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Edición física «El Sauce Llorón»
Tenía un buen directo de izquierda gracias a sus largos brazos, pero la pegada del puño izquierdo no valía un pimiento. Le hice trabajar y trabajar y, finalmente, cuando adquirió un swing de derecha con cierto empuje, el único problema consistía en cómo colocar un golpe que se veía llegar desde un kilómetro de distancia.
Le llevé a que le vieran algunos especialistas, pero ninguno fue capaz de explicar claramente el por qué de las lágrimas. En su jerga médica, declararon —cosa que comprendí mal que bien— que sus canales lacrimales eran anormales y que un ligero impacto bastaba para ponerlos en funcionamiento. Del mismo modo que un hombre normal empieza a llorar cuando recibe un violento puñetazo, aquel pajarraco lloraba abundantemente con el menor impacto... ¡o con que esperase recibir uno! Les hice ver que aquello no explicaba su lúgubre aspecto, y me contestaron que, por el contrario, aquello lo explicaba todo: el hecho de llorar hace que la gente sea triste, de modo que lo más natural era que cuando Willow lloraba se entristeciera. En lugar de llorar porque estuviera melancólico, estaba melancólico porque lloraba. ¡Espero que ustedes lo comprendan, porque yo renuncié a hacerlo hace mucho tiempo!
7 págs. / 12 minutos.
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Publicado el 22 de julio de 2018 por Edu Robsy.
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