Para ir á la Meca, no puede el marido impedir á la mujer que vaya, sino que si el no quiere ir, ella toma otro que la acompañe por todo el tiempo que dure el viaje; y si viene del viaje preñada, lo que para, siendo hombre, es gerifo, que quiere decir, pariente de Mahoma, porque dicen concurre Mahoma á la generación...
El P. Castillo (devoto peregrino).
Pues bien; Aniceto es gerifo. Su madre era una hermosísima mujer cuando la conocí.
Un día, durmiendo entre altos trigos, á orillas de una vereda que conduce desde el pueblo á la ermita de San Juan, alegróse mi vista con la repentina presencia de la lugareña. Hizo ella súbitos ademanes de inquietud y asombro así que me vio, más yo la tranquilice con la mesura de mi palabra y lo respetuoso de mi continente, y de este modo la anime á conversar conmigo.
—Buenas tardes, Bibiana.
—Buenas las tenga usted, señorito.
—¿Va usted de paseo?
—Sí, señor.
—¿Hacia donde?
—Pues... hacia la ermita.
—Quiere usted sentarse y descansar.
—No, señor, no. Es muy tarde y voy de prisa.,
—Diga usted, ¿esa ermita es de San Juan?
—De San Juan, si.
—¿Y está el santo dentro de la ermita?
—Ya lo creo.
—¿Cuándo es su fiesta?
—Dentro de doce días; el veinticuatro de este.
—Entonces es San Juan Bautista. ¿Y que fiesta le hacen al santo?
—Pues se le hace mucha.
—Usted perdone; la estoy molestando con mis preguntas y usted lleva prisa.)
—¡No faltaba mas! Usted pregunte lo que quiera.
—Pues, se lo diré á usted andando.
Y efectivamente empezamos á caminar hacia la ermita.
Mientras yo hablaba iba Bibiana recogiendo piedrecitas del camino, las cuales guardaba debajo del delantal.
Llegamos juntos cuando ya se había ocultado el sol. Yo mire por la rejilla de la puerta, y apenas pude ver lo que había dentro. Bibiana empezó á rezar, y me retire y me marche al otro lado de la ermita. Después, con el mayor sigilo, y dando un gran rodeo, me coloque de manera que pudiese observar á la gentil aldeana.
¡Cual no sería mi sorpresa, viendo á Bibiana sacar las piedrecitas que había guardado, y arrojarlas con fuerza dentro del santuario á través de la rejilla de la puerta! Llegue á convencerme de que apedreaba al santo. No pude contenerme, y fui hacia ella.
—¿Qué hace usted?
—Nada.
—¿Esta usted tirando piedras?
—Sí, señor.
—Pero ¿por que hace usted eso?
—¡Ah! no, señor, por nada.
—¿Por nada? Yo quisiera que usted me dijera el por qué.
—Si no hay por qué.
—Entonces lo averiguare en el pueblo.
—No, no. Yo se lo diré á usted.
—Bueno; ¿qué es ello?
—No es ningún pecado...
—No digo que lo sea.
—Es que este santo tiene una virtud.
—¡Una virtud San Juan!... ¿La de dar novio á las chicas?
—Sí, señor.
—Pero usted es casada.
—Sí, señor.
—Y ¿busca usted novio?
—¡Si no es eso!
—Entonces ¿qué virtud tiene el santo?
—Pues que da hijos.
Me quede asombrado.
—¿Y los da tirándole piedras?
—Sí, señor pero hay que darle en las narices.
Solté una carcajada que retumbó en los montes.
—No se ría usted.
—Pero ¿quién le ha dicho á usted eso?
—Pues se dice en el pueblo, y yo se lo he preguntado en confesión al señor cura, y me ha dicho que si.
—Pues ríase usted de todo eso. Por fortuna, para usted, he llegado á enterarme. Soy medico, y supuesto que nadie nos escucha, hábleme usted con entera libertad, ¡segura de que voy á proporcionarle el logro de sus deseos.
¡Oh! ciencia, ciencia...
¡Oh! ciencia! Tu eras la más astuta de las
Celestinas!
Ya de noche, cuando el vientecillo había dejado de soplar, cojí una chinita y se la dí á Bibiana diciéndole:
—Anda, dale una pedrada al santo.
—Pero, hombre, ¿á oscuras?
—No importa; tírasela y volvamos al pueblo.
* * *
—¿Has estado en la ermita?
—Si.
—Y yo también.
—¿Has visto?...
—Sí. El pobre santo tiene las narices rotas.
* * *
Al año siguiente, cuando yo volví al pueblo, ya había nacido
Aniceto.,Su padre había pagado la compostura del San Juan, y yo,
hablando con el cura de estas cosas, le decía:
—¿Pero será cierto el milagro?
—Bien claro esta.
—De modo que V. cree en esa virtud.
—Diré á usted; el hecho mirado materialmente es dudoso, pero una buena fe puede mucho.
—Es cierto—le interrumpí,—por eso yo nunca abandono la mía.