Vidas rebeldes (1961, de John Huston)

La última película de Marilyn Monroe

Manuel Cerón Mejía


Opinión, reseña de cine, Clásico


Tres cowboys (El galán, Clark Gable, El insensible, Eli Wallach, El intrépido, Monty Clift) desequilibrados trinan en el desierto para hacerse con el favor de una musa, musa que padece El Síndrome de Madame Bovary, Roslyn Taber: Marilyn Monroe (MM en adelante, guiño a Norman Mailer). He aquí toda la carne en el asador.

¿Pero de qué va la historia sino de la caída de los hombres a causa de la cáscara de plátano que arrojaron los dioses? Sintiéndose acorralada en un bar donde celebra su divorcio con whisky y una amiga de correrías, MM decide tomar el fresco en la casa de campo de un amigo afuera de la ciudad «Déjalo todo», Nevada. El galán y El insensible han caído redondamente embrujados por la simpática mujer que más tarde hace gala de sus dotes de danzarina y la compasión hacia los seres más débiles. 

Suceden días bucólicos, noches a cielo y jardines abiertos de par en par pero El galán repentinamente se ve tentado a reafirmar su hombría y junto a El insensible y el tercer hombre, planean ir a cazar caballos (mustang). El tercer hombre, El intrépido, se gana la vida de rodeo en rodeo y por quien MM deja notar una enorme afinidad en su mirada aún sin entender por qué —si es amor maternal o amor erótico—,  en la escala Erich Fromm.

El insensible, retorcido pesimista, dotado de una estima abajo del suelo como «bombardero a ciegas» hace un kamikaze de pasión por la Guadaña y por MM confesando a esta que él nunca mata a conocidos, después de que El galán, beodo, se derrumbara atacado a su vez por El demonio de la intemperancia. El intrépido (Clift) por su parte también sufre una conmoción cerebral pues ignora el origen de cierta herida en su cabeza, herida vendada que lo troca ahora en una momia blanco de sus rivales. (Herida que hace recordar ―allende el plató―, el tremendo accidente de auto que Monty sufrió tras aquella fiesta que había ofrecido su amiga y hermana, que in situ «salvó su vida»: Elizabeth Taylor).

Los diálogos sueltos a manera de monólogo dichos al vacío embellecen el silencio. Confrontar, en un estilo sencillo y coloquial, individuo versus sociedad, es marca Arthur Miller.

Tras estos conflictos de los hombres sin Dios escuchamos a MM mirando desesperadamente al cielo decir: «Aiudame». Aquel ayúdame, Señor; que nos trae al artista nicaragüense Ernesto Cardenal y aquella memorable Oración por Marilyn Monroe. MM, siente (y siente muchísimo como cuando la piropea El insensible) las desdichas ajenas como propias. Y ahí su afinidad por los seres vivos y he ahí que choca con las actividades de los hombres que tan solo viven si otros sangran. El galán, pesimista por antonomasia, lo justifica darwinistamente: «Nada puede vivir sin que algo muera».

Es memorable la escena de la escaramuza de El galán contra la naturaleza indómita representada en el mustang. Algo de lo chúcaro se apaga ahí también en él. Frustrado ante su oficio, con las orejas gachas dice «buscar otra manera de seguir viviendo» bien porque es el precio de la civilización que ha arruinado antiguas formas de ganarse la vida. La derrota, casi lo abraza. Y como El amante de Lady Chatterley se va mostrando más flexible, sensible, pues, ante una mujer que doma su espíritu garañón, espartano. La feminidad, que es toda la naturaleza según Baudelaire, acoge a sus hijos pródigos, pero sabe mosquear a los necios.

El «Dios te bendiga», dicho por El galán introducirá una inesperada basurita en el ojo; si contamos con que los ángeles de la muerte ya danzaban alrededor de Gable y MM;  entretanto, se vislumbra el rubor de MM pues ha trabajado codo a codo ―junto a Gable―, su actor fetiche a quien adoraba desde niña. Al besarse, confesó una vez, se le enchinó la piel no una sino más de una vez.

MM agasaja las gruesas manos de Gable (manos, pues, que este galán había endurecido con manteca y vinagre antes de ser actor, Las vidas sexuales de los ídolos de Hollywood, Editorial Diana, 1997) y sale, antes que el telón baje (uno de los principios del American way of life: búsqueda de la felicidad) una gran estrella que brilla en el cielo, estrella que conducirá su destino. Se cierra el Jardín del Edén.

El director John Huston (Moby DickEl halcón maltés) eligió una pareja endemoniadamente electrizante y con su peculiar manera de narrar historias, imitó las vicisitudes de la vida y la convirtió en una obra maestra del cine.


San Salvador, septiembre 2018


Publicado el 10 de septiembre de 2018 por Manuel Cerón.
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