Aunque fue escrito como si fuera un trabajo tradicional en el estilo instrucción de príncipes, en general se acepta que fue especialmente innovador. Esto es solo en parte porque fue escrito en el italiano vernáculo en lugar del latín, una práctica que se había vuelto cada vez más popular desde la publicación de la Divina comedia de Dante y otras obras de la literatura del Renacimiento.
"El príncipe" a veces se dice que es una de las primeras obras de filosofía moderna, especialmente de filosofía política, en la que se considera que la verdad efectiva es más importante que cualquier ideal abstracto. También estaba en conflicto directo con las doctrinas dominantes católicas y escolástica de la época con respecto a la política y la ética.
Aunque es relativamente corto, el tratado es el más recordado de las obras de Maquiavelo y el responsable de poner la palabra «maquiavélico» en uso como un término peyorativo. Incluso contribuyó a las connotaciones negativas modernas de las palabras «política» y «político» en los países occidentales. En términos de materia, se superpone con el mucho más largo Discursos sobre la primera década de Tito Livio, que fue escrito unos años más tarde.
Las descripciones dentro de "El príncipe" tienen el tema general de aceptar que los objetivos de los príncipes, como la gloria y la supervivencia, pueden justificar el uso de medios inmorales para lograr esos fines.
En las repúblicas es, por el contrario, más fuerte y activo el
aborrecimiento, y más vivo el deseo de venganza; y la memoria de su
libertad antigua no les deja ni puede dejar un solo momento tranquilo,
de suerte que los medios más seguros de conservarlas son, o destruirlas,
o fijar en ellas su residencia.
Capítulo VI
De los nuevos estados que un Príncipe adquiere por su valor y por sus propias armas.
No se extrañe que en la relación que voy a hacer de los
principados nuevos, del príncipe y del estado, me valga solamente de los
ejemplos que ofrecen las personas más célebres. Casi siempre caminan
los hombres por sendas trilladas antes por otros, y casi no obran por sí
sino por imitación; pero como esta no puede ser exacta en un todo, ni
suele ser posible llegar a la altura de aquellos que se toman por
modelos, el hombre sabio debe únicamente seguir los caminos que abrieron
otros, tenidos por superiores, e imitar bien a los que han sobresalido,
a fin de que, si no se consigue igualarles, se le acerque a lo menos en
alguna cosa. Cada uno, pues, deberá portarse como el ballestero
prudente, que, cuando advierte que el blanco a que dirige sus tiros, se
halla demasiado distante, considera la fuerza de su arco y apunta más
alto que el blanco, con el objeto de llegar siquiera a tocarlo.
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Publicado el 18 de mayo de 2016 por Edu Robsy.
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