Enviar a Kindle «Regreso», de Roberto Arlt

Cuento


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  Cuento.
9 págs. / 15 minutos / 157 KB.
22 de diciembre de 2023.


Fragmento de Regreso

¿Qué hombre será el marido? No es menester pensarlo mucho. Un ciudadano cien por cien de prejuicios, frases hechas y retumbantes, afirmaciones categóricas en política criolla. Resuelto partidario del caudillo. María Elena, con sus estriados ojos de gata, le escudriñará fría sabiendo que la vida “es así”, y porque “es así” no se le puede corregir.

“Mamá la visita constantemente.” Es natural. Una señora que no tiene hijos necesita la compañía de la madre. Ese hogar envasa un secreto sentimiento que ha sido defraudado y que es menester apuntalar. ¿En quién depositará ahora María Elena el excedente de su amor? ¿En un perro o en gato? Los gatos nunca le han sido simpáticos a María Elena. La electricidad de que está cargada la piel del gato fue siempre repulsiva para el tacto de esta mujer. Quizá tenga un perro; uno de esos perros barbudos, que parecen corchos montados sobre cuatro escarbadientes. Pero él quisiera verla. Descubrir dentro de qué nuevas características se desenvuelve su vida afectiva. Ella ha sido siempre de poco hablar. No en vano ha reprimido impulsos y ha escondido su otro secreto, hasta que él, Julio, lo desenterró del profundo foso en que María Elena lo había cubierto de voluntarios escombros. En lo subconsciente de esta mujer, ¿qué dirección habrán tomado los más flamantes secretos? ¿Se han producido fermentaciones ricas para un psicólogo o será la misma criatura cargada de la tensión de una voluntad sorda, pero sin norte? De hecho debe dominarlo al marido. Este casamiento de María Elena no es el triunfo de María Elena, sino su fracaso. Si así no fuera, ¿la madre la visitaría tan asiduamente? En ese hogar sin hijos, ¿qué desilusiones acude a apuntalar la madre? Posiblemente una bancarrota secreta. Si María Elena hubiera tenido un hijo de su actual marido, es más que seguro que Julio se hubiera borrado rápidamente de su conciencia, pero este hijo que no ha venido es en la conciencia de esta mujer una caverna que, secretamente, a través de los años, tiene que colmar él, Julio, con su imagen antipática. Los años carecen de valor en las profundidades del alma cuando las fuerzas que se encuentran adormecidas en la conciencia y bajo la forma de instintos no obtienen una satisfacción definitiva. El que habló de olvidar se olvidó de agregar que para olvidar hay que transformarse. Y María Elena continúa siendo la misma mujer que conoció Julio y que conoció a Julio. En la partida de odio que un día jugaron ambos, el ganador es él, Julio. Allí, allá está un ser humano que no ha querido escucharle. Pretendió caminar las rutas de la vida en compañía de una brújula loca; la brújula hoy ya no señala ningún norte. ¿Qué hace María Elena junto a ese marido aburrido y vacío? Estudiar francés. Esto sí que es irrisorio. Y quizá recordarle. Porque María Elena debe recordarle. Ambos se han desmantelado mutuamente con excesiva crueldad para que las ruinas palpitantes que han sobrevivido en uno y otro hayan terminado por desmoronarse. Fue aquélla una lucha tan tremenda que por cierto era digna de mentarse y escribirse en largas parrafadas. Terminaron por convertir sus pensamientos en las palancas de una máquina de voluntad. Se detestaron con fruición tan salvaje, que hubo una época en que Julio sólo imaginaba procedimientos de tortura para despedazar aquel cuerpo tan odiado y querido.


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