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Edición física «El Hombre Lobo»
—Señora, yo me convierto en hombre—lobo. Me introduzco en el bosque, en lo más profundo de la espesura, y allí vivo de presas y rapiñas.
Cuando le hubo contado todo, ella le preguntó si se desnudaba o iba vestido.
—Señora, —dijo él—, voy completamente desnudo.
—Y decidme, por Dios, ¿dónde dejáis vuestras ropas?
—Señora, eso no os lo diré, pues si llegase a descubrir que he perdido mis vestiduras, hombre—lobo sería para siempre, y nadie podría ayudarme hasta que me fuesen devueltas. Por eso no quiero que se sepa su paradero.
—Señor, —replicó ella—, os amo más que nadie en el mundo. No debéis ocultarme nada, ni dudar de mí en ningún momento. Así, ¿qué amor me mostraríais? ¿Qué mal os he hecho yo, qué pecado he cometido para que dudéis de mí? Bien será que me lo digáis.
Tanto lo presiona, tanto lo asedia que él no puede hacer otra cosa que decírselo:
—Señora, a la entrada del bosque, junto al camino por el que voy, existe una vieja capilla que a menudo me presta buenos servicios. Allí hay una enorme piedra hueca, bajo un matorral. Dejo mi ropa en esa oquedad, bajo el arbusto, hasta que vuelvo a casa.
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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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