles que está en la entrada. Ese día vi salir humo al llegar a la puerta de personal la vi abierta y con las llaves puestas. Pensé que era la ocasión para copiar las cuentas del último año (según ordenes de don Manuel) al igual que don Manuel nunca me fié de los nuevos dueños de la empresa, en realidad me despidieron cuando empecé a hacer preguntas. Sé que la policía se llevó los ordenadores nuevos de la planta baja para ver su contenido, pero no los viejos de la parte superior yo sabía dónde estaban los resúmenes escritos en clave y lo sabía porque yo inventé el sistema. Todo estaba en un disco duro bajo una mesa donde todos los demás ordenadores mandaban los resultados. Quiero decir que bajo una de esas mesas hay un disco duro con información. No dije nada antes porque creía que se había quemado todo ayer comprendí que podía seguir aquí.

El día del incendio como ya sabéis encontré la puerta abierta e intente entrar, el humo no me dejaba respirar y desistí pero llegó Juan y dijo que quería entrar, no pude impedírselo. Lo que hizo dentro mejor que lo cuente él.

—Si es como dice Cortes. Gonzalo tu padre dudaba de los asiáticos y me mandó instalar unas cámaras habían seis a lo largo del almacén e iban conectadas a un ordenador cada día cuando apagaban la luz se conectaban las cámaras al ordenador y grababa cada cinco segundos un segundo. Al despedirme la empresa ya no supe lo que gravaban pero pensé que las cámaras podrían seguir funcionando, por eso quise entrar. Entré y me dirigí arriba por el camino cogí ropa y me la lié a la cara encontré el ordenador pero a su lado la mesa ardía iba a quemarlo cogí un extintor de la pared y lo apagué en realidad lo llené todo de polvo, conseguí abrir la disquetera y saqué el disco, me lo puse en el bolsillo después rompí el soporte de la disquetera para que no pudieran grabar otro, de momento todo se puso negro. Y desperté en el hospital.

Cortes prosiguió:

—Yo lo estaba esperando y al ver que no salía y que llegaban los bomberos, decidí entrar, cogí las llaves para evitar que alguien me cerrara la puerta y entre a la derecha al aseo y mojé mi pañuelo me lo até a la cabeza y me fui en busca de Juan antes de subir me pareció ver una sombra bajo la escalera miré bien y no vi nada subí las escaleras corriendo y me di un golpe en la tibia con un escalón, hacía mucha calor y al ver a Juan tendido en el suelo y que su brazo se estaba quemando, cogí el extintor y lo vacié sobre las mesa y la parte en llamas que quemaba a Juan lo cogí y como pude bajé con él, antes de salir a la calle me caí con Juan entraba aire por abajo y deposité a Juan en el suelo no podía más, un disquete cayó de su ropa yo solo pensé que podía ser importante a mi izquierda estaba el aseo y lo puse entre la cisterna y la pared recogí a Juan y salimos. A Juan se lo llevaron al hospital y yo tuve que aspirar oxigeno más tarde me aplicaron cuatro puntos en la tibia. No sabía que contarle a la policía y les dije que había visto entrar a Juan y al no verlo salir entré a por él y lo encontré inconsciente. No sé cuál fue la versión de Juan.

—Muy sencillo les dije que conocía la empresa por haber trabajado allí y que intenté salvar los ordenadores de la oficina cuando algo cayó y me golpeó.

Cortes miró al notario. —Como le he dicho ayer al ver lo que había almacenado recordé el disquete y decidí llamarlo. Usted decide si buscamos el disquete y el disco duro.

—De acuerdo procedamos a sacar los muebles de la habitación. Desde luego constato que hay mucho polvo y que por lo tanto no se ha tocado nada en mucho tiempo.

Poco a poco los asistentes fueron sacando los muebles, mesas, sillas, tres ordenadores (Uno con la disquetera rota) un disco duro bajo una mesa. Todo quedó esparcido por la nave, al fin tuvieron acceso al aseo pero no podían sacar el disquete por lo que Juan tuvo que desmontar la cisterna y allí estaba el disquete. A continuación el notario llamó a la policía y esta se llevó el disquete, el disco duro y el ordenador con la disquetera rota, pues en el disco duro podía estar la información original del disquete. Más tarde el notario les llevaría una declaración firmada por los protagonistas.


Cuando se fue el notario y la policía. Tanto Cortes como Juan y Paco; preguntaron a Gonzalo sobre las ideas que llevaba respecto a la nave y las máquinas de coser.

—No tengo nada previsto, en estos momentos mis negocios no me dejan tiempo libre y mañana regreso a Estados Unidos. En realidad no se qué hacer pero me gustaría estar al corriente de lo que ocurra, — Gonzalo sacó una tarjeta con su correo y se la dio a Cortes. Mándame noticias.

—Gonzalo las maquinas— Dijo Paco.

—¿Que ocurre con las máquinas?

—Estoy parado y podría ir limpiando y dejándolas apunto ¿quién sabe lo que puede ocurrir? Por descontado no cobraría nada; me serviría de distracción.

—No puedo negaros nada, tomad las llaves y utilizad lo que creáis conveniente incluso podéis… Bueno intentaré primero poner mis ideas en orden todo esto es nuevo para mí y como os he dicho mañana me voy con la agenda llena de proyectos y trabajo. La realidad es que no sé cuando volveré.


Al día siguiente Katia y Gonzalo tomaron el vuelo de regreso a los Estados Unidos, Nueva York era su destino allí tenían instaladas sus oficinas centrales. Durante el trayecto Gonzalo iba ensimismado parecía ausente; Katia se percató y buscó conversación.

—Que te ocurre pareces ausente ¿sientes nostalgia o tristeza por dejar a los tuyos?

—Tal vez si, siento un nudo en el pecho como si dejase algo muy importante de mi vida. No sentí lo mismo la última vez; cuando me fui en busca de aventuras, entonces estaba alegre y deseoso de empezar una nueva vida, la ilusión no me dejaba pensar en otra cosa. Ahora tengo la sensación de no terminar un trabajo y de hacer falta a mi familia.

—Si es real lo que me has contado creo que has hecho todo lo posible por tu madre y tus hermanos, en cuanto a tu padre no te necesita. Tu conciencia puede estar tranquila no obstante; puedes volver regularmente a visitarlos, incluso todos los años. Como hago yo con mis padres, viven cerca de mi hermana mayor con sus dos hijos, a los que adoro en un pueblecito llamado Cóndor, en Carolina del Sur. Por otro lado tu hermano ha comprendido y se ve un hombre fuerte y capaz.

—Si tienes Razón tal vez María sea la más débil.

—No lo creas la has dejado en una buena situación económica y tiene el apoyo de Federico, habrá que esperar a que termine sus estudios y después siempre puede venir con nosotros. Déjala que termine sus estudios y la ayudaremos, pero de vez en cuando deberías hablar con ella, a las mujeres nos gusta que se interesen por nosotras y en ese aspecto “Gonzalo”, no llegas al aprobado.

Gonzalo comprendió que Katia tenía razón y cogiéndole la mano se acercó y le dio un beso, media hora más tarde ambos dormían plácidamente.


Dos días después se reunían los socios en asamblea. Era el momento de escuchar las nuevas noticias de Gonzalo y Katia.

Después de los preceptivos abrazos y besos se sentaron a la mesa y Katia cogió la palabra.

—En primer lugar quiero deciros que no conocía el país de Gonzalo y me ha encantado, os aconsejo que lo visitéis. También hemos comprobado la gran cantidad de calidades y precios he aprendido con Gonzalo que no siempre lo más caro es lo mejor, ni lo más vendible. Por otro lado hemos conseguido buenos contratos con empresas no excesivamente grandes pero con buena calidad. En fin como dijo Soraya hemos dado una imagen, pero también la hemos recibido y nos hemos inclinado por la seriedad y compromiso de los nuevos y viejos proveedores, habrán cambios de marca y marcas propias que al ser solo nuestras no tendrán competencia. No obstante y después de lo visto bastaría con que Gonzalo viajase nuevamente para conseguir nuevos y buenos contratos.

George y Soraya abran recibido los contratos y creo que son muy buenos y con precios competitivos.

—Si lo hemos comprobado – dijo George — y de ellos se deduce que tendremos suministros de sobra y quisiera saber ¿a qué se debe o si es solo para llenar el almacén?

Gonzalo intervino.

—George ha puesto el dedo en la llaga, si hemos hecho compras con buenos precios, es porque tenemos capital suficiente para afrontarlos y al ritmo al que van las ventas en seis meses estaremos pidiendo nuevamente; disponemos de proveedores esperando que les pidamos con buenos precios y yo pregunto Si no es el momento de lanzarnos a la conquista del Oeste.

—¿Que quieres decir? Preguntó Canela.

—He hecho unos cálculos y creo que es el momento de introducir los productos en San Francisco, Las Vegas y Los Ángeles. También sé que no podemos abarcar todos los estados, no tenemos ni tendremos nunca suficientes proveedores para todo el país. Pero si podríamos ampliar a los tres núcleos en concreto y ahora es el momento de decidir, por descontado el que se encuentren cerca unos de otros nos benefician con respecto a la logística y allí terminaría nuestra ampliación o expansión y solo nos centraríamos en comprar y vender olvidándonos de nuevas aventuras.

—¿Quieres decir que no ampliaríamos más? Preguntó Santiago.

—Exacto si ampliamos más corremos el riesgo de no poder atender con la misma calidad o no poder servir por falta de producto. Todo tiene un límite y creo que es el momento de afrontar una ampliación o quedarnos como estamos, que hasta ahora no nos ha ido mal, como he dicho sería la última aventura.

—Hasta hoy nos ha ido bien hemos ganado dinero y hemos creado un imperio de nada – contestó Soraya – no veo por qué no seguir y quedarnos anclados.

—Si pero si nos va bien podríamos caer en la tentación de querer seguir creciendo y terminar arruinados – Santiago al ser padre recientemente demostraba su incertidumbre o miedo a perderlo todo.

—Yo he creído siempre en Gonzalo – dijo Canela – y seguiré creyendo en sus planes, cuando él diga que hay que seguir seguiré y cuando pare pararé. Nunca creía que podría permitirme el lujo de tener una chica para cuidar a mi niña y hoy tengo dos sirvientas. En cuanto a la zona es un gran núcleo y no creo que necesitemos más expansión.

Gonzalo volvió a tomar la palabra.

—La cuestión es más seria de lo que parece, tendremos que confiar en más gente, tal vez en algunos de los que ya tenemos contratados y montar otra oficina en la zona Oeste eso significa más inversión y menos dividendos (de momento). Necesitaremos gente de confianza yo por mi parte no soy partidario de admitir nuevos socios, pero si se podría crear una especie de directivo con derecho a una gratificación según las ventas.

—Por favor Gonzalo – interrumpió George – parece ser que lo tienes todo pensado y si seguimos tu plan habrá de ser como tú lo tienes diseñado. Creo que deberíamos votar en papel de forma secreta y si hace falta después discutimos.

El acuerdo fue total y los seis votaron por escrito un sí o un no. El si fue rotundo excepto un boto en el que ponía.

—No puedo ir contra Canela y aunque tengo miedo voto ¡Sí!

A continuación se discutieron los detalles; Soraya y Katia viajarían con Gonzalo al oeste y mientras este buscaba donde emplazar los almacenes de reparto y montar la empresa. Soraya y Katia buscarían chicas, entre la gran multitud de las que buscan triunfar en el espectáculo o el cine y se quedan por el camino, ofreciéndoles un trabajo estable dentro de la empresa, al terminar su trabajo, consistente en hacer clientes, como ellas habían hecho con antelación. Ellas las formarían y las acompañarían en el primer día de trabajo. Mientras tanto George se encargaría de elegir a los que llamaron adjuntos a presidencia con derecho a un porcentaje de las ganancias y que a su vez serian directores o directoras de las diferentes oficinas. Como siempre Santiago se encargaría de la logística que más tarde dejaría en manos de las diferentes oficinas.

En Los Ángeles encontró Gonzalo lo que buscaba y allí montó el centro de distribución de su empresa. El nuevo proyecto se puso en marcha y cinco meses más tarde todo funcionaba como un engranaje. Los directores adjuntos cumplían con su cometido y descargaban de una gran cantidad de trabajo a los socios fundadores, lo cual les proporcionaba un plus de libertad. En ese momento se encontraban en los Ángeles, Gonzalo, Katia y George con Soraya.

Se acercaba el día de acción de gracias y Katia quería aprovechar para visitar a sus padres en Carolina del Sur, lo cual comunicó a Gonzalo. Este cogió su barbilla entre los dedos y después de unos largos segundos se volvió hacia Katia, la cogió de las manos y la condujo al sofá.

—Dime Katia ¿cómo te habías imaginado tu boda?

Katia quedó sorprendida por la pregunta, pero contestó a Gonzalo.

—En verdad, nunca me imaginé una boda de Blanco con un gran banquete; de adolescente pensaba que un admirador del que me habría enamorado me raptaría, nos escaparíamos y nos casaríamos en secreto; en fin una boda romántica sin parafernalia.

—Katia vístete mientras yo llamo a Soraya y George; son los únicos que tenemos cerca y nos pueden servir de testigos.

—¿Que te propones? Preguntó Katia con una sonrisa de complicidad.

—Tu quieres ir a visitar a tus padres y yo pienso acompañarte ¿dime como me presentarás? No me contestes Nos vamos a fugar a Las Vegas para casarnos y nos llevamos los testigos con nosotros.

