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Tristán estaba abatido y pensativo; por esto salió de su tierra y se fue derecho a Cornualles donde permanecía la reina. Se escondió solo en el bosque, no deseaba ser visto. De allí salía al final de la tarde, al momento de buscar un resguardo, y pasaba la noche con los campesinos, con la gente pobre, preguntándoles sobre el rey, lo que sucedía con él; éstos le contaron que, según lo que escucharon, los barones fueron convocados por un bando real para que se dirigieran a Tintagel, donde el rey quería tener sus cortes. Todos estarán allí para Pentecostés, habrá mucha alegría y regocijo, la reina acompañará al rey.
Al escuchar estas noticias Tristán se alegró mucho:la reina no podría dirigirse allí sin que él la viera pasar. El día en que el rey se puso en marcha, Tristán regresó al bosque, al camino por donde él sabía que el cortejo debía pasar. Cortó por la mitad una rama de avellano y la talló de forma cuadrada; cuando el palo estuvo listo, con su cuchillo escribió su nombre. Si la reina se da cuenta—ella estaba siempre atenta a estas señales pues ya antes las había visto—, reconocerá fácilmente el palo de su amigo cuando lo vea. La esencia del mensaje de Tristán era el siguiente: que desde hacía mucho tiempo él estaba en ese lugar, esperando, espiando y buscando una ocasión para poder verla, pues no podía vivir sin ella. A ellos dos les sucedía como a la madreselva que se une al avellano: una vez que se ha prendido y adherido, y que se ha enredado alrededor del tronco, pueden vivir juntos mucho tiempo, pero si se les quiere separar, el avellano muere rápidamente y la madreselva también: “Bella amiga, así nos sucede: ni tú sin mí, ni yo sin ti.”
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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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