Conjunto de artículos literarios escritos y publicados periódicamente entre 1928 y 1933 en la prensa de Buenos Aires. En el año 1933, la editorial Victoria publicó una selección de estos artículos bajo este mismo nombre. Algunos fueron publicados en la revista "Proa".
Roberto Arlt ingresó como redactor en el recién creado diario "El Mundo", en 1928. En agosto de ese año, comenzó a escribir una sección denominada "Aguafuertes porteñas". Las Aguafuertes no llevaron al principio, la firma de su autor. Estas estampas de la ciudad de Buenos Aires, despertaron pronto el interés de muchos lectores.
El origen del título tiene parentesco pictórico y se refiere a las pequeñas estampas grabadas que alcanzaron ya gran difusión en la época de Durero y Rembrandt, en la de Goya y en la de los expresionistas alemanes. Arlt tiene la intención de mostrar una realidad fragmentada y de reproducir, a modo fotográfico, un momento concreto.
Arlt retoma el artículo o cuadro de costumbres, de amplia trayectoria, en el periodismo argentino, al que le agrega el aporte original de su escritura. Otros críticos señalan además la influencia en estas crónicas de los maestros españoles del género, como Mariano José de Larra.
La intención principal de "Aguafuertes Porteñas" es el análisis y comentario de los cambios que va sufriendo Buenos Aires. Constantemente pone en cuestión la idea de progreso con un componente existencialista. Por ejemplo, en uno de estos Aguafuertes trata la generalización de la luz eléctrica en la ciudad y duda de su utilidad por no ayudar directamente al entendimiento. Otros tópicos abordados son la crítica social y hasta las dificultades para escribir.
Me acordé del sueño de Makar, pensando que alguien in mente diría que
no conocía yo los defectos de la gente que vive siempre en la penuria y
en la pena. Ahora sabe usted el porqué de la cita, y lo que quiere
decir el "sueño de Makar".
La tragedia de un hombre honrado
Todos los días asisto a la tragedia de un hombre honrado. Este hombre
honrado tiene un café que bien puede estar evaluado en treinta mil
pesos o algo más. Bueno: este hombre honrado tiene una esposa honrada.
A esta esposa honrada la ha colocado a cuidar la victrola. Dicho
procedimiento le ahorra los ochenta pesos mensuales que tendría que
pagarle a una victrolista. Mediante este sistema, mi hombre honrado
economiza, al fin del año, la respetable suma de novecientos sesenta
pesos sin contar los intereses capitalizados. Al cabo de diez años
tendrá ahorrados…
Pero mi hombre honrado es celoso. ¡Vaya si he comprendido que es
celoso! Levantando la guardia tras la caja, vigila, no sólo la
consumición que hacen sus parroquianos, sino también las miradas de
éstos para su mujer. Y sufre. Sufre honradamente. A veces se pone
pálido, a veces le fulguran los ojos. ¿Por qué? Porque alguno se embota
más de lo debido con las regordetas pantorrillas de su cónyuge. En estas
circunstancias, el hombre honrado mira para arriba, para cerciorarse si
su mujer corresponde a las inflamadas ojeadas del cliente, o si se
entretiene en leer una revista. Sufre. Yo veo que sufre, que sufre
honradamente; que sufre olvidando en ese instante que su mujer le aporta
una economía diaria de dos pesos sesenta y cinco centavos; que su
legitima esposa aporta a la caja de ahorros novecientos sesenta pesos
anuales. Sí, sufre. Su honrado corazón de hombre prudente en lo que
atañe al dinero, se conturba y olvida de los intereses cuando algún
carnicero, o cuidador de ómnibus, estudia la anatomía topográfica de su
también honrada cónyuge. Pero más sufre aún cuando, el que se deleita
contemplando los encantos de su esposa, es algún mozalbete robusto, con
bigotitos insolentes y espaldas lo suficientemente poderosas como para
poder soportar cualquier trabajo extraordinario. Entonces mi hombre
honrado mira desesperadamente para arriba. Los celos que los divinos
griegos inmortalizaron, le desencuadernan la economía, le tiran abajo la
quietud, le socavan la alegría de ahorrarse dos pesos sesenta y cinco
centavos por día; y desesperado hace rechinar los dientes y mira a su
cliente como si quisiera darle tremendos mordiscones en los riñones.
110 págs. / 3 horas, 13 minutos.
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Publicado el 20 de junio de 2018 por Edu Robsy.
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