Katia se abalanzó sobre Gonzalo y lo llenó de besos, a continuación sin decir nada se fue a su habitación, mientras Gonzalo hablaba con Soraya y le comunicaba la noticia date prisa que nos vamos no hay tiempo que perder.


Anochecía cuando llegaron a Las Vegas, por el camino llamaron a un cliente para reservar las habitaciones. En la puerta del hotel un mozo les pidió las llaves del coche, bajaron de él y el dueño les introdujo en una enorme lemosina que les condujo a una pequeña iglesia católica aunque en la misma se casaban también los protestantes solo cambiaban de cura.

Al entrar en la misma una señora le entregó a Katia un ramo de rosas blancas, un señor al piano tocó la marcha nupcial, después se levantó ¡era el cura que tenía que oficiar la ceremonia! La señora del ramo se convirtió en fotógrafo y el séquito eran George y Soraya, el dueño del hotel y el chófer de la lemosina.

El cura empezó la ceremonia (sin misa por descontado) cuando le preguntó a Katia, Gonzalo se percató de la gran felicidad que la embargaba; las lagrimas rodaban insistentemente sobre sus sonrosadas mejillas cayendo por su barbilla sobre sus pechos y mojando el vestido, Gonzalo le ofreció su mejor sonrisa y saltándose el protocolo mientras le limpiaba las lagrimas; le dijo a Katia que la querría eternamente y que esperaba hacerla muy feliz el resto de su vida. Estas palabras lejos de secar sus ojos hicieron que se desbordaran por completo. La felicidad tiene formas muy raras de manifestarse.

El hombre poco romántico e incluso tosco en ocasiones había ofrecido a Katia la boda soñada. Firmaron los papeles como antes lo habían hecho otras muchas personas, convirtiendose en marido y mujer. Dos personas entraron corriendo a la iglesia.

—¿Que desean ustedes?— preguntó el cura.

—Queremos casarnos, contestaron al unísono.

Katia le entregó el ramo y le dijo ¿necesitas padrinos?

—Si — contestó con timidez.

Katia y Gonzalo se convirtieron esa misma noche en matrimonio y padrinos de unos desconocidos. Después hubo una pequeña cena de celebración en el hotel donde se bebió vino español.

Dos semanas más tarde visitaban a los padres de Katia; mientras tanto Gonzalo mandaba las fotos de la boda a su familia por correo electrónico.

Katia pasó un inolvidable día de acción de gracias junto a su marido y su familia. Y Gonzalo tuvo la ocasión de conocer durante una semana a los padres de su señora; con los que tubo largas conversaciones especialmente con su padre, el cual no se cansaba de preguntar y antes de que contestase Gonzalo por completo, ya le daba la contestación y su opinión y le contaba alguna anécdota o historieta. En fin la semana se hizo corta y regresaron a la central de Nueva York.

La empresa funcionaba perfectamente con los nuevos directores y decidieron hacer una reunión con ellos cinco eran las personas seleccionadas que ya actuaban como tales. La reunión giró en torno de un mejor funcionamiento de la empresa y un reparto de las oficinas. Al final de la reunión se decidió dejar tres oficinas centrales; una se ocuparía de Florida y Carolina del Sur y la otra de Carolina del Norte y Nueva York; en la zona este y solo una en Los Angeles en la zona oeste. Las oficinas centrales quedarían en Nueva York y a su mando como directora Gabriela Cooper encargada de coordinar las tres. Gabriela había demostrado sobradamente sus dotes no solo como directora, se había revelado como experta en finanzas, todos creyeron que era la persona idónea para el cargo. Con las nuevas normas se buscaba agilidad y más libertad para los seis accionistas. Ahora solo necesitaban echar un vistazo a las cuentas de vez en cuando, aunque seguían cada pareja como responsable de su sector, o sea; compras, Katia y Gonzalo, logística, Santiago y Canela y cuentas y asuntos legales, George y Soraya.

Gonzalo periódicamente mantenía una vídeo conferencia con su hermana María, la cual le mantenía informado de los pormenores de la familia; esa noche le dijo.

—Gonzalo tengo examen de pasarela en Abril y no sé qué hacer ni por que decidirme tengo que coser la ropa y mama nunca me enseñó pese a que ella sabe coser. Tengo miedo al fracaso, no es lo mismo la teórica que la práctica y ahora lo he comprendido.

—No temas – contestó Gonzalo – Tienes a Federico a tu lado solo tienes que confiar en él y si te hace falta ayuda Fede sabe dónde buscarla.

Después de la conexión, Katia le preguntó a Gonzalo sobre su hermana y este le contó toda la conversación. Katia le respondió.

—Yo vi los diseños de la carpeta de María y tiene muy buen gusto y muy buenas ideas aunque reconozco que no es lo mismo dibujar que llevarlo a la práctica, de todas formas no debe tener problemas en el desfile fin de carrera.

Unos días más tarde Gonzalo le comunicaba a Katia su deseo de marchar a España entre el doce o quince de Marzo y aprovechar para visitar las fallas en Valencia. El las había visitado una vez con Federico y su padre y había quedado fascinado, por las obras de arte que se montaban en plena calle para después quemarlas. También tenía la ocasión Katia de invitar a sus padres, hacía mucho tiempo que solo disfrutaba de su compañía el día de acción de gracias. A Katia le encantó la idea y el día catorce de Marzo salían todos hacia Madrid.

María los esperaba en el aeropuerto y los llevo a su casa, ella dormiría en casa de Federico; mientras tanto Tito Fede se ocupaba de la comida y de los pormenores del viaje a Valencia.

Fede les informó. He estado muchas veces en Valencia en el hotel de un amigo y os he reservado dos habitaciones. Yo os aconsejo viajar en tren, El Alaris os deja en la Estación del Norte, en pleno centro de Valencia y en menos tiempo de lo que cuesta ir en coche hay que tener en cuenta que estos días no se puede circular por la ciudad. El hotel se encuentra junto a la estación, solo tienen que salir por la puerta principal y girar a la izquierda; si queréis mi amigo os puede esperar en la salida.

La idea de Federico parecía ser la mejor opción y decidieron aceptar su consejo. El día dieciséis por la mañana partían con el Alaris hacia Valencia disfrutando del paisaje, mientras Gonzalo daba explicaciones sobre el mismo a los padres de Katia.

Llegaron a la estación y siguieron las indicaciones de Federico; al salir de la estación un señor maduro se les acercó llamando a Gonzalo por su nombre.

—Si yo soy.

—Por favor síganme, soy el amigo de Federico.

Siguieron al señor y se encontraron con un hostal de dos estrellas; a Gonzalo se le cayó el mundo encima el esperaba un hotel como mínimo de tres estrellas, pero pensó que sería muy difícil encontrar habitación en otro sitio, también sería hacerle un desprecio a Federico y decidió callar. El propietario les enseñó las habitaciones que en realidad no tenían nada que envidiar a un hotel y además estaban limpias, que era lo que más valoraba Katia. Verdaderamente Tito Fede no les había buscado un mal sitio para pasar unos días y cuando bajaron de las habitaciones, el dueño del hostal ya les esperaba con un plano de Valencia; les indicó el sitio donde estaban y les marcó las principales fallas y el sitio donde podrían coger el “Bus Turístico “el cual les aconsejó que lo hicieran cuanto antes para conocer o hacerse una idea de la ubicación en la ciudad; aunque el bus tenía un poco restringuido el circuito. También les marcó un par de bares o restaurantes para comer y les aconsejó que llamasen con antelación para reservar.

Durante los días que pasaron en Valencia con el bus visitaron los lugares más emblemáticos, no tuvieron tiempo de aburrirse y llegaban exhaustos al hostal, los padres de Katia querían verlo todo incluso una corrida de toros, la mascletá y sobre todo la cremá.

Al día siguiente de San José, Gonzalo los llamaba a las doce debían dejar la habitación y todavía estaban durmiendo. Gonzalo había contratado un coche para dos días y había llamado a su hermano, diciéndole que iban a visitarlo y que reservase dos habitaciones en un hotel. Pasaron por El Palmar para comer un típico “Arroz a Banda” y probar el “Hall y Pebre” de anguilas. Sobre las cinco llegaron a Gandía, su hermano los estaba esperando, Gonzalo después de abrazar a su hermano y presentarle a los padres de Katia, le preguntó por su madre.

—Mamá está ejerciendo de Baronesa, parece ser que se le han vuelto a subir los humos, desde que le puse una sirvienta.

Gonzalo advirtió a los padres de Katia de lo que podrían encontrar con su madre y los padres de esta entendieron perfectamente.

Subieron al piso y fueron presentados al decir Gonzalo— Mi madre Isabel— esta respondió.

¡Baronesa de Castro! Y se quedó altiva sin ofrecer la mejilla ni la mano. La madre de Katia; Una demócrata que había trabajado para el partido en las elecciones, conocía tres idiomas el español, el polaco y el inglés y odiaba la nobleza; pero le siguió la corriente diciéndole.

—Yo soy descendiente directa de Pedro tercero Rey de Polonia, a consecuencia de la primera gran guerra fuimos expulsados a Los Estados unidos y perdimos nuestros títulos y Bienes.

—Isabel no sabía que la historia que le contaba Katerina “no era real” pero la llenó de satisfacción su hijo se había casado con una descendiente de la nobleza polaca; sin darle tiempo a Katerina se cogió de su brazo y empezó a preguntarle sobre su vida. Ambas se sentaron en el sofá y charlaron largo y tendido.

—Mas tarde Katerina que en realidad era psiquiatría le dijo a Gonzalo.

—Tu madre tiene trastorno de personalidad y una gran dependencia de su titulo de Baronesa, para ella el titulo de baronesa es comparable al de marquesa o condesa no sabe o no quiere saber qué es el eslabón más bajo de la nobleza y que hoy en día no sirve para nada, en fin no creo haber descubierto nada que ustedes no sepan ; lo siento por que su enfermedad no tiene cura y por el contrario se irá acrecentando, les aconsejaría que no la dejasen sola su mente se deteriora rápidamente y en breve podría hacer cualquier locura.

—¿Quiere decir que se está volviendo loca?

—¡No! Solo digo que la baronesa se ha apropiado de Isabel y como tal puede actuar “es imprevisible”; en fin ustedes la conocen mejor que yo.

Gonzalo comunicó a su hermano la enfermedad de su madre y le ofreció su ayuda para no dejarla sola ni de noche ni de día. Fernando por su parte le comunicó que sabía lo de su madre y pasó a hablar de negocios. La idea de Vicente daba resultado, vendían por Internet productos de la cooperativa y de otros almacenes de los alrededores, por lo tanto no necesitaba ayuda económica. Esa misma tarde les llevó a visitar la playa y cenaron en un conocido restaurante. Al día siguiente visitaron la finca y antes de comer partieron hacia Valencia con el tiempo casi justo para devolver el coche y coger el tren; un bocadillo en la estación y a las siete ya estaban en Madrid.

Los días siguientes visitaron Madrid y sus alrededores. Una visita a Lérida para visitar a su padre y presentarles. Aquí la visita fue más agradable y los padres de Katia pronto confraternizaron con los consuegros, las conversaciones resultaban amenas y ambas partes quedaron satisfechas invitándose mutuamente a visitarse. Dos días después los padres de Katia partían con una agradable impresión del país.

Mientras tanto Gonzalo había tenido una larga conversación con su padre. Entre otras muchas cosas le contó el motivo de la visita, para ver el desfile de fin de curso de María. Su padre le dijo que aunque María no era hija suya, no tenía nada en su contra, por el contrario tenía muy buena opinión de la misma y si Gonzalo lo creía conveniente la podía ayudar en todo lo que quisiera y disponer de sus bienes a su libre albedrío, pues al fin y a la postre eran suyos como su único hijo y heredero. También le hizo saber que la policía había capturado al causante del incendio y este había confesado todo lo ocurrido.


El día del desfile llegó, tanto María, Federico o Cristina (a la que había llamado Federico para enseñar a María) guardaban en secreto el trabajo y los modelos realizados por María dentro de sendas fundas. Nadie excepto ellos conocía el trabajo.

Unos pocos días antes María había hablado con su hermano Fernando invitándole al desfile. Fernando rechazó la idea de volver a Madrid por unos días, su pequeña empresa se encontraba en plena campaña y su madre parecía haber encontrado la tranquilidad y el sosiego. Y aunque se alegraba por su hermana no era el momento de regresar y cortar su buena racha.


Gonzalo llamó a Katia que se encontraba en la habitación.

—Katia date prisa o llegaremos tarde.

—Ya estoy voy volando.

Katia aún tardó cinco largos minutos, por fin salieron de casa y se fueron al salón donde se realizaba el desfile, la mesa la tenían reservada y en ella les esperaba Federico y el marido de Cristina. Las mesas estaban alrededor de una larga pasarela y podían quedarse a cenar después de la exhibición. Un camarero se acerco y les preguntó si deseaban alguna bebida y si se quedarían a cenar. Pidieron la bebida y Gonzalo le dijo que sí, se quedarían a cenar. Unos minutos más tarde la directora del centro con unas palabras de bienvenida anunciaba el comienzo del desfile; un joven la sustituyó para ir anunciando los modelos presentados y su diseñador. En quinto lugar le tocó el turno a María; Gonzalo y Katia quedaron sorprendidos para ellos los diseños de María fueron los más bonitos y con más clase de los doce diseñadores.

Al concluir el mismo, se entregaron los diplomas de la academia a todos los alumnos y posteriormente se entregaron tres distinciones a los tres que un jurado formado por profesores y diseñadores reconocidos consideraron los mejores. El primero fue un joven llamado Constantino García, pero la sorpresa fue mayúscula cuando la segunda fue María.

