Un pueblo padece las inclemencias del tiempo y la pobreza de la tierra mientras se aferra a la única esperanza de su fe. Pero su dios no se apiada de su tragedia.
MADRE.—Un día llegó a mi puerta un mendigo extraño... Yo no había
visto jamás tal figura ni tal traje... —Mujer —me dijo — hermoso es tu
niño.— Y lo miraba... y lo acariciaba... A mí, de pronto, me entró un
miedo tan singular... y el niño rompió en llanto... Le di a aquel
hombre, para que se fuera en seguida, todo cuanto había en mi casa...
pan, ropa, dinero... Luego, el niño fue palideciendo... no se volvió a
reír... cada vez más triste, más amarillo, más flaco...
DONCELLA.—Pero ¿le hizo daño el hombre?
MADRE.—No lo sé,.. No lo sabe nadie... Mi marido se burla de mí: los
hombres no comprenden ciertas cosas... Pero el mal es tan profundo que
nadie puede librarle de él... Acudí a todos los hechiceros, a todos los
santuarios... Esta es ya la cuarta vez que vengo a este templo. El
sacerdote me dice que el dios ha de escucharme.
DONCELLA.—¿Y el niño? ¿Mejora?
MADRE.—No sé... Tose; se queja; respira a veces como si una mano invisible le apretara la garganta.
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Publicado el 17 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.
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