Hace tiempo asistí á una de las representaciones que obtuvo una zarzuela española que alcanzó gran éxito. Cantaba una tiple que me produjo enojo. ¡Qué falta de mímica, de expresión y de voz! En fin, la ausencia del arte. Pero en una de las escenas, el galán, joven pescador, ofrece á la dama una preciosa joya. La metamorfosis fué completa.
Era de ver la actitud de aquella señora y eran de oír las purísimas notas que su garganta daba al aire.
Al salir del teatro recordé el cuento que voy á referir, cuento vulgarísimo que todos conocen y cuentan.
En una ciudad de Italia existía un escultor, asombro de las gentes, no sólo por sus talentos artísticos sino también por su fealdad física. Ambas cualidades se decía haberlas heredado de su padre el célebre Forgio.
Contrariado en sus empresas amorosas el tal Santino, resolvió hacerse una mujer á gusto suyo, empresa fácil para escultor tan insigne. La obra se terminó. Las timoratas gentes encontraron inmoral el asunto y el objeto, pero Santino les enseñó el texto de un soldado de Garibaldi que disculpa tales aficiones, y la hermosa mujer desnuda empezó á llamarla atención y al cabo se ofrecieron grandes sumas por aquellos contornos del mármol.
El artista empezó á adelgazar notablemente, luego se le oyó por las noches dar voces pidiendo á la estátua que correspondiese á sus caricias, después se le tuvo por loco.
Santino cerró el taller y empezó á vender las obras que tenía terminadas.
Un día, cierta dama aristocrática, muy conocida en la ciudad, se presentó al escultor encargándole un busto del natural, que prometió pagar espléndidamente. Santino se negó. Al despedirse la signora, el artista miró á su mujer. Los ojos de la escultura habían girado. Siguió aquella mirada ciega y vió el magnífico collar que la aristócrata llevaba al cuello. Después la estátua miró á Santino.
Al día siguiente, y á las primeras horas de su mañana, la forza derribaba la puerta del taller. Se acusaba al escultor de haber robado una alhaja á la princesa de Scávolo.
Efectivamente; la mujer de Santino tenía puesto el collar y abrazaba á su esposo, pero el artista estaba muerto; su esposa le habla estrechado hasta ahogarle. Hubo necesidad de romper los brazos de mármol para separar el cadáver.
La mutilada estátua se conserva en un museo. Santino duerme bajo tierra.
Por lo demás, este hecho parece ser que sigue repitiéndose.