La cena y la noche transcurrió con alegría y brindando por María y su porvenir, Federico estaba satisfecho y Cristina exultante, antes de irse con su marido se acercó a Gonzalo y le dijo en voz baja.

—Es buena, sería una lástima que se perdiera.

Aunque María había terminado el curso de diseño de moda, seguía estudiando diseño Publicitario del cual le quedaban dos meses para terminar el curso y un año para terminar la carrera. Por su parte Gonzalo había pensado visitar a algunos proveedores y buscar nuevos productos, le gustaba ir al supermercado y ver las posibilidades de incorporarlos a su oferta.

Una noche salió a cenar con Katia, volvían de regreso cuando vieron un grupo de gente joven entre los que estaba María. Gonzalo levantó la mano saludando (no queriendo inmiscuirse en la vida de su hermana) pero María lo llamó y se acercaron a saludar.

—Mirad este es mi hermano Gonzalo y su mujer Katia.

—¡Dios mío! Gonzalo se ha casado usted con la mujer de mis sueños.— Dijo Constantino entre sonrisas.

—Pues te aseguro que es real. Tu… tu eres ¿Constantino?

—Si me ha reconocido y ya que somos amigos le pido que me ceda como modelo y musa a su señora en mi próximo desfile.

—No me lo debes de pedir a mí, Katia tiene opinión propia y libertad total para decidir.

—¿Y para cuando será su desfile?— Preguntó Katia.

—No lo sé antes tendré que buscar a alguien que se arriesgue por mí.

—Pues dese prisa o tendrá que hacer los modelos de premamá – contestó Katia.

Los asistentes rieron mientras Gonzalo miró con cara de sorpresa a Katia. Esta comprendió su mirada y respondió.

—Aún es pronto para asegurarlo pero es muy posible.

—Ahora entiendo porque no has bebido vino ni cerveza en la cena.

Las felicitaciones se sucedieron de los amigos y amigas de María pero la que parecía más feliz era la propia María ¡iba a ser tía!

Al día siguiente mientras desayunaban Katia abordó a Gonzalo.

—Gonzalo quiero preguntarte ¿qué piensas de María?

—Que tengo una hermana maravillosa.

—Eso ya lo sé; quiero decir que si piensas ayudarla en su carrera.

—¿Cuando dices ayudar te refieres al diseño de ropa?

—Sí, es buena lo ha demostrado y yo no la veo como diseñadora publicitaria.

—No sé cómo puedo ayudarla no conozco a nadie dedicado a la moda... ya veremos.

Gonzalo estuvo toda la mañana pensando en las palabras de Katia hizo unas llamadas de teléfono; por la tarde entró en la habitación de María y se llevó todas las láminas. Katia con ese sexto sentido que tienen las mujeres, intuyó que algo llevaba en la cabeza pero no queriendo intervenir le dijo, que iba a acostarse para descansar. Media hora más tarde Gonzalo llegaba a la nave o almacén donde le esperaban Paco y Juan con las llaves. Abrieron y añadieron varias mesas a las ya existentes de la anterior reunión y las limpiaron. Gonzalo dejó el porta folios sobre ellas y miró las maquinas de coser alineadas junto a la pared.

—Están todas reparadas solo hay dos inservibles que he utilizado como repuesto – eran las palabras de Paco — como tenía tiempo me he permitido tirar algunos trastos viejos y rotos.

—¿Qué haces ahora? — preguntó Gonzalo.

—Se terminó el paro y cobro la ayuda familiar, a los cincuenta nadie te da trabajo ya he repartido tarjetas por los buzones y hago algunas reparaciones. Me ayudan a vivir pero no me llega para montar una empresa, Juan si encontró trabajo cerca de aquí. En realidad no se que ha sido de los demás.

Por la puerta entraron Cristina y Carolina se saludaron en el momento que paraba un coche del que descendía Ana la ex secretaria de su padre. Un poco más tarde entró Cortés con una señora mayor. Todos se saludaron sin saber que hacían allí; solo Cortes lo sabía por ese motivo se había llevado con él a Hortensia antigua diseñadora y colaboradora del padre de Gonzalo, en su época de socio con Confecciones Adrián.

Gonzalo cogió la carpeta y extendió los bocetos sobre las mesas.

Quiero vuestra opinión sobre los bocetos yo no entiendo de moda ni de diseño.

Paco y Juan se desmarcaron – Nosotros tampoco entendemos de esto – dijo Juan — las mujeres tienen un sexto sentido.

—Estos bocetos deben ser de María – murmuró Cristina – ya te dije que era buena.

—Sí confirmó doña Hortensia, aunque no son rompedores si son elegantes y con buen gusto.

—Se venderían fácilmente en Santa Clara — contestó Carolina – aquí hay dos bocetos que son rompedores.

—Si los he visto pero solo dos — contestó Hortensia.— El resto desprenden un plus de clase y modernidad.

Los bocetos iban pasando de una mano a otra. Cortes fue directamente al grano.

—Gonzalo no creo que nos hayas llamado solo para enseñarnos los bocetos ¿qué pretendes?

—Si tienes razón, pero debo aclarar que ni yo mismo lo sé. Por un lado quisiera ayudar a Mi hermana María y por otro lado, pienso en los trabajadores y amigos de mi padre, que lo puedan estar pasando mal. Personas que anteriormente fueron la base de Santa Clara o trabajaron codo a codo con mi padre. Mentiría si dijera que no siento nostalgia de Santa Clara, he crecido allí.

—No es fácil encontrar trabajo de patronista o cosedora – comentó Cristina — hoy todo se fabrica en los países orientales donde la mano de obra es barata. Por otro lado debo reconocer que disfruté ayudando a María. Tal vez lo echaba de menos.

—Si tienes toda la razón — intervino Carolina —pero yo como vendedora puedo asegurar que en Santa Clara se vendía por calidad, no por precio y creo que todo tiene su mercado, se puede vender por calidad o por precio y de calidad sabemos mucho.

—Sigo sin saber que pretendes Gonzalo – dijo Cortés aunque posiblemente era el único que se imaginaba lo que Gonzalo pretendía.

—Tal vez ni yo mismo lo sepa; podríamos quedar para la próxima semana y ver la posibilidad de crean una cooperativa con los antiguos trabajadores.

—Para eso necesitaríamos dinero y yo no tengo ni para comer— contestó Paco – por otro lado me encantaría.

—Podemos buscar soluciones, lo que se necesitan son soluciones e ideas— apuntó Gonzalo— yo no soy experto.

—Sea como sea, no es suficiente con una diseñadora “inexperta” para abrir una empresa – contestó Hortensia — y mucho menos para abrir Santa Clara, allí se necesita mucha clase, yo puedo ayudar con algunos diseños o aportando experiencia pero ya he colgado los papeles. Conmigo solo podéis contar como asesora nada mas, mis manos no me obedecen y estoy jubilada.

—Bien vamos a cerrar la sesión – dijo Gonzalo – yo no conozco a todos los trabajadores tampoco se quienes lo puedan estar pasando mal. Quedamos para dentro de una semana aquí mismo, para escuchar nuevas ideas. Tened en cuenta que tanto la tienda como la nave y las máquinas están disponibles para vosotros y tal vez una cooperativa... en fin quedamos citados.

La reunión terminó y todos abandonaron la nave. Durante la semana Gonzalo le dio una y mil vueltas al asunto dos días más tarde en cuanto tuvo ocasión abordó a María, mientras salía de su habitación.

—Por favor María quisiera hablar contigo.

—Tú dirás.

—Quiero saber ¿en qué piensas trabajar? ¿Si piensas hacerlo o vivir eternamente de las rentas?

—“Las rentas” se terminaran, no puedo pensar que viviré eternamente de ellas terminaré los estudios y buscaré trabajo ¿Que mas puedo hacer?

—Has pensado que la peluquería se cierra por jubilación y la farmacia se traslada, solo te queda la cafetería.

—Yo había pensado que la renta de la cafetería es muy antigua y debería subírsela, en cuanto a las otras dos las ofreceré a una inmobiliaria.

—No has contestado a mi pregunta, ¿piensas trabajar?

—Si para eso estudió – María deambulo un poco mientras se cogía las manos frotándolas con fuerza – Si lo que quieres saber es a que me gustaría dedicarme, la respuesta es sencilla a “la moda” pero eso es muy difícil, hay que encontrar una empresa que te contrate; para eso es el desfile de fin de carrera; es como un escaparate para ofrecernos trabajo y ninguno de mis amigos ha recibido una invitación de nadie, ni por curiosidad, ni Constantino siendo el mejor.

—¿Ni Constantino?

—¿Podrías conseguir bocetos de Constantino?

—Si no es un problema.

—Pues consíguelos cuanto antes y cuantos más mucho mejor.

—¿En que estas pensando?

—En nada, solo es curiosidad. Te diré que los tuyos se los enseñé a una diseñadora retirada y me dijo que eran buenos. Quisiera hacer lo mismo con tu amigo y tal vez... no se, ya veremos.

Después de hablar con María Gonzalo decidió hablar con Federico, salió de su piso y llamó a su puerta. Federico le abrió con el albornoz y sus zapatillas.

—Pasa Gonzalo, vivimos tan cerca y casi no nos vemos. Pero seguro que no has venido solo a verme, los jóvenes no os acordáis de los viejos.

—Vamos tito Fede (esas palabras desarmaban a Federico) necesito tu consejo y tu sabiduría.

—Bien sentémonos y dime que te traes entre manos.

—Necesito que seas sincero conmigo y también necesito tu opinión sobre los diseños de María.

—Ya entiendo; tú lo que quieres saber es si tu hermana se podría dedicar profesionalmente al diseño. Pues mi respuesta es que sí, ella diseña para gente normal con gusto y con clase, tal vez algunos diseños yo los retocaría, pero otros son preciosos y demuestran mucha imaginación y buen gusto. Debes tener en cuenta que el cuerpo humano es un mundo cerrado y ya llevamos muchos años vistiéndonos, el diseño tiene un límite, muchos diseñadores repiten modelos con pocas variaciones. Pero ese no es el caso de María sus modelos llevan su firma y su buen gusto, siendo innovadores al mismo tiempo.

—¿Y qué opinas del chico que quedó primero Constantino?

—En cuanto a hombres es muy clásico su estilo se basa en el colorido, podríamos decir que tiene un estilo tipo “Italiano” en cuanto a las mujeres es completamente rompedor, me gusta para moda Juvenil.

—Crees que Constantino y María pueden ser complementarios y trabajar juntos.

—Si por descontado son tan distintos que pueden no solo ser complementarios, también pueden aprender el uno del otro. ¿Pero puedes decirme que ronda por tu cabeza?

—Mi vida está sujeta a Los Estados Unidos allí tengo mis negocios. Por otra parte quiero ayudar a María y tal vez abrir nuevamente Santa Clara sería la solución, pero me siento responsable de la gente que trabajaba para mi padre, no todos han salido beneficiados, algunos lo están pasando francamente mal, el paro se les termina y la ayuda familiar no es suficiente , además les afecta para la jubilación.

—Hablas como tu padre a tu edad, pero debes tener en cuenta que no puedes resolver los problemas de todo el mundo y que muchas personas ya los resuelven por si mismos.

—Si Tito tienes razón, pero dime que sientes cuando ves cerrada la puerta de la tienda. Y no me digas que te es indiferente.

—No, no me es indiferente, es como si una parte de mi vida hubiera fallecido, pero a mi edad te das cuenta que ya estas de paso y que el mundo sigue sin ti.

La tristeza pareció adueñarse de Federico, Gonzalo se levantó y se dirigió a la puerta.

—Espera, no me has dicho lo que piensas hacer.

—Dentro de tres días por la tarde he quedado con varios trabajadores en la nave, con la intención de formar una cooperativa. Si es posible.


Tres días más tarde Gonzalo acudía a la cita acompañado de Katia, María y Constantino. Les pidió a María y Constantino que se quedaran fuera mientras hablaban. Había mucho que tratar antes de poder hablar de sus intereses y no sabía si se llegaría a algún acuerdo.

La nave estaba abierta, Katia y Gonzalo entraron con los bocetos de Constantino bajo el brazo. Habían acudido más personas, a las que no conocía Gonzalo. Cortes se encargó de presentárselos.

—Gonzalo te presento a Remedios, Águeda y Carla; expertas en coser todo tipo de prendas, trabajaban para la primera empresa de tu padre, Pilar es patronista y Carlos cortador; Francis es un todo terreno del buen gusto y un relaciones públicas excelente. Al resto ya los conoce.

—Mucho gusto de conoceros a todos. Os presento a mi señora Katia.

Se sentaron alrededor de la mesa y distribuyeron los bocetos, para que los vieran mientras hablaban, Gonzalo no perdió el tiempo y fue directo a la parte que le interesaba.

—Señoras y señores “amigos” en la reunión anterior, quedamos en sospesar y estudiar la posibilidad de crear una cooperativa y me gustaría saber que habéis pensado.

—Por mi parte tengo trabajo y no me interesa ni tengo edad para aventuras— dijo Cortes — Pero si llega a buen término la creación de la cooperativa, a partir de las cuatro de la tarde estaré libre y colaboraré gratuitamente en el buen funcionamiento de la misma. Otras dos personas se desmarcaron ofreciéndose para ayudar como Cortes en caso necesario. Pilar cogió la palabra para poner el dedo en la llaga.

