En su viaje inaugural cerca de Plutón, la nave U.N.S. Intrepid desaparece misteriosamente, dejando solo una débil señal en la Tierra. El capitán Sisko Burne lidera una misión de rescate junto a dos diseñadores de la nave, enfrentándose a un
En los confines helados del solar, la U.N.S. Intrepid, una nave diseñada para llevar a la humanidad más allá de los límites conocidos, desaparece en su viaje inaugural, en la órbita de Plutón. Durante unos breves e inexplicables segundos, la nave se desvanece, dejando tras de sí solo un eco de silencio en el espacio. Pero una señal débil y persistente alcanza los receptores en la Tierra, un susurro que se niega a ser ignorado.
El capitán Sisko Burne, conocido por su audacia, recibe la misión de rescatar a la Intrepid y a su tripulación desaparecida. Junto a él, viajan un ingeniero y un cosmólogo, ambos diseñadores de la nave perdida, impulsados no solo por el deber, sino también por la necesidad de desentrañar el misterio de su creación.
Sin embargo, lo que encontrarán en las profundidades del cosmos es algo que desafía toda lógica, un enigma más allá de lo imaginable. Una presencia oscura y sigilosa, una amenaza que no solo amenaza a los exploradores sino a toda la humanidad. Desde un horizonte que escapa a las leyes de nuestro universo, algo acecha, esperando ser descubierto.
- Capitán, no recibo confirmación —fue su
decepcionante respuesta pasados algunos largos segundos —. No se recibe nada en
ninguna de las frecuencias...
- De acuerdo, Conrad. Entraremos a través del
hangar 00.
- Tenemos contacto — informó por radio el
oficial Conrad, pulsando las ordenes necesarias para abrir la ingente puerta de
verduzco metal aherrumbrado —. Nos acercamos a los restos de la Intrepid.
Preparados para abordarlo.
A medida que la majestuosa puerta se abría
completamente, resonó el sonido de un motor distante, un murmullo bajo que se
intensificó hasta convertirse en un rugido sordo, como si las olvidadas
lanzaderas esperaran, ansiosas, su momento para surcar los cielos.
Así, accedimos con un nudo en el estómago al
interior del oscuro hangar de lanzaderas de la Intrepid.
- Y... toma de contacto. Cierre del acelerador.
Frenos apagados.
Cuando la puerta del hangar, en un proceso
igualmente majestuoso, comienza a cerrarse a nuestras espaldas, la atmósfera se
vuelve aún más pesada. Las secciones se deslizan con una lentitud aún más escalofriante,
un crujido grave que resonaba en las paredes del hangar. Incontables golpes
secos reverberan en el aire cuando se sellaron, como clavos contra un
monumental ataúd, cerrando el umbral a un mundo de incertidumbre. El silencio
que sigue es abrumador, envolviendo el hangar en una oscuridad opresiva, donde
el eco de la puerta cerrándose parece ser un lamento, un recordatorio de que lo
desconocido siempre acecha más allá de su umbral, ajeno al vasto vacío del
espacio. La última barrera entre el negro espacio exterior y lo desconocido.