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Cuando miré de soledad vestida
la senda que el destino me trazó,
sentí en un punto aniquilar mi vida.
¡Cuando infeliz me contemplé perdida
y el árbol de mi fe se desgajó,
tuvieron, ¡ay!, para llorar mis ojos
de amargura y de hiel tristes despojos!
¡La nada contemplé que me cercaba,
y... al presentir mi aterrador quebranto,
miré que solitaria me anegaba
en un mar de dolores y de llanto!
¡Nadie ni amor ni compasión cantaba,
ni un ángel me cubrió bajo su manto,
sólo la voz mi corazón oía
de la última ilusión que se perdía!...
Ya marchita la flor de mi esperanza
vi revolar no más en torno mío,
vaga esfera sin luz que nunca alcanza
dar resplandor a un corazón ya frío.
Vano es el ¡ay! que desgarrado lanza
por el dolor de ese vivir sombrío:
¡La oscuridad de esa existencia muerta,
cierra de un bien al porvenir la puerta!
La risa y el sarcasmo por doquiera
que fuera yo mi corazón palpaba,
y doquiera también que me escondiera,
¡ay!, la risa sardónica encontraba.
No hubo un rincón donde vivir pudiera,
no hubo esa paz que con afán buscaba;
¡guerra sin fin, fatídica existencia,
fue en mi vivir la delicada esencia!
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Publicado el 10 de enero de 2019 por Edu Robsy.
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