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Crónica.
8 págs. / 14 minutos / 190 KB.
20 de noviembre de 2020.
Así en un pilar del puente,
enfaldándose las mangas,
don Crispín con voz ronquilla
al Manzanares hablaba;
iba a seguir relatando
sus aniegos, sus hazañas,
sus estragos y sus iras,
cuando miró...; no vio nada,
sino que el soberbio río,
que antes al mundo espantaba,
menguó tanto, que por verle
hubo de ponerse gafas.
Pero deja allá el Manzanares por invisible y desde allá vente por
acullá al hermosísimo prado hollando siempre el césped y hermosa
alfombra de las Delicias: una nube, un celaje como aquellos que rodeaban
a Minerva en las visiones de Telémaco, te acercará con sus alas,
empapándote en un polvo tan sutil y entremetido que te lo tentarás en lo
más recóndito de la mollera, en el parénquima del pulmón, entre la
laringe y la faringe, en el cristalino del ojo, en la concha de la
oreja, en los trebejos y trompetilla del oído, y en la nariz te morderá
tan vivamente la membrana pituitosa, que te contarás por estante en la
Real Fábrica de Sevilla y que andas entre el vapor del tabaco
cucarachero, más acre, ventoso y avinagrado que tenemos en los estancos.
Esto es en cuanto a tu individuo mirado por dentro, que en lo tocante a
las afueras, parecerás con tus vestiduras y sombrero a trozo informe de
atún emborrizado, rebozado y espolvoreado con aquella harina bastarda,
afrecho a cabezuela que levanta la cítola del molino. Pero si lo seco os
daña, lo húmedo os hará mejor provecho, y para ello en pie juntillas
saltemos en medio en medio del estrado del invierno: digo a pie
puntillas, de arranque y como quien dice de golpe y voleo, porque en
este país las estaciones no se truecan y declinan mansa e
insensiblemente como para acostumbrar la frágil naturaleza humana a no
dar al traste con tales violencias: no señor, entereza y vigor, cruja el
parche y rompa el hilo por lo más enteco: no hay placer más subido como
pasar de 25 grados sobre cero a 10 por bajo y todo en el espacio de
doce horas. Pero ya tenéis ahí las lluvias, miradlas cual se columpian y
descienden en madejas de plata, trayendo en pos de sí el aseo, la
limpieza y la ablución general de tejados y plazas. Observad las calles y
las veréis cubiertas de un líquido turbión y anegadizo que revela la
topografía de la laguna Estigia, pero para que no os maculéis asaltad el
andito enlosado de la calle. Ya esto es otra cosa: hollad con pie
seguro y cierto que camináis sobre una nata o sémola que si aquí os
escurre y dispara como cerbatana a pelotilla, allá os sorbe y chupa como
boca golosa o dedo almibarado. Pero picad de firme y tirad los pies con
brío y resueltamente, que de otro modo os pudiérais quedar plantados y
sembrados repitiendo aquella vera historia del Dafne que se convirtió en
laurel; pero como este país no lleva tal planta, os habríais de
contentar con poder crecer hasta bojes, quejigos y alcornoques.