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AR. —Ahora que estoy desplumado me hablas de una manera distinta, bien otras son tus palabras ahora, digo, y antes, cuando os daba, bien diferentes de antes, cuando intentabas cazarme a fuerza de carantoñas y de zalamerías; entonces, hasta la casa misma parecía sonreírme cuando llegaba; me asegurabas, que tanto tú como tu hija me preferíais a mí entre todos los demás; cuando os daba algo, como pichones andabais las dos siempre colgadas de mi boca, no teníais otros deseos que los míos, siempre andabais tras de mí, hacíais siempre lo que yo decía, lo que yo quería; lo que no quería, lo que os prohibía, hacíais por evitarlo, ni intentar hacerlo se' os pasaba siquiera por la imaginación. Ahora en cambio, os importa tres pitos lo que quiera o deje de querer, malvadas.
CL. —Pero, ¿es que no sabes? Este oficio nuestro es parecidísimo al del pajarero. El pajarero, una vez que prepara el terreno, esparce los granos; los pájaros cogen la querencia. Para ganar algo, no hay más remedio que hacer algún gasto; vienen muchas veces a comer, pero si una vez los cazan, entonces se desquita el cazador de ellos. Lo [219-220] mismo es con nosotras: la casa es para nosotras el campo de caza, el pajar soy yo, el cebo es la muchacha, el lecho es el reclamo, los enamorados son los pájaros: ellos cogen la querencia a fuerza de zalamerías, de besos, de palabras dulces y suaves; si es que tientan una tetita, no es más que en interés del pajarero; si les arrancan un besito, entonces, le tienes ya cazado sin necesidad de más redes. ¡Mira que habérsete olvidado todo esto, tú que has estado tanto tiempo en la escuela del amor!
43 págs. / 1 hora, 15 minutos.
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Publicado el 14 de marzo de 2018 por Edu Robsy.
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