La Pipa de Kif

Ramón María del Valle-Inclán


Poesía



La pipa de Kif

Mis sentidos tornan a ser infantiles,
Tiene el mundo una gracia matinal,
Mis sentidos como gayos tamboriles
Cantan en la entraña del azul cristal

Con rítmicos saltos plenos de alegría,
Cabalga en el humo de mi pipa Puk,
Su risa en la entraña del azul del día
Mueve el ritmo órfico amado de Gluk.

Alumbran mi copta conciencia, hipostática
Las míticas luces de un indo avatar,
Que muda mi vieja sonrisa socrática
En la risa joven del Numen Solar.

Divino penacho de la frente triste,
En mi pipa el humo da su grito azul,
Mi sangre gozosa claridad asiste
Si quemo la Verde Yerba de Estambul.

Voluta, de humo, vágula cimera,
Tú eres en mi frente la última ilusión
De aquella celeste azul Primavera
Que movió la rosa de mi corazón.

Niña Primavera, dueña de los linos
Celestes. Princesa Corazón de Abril,
Peregrina siempre sobre mis caminos
Mundanos. Tú eres mi «spirto gentil».

¡Y jamás le nieguen tus cabellos de oro,
Jarcias a mi barca, toda de cristal:
La barca fragante que guarda un tesoro
De aromas y gemas y un cuento oriental!

El ritmo del orbe en un ritmo asumo,
Cuando por ti quemo la Pipa de Kif,
Y llegas mecida en la onda del humo
Azul, que te evoca como un «leit-motif».

Tu luz es la esencia del canto que invoca
La Aurora vestida de rosado tul,
El divino canto que no tiene boca
Y el amor provoca con su voz azul.

¡Encendida rosa! ¡Encendido toro!
¡Encendidos números que rimó Platón!
¡Encendidas normas por donde va el coro
Del mundo: Está el mundo en mi corazón!

Si tú me abandonas, gracia del hachic,
Me embozo en la capa y apago la luz.
Ya puede tentarme la Reina del Chic.
No dejo la capa y le hago la †.

¡Aleluya!

Por la divina primavera
Me ha venido la ventolera

De hacer versos funanbulescos
—Un purista diría grotescos—.

Con el punto de extravagancia
Que Banville ha tenido en Francia.

Para las gentes respetables
Son cabriolas espantables.

Cotarelola sien se rasca,
Pensando si el Diablo lo añasca.

Y se santigua con unción
El pobre Ricardo León.

Y Cejador, como un baturro
Versallesco, me llama burro.

Y se ríe Pérez de Ayala,
Con su risa entre buena y mala.

Darío me alarga en la sombra
Una mano, y a Poe me nombra.

Maga estrella de pentarquía
Sobre su pecho anuncia el día.

Su blanca túnica de Esenio
Tiene las luces del selenio.

¡Sombra del misterioso delta,
Vibra en tu honor mi gaita celta!

¡Tú amabas las rosas, el vino
Y los amores del camino!

Cantor de Vida y Esperanza,
Para ti toda mi loanza.

Por el alba de oro, que es tuya.
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

La gran caravana académica
Saludo con risa ecuménica.

Y con un guiño á hurto de Maura,
Me responde Clemencia Isaura.

En mi verso rompo los yugos,
Y hago la higa a los verdugos.

Yo anuncio la era argentina
De socialismo y cocaína.

De cocotas con convulsiones
Y de vastas Revoluciones.
Resplandecen de amor las normas
Eternas. Renacen las formas.

Tienen la gracia matinal
Del Paraíso Terrenal.

Detrás de la furia guerrera,
La furia de amor se exaspera.

Ya dijo el griego que la furia
De Heracles, engendra lujuria.

No cambia el ritmo de da vida
Por una locura homicida.

A mayor fiebre de terror,
Mayor calentura de amor.

La lujuria no es un precepto
Del Padre: Es su eterno concepto.

Hay que crear eternamente
Y dar al viento la simiente:

El grano de amor o veneno
Que aposentamos en el seno.

El grano de todas las horas
En el gran Misterio sonoras.

¿Y cuál será mi grano incierto?
¡Tendré su pan después de muerto!

Y de mi siembra, no predigo
¿Será, cizaña? ¿Será trigo?

¿Acaso una flor de amapola
Sin olor? La gracia española.

¿Acaso la flor digital
Que grana, un veneno mortal?

¿Bajo el sol, que la enciende? ¿Acaso
La flor del alma de un payaso?

¡Pálida, flor de la locura,
Con normas de literatura!

¿Acaso esta musa grotesca
—Ya no digo funambulesca—

Que con sus gritos espasmódicos
Irrita a los viejos retóricos,

Y salta luciendo la pierna,
No será la musa moderna?

Apuro el vaso de bon vino,
Y hago cantando mi camino,

Y a compás de un ritmo trocaico,
De viejo gaitero galaico,

Llevo mi verso a la Farándula:
Anímula, Vágula, Glándula.

Fin de carnaval

Miércoles de ceniza.

Fin del carnaval.
Tarde de lluvia inverniza

Reza el Funeral.

Con ritmos destartalados

Lloran en tropel,
Mitrados ensabanados,

Mitra de papel.

Lloran latinos babeles,

Sombras con capuz.
Lleva al arroyo rieles

La taberna en luz.

