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Edición física «Vida Coetánea»
12. Y, un día que él tenía un cuchillo muy agudo y vio a su señor sentado a solas en una silla, dando una gran voz se precipitó contra él, gritando:
—¡Ahora morirás!
Y, aunque el reverendo maestro le desvió el golpe según su poder, quedó empero herido, pero no de muerte, en el vientre, y, luchando con él, fue derribado el moro y le fue quitado el cuchillo; y, cuando la compaña de la casa oyó el ruido, quisieron dar muerte al moro, pero el reverendo maestro no lo permitió, sino que le hizo encerrar en la cárcel hasta que hubiese deliberado qué haría con él. Y como de una parte pensaba que por parte del moro había recibido gran beneficio de aprender la lengua morisca, que él mucho había deseado para hacer con ella honor a Dios nuestro Señor, por lo tanto le parecía que no debía darle muerte; y, como de otra parte temía que otra vez quisiera volverle a matar, estaba en gran duda y perplejo sobre lo que haría.
13. Y de hecho fuese a Nuestra Señora de la Real, para pedir a Dios nuestro Señor que le inspirase qué haría con el moro. Y, cuando hubo orado aquí por espacio de tres días, y se hubo maravillado mucho de que su espíritu no descansaba en darle muerte o vida, sino que estaba en aquella misma perplejidad, con gran tristeza volvióse a su casa; y, cuando pasó por la cárcel donde el cautivo estaba, se encontró con que el cautivo se había ahorcado con la cuerda con que estaba atado. Dio, pues, gracias el reverendo maestro a nuestro Señor que le había sacado de aquella gran perplejidad, por la cual tanto le había suplicado.
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Publicado el 8 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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