—Señor Gonzalo usted quiere abrir Santa Clara y aparentemente lo tiene todo; la nave para trabajar, las máquinas, el punto de venta, diseñadores con futuro, buenos profesionales para que todo funcione a la perfección; incluso ayuda extra compuesta por personas dispuestas a ayudar desinteresadamente. Pero se olvida de que en la tienda no pueden trabajar tantas personas, necesitaría trabajar para el exterior y así poder utilizar esta nave pero lo más importante; nosotros no disponemos de capital somos trabajadores y a la mayoría nos cuesta llegar a fin de mes, a todos se nos ha terminado el paro y pocos somos los que han encontrado trabajo en otras empresas, la mayoría hacemos trabajos para particulares y eso no está muy remunerado solo es una ayuda para nuestros hogares. Quiero decir que no podemos asumir la creación de una empresa. En pocas palabras “no disponemos de dinero”.

Alguien había entrado y se acercaba a las mesas. Era don Manuel y Federico acompañado por María y Constantino (a los que había hecho entrar don Manuel diciéndoles que si se jugaba con su futuro tenían derecho a saber cómo). Rápidamente Paco les proveyó de sillas y todos se sentaron a la mesa. Don Manuel interrumpió el silencio que se había creado con su presencia.

—Bien me alegro de ver tantas caras conocidas, según me había informado Federico hoy se iba a crear aquí una cooperativa. Pero me ha parecido oír al entrar que el problema es el dinero. ¿Es así o he oído mal?

—No, no ha oído mal— contestó Ana (su secretaria particular durante muchos años) – y tienen su parte de razón; la mayoría de los que estamos aquí tenemos una edad y no podemos embarcarnos en aventuras bancarias, creo que a todos nos seduce la idea de volver a trabajar, pero es un riesgo que no podemos correr. Por mi parte usted sabe que me jubilaron con Cincuenta y cinco y no me importaría volver a trabajar, pero entiendo perfectamente a mis compañeros.

El silencio volvió a adueñarse de la reunión, don Manuel miró a su alrededor moviendo la cabeza y se quedó mirando a Francis.

—Hombre Francis me abandonaste cuando más te necesitaba y ahora ¿qué ocurre, hueles a dinero o estás arruinado?

—Digamos que ha bajado el trabajo, por un lado y que quiero ayudar por otro. A usted no le hacía falta.

—¡Ya! te remuerde la conciencia y reconoces que te equivocaste. Tienes razón tampoco me hacías falta, pero yo no te hubiera abandonado.

—Puede...

—Bien vamos a lo que nos interesa ¿cuántas personas estarían dispuestas a trabajar desinteresadamente. Quiero decir “sin cobrar hasta que sea rentable la empresa” y después ir ingresando en ella paulatinamente según las necesidades de la misma.

—¿Nos está pidiendo que trabajemos gratis? — dijo Pilar indignada — Que quiere abrir nuevamente su tienda sin pagar a nadie, aprovechándose de sus antiguos trabajadores.

—Pilar han habido muchos meses en que la tienda o la empresa no ha ganado dinero y a nadie le ha importado cobrar a fin de mes. Si se monta una cooperativa os convertís en empresarios y por lo tanto las ganancias y las pérdidas son vuestras no mías, en este caso mi hijo puede cederos todo lo que posee pero no pagar por un negocio que “es vuestro” y no suyo.

—Creo que lo entiendo— dijo Paco – la empresa es nuestra para ganar o para perder con la condición de dar trabajo a los jóvenes.

—No, no hay condición si no ayuda — interrumpió Francis.— No os dais cuenta de la oportunidad que se os ofrece. Tenéis un punto de venta. Todo lo necesario para empezar, la posibilidad de salir del trance en que os encontráis y lo único que se os pide es que trabajéis para vosotros “ahora que estáis parados” para crearos un futuro como empresarios. A nadie se le ha ofrecido tanto sin ningún interés. Yo no pertenecía a la empresa cuando cerró pero conozco todos los entresijos de la confección y la moda. Si estoy aquí es porque creo estar en deuda con don Manuel y sus trabajadores, por dejar la empresa cuando más me necesitaba, fui ingrato o me cegó el dinero, pero hoy estoy dispuesto a trabajar gratis como relaciones públicas hasta que la empresa sea rentable.

—No será todo una trampa y …

—No Pilar – dijo Gonzalo — y desearía que quien tenga dudas, o no quiera ayudar ni formar parte del proyecto que abandonara la reunión antes de seguir. Pilar y Carla se levantaron y se fueron. Juan por su parte se disculpó diciendo.

—Ya tienen a Paco si lo necesitan, tengo un buen trabajo y muchos años ¡lo siento! No quiero embarcarme en aventuras.

María y Constantino se miraban sin decir palabra. Cristina esperó a que salieran y rompió el hielo.

—Pocas veces nos hicieron falta diseñadores y cuando hicieron falta simplemente se compraron los bocetos. ¿Me equivoco o el proyecto va más allá de abrir una simple tienda?

—No te equivocas – contestó Gonzalo – la idea era fabricar calidad y hacernos un nombre dentro de la moda. Para abrir una simple tienda hay muchos almacenistas dispuestos a vender ropa barata. Mi idea era crear una o más marcas para vender calidad y diseño. —Muchos hicieron la mención de hablar, Gonzalo levantó la mano dándoles a entender que no había terminado.— ya sé que eso cuesta tiempo y dinero, pero yo aposté por la calidad y hoy tengo más de sesenta personas trabajando para mí en Estados Unidos y empecé con una cooperativa de la que mi señora y otras cuatro personas que confiaron en el proyecto, hoy son mis socios o cooperantes.

—Hay que trazar un plan y llevarlo a cabo —dijo Francis – señor Manuel por favor seguro que usted ya llevaba un plan diseñado.

—Si tienes razón. Y mi plan no da tiempo a la duda el tiempo juega en contra nuestra, me explico.

Cuando se cerró Santa Clara quedaron muchas piezas de tela almacenadas se podrían utilizar, o en caso de necesidad se compran. Hay que ponerse a fabricar nuevos modelos y aprovechar que Francis quiere ayudar para que nos busque desfiles de la moda otoño invierno; en breve empezaran y necesitamos estar preparados. Por eso tenemos que trabajar sin cobrar para no ocasionar gasto antes de vender, en cuanto a las necesidades iniciales mi hijo o yo correremos con los gastos. Dinero que nos devolverán cuando la empresa sea rentable. De momento reformaremos Santa Clara y será nuestro escaparate, solo utilizaremos su nombre para vestidos de novia o de noche. Crearemos nuevas marcas con calidad y las ofreceremos a otras tiendas conocidas. Buscaremos marcas y nombres con gancho por ejemplo: Constantino por sus diseños, podría llamarse “Tino Napolitano”

—Me gusta— murmuró Constantino.

—Manuel prosiguió— María Isabel pasará a llamarse “Isabela” y firmaran parte de sus diseños también podemos crear nuevas marcas como “Class & Woman” etc. podemos aprovechar a los conocidos para difundir el producto o venderlo. Tenemos la ventaja de conocer el mercado y tener amistades e influencias en el. Solo falta que se organicen y empiecen a coser. Yo crearía una coordinadora o dirección y nombraría un o una presidenta. Por lo demás no quiero inmiscuirme después de esta reunión me retiro y lo dejo en sus manos. Solo quiero decir para terminar que estoy a su disposición con dinero y consejos.

Se hizo el silencio, mientras María decía algo al oído de Gonzalo. Gonzalo se dio cuenta de que lo miraban y explicó la idea de María.

—María dispone de dos bajos en la plaza mayor de Madrid está dispuesta a unirlos y montar otra tienda, ya serian dos puntos de venta y no uno solo. Tal vez con ideas o modelos diferentes, el de la plaza podría estar dedicado a la juventud.

El silencio continuaba Gonzalo se dio cuenta de lo que ocurría, se levantó y anotó su teléfono en el reverso de un diseño diciendo.

—Pensároslo y ya llamareis.

A continuación se levantaron Gonzalo, Manuel, Fede, Katia y los Jóvenes; salieron por la puerta y regresaron a su casa, por el camino Constantino le dijo.

—Señor Gonzalo le agradezco lo que está intentando hacer por mí, pero no tiene ninguna obligación de ayudarme.

—Tino, si se crea la empresa serás un miembro más de la cooperativa tendrás que ayudarte a ti mismo; aprenderás a trabajar y a ser responsable ante los demás, te aseguro que no es un juego tener una responsabilidad. En cuanto a tus diseños tu y María sois antagónicos y al mismo tiempo tendréis que buscar en muchos casos el término medio entre los dos para ofrecer lo mejor al cliente. No podéis crear solo a vuestro gusto os debéis al público.

—Lo entiendo – contestó con humildad.

Dos días más tarde recibió una llamada de Cristina quería hablar con él, Gonzalo creyó conveniente quedar en un restaurante cercano para desayunar. Allí se presentaron Cristina, Carolina y Ana. Después de pedir un café, Gonzalo atacó el tema.

—Bien; decidme que habéis pensado y cual es vuestra decisión.

—En primer lugar preguntarle a usted ¿si estaría dispuesto a ayudar y colaborar desinteresadamente?— Contestó Cristina – me explico.— creemos que no es conveniente contar con su padre sus ideas son muy diferentes a las nuestras incluso puede que anticuadas, tiene la costumbre adquirida de mandar y en caso de crearse la cooperativa necesitamos ser nosotras quienes tomemos las decisiones, seguramente nuestras decisiones diferirían mucho del punto de vista de su padre.

—Entiendo perfectamente, yo hice lo mismo. En cuanto a ayudaros, yo no tengo opinión sobre ropa, mi ayuda sería siempre económica con la salvedad de “como dijo mi padre” el capital será devuelto cuando existan los beneficios.

—Otra cosa señor Gonzalo; los jóvenes entraran como socios, no podrán diseñar para otras marcas y trabajarán como uno más, incluso vendiendo como dependientes o descargando paquetes si es necesario.

—Creo que puedo aceptar en su nombre, pero no estaría de más que firmasen un contrato específico todos los de la cooperativa aceptando las reglas.

—Si yo también lo creo —dijo Ana – conozco a las personas y se lo olvidadizas que pueden ser.

Ana miro a sus acompañantes y les preguntó— ¿lo tenéis todo claro? — ambas asintieron.

—Pues bien Gonzalo necesitamos una cuenta en el banco para afrontar los primeros gastos como la reforma de Santa Clara y los locales de la plaza real. Dijo Ana

—No los locales de la plaza no estarán libres hasta dentro de un mes— contestó Gonzalo.

—En ese caso nos dará tiempo para reformar antes Santa Clara— contestó Carolina – necesitamos las llaves. Paco se encargará del transporte y de las reformas. ¡ Haber, hoy es jueves! El lunes los jóvenes entran a trabajar a las ocho de la mañana sin cobrar como todos. Pensamos seguir los consejos de su padre “en un principio”.

—Yo me encargo de ellos – contestó Gonzalo – las llaves las había cogido y creo que he acertado. Pero me gustaría saber quién es quién en la cooperativa y cuantos la forman.

—Si tiene todo el derecho – dijo Cristina – Ana solo nos ayuda y de momento llevará la contabilidad. Lo mismo ocurre con Francis ayudará “desinteresadamente” pero se llevará el tres por cien de las ventas derivadas de su gestión, durante los dos primeros años, al cumplirse estos volveremos a hablar, “pedía un cinco”.

En cuanto a la gente dispuesta a involucrarse hemos quedado, Águeda, Remedios, Carlos, Paco, Carolina y una servidora. Creemos que no necesitamos a nadie más, cada uno se encargará de su parcela y de momento no hay ni presidente ni director.

—¿En ese caso a nombre de quien debo abrir la cuenta?

—Las tres se miraron, a ninguna le interesaba una cuenta a su nombre que le pudiera perjudicar en la declaración de la renta o de cara a hacienda. Ana tomó la decisión correcta.

—La cuenta puede ir a nombre de María, que sea ella quien pague las facturas y después me las de.

La reunión terminó con el acuerdo de todas las partes y a Gonzalo le quedó la función de informar a María y a Tino de los acuerdos.

Gonzalo no tardó en informar a María, pero esta por su parte tenía sus dudas o tal vez miedo.

—Gonzalo, si empezamos a trabajar el lunes no podré acabar el curso de diseño publicitario, me queda un mes y un año.

—María, la vida es cruel y no podemos llevar a buen término todos nuestros sueños en ocasiones tenemos que elegir y no siempre tenemos la oportunidad. ¿Recuerdas cuando te decía que quería ser?

—Sí, querías ser músico.

—Exacto y en realidad no sé lo que soy, lo que tengo claro es que no ejerzo como músico. Puedes intentar aprobar el curso, el final lo tienes cerca y como decía mi profesor “hay que sacar tiempo de donde no lo hay. El próximo curso tu decidirás si sigues o lo aplazas.

—Si Gonzalo como siempre tienes razón, en cuanto al dinero no necesito que me hagas traspaso alguno, tengo todo el dinero de la herencia y no creo que necesiten mas allá de quince o veinte mil euros.


El lunes siguiente Paco estuvo todo el día trasladando, piezas de tela de Santa Clara a la nave, mientras Águeda, Carlos y Remedios organizaban y limpiaban Carolina y Cristina discutían con los jóvenes la conveniencia de retocar algunos bocetos y crear otros nuevos; deberían tener claro los patrones que interesaban para empezar a cortar.