Los pingos de Colombina

Derraman su olor
De pacholí y sobaquina

¡Y vaya calor!

Un Pierrot junta en la tasca

Su blanco de zin,
Con la pintada tarasca

De blanco y carmín.

Al pie de un farol, sus flores

Abre el pañolón
De la chula: Sus colores

Alegrías son.

¡Cómo la moza garbea

Y mueve el pay-pay!
¡Cómo sus flecos ondea

En el guirigay!

El curdela narigudo

Blande un escobón:
—Hollín, chistera, felpudo,

Nariz de cartón—.

En el arroyo da el curda

Su grito soez,
Y otra destrozona absurda

Bate un almirez.

Latas, sartenes, calderos,

Pasan en ciclón:
La luz se tiende a regueros

Sobre el pelotón.

Y bajo el foco de Volta,

Da cita el Marqués
A un soldado de la Escolta,

¡Talla de seis pies!

Juntan su hocico los perros

En la oscuridad:
Se lamentan de los yerros

De la Humanidad.

Por la tarde gris y fría

Pasa una canción
Triste. La melancolía

De un acordeón.

Los faroles de colores

Prende el vendaval.
Vierte el confetti sus flores

En el lodazal.

Absurda tarde. Macabra

Mueca de dolor.
Se ha puesto el Pata de Cabra

Mitra de Prior.

Incerteza vespertina,

Lluvia y vendaval:
Entierro de la Sardina,

Fin de Carnaval.

Marina norteña

Pasa el gato sonando las botellas
De un anaquel de pino por lo alto:
El cielo raso tiene dos estrellas
Pintadas, y una luna azul cobalto

¡Taberna aquella de, contrabandeos
Con los guisotes bajo sucios tules,
Eran allí pictóricos trofeos
Azafrán, pimentón, fuentes azules!

Entra el viento. Revuela la cortina
Y la vista del mar da a la taberna.
Una negra silueta que bolina
Sobre el ocaso, enciende su lucerna.

Con la tristeza de la tarde muerde
Una lima el acero. De la fragua
Brotan las chispas. Tiene una luz verde
Ante la puerta, la cortina de agua.

Escruta el mar con la mirada quieta
Un marinero desde el muelle. Brilla
Con el traje de aguas su silueta
Entre la boira gris, toda amarilla.

Viento y lluvia del mar. La luna flota
Tras el nublado. Apenas se presiente,
Lejana, la goleta que derrota
Cortando el arco de la luz poniente.

Se ilumina el cuartel. Vagas siluetas
Cruzan tras las ventanas enrejadas,
Y en el gris de la tarde las cornetas
Dan su voz como rojas llamaradas.

Su pentágrama el arco policromo
Proyecta tras los pliegues del chubasco,
Y alza en el vano de esmeril su domo
Arrecido de cuervos, un peñasco.

Las olas rompen con crestón de espuma
Bajo el muelle. Los barcos cabecean
Y agigantados en el caos de bruma
Sus jarcias y sus cruces fantasean.

La triste sinfonía de las cosas
Tiene en la tarde un grito futurista:
De una nueva emoción y nuevas glosas
Estéticas, se anuncia la conquista.

Su escaparate la taberna alumbra,
Y del alto anaquel lo acecha el gato:
Esmeraldas de luz en la penumbra
Los ojos, y la cola un garabato.

Vahos de mosto del zaguán terreño,
Voces de marineros a la puerta,
Y entre rondas de vino que dan sueño,
El tabaco, los naipes, la reyerta…

De un quinqué de latón la luz visunta
El tubo ahumado con un grito raja,
Y está en la puerta el hombre que pregunta:
¿Quién quiere sacar filo a la navaja?

Bestiario

¡Romántica casa de fieras
Del buen Retiro, he vuelto a ver
La alegría de tus banderas,
Bajo la tarde, como ayer!…

Y me detuve emocionado
Ante aquel viejo carcamal

Estilizado
En el escudo nacional.

¡Viejo león que entre las rejas
Bostezando agitas la crin,

Sobre tus cejas
Sus arrugas puso el esplin!

El canguro antediluviano
Huyó con saltos de flin-flan:

Es australiano
Y tiene trazas de alemán.

Temeroso esconde las crías
En el buche de acordeón:

Antipatías
Tiene el canguro, de embrión.

El tigre se agita ondulante
Tras los hierros de su cubil:

Belfo tremante:
Garra rampante y ojo hostil.

¡Qué triste el oso se espereza
Sobre las pajas de su coy!

¡Cuando bosteza
Recuerda al Conde de Tolstoy!

Tiene un gesto de omnipotencia
El leopardo bengalés,

La impertinencia
De su gesto dicta al inglés.

Sonríe el lobo. Tras la reja.
Con un guiño de curial

Rasca la oreja
Y la estameña del sayal.

Y la romántica jirafa,
Solterona que bebe hiel,

Las rosas chafa
En la cúpula del laurel.

¡Arquitectura bizantina,
Imposible de razonar,

De la divina
Silueta de Sara Bernhardt!

Un disparate pintoresco,
Maravilloso de esbeltez,

El arabesco
Del caballo del ajedrez.

Ruge encendida la pantera
Su ensueño de arenas y sol,

Sabe la fiera
Un aljamiado de español.

