Monólogo en un manicomio
Por supuesto, que si no fuera mirando que ese hombre está loco...
¡Y eso que se lo he contado! Mira que me iban á dar garrote. ¡Apaga, hombre! Mira que estaba en capilla; que tu no sabes eso, y hay que pasarlo para saberlo. Me dieron muy bien de comer; y, es claro, después me entro sueño; y me despierto, y miro, y veo las luces del altar, y me voy á la ventana, y nada; á obscuras. ¡Hay que saber lo que es el día cuando le van á uno á dar garrote! Y recé un poco y me volví á dormir. Y venga roncar; y me despierto, y lo mismo; las velas encendidas, pero el Sol, ¡no!
Y así fué pasando, hasta que me convencí de que no amanecía. Muchas luces de esta clase y de la otra; pero la del Sol, ¡quia!
Que mañana amanece, pues me ahorcan; que no amanece, pues sigo aquí.
Y ese bruto, dale con que hace buen Sol; y le digo: apaga esa luz, y nada. ¡Si creerá que va á engañar á la justicia! En fin, ¡quién hace caso de un loco!