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Enviar a Pocketbook «Antígona»
— Escríbeme todo cuanto te pase, dijo Armando.
— Con qué direccion.
— Mándame las cartas á este mismo hotel; yo pediré que me las envien; tú olvidarias las señas.
— Perfectamente. Hasta la vuelta.
— Hasta la vuelta, Lindoro.
Acuña salió.
— Le ha hecho efecto mi frase, murmuró Armando. Es regularmente bonita.... Si hubiera dicho que es una hermosísima mujer.... Con que va á escribirle una carta? Ja! ja! ja! ¡Qué plan tan bien urdido!... Acuña tiene ideas maquiavélicas.
Y el jóven se arrojó en un sillón, riéndose de su amigo.
— Preparemos las cosas, murmuró al poco rato.
Y levantándose, apretó el boton de la campanilla eléctrica.
— Señor? preguntó un criado presentándose.
— Vas á hacerme un favor, Francisco.
— Ordene Vd.
— Mañana me mudaré de aquí; y no quiero que se sepa dónde voy.
— Perfectamente.
— Como se han de recibir cartas para mí, deseo que las guardes tú. Enviaré á buscarlas. A cualquier persona que te pregunte dónde estoy, le dirás que en el Rosario. ¿Entiendes?
130 págs. / 3 horas, 48 minutos.
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Publicado el 2 de mayo de 2019 por Edu Robsy.
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