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Edición física «La Casa de los Siete Tejados»
En su juventud lo habrían considerado un hombre bello; con su edad actual tenía la frente demasiado despejada, las sienes demasiado desnudas, el pelo que conservaba estaba demasiado canoso, su mirada era demasiado fría y sus labios estaban demasiado arrugados para poder identificarse con la belleza personal. Habría sido un modelo adecuado para un retrato de grandes dimensiones; mejor aún en la actualidad que en cualquier época anterior de su vida, aunque su mirada podría ir endureciéndose en el proceso de ser plasmada en el lienzo. El artista habría deseado estudiar su rostro y plasmar su capacidad para la diversidad de expresiones: ensombrecerlo frunciéndole el ceño, iluminarlo con una sonrisa.
Mientras el anciano caballero permanecía de pie mirando la casa Pyncheon, tanto el ceño fruncido como la sonrisa se reflejaron de modo sucesivo en su rostro. Clavó la mirada en el escaparate y, al tiempo que se ponía unos anteojos con montura de oro que llevaba en la mano, estudió con detenimiento la humilde disposición de los juguetes y productos varios de Hepzibah. Al principio no pareció ser de su agrado —ni tampoco que le provocara un profundo rechazo—; con todo, pasado un instante, esbozó una sonrisa. Mientras la última expresión todavía era visible en sus labios, vislumbró a Hepzibah, quien se había asomado sin pretenderlo por el escaparate, y la sonrisa pasó de ser agria y desagradable a adquirir mayor luminosidad y benevolencia. El anciano hizo una reverencia, con una alegre mezcla de dignidad y cortés amabilidad, y siguió su camino.
356 págs. / 10 horas, 23 minutos.
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Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.
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