Antes de comer Cristina ya estaba inmersa en ellos y Carolina seguía con los jóvenes haciéndoles entender lo que tiene venta, lo que no la tiene y en los detalles en que se fijan las posibles compradoras, también que en cada desfile deben haber algunos modelos que en realidad no se venderán y que sirven de gancho o para demostrar donde puede llegar la imaginación del diseñador. Al terminar el día María y Constantino al que todos llamaban cariñosamente “Tino“ habían recibido un curso intensivo que no habían aprendido en la escuela. Al día siguiente no levantaron la vista de la mesa de dibujo, por su parte Carolina y Carlos pasaron a ayudar a Cristina.

La cooperativa se había puesto en marcha y los engranajes parecían funcionar, cada día María informaba a Gonzalo y Katia de los avances y pormenores de la confección y del gran acierto que había sido contar con Tino. Según decía Cristina era un fenómeno su imaginación no tenía fin y estaba contentísima con sus trabajos.

Gonzalo por su parte tenía tiempo para atender su negocio y una semana más tarde volvía a los Estados Unidos con Katia y la conciencia tranquila. Parecía que ya no tenía que ocuparse de sus hermanos los dos tenían dinero y habían encauzado su vida; por fin junto a Katia podía formar una familia, no sabía que pronto debería regresar a España. Francis había encontrado un hueco en un desfile de Madrid, una de las marcas había renunciado a presentarse y se lo habían ofrecido (gracias a que conocía a todo el mundo y tenía buenas amistades) era una gran ocasión para la cooperativa pues los días de desfile estaban cubiertos de año en año.

No habían pensado en que necesitaban modelos, eran los primeros en desfilar y algo con lo que tampoco habían contado era con los altos sueldos que cobran algunas de las modelos. Nuevamente Francis encontró la solución fue a la escuela de una conocida amiga y le explicó el caso, así consiguió siete modelos Femeninas y cuatro masculinos que desfilaban por primera vez y lo más importante “gratis” ya que tenían la ocasión de mostrarse al público y a los posibles contratos.

Gonzalo recibió la noticia con satisfacción e invitó a sus socios a visitar Madrid y acudir al desfile. Comunicó a María su decisión y la necesidad de reservar dos habitaciones de matrimonio en un hotel cercano. Mientras tanto María reservaba otra para su madre y Fernando. Hacia unos días que había hablado con Fernando comunicándole su invitación y deseando que esta vez acudieran los dos a Madrid.

Por entonces Fernando aconsejado por Vicente ya tenía contratada a una joven (Francisca) la cual se encargaba de sustituirlo en la oficina y llevaba las compras y las ventas mejor incluso que Fernando. La joven en cuestión era sobrina del presidente de la cooperativa del pueblo vecino y había crecido en el ambiente del comercio. Su padre separado de su madre mantenía un puesto en Merca-Valencia. Con la joven la empresa de Fernando sumaba y él tenía mucho más tiempo libre para ocuparse de la finca y de su vida privada.

Su madre había hecho buenas migas con don Torcuato el cura de la parroquia y prácticamente estaba todo el día ocupada con los diferentes actos; incluso recogía fruta de su hijo para Caritas, pero lo que más le complacía (y el cura parecía saberlo) era que le llamasen baronesa. Por eso cuando Fernando le hablo de regresar a Madrid se puso en plan baronesa; altiva, apretó la boca y le respondió; que a ella no se le había perdido nada en Madrid y que si no era para volver a su antigua casa no quería saber nada de la capital ¿Qué dirían sus amigas si la veían hospedada en un hotel? Fernando le instaba una y otra vez diciéndole que lo hiciese por su hija, que María tenía ganas de verla y estar unos días con ella.

La contestación siempre era la misma.

—¡Si quiere verme que venga aquí! Ya me habéis sacado todo cuanto tenía entre todos ¿qué más queréis de mí? ¡Me habéis arruinado! — A continuación se exaltaba soltando toda clase de improperios e insultos.

Fernando decidió acudir a Madrid solo dejando a su madre con la asistenta y Francisca. Al llegar tuvo que explicar a María todo lo que ocurría con su madre y los motivos por los que no quería volver a Madrid (según ella).


Gonzalo llegó a Madrid dos días antes del desfile con sus socios, dispuestos a visitar a algunos proveedores y algunas capitales, a la vez que ver el desfile, nunca antes habían visitado España. Los dos días que precedieron el desfile los utilizaron Conociendo Madrid y sus alrededores quedando fascinados por los monumentos y su historia, muy diferentes a los edificios de un país joven y con una historia reciente.

Las reformas en Santa clara tocaron a su fin, las señoras de la cooperativa se afanaban por limpiar, mientras los hombres sacaban y tiraban los trastos viejos, maniquíes y basura, con la furgoneta de Paco. Todo debería estar dispuesto para abrir la tienda al día siguiente del desfile ante los posibles compradores. Habían decidido que al principio solo se darían de alta Carolina y Cristina y después paulatinamente el resto. Todos estaban llenos de esperanza y confiaban en un futuro prometedor.

Y llegó la hora del desfile, en el interior del vestuario todo el mundo corría dando los últimos retoques. Francis asomó diciendo.

—¡Cinco minutos! Estamos en cinco minutos.

—¿Como está la sala? — preguntó Carolina.

—Abarrotada, no están solo las firmas invitadas, se han unido otras personas que no conozco y que seguramente son profesionales que vienen a visitar a otras marcas o diseñadores.

—¡Cuatro minutos y atentos!

Francis salió al pasillo y cogió el micro, la música de ambiente paró. Francis después de saludar a los presentes izo una breve introducción “engordando en lo posible” sobre los nuevos creadores y las diferentes firmas que iban a desfilar. En primer lugar anunció la firma “Joven club” con sus diseños innovadores. A continuación la firma “Class & Woman. Y por último anunció la resurrección como el Ave Fénix de la archiconocida marca de trajes de noche y vestidos de boda “Santa Clara” la cual abría nuevamente su tienda en la castellana.

La gente aplaudió de principio a fin a todo en cada pase de las modelos. La satisfacción se reflejaba en las caras de los cooperativistas y familiares. Se sirvió cava entre los asistentes al término del desfile, mientras se felicitaban mutuamente.

Francis recogía las opiniones de los profesionales e invitados y todos ellos coincidían en que había sido un gran desfile, con clase y variedad. Mientras Paco y Carlos cargaban todos los vestidos del desfile en la furgoneta para llevarlos a la tienda al día siguiente tenían que abrir al público y todo debería estar en su sitio.

Fernando empezó a beber más de la cuenta y Gonzalo tuvo que llevarlo al hotel antes de que empezara a molestar a los asistentes y más teniendo en cuenta que al día siguiente regresaba a Gandía.


Gonzalo alquiló un vehículo de seis plazas y partió hacia Valencia con sus socios en Requena visitaron una de las bodegas que les abastecía, allí después de mostrarles las dependencias el proceso de fermentación y envejecimiento del vino, les invitaron a una barbacoa típica del lugar con sarmientos y acompañada por buen vino. Más tarde siguieron hacia Valencia. Gonzalo había reservado tres habitaciones en un hotel cercano a la ciudad de las ciencias. Por la noche comunicó a Katia, su idea de visitar al día siguiente a su madre, se iría y no sabía cuánto tiempo tardaría en volver a verla.

Katia lo entendió y se hizo cargo al día siguiente de sus socios para mostrarles la nueva zona monumental de la capital levantina con un guia.

Gonzalo salió después del desayuno, cuando llegó su madre había salido con la sirvienta al mercado, (los martes era el día clásico de mercado y todas las mujeres del pueblo sin distinción acudían) le gustaba pasear como una señora llevando a la sirvienta al lado con la cesta y escuchar como la saludaban. Gonzalo al ver que la vivienda estaba vacía se fue al almacén. Allí encontró a Fernando colocando las direcciones a los pales que tenían que repartir mientras en la oficina superior una joven no dejaba descansar el teléfono. Fernando levantó la vista y lo saludó dirigiéndose a continuación a un chófer para darle instrucciones. La vista no era nueva para Gonzalo él lo había vivido en su negocio.

Fernando se acercó mientras Gonzalo le decía.

—He estado en casa y no había nadie.

—Es natural hoy hay mercado y madre está luciéndose, paseando con la asistenta aun tardará en regresar.

—Veo que el negocio funciona.

—Si y ha sido un acierto contratar a Francisca, el trabajo ha aumentado y he tenido que contratar a un señor que viene a horas para llevar las cuentas. Yo no tengo tiempo para todo aunque me tendré que plantear contratar a otra persona que esté todo el día y pueda echar una mano a Francisca.

—Veo que las ideas de Vicente no eran descabelladas.

—¡No! No lo eran me gustaría que vieras como está quedando la finca, el único inconveniente es el tiempo que tardan los frutales en ser productivos pero los invernaderos funcionan al cien por cien.

—Me alegro por ti y creo que tenías razón cuando dijiste que habías encontrado tu sitio. Bien nos veremos en casa me quedaré a comer y después partiré hasta no sé cuándo. Por cierto le contaste algo a mama del desfile de modelos.

—Sí y le dije que había sido un éxito por parte de María; me preguntó por la ubicación de la tienda y donde vivía; al decirle que vivía en tu casa sobre la tienda y que Santa Clara era ahora su tienda; hizo una mueca de desprecio añadiendo no había otra cosa más cutre. Yo le explique que la tienda había sido reformada y ahora parecía mucho más grande y más moderna. En fin que daba gusto verla y que solo mantenía el nombre. Más tarde como quien no quiere me preguntó si había ido Manuel; yo le contesté que Manuel vivía en Lérida y que se había retirado, añadiendo que estaba harto de telas y no quería saber nada de Madrid.

Hiciste bien tal vez ella no quiso ir al desfile pensando que podría encontrarse con mi padre. Me voy ya nos veremos en la comida.

Gonzalo regresó al piso pero esta vez la sirvienta le abrió la puerta.

—¿Que desea?

—Soy Gonzalo el hijo mayor de la señora y hermano de Fernando.

—¡O! Perdone usted, pase la señora está viendo la televisión.

—Gonzalo pasó y vio a su madre sentada frente el televisor con la calceta en la mano.

—Hola mama me alegro que vuelvas a hacer calceta.— Se acercó y la besó (ella se limitó a poner la mejilla).

—Solo es una bufanda para el hijo de Vicente.— Isabel no sabía que decir y preguntó.

—¿Como están las cosas por Madrid?

—Muy bien, doña Engracia me preguntó por ti, ella vino al desfile de María, fue todo un éxito y la sala estaba llena.

—¿No tenía otro sitio para abrir la tienda que el cuchitril de tu padre?

—Mama mi padre no tiene nada, tanto la tienda como la vivienda que un día fue tuya; ahora son mías y se las he cedido a María, deberías ver la tienda toda reformada parece otra. Así que cuando quieras puedes ir tranquilamente a tu casa en Madrid, con el único que te puedes cruzar es con Federico.

Federico siempre había caído bien a Isabel pues la trataba con mucha distinción y sus palabras eran de su agrado, aunque en ocasiones fingía despreciarle.

—¡Faltaría más que yo pisara esa casa!

—Mama allí fuiste feliz y nací yo sigue siendo tu casa; en cuanto a mi padre no debes temer en verle, el no regresará a Madrid vive muy agusto en Lérida y de allí no se mueve.

Isabel se calló por un momento, parecía recapacitar con la cabeza mirando las agujas sin moverlas.

—Bien; es posible que algún día vaya a Madrid pero antes tendrá que venir tu hermana, desde Navidad que no la he visto.

—Mama ha estado muy ocupada pero te aseguro que si no viene el sábado próximo lo hará el siguiente. Solo quería que pasara el desfile para venir a verte, esta semana están visitando el resto de los desfiles y terminando de poner en orden la tienda antes de venir, como te he dicho ya me comunicó su deseo de venir a verte “te echa de menos”.

Doña Isabel cambió el tema.

—No te ha acompañado tu mujer.

—Si mama y mis socios, pero se han quedado en Valencia visitando la ciudad, debemos aprovechar el tiempo pues en breve volvemos a los Estados Unidos y no sé cuando regresaré. Por cierto te comunico que vas a ser abuela.

Isabel se quedó muda no sabía que contestar, ¡Abuela! Le faltaba un mes para cumplir los sesenta y tres ¡iba a ser abuela! Su hijo mayor tendría descendencia. Una rara sensación se apoderó de ella, como si de momento se sintiese vieja y cansada, una palabra golpeaba su mente ¡Abuela! Nunca se había planteado que habían pasado los años, su vida pasó por su mente como un relámpago, todavía veía a María como una niña y ya iba a ser abuela. Su mente poco a poco recapacitó su hijo mayor iba a cumplir treinta y seis años, dos días después de que ella cumpliera los sesenta y tres. Tenía más o menos la misma edad que ella cuando se separó de Manuel. Si, parecía que había llegado el momento de replantearse su vida. En un segundo parecía que el mundo había cambiado a su alrededor. Por fin se decidió a preguntar.

—¿Y para cuando?

—Solo está de dos meses.

—Espero que si es niña se parezca a su madre y no a ti. Al menos será guapa y de sangre real.

—Mama toda la sangre es roja y los nobles también se mueren; no hay diferencias entre unos y otros, solo hay personas buenas o malas.

—Paparruchas la nobleza y la clase se nota.

Gonzalo sabía que era un callejón sin salida y dejó el tema. Aprovechó el tiempo para hablar con la asistenta y esta le dijo que su madre se encontraba muy bien siempre y cuando le siguieran la corriente y que según parecía su mente funcionaba correctamente pese a sus manías.