Recuerda el índico elefante
Los bosques sagrados de Anám,

Sueña el gigante
Como un fakir ebrio de bahám.

Meditaciones eruditas
Que oyó Rubén alguna vez:

Letras sánscritas
Y problemas del ajedrez.

¿Viejo elefante de Sumatra
Sueñas acaso con Belkis,

Con Cleopatra,
O con un circo de Paris?

¿Añoras la torre guerrera
Sobre tus hombros de titán,

O la litera
De las reinas del Indostán?

¡Tú, que a mi musa decadente
Brindas la torre de marfil,

Resplandeciente,
Como una torre de las Mil!…

Encumbrado sobre una rama
El triunfo del pavo-real,

Es una llama
Del Paraíso Terrenal.

Un ensueño de surtidores,
Un cuento de viejo jardín

Con los olores
De la albahaca y el jazmín.

¡El negro opio de la China,
Sabe tu verso ornamental,

Ave divina
De un Paraíso Artificial!

El mono acrobático salta
Y hace del mundo trampolín.

Mima y esmalta
Cada salto con un mohín.

Y la cotorra verdigualda,
Retaleando su papel,

Luce una falda
Que fue de la Infanta Isabel.

Feminista que disparata
En la copa del calamac,

Bajo su pata
Las ramas secas hacen crac.

Y a Dionisio Aereopagita
En penitencia sobre un pie,

Desacredita
La cigüeña falta de fe.

Caricatura del milagro,
En un fondo de azul añil

Esprime el magro
Y cabalístico perfil.

Sobre una pata se arrebuja,
Y en el tejado hace oración,

Como una bruja
Que escapó de la Inquisición.

Esponja el flamenco la pluma
Y su absurdo monumental

Trémulo esfuma
Sobre dos rayas de coral.

La cabra dibuja una aldea,
Dando vaho de la nariz.

¿Es de Judea
La aldea o de Arabia Feliz?

La cabra contempla la vida,
Con los ojos muertos de luz,

Una dormida
Visión de Oriente en el testuz.

Y el cocodrilo faraónico
Las fauces abre en el fangal

Al sol, que irónico
Hace llorar su lacrimal.

¡Olvidada Casa de Fieras,
Con los ojos de la niñez

Tus quimeras
Vuelvo a gozar en la vejez!

Muere la tarde. —Un rojo grito
Sobre la fronda vesperal—.
Y abre el círculo de su mito
El Gran Bestiario Zodiacal.

El circo de lona

I

Tarde de ocaso rosada:
La feria. Un circo de lona.
Cobra en la puerta la entrada

Una Pepona.

El agrio y desvencijado
Organillo, se atropella:
Golfo viejo enamorado

De una estrella.

La chusma negra y pelona,
En torno se arremolina
Atisbando a la Pepona

Sibilina.

La Pepona con mitones,
Moño y rizos de canela,
Y el talle con alusiones

De vihuela.

El mono, sobre el tinglado,
Mima al gato un gesto astuto,
Y lanza el gato, erizado,

Su exabruto.

La nota verde rabiosa
De la cotorra, asesina
Sobre el escarlata y rosa

De la cortina.

Bárbaras bolas doradas
Cuelgan por el cielo raso,
Y evocan las carcajadas

Del payaso.

Un cuento maravilloso
Anuncia el circo de lona,
Con la lucha del Coloso

Y la Leona.

¡Tarde! Rojas sinfonías,
Un toro en el horizonte,
Azules las lejanías

Sin un monte.

¡Quitasoles remendados
Abiertos en los caminos,
Sobre los sables dorados

de los chinos!

Vuelo de gayas banderas
Que en la azulada neblina,
Se tienden por mis quimeras

De cannavina.

¡Gran parasol remendado,
Pobre Caballero Andante
Con el escudo dorado

Del Atlante!

II

Ríen dos gitanas,
Caras africanas,
Dos verdes manzanas
De oriental jardín.
Luces de claveles,
Flecos, arambeles,
Hablar por babeles
Y no tener fin.

Amores y toros,
Recuerdos de moros,
Y más lejos coros
Del centauro azul,
Las voces remotas
De míticas flotas,
Y las chirigotas
Del griego gandul.

Ancha la corriente,
Romana la puente,
Cenceña la gente,
Las sombras de añil.
Ruge la, leona
Y el tambor pregona
El drama gentil.

En marea serena
La grada se llena,
Revierte la arena
Sedes de calor.
De olor de catinga
El aire se pringa
Y el Diablo respinga:
Le gusta ese olor

Saluda en la pista
El famoso artista
Hercole Barrista:
Medalla de Siam.
¡Y sale la blonda
Enriqueta, oronda,
Pechona y redonda
Bailando el can can!

Y danzan los brillos
De falsos anillos,
Peines y brinquillos
Por el redondel.
¡Dicen la quimera
De una vida entera,
Sueño de ramera
Triste, en el burdel!

Desfachada y franca,
Rebotada el anca,
La pechuga blanca,
Por el aire el pie…
¡Ideal amoroso
Para un venturoso
Jugador garboso
Que afloje el parné!

Bate su estribillo
El viejo organillo,
Y es un tabardillo
Con aquel resol.
El negro lanudo
De gesto hocicudo
Sopla, en el embudo
Y arranca un bemol.

