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¿Qué pícaro Belcebú hizo en las altas horas que me levantase y fuese a tocar la puerta de la bella diva que recibía altos favores y que habitaba en el mismo hotel que yo? Nocturno efecto sensacional, desvarío y locura. Al día siguiente, estaba yo todo mohino y lleno de remordimientos. La cara del hostelero me indicaba cosas graves, y aunque yo hablara de mi amistad presidencial, es el caso que mis méritos estaban en baja. A los pocos días, los quinientos pesos se habían esfumado y recibí la visita del mismo director de Policía que me los había traído. Dije yo:—«Viene con otros quinientos pesos».—«Joven—me dijo con un aire serio y conminatorio—, aliste sus maletas y, de orden del señor presidente, sígame». Le seguí como un corderito.
Me llevó a un colegio que dirigía cierto célebre escritor, el doctor Reyes. Oí que el terrible funcionario decía al director: «Que no deje usted salir a este joven, que lo emplee en el colegio y que sea severo con él». Dije para mí: «Estoy perdido». Pero el director era un hombre suave, insinuante, con habilidad indígena, culto y malicioso, y comprendió qué clase de soñador le llevaban. «Amiguito—me dijo—, no encontrará usted en mí severidad sino amistad; pórtese bien, dará usted una clase de gramática. Eso sí, no saldrá usted a la calle, porque es orden estricta del señor presidente». En efecto, comencé a hacer mi vida escolar, no sin causar desde luego en el establecimiento inusitadas revoluciones. Por ejemplo, me hice magnetizador entre los muchachos. Hacía misteriosos pases y decía palabras sibilinas, y lo peor del caso es que un día uno de los chicos se me durmió de veras y no lo podía despertar, hasta que a alguien se le ocurrió echarle un vaso de agua fría en la cabeza. El director me llamó y me dijo palabras reprensivas. No insistí, pero enseñé a recitar versos a todos los alumnos y era consultado para declaraciones y cartas de amor. En tal prisión estuve largos meses, hasta que un día, también por orden presidencial, fuí sacado para algo que señaló en mi vida una fecha inolvidable: el estreno de mi primer frac y primera comunicación con el público.
120 págs. / 3 horas, 31 minutos.
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Publicado el 16 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.
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