Pronto se presentó Fernando a comer y la conversación giró en torno al trabajo, mas tarde Fernando regresó al almacén y Gonzalo se despidió de su madre para regresar a Valencia. Los días siguientes visitaron Barcelona, La Rioja, Zaragoza y regresaron a Madrid para coger el avión que les llevaría de regreso a Los Estados unidos.


Habían pasado dos semanas desde que abrieron la tienda y solo dos señoras habían asomado su rostro por la tienda, ante la desesperación de Carolina la cual se turnaba con Cristina para mantenerla abierta el mayor tiempo posible. María pasaba todas las tardes esperando buenas noticias y se preguntaba ¿por qué no entraba la gente? ¿Tal vez el nombre no era el adecuado? No encontraban explicación. María comunicó a Carolina su deseo de visitar a su madre y que al día siguiente sábado partiría hacia Gandía.

A las ocho de la mañana cargó una pequeña maleta en el coche y salió de Madrid. Estaba llegando a Valencia cuando sonó el manos libres.

—Si dime.

—Soy Carolina.

—Si te escucho Carolina.

—Francis nos ha comunicado que la actriz italiana Anna Antonelli viene al festival de San Sebastián y no tiene vestido para esta noche el se ha comprometido a conseguírselo y nos ha llamado, Llegará a las cinco y a esa hora deberemos estar allí con el vestido; nos da tiempo a llegar, pero no sabemos qué vestido elegir; habíamos pensado en el rojo pero tenemos dudas ¿y si no le gusta?

—El rojo sería el apropiado aunque ante la duda yo cogería también el de vainilla.

—¿Pero el vainilla no era de boda?

—¿Y quién lo sabe? Se puede utilizar como quieras. Quítale el velo y es un vestido de noche.

—Si tienes razón. Francis nos ha pedido dinero para sobornar a algunos fotógrafos y amistades de Televisión. Pero aquí no tenemos dinero, solo el cambio por si vendemos alguna prenda.

—Hazle unos vales con la impresora, para poder vestirse gratis en Santa Clara y que les regale un vale, puedes hacerlos como tarjetas de visita e imprimirlos con papel fotográfico. Nos saldrá más barato y promocionaremos la tienda.

—Si tienes razón ahora los hago mientras Cristina prepara los vestidos y se va con Francis. Adiós.

—Adiós Carolina.

Al día siguiente la televisión y los periódicos daban cumplida noticia del vestido que lucía Ana Antonelli y su procedencia de Santa Clara.


María llamó a la puerta; se escucharon unos pasos que se acercaban. Isabel su madre era quien la abrió, María abrazó fuertemente a su madre exclamando “mama”.

Poco a poco se separó y miró a su madre con una sonrisa en la cara que revelaba su satisfacción. Isabel dio media vuelta y regresó a su sillón en el salón. María se sentó a su lado mirándola y encontrándola más envejecida su pelo era casi por completo blanco, nunca la había visto así. En Madrid solía ir cada quince días a la peluquería y se teñía el cabello cosa que no había hecho desde su llegada a Gandía.

—Mama ¿necesitas dinero? Deberías ir a la peluquería y …

—No aquí las mujeres no suelen teñirse el cabello y eso les hace más interesantes, te respetan más. Y más teniendo en cuenta que voy a ser abuela, debo estar en consonancia.

—Mama tenía ganas de verte —dijo María satisfecha mientras le acariciaba el hombro.

—Pues poco se ha notado —contestó Isabel con altivez.

—Mama debes comprender, que estudió y trabajo, no tengo suficientes horas al día. He tenido que preparar dos desfiles y hemos montado una cooperativa. Tenemos una tienda y otra que se abrirá dentro de un mes.

—Y has tenido que abrirla en Santa Clara, ¿no había otro lugar?

—Pero… Santa Clara no nos cuesta dinero nos ha cedido el local Gonzalo, los principios siempre cuestan y mis socios no disponen de medios para comprar o alquilar un local. Llevamos dos semanas abiertos y no hemos vendido nada. Pero esta noche me gustaría ver en televisión los premios de San Sebastián. Una actriz italiana saldrá con un vestido mío.

La baronesa Isabel, hizo su típica mueca cuando no creía lo que le decían torciendo la boca y apretando los labios. María siguió hablando aunque su madre no mostraba el más mínimo interés. Al poco llegó la asistenta con la compra, María se levantó y se presentó; acompañó a la asistenta a la cocina y mientras la ayudaba preguntó por el estado de su madre.

—Mire señorita, en realidad no hay quien la entienda, no se nunca si la tengo de cara o de espaldas, antes siempre me acompañaba a hacer la compra desde que vino su hermano no ha vuelto a salir conmigo, siempre dice que está cansada y del sillón no se levanta. Se lo he dicho a su hermano y él en ocasiones la saca a pasear pero le cuesta convencerla. En otras ocasiones está como ausente, se levanta da unos pasos y se vuelve a sentar. Lo único positivo es que se come todo lo que le pongo.

—Es posible que la muerte de mi padre le afectase negativamente, desde entonces no ha sido la misma y de mi hermano ¿qué me dices?

Su hermano trabaja muchas horas y en ocasiones no viene a comer, pero hoy vendrá me ha pedido macarrones y cuando pide algo no falla.

—Sabe que hoy venia yo – contestó María dejando ver su hermosa sonrisa.


Fernando llegó a la casa y ambos se abrazaron; durante la comida Fernando hablo largo y tendido sobre su empresa y lo bien que funcionaba, incluso había hablado con una inmobiliaria y se había interesado en vender el piso y comprar una casa de labriego como la de Vicente, compuesta de planta baja y planta superior, más parecidas al palacete que habían vendido. Después poco a poco la reformaría para que su madre se encontrase agusto, pues según decía el piso (aunque no era pequeño) la cohibía.

Mientras escuchaba a su hermano María miraba ávidamente la televisión por fin dieron noticias de la inauguración del certamen de Cine de San Sebastián. Con un chisss... poniendo el dedo vertical sobre los labios creó el silencio suficiente para ver y escuchar como el locutor encargado de anunciar a los famosos que llegaban, anunciaba la llegada de Anna Antonelli con un hermoso vestido Rojo, diseño de Isabela la diseñadora de Santa Clara. La emoción encogió el pecho de María tuvo que beber agua, después exclamó.

—¡Es mi vestido!

—¿Que quieres decir hermanita? Que ese vestido lo has diseñado tú.

—Si – dijo tragando saliva – yo lo he diseñado y mis socias lo han confeccionado, lo saqué en el desfile y ahora estaba expuesto en la tienda.

—Vaya mi hermanita es una diseñadora famosa.

—No te burles Fernando, llevamos dos semanas con la tienda abierta y no ha entrado nadie. Este vestido será un regalo para la actriz italiana y otros que tendremos que dar a cambio de unos segundos en televisión y revistas.

—¿Que quieres decir?

—Pasamos vales de ropa a cambio de salir en revistas o que hablen de Santa Clara.

—Pues no me parece mal la idea.

—Si pero si no se vende, los vales pueden ser una carga insoportable.

Fernando se quedó pensando un momento. Y tocándose la barbilla.

—Vamos a ver tu estudias diseño publicitario.

—Sí pero me queda un año.

—No tiene importancia ¿has pensado en las posibilidades de Internet? yo hice mi pagina y me puse a vender. Al principio no fue fácil nadie me conocía y tuve que arriesgarme mandando genero a prueba. Hoy tengo un nombre y mi empresa es signo de calidad. Los productos con menos calidad los vendo en mercados de abastos con seudónimo. Tu manejas mejor que yo el ordenador y tus conocimientos son mayores en marketing deberías pensar en ponerlos en marcha. “Fíjate” yo solo seguí las indicaciones de Vicente y Vicente solo es un buen labrador.

Las palabras de su hermano dieron tranquilidad a María y decidió contarle los proyectos de la empresa.

—Recuerdas los locales en la plaza Real.

—Si los recuerdo, ¡son tu herencia!

—Pues bien dos de ellos han quedado vacíos, uno por traslado y otro por Jubilación, ambos locales los hemos unido y allí se va a montar otra tienda con ambiente más juvenil e intrascendente. O sea dos tiendas completamente diferentes para dos tipos de clientes diferentes. Tenemos varias marcas propias y todos los diseños son propios. En fin esa es la idea inicial.

—¿Y todos los diseños los tienes que hacer tu?

—No eso sería imposible tengo un compañero con una mente prodigiosa. ¿Sabes durante el desfile cual fue la prenda más aplaudida?

—No lo recuerdo, pero quieres decir que el chico flaco, ¿cómo se llamaba...? ¡A! si Constantino es quien diseña contigo.

—Sí y si no lo recuerdas, te diré que fueron los pantalones vaqueros con flores haciendo juego con los chalecos.

—Si puede que los recuerde, pero esos diseños si no se ven por la calle terminan en la basura. Por el contrario si a la gente le da por ponérselos crean tendencia y te llenan los bolsillos.

Su hermano tenía razón, María tenía muchas cosas en que pensar para aportar soluciones a la empresa. Al día siguiente acompañó a su madre a misa, ella hacía más de un año que no había ido y siempre que iba era acompañando a su madre, que le recriminaba que no fuera más a menudo a cumplir con el precepto, mientras a sus hermanos nunca les decía nada. Por la tarde se fue no sin antes convenir con su hermano la necesidad de llevar a su madre a un buen especialista. No era normal que en ocasiones olvidara el nombre de la sirvienta o hablara de cosas intrascendentes sin preguntarle nada, sus manías cuando las cogía se apoderaban de ella y no tenía otra conversación; se podía decir que tenía sus momentos. Su última preocupación era convertirse en abuela.


Un señor, entró en la tienda mientras un matrimonio miraba las prendas expuestas en la gran cantidad de maniquís y los largos percheros que había en el centro de la tienda. El señor se dirigió al mostrador donde estaba Carolina y muy educadamente preguntó.

—¿Por favor el dueño?

—¿Puede decirme para que lo quiere?

—Represento a la firma Parada y quisiera hablar con él dueño o la dueña.

—O sea un representante— contestó Carolina sonriendo.

—Si un representante y desearía conocer...tengo mucho que ofrecer.

—Lo siento pero no puedo presentarle al dueño.

—¿Porque está ausente?

—No, ocurre que los dueños son nueve y aquí solo hay uno.

—¿Y no podría hablar con él?

—Lo está haciendo caballero.

La cara del señor cambió por completo y sonrió mientras miraba la sonrisa en la cara de Carolina. Rápidamente entendió que Carolina quería quitar la tirantez del momento así le dijo con voz grave.

—Pues señora directora podría mostrarle mis productos, mire llevo calcetines, medias, ropa interior, lencería fina, somos fabricantes; mire nuestro catalogo. Según la cantidad podemos hacer precios e incluso fabricar con su nombre modelos exclusivos.

El hombre no paraba de hablar por lo que Carolina tuvo que pararle.

—No le puedo comprar —dijo en seco—

—¿Por qué?

—No le puedo comprar si no vendo.

—Y si no me compra ¿cómo va a venderlos?

—Tiene usted razón; para comprarle necesito unas muestras, un catalogo y una lista de precios.

—Ahora nos entendemos – contestó el representante — volvamos a empezar.

Cogió la maleta se dio media vuelta y salió de la tienda volviendo a entrar inmediatamente.

—Me llamo Gustavo Miró ¿señorita o señora...?

—Señorita — contestó Carolina.

—Pues señorita Carolina esta es mi tarjeta y (abriendo sobre el mostrador la maleta sacó un catálogo de lencería) aquí tiene un catalogo de mis productos básicos pues llevamos muchos más, tome una lista de precios y lo siento pero solo puedo ofrecerle dos muestras.

Después se acercó más al mostrador y acercando su cara a Carolina le dijo en voz baja.

—Sabes Carolina en la maleta no cabe todo.

Carolina no pudo por más que reír y preguntar.

—¿Me ha dicho que son fabricantes?

—Si fabricamos en Turquía. Comprenderá que los precios son prohibitivos para fabricar en España pero la calidad es española y la empresa también.

—Gustavo hace quince días que hemos abierto todavía no hemos vendido una escoba y además debo de consultar con la directiva.

—Entiendo, todos los principios cuestan.

—Mire dentro de un mes inauguramos otra tienda menos exigente que esta y mas dedicada a la juventud, tal vez allí podamos hacer algo.

Gustavo cogió la maleta y sin decir nada salió por la puerta junto con la pareja que había en el interior; pocos segundos después entró nuevamente.

—Buenas tardes soy Gustavo (el de antes) y quiero ofrecerle mis servicios.

Descargó otra maleta sobre el mostrador y saco muestras de polos, rebecas y géneros de punto.

—Si va a abrir otra tienda necesitará mis servicios si o si. Ofrecemos calidad a buen precio y nuestra fábrica sigue estando en el mismo sitio. Podemos fabricar con su marca.

Esta vez Gustavo había descolocado a Carolina y esta solo pudo decir.

—Pero la otra tienda se abrirá dentro de un mes y … no disponemos de capital para invertir.

Gustavo era gato viejo y sacó su sonrisa a relucir hasta que Carolina también sonrió.

—Me explico mis jefes estuvieron en el desfile y les gustó su marca, en pocas palabras le ven futuro, me han mandado a mí con la certeza de que llevamos productos de los que ustedes carecen y que les serán imprescindibles en un futuro próximo, pues tan importante es la ropa que cubre como la que se vislumbra que puede haber debajo y ustedes no tienen ropa interior de clase ni tan solo un picardías o una bata de seda.