Y al mono le arranca
Un grito, la blanca
Pechuga, y el anca
De yegua real.
El oso asturiano,
Siempre en aldeano,
Se mira la mano,
se rasca el frontal.

Y el pelado cuello
Estira el camello,
Con largo resuello
Que termina: en U.
Lo enarca y lo apura,
Lo exprime y lo augura,
Toda la figura
Es un Gurugú.

La Pepona al mono.
Grita, sube el tono,
Por mayor encono
Le habla en catalán.
Y bajo la silla
El otro se humilla,
Que esto fue en Castilla
Tiempos que aún están.

Y siguen azares
De los estelares
Juegos malabares
Que ama el japonés.
Y con el restallo
De la fusta, el callo
Se oyó, de un caballo
Que vino después.

Al fin sale al coso
El mono vicioso,
Que se hace el gracioso
Y no lo hace mal.
Puja de anarquista
Y es el gran fumista,
Exhibicionista
Internacional.

Y viene el cucaña
Patitas de Araña,
Estrella en España
del cante andaluz.
Y nota moderna,
Pegado a su pierna
Rasca, la cuaderna
Negro Micifuz,

El viejo payaso,
Gloria en el ocaso,
Sale haciendo el paso
Seguido de un can:
Se rasca el Cogote
Fingiéndose el zote,
Y pega un gran bote
Que acaba en flin-flán.

¡Saltos atrevidos
de cuerpos fornidos,
Alegres bramidos
Cuando es el vencer!
¡Trapecios volantes,
Vuelos arrogantes,
Almas expectantes,
Volver a nacer!…

Luz en la taquilla,
Cuentan calderilla
En la ventanilla
Manos de hospital,
Íbase el enjambre,
Y dio en el alambre
La sombra del hambre
Un salto mortal.

III

Candileja de bencina,
Lloroso cabo de vela,
Sombra que se encalabrina

Por la, tela.

Silla que se desbarata,
Mesa que se escachifolla,
Jaleo, risa, bravata

Y bambolla.

Las mamparas claudicantes
Las siluetas transparentan,
Y las risas maleantes

Lo comentan.

El payaso ante el espejo
Se despinta con cerote,
Y se arranca el entrecejo

De pelote.

A su lado una mozuela,
Luciendo el roto zancajo,
Recose la lentejuela

De un pingajo.

Y las falsas pantorrillas,
Dando gritos de falsete,
Se tuercen en las canillas

Bajo un siete.

Tose Patitas de Araña
Y cecea un chicoleo
Que ya dijo en Eritaña

Paco el Feo.

Vestida una saya rota,
Tira la blonda Enriqueta
A1 domador, de la bota

Que le aprieta.

Riñas, sordas libaciones,
Lamen los platos los perros,
Se esperezan los leones

Tras los hierros.

Los cofres con cantoneras
De metal, hablan de trenes,
Estaciones y galeras

Con vaivenes.

¡Circos! ¡Cantos olvidados
De fabulosas edades!
¡Bárbaros versos dorados

De Alcidiades!

El jaque de Medinica

La llama arrebola la negra cocina,
Pone Maritornes magras de cecina
En las sopas cáusticas de ajo y pimentón.
El Jaque se vuelve templando el guitarro,
A la moza tose por que sirva un jarro
Y oprime los trastes pulsando el bordón.

La jeta cetrina, zorongo a la cuca,
Fieltro de catite, rapada la nuca,
El habla rijosa, la ceja un breñal.
Cantador de jota, tirador de barra,
Bebe en la taberna, tañe la guitarra.
La faja violeta esconde un puñal.

Crepúsculo malva. Puerta de la villa
Sobre los batanes. Bajan a la orilla
Del Ebro, las recuas. Lento tolondrón.
Templa la guitarra el gañán avieso,
Y el agudo galgo roe sobre un hueso
En la laureada puerta del figón.

Al coime que pone vino en las corambres
Enseña las ligas de azules estambres
La moza encorvada sobre el fogaril.
Y por amarillos vanos de pajares
Los mozos de mulas llevan sus cantares,
Disputas por naipes y gay moceril.

El jaque merienda con dos bigardones
De fusta, zamarro, roñosos zajones
Y gorra orejera de pelo de can.
Hecha la merienda juegan al boliche,
En medio del juego hablan sonsoniche,
Demandan el gasto, pagan y se van.

Tejados haldudos de lejana villa,
Que en el horizonte es toda amarilla
Sobre la desnuda corva de un alcor…
En el campanario la flaca cigüeña
Esconde una pata y el misterio enseña:
La villa amarilla toda, es resplandor.

Figón del Camino: Votos arrieros,
Piensos de cebada, corral con luceros,
Por los corredores la luz de un candil.
Lejanas estrellas hacen gorgoritos
En el cielo zarco. En los monolitos
Del camino, fuma la Guardia, Civil.

Medinica

Un pueblo con soportales
Y balcones de madera,
Casas de adobe, corrales,
Cigüeñas y rastrojera.

Pardillos de hablar adusto
Con resonancias latinas,
La cara el perfil de Augusto,
Las intenciones dañinas.

Corrales con tolvanera,
Anchos patios de mesones,
Carros de gente arriera,
Guitarras de valentones.

La plaza con caballetes
Y esqueletos de tendales
Habla de los tenderetes
Vistosos de los feriales.

Plaza de las tardes largas
Con el muro solanero
Del palacio de los Vargas
Sin tejas en el alero.

