Este ebook gratuito del libro de Silverio Lanza «Heredípeta» en formato mobi está diseñado para ser leído en un lector de ebooks Amazon Kindle o en tablets y smartphones con las apps de Amazon Kindle o compatibles. Mobi es un formato específico de Amazon que utilizan los dispositivos y apps Kindle. Para el resto de dispositivos, se recomienda descargar el texto en otros formatos disponibles.
Este texto está etiquetado como Cuento.
Cuento.
16 págs. / 28 minutos / 612 KB.
15 de enero de 2022.
Como se ve, me desperté con deseos de filosofar. Por fortuna deseché enseguida mis maliciosas suposiciones y resolví levantarme para corregir el desorden en que se hallaba mi cuerpo á consecuencia del pasado sueño.
La condesa seguía durmiendo tranquilamente, el conde también dormía, yo solo velaba.
Me fijé en que Conchita enseñaba perfectamente su pie derecho. Entonces me ocurrió una idea extravagante, medir el pie de la condesa. Dicho y hecho; me aproximé con cuidado, y sin tocar el zapato, calculé, juntando mis dedos, el tamaño que tenía. Se me ocurrieron dos pensamientos. El segundo fué avivar la lumbre de la chimenea, y así lo hice; pero cuando estaba en esta operación, reflexioné que la medida tomada no era exacta. Entonces cogí mi pañuelo y me acerqué de nuevo al pie de la condesa. Con el mayor mimo coloqué mis dedos en los extremos del zapato y estiré la batista cuanto pude. Después volví á erguirme de nuevo y rasgué el pañuelo por los puntos de las marcas; pero apenas lo hube rasgado comprendí que esta segunda medida era más inexacta que la anterior, entre otras cosas porque el lienzo no siempre se estiraría igualmente. Resolví tomar otro sistema. Saqué un papel é hice con él una tirita estrecha. Me puse de rodillas en el suelo, y ya iba á comenzar mi operación por tercera vez, cuando me quedé pensando en lo bonito que era el pie que estaba midiendo. Entonces tuve un deseo y pensé mucho antes de realizarlo. Mi objeto era dar un beso en aquella monada tan bonita de la bonita condesa. Por fin me convencí de que nadie me vería hacer tal cosa y de que á nadie ofendía por una bagatela como aquella. Con la mayor cautela fui doblando mi cuerpo y aproximando mis labios al tarso. Toqué con mi boca la listada media y levanté la cabeza enseguida. Conchita seguía durmiendo. De nuevo bajé la cabeza y dejé mis labios posados largo rato en el nacimiento del pie; después comencé á dar besos á lo largo de la tibia. Creí que la condesa se extremecía y me levanté apresuradamente. Pero me había equivocado. Concha dormía.