Yo le hago una propuesta le dejo en depósito aquello que yo crea que le hace falta y si dentro de dos meses no lo ha vendido y me hace otro pedido me lo llevo y cuando abran la otra tienda haremos lo mismo. Usted me ayuda a vender y yo le ayudo a vender a usted, todos ganamos.

Entró una señora con Pamela vainilla y un tocado de pluma envuelto en gasa de velo. Lucía un traje de señora del mismo color e iba acompañada de un caballero con traje gris a rallas más y menos oscuras. Pasaron al interior y miraron detalladamente cada vestido, se hacían pequeños comentarios al oído sobre los vestidos y la forma en que estaba cosida la señora tocaba la tela comprobando su calidad. Gustavo se quedó observándolos y al momento recogió la maleta y le dijo a Carolina.

—Pasaré la semana próxima y espero que aceptes mi propuesta te dejo ahora tienes trabajo de verdad y te interesa.

Carolina no entendió muy bien las prisas de Gustavo, pero en fin tenía lo que quería y una buena propuesta que ofrecer a sus socios.

Apenas salió Gustavo la señora hizo una señal al caballero y mientras ella seguía mirando los vestidos el caballero se acercó al mostrador y con una tarjeta en la mano se presentó.

—Me llamo José Catalá represento a la marca Milanes. S. A. y Conversert. Alta costura y media. Desearía hablar con el gerente.

—Puede hacerlo conmigo, me llamo Carolina y yo hago las funciones de gerente. ¿En qué puedo ayudarle? Conozco sus marcas y sé que tiene varias tiendas repartidas por la península.

—En primer lugar me gustaría saber si ustedes son fabricantes y si los diseñadores son propios o...

—Si tenemos fabricación propia y los diseños son exclusivos.

—¿Puede decirme donde fabrican?

—Si, muy cerca de aquí.

—Tendrían ustedes algún reparo en fabricar para nosotros.

—No no habría problemas más allá del precio que iría en consonancia con el consumo y el precio del tejido. De momento nos servimos de dos fabricas una en Barcelona y la otra en Valencia – Carolina pese a su juventud, al haber estado nueve años con Manuel y Federico conocía muy bien la procedencia y las calidades del tejido.

La señora se acercó. Y tomó la palabra.

—Mire usted ¿cómo ha dicho que se llamaba?

—Carolina.

Pues bien Carolina: Creo que podemos colaborar mi empresa le puede mandar las novedades a su correo, por si a ustedes les pueden interesar y viceversa. Ustedes pueden hacer lo mismo. Me ha gustado la calidad de su confección y algunos de sus diseños y desearía que tomase nota y me pasase presupuesto. Con telas diferentes y si llegamos a un acuerdo podremos trabajar, en caso de que lo hagamos ustedes pondrán una etiqueta que ponga “Fabricado en España” y debajo el nombre del diseñador, nunca el nombre de su marca. La marca la pondremos nosotros.

—Lo entiendo perfectamente. Ya he trabajado así anteriormente, en cuanto a los pedidos que le pueda hacer nosotros solo tenemos esta tienda y otra que abriremos en un mes, ustedes tienen muchas. Quiero decir que mis pedidos no serán equiparables a los suyos.

—Eso ya lo tenía en cuenta. Y ahora puede salir del mostrador para ver los modelos conmigo y tomar nota.

Carolina tomó una libreta y un bolígrafo, bajo el mostrador tenía un pulsador lo apretó y Cristina salió del almacén situado en la parte trasera.

—Por favor quédate en el mostrador— le dijo a Cristina mientras se iba con la señora, esta le dijo.

—Se nota que no están ustedes muy duchos en el mercado. Mire hay tres tipos de clientela; los que pueden y Gastan, los que gastan de vez en cuando o en grandes ceremonias y los que no pueden gastar. Lo que aquí veo son vestidos para los dos primeros grupos, para el tercer grupo usted no tiene nada.

A los primeros no les importa el precio y catalogan a un diseñador por el precio que cobra, no regatean y quieren exclusividad. El segundo grupo puede hacer muecas al precio y en ocasiones buscan gangas, nada que no se pueda arreglar con un descuento a tiempo, del tercer grupo ni hablamos vendrán miraran y una modista copiara su modelo como mucho. Yo le aconsejaría subir los precios de los modelos de los maniquís me atrevería a decirle que los doblase todos y a los percheros del centro colocarles un cartel con el treinta por cien de descuento. Esta tienda debe tener clase o terminará siendo un rastrillo.

—¿Ustedes tienen dos marcas?

—Si por eso precisamente, para atender al grupo intermedio y al grupo más bajo pero no tiramos los precios siempre hay que mantener un mínimo de calidad.

A continuación la señora fue indicando los modelos que le podían interesar y las telas con que le gustaría confeccionarlos. Carolina anotaba sin perder detalle. Cuando se fue la pareja no podía creer lo que llevaba anotado. Corrió al lado de Cristina y le fue explicando. Cristina dijo necesitamos hacer fotos de los modelos y de las telas y al mismo tiempo añadir la composición; solo así podemos pasarles un buen dossier. Mañana tendremos que reunirnos.

Al día siguiente a las ocho y media de la noche se llevó a cabo la reunión en la fábrica. Carolina puso en antecedentes a sus cooperantes o socios. De todo cuanto había sucedido el día anterior. Nadie se atrevía a interrumpirla todos la escuchaban con atención, terminó su explicación y nadie hablaba tuvo que decir.

—Bueno ¿qué opináis?

Cristina tomó la palabra.

—Debemos crear un muestrario con los modelos que les interesan, añadiendo las telas y las calidades, pero ¿quién puede hacerlo, o tenemos que llamar a un profesional?

Tino levantó la mano con timidez. Carolina lo entendió y le dijo.

—Tino aquí todos somos socios y por lo tanto, todos tenemos derecho a decir lo que creamos conveniente sin tapujos.

—No soy tímido (María lo sabe) pero no sé muy bien cuál es mi rol en la empresa. Antes de seguir adelante creo que deberíamos definir bien las funciones y cada uno que decida en su parcela. Usted Carolina es quien más sabe de compras y ventas y creo que cuando esto funcione no debería reunirnos a todos para saber nuestra opinión, debería tener poder para decidir por sí misma y solo al final de mes expondría su trabajo. Cristina es la mejor patronista que tenemos y cuando no tenga trabajo puede ayudar en otros sitios como en la tienda. Águeda puede estar fija en la tienda por si se necesita hacer un remiendo y al mismo tiempo está cerca de su casa y puede ir a pie. En fin quería decir que tanto María como yo somos expertos en diseño por ordenador podemos hacer cualquier cosa y mas María que estudia diseño publicitario...

Paco balbuceó yo, yo... Trabajé de fotógrafo en mi juventud y todavía suelo hacer algunos reportajes para la familia.

—En ese caso lo tenemos todo atado ahora hay que ponerse manos a la obra.

María había estado callada y se decidió a hablar.

—Si todo es muy bonito pero aún no hemos vendido nada— el semblante de los rostros cambió era la cruda realidad y María se dio cuenta del efecto de sus palabras. — yo quería hablar de promoción, no podemos esperar a que la gente venga a nosotros debemos atraerlos.

—¿Y cómo se hace eso? —preguntó Carlos— yo sé cortar o ayudar en otros menesteres pero no me veo repartiendo folletos por la calle.

—No Carlos hoy no se trabaja así, se usan las redes sociales, y se crean tendencias, incluso se vende por Internet. Yo propongo crear una página web y darnos a conocer podemos mostrar nuestros modelos a las personas desde su casa. Al fin y a la postre vamos a preparar dossiers para otras empresas. Una empresa moderna no puede estar sin su página web. Podríamos coger a una actriz emergente y hacerle un contrato para vestirla gratis durante cinco años a cambio de poner sus fotografías cada vez que se vista en nuestra página.

—No entiendo mucho de eso pero me gustan las ideas de María – dijo Paco con satisfacción.

—Tengo otra idea que podría lanzarnos mi hermano me abrió los ojos“ lo que no se ve no se compra; me explicaré. Los pantalones y los chalecos diseñados por Tino fueron los más aplaudidos en el desfile, pero nadie más los ha visto; propongo fabricar unos cuantos y regalarlos a nuestros amigos quedaremos en recorrer varios centros de Juventud con un puñado de tarjetas descuento que aunque las usen siempre quedarán en su precio.

—Haber si lo entiendo— dijo Carlos – te propones vestir a tus amigos y en pocas palabras pasearlos por Madrid de noche.

—Así es.

—Me parece una idea estupenda pero a la tienda le faltan tres semanas para estar terminada y esos modelos iban para la plaza.

—Así tenemos tiempo de coserlos y promocionarlos.

—En fin María Isabel tu eres quien pone el dinero y sin embargo la apuesta es para todos— Carlos cada vez admiraba mas a María— sinceramente estoy de acuerdo con la juventud, y creo que deberían trabajar en la trastienda de la tienda, así podrían ayudar a Carolina si llegan clientes a los que ella no pueda atender, mejor caras jóvenes que viejas, además Cristina tiene trabajo en la fábrica y en cuanto a las palabras de Tino yo añadiría que necesitamos un director o presidente aunque cada uno cumpla con su trabajo y la mejor para mi es María ; no porque pone el dinero si no, porque es la más preparada según mi criterio y me gustan sus ideas.

No hubo impedimento alguno y la asamblea terminó con trabajo para todos.

Al día siguiente una famosa presentadora de televisión entró en la tienda, Carolina la reconoció al momento. Llevaba un vale y después de elegir un vestido y validarlo, Carolina le pidió hacerse una fotografía y la presentadora accedió. Llamó a María y a Tino y se hicieron varias, tal vez la vista de la presentadora o el motivo de ver gente en su interior en poco tiempo la tienda se llenó. Cuando pasó la tarde habían vendido sus dos primeros vestidos. A partir de ese día la suerte pareció cambiar, las fotos con Famosos fueron cada vez más frecuentes y la fama de Santa Clara iba creciendo.

Los acuerdos con otras compañías se hacía reales , gracias a la promoción realizada a pie de calle el día de la inauguración de la otra tienda; (a la que habían decidido llamar Estilos) la calle estaba llena de gente joven esperando, muchas prendas se agotaron y tuvieron que anunciar que en dos o tres días habrían existencias.

Los acuerdos con la firma de Gustavo se hicieron realidad, al mismo tiempo que les servía como comercial. Francis por su parte les presentó a dos multinacionales con las que hicieron tratos y de donde Francis cobraba comisiones.

Al cabo de seis meses habían absorbido a todos los antiguos trabajadores españoles que habían querido volver, aunque la cooperativa no admitía más socios.

Al año contrataron otro diseñador amigo de Tino para que les ayudara en el desfile que nuevamente fue un éxito y ya en la recepción posterior. Tino buscó la compañía de María. La alegría de Tino era contagiosa, pero en un momento de tranquilidad la apartó y en privado y con seriedad le dijo.

—María ha pasado un año desde que se montó la empresa y no has reclamado el alquiler de los locales y tu hermano tampoco.

—Me han devuelto lo que invertí – contestó María.

—¿Sí, y ya está? Estamos ganando dinero gracias a ti y a tu hermano, que nos dio la idea. Quiero que sepas que propondré pagarte un alquiler por cada local o que los compre la empresa. Ya está bien de aprovecharnos.

María calló sabia que Tino tenía razón, aunque ella no tenía necesidad de ganar más dinero. Pero también era consciente de que dos locales (Santa Clara y el almacén o fábrica) eran de su hermano y no cobraba por ellos.

Tino cumplió su palabra y en la siguiente reunión lo expuso, todos comprendieron que había llegado el momento de pagar favores y no ser desagradecidos; aunque a la hora de calcular la cantidad hubieran discusiones por fin se votó y se llegó a un acuerdo consensuado.

La vida había mostrado su mejor rostro a los tres hermanos y a la gente de su alrededor, los tres tenían prósperos negocios o empresas gracias en parte a las herencias recibidas de sus padres, solo Gonzalo había triunfado por sí mismo de la nada, pero ahora recibía rentas de la herencia de su padre.

Katia tuvo un hermoso niño, mientras Soraya daba a luz una niña tres meses más tarde y Canela cuidaba de sus dos hijas, poco a poco las tres mujeres iban abandonando el negocio en manos de sus maridos dedicándose en cuerpo y alma al cuidado de sus hijos solo de vez en cuando acudían a las reuniones. El instinto maternal podía más que sus deberes de empresarias y dejaban las tareas propias del negocio en manos de sus maridos, solo en contadas ocasiones alguien recordaba a las “Chicas Dulces”. Por otro lado no tenían de que preocuparse el negocio iba viento en popa y el dinero entraba todos los meses en su cuenta.

María había invitado a su hermano al desfile del año siguiente, pero Gonzalo había declinado la invitación aduciendo la temprana edad de su hijo y prometiendo que irían el próximo año cuando el bebe tuviera un año. Así lo hicieron, casi dos años después de partir de España volvieron a Madrid. El joven Patrick (como había querido llamarlo su madre) empezaba a dar sus primeros pasos.

María recogió en el aeropuerto a su familia, inmediatamente se fijó en que su sobrino tenía los ojos como su madre, le pareció un niño precioso y lo cogió en brazos llenándolo de besos. Subieron el equipaje al vehículo y se dirigieron a su casa.

Ya en la tranquilidad del hogar Gonzalo preguntó por su madre. María bajó los ojos y con tristeza le dijo.

—Gonzalo la última vez que fue al médico, nos confesó que padecía Alzheimer y que la enfermedad era irreversible, poco a poco se apoderaría de ella y la iría consumiendo lentamente. En un principio tanto Fernando como yo nos revelamos contra el diagnostico, la llevamos a varios especialistas pero la respuesta siempre fue la misma.