Rincón de seminaristas
Jugadores de pelota,
Bebedores, guitarristas
Y cantadores de jota.

Vuelo de capas talares,
Sucios críos, lloriqueo,
Cantares, rotos cantares
De la tarde. Campaneo.

Medinica: Soportales
Y balcones de madera,
Tapias de adobe, corrales,
Recuas y copla arriera.

La infanzona de Medinica

Doña Estefaldina teje su calceta,
Puesta de mitones, cofia y pañoleta,
En el saledizo de su gran balcón.
Doha Estefaldina nunca fue casada,
Así que en la falda, de cintas picada,
Tres gatos malteses hacen el ron-ron.

Doña Estefaldina odia a los masones,
Reza por que mengüen las contribuciones,
Reprende a las mozas si tienen galán.
Oprime en las rentas a sus aparceros,
Los vastos salones convierte en graneros,
Da buenas palabras al que llora, pan.

Doña Estefaldina los puntos recuenta
Y al pie de su silla cose una sirvienta
Que prende en el moño cintado cairel.
El busto en el ruedo del halda amarilla
Parece un chamizo que enciende Castilla:
Bayeta amarilla es grito de hiel.

Bajo el roto alero de hierbas nacido,
Con el garabato de un vuelo atrevido
Fulmina el vencejo su torvo zig-zás.
¡Caserón de Vargas, viejos artesones,
Pinturas de santos, desnudos salones,
Caserón de Vargas en el polvo das!

Desfila un ringlero de seminaristas,
Bayetas peladas corno los sopistas,
Tricornios jaranos, negrura, montés.
Cencerrea la recua de mulos hastiales,
Negros y zancudos, sin goces nupciales,
Y el mulero canta canto aragonés.

Doña Estefaldina, recuenta los puntos,
Del tiempo y las siembras haciendo barruntos,
Y cuando la plaza, cruza el capellán,
Dobla la calceta, pide el rebocillo,
Se prende alfileres, y con un banquillo
Corre a la novena con trote de can.

Doña Estefaldiria, sangre de los Vargas,
Teje su calceta en las tardes largas
Bajo el torvo alero que pica el gorrión.
¡Con qué ceremonia en los ademanes
Responde al saludo de los capellanes
Doña Estefaldina desde su balcón!

Tijeras abiertas

Despertó doña Estefaldina.
¡soñó con tijeras abiertas!…

Agorina
Por el sueño desgracias ciertas.

Cantó el alerta la lechuza
Que en el alero del Palacio

Aguza
Sus dos círculos de topacio.

Cimera de barda amarilla
Que bate el claro de la luna,

Brilla
Aspada, silueta de tuna.

Salta la barda la raposa,
Su sombra la luna ha marcado,

Cautelosa
La sombra va por el cercado.

Y estalla el ladrido del perro
Que avizorado tras la reja,

El hierro
Rabuña, erizada la oreja.

Cautelosa de los albores
La zorra define los rastros.

Temores
Tiene la bestia de los astros.

Castiga su instinto protervo
El Sol. Con su grito lo asombra.

El Verbo
Al Mal Espíritu se nombra.

La coima

El gato dormita en la silla,
Da un círculo al techo el quinqué:
La cornuda luz amarilla
Dice en el cuarto su Ananké.

Jergón con colcha floreada,
Recogida en banquillo azul.
Una mujer acurrucada
Posa la sien en el baúl.

Bajo la rama de olivera
Un Santo Cristo de latón,
Y bajo una moña torera
La falda maja y el mantón.

Pulsan de fuera en la ventana,
La adormecida vuelve en sí.
Se yergue. La greña gitana
La cubre un ojo zahorí.

Acude celosa a la puerta,
Que se abre sin rechinar.
Entra una sombra con alerta
Y rompe un sereno a cantar.

Se difunde la onda sonora
De la campana de un reló
De iglesia. Contando la hora
Entre sí, la mujer cerró.

Alienta el galán contra el muro.
Su ceja inquieta y montaraz
Palpita, midiendo el seguro.
Le rasga un mal gesto la faz.

Tiene el Jaque de Medinica
En la frente un rojo tachón.
Atenta la oreja, predica
Su dedo en los labios: ¡Chitón!

Lanza una risa baladrona
El Jaque, y enseña el puñal
Ensangrentado. La bribona
Se enciende amorosa y carnal.

El gato dormita en la silla,
Da un círculo al techo el quinqué.
La cornuda luz amarilla
Se apaga diciendo: ¡Ananké!

El preso

Camino polvoriento del herrén amarillo
Declinando la tarde. En la loma, un castillo.

Entre Guardias Civiles, un hombre maniatado
Camina. Tiene el gesto soturno del malvado.

Sobre la frente torva como el testuz del toro,
El zorongo de lienzo le pone algo de moro.

Negros y siluetados los tricornios, parejos
De la tarde poniente reciben los reflejos.

Una luz que aun define la X amarilla
Del correaje. Llegan cantares de una trilla.

Detrás del prisionero corre su amancebada,
El halda desprendida, la greña desgreñada.

Los ojos recelados, en los Guardias Civiles
Están quietos. El hito tienen en los fusiles.

Ya dibuja la luna sus perfiles inciertos,
Y el grillo y la cigarra comienzan sus conciertos.

