Libro gratis: El Cristo de Velázquez
de Miguel de Unamuno


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Poesía


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El Cristo de Velázquez

Poesía religiosa

obra de carácter religioso escrita por Miguel de Unamuno, dividida en cuatro partes, donde analiza la figura de Cristo desde diferentes perspectivas: como símbolo del sacrificio y la redención, reflexión sobre los nombres bíblicos (Cristo mito, Cristo hombre-Cruz, Cristo-Dios, Cristo eucarístico... Siguiendo, en cierto modo, la estela de fray Luis de León y su De los nombres de Cristo), significado poético y simbólico de la imagen del Cristo pintado por Velázquez.

Es una de las más conocidas poesías castellanas escritas en verso blanco, es decir, es una composición de versos que no tienen rima pero sí cumplen los requisitos de medida.


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Fragmento de «El Cristo de Velázquez»

Blanco estás como el cielo en el naciente
blanco está al alba antes que el sol apunte
del limbo de la tierra de la noche:
que albor de aurora diste a nuestra vida
vuelta alborada de la muerte, porche
del día eterno; blanco cual la nube
que en columna guiaba por el yermo
al pueblo del Señor mientras el día
duraba. Cual la nieve de las cumbres
ermitañas, ceñidas por el cielo,
donde el sol reverbera sin estorbo,
de tu cuerpo, que es cumbre de la vida,
resbalan cristalinas aguas puras
espejo claro de la luz celeste,
para regar cavernas soterrañas
de las tinieblas que el abismo ciñe.
Como la cima altísima, de noche,
cual luna, anuncia el alba a los que viven
perdidos en barrancos y hoces hondas,
¡así tu cuerpo níveo, que es cima
de humanidad y es manantial de Dios,
en nuestra noche anuncia eterno albor!

Oración final

Tú que callas, ¡oh Cristo!, para oírnos,
oye de nuestros pechos los sollozos;
acoge nuestras quejas, los gemidos
de este valle de lágrimas. Clamamos
a Ti, Cristo Jesús, desde la sima
de nuestro abismo de miseria humana,
y Tú, de humanidad la blanca cumbre,
danos las aguas de tus nieves. Águila
blanca que abarcas al volar el cielo,
te pedimos tu sangre; a Ti, la viña,
el vino que consuela al embriagarnos;
a Ti, Luna de Dios, la dulce lumbre
que en la noche nos dice que el Sol vive
y nos espera; a Ti, columna fuerte,
sostén en que posar; a Ti, Hostia Santa,
te pedimos el pan de nuestro viaje
por Dios, como limosna; te pedimosa
a Ti, Cordero del Señor que lavas
los pecados del mundo, el vellocino
del oro de tu sangre; te pedimos
a Ti, la rosa del zarzal bravío,
la luz que no se gasta, la que enseña
cómo Dios es quien es; a Ti, que el ánfora
del divino licor, que el néctar pongas
de eternidad en nuestros corazones.


2 págs. / 4 minutos.
457 visitas.
Publicado el 10 de mayo de 2020 por Edu Robsy.


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