Fernando compro una casa para que no subiera escaleras hace cinco meses, salió de casa y la encontraron a tres kilómetros andando por la carretera, la señora que la cuidaba tubo un ataque de ansiedad y se despidió, decía que era muy difícil estar siempre pendiente de ella, otro día cogió unas tijeras y cortó las cortinas y su ropa. Le pusimos una mujer fija a su servicio y arañó a la señora. Nos hemos visto obligados a internarla en una residencia allí se pasea por el jardín y está vigilada; no puede salir pues está toda rodeada por una verja. Vamos a verla a menudo pero su salud se ha debilitado enormemente. No quise decirte nada para que estuvieras tranquilo, pero ahora que estas aquí no puedo menos que ponerte al corriente.

—¿Quieres decir que no me conocerá?

—No lo creo pero puedes intentarlo, la semana pasada me llamó Isabel y me alegre a los cinco minutos me llamó señorita, intente razonar con ella pero me fui llorando de impotencia.

—Bien de todos modos quiero que vea a su nieto, falta una semana para el desfile aprovecharé los días y visitaré a Fernando.

Gonzalo partió al día siguiente con su mujer y su hijo rumbo a Gandía y se presentó en el almacén de su hermano. En realidad no sabía dónde tenía la nueva casa subió al despacho y allí lo encontró hablando con Francisca. Fernando cogió a su sobrino en brazos y lo llenó de besos hasta que el niño lloró. Lo encontró precioso.

Más tarde se fueron a su casa; a Gonzalo le cayó extraño que Francisca los acompañase. Al llegar a casa Francisca abrió la puerta y Fernando les dijo¨.

—Creo que no sabéis que Francisca vive conmigo somos pareja— y guiñándole un ojo a Gonzalo prosiguió— ya se sabe que el roce hace el cariño.

Gonzalo y Katia felicitaron a Francisca. Y todos comieron prestando toda su atención al pequeño Patrick. Por la tarde fueron a visitar a su madre mientras Francisca regresaba al almacén.

Llamaron al timbre de la residencia, la puerta corrediza se abrió hacia un lado, entraron el vehículo, se podía aparcar a ambos lados dejaron el coche, pasaron al interior del edificio y se presentaron a la recepcionista. Una señora salió a recibirles, era la directora, les enseñó la habitación de su madre la cocina y el comedor; pasaron a la sala de juegos, allí vieron dos televisiones una a cada lado, les explicaron que los gustos de los hombres son diferentes a los de las señoras. A través de los cristales que daban al jardín Gonzalo pudo ver una silueta conocida y como una señora la vigilaba. Su madre se había levantado de la silla y caminaba a pasos cortos con las manos hacia adelante como si quisiera coger algo, con su cara levantada y su barbilla al frente tan altiva rígida como siempre. Su enfermedad mental no había podido cambiar su figura altiva.

Gonzalo no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, armado de valor cogió a su hijo en brazos y se dirigió a su madre.

—Mama. Mama mira es tu nieto.

Su madre seguía con la mirada perdida, al verlo frente a ella solo dijo dos palabras.

—Comer comer.

La señora que la observaba, le dijo.

—Lo ha tomado `por el chico que la lleva al comedor. No insista no conoce a nadie.

Pero Gonzalo no se rindió, y volvió a insistir.

—Mama, soy Gonzalo.

Su madre lentamente levantó la vista y miró al pequeño.

—Malo, malo.

Gonzalo apartó al niño sabía que después de esas palabras le zurraba de pequeño y tuvo miedo.

La visita a su madre no fue muy agradable. La directora les avisó.

—En el estado en que está su madre suelen durar entre seis meses y un año, deben ir preparándose para el desenlace final.

Fernando le preguntó a Gonzalo.

—Que haremos cuando fallezca.

—Hermano creo que no hay lugar a duda, hay que llevarla inmediatamente a Madrid y enterrarla lo más próximo posible a su marido y por si yo no llegase a tiempo hay que dejar muy claro en la lápida que allí reposa “la Baronesa” Es lo que ella querría.

Al año siguiente en el mes de abril cuando los campos se llenaban de flores la baronesa expiró. Gonzalo llegó justo para acudir al cementerio y despedir el duelo. Al día siguiente regresaban todos a sus respectivos trabajos. Para Gonzalo era como si hubiera terminado una etapa de su vida. Katia iba a premiarle con un nuevo hijo y ambos deseaban una niña. Siete meses después nacía la pequeña Isabel, esta vez Gonzalo impuso el nombre con el beneplácito y la comprensión de Katia. Pero no todo había terminado para Gonzalo. Dos años más tarde a principio de Octubre recibió un mensaje de su cuñada Francisca. Su hermano nunca se había casado con ella pero tenía un hermoso niño de pocos meses más que Isabel. Al día siguiente llamó a su cuñada.

—Dime Francisca ¿cómo estáis por ahí?

—Muy bien Gonzalo.

—¿Y el pequeño Fernando?

—En la guardería mi madre lo lleva todos los días, está hecho un diablillo y habla mucho aunque se le entiende poco.

—Será como su padre, Fernando hacia lo mismo. Dime tienes algún problema o simplemente querías saludarme. En realidad pensábamos ir para año nuevo y si era posible reunirnos todos.

—Sí creo que tengo un problema— dijo Francisca con una tristeza que se le notaba en la voz.

—Dime que te ocurre.

—¿...Es que no se a quien acudir?

—Cuéntame por favor.

—Al poco de morir tu madre, Fernando se hizo muy amigo de un cliente este le presentó a otros amigos y muchos días desaparece diciéndome que va a visitar clientes y no es así yo descubrí que se drogaba y tuve una discusión con él, me pegó y me fui a casa de mi madre, yo soy quien lleva el negocio y él quien se gasta el dinero. Ya he intentado por todos los medios que deje la droga pero me dice que es más fuerte que el.

Gonzalo respiró profundamente antes de hablar.

—No esperaba esto de él. Francisca en estos momentos me es casi imposible ir pero iré la última semana de octubre y pasaré ahí el tiempo que haga falta. Dejaré a Katia y los niños con su madre y yo iré a tu casa. Ya te llamare con el vuelo que voy y tu bienes o mandas a alguien a recogerme al aeropuerto.

—Si puedo mandar a mi padre no hay problema.

—Pues hasta pronto Francisca.

—Espero tu llamada.

Tres semanas más tarde llamó Gonzalo.

—Francisca, llego mañana día veintinueve a las doce, pasad a recogerme al aeropuerto de Manises. Hago trasbordo en Madrid.

—Bien Gonzalo, le dije a Fernando que ibas a venir y creo que se puso contento en cuanto tenga ocasión se lo diré por si quiere acompañar a mi padre al aeropuerto.

—Me alegraría sería una buena señal. Hasta mañana.

—Mañana nos vemos, adiós.


Gonzalo salió del aeropuerto mirando a todos lados a su izquierda vio un señor rechoncho levantando el cuello e intentando hacerse notar, Gonzalo se acercó.

—¿Don José?

—Si, ¿es usted Gonzalo?

—El mismo.

No hicieron falta más palabras montaron en el coche y se dirigieron a Gandía, por el camino la conversación rodó alrededor de los frutales, en especial de la naranja y los Kakis, frutas de las que era experto don José. Llegaron a la casa de Fernando y allí no había nadie; decidieron ir al almacén. En la puerta había dos coches de la guardia civil. Gonzalo bajó del coche y se dirigió al que parecía que hacía guardia en la puerta.

—Por favor soy Gonzalo hermano de Fernando el dueño ¿puede decirme que ocurre?

Antes de que el guardia contestase Francisca vio a Gonzalo y corrió a refugiarse en sus brazos.

¿Qué ocurre Francisca?

Pero su cuñada era incapaz de hablar el llanto no le dejaba pronunciar palabra. El guardia le izo una seña, Gonzalo dejó a Francisca en brazos de su padre. Y se dirigió al guardia.

—¿Por favor puede decirme alguien que ocurre?

—¿De dónde viene usted?

—De Nueva York he llegado a las doce a Manises.

—Ya comprendo; al propietario del almacén lo han encontrado colgado a las diez, aunque los trabajadores han empezado a las ocho, estaba detrás de unos palees y no lo habían visto. Se lo acaban de llevar en una ambulancia. Como verá atestados está tomando declaración a los trabajadores.

—Gracias señor guardia.

Gonzalo se dirigió a Francisca que se había sentado sobre unos cajones.

—Precisamente hoy Gonzalo — dijo Francisca — cuando sabía que tú venías. Hoy que he llevado yo a al niño y he ido de compras para haceros la comida. Dios mío no lo esperaba.

Gonzalo no abrió la boca pero en su interior pensaba que tal vez ese era el motivo por el que se colgó Fernando; no querría demostrar a su hermano que había vuelto a las andadas o tal vez no quería hacer a nadie partícipe de su fracaso.

Un guardia bajó de la oficina con un sobre y preguntó.

—¿Quien es Gonzalo o María?

Gonzalo levantó la mano.

—Aquí, aquí. Yo soy Gonzalo hermano del fallecido y esta es su esposa, María es mi hermana, vive en Madrid y no sabe nada de lo sucedido.

—Este sobre estaba sobre la mesa del despacho, por favor ábralo.

Gonzalo abrió el sobre con manos temblorosas (hasta ese momento no supo lo nervioso que estaba) sacó una carta miró a su alrededor – no habían personas ajenas a la familia más que el guardia (de paisano) miró la carta y empezó a leer.


A mis hermanos:

No sé quién de los dos abrirá esta carta, a los dos les encomiendo que cuiden de Francisca y mi hijo, ya que yo no puedo hacerlo por motivos obvios.

Cuando murió mama entendí cual es el sentido de esta vida y no es otro que abandonar este mundo cuando no haces falta. Yo por desgracia para mí me he convertido en un parásito y solo puedo hacerles mal a las personas que me quieren.

No lloréis por mí no me lo merezco, decidle a Francisca que es lo mejor que me ha pasado en mi vida y que no he sabido...

Vuestro hermano. Fernando


Las últimas letras estaban corridas por las lágrimas.

—Tome señor guardia esta es la prueba de que ha sido un suicidio.

—No quédesela le puede hacer falta para el notario. Nosotros nos hemos llevado el cadáver es obligatorio hacerle la autopsia. Al día siguiente de todos los Santos díganle a la funeraria que pase a recoger el cadáver, creo que no es conveniente...

—Lo entendemos y así lo haremos – contestó Gonzalo.

—La guardia civil se fue y Francisca armándose de valor les dijo a los trabajadores.

—Señores los pedidos hay que servirlos, el día dos no se trabajará quien quiera puede venir a despedir el luto.

La familia regresó a su casa, una vez allí Francisca se desmoronó. Mientras Gonzalo llamaba a María y le daba la triste noticia. Poco a poco Francisca se fue serenando y exclamó

—¡Habré tenido yo la culpa de todo!

—No Francisca, solo mi hermano es el culpable; bien lo explica en la carta.

—Es un acto de cobardía, podíamos haber luchado juntos.

—No, lo creo Francisca, creo que ha sido valiente apartándose de tu camino y dejándote el futuro libre. Sin problemas como él lo hubiera sido. Eres joven y puedes rehacer tu vida ¿has pensado que futuro te esperaba con él? es mi hermano y creo que ha sido un acto de valentía.

Francisca parecía encontrar consuelo con las palabras de Gonzalo unos minutos más tarde recapacitó en voz alta.

—¡No estamos casados!

—Eso no es impedimento alguno, por mi parte tú y su hijo sois sus únicos herederos.

María acudió al entierro de su hermano y al día siguiente de acuerdo con Gonzalo acudieron al Notario y renunciaron a la parte que pudiera pertenecerles de la herencia de su hermano en favor de Francisca y su hijo.

Al verano siguiente Gonzalo viajó con su familia a Gandía y allí pasó dos semanas en el chalet de la finca. María se unió a los pocos días y como le había dicho Gonzalo a Francisca antes de irse, la familia debía permanecer Unida.

Cinco años más tarde visitaron Gandía los socios de Gonzalo entre todos ocuparon la casa y el chalet. Un rio de niños se bañaba en la piscina del chalet, Gonzalo subió a la terraza desde allí se divisaba toda la finca y a lo lejos el pueblo, muy al fondo el mar. Se sentó en el suelo mirando al horizonte. A su espalda una voz sonó.

—Un chelín por tus pensamientos— era María. —¿en qué piensas?

—En tantas cosas. Recuerdas mama no quería que me comprase una guitarra y yo aprendí no solo a tocar la guitarra, también estudié música y piano; nunca me hubiera ido a América si no hubiera aprendido música y mi vida hubiera sido otra. Recuerdo el primer día que Fernando vio la finca. Como atendía las indicaciones de Vicente, sus ojos tenían el brillo de un joven esperanzado; como quien termina la carrera y encuentra un trabajo que le gusta. Se le notaba la ilusión por empezar una vida nueva y propia “sin ataduras”. Pienso que le hubiera gustado estar aquí y ver los niños jugar en la piscina. Por otro lado pienso en mama y lo vacía que fue su vida nunca creo nada ni colaboró en ello, solo le importaba su propia vida y estatus; vivió siempre en una continua fantasía, creo que su vida fue muy triste.

Los dos hermanos respiraron profundamente y se quedaron mirando como jugaban los niños.


Publicado el 26 de agosto de 2022 por Edu Robsy.
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