Ángela Carballino, hija de una mujer piadosa y muy creyente, narra en primera persona la vida en el pueblo de Valverde de Lucerna, lugar ficticio, y su relación con el párroco del lugar, Don Manuel, hombre generoso y entregado a ayudar a los demás, viva encarnación de la caridad. A la vuelta del hermano de ésta, Lázaro, un hombre que ha hecho fortuna en América y que desprecia todo lo religioso, surge un claro antagonismo con el párraco, que lentamente irá evolucionando hasta una sólida y duradera amistad, un sincero aprecio mutuo.
Convertidos Manuel y Lázaro en maestro y discípulo, la muerte sucesiva de ambos permitirá a Ángela revelar el secreto que atormentó durante años al párroco.
Una novela breve y con una trama en la que no suceden grandes eventos, pero que mantiene un ritmo dramático creciente en torno a la relación de los tres personajes.
Solía hacer también las pelotas para que jugaran los mozos y no pocos juguetes para los niños.
Solía acompañar al médico en su visita y recalcaba las prescripciones
de este. Se interesaba sobre todo en los embarazos y en la crianza de
los niños, y estimaba como una de las mayores blasfemias aquello de:
«¡Teta y gloria!», y lo otro de: «Angelitos al cielo». Le conmovía
profundamente la muerte de los niños. —Un niño que nace muerto o que se
muere recién nacido y un suicidio —me dijo una vez— son para mí de los
más terribles misterios: ¡un niño en cruz!
Y como una vez, por haberse quitado uno la vida, le preguntara el
padre del suicida, un forastero, si le daría tierra sagrada, le
contestó:
—Seguramente, pues en el último momento, en el segundo de la agonía, se arrepintió sin duda alguna.
Iba también a menudo a la escuela a ayudar al maestro, a enseñar con
él, y no sólo el catecismo. Y es que huía de la ociosidad y de la
soledad. De tal modo que por estar con el pueblo, y sobre todo con el
mocerío y la chiquillería, solía ir al baile. Y más de una vez se puso
en él a tocar el tamboril para que los mozos y las mozas bailasen, y
esto, que en otro hubiera parecido grotesca profanación del sacerdocio,
en él tomaba un sagrado carácter y como de rito religioso. Sonaba el
Ángelus, dejaba el tamboril y el palillo, se descubría y todos con él, y
rezaba: «El ángel del Señor anunció a María: Ave María…». Y luego: «Y
ahora, a descansar para mañana».
39 págs. / 1 hora, 9 minutos.
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Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.
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