El carro rubicundo de la trilla, y el coro
De trilladores, pasa sobre la puesta de oro.

La grama pinta el rostro del tropel de atropiles
Que delante del carro trenzan ritmos gentiles.

La moza castellana alza el ramo venusto
Y a los mozos escapa con alborozo y susto.

Los Sénecas, senectos pardillos castellanos
Cobran las alegrías de Silenos romanos.

El Jaque frente al coro, con baladrón alarde
De su alma negra, reta al canto de la tarde.

Arquea la figura, para cobrar aliento,
Hincha el cuello robusto y da una copla al viento.

Calla el coro geórgico y corre hacia el camino
Con la acucia de ver pasar al asesino.

Y saluda una voz netamente española:
—He d’ir a Medinica cuando te den piola.

Garrote vil

¡Tan! ¡tan! ¡tan! Canta el martillo.
El garrote alzando están,
Canta en el campo un cuclillo,
Y las estrellas se van
A1 compás del estribillo
Con que repica el martillo:

¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!

El patíbulo destaca
Trágico, nocturno y gris,
La ronda de la petaca
Sigue a la ronda de anís,
Pica tabaco la faca,
Y el patíbulo destaca
Sobre el alba flor de lis.

Áspera copla remota
Que rasguea un guitarrón
Se escucha. Grito de jota
Del morapio peleón.
El cabileño patriota
Canta la canción remota
De las glorias de Aragón.

Apicarada pelambre
Al pie del garrote vil,
Se solaza muerta de hambre.
Da vayas al alguacil,
Y con un rumor de enjambre
Acoge hostil la pelambre
A la hostil Guardia Civil.

Un gitano vende churros
Al socaire de un corral;
Asoman flautistas burros
Las orejas al bardal;
Y en el corro de baturros
El gitano de los churros
Beatifica al criminal.

El reo espera en capilla,
Reza un clérigo en latín,
Llora una vela amarilla,
Y el sentenciado da fin
A la amarilla tortilla
De yerbas. Fue a la capilla
La cena del cafetín.

Canta en la plaza el martillo,
El verdugo gana el pan.
Un paño enluta el banquillo,
Como el pafio es catalán,
Se está volviendo amarillo
Al son que canta el martillo

¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!

El crimen de Medinica

¡Crimen horrible! pregona el ciego.
Y el cuadro muestra de un pintor lego,
Que acaso hubiera placido al Griego.

El cuadro tiene fondo de yema,
Cuadriculado para el esquema
De aquel horrible crimen del tema.

ESCENA PRIMERA

Abren la puerta brazos armados,
Fieros puñales son levantados,
Quinqué y mesilla medio volcados.

Sale una dama que se desvela,
Camisón blanco, verde chinela,
Y palmatoria con una vela.

Azul de Prusia son las figuras
Y de albayalde las cataduras
De los ladrones. Goyas a oscuras.

ESCENA SEGUNDA

En la cocina tienen doblada
Dos hombres negros a la criada.
Moño colgante, boca crispada.

Boca con grito que pide tila,
Ojos en blanco, vuelta pupila.
Una criada del Dies Illa.

Entre los senos encorsetados,
Sendos puñales tiene clavados,
De rojas gotas dramatizados.

Pompa de faldas almidonadas,
Vuelo de horquillas, medias listadas:
Las botas nuevas muy bien pintadas.

ESCENA TERCERA

Azules frisos, forzado armario,
Jaula torcida con el canario,
Vuelo amarillo y extraordinario.

Por una puerta pasa arrastrada
De los cabellos, la encamisada.
El reló tiene la hora parada.

Manos abiertas en abanico,
Trágicas manos de uñas en pico:
Los cuatro pelos en acerico.

ESCENA ÚLTIMA

Un bandolero —¡qué catadura!—
Cuelga la faja de su cintura,
Solana sabe de esta pintura.

Faja morada, negra, navaja.
Como los oros de la baraja
Ruedan monedas desde su taja.

Coge en las manos un relicario,
Y con los pelos de visionario
Queda espantado frente al canario.

COMENTO

¡Madre! Qué grito del bandolero.
¡Muerta! Qué brazos de desespero.
¡Sangre! A sus plantas corre un reguero.

¡Su propia madre! Canta el coplero.
Y el viejo al niño le signa austero,
Corta la rosa del Romancero.

Vista madrileña

La tarde calina:
—¡Mojama y cecina!
—¡Torraets y altramuz!
¡Guardillas solares,
Plenas de cantares,
Con el micifuz
Filo del tejado,
El rabo quemado,
Los ojos en luz!

La tarde calina;
La murga en la esquina:
—¡Horchata y limón!
Su nota en falsete
Lanza el clarinete,
Joven Cupidón,
Siempre en desacuerdo
Con el bombo lerdo,
Que bate bom-bom.

Como un asesino
Grazna el bombardino
Sacando la nuez,
Y el clarín se irrita,
Y se despepita
Su lengua soez.
El señor Serapio
Reparte el morapio
Con esplendidez.

Y la tabernera,
Sentada en la acera,
Abre el pericón,
como la suprema,
cifra del problema
De la ostentación.
A orgullo o despecho,
Sobre el vasto pecho
Cruza el pañolón.

