La Miga y la Escuela

Serafín Estébanez Calderón


Poesía


«[...] que yo trocaba con él los peones, si eran mejores que los míos; dábale de lo que almorzaba, y no le pedía de lo que él comía; comprábale estampas, enseñábale a luchar, jugaba con él al toro, y entreteníalo siempre.»

Vida del Gran Tacaño. (Cap. II.)


Muchachos del aula,
en horas de asueto,
burlando a Nebrija,
se enredan en juego.
Peón y rayuela
de estrena tuvieron;
San Miguel y el diablo,
la billarda luego:
mas por arrullarle
al dómine el sueño,
recetan el toro,
abreviado infierno.
Olvidan sus bandas
César y Pompeyo;
ni el asno y corona
sirven ya de freno.
Echaron chinita
con pausa y sosiego,
y en cesta ballesta
corrió todo el cerco;
en Andrés Berruga
recayó el sorteo;
un rollo de chico
de quintal y medio,
de condición mala,
en tino certero;
pedrada que tire,
cachivache al suelo.
Le envidia la turba
ser toro tan presto
(afición temprana
que todos tenemos).
Al zaguán lo nombran
de toril chiquero,
por valle y palenque
al tapial mampuesto.
Ya la ceremonia
iba a dar comienzo,
cuando de la miga
atalaya hicieron.
Señora maestra
quedóse durmiendo.
Al dar de los gritos,
las chicas salieron.
Canuto y Pilatos
les van al encuentro,
como embajadores,
y ofrecen asiento.
Con muchos remilgos
y mil embelecos,
responde la Nena
al acatamiento.
Su devantal trae
pespuntado el medio;
y en un sendo coco
remangado el pelo.
Damas le acompañan
de alcurnia y respeto,
la Toña y Menguilla,
la nieta del Tuerto.
También Maricota,
Pepona Talego,
y Tusa Villodres,
hija del Tendero.
Cada cual escoge
su lindo don Diego,
y llenan la plaza
con su contoneo.
Por dar a las damas
mayor lucimiento,
alzan los galanes
tablado cubierto.
De sala de estudio
rebañan al vuelo
el escabel cojo
de pino mugriento.
La Nena preside
con gesto muy serio,
pues fue hecha condesa
por el nacimiento.
Para dar la venia
previene el moquero
(a un jeme no alcanza
de tela de angeo).
La música rompe
el noble concierto,
mayando seis gatos,
gañiendo diez perros;
suenan por timbales
dos huecos morteros,
tañen por platillos
rodajas de hierro:
y Tolo repica
a compás dos tejos,
pues en contrapunto
es grande maestro.
Da el Zopo la seña
como trompetero,
con su pipitaña
que chirría los sesos.
Se dispara el toro,
lleva el diablo dentro,
da vuelta en el coso,
bufando y corriendo.
Si no con la frente,
con la mano al menos,
esgrime dos astas
testuz de carnero.
Picador de vara,
le sale a los tercios
colás el Bellaco,
jinete estupendo:
sobre Blas cabalga,
rucio verdadero,
del puente del asno
huésped sempiterno.
A espuela ya brida
lo rige el piquero,
montando a horcajadas
por cima del cuello.
Se ufana torciendo
muy airoso el cuerpo;
la pica, una caña
que arrancó del huerto.
Berrugilla (el toro)
fin dio a su escarceo,
y ante el espantajo
se para frontero.
Al prójimo darle
quisiera de lleno,
cual picaña fiera,
con entendimiento.
Acomete al postre
furibundo y ciego,
en la cornamenta
la lanza prendiendo.
Forceja Berruga,
aprieta el lancero,
en vilo se quedan
los dos sin resuello.
Mas Berruga acuerda
los veinte tan recios
que le dio el Bellaco
de orden del maestro.
Arremete y cierra
con rencor frailesco,
y a entrambos derriba,
rocín, caballero.
Malparados caen
en tierra revueltos;
por salva la parte
los emboca el cuerno.
Acuden peones
y los cuadrilleros
con sus capotillos
de tabí muy vicio.
Dan citas al toro,
mas él se hace el sueco:
¡qué lluvia de coces!
¡qué gran moqueteo!
Al fin se retrae,
los deja por muertos,
se encara a las capas
y parte tras ellos.
A cuál lo voltea,
a tal le da un vuelco,
o por el trascoro
le abre los gregüescos,
beato el que puede
por pies más ligero,
en la talanquera
tomar valla y puesto.
Ya la escaramuza
más se iba encendiendo,
cuando Jusepillo
saltó en plaza suelto.
Al mirador pide
venia y rendimiento,
volviendo los ojos
hacia su embeleso.
Sacó caperuza
de papel burlesco
que sobró en Cuaresma
cuando el partimiento:
de cartón picado
espaldar y peto,
con su taparrabo
de bocazí negro.
Lleva rehiletes
con arpón y fluecos,
y al toro provoca
los brazos abriendo.
Parten uno al otro
con torvos intentos;
mas corta Jusepe
tierra al jarameño,
y en suerte vistosa,
cogiéndole al sesgo,
le clava en la tabla
los dos instrumentos.
Lo aclama el concurso;
responde él modesto,
saluda a su dama,
le arroja ella en premio
el bollo de azúcar
y hornazo con huevos,
que de merendilla
le dio padre abuelo.
Iba ya Calbete,
estoque blandiendo,
a matar de un golpe
al toro primero,
cuando de improviso
llegó un aguacero,
que diablos son bolos,
nada dejan quieto.
A la gresca y bulla,
aunque era gallego,
despertó el durmiente,
rascando y gruñendo.
La Dómina salta
también de su lecho,
y a la encamisada
dan en el torneo.
Los unos se escapan,
otros quedan yertos;
nunca asustó tanto
garduño a conejos.
Con la disciplina
principia el solfeo,
y el salvo honor paga
los pasados yerros.
a cortina alzada
sufren ellas ciento,
y a baja pretina
diez docenas éstos.
Quedaron los lomos
cual rojo pimiento,
con comezoncilla
picando y bullendo.
Así acabó en llanto
el toro y bureo,
que llanto es el cabo
de todo festejo.


Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.
Leído 8 veces.