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Edición física «Almohada de Hierba»
En un primer momento no percibo nada al abrir la puerta, así que mis ojos se dirigen instantáneamente hacia el lugar que les marcan mis oídos y, dando la espalda a lo que, por el aspecto de las flores, diría que es un manzano, distingo una vaga silueta oculta entre las sombras a la que no toca la luz de la luna. No obstante, antes de poder entender lo que veo, la oscura silueta corre hacia la derecha, pisando las sombras de las flores a su paso. Entonces, entreveo fugazmente la figura de una mujer que, veloz, dobla la esquina de la casa y queda oculta por completo.
Me quedo unos instantes atónito, de pie ante la puerta de mi habitación, enfundado en el yukata, hasta que el penetrante frío de las montañas me saca de mi atolondramiento. De algún modo, vuelvo a la cama y mi mente empieza a divagar. Saco mi reloj de bolsillo de debajo de la almohada y veo que pasan diez minutos de la una. Lo dejo donde estaba y vuelvo a mis divagaciones. No ha podido ser un fantasma, eso seguro. Si no ha sido un fantasma, ha tenido que ser una persona y, en ese caso, no me cabe duda de que se trata de una mujer. Podría ser la hija del propietario del balneario. Aunque lo cierto es que no es muy apropiado para una mujer casada que ha vuelto al hogar salir en mitad de la noche a un jardín tras el cual no hay más que montañas y montañas. Todas estas elucubraciones no me dejan dormir. Escucho el tictac del reloj de debajo de la almohada. Hasta ahora no había prestado atención al sonido del reloj, pero esta noche es como si me instara a devanarme los sesos y me repitiera constantemente «¡no te duermas, no te duermas!». ¡Maldito cacharro!
150 págs. / 4 horas, 23 minutos.
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Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.
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