Por colgar el ramo
De laurel, el amo
Y un municipal,
Hay un zapatero
Que silba a un jilguero
La Internacional.
Sucia la camisa,
Agria la sonrisa.
¡Tienda de portal!

El acetileno,
Ojos de veneno,
Arde bajo un tul.
Tembleque y gatera,
En la tasca impera
Con su blusa azul:
Gatera y tembleque
Preside el guateque
De una ronda ful.

Pasan los tranvías,
Con algarabías,
para Tetuán.
Y una vieja tuerta
Azota en su puerta
El ruedo del can,
Que rasca la oreja
Detrás de la vieja,
Haciendo ran-ran.

Una chica, fea,
—Que la tifoidea
Pelona dejó—
Baila en la guardilla,
Arrastra una silla,
Y ella es el gachó.
Sale al ventanuco,
Y parece el cuco
que habla en el reló.

Agría y triste brota
La luz, una nota
De cromo y añil.
Pueril y lejana,
Tañe una campana
Su rezo monjil.
La tapia amarilla,
Color de Castilla,
Da un reflejo hostil.

… Tres destartaladas
Carretas, pintadas
De azul Ultramar.
¡Polvo en el camino,
Viento en remolino,
La puesta solar!
Los tiros muleros,
Y los carreteros,
Roncos de jurar.

La fuente de hierro;
En la fuente, un perro
Lanzando su orín.
En los hoyos secos
De álamos entecos,
Latas con hollín.
De andamios remotos,
Los cantares, rotos
Al clavar el zin.

Lejano, lejano,
Un tejar albano
Con humo y resol.
Algún pobre huerto,
Con su perro muerto,
Destripado el fol.
Lejano y nocturno,
El viejo Saturno
Enciende el farol.

Resol de verbena

Ingrata la luz de la tarde,
La lejanía en gris de plomo,
Los olivos de azul cobarde,
El campo amarillo de cromo.

Se merienda sobre el camino
Entre polvo y humo de churros,
Y manchan las heces del vino
Las chorreras de los baturros.

Agria y dramática la nota
Del baile. La sombra morada,
El piano desgrana una jota,
Polvo en el viento de tronada…

El tiovivo su quimera
Infantil, erige en el raso:
En los caballos de madera
Bate el reflejo del ocaso.

Como el monstruo del hipnotismo
Gira el anillo alucinante,
Y un grito pueril, de histerismo
Hace a la rueda el consonante.

Un chulo en el baile alborota,
Un guardia le mira y se naja:
En los registros de la jota
Está desnuda la navaja.

Y la daifa con el soldado
Pide su suerte al pajarito:
Los envuelve un aire sagrado
A los dos, descifrando el escrito.

La costurera endomingada,
En el columpio da su risa,
Y enseña la, liga rosada
Entre la enagua y la camisa.

El estudiante se enamora,
Ve dibujarse la aventura,
Y su pensamiento decora
Un laurel de literatura.

Corona el columpio su juego
Con cantos. La llanura arde:
Tornóse el ocaso de fuego,
Los nardos ungieron la tarde.

Por aquel rescoldo de fragua
Pasa el inciso transparente
De la voz que pregona: —¡Agua,
Azucarillos y aguardiente!

Vuela el columpio con un vuelo
De risas. Cayóse en la falda
De la niña, la rosa del pelo,
Y Eros le ofrece una guirnalda.

Se alza el columpio alegremente,
Con el ritmo de onda en la arena,
Onda azul donde asoma la frente
Vespertina de una sirena.

Brama el idiota en el camino,
Y lanza un destello rijoso
—Bajo el belfo— el diente canino
Recordando a Orlando Furioso.

¡Un real, la cabeza parlante!
¡A la suerte del pajarito!
¡La foca y el hombre gigante!
¡Los gozos del Santo Bendito!

(¡Naranjas! ¡Torrados! ¡Limones!
¡Claveles! ¡Claveles! ¡Claveles!
Encadenados, los pregones
Hacen guirnaldas de babeles.

Se infla el buñuelo. La aceituna
Aliñada reclama el vino,
Y muerde el pueblo la moruna
Rosquilla, de anís y comino.

La tienda del herbolario

Aquella cueva del herbolario
Se me ofrecía como un breviario

Lleno de goces y de visiones
Cálidas: Sierpes y tentaciones.

¡Y tan oscura! Daban su esencia
Las yerbas. Era llena de ciencia.

Embalsamado breviario, abierto
Sobre las sombras de un hondo huerto.

Clave de aromas que en sí condensa
Del Universo la visión densa.

I

Yerba del Hombre de la Montaña,
El Santo Oficio te halló en España.

Cáñamos verdes son de alumbrados,
Monjas que vuelan, y excomulgados.

Son ciencia negra de la Caldea
Con que embrujada fue Melibea.

II

¡Canela en rama! ¡Tabaco en rolla!
Visión de Cuba, canción criolla.

Lentos guitarros, lentos danzones,
Negros bozales y cimarrones.

Rejas morunas, rosas bermejas,
Olor de senos tras de las rejas.

Olor divino de la mulata
Que trae un recuerdo del Mahabharata.

Ardiente esencia de la canela,
(¡Canela! Encomio de la mozuela).

III

¡El Heliotropo! Tan eclatante
Con su académico griego pedante.

¡Los girasoles! Incas trofeos,
Mito de mitos indo-caldeos.

