(Fotografía del natural)
Dícese que iban por un camino, y en dirección opuesta, un jesuita
moreno y un escolapio muy rubio. Es sabido que los jesuitas, desde la
primera fundación calasancía, no han cesado de molestar á los
escolapios;y sabido es que, entre la gente de iglesia, los odios son
recíprocos. Al hallarse próximos, dijo el jesuita:
—Rubio era Judas.
Y contestó el escolapio:
—Eso no es artículo de fe: lo que si es artículo de fe es que Judas era de la Compañía de Jesús.
* * *
Generalmente, nos imaginamos á Judas, rubio, feo, vendiendo por
treinta dineros al hijo de María, y ahorcándose después; y todo esto es
inexacto. Judas, aunque pareciese rubio, no lo era; porque lo racional
en un Judas es que se tiñese el pelo. Judas era hermoso; si hubiese sido
feo, enfermo, ó lisiado, hubiera sido melancólico, quizá agresivo, pero
nunca traidor; porque los desgraciados, cuando tienen un Jesús que les
quiera, jamás le venden. Judas no cobró solamente treinta dineros: eso
es una candidez de los modernos eruditos. Judas cobró mucho más; porque
en aquellos tiempos la dignidad profesional de los traidores estaba á
mayor altura. Judas no fué suicida: á Judas le mando ahorcar Caifás;
porque siempre los poderosos han gobernado de la misma manera:
explotando la traición y asesinando á los traidores.
En esa hermosa Biblia, que es el Libro de la Humanidad, no hay pasión que no este encarnada magistralmente. Grande es la figura de Caín, el crítico de todos los tiempos; grande es la figura de Abraham, el vividor de todas las edades; grande es la figura de Lot, el grotesco capellán de monjas; pero no hay figura más grande que la de Judas, porque no es posible llamar Judas al estafador, ni al tendero que mide mal, ni á la prostituta que nos engaña, ni al ladrón que denuncia á su compañero: es preciso un escenario muy grande, un marco amplísimo, un amor infinito y un dolor horrendo, para que aparezca entera la colosal figura de aquel asqueroso polizonte. Es Judas quien entrega su patria al enemigo extranjero; es Judas quien, en nombre del pueblo, engaña al rey; es Judas quien, en nombre del rey, fusila á las mujeres y á los niños: Napoleón III, entregándose en Sedán, no llega á ser Judas; y un presbítero en el confesonario, desviando del hombre y del hogar los corazones de la virgen y de la esposa, es un Judas satánico y magnífico, á quien aún no se ha ahorcado.
* * *
Judas era hijo de un adultero y de una adultera. Su madre había
nacido en Samaria; si hubiera estado en Sichar y hubiera conocido á
Jesús, acaso se hubiera convertido como la Samaritana; pero Jul vivía en
Garizin casada con un menestral. Allí la conoció Dhas, soldado
aventurero, que había llegado con los romanos y que desempeñaba
funciones policiacas. Dhas había abandonado á su santa mujer,
pretextando que ésta le había arruinado en un mal negocio; y, hallándose
en Garizin, sedujo á Jul, viviendo ambos á expensas del engañado
marido. Cuando Jul no pudo mantener á su amante y quiso trabajar, la
obligo Dhas á prostituirse; y cuando Jul ya fué vieja, y no pudo
seducir, la abandono Dhas. El hijo que tuvieron lo era de Jul y de Dhas,
y se llamó Jul Dhas: Judas.
La madre de Judas era hermosa, con sus pies menudos, de metatarso admirablemente arqueado; su carne blanca y suavísima, su seno, abundante; su amplio cabello, rizoso; y su rostro ovalado, de grandes ojos negros.
El padre de Judas era hermoso había nacido en Atela, pueblecito entre Capua y Nápoles, á cuyo anfiteatro quería el pueblo enfurecido llevar el cadáver del emperador Tiberio. Dhas vivió en Roma del amor de las mujeres; y, cuando la esposa de un opulento caballero se canso de Dhas, le colocó al servicio de los ediles para que persiguiese á las cortesanas.
Judas heredo de su padre la codicia, y de su madre la cobardía; y, así como Jul, por temor se entrego á Dhas, Judas se entrego á Caifás, pero cobró dinero: Jul vendió sus besos espantada, y Judas vendió los suyos por treinta monedas: cuando Dhas ya no pudo explotara Jul, la abandono: cuando Judas vió que Jesús estaba perseguido, le abandono.
Judas, siendo mozo, se fué á Jerusalén con unos mercaderes; y, sirviéndoles, volvió ya hombre á Garizin. Cerca de la ciudad, y en las proximidades del camino, hallo á una prostituta, y concertó con ella el precio del placer. Cuando la hubo conseguido hablaron; y, como el dijese quien era, exclamo ella:
—¡Hijo mío!
Y Judas le contestó:
—Pues si eres mi madre, devuélveme el dinero.
* * *
De aquel ayuntamiento de Judas y su madre, ¿nació algún hijo? No
lo sé. ¿Queda sangre de Judas en la humanidad? No lo se. Si volvieran á
reunirse un polizonte adultero y una menestrala adúltera, ¿nacería otro
Judas? No lo sé.
Ustedes quisieran que yo cometiese el suicidio de decirles quienes son nuestros Judas; y esto no es posible porque estamos los justos en plena pasión, y me está escuchando el Sanhedrín.