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—¡Suras!... ¡Suras!...
Y arroja al viento un puñado de fruto que cae con el rumor de lluvia veraniega sobre secos follajes. Las gallinas acuden presurosas picoteando la tierra. El gallo canta. Las dos aldeanas salmodian en la cancela del molino:
—¡Santos y buenos días!
La molinera responde desde el patín:
—¡Santos y buenos nos los dé Dios!
A las salutaciones siguen las preguntas lentas y cantarinas: las tres aldeanas hablan con una mano puesta sobre los ojos para resguardarlos del sol.
—¿Hay mucho fruto?
—¡Así hubiera gracia de Dios!
—¿Cuántas piedras muelen?
—Muelen todas tres: la del trigo, la del maíz y la del centeno.
—¡Conócese que trae agua la presa!
—En lo de agora no falta.
—¡Por algo decían los viejos que el hambre á esta tierra llega nadando!
La molinera baja á franquearles la cancela; pero la ventera y la zagala quedan en el camino hasta que una á una pasan las ovejas. Después, cuando el rebaño se extiende por la era, entran suspirando. La molinera hunde sus toscos dedos de aldeana en el vellón de los corderos.
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Publicado el 1 de enero de 2022 por Edu Robsy.
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