Y el otro Helio-Tropo morado
De flor humilde, muy esenciado.

El buen amigo de las solanas
Viejas, y huésped de las ventanas.

Por veces muere de un arrebato,
Dicen que es cuando lo riega el gato.

(Siempre hay un gato que ronda el tiesto,
Mueve la cola y arruga el gesto,

Husmea el griego de la Academia
Y lo aniquila con su blasfemia).

IV

¡Coca! A tu arcana norma energética
Rimo estas prosas de apologética.

¡Coca! Epopeya del Araucano
Que al indio triste torna espartano.

Lima virreina, Lima la lueña,
No es bizantina porque es tu dueña.

Mordió Pizarro tu fibra dura,
Y se hizo uno con su armadura.

Alzó ciudades, cavó tesoros,
Tuvo mujeres como los moros;

Hizo la guerra que hace el creyente,
Fue tan avaro como valiente;

Y cachicuerno como el cuchillo
Con que a los puercos mató en Trujillo.

(Tuvo en las Indias las mismas manos,
Allá son reyes y acá marranos).

V

¡Xalapa! Iglesias y costanillas,
Tras de, las bardas uno en cuclillas

VI

¡Campeche! Sedes. Frondas de loros.
Pintados vuelos de tocoloros.

Flautas que encantan a las serpientes,
Rostros greñudos de blancos dientes.

¡Viejo Tlaxcala! ¿Boca de enigma,
Porque a la sierpe toma benigna!

Tu flauta? ¿Acaso llegas de Oriente,
Flauta que encantas a la serpiente?

¡Mar de esmeralda! ¡Bosques con monos!
¡Haciendas de Indios! ¡Blancos Patronos!

VII

¡La Pita! Verde que en cadmio quiebra
Con un remedo de la culebra.

Zumo de pita. Pulque. Placeres
De Baco, y celo por las mujeres.

Melancolía de aquellos llanos
De Apan. Jinetes. Áureos jaranos.

Melancolía del Indio. Pena
De los que arrastran una cadena.

¡La Pulquería! Lento guitarro.
Bailes lascivos. Reto de un charro.

(Pulque: Brebaje de gusto adusto
Que el Indio encuentra muy de su gusto).

VIII

¡Cacao! Afrodita, jardín del puma
Y chocolate de Montezuma.

El chocolate —parece cuento—
No lo inventaron en un convento.

Unos lo achacan a los Aztecas,
Disputan otros si Chucumecas.

Hay sus dos credos con sus dos papas.
¡Si fue en Tabasco! ¡Si fue en Chiapas!

(Cacao en lengua del Anahuác
Es pan de dioses, o Cacahuác.

Y el hombre sabio sigue la broma,
Cacao en lengua, griega Theobronia).

IX

¡Té paraguayo del Pilcomayo!
—Al mate dicen té paraguayo—.

El mate amargo. Viento pampero.
Las vidalitas en el potrero.

Barbas caprinas, rostro cobrizo,
Largas miradas de adusto hechizo.

Viejas de negra teta colgante,
De algún armenio la sombra errante.

Galopa el gaucho. Lazo tendido,
Caballo al viento y un alarido.

Es el compadre que en el bochinche
Dice al compadre: —Vea no le pinche

La Pulpería. La Montonera.
La Pampa enorme con su sonsera.

(¡Mate! Una negra con su canción
Cebaba el mate. Yo era el patrón).

X

¡Adormideras! Feliz neblina,
Humo de opio que ama la China.

El opio evoca sueños azules,
Lacas, tortugas, leves chaúles;

Ojos pintados, pies imposibles,
Lacias coletas, sables terribles;

Verdes dragones, sombras chinescas,
Trágicas farsas funambulescas;

Genuflexiones de Mandarines,
Sabias Princesas en palanquines;

Y nombres largos como poemas
Que evocan flores, astros y gemas.

XI

¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales
De Paraísos Artificiales!

A todos vence la marihuana,
Que da la ciencia del Ramayana.

¡Oh! marihuana, verde pneumónica,
Cannabis índica et babilónica.

Abres el sésamo de la alegría,
Cáñamo verde, kif de Turquía.

Yerba del Viejo de la Montaña,
El Santo oficio te halló en España.

Yerba que inicias a los fakires,
Llena de goces y Dies Ires.

¡Verde esmeralda —loa el poeta
Persa —tu verde vistió el profeta!

(Kif —yerba verde del persa— es
El achisino bhang bengalés.

Charas, que fuma sobre el diván
entre odaliscas el Gran Sultán).

FINIS

Se apagó el fuego de mi cachimba,
Y no consigo ver una letra.
Mientras enciendo —Taramba y timba
Tumba y taramba— pongo una &.

Rosa de sanatorio

Bajo la sensación del cloroformo
Me hacen temblar con alarido interno,
La luz de acuario de un jardín moderno,
Y el amarillo olor del yodoformo.

Cubista, futurista y estridente,
Por el caos febril de la modorra
Vuela la sensación, que al fin se borra,
Verde mosca, zumbándome en la frente.

Pasa mis nervios, con gozoso frío,
El arco de lunático violín;
De un sí bemol el transparente pío.

Tiembla en la luz acuaria del jardín;
Y va mi barca por el ancho río
Que divide un confín de otro confín.


Publicado el 4 de julio de 2018 por Edu Robsy.
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